Capítulo 37 | Elliot
Son las 6:47pm y creo que puedo decir que el día de trabajo ha terminado.
La rueda de prensa se desarrolló sin problema alguno. Tuvimos a todos los inversionistas, algunos patrocinadores y un sinfín de periódicos y revistas más conocidos del país. Si de por sí con solo el lanzamiento de S.T nos habíamos dado a conocer al mundo, ahora con esta rueda de prensa, llegaremos más allá.
Debería sentirme bien, porque todo salió como lo había planeado. Salió perfecto. Sin embargo, la sensación de incomodidad es lo que predomina dentro de mí.
Tener a Olive a mi lado todo el día, tan de cerca, ha tenido ciertas consecuencias. Ha sido imposible ignorarla. Como siempre, he tenido que hacer un enorme esfuerzo para disimular y no tener mis ojos pegados a ella todo el tiempo. Sobre todo ahora que luce ese vestido rojo vino, que se le ciñe demasiado a su perfecto cuerpo. Luce realmente sexy.
Sin proponérselo, ella todavía sigue torturándome. Sigue despertando en mí un deseo que me veo obligado a reprimir porque no puedo saciarlo con ella. Solo puedo verla.
¡Mierda!
Por eso no quería que ella fuese quien me acompañara en este viaje. Por eso había acordado que Jared viniera en su lugar, pero como siempre al destino le gusta joderme la existencia, al final, los planes me salieron mal y ella terminó viniendo conmigo.
Hace unos días, cuando le dije en su oficina que necesitaba ella fuera inmune, fuerte e inalcanzable para mí, lo dije en serio. Pese a que sigo creyendo que es una enorme tortura que ella sea así conmigo, de verdad que lo necesito. Necesito que ella sea capaz de resistirse a mí, porque es la única manera en que puede frenarme para que yo no la busque de nuevo.
Me está matando. Juro que me está matando ver que sí está cumpliendo mi petición. Todavía puedo entender la manera en que me mira algunas veces como si todavía me deseara, pero he tratado de hacerme el indiferente.
Sin embargo, a pesar de esas miradas fugaces de vez en cuando, ella ha vuelto a ser fría y distante. Así es como se ha comportado todo el día de hoy. Hemos trabajado sin problemas y las pocas veces que hemos intercambiado palabras, ha sido únicamente por cuestiones laborales. Nada fuera de eso.
Espero todo siga marchando igual de aquí a mañana temprano que nos vayamos. Aunque admito que será bastante difícil, teniendo en cuenta que estamos en el lugar donde tengo bastantes recuerdos con ella, de todo lo que pasó el día de la inauguración de la campaña. Es imposible olvidar todo lo que pasó.
Suspiro. Quizá sobrevivir esta noche, sea más difícil de lo que pensé.
—Señor Reynolds.
Escucho la voz de alguien a mis espaldas y al instante me saca de mis cavilaciones. Decido girar para ver de quién se trata. Es una de las accionistas de Atami.
—¿En qué puedo ayudarle? —Pregunto con naturalidad.
—Solo quería recordarle que saliendo de aquí, está la cena que hemos organizado. Usted y la señorita Blair son parte de los invitados especiales.
—Por supuesto. Ahí estaremos —asiento.
—Perfecto. Será en el restaurante principal del hotel —aclara, y yo vuelvo a asentir. Ella sonríe y se despide. —Con permiso.
Cuando ella se va, mis ojos viajan hacia el otro extremo del salón, para posarse justo sobre Olive quien está conversando todavía con algunos periodistas. Pareciera que siente mi mirada, ya que sus ojos buscan en varias direcciones, antes de juntarse con los míos. El contacto visual es por poco tiempo, pero es suficiente para que pueda leer el brillo de sus ojos.
¿Por qué demonios sigue viéndome de ese modo? ¿Será consciente de lo mucho que me dice con esa mirada? ¿De lo mucho que me calienta?
Creo que sí.
Resoplo. Ahora debemos ir a la cena, donde tendré que seguir teniéndola muy cerca porque seguramente nuestros asientos asignados estarán el uno junto al otro. Será la más difícil y excitante tortura.
Me llevo el vaso a la boca, dejando caer todo el trago de un solo. Aprieto los labios, y vuelvo a dejar el vaso sobre la barra para que me sirvan otro.
Solo unos cuantos tragos más y me iré a la cama.
Hace una media hora que terminó la cena con los inversionistas. No estuvo tan mal. La comida estuvo realmente deliciosa y también el ambiente. Pero lo que más me gustó, fue que Olive se comportó bastante cercana conmigo. Por lo menos hablamos un poco. No sé si fue para disimular frente a los inversionistas la pésima relación que tenemos, pero en verdad que me sentí bien.
Cuando terminamos la cena, ella se retiró seguramente a la habitación y yo decidí venir al bar por unos tragos. Creo que más allá de que necesitara algunos para relajarme, solo estoy postergando el hecho de ir a la habitación yo también.
Como se suponía que Jared sería quien vendría conmigo, hicimos la reserva de una habitación únicamente. No había necesidad de pedir habitaciones separadas. Con una doble estaba bien. Ya había olvidado eso por completo, hasta que de pronto caí en cuenta que sería Olive quien compartiría la habitación conmigo. Todo se me complicó.
Pensé en pedir otra habitación. No me importaba pagar de más, pero me dijeron que ya no hay disponibles. Es fin de semana y por ello el hotel está completamente lleno. No queda de otra más que dejar todo como está y estoy tratando de pensar cómo demonios le haré para dormir sabiendo que ella estará solo a un par de metros.
Resoplo, apoyo mis codos sobre la barra, llevándome las manos al rostro para frotarlas. Me siento algo frustrado. No sé porqué yo trato a toda costa de mantenerme distante con ella, pero el puto destino se empeña en ponérmela muy de cerca.
Me quedo en la misma posición durante algunos segundos, hasta que de pronto, una voz irrumpe mi silencio.
—¿Puedo sentarme?
Creo que ya estoy alucinando como consecuencia del alcohol, así que quito las manos de mi cara para poder ver al lado, donde la escuche. Para mi sorpresa no se trata de una alucinación.
Olive está de pie, a mi lado, esperando a tomar asiento en el taburete. Por supuesto no me niego y acepto al instante.
—Claro.
Me regala una pequeña sonrisa, y de inmediato toma asiento. Cuando el bartender se acerca con mi otro trago, ella aprovecha para pedir.
—Whisky, por favor.
No puedo evitar mirarla con algo de sorpresa, y noto que me mira de reojos.
—Para relajarme —dice, como si yo estuviese pidiéndole explicación. Me causa gracia.
—Creí que ya estabas dormida —digo desinteresadamente, llevándome el vaso a la boca.
—Creo que todavía no tengo sueño.
La miro de soslayo cuando el bartender le entrega su vaso y de inmediato ella se lo lleva a la boca para darle un gran trago.
¡Mierda! Hasta haciendo eso se ve malditamente caliente.
Sus ojos viajan a mí y me atrapa viéndola, por lo que regreso mi vista al frente.
—¿Por qué apartas la mirada?
Vaya. Su pregunta tan directa me toma con la guardia baja, pero lo disimulo.
—Por nada en especial —hago un pequeño encogimiento de hombros y le doy otro trago al whisky.
—¿Por qué te has pasado todo el día viéndome?
No podría apostar, pero se escucha tanto acusadora como divertida. Sin embargo, admito que me extraña un poco su cambio de actitud tan repentino. ¿Por qué ahora quiere estar conmigo, hablando?
—Ya se me había olvidado lo curiosa que sueles ser —exclamo, negando con mi cabeza y tratando de reprimir una sonrisa.
—¿Y vas a responderme? —Insiste un poco más.
Decido verla a la cara de nuevo —No, porque tú ya sabes la respuesta. —Veo que frunce el ceño, así que añado: —Si no la recuerdas es tu problema.
—Ah, ya la recuerdo —dice. —Es que no puedes dejar de verme.
Su tono de voz tiene un ligero toque de burla hacia las palabras que le dije hace un tiempo. Me disgusta. Sin embargo, al instante contraataco.
—Tú tampoco puedes dejar de hacerlo. Hoy te he sorprendido muchas veces, viéndome.
Me mira un poco molesta, porque seguramente sabe que tengo razón, pero no dice nada más. Se limita a terminar lo que le queda de whisky de un solo trago, y posteriormente pide más. Me sorprende.
—Es la primera vez que la veo bebiendo, señorita Blair. —La miro con mucha atención. —Hay algún motivo en especial?
Ella enarca una ceja —Y creí que la curiosa era yo.
—Supongo que la curiosidad se contagia —hago un pequeño encogimiento de hombros.
—Pues no, señor Reynolds. No estoy bebiendo por ningún motivo en especial. Le dije que simplemente era para relajarme —responde y me mira con atención también. —¿Y usted?
—Sí, creo que ahora tengo un motivo —respondo al instante.
—¿Puedo saber cuál? —Pregunta con esa curiosidad que tanto me causa gracia.
La miro en silencio durante algunos segundos y finalmente me inclino un poco hacia ella, quedando bastante cerca. Su cuerpo se tensa al instante y me deleito con el efecto que mi cercanía le provoca. Entonces, respondo en voz baja.
—Besarte.
Sus ojos se abren grandemente —¿Q-Qué?
—Sí, Olive —afirmo con la voz mucho más enronquecida. —Quizás embriagándome un poco tenga el valor de robarte un beso de una puta vez.
Bajo la mirada hasta sus suaves labios y la llama del deseo se enciende de inmediato dentro de mí. Todo mi cuerpo reacciona al instante ante la idea de besarla. Sobre todo cuando veo cómo su respiración se acelera un poco y cómo sus labios se entreabren.
—¿Qué dices, Olive? ¿Me dejas robarte un beso? —Vuelvo a verla a los ojos. Me fascina cómo lucen los suyos, ahora que los tengo muy de cerca.
—Si me lo preguntas, ya no me lo estarías robando, ¿o sí? —Pregunta con malicia.
—Tienes razón y creo que prefiero tomarte por sorpresa.
Sonrío al tiempo que me alejo, dejándola todavía más aturdida y seguramente deseosa. Sin embargo se recompone al instante, adoptando esa expresión segura y altanera que le gusta presumir.
—No creas que no sé lo que haces, Elliot.
—¿De qué hablas? —Finjo demencia, y le doy otro trago al whisky, apartando la mirada.
—Sé que estás jugando...
—No, tú estás jugando, Olive —la interrumpo de inmediato y vuelvo a encararla. —¿Sabes por qué? Porque sigues haciendo todo lo que dijiste que ya no harías. Sigues provocándome.
—Yo no... —comienza, pero vuelvo a interrumpirla.
—Sí lo haces, o dime: ¿Por qué me has visto con esa puta mirada de deseo, todo el día? Porque no creas que no la he notado. Te conozco, Olive.
—No, no me conoces —ataja al instante.
—Sí, quizá no te conozca demasiado pero al menos aprendí a reconocer cuando demuestras deseo hacia mí. La manera en que te mueves, hablas o sonríes cuando estoy cerca o por lo menos cuando sabes que estoy viéndote. —La miro con mucha firmeza. Ella ha enmudecido por completo, así que luego de una pequeña pausa, decido continuar. —Hace mucho tiempo te dije que yo sabía leer muchas expresiones corporales y aprendí a leer las tuyas a la perfección.
—¿Ah, sí? —Pregunta incrédula y burlona.
—Sí —afirmo y al instante mis ojos barren todo su cuerpo—, y cada que tus ojos me miran, yo noto el deseo. Cada parte de ti grita que muere de ganas porque te bese y te haga mía de una y mil maneras. Sé que deseas que te folle. Sé que tu cuerpo me extraña, tanto como el mío a ti.
Su expresión se transforma. Sus ojos se oscurecen y ahí está de nuevo esa mirada. Hago una mueca cuando siento lo duro que me pone de inmediato.
—Lo estás haciendo —digo en un tono acusador. —Estás viéndome de ese modo, justo ahora.
No sé si sea intencional o inconscientemente, pero muerde su labio inferior, logrando ponerme peor. Preso de un impulso, mi mano derecha llega hasta su boca y paso el dedo pulgar sobre su labio, acariciándolo lentamente. Sus ojos casi se cierran y su respiración se vuelve más dificultosa.
—Deja de verme así, Olive —digo en un tono de casi súplica.
Pestañea un par de veces, volviendo en sí. Se aparta bruscamente y mira hacia los lados para asegurarse que nadie nos haya estado viendo. Por suerte no hay muchas personas, pero de todas maneras a mí me dan igual.
—Nada de lo que has dicho es cierto —dice, recuperando un poco la seguridad en su voz, pero es obvio que sigue afectada. Entonces prosigue: —¿O ya se te olvidó que me pediste que aprendiera a resistirme a ti? Pues, ¿qué crees? Ya lo hago.
Intenta escucharse muy convincente, pero no lo logra en absoluto. Pequeña ingenua.
—Mientes. Puedo ver que todavía no eres capaz de hacerlo, al igual que yo. Nos deseamos demasiado el uno al otro, Olive. Eso es algo imposible de controlar...
—Quizá solo debemos distanciarnos más —me interrumpe, y luego niega con la cabeza. —No... no debí venir.
Veo que se pone de pie y al instante me maldigo por provocar que se vaya, así que trato de detenerla, sujetando su brazo.
—Olive, espera...
—No —se zafa de mi agarre. —Me voy a dormir.
No me da tiempo de decirle nada más. Simplemente se gira y se marcha a toda prisa, dejándome solo de nuevo.
—¡Mierda! —Mascullo en voz alta y con los dedos de mi mano empiezo a dar golpecitos sobre la barra, de manera impaciente.
En vez de arreglar las cosas, solo sigo jodiéndolas. Mejor hubiese llevado el ritmo de la conversación hacia otro rumbo, simplemente para pasar un par de minutos juntos.
¡Pero no! Tuvimos que terminar hablando del deseo que sentimos, y al final, tengo que seguir como todo este tiempo atrás: aguantándome las ganas.
¡Carajo!
No sé qué horas son cuando llego a la habitación. Seguramente ya es muy noche y Olive ya lleva quien sabe cuánto tiempo dormida. Por esa razón me quedé más tiempo del que debía en el bar. Porque no quería venir y encontrarla aun despierta.
Ya no seguí bebiendo. Aunque quería, no lo hice. Así que estoy completamente sobrio.
Suelto un largo suspiro y camino hacia mi cama, mientras empiezo a desvestirme. Me quito el saco, la corbata y la camisa. Luego me siento en el borde del colchón para quitarme los zapatos. Cuando termino y alzo la mirada, es imposible que mis ojos no viajen hacia la cama que está a un par de metros frente a mí.
La habitación está a oscuras completamente, pero puedo notar su silueta sobre la cama. Está sobre su costado derecho. La delgada sábana blanca sobre su cuerpo, se amolda a cada una de sus curvas y de pronto me encuentro deseando con todas mis fuerzas ir y meterme a la cama con ella.
Mis manos pican por recorrer su cuerpo y mis labios ansían besar cada centímetro de su piel. Mi polla se endurece deseando hundirse en ella para disfrutar de su calor y su humedad. La deseo demasiado.
Trago grueso y me obligo a meterme a mi cama, antes de que no pueda controlar mis impulsos. Me acuesto de lado, tratando de no verla más, pero la imagen que me cree de ella gimiendo mientras la embisto, no me dejará dormir. Creo que el poco alcohol que ingerí, sí está provocando un par de efectos en mí.
Será una noche larga.
De pronto, el sonido de una puerta siendo abierta y cerrada al instante, me saca un susto de muerte. ¡Carajo!
Me muevo un poco para lograr ver y me doy cuenta que Olive se levantó al baño. Unos segundos antes y me hubiese atrapado viéndola.
Suelto otro suspiro y vuelvo a acomodarme, cerrando los ojos. Algunos minutos después escucho que la puerta del baño se abre de nuevo. Finjo estar muy dormido por si es que ella volteara a verme, aunque dudo mucho que se dé cuenta que ya estoy aquí.
No escucho ni un solo sonido. Absolutamente nada. Creo que...
Abro mis ojos de golpe cuando siento que el colchón se hunde a mis espaldas, ante el peso de alguien. ¿Qué mierda...?
Antes que pueda girarme, un par de brazos me rodean desde atrás. Acto seguido, el aliento caliente que choca contra mi oreja hace que la piel se me erice al instante.
—Olive —gruño, tratando de girar sobre mi costado, pero ella me lo impide. —¿Qué haces? —Pregunto confundido.
—No sé —responde con la voz enronquecida y malditamente caliente.
Tan pronto como termina de hablar, su boca se acerca a mi oreja para besar y mordisquearme, enviando una oleada caliente desde mi cabeza hasta llegar a mi entrepierna.
¡Mierda!
—Olive, para...
—No quiero —dice con la voz jadeante.
Un gruñido retumba en mi pecho cuando pega su cuerpo a mi espalda y puedo sentir cómo roza sus pechos contra mí. Cómo quisiera tocarlos y magrearlos a mi antojo. Me fascina lo firmes que se sienten. En cuestión de segundos me pone a mil.
—¿Por qué haces esto? —Pregunto con un fingido toque molesto.
No me molesta lo que está haciendo. Al contrario. Estoy disfrutándolo porque ella está haciendo lo que yo pensaba, pero me abstuve. Ella está tomando el control de la situación como toda una diosa de la seducción y me fascina... pero sé que no está bien.
Está quieta, en silencio. No dice nada. Aprovecho la oportunidad para girar muy lentamente sobre mi costado, hasta quedar de frente a ella. Nuestros rostros quedan bastante cerca y noto cómo su respiración vuelve a acelerarse al momento que nuestros alientos chocan.
—Respóndeme, Liv —pido, casi en un susurro. —¿Qué te llevó a hacer esto?
Silencio.
Yo suspiro y llevo una de mis manos hasta ahuecar su mejilla —Creí que habías dicho que...
—Estaba soñando contigo —responde muy rápido, interrumpiéndome.
Frunzo el ceño. Creo que entiendo a lo que se refiere y lo único que eso provoca, es excitarme más.
—¿Qué soñaste? —Pregunto deseoso por escucharla si es lo que creo que es.
Muerde su labio inferior mientras sus ojos se clavan fijamente en los míos y confiesa —Tuve un sueño húmedo contigo, Elliot.
—Mierda.
La palabra escapa de mis labios, cuando siento el efecto inmediato de sus palabras, en mi polla. La excitación se multiplica por mil. Saber que ella tuvo un sueño húmedo conmigo, me vuelve loco. ¿Tanto así me desea?
—Mierda, Olive —digo, casi rozando sus labios con los míos y con la voz casi jadeante. —No esperes decirme algo como eso y no tener ninguna respuesta de parte mía. —Ahueco su rostro con mis dos manos y la miro con desesperación a los ojos. —¿Y ahora qué va a pasar con lo de resistirnos el uno al otro?
—No sé. Justo ahora no me importa —dice, y al instante se acerca mucho más a mí buscando besarme, pero yo me aparto.
—No, Olive. Será mejor si nada de esto vuelve a pasar entre nosotros.
Imbécil. ¿Por qué mierda tratas de resistirte?, me reprocho a mí mismo con mucha molestia. Pero es que una parte de mí sabe que resistirse es lo mejor.
Ella ignora por completo mis palabras y no sé cómo mierdas hace para dominarme, pero termina dándome la vuelta hasta que quedo de espaldas sobre el colchón y ella se coloca a horcajadas sobre mí. Es hasta este momento que puedo verla casi por completo.
Trago grueso cuando mis ojos barren su perfecto cuerpo bajo el diminuto y revelador camisón que lleva puesto. La prenda le cae hasta mitad de los muslos pero por la posición en que está sobre mí, esta le queda mucho más arriba dándome un pequeño vistazo de sus diminutas bragas. Todo eso, más lo bien que se marcan los pezones erectos de sus pechos sin sujetador, logran darme una erección casi dolorosa.
—¿Me deseas, Elliot? —Pregunta con voz seductora al tiempo que sus caderas empiezan a moverse para restregarse contra mi dureza.
Sin que pueda evitarlo cierro los ojos y otro gruñido retumba en mi pecho ante lo bien que se siente eso.
A pesar de que ahora sé que es imposible, todavía trato de resistirme.
—Olive, no debemos hacer esto. Hablo en serio.
De pronto la siento inclinarse hacia el frente hasta que vuelvo a tener su rostro muy cerca de nuevo.
—Yo también hablo en serio. Quiero esto. Quiero que olvidemos las diferencias entre nosotros, solo por esta noche. —Sus labios se rozan con los míos. —No me hagas rogarte, Elliot.
Sus labios descienden por mi mandíbula hasta mi cuello. De pronto siento su lengua lamiendo y el placer que me embota los sentidos es demoledor.
—Vuelvo a preguntarte, Elliot —Su aliento caliente choca contra mi piel. —¿Me deseas?
—A cada segundo, de cada hora, de cada día, Olive —respondo. —Justo ahora no sabes cuánto me está costando contenerme para no tomarte y follarte como quiero.
—No quiero que lo hagas. No quiero que te contengas. Quiero que me beses, que me toques... —Traslada sus labios a mi oreja y gime bajito cuando vuelve a restregarse contra mí. —Quiero que me folles, Elliot.
Sus palabras terminan enviando a la mierda mi fuerza de voluntad. Rodeo su cintura con uno de mis brazos y de un movimiento rápido, invierto nuestras posiciones, dejándola bajo mi cuerpo y abriendo sus piernas para ubicarme entre ellas.
Un dulce gemido escapa de sus labios cuando empujo mis caderas hacia ella para que sienta mi erección. Sujeto sus manos con firmeza y las subo hasta dejarlas quietas por encima de su cabeza y sin perder tiempo, uno su boca a la mía.
El beso es urgente y voraz. Es un beso que me roba el aliento.
¡Mierda! Cuánto la extrañaba.
Ella gime llena de placer, arqueando la espalda como si la cercanía entre nosotros no fuera suficiente.
—Ahora no hay manera de que me detenga, Olive —murmuro contra sus labios con una urgencia que yo mismo me sorprendo.
—No pienso pedirte que lo hagas —jadea en respuesta.
Mis labios bajan a por su mandíbula y su cuello y más abajo hasta llegar al pronunciado escote de su camisón que me deja al descubierto las curvas donde comienzan sus pechos. Paso mi lengua sobre esa zona, erizando su piel al instante y provocando que gima más alto.
Me detengo solo unos segundos para alzar la mirada y ver su rostro. Luce llena de placer. Me mira expectante a cualquier otro movimiento. Le sonrío de lado y suelto sus manos solo para que las mías se encarguen de hacer a un lado la tela del camisón para liberar uno de sus pechos.
—Me fascinan tus pechos, Olive. Son perfectos y llamativos —digo al tiempo que paso mi lengua sobre la cima del que he liberado. —Y saben perfecto —añado, y sin perder tiempo, mi boca empieza a disfrutarlo.
Su espalda se arquea y un particular gemido escapa de sus labios. Mi boca disfruta de uno mientras mi mano izquierda trabaja en el otro, apretando y tirando del pezón. Ella se retuerce del placer, aferrando sus manos a mi cabello.
—¡Ah! ¡Elliot! —Gime con urgencia.
Abandono mi labor solo para subir y volver a devorar su boca, mientras mi mano ahora desciende por su cuerpo hasta llegar a su entrepierna. Sus piernas se abren un poco más, dándome a entender cuan ansiosa está porque la toque, así que no la hago esperar más.
Mis dedos hacen a un lado sus bragas y buscan entre sus pliegues.
—Mmm. Tan perfecta como siempre —gruño fascinado contra su boca, disfrutando de la facilidad con que mis dedos se deslizan debido a su humedad. —¿Estás así por el sueño que tuviste?
Un asentimiento es su respuesta. ¡Ah, joder! No imagino cómo era lo que estaba soñando, pero será todo un placer follarla como yo estoy pensando.
Un sonido roto escapa de su garganta al momento que mis dedos hacen círculos sobre su clítoris. Cuánto extrañaba escucharla gemir por el placer que yo le doy. Eso me llena de satisfacción. Ser quien hace disfrutar a esta preciosa mujer, es un verdadero privilegio.
—¿Te gusta? —Pregunto con la voz cansada, alejándome un poco para poder verla a los ojos.
Ella asiente, mordiéndose el labio inferior con mucha fuerza cuando aumento el ritmo de mis caricias.
—Dímelo —exclamo medio exigente. —Dime cuánto te gusta lo que te hago, Olive. Hazlo.
Sin darle tiempo de anticipar, introduzco dos de mis dedos en su interior, haciéndola gemir más alto.
—¡Ah!
Sus manos sueltan mi cabello para aferrarse al cobertor de la cama con tanta fuerza, que sus nudillos se tornan casi blancos. Mis dedos bombean dentro y fuera, una y otra vez mientras sigo exigiendo.
—Dilo, Olive. Vamos.
—M-Me gusta mucho —gimotea, cerrando los ojos. —Me vuelves loca.
—Necesito hundirme en ti —gruño, sintiendo cómo mi polla duele y cómo el líquido preseminal moja la tela de mi bóxer.
Me aparto de inmediato, quedándome a horcajadas sobre ella y con mucha urgencia le arranco las bragas de un solo tirón. Su respiración jadeante se vuelve casi tan acelerada como la mía. Mientras la veo acomodarse abierta de piernas, lista para recibirme, yo trabajo en quitarme el pantalón y justo en ese instante, un pensamiento me frena de golpe.
—Mierda —Mascullo en voz alta.
—¿Qué sucede? —Pregunta frunciendo el ceño.
—Dime que tienes algún preservativo.
Hace una mueca —No.
—Puta mierda —digo, todavía más molesto.
—No te enfades —dice en un tono demasiado tranquilo, y la miro con desaprobación.
—¿Tienes idea de cuántas ganas tiene mi polla de estar dentro de ti, justo ahora?
Sus mejillas se llenan de un color rojizo que se me hace tierno.
—En serio, Olive, si no te hago mía en estos momentos, voy a volverme loco.
De pronto, su expresión se transforma. Luce malditamente seductora mientras se levanta un poco sobre el colchón, apoyándose con los codos. Sus ojos me miran con una firmeza realmente impresionante.
—Termina de quitarte la ropa y fóllame, Elliot —dice en un tono mandón.
Trago grueso —Pero...
—Sin peros —me interrumpe al instante. —No vas a dejarme con las ganas. Hoy no, Elliot.
Endereza su postura un poco más y sin perder tiempo, sus manos son las que terminan el trabajo que yo dejé a medias, bajando el cierre de mi pantalón. Una de ellas se introduce hasta que acaricia mi erección por encima de la tela de mi bóxer y un gruñido retumba en mi pecho.
Una sonrisa perversa se forma en sus labios al escuchar lo que me provoca. De pronto sus ojos bajan y se muerde el labio inferior cuando sin previo aviso, su mano libera mi polla. Inhalo aire entre dientes al sentir cómo me toma con firmeza.
—Te quiero sentir, Elliot —dice casi en un susurro con la voz cansada. Sus ojos vuelven a conectar con los míos mientras sigue acariciándome. —Te necesito dentro de mí.
—No tenemos preservativo —le recuerdo. —Y yo, nunca he estado con una mujer sin uno.
—¿Y no lo harías conmigo?
Suspiro —¿Crees que debería?
Muero de ganas por follarla ya, pero también me siento un poco dudoso por hacerlo sin protección. Estoy limpio de cualquier cosa. Eso lo puedo asegurar con pruebas médicas si es necesario, pero existe otro factor que...
—Tomo las píldoras diarias, Elliot. —Su voz vuelve a llamar mi atención y como si supiera lo que estaba pensando, añade: —Así que no te preocupes por eso. La verdad es que yo tampoco quiero un hijo todavía.
Al instante que lo dice, es como si me dieran luz verde para continuar sin pensarlo, pero necesito preguntar una cosa más.
—¿En verdad lo quieres así?
Se deja caer contra el colchón de nuevo, soltando un suspiro entrecortado —En verdad lo deseo así.
—Como tú quieras, preciosa.
Tan rápido como puedo, me deshago de mi ropa. Una vez listo, vuelvo a ubicarme entre sus piernas, sujetando sus muslos con mis manos para que envuelva mis caderas. Un jadeo escapa de sus labios cuando me coloco en su entrada. Me fascina lo mojada que está.
—Voy a hacerte mía, Olive —digo, acercando mis labios a su boca y tan pronto como la beso, me hundo en ella de un solo golpe.
Absorbo con deleite el gemido que se le escapa contra mis labios y me quedo quieto durante algunos segundos, disfrutando de lo bien que se siente el contacto directo. Su calor, su humedad... ¡Ah, mierda! Se siente demasiado bien.
—Elliot... —dice jadeante—, muévete.
Sus piernas me envuelven con más fuerza y obedezco con todo gusto. Empiezo a moverme muy lento, entrando y saliendo. Sus manos se aferran a mis hombros, clavando las uñas en mi piel. Yo acerco mi boca a su oído para que escuche mi respiración. De vez en cuando beso su cuello o muerdo su oreja.
—Oh, mierda. Esto es... —un gruñido interrumpe mis palabras. —Ah, esto es malditamente enloquecedor, Olive. Te sientes deliciosa.
Gime mucho más cuando empiezo a hacer círculos con mis caderas.
—E-Elliot, hazlo más rápido —dice en tono suplicante, muy cerca de mi oído, pero yo me niego.
—No, preciosa. No tienes idea de cuánto extrañaba hacerte mía, así que voy a disfrutarte muy lentamente.
Mis embestidas se vuelven lentas pero profundas. Su espalda se arquea, deleitándome con el roce de sus pechos contra mí y de pronto empiezo a sentir la imperiosa necesidad de liberarme, pero todavía no quiero.
—Flexiona tus rodillas —ordeno, ayudándola a hacerlo.
Sus piernas sueltan mis caderas y sus pies se apoyan sobre el colchón, abriéndose mucho más para mí. Me vuelve loco y no puedo contener las ganas de embestirla rápido. Quería hacerlo lento, pero creo que no voy a durar tanto así.
—¿Te gusta así? —Pregunto, apoyando mis manos sobre el colchón, una cada lado de su cara y lo hago más rudo.
—Ah, s-sí —gimotea casi sin aliento.
—Olive —gruño, cerrando los ojos ante la oleada de placer. —Necesito correrme. ¿Estás cerca?
—Yo... creo que sí...
Sus palabras a penas y se entienden por el fuerte gemido que brota de su garganta. Al instante todo su cuerpo se estremece, haciéndome imposible el no acabar al mismo tiempo que ella. Tenso la mandíbula con mucha fuerza, sintiendo el orgasmo arrasar conmigo. Tenía demasiado tiempo conteniéndome.
Tomo una inspiración profunda, quedándome quieto durante algunos segundos hasta que finalmente salgo de ella y me dejo caer a su lado. Me causa gracia que los dos exhalamos aire al mismo tiempo, pero luego nos quedamos en un largo silencio.
Al cabo de algunos segundos, decido girar para verla.
—Y dime: ¿fue igual que en tu sueño?
Muerde su labio inferior tratando de contener una sonrisa —Casi —dice, pasando el dedo índice de su mano derecha sobre mi pecho. —En mi sueño no me follabas en la cama —añade, con una sonrisa realmente perversa.
—¿Ah, no? —Enarco una ceja. —¿Y dónde lo hacía?
Hace una mueca de desinterés —No voy a decirte.
Preso de un impulso, mis manos tiran de ella para pegarla a mí. Me encanta demasiado sentir el contacto de algunas zonas de su piel con la mía. Está tan suave y caliente.
—¿Vas a mostrarme entonces? —Pregunto con la voz enronquecida.
—Si eso quieres —dice con voz sensual.
—Sí, quiero que me muestres.
Su mirada se oscurece, denotando el deseo. Al instante puedo sentir que empiezo a ponerme duro de nuevo. Todavía no me he saciado de ella.
—De acuerdo. Pero harás todo lo que yo te diga, Elliot —aclara.
Mis manos ahuecan su rostro y la acerco para besarla, introduciendo mi lengua en su boca. Un exquisito gemido escapa de su garganta. Y entonces, acepto.
—Como usted quiera, señorita Blair —separo nuestros labios. —Haré todo lo que me diga, siempre y cuando sea para volvernos locos de placer.
—Eso te lo aseguro —dice jadeante. —Ahora ven, que estoy deseando que me des otro orgasmo.
Sale de la cama, tirando de mi mano para guiarme hasta donde sea que vayamos a cumplir lo que soñó. Yo solo deseo volver a estar dentro de ella. Follarla cuantas veces me sean posibles, esta noche.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro