Capítulo 43 | Elliot
Estoy medio recostado contra el respaldar de la cama, con mi vista perdida en algún punto fijo al frente. No he querido recostarme del todo porque sé que si lo hago, voy a dormirme.
Mis ojos viajan hacia mi lado para ver a Olive profundamente dormida. Está sobre su costado con una mano bajo la almohada y con la otra sujeta una de las mías como si con eso pudiera asegurarse que no voy a marcharme y dejarla sola.
El gesto me parece bastante tierno e inocente.
Con mi mano libre, aparto un pequeño mechón de cabello de su cara y me quedo viéndola un poco más. Sus ojos denotan claramente lo mucho que ha estado llorando y a pesar que su rostro refleja una gran tranquilidad en estos momentos, yo sé lo mal que está realmente y eso solo me causa la misma sensación de impotencia que he sentido durante las últimas horas.
En verdad que todavía no puedo asimilar todo lo que me contó. Es demasiado trágico e injusto. Ahora me doy cuenta que es alguien que ha sufrido demasiado y por si fuera poco toda esa mierda del pasado le sigue arruinando el presente porque es algo imposible de superar. ¿Quién carajos sería tan fuerte después de haber sufrido tanto daño por parte de su padre y por la muerte de su madre?
La impotencia se vuelve más insoportable al recordarla mientras narraba el día en que su madre falleció. ¿Cómo mierdas puede soportar vivir con esas imágenes en su cabeza? Yo me hubiese vuelto loco hace mucho tiempo; sin embargo ella no lo ha hecho. Ella sigue adelante. Olive no es una mujer fuerte. Es la más fuerte de las más fuertes y en verdad la admiro.
Trazo una pequeña caricia en su mejilla y suspiro.
—Eres valiente, Olive —digo en apenas un susurro. —Sé que puedes sola contra el mundo, pero pase lo que pase, no voy a dejarte que lo hagas. No puedo ni quiero dejarte sola.
Efectivamente. No pienso hacerlo. Vuelvo a reiterar lo que le dije.
Haré hasta lo imposible para asegurarme que ese hijo de puta que dice ser su padre, pague todo el daño que le hizo. Ese hombre no es más que un asesino y no puede seguir libre. Voy a hundirlo a él y a toda persona que quiera lastimarla. Caiga quien caiga, Olive y la memoria de su madre, merecen justicia y voy a encargarme de ello.
Me muevo en mi lugar para salir de la cama, tratando que ella no despierte cuando lentamente me zafo del agarre de su mano. Por suerte sigue profundamente dormida. Trato de hacer el menor ruido cuando camino hacia la puerta, la abro y salgo de la habitación unos minutos.
Llego hasta la sala e inmediatamente saco mi teléfono para llamarle a Davis. Necesito hablar con él.
—Dime, Reynolds —dice al instante que responde.
—¿Cómo vas? ¿Algún inconveniente? —Pregunto con curiosidad.
—Mmm fuera del hecho de que no te presentaste, diría que todo bien —responde en un tono acusador.
Suspiro y me froto el rostro con mi mano libre —Sí, yo... en verdad lo siento, pero me surgió un improvisto.
—¿Alguna mujer bella que te subió la testosterona? —Es notoria la burla en su voz.
—No, idiota —digo malhumorado. —Mejor dime si lograste hacer todo.
—Sí. Logré presentar lo necesario para iniciar el proceso de apelación y el juez lo aceptó. Solo queda esperar.
—Bueno, ahora que hemos dado inicio, creo que me siento más tranquilo.
—Tú lo has dicho, Reynolds. Es solo el inicio. La revisión de mi solicitud requiere de algunos días, así que habrá que esperar si pasamos al segundo paso o no —dice, con una clara advertencia.
—Ya sé. No queda de otra más que esperar. Mientras tanto necesito darte otro trabajo.
—Bueno, pues tú dirás.
—¿Qué tan probable es que puedas averiguar algo sobre el proceso legal que enfrenta una persona?
—Mmm, depende —dice. —Necesitaría cierta información.
—¿Cómo cuál? —Pregunto mientras me siento en uno de los sillones de la sala.
—Lo básico. Nombres, tanto del demandado como del demandante, también el nombre de juez que está llevando el caso, lugar y fecha donde se inició el proceso, estado actual del proceso, etcétera.
Asiento —Bien. Tan pronto como pueda, te haré llegar esa información.
—Y algo muy importante —añade. —¿De qué tipo de juicio estamos hablando? ¿Civil, penal, contencioso-administrativo o laboral?
Frunzo el ceño porque no sé nada de eso y respondo algo dudoso —Un juicio por violencia familiar y homicidio.
—Juicio penal, entonces —explica de inmediato. —Esas acusaciones ya entran en delitos mayores. Será complicado, Reynolds, porque no es fácil solicitar información de un caso como esos, así por así.
—Pues tendrás que arreglártelas para conseguir algo —ordeno.
—Bien, como quieras. Pero, ¿por qué tanto interés? Dime, ¿es alguien cercano a ti?
—Sí y confórmate con saber eso. En cuanto pueda te paso la información que necesitas para que comiences a trabajar en ello, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. Seguimos en comunicación entonces —se despide.
Ni una palabras más, y cuelgo la llamada. Dejo el teléfono a un lado en el sillón.
Me quedo bastante pensativo. Necesito convencer a Olive que le permita a Davis hacerse cargo de su caso, o por lo menos que acepte su ayuda. Estoy seguro que eso serviría de mucho. Él podrá ser todo un idiota, pero su trabajo lo desempeña mejor que nadie. Es de los mejores abogados en la ciudad.
Apoyo los codos en mis rodillas y me cubro el rostro con las manos, soltando un suspiro cansino. Creo que todo esto me está trayendo mucho estrés.
Tengo toda la responsabilidad de Gold, todos los proyectos y trabajos pendientes. Además están mis problemas personales y ahora me he añadido los problemas de Olive. ¿Es mucho?
No importa, pienso. En verdad quiero hacer algo por ella.
El sonido de mi teléfono me saca un pequeño susto. Enderezo mi postura y reviso la llamada. Es Jared.
—Dime —respondo de inmediato.
—¿Dónde estás, Reynolds? Deberías haber llegado hace una hora. Ya son casi las dos de la tarde y dijiste que solamente te tomarías la mañana.
—Tuve un contratiempo. No creo que llegue hasta mañana.
—¿Y se puede saber por qué demonios? —Cuestiona claramente molesto.
—Es una larga historia que te explicaré luego.
—Ah bueno, pero dime: ¿Eso le dirás a los de Multi Inversiones, cuando pregunten por los avances de su proyecto? ¿O también vas a decirme que se te olvidó que se los prometiste para hoy?
—¡Mierda! —Mascullo la palabrota bastante molesto. Va a matarme, pero no me queda de otra más que admitir. —Sí, me temo que olvidé que era para hoy.
—¿En qué diablos andas la cabeza, Elliot?
—Descuida. Voy a solucionarlo. Tengo el archivo guardado en la nube, así que puedo enviarlo desde aquí. Solo... —me pongo de pie y miro hacia los lados, buscando. —Solo necesito una computadora.
—Bien —dice, fingidamente contento. —Entonces busca una maldita computadora y envía ese archivo ya.
—¿Sabes? A veces te escuchas tan mandón como si el jefe fueras tú —exclamo de mal gusto.
—Te recuerdo, idiota, que soy tan jefe como tú. Te guste o no.
Ruedo los ojos —Claro. Lo que digas.
—Envía ese archivo, Reynolds. Lo digo en serio.
—Sí, ya te escuché. Hasta luego.
Cuelgo de tajo la llamada y me quedo pensando qué hacer. Creo que vi una laptop sobre el escritorio que está en la habitación de Olive.
Me giro y regreso a la habitación. Entro con mucho sigilo, pero ella todavía sigue muy dormida, en la misma posición que la dejé hace unos minutos. Me voy hacia el escritorio y efectivamente ahí está su laptop.
Bueno, espero no le importe que la tome prestada unos momentos.
Regreso a la cama y con mucho cuidado vuelvo a sentarme en el mismo espacio que anteriormente, recostándome contra el respaldar. Acomodo la laptop en mi regazo y me dispongo a trabajar en ella, ingresando al sitio correspondiente para revisar mis archivos.
Unos veinte minutos después tengo todo listo, así que ingreso a mi correo y envío todo el archivo al vicepresidente de Multi Inversiones.
Listo. Trabajo realizado con éxito.
Un pequeño gruñido a mi lado, me pone alerta y no sé ni por qué. Mi vista se traslada a ella y la observo detenidamente, pero todo está bien. Parece que ya se despertó.
Toma una inspiración profunda por la nariz y estira los brazos como quien acaba de despertarse por la mañana. Una sonrisa boba se me escapa.
—Buenos días —saludo en son de broma.
Mi voz ha sido bastante suave, pero le saco un pequeño susto, haciendo que abra los ojos de golpe.
—Hey, tranquila —digo, riéndome un poco. —No quería asustarte.
Sus ojos se posan en mí y hace una pequeña mueca —Había olvidado que estabas aquí.
—¿Te sientes mejor?
Asiente y al mismo tiempo un bostezo se le escapa, haciendo que se cubra la boca con una mano.
—¿Cuánto tiempo dormí?
Reviso la hora en el reloj de mi muñeca —Cerca de cuatro horas.
—¿¡Qué!? —Pregunta sorprendida. —¿Tanto tiempo?
—Necesitabas descansar bastante.
—¿Y tú no te moviste de aquí todo ese tiempo? —Se levanta sobre el colchón hasta quedar sentada, mientras me mira con curiosidad.
—¿Cómo iba a moverme si tú no me lo permitías? —Contengo una sonrisa, pero ella frunce el ceño así que le recuerdo. —Me tenías tomado de la mano con mucha fuerza para evitar que me fuera. No pude ni ir al baño.
Es inmediato el pequeño rubor que se apodera de sus mejillas y me causa gracia.
—Lo siento —dice apenada, pero al instante que sus ojos observan la laptop sobre mi regazo, me vuelve a mirar con una expresión acusadora. —Y si no podías moverte, ¿cómo llegó eso aquí?
—No sé —digo, tratando de contener una risa.
—Eres un mentiroso —masculla dándome un pequeño golpecito en el hombro que termina por arrancarme la risa. —¿Y puedo saber por qué tienes mi laptop?
—Tenía que trabajar un poco así que, la tomé prestada.
—Ves. Debiste haber ido a la oficina. —Se cruza de brazos.
—Ya terminé todo lo pendiente. Así que no te mortifiques.
—Pero...
—Pero, nada —la interrumpo. —Dije que me quedaría contigo mientras descansabas y así lo hice porque soy un hombre de palabra. Fin de la discusión.
—¿Seguro que no tienes otra cosa que hacer? —Me mira con atención.
—Por ahora no —respondo desinteresadamente y me pongo de pie para volver a dejar la laptop sobre el escritorio. —Cualquier otra cosa importante, Jared puede manejarla sin problemas.
—Es una gran ayuda, ¿verdad? —Pregunta a mis espaldas. —En verdad creo que Jared se desenvuelve bastante bien cuando queda a cargo —añade.
Giro para verla de nuevo y respondo desinteresadamente —Sí, yo también lo creo.
—¿Cómo lo conociste? Es decir, ¿cómo se hicieron amigos?
Una sonrisa se forma en mis labios. Vuelvo a acercarme a la cama y me siento en el borde del colchón, viéndola muy de cerca.
—Curiosidad debería ser tu segundo nombre. Te quedaría como anillo al dedo.
Me causa gracia ver que se acomoda en la cama, cruzando las piernas para quedar en la posición flor de loto. Acto seguido se cruza de brazos también y me mira haciendo mala cara.
—No hay nada de malo en querer saber un poco de ti.
—No hay mucho que saber sobre mí.
—Todos tenemos cosas que contar —rueda los ojos.
Mis labios forman una línea dura y me abstengo de responder. No sé si me sentiría cómodo hablando de mí.
Ella tampoco debió haberse sentido cómoda contándome su vida pasada, pienso.
Efectivamente sé lo difícil que debe haber sido para ella abrirse conmigo y contarme cosas tan delicadas. Pero, lo hizo. Me tuvo confianza. ¿Por qué no abrirme un poco yo también? De todas maneras, como ya lo he dicho antes, está mujer me ha ablandado lo suficiente.
—Entonces dime, Olive. ¿Qué quieres que te cuente?
Durante algunos segundos, me mira incrédula, pero de inmediato repite la pregunta anterior.
—¿Cómo conociste a Jared?
Me rasco la barbilla como gesto desinteresado.
—Fuimos compañeros de estudio desde la secundaria y en la universidad optamos por la misma carrera que fue Administración de Empresas.
—¿E ingresaron a Gold recién graduados?
—Mmm no. Quisimos un par de años libres antes de ingresar al mundo laboral. —Hago un pequeño encogimiento de hombros. —Yo sabía todo el estrés que eso representaba y quería algo de tiempo para disfrutar.
Sonríe —Claro. Estabas muy joven. En lo único que pensabas eran fiestas y diversión, sin duda.
—Exacto —concuerdo. —Sin embargo, mi padre tenía otros planes para mí.
Sus ojos brillan cargados de curiosidad —¿Cómo era él?
—¿Quién? ¿Mi padre? —Ella siente y respondo. —Era exigente, malhumorado, muy reservado y extremadamente perfeccionista...
—En otras palabras, exactamente igual a ti —me interrumpe burlonamente y muy a mi pesar, sonrío.
—Con el tiempo yo tuve que convertirme en su misma versión. Porque créeme, yo era todo lo opuesto. —Me río un poco. —Era flojo, bromista, nada exigente y me daba igual cómo hiciera las cosas. Por supuesto le daba muchos dolores de cabeza a mi padre con ello, pero en aquel entonces, madurar, o sentar cabeza como le decía él, no era algo importante para mí.
—Pero tuviste que hacerlo —dice con un pequeño encogimiento de hombros.
—Me vi obligado a hacerlo —aclaro. —Mi padre siempre me dijo que algún día la vida me haría cambiar de la peor manera, y tenía toda la razón.
—¿De qué manera fue?
—Con su muerte.
Su expresión se torna sorprendida y avergonzada. De pronto me doy cuenta que no sabe qué decir, así que mejor decido seguir hablando yo.
—Cuando él murió, recayó sobre mí la mayor responsabilidad de toda mi puta vida. Con tan solo veinticinco años debía manejar una empresa. Debía estar al frente, ocupando su lugar. —Mi mandíbula se tensa. —Yo no me creía capaz de poder hacerlo.
—Imagino que fue muy difícil para ti —dice con voz suave.
—Fue una maldita pesadilla. Fue tan frustrante. No solo acababa de perder a mi padre, sino que acababa adquirir una responsabilidad para la que no estaba preparado y tenía miedo a fracasar y enviar a la mierda todo por lo que mi padre había estado luchando por tantos años y... —Hago una pausa, y bajo la mirada sintiéndome un poco afectado por las emociones. —Y no quería hacerlo. Yo quería hacerlo sentir orgulloso, pero sabía que era demasiado tarde, porque eso debí haberlo hecho cuando él estaba con vida. Ya no tenía caso.
De pronto siento una de sus manos sobre la mía, haciendo una leve caricia.
—Pero qué bueno que no te diste por vencido —dice.
Vuelvo a levantar la mirada.
—Sí lo hice. Al menos por un tiempo. —Niego con mi cabeza. —No tienes idea de todas las estupideces que hice.
Hace una mueca de pesar —A veces no pensamos en lo que hacemos.
—Exacto. Y por esos malditos errores estuve a punto de perderlo todo —exclamo alzando un poco la voz, pero de inmediato me disculpo. —Perdona si me exalté.
—Cuando el pasado es tan malo, nadie se siente orgulloso de contarlo —dice con la voz suave y me da un pequeño apretón en la mano. —Es normal que no te agrade recordarlo.
—¿Sabes que me siento como un completo imbécil?
Frunce el ceño —¿Por qué dices eso?
Suspiro —Porque comparado con todo lo que tú has vivido, pareciera que yo me ahogo en un vaso de agua. Sí, quizá nuestros pasados sean una basura, pero la diferencia entre el tuyo y el mío, es que tú no lo decidiste y yo sí.
—No. Nadie decide cosas malas para sí mismo.
—Claro que sí —la interrumpo. —Hay decisiones muy importantes en la vida que se deben tomar con sabiduría, porque de algún modo u otro sabemos que van a afectarnos. Pero a veces somos lo suficientemente estúpidos como para tomar la decisión incorrecta, aun sabiendo que está mal. Y lo hacemos, ¿por qué? ¿Porque es la más fácil? —Río. —Grave error.
—No deberías sentirte tan mal contigo mismo, Elliot. No te tortures. Hay cosas que no se pueden corregir o cambiar.
—Ojalá y se pudiera —mascullo, tensando la mandíbula.
—¿Qué quisieras cambiar?
Tenso mi mandíbula y desvío la mirada. No puedo responder eso. Tendría que contarle cosas más personales y no me creo listo para hacerlo. Creo que ya suficiente le he dado a conocer.
—Elliot —su voz vuelve a llamarme, pero la ignoro.
Siento el colchón hundirse más cerca y de pronto tengo sus manos sujetando mi rostro para obligarme a verla.
Su mirada es cálida y dulce. Me ablanda demasiado. No quiero.
—Elliot, me gustaría saber más de ti. No preguntes por qué, pero siento una ridícula curiosidad por conocerte mejor y en verdad me sentiría bien si tienes la confianza de hablar conmigo. —Sus ojos me miran con determinación. —Déjame conocer tu verdadero yo.
Tenso mi mandíbula mucho más, hasta un punto que casi duele. Quizá me sentiría bien hablando con ella.
De pronto recuerdo las palabras que me dijo antes de contarme su pasado, y se las devuelvo.
—¿No vas a juzgarme?
Una sonrisa cálida curva las comisuras de sus labios. Sus manos bajan hasta sujetar las mías sobre mi regazo y entonces también me regresa mis palabras.
—Te juro que jamás lo haría. Lo prometo.
Un extraño e incómodo nudo me atenaza el estómago ante la idea de contarle. Sin embargo, me armo de valor y comienzo de una vez.
—¿Quieres conocer mi verdadero yo? La verdad es que no soy el que todos los medios y revistas pintan. No soy ese hombre frío e insensible que no se doblega ante nada ni nadie. Eso es solamente lo que yo dejo ver. —Suspiro y bajo la mirada. —La realidad es que todo el dolor me ha obligado a crearme esa coraza impenetrable ante el mundo. —Sin que pueda evitarlo sonrío un poco y la miro a los ojos de nuevo. —O al menos era impenetrable hasta que tú te metiste.
Niega con su cabeza sonriendo —No fue intencional.
—Como sea... —digo, regresando al otro tema. —Lo cierto es que estás ante un Elliot Reynolds que tuvo una infancia diferente a los demás niños. Porque yo... Yo no pude crecer con mi madre.
—¿Qué sucedió?
—Falleció cuando nací. No pude conocerla jamás. La única imagen suya que he visto siempre, es a través de fotografías.
Sus cejas se juntan, mirándome con pesar.
—Lo lamento mucho, Elliot. En verdad cuánto lo siento.
—Crecí con la mentalidad de que su muerte había sido mi culpa. —Continúo. —Que si yo no hubiera nacido, ella hubiese vivido.
—Elliot, no. No digas eso —me reprende.
—Mi padre dice que ya sabían que el parto sería complicado y que existía la posibilidad que uno de los dos no sobreviviera. Ella, me eligió a mí...
Tenso mi mandíbula y me abstengo de seguir hablando. Recordar siempre será lo más difícil y yo odio que sea así, porque cada que recuerdo me siento débil y no me gusta.
Suelto un largo suspiro.
—Yo siempre le dije a mi padre que si él me odiaba, yo podía entenderlo. Había perdido a la mujer que amaba por dejarme vivir a mí. Él siempre me regañaba por eso. Decía que jamás iba a odiar a su propia sangre, fruto de su amor con ella y se ponía muy cursi cada que hablaba de eso. —Ambos sonreímos. Luego de una pequeña pausa, continúo: —También se ponía melancólico. Decía que yo, era idéntico a mi madre y se la recordaba.
—Crecer sin una madre, debe ser algo demasiado difícil. Sí, yo sé que también perdí a la mía, pero tengo muchos recuerdos junto a ella y... tú no.
Sé que no es su intención, pero sus palabras me escuecen el pecho. Efectivamente. Yo no tengo ningún recuerdo con ella.
—Esa es una de las cosas que más le he reprochado a la vida. El no haberme permitido conocerla. Mi padre me repetía todo el tiempo lo mucho que ella me amaba, pero en lo único que yo pensaba era que me hubiese gustado escuchar un te amo de los labios de ella. Recibir una caricia, un beso, un abrazo o lo que sea. Pero nunca tuve nada —Suspiro. —Claro que Margaret se encargó de darme cariño y lo agradezco. No niego que fue un consuelo tenerla a ella.
—¿Ella te cuidó?
Yo asiento —Sí, ella fue mi nana. Estuvo conmigo cuidándome desde siempre. Le tengo un gran aprecio por eso. Es como mi familia.
Ella sonríe —Qué bueno que la tuviste a ella. Así no te sentías tan solo.
—A veces creo que solo es otra persona más a quien decepcioné, ¿sabes? Ella me educó, me inculcó muchos valores, y se esforzó porque yo me convirtiera en alguien de bien y luego vio cómo mande todo eso a la mierda.
—¿Qué pasó?
Mis labios forman una línea dura. Lo que tengo que contarle es otra de las cosas que más odio.
—Te dije que cuando me gradué de la universidad, yo solo pensaba en fiestas, alcohol y... sexo. Solo pensaba en desperdiciar mi vida, la verdad.
Hace un pequeño encogimiento de hombros —Todos pasamos por una etapa de rebeldía.
—Pero yo pasé algunos límites. Les di un año verdaderamente malo a ella y a mi padre. Se la vivían dándome consejos que yo me negaba a escuchar. No me importaba nada ni nadie y entonces, como te lo dije antes, la vida me obligó a cambiar de la peor manera. Mi padre falleció y mi vida se volvió una basura.
Vuelvo a sentir un apretón de su mano —¿Te costó mucho lidiar con su muerte?
—Olive, yo... Hice estupideces.
—¿Qué hiciste? —Su voz tiene un ligero toque de preocupación.
—Me sentía acabado. Tenía la pérdida de mi padre, la puta responsabilidad que debía tomar en la empresa, los malditos remordimientos que no me dejaban tranquilo. No tenía una maldita idea de qué hacer con mi vida, así que tomé la decisión incorrecta. —Me obligo a apartar la mirada. —Yo recurrí al alcohol. Comencé a beber en exceso. Lo hacía con mucha frecuencia. No me dejaba ayudar por nadie. Ni por Margaret ni por Jared. El maldito alcohol me parecía lo único bueno para apagar el dolor y frustración que sentía. ¡Me volví un maldito alcohólico! —Termino diciendo las últimas palabras bastante exaltado.
Aborrezco admitir lo que fui.
Un silencio enorme le sigue a mis palabras. Ella no dice nada. No sé ni qué expresión tenga en estos momentos, porque francamente no me atrevo a verla a la cara. Las sensaciones me asfixian, pero me obligo a continuar.
—Las personas que creen conocerme, piensan que están frente a un empresario que toda su vida fue disciplinado, aplicado y correcto para así alcanzar el éxito. Esa solo es una maldita fachada que incluso algunas veces yo he intentado hacérmela creer, pero lo cierto es que antes de todo eso solamente fui un maldito ebrio que durante meses se metió todo el alcohol que pudo a su cuerpo hasta el punto de terminar medio muerto en un maldito hospital.
—Elliot... —dice a penas en un hilo de voz, con un notorio pesar.
Tenso mi mandíbula como si quisiese romperla y me obligo a encararla.
—Casi pierdo todo por culpa del maldito alcohol. Casi pierdo la empresa, el patrimonio de mi padre, y hasta mi vida.
—Pero afortunadamente no perdiste nada, Elliot —dice acercándose un poco más. —Tuviste una segunda oportunidad y por lo que sé, supiste aprovecharla. Mira todo lo que has logrado en tan solo tres años a cargo de Gold. La llevaste al puesto número uno. Eso es de admirar.
Rio sin nada de humor —¿Admirar? Te aseguro que mi padre estaría decepcionado al ver todo las estupideces que hice antes de poder llegar a ser como él.
Sus manos me sujetan el rostro y me mira con firmeza.
—Te aseguro que tu padre estaría muy orgulloso de ti al ver todo lo que has logrado. Sí, quizá cometiste estupideces, pero no dejaste que eso te estancara. Luchaste por ser como él e incluso mejor y lo sabes.
Sus palabras me sobrecogen y una parte de mí sabe que tiene razón. Delicadamente aparto sus manos de mi cara.
—Durante todo el tiempo tras la muerte de mi padre y tras mi recuperación, me juré mi mismo luchar por alcanzar lo que quería. Hice un cambio radical para convertirme en alguien totalmente diferente a quien fui, con el objetivo de llegar a la cima. Se lo debía a mi padre para honrar su memoria y su trabajo.
—Imagino que fue difícil pero ahora ves la recompensa.
—Hice muchos sacrificios y de algunos, todavía estoy pagando el precio, pero creo que vale la pena. Estoy donde me propuse estar y tengo lo que quería tener.
Me regala una pequeña sonrisa tímida.
—Eso lo importante, Elliot. Sin importar quién hayas sido o lo que hayas hecho, lo que importa es lo que eres y lo que haces ahora. Importa el presente y no debemos arruinarlo por cosas del pasado.
Le regalo una sonrisa tímida —Gracias por escucharme.
—Gracias a ti por contarme. En verdad valoro que me hayas tenido confianza, Elliot... Y por cierto, ¿cómo te sientes? —Frunzo el ceño ante su pregunta, haciendo que me explique. —Es que, cuando yo hablé contigo, me sentí mucho más tranquila. Como liberada.
Me lo pienso durante algunos segundos, y sí. Creo que me siento igual, así que sonrío.
—Creo que me agrada la sensación de tranquilidad.
Sonríe satisfecha. Nos quedamos unos segundos en silencio, hasta que ella decide romperlo de nuevo.
—¿De casualidad no tienes hambre?
—No. ¿Tú sí?
—Mmm, la verdad un poco. Es que... —se muerde el labio inferior. —No he probado comida desde ayer en la cena.
Su respuesta me sorprende y me disgusta por igual.
—¿Por qué no me dijiste antes? —Cuestiono con un filo molesto y niego con mi cabeza. —Mierda, Olive. ¿Sí sabes que podrías enfermarte?
Yo estoy tratando de escucharme lo suficientemente serio, pero claramente puedo notar que eso le divierte porque veo la sonrisa que trata de contener.
—Es en serio, Olive. Debes comer algo.
Su sonrisa ridículamente se ensancha.
—Te escuchas como si te preocuparas por mí.
—Bueno, pues sí, quizá lo haga.
Las palabras me salen tan naturales, que incluso me sorprendo.
—Nunca dejas de confundirme, Elliot. A veces me pregunto si tú realmente... —se detiene de pronto y niega con su cabeza. —Mejor no digo nada.
Al instante trata de moverse para bajarse de la cama, pero yo la detengo.
—¿Qué ibas a decir, Olive?
—Nada.
—Dime.
—Que no.
Forcejea un poco para que la suelte, pero no cedo. Por el contrario, nos acomodo sobre la cama de manera que la obligo a sentarse a horcajadas sobre mí. Mis manos estrechan su cintura, y las suyas se posan sobre mi pecho. Nuestros ojos conectan y una sensación electrizante me recorre entero.
—¿Sabes? Creo que ya sé cuál es tu duda.
—¿Ah, sí?
—Sí, ¿y sabes qué haré al respecto, Olive? —Pregunto con la voz enronquecida.
—¿Qué? —Pregunta en un tono retador.
—A la mierda seguirlo callando. Jared tenía razón. Entre más pronto lo admita, más pronto me sentiré mejor conmigo mismo.
Su ceño se frunce —¿Y qué vas a admitir, Elliot?
De pronto siento como si el corazón se me va a salir del pecho. Mis latidos se aceleran demasiado. Mi garganta se siente seca y un extraño nudo me atenaza el estómago.
Dilo. Solo dilo, me dice mi subconsciente, pero mis labios se niegan a hablar.
—¿Elliot?
—Olive, yo... —Me detengo de golpe.
¡Maldición! ¡Solo debo decirlo, maldita sea!
Pero, ¿cómo va a reaccionar ella?
¿Lo digo? ¿No lo digo?
¿Qué mierda digo?
Tengo una maldita pelea interna, pero finalmente...
—Olive, creo que me estoy enamorado de ti.
¡Mierda! Sí lo dije, ¿verdad?
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