Capítulo 47 | Elliot
Tarareo un poco la letra de la canción mientras le subo el volumen. La música suena a través de las bocinas en todo el pent-house. Creí que sería buena idea algo de música y por supuesto no dudé en buscar una acorde a la ocasión.
—Al parecer ya entramos en ambiente, señor Reynolds. Eso me gusta.
Escucho la voz de Olive a mis espaldas. Juro que casi se me ha erizado la piel. Su tono de voz ha sido el más sensual que jamás escuché.
Me giro lentamente para verla, y...
¡Mierda! Me quedo sin aliento.
Está de pie, con las piernas ligeramente separadas y con sus manos en la cintura. Luce segura, altanera y presumida de lo malditamente bien que luce.
Mis ojos recorren todo su cuerpo muy lentamente, deleitándome con su imagen. Me pone duro al instante. Las diminutas prendas realzan lo curvilíneo y perfecto que es su cuerpo. Desde hace mucho tiempo que fantaseaba con verla vistiendo algo así, pero la verdad es que me ha dejado sin palabras. Luce mil veces mejor de lo que me imaginaba. Me ha puesto a mil en cuestión de segundos.
—¿Y? ¿No vas a decir nada? —Pregunta rompiendo el silencio.
Mis ojos conectan con los suyos.
—Luces perfecta.
—Me fascina tu regalo —dice, mordiéndose el labio inferior.
El gesto provoca que haga una mueca al sentir la reacción inmediata en mi entrepierna.
—Ven aquí —ordeno urgido por tenerla pegada a mi cuerpo.
Se acerca muy despacio, provocándome todavía más con lo sexy que se mueve al caminar. Se detiene justo frente a mí y me dedica esa sonrisa seductora muy propia de ella. A pesar que lleva los tacones, todavía soy unos centímetros más alto que ella, por lo que debe alzar la mirada para verme a los ojos.
El deseo es legible en sus hermosas irises color café. Me fascina que me vea de ese modo.
—No tienes idea de cuánto me excita verte usando esto —digo con la voz enronquecida y mis manos juguetean con el borde superior del liguero.
Sus manos se colocan sobre mi pecho, haciendo una leve caricia.
—Me quedó exacto. Me sorprende lo que bien que te sabes mis medidas, Elliot.
Una sonrisa altanera se dibuja en mis labios. De un movimiento le hago darse la vuelta para que quede de espaldas a mí y acerco mis labios a su oído para hablarle.
—Me fascina cada parte de tu cuerpo, así que lo conozco a la perfección.
Mis manos acarician sus muslos y lentamente comienzo a hacer un recorrido hacia arriba. Me deleito moldeando la curva de sus caderas, luego subo a su cintura, sus costillas y sin previo aviso, mis manos terminan al frente, ahuecando cada uno de sus pechos. Gime llena de placer, arqueando la espalda en busca de mi toque.
Una de sus manos se eleva hasta sostenerse de mi cuello e inclina la cabeza hacia un lado para darle entrada a mis labios que empiezan a besar la suave piel de esa zona. Me vuelve loco escucharla gemir bajito por lo mucho que está disfrutando. Empuja su trasero contra mí provocando que un gruñido retumbe en mi pecho.
—Quiero estar dentro de ti —susurro contra su oído
Gira el rostro de manera que nuestros labios casi se rozan y sonríe con malicia.
—Creí que habías dicho que querías jugar un poco.
Enarco una ceja —¿Tienes algo en mente?
—Sí, estaba pensando en algo.
—Tú nada más ordena, preciosa, y yo haré lo que pidas —digo, mordisqueando el lóbulo de su oreja.
Sonríe fascinada por el comentario y se vuelve a girar para quedarme de frente. Sus manos acarician mi pecho y lentamente comienza a trabajar en los botones de mi camisa uno a uno. Cuando ha terminado con todos, desliza el material fuera, dejando mi torso al descubierto.
Me mira con deseo. Como si fuese una fiera ansiosa por devorarme y me encanta.
No pierde tiempo y acerca sus labios a mi pecho. La sensación es enloquecedora. Sus labios se sienten calientes contra mi piel. Cierro los ojos y aferro mis manos a sus brazos, dándole un pequeño apretón cuando siento su lengua lamiendo mis pectorales. Una corriente electrizante me recorre entero, hasta terminar en mi entrepierna. Mi polla comienza a palpitar. De pronto sus dientes intentan mordisquear uno de mis pezones, pero mis manos le sujetan el rostro para apartarla. Esto es demasiado.
—Olive, para...
—Vamos, Elliot —dice acercándose para mordisquear suavemente mi mandíbula—, déjame jugar un poco. Quiero complacerte y hacerte disfrutar como ninguna mujer lo ha hecho antes. —Me besa en los labios. —Déjame tener el control de la situación, al menos por ahora.
—Quieres volverme loco, ¿no es así? —Murmuro contra su boca.
—Sí. Me encantaría —responde jadeante y comienza a provocarme más.
Roza sus pechos contra mí, besa y mordisquea mi mandíbula y mi cuello, y de pronto siento una de sus manos acariciando mi polla por encima del pantalón. Un gruñido escapa de mi garganta.
—Dime que sí, Elliot. —Sigue insistiendo mientras su boca regresa a la mía para devorarla.
—Está bien, Olive —acepto con la voz cansada. —Dejaré que me vuelvas loco si eso quieres.
Se aleja para verme a los ojos y me dedica una sonrisa cargada de lujuria.
—Entonces siéntate y disfruta del espectáculo —dice e inmediatamente, me da un pequeño empujón que me hace caer sentado en el sillón.
—Okay. —Río un poco divertido, pero fascinado por ver cómo toma el control.
Me acomodo en el sillón, viéndola expectante y ansioso.
Justo en este momento, la canción que sonaba termina e inmediatamente comienza una nueva.
Earned It de The Weeknd.
Ella se queda escuchando muy atenta, con la vista fija en algún punto de la nada. Cuando sus ojos vuelven a hacer contacto con los míos, lucen más hermosos cargados de deseo.
—¿Te gusta esa canción, Elliot? —Pregunta con la voz profunda.
Trago saliva.
—Sí.
—Pues yo haré que te fascine, porque a partir de ahora, cada que la escuches te vas a acordar de esta noche. —Sonríe con mucha malicia—. Cada que la escuches, te vas a acordar de mí, Elliot.
Y entonces, comienza...
El puto mundo desaparece a mi alrededor al momento que Olive comienza a moverse.
¿Va a bailar para mí?
Sí, maldita sea.
¡Mierda! Un sensual baile privado de la mujer más sexy y bella de todas. Debo estar soñando. Estoy en el puto paraíso.
Sus caderas se mueven a un ritmo lento y sensual. Cierra los ojos, dejando que la música tome el control de su cuerpo mientras sus manos juegan a recorrerlo.
Se acaricia el rostro, el cuello, baja hacia sus pechos y los acaricia como si me demostrara cómo le gusta que la toquen. Su rostro entero está lleno por el placer y eso me pone a mil. Lentamente desliza sus manos más abajo, hacia su abdomen, sus caderas y termina en los muslos. Todo de una manera tan sensual que me hace desear ser yo quien la toca. Mis manos quieren ser las afortunadas de recorrer ese hermoso cuerpo, pero también me fascina verla tocarse sola.
No puedo apartar mis ojos de ella. El movimiento de sus caderas es realmente hipnótico. Es el mejor baile erótico que jamás vi.
Trago grueso cuando se da la vuelta, separa ligeramente las piernas y de un solo movimiento se agacha como si fuese a tocar sus pies, pero sin doblar las rodillas. Eso me da una vista impresionante de su trasero.
¡Joder! En verdad me fascina.
Me remuevo en mi lugar tratando de acomodar mi polla que casi rompe la tela del pantalón. Muero de ganas por tomarla y follarla así como está, en esa posición.
Empieza a enderezar su postura lentamente y al mismo tiempo sus manos recorren desde los tobillos hacia arriba, hasta que las desplaza hacia atrás y comienza a acariciar sus firmes glúteos. Me dedica una mirada intensa sobre su hombro y sonríe encantada al ver mi cara de idiota babeando, sin duda.
Baila de espaldas meneando las caderas y subiendo las manos a su cabello para jugar con él. Mis ojos no dejan de ver su trasero deseando tocarlo o darle un par de azotes, o quizá follarla desde atrás...
Mis pensamientos son interrumpidos cuando se gira de nuevo para verme de frente. Camina hacia mí de la manera más sensual posible poniendo un pie delante del otro. Parece una modelo. Es una experta.
Su expresión se vuelve traviesa y perversa mientras se lleva la mano a la boca e introduce su dedo índice en ella para chuparlo. Oh, mierda. Termina sacándolo muy lentamente sin apartar sus ojos de los míos y en ese momento mi erección se vuelve casi dolorosa.
Se detiene justo frente a mí, viéndome desde arriba con una intensidad demoledora. Continúa bailándome así de cerca. Continúa tocándose, volviéndome loco. La excitación es demasiada cuando la veo cerrar los ojos de nuevo y separar un poco las piernas para que luego sus manos empiecen a recorrer la parte interna de sus muslos.
¡Mierda! Quiero verla tocarse justo ahí. Quiero...
En ese momento, la canción termina y sus manos se detienen a medio camino.
Su pecho sube y baja con rapidez por su respiración acelerada. El mío también. Mi respiración también se volvió realmente inestable con solo verla. Mi pulso zumba con furia detrás de mis orejas y siento la adrenalina recorrerme entero.
Ella se queda con los ojos cerrados durante algunos segundos y yo aprovecho la oportunidad para enderezar mi postura y tocarla. Un jadeo escapa de sus labios cuando mis manos comienzan un recorrido desde la parte trasera de sus rodillas hacia sus glúteos.
—No tienes idea de cómo me tienes —digo con la voz totalmente enronquecida.
En ese momento abre los ojos y me mira con gesto inocente.
—¿Te gustó?
—Me encantó.
Mis manos estrujan su trasero atrayéndola hacia mí, de manera que mi rostro queda justo a la altura de su entrepierna. No contengo el impulso y me acerco para rozar mi nariz sobre sobre el encaje de la diminuta prenda que cubre su pubis. Ella gime. Me encanta. Quiero más.
Llevo una de mis manos a la zona y sin perder tiempo mis dedos hacen a un lado el material, para tocarla. Está tan mojada como me gusta. Mis dedos exploran entre sus pliegues, disfrutando de esa humedad.
—¿Te excitó bailar para mí? —Pregunto con la voz enronquecida y alzo la mirada para verla.
Asiente mientras se muerde el labio inferior. Sus caderas comienzan a moverse al mismo ritmo de las caricias que le hacen mis dedos. Siento sus uñas clavarse en mis hombros y eso solo me lleva a desear hacerle más.
—Ven aquí.
Tiro de ella y la hago sentarse sobre mi regazo, dándome la espalda.
—Abre tus piernas —ordeno e inmediatamente lo hace.
Deslizo mi mano derecha por su cuerpo hasta bajar por su vientre y terminar dentro de sus bragas para volver a tocarla. Una de sus manos se eleva hasta sostenerse de mi cuello mientras que la otra se apoya en mi muslo cuando sus caderas comienzan a moverse de nuevo.
—Tocarte me vuelve loco. Sobre todo cuando te mojas así.
Mis dedos se deslizan fácilmente por su humedad. Acaricio de arriba abajo, y también trazo círculos sobre su clítoris, provocando que gima más fuerte.
Gime una y otra vez, retorciéndose por el placer, pero de pronto sus manos sujetan la mía, tratando de detenerme.
—Elliot, p-para... No quiero... acabar aun.
—Pero yo sí quiero que lo hagas —gruño contra su oreja. —Quiero que te corras con mi toque. Quiero escuchar cómo gimes mi nombre cuando llegas al orgasmo.
Sin previo aviso, deslizo dos de mis dedos en su interior.
—D-Dios... —Jadea y tira la cabeza hacia atrás, recárgandola en mi hombro.
Gruño complacido cuando comienzo a bombear mis dedos en su interior. Disfruto de su calidez y su humedad, mientras la palma de mi mano frota su punto más sensible. Su cuerpo comienza a ponerse bastante rígido. Los sonidos incesantes que escapan de sus labios me dicen que está cerca del límite.
—Vamos, preciosa —digo besando su cuello. —Gime mi nombre, por favor.
Mierda. Estoy muy duro y cuánto quisiera correrme yo también, pero me contengo. Solo quiero que lo haga ella. Quiero...
—¡Ah, Elliot! E-Elliot —gimotea varias veces mi nombre y su cuerpo entero se estremece cuando indudablemente alcanza el orgasmo.
Rodeo su cintura con mi brazo libre y la apego a mí. Suelta un largo suspiro y se sostiene contra mí mientras su cuerpo todavía tiembla por los espasmos.
Lentamente saco mis dedos de su interior y clavo mis dos manos en sus caderas, mientras empujo las mías para que sienta mi erección.
—¿Sabes qué quiero ahora?
—¿Qué? —Pregunta, con la voz todavía cansada.
—Muero de ganas porque vuelvas a bailar y moverte del mismo modo que lo hiciste, pero está vez encima de mí, montándome.
Le escucho una pequeña risita y luego gira el rostro un poco para tratar de verme
—No me cedas tanto el control, Elliot, porque no te imaginas todo lo que podría hacerte.
—Pues a mí me gustaría saber —digo en un tono retador.
Vuelve a sostenerse de mi cuello con una mano y me besa. Mis manos buscan sus pechos y gustosas comienzan a magrearlos a mi antojo, provocando que ella gima contra mi boca. De pronto me sorprende cuando siento su otra mano en mi entrepierna, acariciando mi polla por encima del pantalón.
—Quizá podría empezar ayudándote a bajar esto —dice dándome un apretón.
—¿Cómo lo harás? —Pregunto soltando un pequeño gruñido.
—¿Qué te parece con mi boca?
¡Mierda!
Me quedo sin saber qué decir. Simplemente la observo en silencio cuando se baja de mi regazo y termina arrodillándose frente a mí. De inmediato sus manos trabajan ansiosas en mi cinturón, luego en el botón y la cremallera, y sin perder tiempo, termina liberando mi erección.
Inhalo aire entre dientes cuando me toma con firmeza y comienza a acariciarme, moviendo su mano de arriba abajo a un ritmo malditamente enloquecedor.
—Hazlo más despacio o voy a correrme muy pronto —gruño, sujetando su mano para imponer un ritmo más lento.
—Me fascina pensar que yo te pongo así —dice complacida.
Realmente me encuentro muy, muy duro y ella disfruta saber que es quien lo ha causado.
—Te gusto demasiado, ¿verdad? —Pregunta presumida.
Sujeto su rostro con mis dos manos y me inclino para besarla. Mi lengua se abre paso en su boca y como respuesta, su mano vuelve a trabajar a un ritmo más rápido.
—Dime qué tanto te gusto, Elliot —pide con un tono exigente. —Quiero oírlo.
—Me gustas, me fascinas demasiado. Justo ahora me tienes muy mal —respondo separando nuestros rostros y paso mi dedo pulgar sobre su labio inferior con fuerza en una caricia salvaje. —Lo único que estoy deseando en estos momentos es sentir todas las maravillas que puedes hacer con esta bonita boca.
Se moja los labios y sonríe.
—Pues entonces no te hago esperar más.
Se agacha justo a la altura exacta y entonces pierdo la cabeza al sentir cómo abre su boca y me recibe.
—Oh, mierda —gruño entre dientes, echando mi cabeza hacia atrás.
El placer se multiplica por mil cuando su boca comienza a trabajar con destreza. Mis manos se enredan en su cabello y tiro de él cuando empujo mis caderas para introducirme mucho más, hasta el fondo. Ella continúa sin problemas.
¡Dios! Esta mujer es una maravilla.
Las caricias de su lengua provocan un placer abrasador que me invade todos los sentidos. Todo mi cuerpo se siente rígido. Olive me lleva a los límites más exquisitos y enloquecedores en cuestión de un par de minutos.
Estaba demasiado excitado. Ya estoy deseando correrme. Lo necesito.
—Oh, Dios... Olive... —gruño, tensando la mandíbula y cierro los ojos.
Su boca trabaja más rápido. Más exquisito. Me hace perder la cabeza y en lo único que puedo pensar en el placer demoledor que me está brindando su lengua. Empujo mis caderas una vez más y ella gustosa me recibe entero. Mascullo una palabrota cuando un par de minutos después, termino alcanzando el límite y sin poder contenerme más, me derramo en su boca.
Inhalo profundo y contengo el aire durante algunos segundos para finalmente relajarme en el sillón, absorbiendo los espasmos de tan maravilloso orgasmo que Olive acaba de darme. Tan pronto como ella me libera, vuelvo a enderezar mi postura para ahuecar su rostro y besarla.
—Vamos a la cama —murmuro contra sus labios. —Te necesito sobre mí, ahora.
—Cárgame —dice y siento cómo sus labios se curvan en una sonrisa.
Nos ponemos de pie y después de acomodar mi polla dentro del pantalón de nuevo, la levanto del piso, haciendo que envuelva sus piernas alrededor de mis caderas y así la cargo camino a la habitación.
Una vez adentro, la llevo directo hasta la cama donde la deposito sobre el colchón. Me separo de ella y suelto un largo suspiro mientras mis ojos recorren su hermoso cuerpo.
—¿Qué? —Pregunta, tratando de contener una sonrisa.
—Ahora te has convertido en mi fantasía sexual favorita. —Me paso la lengua sobre mi labio inferior. —Te ves tan apetecible con ese conjunto. No puedo dejar de verte.
—Pero yo no quiero que solo me veas. Yo quiero me des mi orgasmo, ahora.
Sonrío ampliamente y le guiño un ojo.
—Tus deseos son órdenes, preciosa.
Me doy la vuelta para ir al buró y sacar un preservativo de la cajita que guardo en la gaveta. Me deshago de mi ropa, me lo pongo y regreso a la cama, pero antes de subirme, me encargo de quitarle los zapatos. La tiento bastante dejando una estela de besos desde la pantorrilla hasta los muslos, pero termino apartándome y acostándome tranquilamente a su lado.
—Listo.
—¿Qué haces? —Me mira confundida.
—Estoy esperando que hagas conmigo lo que quieras —respondo con calma.
Se levanta hasta quedar sentada.
—¿Ni siquiera vas a desnudarme?
—No. Quiero seguir disfrutando de cómo luces. —Mis ojos se clavan en algunas zonas de su cuerpo. Me paso la lengua sobre el labio inferior y añado:— Tu imagen me excita mucho.
—Eso me gusta —dice, comenzando a gatear sobre la cama.
Luce confiada y decidida cuando termina acomodándose a horcajadas sobre mí y la urgencia por estar dentro de ella se hace presente de inmediato. Lo único que impide el contacto directo son las diminutas bragas.
Mis manos se afianzan a sus glúteos y las suyas se apoyan sobre mi pecho, mientras comienza a mover sus caderas en círculos. Se muerde el labio inferior con fuerza. Su rostro refleja el placer que siente al restregarse contra mi polla.
Una de mis manos se traslada a su entrepierna para tocarla por encima de las bragas. Gruño fascinado cuando siento la humedad, producto del orgasmo anterior, que ha traspasado la tela.
La miro directo a los ojos.
—Estás perfecta para recibirme.
Sin perder tiempo hago a un lado el material y me ubico justo en su entrada. Un jadeo escapa de sus labios. Sé cuán necesitada está, pero todavía no me permite hundirme del todo y eso me vuelve loco.
—¿Lo quieres, Elliot? —Pregunta soltando un pequeño gemido. —¿Quieres que te deje hundirte en mí?
—Sí eso quiero —gruño, tensando la mandíbula.
Una sonrisa perversa adorna sus carnosos labios y entonces, se desliza hacia abajo muy lentamente, dejándome entrar por completo. Hasta el fondo.
Ambos gemimos al mismo tiempo. Su espalda se arquea mientras que sus manos se aferran a mis hombros. Me encanta esa imagen de ella sobre mí.
—Muévete —digo con la voz más ronca que nunca—. Quiero verte disfrutar a tu manera. Quiero verte llena de placer, tomando el control sobre mí. Hazlo.
Sus ojos vuelven a conectar con los míos. Tan brillantes por el placer que me hipnotizan.
La espera termina. Sus manos se aferran con más fuerza a mis hombros y sus caderas comienzan a moverse lentamente de adelante hacia atrás. Eso se siente demasiado bien.
Los gemidos que escapan de sus labios se vuelven incesantes al momento que ella decide aumentar el ritmo un poco más. Lo hace a su antojo. Lo hace malditamente bien.
Mis ojos se pierden en su hermosa figura. Tenerla sobre mí, me permite seguirme deleitando con lo sexy que luce con ese conjunto. Me permite disfrutar ver cómo sus pechos suben y bajan al ritmo de sus movimientos. No contengo el impulso y llevo mis manos a ellos para tocarlos. Mis dedos pulgares comienzan a trabajar en sus pezones, haciendo círculos por encima del encaje que los cubre.
—Ah, Elliot —gime echando la cabeza hacia atrás.
Inhalo aire entre dientes y cierro los ojos sintiendo cómo sus movimientos comienzan a llevarme al límite.
—Te sientes realmente deliciosa, Olive —gruño volviendo a estrujar sus pechos.
—¿Sabes una cosa? —dice con la voz casi entrecortada. —A mí también me fascina cómo gimes mi nombre.
—¿Ah, sí?
—S-Sí —dice inclinándose hacia el frente para besarme. Entonces murmura contra mis labios:— Quiero oírte, Elliot. Quiero escuchar cuánto te hago disfrutar.
Un sonido involuntario escapa de mi garganta cuando sus caderas se mueven a un ritmo diferente. Sus labios me besan y mordisquean la mandíbula y luego se trasladan a mi cuello. Más sonidos son arrebatados de mi garganta. Ella sabe cómo ponerme a mil.
Mis manos se deslizan por su cuerpo hasta llegar a su trasero. Lo estrujo con fuerza, alzando mis caderas para llegar más profundo en su interior. Sus manos se apoyan una a cada lado de mi cara, aferrándose con fuerza al cobertor de la cama, mientras gimotea cosas ininteligibles.
—Olive... —gruño, apretando los dientes. —Ah, joder. Me estás matando.
—E-Elliot... Necesito...
—Yo también. Hazlo más rápido.
Mis manos se aferran a sus caderas, ayudándole a subir y bajar más rápido. Jadeamos incesantemente. El placer es demasiado estando tan cerca del clímax.
Un gemido casi grito, escapa de sus labios cuando su cuerpo entra en tensión segundos antes de llegar al orgasmo. Seguido de ella, yo también mascullo una palabrota cuando termino corriéndome.
Su cuerpo tiembla sobre el mío. Suelta un largo suspiro y finalmente se aparta y se deja caer a mi lado, acomodándose un poco sobre mi pecho. Mis brazos la rodean para estrecharla contra mí.
—Después de ahora, ten por seguro que vas a traerme más loco, Olive.
Una pequeña risita se le escapa. —¿Más?
—Sí. Definitivamente.
Levanta un poco la cabeza para verme y sonríe.
—Pues me alegro. Así me aseguro de que no te aburras tan rápido de mí.
—Creo que jamás voy a aburrirme de ti, Olive.
—Y si llegaras a conocer a alguien más...
—No necesito conocer a nadie más. Ya te conocí a ti y estoy más que bien con eso. Escucha, quizá no sea el mejor tratando de decir lo que siento porque te juro que es una de las cosas más difíciles que he hecho en mi vida, pero créeme, Olive, haberte conocido me cambió la vida. —Hago una pausa y luego de un largo suspiro decido continuar—. Nunca había encontrado un lugar al que pudiese pertenecer, pero ahora me doy cuenta que ese lugar es a tu lado. Yo siempre creí que no estaba hecho para nadie, pero quizá fui hecho para ti, y solo para ti. Y no me importa lo que otros digan, no me importa quién carajos se oponga, yo quiero pertenecer a ti. Ya no se trata de querer estar contigo, es que yo necesito estar contigo. ¿Lo entiendes?
Mis ojos se pierden en los suyos. Me mira en silencio como si mis palabras la hubiesen dejado en un completo estado de shock. Creo que es lo que sucede cuando hablo con demasiada sinceridad.
—Olive...
—Estoy procesando la información, Elliot —dice, tratando de contener una sonrisa. —La verdad es que todavía me cuesta asimilar tu sinceridad.
Suspiro e inevitablemente sonrío yo también.
—Lo sé. Yo también sigo sintiéndome un poco extraño por expresarme tan abiertamente contigo.
Nos quedamos en silencio durante algunos segundos y ella se acomoda mejor sobre mi pecho.
—¿Te digo algo, Elliot?
—Dime
—Sí quiero que estés conmigo —dice con la voz muy suave. —No sé cómo termine esto, pero me siento demasiado bien a tu lado.
Me abraza con fuerza, provocando una sensación abrumadora y agradable en mi pecho. Juro que me va a encantar acostumbrarme a esto. Sonrío.
—Creo que yo también te traigo loca.
Se aleja de inmediato para verme a la cara, haciendo una mueca presumida.
—Pero no tanto como yo te traigo a ti.
—No voy a argumentar nada en contra de eso, porque lo cierto es que me traes rendido a tus pies desde el momento en que te vi en la recepción de Gold.
—¿Cuando te hablé mal por darle órdenes a un hombre, sin saber quién eras? —Ríe un poco.
—Sí, desde entonces.
—Estuve cerca de decirte idiota.
—Me hubieses hecho amar todavía más tu hermoso carácter —sonrío socarronamente.
Ella me hace una mueca graciosa y termina alejándose para sentarse en el borde de la cama, donde comienza a soltar las tiras que unen el liguero a las medias.
—¿Habrá un otro round? —Pregunto estirando mi mano hasta pasarla por su espalda.
Se encoge en su lugar y me mira sobre su hombro.
—No. Solo me preparo para ir a tomar una ducha.
—Entonces yo voy a ducharme contigo.
—No —niega de inmediato.
—¿Por qué?
Comienza a sacarse las medias.
—Porque conociéndote, acabarás follándome de nuevo.
—¿Y qué tiene de malo? —Vuelvo a pasar mis dedos por su espalda—. Tú tienes la culpa. Después del magnífico trabajo que has hecho hoy, siento todavía más ganas de ti.
Se vuelve a acercar a mí, solo para besarme. Gruño cuando siento su lengua abrirse paso en mi boca, pero cuando yo quiero profundizar el beso, ella se aparta.
—Provocarte es mi pasatiempo favorito, Elliot.
—Y hoy me has provocado mucho. La verdad es que me has sorprendido.
Enarca una ceja —¿Ah, sí?
—Sí. ¿Cómo iba a imaginar que detrás de la recatada, formal y tranquila señorita Blair, hay una mujer ardiente y extrovertida, capaz de hacerme el mejor baile erótico del mundo, volverme loco con un oral y luego montarme hasta alcanzar uno de los mejores orgasmos de todos?
Sonrío al ver cómo se ha ruborizado, y le guiño un ojo.
—Odio que me digas esas cosas y terminar ruborizándome —gruñe fingiendo estar molesta e intenta alejarse, pero la detengo.
—¿Sabes? Me encanta ser el único que puede conocer ese lado pervertido que tienes.
Traslado mi mano a su nuca y la acerco para besarla con fiereza. Ella gruñe contra mi boca.
—¿Entonces, me dejas ducharme contigo? —Pregunto, mordiendo su labio inferior. —Prometo portarme bien.
—¿En serio? —Me mira incrédula.
—No —respondo tranquilamente.
Suelta una risita.
—Entonces vamos.
Sale de la cama, tirando de mi mano para que yo también salga y vayamos juntos al baño a... ducharnos. Claro que sí.
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