Capítulo 44 | Olive
Mi corazón se ha detenido. Me he olvidado de cómo respirar. No puedo ni pensar claramente. Mi cerebro trabaja a toda velocidad tratando de asimilar lo que Elliot acaba de decirme.
¿Fue real? ¿No es una alucinación lo que escuché? Juro que no sé qué creer.
¿Es que acaso por fin ha decido ser sincero? ¿Por fin ha podido decidirse de una vez y expresar sus sentimientos?
¡Ay, mierda! ¿Elliot me está hablando de sus sentimientos?
—Olive, dime algo —pide con voz urgente, haciéndome volver a la realidad, pero las palabras se atoran en mi garganta.
¡Mierda! ¿Qué quiere que diga? Yo no tengo idea.
Lo veo directo a los ojos, pero al mismo tiempo es como si no hiciese realmente. Me he quedado en estado de shock.
Pestañeo un par de veces para tratar de espabilarme y me aclaro la garganta, mientras mi mente ahora trabaja en encontrar las palabras exactas para hablar.
—Elliot..., ¿fue real lo que dijiste? ¿Escuché bien? —Niego con mi cabeza. —¿Me estás diciendo que, tú...?
Dejo las palabras a medias. Ni siquiera soy capaz de repetir lo que dijo porque se siente demasiado irreal. Sin embargo, él lo reafirma de inmediato.
—Sí, Olive. Te estoy diciendo que me estoy enamorando de ti. No preguntes cómo o cuando empecé a hacerlo, porque ni yo sé. Solo, sucedió.
Una sensación verdaderamente abrumadora empieza a crecer en mi pecho, producto de sus palabras.
Sí lo dijo. ¡Mierda! ¡Sí lo dijo!
—P-pero tú dijiste que no querías sentir nada, Elliot —digo sintiéndome un poco confundida. —Me lo repetiste muchas veces que no debíamos involucrarnos sentimentalmente...
—Ya sé —me interrumpe. —Sé muy bien lo que dije, pero es algo que no pude evitar. Jared me dijo que si hay algo imposible de controlar, son los sentimientos, y ahora veo que tenía toda la razón. —Sus manos ahuecan mi rostro y me mira con desesperación. —Yo traté de resistirme, Olive, pero fue en vano. Esto es más grande que yo y me he dado cuenta que tratar de esconderlo solo me está acabando por dentro.
Niego con mi cabeza —Me siento confundida. Esto es demasiado para mí.
—Para mí también lo es —admite urgente. —No podría ser capaz de describir el enredo que tengo justo ahora en mi cabeza y en mi pecho.
—¿Y por qué no lo admitiste antes?
—Porque no podía, o no quería. No sé. Es que... El caso es que yo no quería admitir que se trataba de amor, porque, yo...
Se queda callado y baja la mirada como si de verdad estuviera teniendo una pelea interna por continuar o no, con lo que sea que vaya a decirme.
—¿Tú qué, Elliot? —Pregunto con suavidad.
Vuelve a levantar la mirada. Sus ojos están cargados de un brillo diferente.
—Yo nunca me he enamorado antes, Olive. Jamás.
Siento como si me dejaran caer encima un balde de agua fría. Nunca pensé que fuera a decirme eso. Yo siempre creí que alguien lo había lastimado y por eso su frialdad y su desconfianza. Pensé que por eso era como era. Porque alguna mujer le rompió el corazón, pero... ¿No se ha enamorado nunca?
¡Mierda! ¿Cómo debo sentirme respecto a eso?
De pronto siento que no puedo pensar con claridad, estando tan cerca de él. Estoy sentada justo sobre él, así que trato de moverme para bajarme, pero no me lo permite.
—Olive...
—Solo necesito procesar esto, Elliot. Necesito... espacio.
Logro bajarme y me quedo de pie frente a él. Me llevo una mano a la frente y tomo una inspiración profunda. Siento mi corazón latir muy deprisa.
—¿Me estás diciendo, Elliot, que todo este tiempo atrás, jamás te habías enamorado de alguien?
No pretendo escucharme tan incrédula, pero de todas maneras creo que lo hago.
—Sí, eso te estoy diciendo —responde con voz firme. —Yo jamás he amado a una mujer. Tú eres la primera que logra hacerme sentir de este modo.
—Pero yo no... hice nada. Yo solo... —Niego con mi cabeza. No sé qué decir.
Elliot se pone de pie también y se acerca hasta que tengo que alzar mis ojos para verlo. Sus manos vuelven a sujetar mi rostro con delicadeza.
—Jamás en mi vida me había sentido así de confundido, Olive. Yo no sé mucho al respecto, así que tú dime: ¿crees que lo que siento por ti es amor? Porque yo no sé.
—¿Y qué sientes exactamente? —Pregunto con severidad.
Él suspira.
—No te saco de mi cabeza todo el día. Por la noche tu imagen es lo último que traigo a mi mente antes de dormirme. Tu compañía se ha vuelto algo necesaria últimamente y como ya te lo había dicho hace mucho tiempo, disfruto de cada cosa que comparto contigo. Hasta lo más mínimo. —Sus dedos pulgares trazan caricias en mis mejillas. —Me he acostumbrado demasiado a ti, y no, ya no solo se trata de una simple atracción sexual. Esto es algo más.
—¿Tú crees? —Pregunto, todavía tratando de negarme a la realidad no sé ni por qué.
—Sí, eso creo. ¿Sabes por qué? Porque ya no solo te siento metida aquí —dice, llevándose el dedo índice de su mano derecha para señalar su frente—, sino que también te siento metida aquí —añade, esta vez llevándose la mano al pecho, justo a la altura del corazón.
El mío se detiene otra vez. Se olvida de cómo latir. Todavía más al momento que Elliot toma una de mis manos y la lleva hasta colocarla en su pecho al lado izquierdo. Puedo sentir los latidos de su corazón. Está latiendo muy deprisa.
—Y aquí, Olive, es donde nadie había llegado —dice con la voz enronquecida. —¿Qué carajos hiciste tú para romper esa coraza impenetrable que tenía?
Mis ojos están perdidos en el punto donde mi mano descansa sobre su pecho. Trago grueso. No sé cómo asimilar tanta sinceridad de su parte. No estaba preparada para esto. Ni siquiera había pensado en las posibilidades de que un día Elliot me hiciera este tipo de confesiones.
—Solo tengo una pregunta, Olive.
Vuelve a hablar, obligándome a verlo a los ojos de nuevo. Su expresión es demasiado suave. Es vulnerable.
—¿Tú también sientes algo por mí?
Un enorme peso se asienta sobre mí ante la idea de tener que responder esa pregunta.
¿Qué debo decir? ¿Qué siento por él? ¿Estoy segura de lo que creo sentir por él? ¿Debo decirle la verdad? Él ha sido extremadamente sincero conmigo así que, ¿por qué no serlo yo también?
—Elliot, yo... —trago grueso y bajo la mirada.
—Dime la verdad, Olive —pide. —Sea cual sea.
Muerdo mi labio inferior —Sí, Elliot. Yo creo que también siento algo por ti.
Ya. Lo hice. Yo también lo dije y pues lo dicho, dicho esta. Sin embargo...
Silencio.
No dice nada. Eso me pone un poco tensa o nerviosa, no sé.
Me obligo a verlo de nuevo.
—¿No vas a decirme nada?
Me siento un poco desesperada por saber qué piensa ahora. Claramente acabamos de confesarnos el uno al otro así que, ¿qué sucede ahora?
Acerca su rostro al mío hasta que nuestros alientos chocan y un escalofrío me recorre entera.
—Dijimos solo sexo sin amor —dice con un ligero toque burlesco que me provoca sonreír. —Pero la verdad es que desde un principio nunca debieron haber reglas, Olive. Porque me he dado cuenta que siempre he estado dispuesto a todo contigo.
—Podemos fingir que no acordamos nada, entonces —digo en un tono inocente. —Finjamos que esa regla nunca existió.
—Me parece buena idea.
Se acaban las palabras y une sus labios a los míos en un beso lento y cariñoso. Diferente a todos los demás besos. Más cargado de sentimientos que de deseo, ¿o será que solamente yo lo siento así?
Mi corazón late muy deprisa y una sensación de calidez me embarga el pecho. Quizá todavía no sea capaz de asimilar lo que está pasando o lo que nos hemos confesado, pero está bien. Solamente quiero quedarme unos segundos más disfrutando de este beso.
Cuando el rompe el contacto, nos quedamos en silencio con nuestras frentes unidas. Y ahora, la realidad me golpea.
¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué sigue después de esto?
—¿Y ahora qué, Elliot? —Digo en voz alta mis pensamientos.
Se aleja para verme a los ojos y sonríe con malicia.
—No sé. ¿Follamos?
No sé qué cara pongo pero el ríe divertido. Yo le doy un pequeño empujón.
—¡Elliot!
—¿Qué? —Exclama todavía riendo y se resiste a alejarse. Por el contrario, sus manos sujetan mi cintura para mantenerme pegada a él. —En las películas cuando los protagonistas se confiesan su amor, terminan en la cama, follando.
—No sabía que vieras ese tipo de películas —exclamo burlonamente.
—Un par de veces nada más.
Niego con mi cabeza.
—Ya en serio, Elliot. Quiero saber qué va a pasar entre nosotros. —Lo miro con seriedad.
Su expresión también se vuelve seria y suspira.
—Francamente no sé.
—Esto será diferente lo queramos o no y creo que lo sabemos.
—Lo sé. Creo que lo mejor será tomarlo con calma, ¿te parece?
Me quedo pensando unos momentos, y asiento. La verdad es que creo necesitamos un tiempo para terminar de asimilar todo bien. De todos modos no es como si de un segundo a otro nos declaremos ya una pareja y vayamos a gritárselo al mundo.
—Olive. —Su voz casi en un susurro, llama mi atención de nuevo.
—¿Mhm?
Sus manos acarician suavemente mis brazos, y me sonríe.
—Te tengo una propuesta.
Frunzo el ceño —Dime.
Inclina el rostro de manera que siento su respiración en mi oreja. La piel se me eriza al instante cuando vuelve a hablar.
—Quiero hacerte mía.
El nudo que se forma en mi vientre ante sus palabras es inmediato. ¿Cómo negar la influencia tan grande que este hombre tiene en mí?
—¿Qué?
—Sí, Olive. Quiero besarte y tocarte y hacerte mía justo ahora.
Me río un poco —¿Iba en serio eso de hacer lo mismo que las películas?
—Sí, me gustaría hacer lo mismo. —Sus labios dejan un beso húmedo en la base de mi cuello. —¿Tú no quieres?
Muerdo mi labio inferior al sentir sus besos e inclino mi cabeza hacia un lado para dejarle mejor entrada. Sus manos estrechan mi cintura, clavándome su erección en la pelvis.
¡Mierda! ¿Así cómo voy a negarme?
—¿Y si digo no? —Pregunto retadora, al tiempo que mis brazos rodean su cuello.
No me responde. Se limita a buscar mi boca para besarme con deseo, mientras me hace retroceder un par de pasos hasta que mis piernas chocan con la cama. Lentamente se inclina hasta dejarme caer sobre el colchón y termina sobre mí, asentado entre mis piernas. Un gemido escapa de mis labios cuando deliberadamente se restriega contra mí.
—¿Segura que dirás no?
—Okay. Quizá ya no estoy tan segura —gruño casi en un jadeo cuando sus dientes mordisquean el lóbulo de mi oreja.
—¿Aun tienes preservativos guardados en la gaveta? —dice alejándose hasta ponerse de pie frente a mí.
Me apoyo sobre mis codos para levantarme un poco sobre el colchón y lo miro sonriéndole con malicia.
—Todos los que necesites.
—Recuéstate —dice con ese tono tan mandón que me hace obedecer con gusto.
Me acomodo en la cama y me quedo muy quieta esperando por él. Cuando ha sacado el paquetito de la gaveta, se lo lleva a la boca para sostenerlo con sus dientes y acto seguido, empieza a desabrochar los botones de su camisa sin dejar de verme.
¡Mierda! Esa imagen me hace apretar los muslos. Se ve malditamente sexy así. Es una imagen demasiado erótica.
Su torso queda desnudo y mis ojos se pierden contemplando cada uno de sus marcados músculos. Trago grueso cuando lo veo acercarse a la cama. Se sube, se acomoda a horcajadas sobre mí y sus ojos me recorren con notable deseo.
Quita el paquetito de sus dientes, y lo deja por ahí en algún lado sobre la cama. Posteriormente sus manos sujetan las mías y las mantiene quietas sobre el colchón, una a cada lado de mi cara y se inclina para besarme. El placer se detona todavía más. Me excita demasiado el dominio que le gusta ejercer sobre mí.
Él gruñe contra mi boca cuando arqueo mi espalda rozando mis pechos contra él, deseosa por sentirlo más cerca.
El beso se vuelve más intenso y de pronto parece que la ropa nos estorba. Sus manos me sueltan para encargarse de quitarme la bata que me puse para dormir, dejándome en ropa interior únicamente. Sus manos acarician mi piel expuesta, mientras que las mías también se deleitan acariciando sus brazos y su pecho. Bajo a su abdomen tan firme y marcado, y sigo más abajo hasta llegar a la pretina del pantalón.
Sin perder tiempo, comienzo a trabajar en el cinturón, el botón y la cremallera. Sus manos se introducen bajo mi espalda y de un movimiento rápido se deshace del broche de mi sujetador, dejando mis pechos al aire e inmediatamente comienza a trabajar en ellos.
Gimo en aprobación cuando sus grandes manos los ahuecan y estrujan. Me vuelve loca cuando sus dedos pulgares trazan círculos sobre los pezones. Me retuerzo llena de placer.
—Ah... Elliot —gimo en voz alta, ubicando mis manos sobre las suyas para imponer otro ritmo a la dulce tortura.
Gruñe fascinado ante mi gesto mientras empuja sus caderas para rozar su dureza contra mí, haciéndome sentir más necesitada.
—Elliot...
—Dime.
—Quítate la ropa y ponte el preservativo ya —ordeno.
Se aleja para verme a la cara y noto la gran sonrisa que se pinta en sus labios.
—Cuánta urgencia —se burla.
—Cállate y hazlo.
—Como mandes, preciosa.
Es imposible contener la enorme sonrisa, como cada que él me llama de ese modo. En serio que me gusta demasiado.
Se baja de la cama y obediente a mis palabras, se deshace de su pantalón, el bóxer y comienza a trabajar en el preservativo. Lo observo con mucha atención, provocando que la urgencia por sentirlo dentro de mí aumente.
Cuando está listo se acerca a la cama de nuevo y antes de subirse, se encarga de quitarme las bragas.
El nudo de anticipación en mi vientre se vuelve mucho más grande cuando vuelve a ubicarse sobre mí, pero esta vez entre mis piernas. Jadeo deseosa cuando siento su miembro rozando mi feminidad. Por instinto mis piernas envuelven sus caderas tratando de acercarlo, pero él pone resistencia.
—Oh, vamos, Elliot —gruño insistente.
—Dime, Olive: ¿lo quieres o lo necesitas? —Pregunta ubicándose en mi entrada.
—Ambas cosas. —Jadeo, rodeando su cuello con mis brazos y alzando las caderas. —Quiero y necesito que me folles. Ahora.
—Pues esta vez no voy a follarte, Olive.
Sus palabras crean una confusión inmediata en mí.
—¿No?
—No —dice con la voz mucho más enronquecida y se inclina hasta respirar cerca de mi oído. —Esta vez voy a hacerte el amor, preciosa.
Dichas las palabras, muy lentamente se desliza en mi interior.
Cierto los ojos y disfruto la sensación invasiva y placentera que me brinda su miembro al instante.
Las sensaciones que me invaden son confusas. Son placenteras y abrumadoras. Sus palabras me han dejado una extraña sensación en el pecho.
¿Dijo que me hará el amor?
Sus labios se unen a los míos mientras sus caderas comienzan a moverse. Sus embestidas son suaves, aunque profundas, pero es tan diferente a las otras veces. Es como si tratase de hacerlo con cariño.
—Elliot —murmuro contra sus labios cuando sus caderas chocan una vez más con las mías.
—Tus labios son mi sabor favorito... —dice y sus dientes se apoderan de mi labio inferior, tirando de él, provocando que gruña en aprobación.
Su boca desciende hacia mi cuello para dejar una estela de besos húmedos y ardientes.
—Tu piel es mi tentación irresistible —continúa.
Sus labios continúan besando mi cuello con esmero. Lo siguiente que hace es trasladar sus manos a mis pechos para acariciarlos con extrema delicadeza.
—Tu cuerpo es mi vicio predilecto —añade al tiempo que sus caderas vuelven a empujar contra mí. —Tú eres mi debilidad favorita, Olive. Esa que me gusta tener, porque me fascina demasiado.
Sus palabras son como melodía para mis oídos. Es lo más hermoso, dulce y retorcidamente erótico que jamás me habían dicho.
Gimo en voz alta cuando lo siento empujar mucho más profundo en mi interior. Entonces, sus manos se apoderan de las mías nuevamente y las mantiene quietas por encima de mi cabeza. Su boca vuelve a devorar la mía con fiereza, empujándome más cerca del límite. Las embestidas siguen siendo controladas, pero al mismo tiempo es como si quisiese hacerlo más rápido y más rudo. Yo lo quiero así.
—Elliot...
—Dame unos minutos más —gruñe contra mi boca como si supiera lo que quiero.
Se desliza dentro y fuera de mí a un ritmo lento, pero malditamente enloquecedor.
La respiración acelerada, los jadeos incesantes, el roce de nuestros cuerpos y los sentimientos que quizás ahora hay de por medio, se sincronizan a la perfección entre nosotros, volviendo todo más intenso, más personal y más significativo. No estamos follando. Estamos haciendo el amor.
—Olive, en serio me fascinas —gruñe con la voz enronquecida, cerca de mi oído. —No tienes idea de cuan loco me vuelves.
—E-Elliot... —Jadeo más alto cuando lo siento aumentar el ritmo de sus embistes.
Cierro mis ojos con fuerza y mis manos se aferran con fuerza a sus hombros, casi clavando mis uñas en su piel. Eso lo provoca todavía más, haciendo que su urgencia por acabar, sea tanta como la mía.
—Eres la primera mujer que me hace perder la razón y el corazón al mismo tiempo, Olive. —Gruñe embistiéndome una vez más. —Eres única.
Y entonces, no puedo contenerme más. Mi cuerpo se libera satisfactoriamente en un orgasmo arrollador y placentero que me nubla todos los sentidos.
Mi nombre escapa de sus labios entre un pequeño gruñido, y lo siento tensarse al momento que también alcanza el clímax.
Su cuerpo se deja caer sobre el mío con mucho cuidado de no aplastarme demasiado y lo siento recargar su cabeza en el hueco entre mi cuello y mi hombro, al tiempo que suelta un largo suspiro.
Nos quedamos en silencio durante algunos segundos. Mis manos acarician con suavidad su espalda y luego suben hasta enredarse entre las hebras de su cabello. Mi corazón se acelera, lo admito.
Se siente extraño hacer estas demostraciones de cariño con él. Se siente extraño pero ridículamente bien.
Una sonrisa se forma en mis labios, y no contento el impulso de decir lo que estoy pensando, en voz alta.
—Me gusta tu forma de hacer el amor, Elliot.
Una risa ronca retumba en su pecho. Levanta la cabeza solo para poder verme a la cara y efectivamente veo que sonríe.
—¿Y cómo lo hice?
—Pues, muy cariñoso y suave. Fuiste todo un caballero.
Sonríe mucho más.
—Es extraño escuchar eso porque no es como suelo ser, pero quería complacerte de ese modo.
—Pues gracias. La verdad también quedé muy satisfecha, solamente que... —Muerdo mi labio inferior, tratando de contener una sonrisa. —Prefiero más tu lado rudo.
Enarca una ceja al tiempo que sus labios esbozan una sonrisa maliciosa.
—¿Con que sí, eh? —Se acerca y roza nuestros labios. —¿Quieres hacerlo de nuevo y que sea rudo?
—Dulce tentación, Elliot, pero debo negarme.
—¿Por qué?
—Hacer ejercicio me dio más hambre —digo con una pequeña risa.
—¡Mierda! Lo había olvidado. —Se aleja inmediatamente. —Debes comer algo.
—Pediré comida a domicilio —digo al tiempo que me pongo la bata y me pongo de pie.
—¿Qué vas a pedir? —Pregunta curioso mientras se acomoda en la cama, todavía desnudo.
La imagen me afecta. En serio que sí y estoy segura que él lo sabe.
No contengo el impulso y le lanzo la manta encima.
—¡Cúbrete!
—¿Por qué? —Pregunta entre una pequeña risa.
—Porque sí.
—Te provoco demasiado, ¿verdad?
—Sí.
Mi respuesta lo hace sonreír todavía más presumido, pero antes que diga algún otro comentario indecente, lo detengo.
—Voy a ducharme. Tú pide la comida mientras tanto. Quiero comer pizza.
—Y yo te quiero comer a ti —dice dedicándome esa sonrisa ladeada que me hace caer casi siempre.
Pero no. Ahora no.
—Ya, Elliot.
—Okay. Pediré pizza —dice con tono aburrido.
—Gracias.
Me doy la vuelta buscando la salida, pero antes de abrir la puerta su voz me detiene.
—Pero luego, tú serás el postre, ¿okay?
Contengo una sonrisa y lo miro sobre mi hombro.
—Como tú digas, Elliot.
Y sin más, salgo de la habitación.
**~**
Resoplo y me llevo las manos a las sienes para hacerme un pequeño masaje, tratando de aliviar la jaqueca con eso.
Realmente me siento acabada. Son pocas las veces que me siento así, pero hoy es una de esas.
Toda la semana ha sido un ajetreo total. Reuniones, visitas a clientes, juntas con los de Unilever, llamadas a proveedores y un sin fin de trabajo más. Y por si fuera poco, también mis problemas personales también los he traído encima. Me he reunido un par de veces con Thomas para ver cómo vamos con el juicio y todo sigue igual. Aún estamos buscando la manera de ganar esta vez también, pero está difícil.
Juro que no sé cómo demonios he hecho para no perder la cabeza. Es demasiado el estrés que traigo conmigo y creo que ya empiezo a ver algunos efectos en mí: el insomnio, los dolores de cabeza, el decaimiento, la ansiedad y algunas lagunas mentales que he tenido durante los últimos días.
¡Esto es basura!
Necesito relajarme. Necesito...
Mi teléfono suena, sacándome un pequeño respingo.
—¡Mierda! —Mascullo la palabrota.
Estoy demasiado tensa. Necesito relajarme, joder.
Levanto la bocina.
—¿Sí?
—Liv, tengo en línea a Jerry Maxwell. Dice que necesita hablar contigo.
Hago una mueca de fastidio.
—Mandy, hazme un favor y dile que tengo una llamada o que estoy fuera, no sé. Cualquier cosa.
—Se lo comunicaré a Elliot —dice tranquila.
—Perfecto. Gracias.
—Oye, ¿estás bien? —Su voz es cautelosa.
—Sí. Estoy bien.
—No me mientas, Liv —dice en tono severo. —No creas que no he notado lo mal que has estado estos días. Te ves demasiado tensa y creo que se debe a que estás trabajando en exceso.
—Por supuesto que no. —Me defiendo de inmediato pero ella me contradice.
—Por supuesto que sí, Olive. Esta semana no has tenido un solo momento de respiro. Llegas al apartamento y sigues casi igual, porque no creas que no me he dado cuenta. Las últimas tres noches te has desvelado hasta altas horas de la madrugada. —Su voz se torna preocupada. —Olive, no puedes seguir así o podrías enfermarte.
Resoplo —Ya sé.
—Me preocupas, Liv. En serio.
—Lo siento, Mandy. Prometo relajarme un poco. Voy a descansar, ¿okay?
—¿Segura?
—Esta semana he hecho bastantes horas extras así que puedo irme temprano hoy. Me iré directo al apartamento e iré a dormir, ¿te parece?
—Más te vale que así sea —advierte. —Te irás al medio día y no es una opción. Lo harás sí porque sí, ¿okay?
Sonrío —Cómo tú digas. Solamente debo hacer la visita a los de Mecaservice y quedo libre el resto del día.
—Elliot quedó de ir contigo, ¿verdad?
—Sí.
—Le voy a llamar para recordarle.
—Está bien. Ahora te dejo porque tengo un par de cosas que hacer antes de salir. Adiós.
No espero que diga otra cosa y cuelgo el teléfono.
Apoyo mi codos sobre el escritorio y me cubro el rostro con las manos. Tomo una inspiración profunda mientras cuento del uno al diez, mentalmente, pero cuando a penas voy por el número cinco, me doy cuenta que esto no está funcionando. No sé por qué me siento demasiado ansiosa.
Supongo que es porque prácticamente me he mantenido despierta a base de café.
Recibo otra llamada y juro que el sonido del teléfono se siente que taladra en mi cabeza, así que contesto de inmediato.
—¿Si?
—La visita a Mecaservice está a las diez, pero pensé que podríamos irnos ya. ¿Qué te parece?
Es Elliot quien llama y debo decir que su propuesta me agrada. Entre más pronto salga de esto es mejor.
—Claro. Podemos adelantarlo.
—Bien. Te espero en la recepción para que bajamos juntos.
—Voy enseguida.
Cuelgo la llamada, dejo todo en orden en mi oficina y salgo de ella, llevando mi chaqueta y mi celular únicamente. Cruzo toda la estancia y al legar a las puertas dobles de cristal, veo a Elliot del otro lado, de pie junto al elevador. Siempre tan atractivo.
Cruzo las puertas y de inmediato sus ojos se alzan para verme, mientras sonríe.
—Iremos en mi auto. Matt nos llevará.
—Perfecto. No tengo problemas.
Se gira y presiona el botón para que las puertas del elevador se abran. Entramos al cubículo y yo presiono el botón para ir a la primera planta del edificio.
—Por cierto, Elliot, quería informarte que me tomaré la tarde libre —digo captando su atención de inmediato. —Será compensatorio por todas las horas extras que he hecho esta semana. Espero no te importe.
—No, por supuesto que no. Puedes tomarte la tarde sin problemas —acepta con tranquilidad. —¿Tienes algo que hacer? —añade en un tono bastante curioso.
—No. Simplemente quiero descansar. Me siento un poco agobiada.
—Descansa entonces —dice con una pequeña sonrisa que de inmediato le devuelvo.
—Gracias.
Llegamos a la primera planta y al salir del elevador, Elliot me dice que lo espere unos segundos mientras deja algo en la recepción.
Mi teléfono suena, notificando de un mensaje y reviso de inmediato, pero me sorprende ver que es de un numero desconocido. Sin embargo, lo leo.
«Hola, querida hija.»
Esto debe ser una broma. ¿Quién carajos me enviaría este mensaje? No puede ser él realmente, ¿o sí?
Sin que pueda evitarlo, esto me hace sentir más ansiosa de lo que ya estaba, pero trato de ignorarlo. No obstante, recibo otro mensaje.
«Vine a verte.»
Levanto mi vista y miro hacia todos lados, pero no lo veo por ningún lado. debe ser broma. ¿Cómo podría estar aquí? ¿Qué carajos haría aquí?
—Nos vamos?
Escucho que me hablan a un lado, pero creo que no presto atención.
—Olive. —Se queda de pie frente a mí y reacciono, levantando la mirada para verlo.
—¿Eh?
—Que si nos vamos. —Frunce el ceño. —¿Estás bien?
—Sí. Todo bien —miento.
La verdad es que no. No me siento bien. Mi corazón late demasiado deprisa y un sudor frío me recorre el cuerpo. ¿Qué carajos?
—Te ves pálida —dice preocupado.
Tengo un mal presentimiento. Mi sexto sentido me obliga a buscar con la mirada de nuevo y todas las sensaciones se vuelven peores cuando lo veo.
No. No puede ser él. Debo estar alucinando. Mi respiración se acelera demasiado y de pronto mi visión se vuelve borrosa, pero estoy segura de lo que he visto.
Él... está de pie.
—Olive.
La voz lejana de Elliot es lo último que escucho antes de desmayarme.
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