Capítulo 40 | Elliot
Tengo un remolino de sensaciones haciéndome mierda internamente. No encuentro manera alguna para describir lo que siento en estos momentos. Me desconozco justo ahora.
¿Era necesaria tanta sinceridad?
Creo que me arrepiento de lo que acabo de decir, pero no encuentro modo para retractarme y la cara que tiene Olive en estos momentos, solo hace que la maldita incomodidad sea peor.
Me mira sorprendida, confundida o no sé ni cómo demonios. No puedo leer la expresión exacta que tiene su rostro y eso solo me impacienta. Necesito que diga algo. Lo que sea.
Tenso mi mandíbula y preso de un impulso me alejo de ella como si no soportara tenerla cerca. El gesto la deja todavía más perpleja. Le doy la espalda y me froto el rostro con una mano al tiempo que tomo una inspiración profunda para tratar de serenarme y pensar: ¿cómo me retracto?
—¿Qué fue lo que dijiste, Elliot? —Pregunta en un hilo de voz.
Niego con mi cabeza y vuelvo a verla de frente, alzando un poco la voz al hablar.
—No sé lo que dije ni por qué lo dije, Olive. Así que no preguntes.
La decepción que refleja su rostro, ante mis palabras, me hace sentir como un verdadero hijo de puta.
¿Por qué demonios siempre debo decir las cosas del peor manera? Necesito con urgencia pensar antes de hablar.
Suspiro.
—Escucha, lo que quiero decir es...
—No me interesa escuchar nada más —me corta de golpe y al instante se mueve de su lugar buscando la salida, pero le corto el paso.
—Olive, espera...
Trato de sujetar su mano, pero me aparta bruscamente.
—¡No me toques!
—Solo quiero que me escuches.
—¿Y si no quiero hacerlo? —Ataca furiosa. —Escucha, Elliot. Odio lidiar con idiotas y a ti te gusta serlo. Estoy volviéndome loca tratando de entenderte, pero simplemente no puedo. No sé a qué demonios estás jugando, pero ya me estoy hartando.
Frunzo el ceño porque admito que me siento algo confundido, o en realidad molesto. No sé.
¡Dios! Esta mujer me aturde demasiado.
—Créeme, Olive, no estoy jugando a nada.
—¡Por supuesto que sí! —Exclama en un tono bastante acusador. —Has estado haciéndolo desde el otro día. Lo único que entiendo es que tratas de jugar con mi mente, diciéndome incoherencias solo para hacerme creer cosas que no son, y con ello pretendes que yo vuelva a aceptarte. —Niega con su cabeza con desesperación, dejándome todavía peor de confundido. —No puedes intentar chantajearme diciéndome cosas bonitas. No puedes venir y decir esas cosas que sabes que van a afectarme de algún modo, y luego fingir que lo olvidaste, con la estúpida excusa de que estabas ebrio y el alcohol te hizo hablar de más...
¡Mierda! Está hablando demasiado.
—No estoy ebrio, Olive —la interrumpo antes que siga.
Enmudece de inmediato y me mira como si se arrepintiera de lo que acaba de decir. Como si no debía decirlo.
—¿Por qué lo dijiste? —Cuestiono con el extraño presentimiento de que algo me oculta.
—¿Decir qué? —Pregunta, tratando de escucharse serena, pero fracasa.
Acorto la poca distancia que hay entre nosotros, obligándola a levantar la mirada para poder verme. Busco con urgencia alguna respuesta en sus ojos, pero no logro descifrar ninguna de las tantas emociones que estos me transmiten en estos momentos.
—Olive, no estoy tratando de chantajearte con palabras bonitas. —Aclaro y frunzo el ceño. —Ni tampoco estoy ebrio.
—Ya sé que no lo estás —dice, desviando la mirada.
Ahora sí puedo entender lo que su rostro refleja. Ella estaba hablando de algo más y ahora quiero saber.
—¿Y por qué lo dijiste?
—Por nada.
—¿Cuándo te dije algo estando ebrio, Olive?
Sus ojos vuelven a verme y habla con urgencia —Nunca. Olvida eso que dije.
—No —digo tajante. —Dímelo. ¿Cuándo fue?
¡Mierda! Me siento desesperado. No tengo una puta idea de lo que pasó. Trato de recordar todo lo sucedido los últimos días, pero francamente no estoy pensando en concreto. La ansiedad puede más conmigo. Necesito que ella me lo diga.
—No importa —dice, alejándose de mí. —Es mejor si no lo recuerdas.
¡Carajo! Efectivamente me está confirmando que le dije algo.
—Olive, necesito saber.
—¿Para qué? Solo sigue olvidándolo —Su expresión se endurece—, o por lo menos finge que lo haces.
—No finjo nada. Realmente no recuerdo. No sé de qué hablas y necesito saber porque no tengo una puta idea de lo que pude haberte dicho. Cuando estoy ebrio suelo decir estupideces...
—¿Estupideces? —Cuestiona como si la hubiese ofendido. —¿Así le llamas?
¡Puta mierda! Estoy empezando a perder la paciencia. ¿Cómo quiere que me exprese de algo que no recuerdo en absoluto? ¿Qué tal si le dije algo muy malo?
—¿Sabes que es lo que más me molesta de ti, Elliot?—Continua con ese tono frío y acusador. —Que eres un cobarde.
Eso es una patada justo en mi hombría y estoy bastante seguro que no logro disimular la molestia que me provoca, pero ella igual continúa.
—Solamente te atreves a ser sincero respecto a lo que sientes o piensas, cuando estas ebrio o cuando estás muy molesto; y luego lo olvidas o por lo menos finges olvidarlo, y te vuelves frío nuevamente, pretendiendo que nada pasó... —Hace una pausa, al tiempo que vuelve a negar con su cabeza. —Y el caso es que yo quisiera fingir que lo olvido también, pero lo cierto es que no.
—¿Y qué te dije, que tanto te molesta? —Inquiero un poco fastidiado. —¿Por qué no me lo recuerdas de una vez? ¿Tan malo fue?
Me dedica una mirada extraña, pero no responde nada. Ruedo los ojos.
—¿Qué te dije? ¿Que siento algo por ti? —Pregunto con un inevitable tono burlisto, pero su expresión me golpea con brutalidad.
Sus labios forman una línea dura, y soy capaz de notar lo mucho que se tensa su mandíbula. Sus ojos me miran con determinación, pero al mismo tiempo es como si no fuese capaz de sostenerme la mirada por mucho tiempo más. ¡Mierda! Me está respondiendo. Me está gritando la maldita respuesta y eso solo empeora las emociones para mí.
La miro con algo de preocupación —Olive... ¿eso te dije?
—¿Tanto te preocupa que haya podido ser eso? —Cuestiona en un tono mordaz.
No respondo. No soy capaz de decirle que sí, me preocupa que haya sido eso. No se suponía que se lo dijera de ese modo. No se suponía que ella debía saberlo. Jamás.
Estoy tratando de procesar el hecho de haberme dejado dominar tanto por el alcohol. Lo aborrezco. Porque aunque me moleste admitirlo, Olive tiene razón. Soy demasiado sincero cuando estoy ebrio. Eso lo sé. Pero, ¿por qué carajos mi mente suprimió esos acontecimientos?
¡Mierda!
Hago un esfuerzo enorme por tratar de recordar, y de pronto mi memoria coopera un poco y empieza a armarme el rompecabezas.
La última borrachera que recuerdo fue en mi pent-house. Fue un par de días después que ella me mandara al carajo por lo de la estúpida mancha de labial. Sí, creo que lo recuerdo. Fue exactamente el día que un imbécil trato de hacerle daño en el estacionamiento de la empresa.
Me sumerjo todavía más en los recuerdos cuando estos empiezan a fluir con facilidad uno tras otro.
La llevé a su apartamento. Tuvimos una conversación un poco intensa y al final, terminé yéndome de ahí con las emociones asfixiándome y haciéndome mierda por dentro. Llegué a mi pent-house con la urgencia de beberme toda una botella de whisky y lo hice, y al final...
¡La llamada!
Lentamente vuelvo a levantar la mirada para verla y puedo notar que seguramente ya se dio cuenta que he recordado todo.
—Te llamé —digo, con una seguridad abrumadora. —Te llamé estando ebrio cuando era casi la media noche y yo dije... ¡Mierda!
Niego con mi cabeza. No puedo continuar porque justo ahora recuerdo todo al pie de la letra y tanta sinceridad en mí, me aturde. No es para menos que ella se sienta confundida, porque yo estoy peor, tratando de asimilar todo lo que le dije.
—No te preocupes, Elliot. —Su voz vuelve a llamar mi atención. —Como ya te lo había dicho antes, yo sé que los borrachos suelen decir cosas absurdas, así que no creas que le he tomado importancia a sus palabras.
—¿Estás segura de lo que dices?
Me mira todavía más molesta.
—Escucha, Elliot. Lo mejor será que dejemos por cerrado este asunto y no volvamos a tocar el tema jamás.
—Hubiese sido más sencillo si no hubiese recordado nada —admito en voz alta, sintiéndome un poco desesperado. —Pero lo recordé, Olive. Recuerdo cada palabra de lo que te dije y no creas que ahora seré capaz de fingir que no.
—Solo hazlo y ya.
—¿Y qué pretendes con que finja amnesia, eh? —Cuestiono con un filo molesto. —Dime.
—Volver a lo de antes, Elliot. Como si no hubiese pasado nada entre nosotros.
—Sabes que jamás nada volverá a ser como antes, Olive, y eso ya te lo he dicho muchas veces. Yo ya no puedo verte con los mismos ojos que antes, porque ahora ya no solo se trata de deseo. Ahora se trata de algo más hacia ti.
Cierra la boca, me digo a mí mismo. Ya estoy empezando decir cosas que no debo.
—Elliot, no. No sigas —dice, con desesperación, como si supiera a dónde quiero llegar.
Al diablo. Como siempre, a mis impulsos termina importándoles un comino lo que diga o no diga.
—Dime, Olive. —Mis manos se aferran a su cintura para pegarla a mi cuerpo. —¿No crees que se nos ha salido de las manos, todo esto? Porque yo francamente no sé en qué momento se fueron a la mierda todas mis reglas, mi fuerza de voluntad y mi frialdad. —Subo una de mis manos hasta ahuecar su mejilla. —No sé en qué momento te convertiste en la única persona capaz de hacerme sentir.
Ella niega con la cabeza —No, Elliot. No lo hagas. No cruces tus límites.
—Pero es que tú eres la única persona por quien valdría la pena hacerlo.
Sigue negando con desesperación —Yo no quiero ser tu debilidad.
Sonrío —Demasiado tarde, Olive. Ya eres mi debilidad favorita.
Sus manos me dan un empujón en el pecho, tratando de alejarme pero yo me niego.
—Elliot, no sigas confundiéndome. Tú me dijiste un día que acostumbrarte a mí sería un grave error. Que era incorrecto. ¿Por qué ahora ya no lo ves de ese modo? —Termina consiguiendo que me aleje.
—Sí, quizá sea un error y eso todavía lo tengo claro, Olive, pero ya no puedo alejarme de ti. Simplemente no quiero —exclamo alzando un poco la voz.
—Solo estás diciéndolo porque quieres que vuelva a ser tu amante y yo no quiero adentrarme más en tu juego, porque sé que al final terminaré muy mal. —Su tono de voz iguala al mío. —Ve y busca a alguien más, Elliot. Yo ya no quiero ceder.
Niego con mi cabeza —Te lo dije ese día, en esa llamada, mientras estaba ahogado en alcohol, pero si debo repetírtelo ahora que estoy sobrio, para que me creas, lo haré. —Una sensación extraña se apodera de mi pecho mientras la miro directo a los ojos y lo repito: —Me acostumbré a ti, Olive, y ahora no quiero besar otros labios que no sean los tuyos ni tocar otro cuerpo que no sea el tuyo. Así que no me pidas que busque a alguien más, porque ten por seguro que no lo haré.
Su expresión se ablanda. Soy capaz de notar cuánto le han afectado mis palabras, hasta el punto que se ha quedado sin habla. Se queda así, viéndome en silencio por algunos segundos que parecen eternos, hasta que finalmente decide hablar.
—Respóndeme una pregunta, Elliot. —Me mira con firmeza. —Hasta ahora todo lo que me has dicho, es suficiente para tener una respuesta, pero en verdad necesito que lo digas directamente.
Sé lo que va a preguntar. Lo sé, y por ello la sensación en mi pecho se vuelve todavía más abrumadora. Jamás en mi vida había sentido mi corazón latir tan acelerado. Jamás en mi puta vida le había tenido tanto miedo a responder esa maldita pregunta.
Y entonces, la escucho.
—¿Sientes algo por mí, Elliot?
El corazón me da un vuelvo extraño, y ahora soy yo quien se queda sin habla. No me siento capaz de pronunciar palabra alguna. Si respondo a esa pregunta, tengo que saber muy bien cómo. Porque estoy más que seguro que sea cual sea mi respuesta, sea un sí o un no... algo va a cambiar entre nosotros.
Suspiro y me paso una mano por el rostro, mientras trato de encontrar las palabras exactas.
—Olive, yo... —Me detengo.
No puedo continuar. No cuando ella me mira del modo en que lo hace. No quiero mentir.
—No puedo responderte, Olive —termino diciendo, y la decepción que refleja su rostro es inmediata. Así que antes que malinterprete mis palabras, le aclaro. —Y no es porque no quiera, sino porque no puedo. Porque no tengo una respuesta clara, porque yo...
No quiero decírselo.
—Porque tú, ¿qué? —Inquiere.
No me importa. Voy a decírselo. Voy a...
El sonido del teléfono me frena de golpe. ¡Mierda!
Completamente furioso, me acerco al escritorio para presionar el botón del altavoz y responder cuanto antes.
—No quiero llamadas, Mandy.
—No es llamada, es una visita —dice con voz tímida.
—Tampoco quiero visitas. Dile a quien quiera que sea, que estoy en una reunión importante.
—Eso le dije, pero insiste mucho en pasar a verlo.
—¿Quién demonios es?
—Corinne Mayer.
Al instante mis ojos viajan hacia Olive. No tiene ninguna emoción en el rostro, pero me atrevería a apostar que la noticia le desagrada totalmente.
—Señor Reynolds. —Vuelve a escucharse la voz de Mandy. —Ella, uh, ya se fue a su oficina.
A penas y termina de pronunciar las palabras, se escuchan unos golpes en la puerta.
—¿Puedes recibirme, Elliot?
Me llevo la mano al rostro hasta colocar los dedos en el puente de mi nariz y suspiro tratando de deshacerme del coraje. ¿Qué mierda hace aquí?
Cuelgo la llamada de Mandy y devuelvo la mirada a Olive.
—Esta conversación no ha terminado.
—Pues para mí sí ya terminó, Elliot. No quiero que vuelvas a tocar el tema —dice tajante y sin darme tiempo de nada, se gira y llega hasta la puerta para abrirla de golpe, quedando exactamente frente a Corinne.
—Ay, perdón —exclama esta. —¿Interrumpí algo importante?
—No, nada importante. Solo estábamos revisando algunos documentos para una reunión por la tarde, pero ya terminamos —responde Olive al instante, con tanta naturalidad, que hasta casi me convence a mí de lo que dice.
¿Cómo mierda hace para disimular? Yo estoy seguro que mi rostro grita lo cabreado que estoy por la interrupción.
—Ah, entiendo —dice, Corinne,
volteando a verme.
Mi expresión no cambia.
—Bueno, con permiso. Un gusto verte, Corinne —se despide Olive, dándole espacio para entrar y sin más, se retira cerrando la puerta detrás de ella.
Corinne vuelve a verme, alzando una ceja —Te ves molesto, Elliot. ¿Por qué presiento que interrumpí algo más que trabajo?
—No digas estupideces y mejor dime el motivo de tu visita.
—Uy, ¿por qué ese tono? —Exclama, acortando la distancia entre nosotros, hasta que termina pegando su cuerpo al mío. —¿Es que no te alegra verme, Elliot?
Se acerca mucho más tratando de besarme, pero de inmediato volteo el rostro y la aparto.
—Estoy ocupado, Corinne. Tengo demasiado trabajo y no quiero perder mi tiempo.
—¿Y si te convenzo? —Pregunta tratando de poner sus manos en mi cara, pero yo la detengo, sujetándola de las muñecas.
—¿Tan necesitada estás, Corinne?
—¿De ti? –Sonríe con malicia. —Eso siempre.
—No —vuelvo a apartarla cuando intenta besarme de nuevo.
—¿Qué te pasa, Elliot? —Termina alejándose y viéndome con enojo.
—¿A ti qué te pasa? —Increpo. —¿Por qué has venido?
—Porque tú no has vuelto a buscarme.
—¡Exacto! Y si no te he buscado, es porque no quiero verte, ¿no has pensado en ello?
—Algo te pasa, Elliot. —Entrecierra sus ojos al verme. —¿Ya tienes otra amante?
—¿Eso te sorprende? Creí que sabías que nunca has sido la única —me burlo.
—Siempre lo he sabido, pero aunque te acostaras con muchas más, con la única con que siempre volvías, era conmigo y ya no lo has hecho. ¿Puedo saber por qué?
—Exceso de trabajo —respondo casual. —No tengo tiempo para ligues. Lo lamento.
—O, frecuentas a alguien más —dice en un tono acusador, pero me mantengo inexpresivo. De pronto ella sonríe burlonamente. —Elliot Reynolds, encontró a otra amante. ¡Ja! Veamos cuánto tiempo te dura. Dudo que haya alguien más aparte de mí, que pueda soportarte los desplantes, los malos tratos y tu frialdad, y sobre todo, el hecho de ser utilizada como un simple juguete sexual y nada más.
Las últimas palabras me enfurecen. De alguna u otra manera, se está refiriendo a lo que ella cree que es Olive para mí, pero no es así. Se equivoca totalmente, pero no voy a decirle nada. Por ningún motivo quiero que involucre a Olive.
—De verdad que te gusta crearte historias en la cabeza, Corinne —exclamo con sorna.
—Ya veremos cuánto tardas en aburrirte de ella y correr a mí de nuevo.
Vuelve a pegarse a mí y uno de sus brazos rodea mi cuello, acercándome lo suficiente para rozar sus labios con los míos. Yo sigo manteniéndome tranquilo.
—Te aseguro, Elliot, que volverás a buscarme y espero que sea muy pronto.
Me tenso un poco al sentir su mano dándole un pequeño apretón a mi polla, obteniendo una reacción involuntaria de mi parte. Hago una mueca y termino apartándola de nuevo.
—¿Eso era todo? Si es así, ya puedes retirarte.
Se muerde el labio inferior, dándome una ojeada de pies a cabeza y asiente.
—Te veré luego, Elliot. Te lo aseguro.
Sin decir más, se gira y camina hacia la puerta, saliendo de inmediato.
Niego con mi cabeza. Esto es basura.
No quiero ni pensar qué es lo que está imaginando Olive en estos momentos, sabiendo que me quedé a solas con Corinne. ¡Mierda! Eso solamente me empeora las cosas.
De verdad que lucho contra el impulso de llamarle. Necesito decirle que Corinne ya se fue porque yo la corrí. Necesito terminar de hablar con ella. ¡Necesito decirle de una vez por todas que no sé siento algo por ella, porque yo nunca he amado una mujer, maldita sea!
Eso es lo que no me atreví a decirle. Por eso no puedo darle una respuesta a su pregunta. Porque estoy confundido, esto es nuevo para mí y ni siquiera tengo la más mínima idea de cómo expresarlo. De verdad que no sé.
Hundo las manos en los bolsillos del pantalón, y echo mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos al mismo tiempo que tomo una inspiración profunda.
—No pasa nada. Debo tomar todo con calma. Es lo mejor —me repito en voz alta, tratando de calmarme.
Algunos segundos después, me muevo de mi lugar solo para rodear el escritorio y sentarme en mi silla. Levanto la bocina del teléfono pero en lugar de llamar a Olive, le llamo a Jared. Cuando responde, no le doy tiempo de decir nada.
—Ven a mi oficina, ahora.
Dicho eso, vuelvo a colgar. Espero impaciente, dando golpecitos a la madera del escritorio con los dedos de mi mano izquierda, mientras que mi mano derecha la llevo hasta mi boca, como gesto pensativo.
No pasan ni cinco minutos cuando escucho que Jared abre la puerta con su tarjeta.
—Dime qué diablos quieres ahora, Reynolds —exclama con aburrimiento, recién entra a la oficina.
—Me follé a Olive, le dije que siento algo por ella y Corinne vino a interrumpirnos.
Sus ojos se abren exageradamente —¿¡Qué!?
Le mantengo firme la mirada, sin decirle ni una palabra, así que se precipita hasta acercarse y sentarse en uno de los sillones al frente, mientras se desabotona el saco.
—A ver. A ver. Más despacio. —Hace una pausa. —¿Qué fue lo que dijiste?
—Lo que oíste.
—Sí, pero explícamelo con calma.
—¿Quieres que te explique todo?
Hace una fingida mueca de asco —Omitamos la parte del sexo pervertido en la oficina, ¿okay? Pasemos al siguiente punto. ¿Cómo es que le dijiste que sientes algo por ella?
Resoplo y me recargo hacia atrás contra el respaldar de la silla.
—Quizá no se lo dije exactamente, pero sí estuve cerca. Demasiado cerca.
—Eres un idiota. ¿Cómo se te ocurre?
—Ya sé —lo interrumpo, exasperado. —La conversación tomó un rumbo que no debía, ¿y quieres saber por qué? Por la estúpida llamada.
Frunce el ceño —¿Llamada?
—Sí. Una puta llamada que le hice hace varios días, cuando yo estaba ebrio. Seguramente tú sabes algo al respecto, ¿verdad?
Sus labios forman una línea dura y es imposible no reconocer esa maldita expresión.
—¡Lo sabías! —Exclamo más en afirmación que en pregunta.
—Algo así.
—¿Por qué no me dijiste?
—Escucha, sí me di cuenta de esa borrachera que te pusiste y fue porque Olive me lo dijo al día siguiente. Yo estaba un poco preocupado porque no respondías el teléfono. Ella me escuchó, supuso que algo no andaba bien y al darse cuenta que yo no sabía nada, terminó diciéndome que tú le habías llamado a altas horas de la noche, en un innegable estado de ebriedad. —Hace una pausa y niega con su cabeza. —De inmediato pensé que seguramente habías hecho alguna estupidez, pero nunca pensé que fueras a confesarte con ella.
Suspiro y me paso una mano por el rostro —Yo tampoco pensé que hiciera algo como eso.
—Bueno, con lo fácil que se te suelta la lengua cuando estás ebrio... —hace un pequeño encogimiento de hombros.
—Esto es serio, Jared —le dedico una mirada asesina. —Aunque las palabras exactas no fueron: sí, Olive, siento algo por ti, estoy más que seguro que ella ya tiene sospechas.
—¿Tú crees?
—Hoy me lo preguntó directamente, Jared. Me preguntó si siento algo por ella.
—Pero supongo que negaste todo. —Se cruza de brazos.
—Ni siquiera sé qué le dije exactamente. No fue un sí ni tampoco un no. Solamente le dije que no tenía una respuesta clara.
—Eso fue un sí para ella, Reynolds. Tenlo por seguro.
Enderezo mi postura, hasta inclinarme hacia el frente para recargar los codos sobre el escritorio y cubrirme el rostro con las manos. Un pequeño gruñido escapa de mis labios.
—Estoy acabado, Jared. Esa mujer me tiene a sus pies. Ella logró derribar la puta barrera que llevo años construyendo para no dejar entrar a nadie. Yo... ni siquiera sé cómo sentirme al respecto.
—Reynolds. Reynolds. —Suspira. —No sé si sentirme preocupado u orgulloso por verte dar tus primeros pasitos de enamorado.
Me quito las manos del rostro para verlo con desaprobación —No ayudas, ¿sabes?
Él ríe burlonamente —Entre más pronto lo admitas, más pronto te sentirás mejor.
—¿Qué?
—Solo admítelo, Elliot. Vamos. Di: estoy, enamorado, de Olive.
Dice palabra por palabra como si yo fuese un crío al que apenas le están enseñando a hablar. Eso solo me disgusta más.
—No seas imbécil.
Mis insultos parecen divertirle más.
—Escúchame, Reynolds. El primer paso para lidiar con tus sentimientos, es aceptar que los tienes.
—Eso es basura —protesto, haciendo una mueca de desagrado.
—El problema aquí no es que tengas sentimientos hacia Olive. Tarde o temprano yo sabía que iba a llegar esa mujer que te hiciera perder la cabeza y aunque te dije que evitaras a toda costa hacerlo, yo sé muy bien que no es algo que pudieses controlar.
—Vaya. Hasta que por fin dices algo un poco razonable —me burlo.
Rueda los ojos —En fin. El problema aquí, Elliot, es qué vas a hacer al respecto. ¿Vas a alejarte y callarte, o vas a tener el valor de decirle de una vez por todas lo que sientes?
Una roca se asienta en mi estómago. Un escozor verdaderamente incómodo me atraviesa el pecho. ¿Qué voy a hacer al respecto? ¿Tengo que tomar una decisión? ¡Mierda! Pero si es malditamente difícil.
—¿Y cuál crees que sería el resultado, si decido no callarme?
Lo admito. Tengo curiosidad. Necesito saber qué opina él. Necesito saber si al igual que yo, él cree que Olive no siente nada y probablemente le dé igual lo que yo le diga.
Él hace un gesto pensativo —Mmm, no se sabe con exactitud. Créeme que he tratado de descifrarla muchas veces, pero esa mujer es tan fría, enigmática y tan hermética como tú.
Sé perfectamente lo que dice y por ello se me escapa una pequeña sonrisa. Olive es admirable.
—¿Sabes? —dice Jared, llamando mi atención de nuevo. —Todavía no entiendo cómo carajos has llegado hasta este punto con ella. Ustedes son demasiado iguales. Yo esperaba que se la vivieran enfrentándose todo el tiempo. Ya sabes, por eso que dicen acerca de que los polos iguales se repelen.
—¿Quién dice que las leyes no pueden desafiarse? —Contengo una sonrisa. —Dos polos iguales también pueden atraerse tanto hasta consumirse en el abrasador fuego del deseo y la pasión. Ella y yo lo hacemos.
Jared se queda durante algunos segundos viéndome en silencio sin expresión alguna en el rostro, hasta que de pronto hace una mueca extraña y divertida, y se pone de pie como resorte.
—¡Mierda! No me jodas, Reynolds. Ya hasta te me volviste poeta.
Una pequeña risa me asalta —Idiota.
—¿Qué carajos fue eso? —Hace una mueca de confusión. —¿Un soneto? ¿Una lírica? ¿Un Elliot Reynolds enamorado hasta las narices?
—Un poco de todo.
—¿Sabes? Yo digo que si le escribes eso en una nota, le invitas a una cena y le haces algún baile erótico, seguro cae rendida a tus pies.
Enarco una ceja —Me quedo con lo del baile erótico, únicamente. Seguro que con eso bastaría.
—Eres un pervertido de mierda.
—Mira quién lo dice —me mofo, cruzándome de brazos. —Tú fuiste quién lo sugirió.
—Ya. Ya. Mejor te sugiero otra cosa.
—Pues dime.
—Sé directo. Dile la verdad. —Lo miro sorprendido y se corrige al instante. —Bueno, no toda la verdad. Solo lo que sientes, o lo que quieras. Da igual.
Me quedo pensándolo por algunos segundos y finalmente me armo de un puto valor que no sé de dónde demonios lo saco y acepto.
—Voy a tirar mis últimas cartas, porque creo que ha llegado el momento de terminar el juego. O gano, o pierdo. Cualquiera que sea el resultado, seguiré creyendo firmemente que ella es la mejor jugadora que jamás conocí.
Jared esboza una sonrisa —Te venció en tu propio juego.
Asiento con firmeza —Eso la convierte mucho más digna de admirar y desear, para mí.
—En verdad estás jodido —dice, negando con la cabeza como si no creyera lo que estoy diciendo.
—Estoy jodidamente jodido, porque terminé cruzando todos mis límites. —Suspiro. —Pero las reglas fueron hechas para romperse, y Olive Blair es la persona ideal para romperlas con ella.
—Entonces, ¿se lo dirás?
Me lo pienso durante algunos segundos. ¿Qué es lo correcto? ¿Qué es lo que debo hacer?
Me importa una mierda seguir la razón. Prefiero seguir mis impulsos, así que asiento.
—Sí, se lo diré. Hablaré con Olive y le diré lo que creo sentir por ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro