
Capítulo 39 | Olive
Observo con mucha atención cada expresión de Mandy mientras lee el documento y con cada línea que lee, esta se vuelve peor. Cuando termina, se queda unos segundos asimilándolo, y luego estalla.
—¡Pero qué hijos de puta! ¿Cómo se atreven? Esto es... —se queda sin palabras y niega con su cabeza. —¡Son unos malditos!
Apoyo los codos sobre el escritorio y cubro mi rostro con las manos, soltando un gruñido frustrado.
—Te juro que va a darme algo.
—A mí también —dice. —Me va a dar un ataque de furia e iré a partirles la cara a los tres. Quisiera matarlos.
—Mandy —la reprendo, levantando la mirada.
—Es que ellos son una basura, Liv. Personas como ellos no merecen vivir. Son un desperdicio de oxígeno.
—Ya sé. Son demasiado crueles.
—Crueles se queda corto comparado con lo que son. Te enviaron un maldito citatorio, Liv. Quieren llevarte a juicio de nuevo.
Está furiosa. Eso puedo notarlo a kilómetros. Creo que jamás la había visto así de alterada. Es decir, yo me puse bastante mal con la noticia de esto, pero creo que ella se puso peor.
—No es justo, Liv. Están buscando joderte de nuevo.
—Ya lo sé —resoplo. —Solo era cuestión de tiempo para que volvieran a remover el asunto. Seguramente están muy desesperados por sacarme algo esta vez, pero te aseguro que no dejaré que lo hagan.
—Me siento mal por ti. Ahora tendrás que volver a la misma basura de hace dos años. Ese estrés de estar en un maldito proceso judicial. Todos los problemas, los enfrentamientos... —Niega con su cabeza y me mira con preocupación. —¿Estás lista para eso, Liv?
El nudo que he sentido en mi estómago desde que recibí el estúpido papel, se intensifica ante la pregunta de Mandy.
¿Estoy lista para vivir eso de nuevo? ¿Lista para ver como ese parásito que dice ser mi padre, intenta hacerme revivir la maldita pesadilla otra vez? ¿Podré verlo a la cara mientras tengo que volver a decir en voz alta todo lo que él le hizo? ¿Estoy lista?
No. ¿A quién quiero engañar?
Mi labio inferior comienza a temblar, al borde del llanto. Mierda. No quiero llorar. Dije que no lo haría.
Me cubro la boca con la mano, como si eso fuese a detener el llanto. Lo cierto es que no.
—Olive —dice Mandy, poniéndose de pie al instante para rodear el escritorio y acercarse a mí. —No llores por favor.
Me abraza y entonces, es como si con ello mi hubiese pedido hacerlo. Termino cediendo ante el llanto. Las lágrimas escapan de mis ojos y corren por mis mejillas. Empiezo a sollozar bajito una y otra vez, sin que pueda contenerme. Esto es una maldita pesadilla.
—Ay, Liv. Por favor no llores —me dice con la voz angustiada. —Casi nunca te veo llorar y cuando lo haces, realmente me preocupas.
—¿Cómo voy a estar lista, Mandy? —Pregunto entre sollozos. —No quiero volver a estar en el estrado y relatar toda la maldita pesadilla. Hablar de mamá, de mí y el accidente, y lo que hice..., y... —La voz se me quiebra.
Ya no puedo continuar. Sigo sollozando mientras la abrazo con fuerza. Me quedo así durante varios segundos, solo tratando de desahogarme.
—¿P-Por qué no me deja en paz, Mandy? —Pregunto, sintiéndome frustrada.
Ella suspira —Porque así son las personas malas. Nunca están conformes. Siempre quieren seguir haciendo más y más daño. Sobre todo cuando ven que eres fuerte.
—Yo no soy fuerte. Solo finjo serlo.
—Pero ellos no lo saben y ese es un punto a tu favor. Si dejas que las personas noten tu debilidad, te harán más daño. —Vuelve a suspirar y se aleja para verme a la cara. —Todo va a estar bien, Olive. ¿Me oyes?
Tomo una inspiración profunda y trato de repetirme sus palabras una y otra vez.
Todo va a estar bien. Todo va a estar bien.
De pronto, siento algo crecer en mi interior. Fuerza, coraje, odio. Sea lo que sea, me grita que sea firme y no una debilucha. No voy a dejarme pisotear ni por ellos ni por nadie.
—¿Sabes qué, Mandy? —Pregunto con la voz firme, limpiándome las últimas lagrimas. —No voy a dejar que esos idiotas se salgan con la suya. A mí no me van a ganar esta vez.
Una sonrisa genuina se forma en sus labios —Esa es la Olive Blair que me gusta escuchar. La empoderada y valiente.
—Esa Olive Blair es la que quizás todavía no conocen, pero no falta mucho para que lo hagan.
—Qué emoción. Vamos a acabar con esos idiotas —chilla ridículamente emocionada, y me causa reír. Entonces añade:— Ya mismo le llamaré a mi papá para ponerlo al tanto.
Yo asiento —Pero esta vez vamos a prepararnos más. Seguramente Ronald está haciendo esto porque cree que tiene una oportunidad, así que no podemos confiarnos tanto.
Ella hace un desdén con su mano —Descuida. Papá sabrá cómo preparar todo mucho mejor que la primera vez.
Sonrío enternecida —Tengo demasiadas cosas que agradecerle a tu familia.
—Tú eres de nuestra familia —me devuelve la sonrisa, y posteriormente me da otro pequeño abrazo.
Al separarnos, ambas suspiramos al mismo tiempo.
—Bueno hay que trabajar —digo, haciendo una pequeña mueca. —Ese estúpido citatorio no va a lograr apagarme.
—¿Vas a quedarte?
—Claro. Ni loca pienso ir a encerrarme sola al apartamento. Aprovecharé que vine y trabajaré un poco.
—Bueno si eso quieres —hace un pequeño encogimiento de hombros y se encamina a la salida. —Te avisaré cuando le haya llamado a papá.
—Okay.
Vuelve a sonreírme y sin más, sale de mi oficina.
Muerdo mi labio inferior y miro de reojos el dichoso papel que yace sobre mi escritorio. No van a salirse con la suya, pero debo ser extremadamente cuidadosa con todos mis movimientos. Como siempre, debo ir un paso delante de ellos y prepararme para lo peor.
Debo estar mucho más preparada que la primera vez, porque, como se lo dije a Mandy, yo sé que Ronald no está haciendo esto solo porque sí. Seguramente tiene un as bajo la manga y por ello se siente confiado en que esta vez puede tener una oportunidad. No voy a dársela. Yo también voy a mover mis cartas muy bien.
Ahora soy mucho más fuerte e inteligente que hace tres años y por lo mismo no van a poder pintarme de nuevo como una jovencita desequilibrada ni mucho menos inconsciente de lo que dice. Si hace tres años pude hacer un gran esfuerzo para defender la memoria de mi madre y tratar de hacer justicia, ahora puedo hacerlo mucho más. Ahora no voy a tentarme el corazón para hundir a Ronald.
De pronto, recuerdo algo muy importante. Algo que estaba pasando por alto.
Había olvidado por completo que Fred, mi estúpido ex novio, fue testigo principal en el último juicio. Seguramente volveremos a necesitarlo esta vez y no sé cómo demonios voy a buscarlo para decirle que necesito su ayuda, luego de todo lo que ha pasado. Hace mucho tiempo que no lo veo y la verdad no me apetece hacerlo, pero creo que debo.
Me cubro el rostro con las manos y trato de repetirme mentalmente que debo hacerlo porque es necesario. Solo porque es necesario.
Me quito las manos e inmediatamente tomo mi teléfono para buscar su contacto. Por suerte todavía no lo he borrado, así que una vez lo encuentro, decido escribirle.
«Hola. Hay algo que necesito hablar contigo y es importante. Escríbeme cuando tengas tiempo.»
Corto, simple y directo. Así está bien. Envío el mensaje sin dudarlo y guardo mi teléfono en mi bolso. Creo que saldré.
Dejo todo en orden en mi oficina y salgo de ella, yéndome directo donde Mandy. Cuando me mira, lo hace sorprendida.
—¿Te vas? Creí que dijiste que preferías estar aquí en la oficina.
Hago una pequeña mueca —Creo que prefiero aprovechar el día libre y visitar a tu padre para hablar todo personalmente. ¿Estará en su despacho?
—Sí, de hecho le llamé hace unos minutos.
—¿Ya lo pusiste al tanto de la situación?
—Sí, y me dijo que no le sorprende.
Suspiro —Bien. Iré a verlo y ver qué podemos hacer. Ojala y no fuera necesario estar en juicios de nuevo.
Hace una mueca de pesar —Lo mismo quisiera, pero igual hay que prepararse.
—Por lo pronto habrá que ir pensando en las excusas para faltar al trabajo. Probablemente necesite muchos permisos.
—Ya pensaremos en eso —me sonríe cálidamente. —Ve con cuidado.
—Claro. Te veo al rato.
Reanudo mi camino para terminar de cruzar esta área e ir al elevador. Me meto al cubículo y presiono el botón para ir al estacionamiento directamente. Durante el trayecto voy mordiendo la uña de mi dedo pulgar, todavía bastante pensativa.
Llego al estacionamiento y recién se abren las puertas, salgo con mucha prisa. Voy directo a mi auto pero antes de llegar, mi teléfono suena y me detiene de golpe, sacándome un susto de muerte.
Suelto una palabrota cuando busco el dichoso aparato dentro de mi bolso, pero tardo en encontrarlo. Finalmente lo saco y logro tomar la llamada antes que cuelguen.
—Hola.
Ni siquiera revisé quién llamaba.
—Hola —responde la voz al otro lado, con un tono medio inseguro. —Me escribiste, ¿cierto?
Frunzo el ceño y alejo el teléfono de mi oreja solo para corroborar el nombre en la pantalla y ver si es quien creo, y así es. ¡Rayos!
Regreso el teléfono a mi oreja.
—Amm, sí. Yo, necesito hablar algo contigo, Fred.
—Por eso te llamé. Tú dirás de qué se trata.
—No por teléfono. Creo que será mejor si nos vemos.
—Claro. Tú dime cuándo y dónde.
¿Se escucha ansioso? Odio eso. Por esas razones no quería volver a tener comunicación con él. No quiero que malinterprete las cosas, pero no creo tener otra opción.
Termino de llegar a mi auto, me las arreglo para abrir la puerta y subo en él, mientras respondo directamente a su pregunta.
—En media hora en el Bufete Cóbar.
—Es el del papá de Mandy, ¿cierto? —Pregunta inseguro.
—Sí. Yo voy en camino.
—¿Qué sucede, Olive?
—¿Puedes ir o no?
—Sí, por supuesto que puedo. Supongo que te veo en unos minutos entonces.
—Bien, yo te explico todo allá.
Sin más, cuelgo la llamada y enciendo el auto para ponerme en marcha. Toda esta situación me pone los nervios de punta y por si fuera poco, tengo que ver de nuevo a Fred para pedirle un favor, luego de que lo mandé al demonio.
Estoy cruzada de brazos, con la vista clavada al frente y moviendo mi pierna de manera impaciente y ansiosa. La situación es tal como me lo temía.
Thomas, el papá de Mandy, dice que también tiene la ligera sospecha de que Ronald ha decidido reabrir el caso porque cree que tiene una oportunidad. Todo eso solo me pone más tensa. Y por si fuera poco, la mirada inquietante de Fred se siente acosadora. Me he mantenido inexpresiva con él, pero admito que su mirada está empezando a incomodarme.
—Luces diferente, Olive —dice, al cabo de un buen rato en silencio.
—¿Ah, sí? —Exclamo sin verlo.
—Te noto mucho más fría y callada —explica, pero no respondo. Suelta un suspiro. —¿Cuándo te avisaron de todo esto?
—De hecho hoy. —Esta vez sí lo miro y sonrío. —Fue Kath quien amablemente me llevó el citatorio hasta mi trabajo.
Sus labios forman una línea dura —No la he visto desde hace mucho tiempo.
—No estaba preguntándotelo.
Se encoge de hombros —Solo decía.
No digo nada más y vuelvo a apartar la mirada. Al cabo de unos segundos él vuelve a hablar.
—Supe del gran éxito que tuvo tu campaña. La de Summer Time. Me alegro mucho por ti.
—Gracias —respondo secamente.
—Al parecer te está yendo bien.
Sin que pueda evitarlo una risa carente de humor se me escapa.
—¿Tú crees que me está yendo bien? —Vuelvo a encararlo. —Fred, estoy a unos días de volver a enfrentar un maldito juicio porque resulta que mi padre quiere volver a joderme la vida. Sé perfectamente que este maldito proceso será largo y tedioso. Voy a tener que soportar ver a ese cretino haciéndose pasar por un desvalido que necesita que lo mantenga, mientras se libra fácilmente de todo lo que hizo. —Tenso mi mandíbula hasta un punto que duele. Bajo la mirada y niego con mi cabeza. —Mi vida laboral quizás esté bien, Fred, pero mi vida personal es una mierda como siempre.
Escucho que suspira y luego oigo un par de pasos acercándose. De pronto lo tengo sentado a mi lado.
—Sé que esto no es fácil para ti, Olive. Pero todo estará bien. Vamos a lograrlo como la vez anterior.
—¿Y qué logramos la vez anterior? —Cuestiono burlonamente. —¡Nada! ¡No lo logramos nada! Él salió impune de todo y se me retuerce el estómago solo de pensar que ahora sea igual.
—Olive... —comienza a hablar, pero la voz te Thomas lo interrumpe.
—Listo. Aquí encontré lo que buscaba.
Suspiro y volteo hacia el hombre que aparece en la puerta de al lado, cargando una pequeña caja.
—¿Qué es eso? —Pregunto curiosa.
—Todo el expediente del juicio anterior. Aquí está la grabación completa del juicio, todas las declaraciones, las pruebas que presentamos y otras cosas.
Se acerca hasta depositar la caja sobre el escritorio y suelta un largo suspiro, para luego girarse y verme de frente.
—Tendremos que revisar todo. Quizá podamos volver a utilizar algo.
—¿Nuestras declaraciones deben ser las mismas? —Pregunta Fred y soy yo quien responde.
—Obviamente. El objetivo es reafirmarlas y reforzarlas. Si decimos algo distinto a la primera vez, creerán que estamos mintiendo.
—Pero es que a mí me preocupa que ahora sí quieran hacer algo en contra tuya por lo que hiciste —exclama un poco exaltado.
—A mí no me interesa. No tengo porqué sentir miedo de decir la verdad.
—Olive. —Ahora es la voz de Thomas la que capta mi atención. —Quizá Fred tenga un poco de razón.
Frunzo el ceño —¿Qué?
—No estoy diciendo que cambies tu declaración —explica. —Es necesario que vuelvas a decir las cosas tal y como fueron. Lo único que te aconsejo es que tengas cuidado en la manera que lo dices, porque podrían usarlo a favor de ellos. Es decir, podrían hacer creer que todo fue premeditado.
Abro mi boca incrédula.
—¡Exacto! —Enfatiza Fred. —Creo que incluso podrían llegar a culparte de intento de homicidio.
Sus palabras solo provocan que la rabia crezca en mi interior.
—¿Creen que no sé que eso es lo que ellos quieren? Yo sé perfectamente que Ronald es un descarado de mierda y probablemente intente acusarme de ese modo, pero él sabe muy bien que todo fue en defensa propia. —Tenso mi mandíbula y de pronto el odio habla por mí. —Si hubiese sido premeditado, créanme, no hubiese sido solo un intento de homicidio. Yo me hubiera encargado de que Ronald terminara muerto y no en una maldita silla de ruedas.
Ambos hombres me miran con cara de espanto. No es para menos. Acabo de escucharme como una asesina, pero eso es lo que ese hombre provoca en mí. Lo odio tanto, que lo único que pienso es que ojalá y él estuviera muerto y aun así, quizás eso no bastaría para pagar todo lo que hizo. Él no merece vivir. Mamá debería estar viva y no él. Quien debió morir ese día era él y no ella. Ojalá ese día yo hubiese...
—Olive.
La voz de Thomas me saca del profundo trance en que estaba. Siento su mano sobre mi hombro como si intentara tranquilizarme o reconfortarme. No lo sé. Ni siquiera me di cuenta en qué momento se acercó.
Entonces continúa con lo que iba a decir.
—Si te expresas de ese modo en el estrado, podrías arruinar todo. Yo soy de las pocas personas que sabe cuánto has sufrido y cuán duro fue todo este proceso para ti. Y sé todavía más, cuán difícil es tener que repetirlo, pero necesito que no pierdas la cabeza. Decir lo que acabas de decir es lo que ellos esperan para poder ganar la jugada. Sería la declaración perfecta para hundirte. Eso te lo aseguro.
Trago grueso ante sus palabras. Entiendo muy bien lo que me está diciendo. Sé que decir frente a todos que deseo la muerte de mi supuesto padre, sería como ponerme una soga al cuello. Ellos esperan que me declare culpable de algo que no me corresponde.
Suelto un suspiro tembloroso porque de pronto siento unas inmensas ganas de llorar, pero no lo haré.
—V-Voy a controlarme. Lo prometo.
Thomas asiente satisfecho.
—Vamos a practicar mucho tu declaración.
—Okay —acepto como una chiquilla que ha sido regañada.
Sé que lo mejor que puedo hacer, es seguir todo tal cual me lo diga Thomas. Sé que él al igual que yo, desea con ansias hacer justicia. Confío plenamente en él, así que haré lo que me diga.
—Olive, cuentas conmigo también. Lo sabes, ¿verdad?
Escucho la voz de Fred a mi lado, y lo observo de reojos. Sé que a él lo detesto. Sé que es un idiota, pero también sé que es sincero. Él también entra en el reducido círculo de personas que saben todo de mi vida. Toda la mierda que he sufrido, él la conoce quizá más que nadie, porque él estaba a mi lado durante todo ese tiempo.
—Lo sé —digo con la voz débil y le regalo una pequeña sonrisa. —Te lo agradezco.
—Bien —la voz de Thomas se dirige a ambos—, ¿qué les parece si empezamos a darle una ojeada a la caja?
Vuelvo a sentir un nudo en el estómago cuando veo la caja que yace sobre el escritorio. Abrir esa caja y ver lo que hay dentro solo será hacer más real esta pesadilla, pero me obligo a soportarlo. No voy a ser cobarde.
—Bien, tú dirás qué revisamos primero.
Thomas asiente y se dispone a sacar una a una las cosas dentro de la caja. Está será una tarde muy larga, sin duda.
**~**
Suelto un suspiro cansino, cuando me bajo del auto y hago mi camino al elevador. Juro que veo mis ánimos arrastrarse en el suelo. No sé ni cómo hice para levantarme de la cama y venir a trabajar. Durante el camino creí que iba a quedarme dormida al volante.
No dormí nada en toda la noche. No pude. Me fue imposible conciliar el sueño debido a que mi cabeza no deja de pensar una y mil cosas. Fue una tortura.
Ya me suponía que luego de pasar casi toda la tarde con Thomas y Fred, revisando todo sobre el caso, tendría algunas consecuencias en mí. El insomnio, el leve dolor de cabeza y el puto estrés que me tiene muy tensa. Necesito algo para relajarme.
Me adentro al cubículo y presiono el número seis. Durante el trayecto que me lleva subir, cierro los ojos unos segundos y juro que siento voy a caer dormida en cualquier momento.
El elevador anuncia mi llegada, así que me obligo a abrir los ojos de nuevo. Miro de reojos a Sarah que está detrás de su cubículo, atendiendo una llamada pero con sus ojos clavados en mí y sonriendo. Le devuelvo la sonrisa en señal de saludo cuando paso frente a ella.
Cruzo las puertas dobles y sigo mi camino a la oficina, pero justo al pasar frente a la oficina de Elliot, la puerta se abre y los dos magnates salen casi al mismo tiempo.
Ay no puede ser.
—Señorita Blair —me saluda amablemente el señor Maxwell a penas y me ve.
Me veo obligada a forzar una sonrisa y me dirijo a ambos —Buen día.
Los ojos de Elliot se clavan de inmediato en mí con una intensidad abrumadora.
—No sabía que se reunirían hoy —digo, sosteniendo fijamente la mirada de Elliot porque empiezo a creer que realmente está haciendo lo que dijo de sacarme del proyecto para que no tenga tratos con Jerry Maxwell.
—Oh, fue una reunión de improvisto —explica el vicepresidente de Unilever. —Le pedí a Reynolds que tratáramos unos asuntos pequeños. Nada de importancia.
—Mmm ya veo —exclamo no muy convencida, pero el hombre ni lo nota.
—En fin, me retiro —dice, girándose para ver a Elliot y estrechar su mano. —Nos veremos en la próxima junta.
—Por supuesto. Por la tarde te enviaré el correo con toda la información que pediste.
—Perfecto. Seguimos en contacto. —El magnate gira para verme de nuevo y me extiende su mano. —Un placer verla, señorita Blair.
—Igualmente.
Estrechamos nuestras manos y me acerco a él cuando veo que planea despedirse con un beso en la mejilla. Por supuesto la mirada de Elliot se siente mucho más aplastante. Su expresión cambia por completo a una mucho más dura y fría.
¿Celos otra vez?
El señor Maxwell se retira finalmente, dejándonos a Elliot y a mí en un completo silencio hasta que de pronto escucho que se aclara la garganta.
—¿Ya vas a dejar de verlo?
Me giro hacia él y le dedico una mirada burlona —¿Por qué? ¿Te molesta?
—Necesito que hablemos algo —dice, evadiendo mis preguntas.
—Tengo trabajo, Elliot...
—Solo serán cinco minutos —me interrumpe de inmediato, haciéndome de señas hacia su oficina.
Ruedo los ojos y no me queda de otra más que aceptar. Lo paso de largo y entro de una vez.
Me detengo justo detrás de los sillones que están frente a su escritorio, me cruzo de brazos y espero a que aparezca frente a mí, luego de cerrar la puerta. Sin embargo, creo que se tarda demasiado así que decido girar para verlo.
—¿Qué necesitas...?
Mi pregunta queda a medias porque tan pronto como giro, ya lo tengo muy pegado a mí con sus manos anclándose a mis caderas en un gesto que se me hace bastante posesivo. Mi respiración se detiene al momento que inclina el rostro y siento su aliento chocando contra mi boca.
—¿Quieres saber qué necesito, Olive? —Susurra casi rozando mis labios. —Te necesito a ti.
Un jadeo escapa de mis labios cuando choca sus caderas con las mías y soy capaz de sentir cuan duro se encuentra. Mis manos se colocan sobre su pecho y no sé si sea para alejarlo o acercarlo más.
—¿Qué estás haciendo, Elliot? —Pregunto en apenas un hilo de voz.
—¿Es que acaso no es obvio? Estoy demostrándote cuan débil soy por ti. —Mueve el rostro de manera que ahora siento su aliento chocando contra mi oreja. —Estoy demostrando cuanto te necesito. Desde el fin de semana en Atami no puedo pensar en otra cosa que no sea tú pidiéndome que te haga mía de nuevo.
—Te dije que no te emocionaras con eso, porque no significó nada. —Miento. —Solo fue algo que no se volverá a repetir.
—¿Segura que no se volverá a repetir? —Pregunta apegándome mucho más él. —¿De casualidad no tienes ganas de repetirlo justo ahora, Olive?
—Elliot, estamos en el trabajo. —Trato de resistirme.
—¿Y? Ya hemos hecho esto antes, ¿no lo recuerdas? Justo sobre el escritorio.
¡Ah, mierda! Sí que lo recuerdo y las imágenes de esa vez solo consiguen ponerme más mal.
—Dime, Olive: ¿No te gustaría escuchar mis opciones?
Todo mi cuerpo se vuelve extremadamente sensible a su calor, su olor y a todo él. Elliot es la tentación más inevitable que jamás conocí.
Muerdo mi labio inferior, y dejándome dominar por los deseos de mi cuerpo, respondo:
—Está bien, Elliot. Dime tus opciones. Justo ahora me vendría bien quitarme algo de estrés.
Se aleja para verme a los ojos, y sonríe con malicia.
—¿El escritorio o uno de los sillones?
—¿Qué? —Pregunto confundida.
Su sonrisa se ensancha —¿Quieres que te folle sobre el escritorio o en uno de los sillones?
Ay, por, Dios.
Mi garganta se seca y el nudo en el vientre no se hace de esperar. De pronto siento la necesidad de apretar las piernas. ¡Mierda! Lo que estoy imaginando justo ahora, definitivamente no es nada puro y me excita demasiado.
Sonrío tan maliciosa como él —Dejaré que tú elijas, Elliot.
Sus ojos se oscurecen y sin perder el tiempo, pega su boca a la mía. Le sigo el ritmo a su beso, con avidez y deseo, sintiendo el placer expandirse por todo mi cuerpo. Sobre todo cuando sus manos se trasladan a mi trasero para estrujarlo y apretarme contra él, haciéndome sentir su erección en mi pelvis.
¡Mierda! ¿Debería estar haciendo esto?
Sé que la respuesta es no. No debería. Más allá de que se supone estamos en horas laborales, yo sé que en mis planes no estaba volver a follar con Elliot cada que quisiéramos, porque ya no somos amantes. Pero las ganas siguen y seguirán y ese es el problema.
El problema es qué caer en la tentación es demasiado fácil, mientras que mantenernos alejados se vuelve cada vez más difícil.
Echo mi cabeza hacia atrás cuando sus labios descienden desde mi boca a mi mandíbula y posteriormente a mi cuello. Mis manos inquietas se enredan en las hebras de su cabello cuando siento sus labios llegar al escote de mi blusa. Toda la piel se me eriza al sentir su lengua trazando caricias en la curva donde comienzan mis pechos.
Jadeo y cierro los ojos ante la oleada de placer que me invade, pero los abro de golpe cuando él se aparta.
—Ya quiero disfrutar de ti, Olive —dice con la voz enronquecida.
Yo también siento esa necesidad, aunque de nuevo no estemos preparados con lo necesario.
—No creas que hacerlo sin preservativo se volverá una costumbre solo porque nos dominan las ganas —digo con la seguridad de que él no lleva un condón en el bolsillo.
—Para lo que tengo en mente no vamos a necesitar un preservativo.
—¿Ah, no?
—No. —Me sonríe con malicia. —Voy a hacer que te corras en mi boca.
Ay, Dios. ¿¡Qué!?
Me guiña un ojo y lo veo agacharse frente a mí.
—¿Qué estás haciendo, Elliot?
—Me pongo a tus pies, preciosa. —Sonríe.
La excitación regresa al sentir sus manos subiendo lentamente desde mis tobillos hasta mis rodillas y más arriba.
—Vamos a deshacernos de esto —dice al tiempo que sus manos me suben toda la falda y luego se aferran al elástico de mis bragas para bajarlas.
El nudo en mi vientre se vuelve mucho más intenso conforme desliza la delgada prenda hasta que llega a mis pies y tengo que levantarlos uno a uno para ayudarle a sacarla.
¡Ay mierda! El rostro se me calienta y las piernas me flaquean cuando sus ojos se posan justo sobre mi feminidad.
—E-Elliot... —exclamo con la voz jadeante cuando acerca sus labios hasta depositar un beso casi en mi entrepierna.
Mis piernas se sienten como si fuesen de gelatina. Siento que el corazón casi se me sale del pecho.
—Ven aquí —dice, volviendo a ponerse de pie y aferrando sus manos a mis muslos para levantarme del suelo.
Por instinto mis piernas rodean sus caderas, haciendo que la falda termine de subirse hasta quedar enrollada en mi cintura. Mientras devoramos nuestras bocas, él me lleva hasta dejarme sobre el escritorio. Se aleja y se acomoda justo a la altura exacta para...
¡Mierda!
No me da tiempo de anticipar nada. Sus manos abren mis muslos hasta dejarme expuesta para él y sin perder tiempo, cierra sus labios en mi centro.
Mi espalda se arquea ante el placer abrazador que me invade al instante. Mis manos se aferran con fuerza a su cabello y tiro de él. Un particular gemido escapa de mi garganta cuando sin más preámbulo, su boca comienza a hacer lo suyo.
Sus manos se aferran a mis muslos para sostenerme firme mientras yo me retuerzo de una y mil maneras por el placer. Trato de callar todos los sonidos que quieren escapar de mi boca, mordiéndome el labio inferior. Esto es demasiado.
—¡Ah! ¡Elliot! —gimoteo, tirando más fuerte de su cabello.
Su lengua hace caricias malditamente enloquecedoras. Son lentas pero rítmicas. Todo desaparece a mi alrededor cuando su boca se concentra en mi clítoris. El placer me recorre cada parte del cuerpo hasta llegar y formar el nudo en mi vientre, precediendo el orgasmo.
Mi respiración es acelerada. Cada musculo de mi cuerpo se siente completamente tenso, pidiendo a gritos liberarse. Lo necesito. Es imposible contenerme más. Elliot sabe cómo llevarme al límite en cuestión de segundos.
Mis manos vuelven a tirar de su cabello para acercarlo más, como si no tuviese suficiente de sus caricias enloquecedoras.
—E-Elliot —jadeo. —Necesito...
No puedo continuar cuando un particular gemido escapa de mis labios, al instante que él me da lo que quiero. Su boca trabaja a un ritmo más constante y malditamente delicioso. Me es imposible contenerme más.
Arqueo mi espalda una vez más, cerrando los ojos cuando alcanzo el orgasmo en cuestión de segundos. Mis piernas tiemblan y Elliot me sostiene con más firmeza, soltando un pequeño gruñido cuando seguramente él también disfruta el hecho de que haya acabado en su boca.
Me toma un par de segundos recomponerme de los espasmos que han quedado en mi cuerpo y solo hasta entonces, Elliot vuelve a ponerse de pie, viéndome directamente a los ojos y sonriéndome con lascivia mientras se lame los labios.
—Sabes tan bien, como te ves.
Su comentario me hace sonrojarme un poco. Trato de disimular mi reacción y me aclaro la garganta al tiempo que me bajo del escritorio, acomodándome la falda rápidamente, fingiendo que no ha pasado nada.
—Bien, ahora devuélveme mis bragas, Elliot.
Extiendo mi mano para que me las entregue, pero él niega con su cabeza mientras las levanta de uno de los sillones y me sonríe con mucha malicia.
—Pienso quedármelas.
Las hace puño en su mano derecha y juro que siento mi rostro calentarse de la vergüenza cuando se las lleva a la nariz para olerlas.
—Me encanta —dice con la voz enronquecida y viéndome directamente a los ojos.
Ay, Dios, mío. ¿Por qué hizo eso?
—Elliot, devuélvemelas —digo entre dientes y me acerco a él para intentar quitárselas, pero él me esquiva.
Suelta una carcajada y antes que pueda evitarlo, se mete mis bragas en el bolsillo del pantalón.
—Dije que voy a quedármelas —repite.
Me cruzo de brazos y lo miro un poco molesta —No es divertido, Elliot.
—No —sonríe socarronamente. —Es excitante.
De inmediato sus ojos barren mi cuerpo con una lujuria que es imposible no calentarme de nuevo. Me está volviendo a comer con la mirada.
—¿Tienes idea de lo malditamente caliente que será verte andar por ahí, sabiendo que no llevas nada debajo de la falda?
Acorta nuestra distancia hasta que me contramina contra el escritorio y sin pedir permiso, sus manos se posicionan sobre mi trasero para apretarlo.
—Voy a fantasear con muchas cosas sucias cada que te vea, Olive.
¡Dios! Este hombre en serio disfruta provocarme.
—Solo devuélvemelas y ya —protesto.
—De acuerdo —dice con un tono que no me convence y añade: —Pero necesito algo a cambio.
Ruedo mis ojos —¿Qué quieres?
—Que aceptes ser mi amante de nuevo —suelta sin preámbulos.
Un nudo me atenaza el estómago de inmediato y juro que no sé ni qué cara poner. ¿Cómo me pide eso?
—Elliot, no digas tonterías —digo, al tiempo que trato de alejarlo.
—No es una tontería, Olive. Lo estoy diciendo en serio.
Lo miro con desaprobación —¿Estás pidiéndome que acepte esa relación contigo de nuevo, a cambio de darme mis bragas? —Él asiente y yo suelto una risa. —Estás loco. Puedes quedártelas entonces porque no pienso aceptar.
Trato de alejarme de nuevo, pero él sigue impidiéndomelo.
—Es ridículo, Olive. Lo sé. Pero es la única manera que tengo en estos momentos para convencerte.
Otra risa se me escapa —Tengo muchas más bragas en casa, Elliot. Así que no creas que necesito recuperar esas.
—Olive, mírame —dice, obligándome a que lo vea porque ahueca mi rostro con sus manos. —No sé si me arrepienta de decirte esto, pero, voy a hacerlo.
Mi corazón se acelera como si ya supiese lo que va a decirme, cuando en realidad no tengo ni una idea. Me siento demasiado nerviosa, ansiosa y no sé ni cómo demonios. La intensidad de su mirada me ha quitado hasta el habla, pero aun así, me obligo a decir algo.
—¿Qué quieres decirme, Elliot?
Él suspira —En verdad no sé qué demonios me pasa contigo, Olive. Ya te había dicho antes que me abrumas. Me enloqueces de todas las maneras en que puede enloquecer una persona, por otra persona.
—Pues tú también me abrumas, Elliot —lo interrumpo abruptamente. —No te entiendo. Haces y dices cosas que están mal, y luego pretendes que no ha pasado nada y yo de estúpida vuelvo a caer en tu juego a pesar de que faltaste a tu palabra. Sé que no teníamos un romance precisamente, pero sentí traicionada por lo que hiciste y ni siquiera sé por qué no puedo superarlo... —Niego con mi cabeza, confundida. —Y luego vienes y me confundes, diciéndome cosas sin sentido... Estás haciendo las cosas mal, Elliot.
—Escúchame, Olive —Ahora es él quien me interrumpe. —Admitiré cada cosa mala que he hecho, ¿okay? Si eso quieres, lo haré, pero también voy a admitir la única cosa buena que he hecho en toda mi puta vida...
—¿Ah, sí? ¿Y qué es?
Sus cejas se juntan y me mira con determinación —Haberte conocido.
Dos palabras y mi corazón se detiene.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro