Capítulo 35 | Olive
Suelto un largo suspiro una vez me acomodo en la cama. Cruzo las manos sobre mi estómago y me quedo con la mirada perdida en el techo, pensando en demasiadas cosas.
Por un lado está el horrible susto que pasé hoy. Gracias al cielo que el tipo no estaba armado, pero en serio creí que me haría daño. A pesar que luché para defenderme, sin duda él tenía ventaja sobre mí. Fue horrible cuando me contraminó contra el auto y trató de besarme. Sentí repulsión y mucho miedo. Y entonces, Elliot apareció.
No sabría decir cuan aliviada me sentí al verlo. Admito que me sorprendió verlo tan furioso. Por unos instantes al ver la manera en que golpeaba al tipo, solo me hizo recordar cosas de mi vida que no quería, y casi llegué a sentirme con miedo hacia él, pero sabía que solo estaba protegiéndome y el ladrón se lo merecía.
Cuando todo acabó y Elliot me abrazó, no supe cómo reaccionar. Todavía no soy capaz de poder describir lo que sentí en ese momento. Me sentí protegida, aliviada... Me sentí demasiado bien. En ese instante me olvidé de nuestras diferencias y de cuánto lo he estado detestando. Solo podía pensar en la calidez de su abrazo, en lo relajante que era su perfume y en lo mucho que extrañaba su cercanía.
Recordarlo, solo hace que el torbellino de emociones crezca aún más. Me llevo las manos al rostro, para cubrirlo y suelto un pequeño gruñido de frustración.
Luego recuerdo lo que pasó aquí. Recuerdo todo lo que me dijo. Volvió a decirme que sigo su debilidad. Volvió a llamarme preciosa.
Algo cálido se instala en mi pecho al traer a mi mente su expresión mientras me decía todo eso. Y luego, está lo del casi beso.
¡Dios! Jamás me había detestado tanto en mi vida, como cuando lo rechacé. Moría de ganas por volver a sentir sus labios, pero la parte orgullosa y resentida en mí, me obligó a no permitirlo. No me puedo dar el lujo de olvidar todo y volver a caer en su juego. Aunque sigo sin asimilarlo del todo, sé el juego acabó.
Los pequeños golpecitos en la puerta me devuelven a la realidad.
—¿Ya te dormiste? —Pregunta Mandy, asomando la cabeza cuando abre la puerta.
—No puedo —respondo con aire de derrota. —La pastilla ya debería haber hecho efecto.
Hace una pequeña mueca y luego de encender la luz, se acerca hasta sentarse al borde del colchón.
—Han sido demasiadas emociones este día.
Resoplo —Es agobiante.
—Oye, hay algo que yo no dejo de pensar. Bueno, son dos cosas en realidad.
—Dime. —Al tiempo que hablo, enderezo mi postura hasta quedar sentada.
—Lo primero es que, por más que quiero, no me saco de la cabeza la idea de que fue Kath quien mandó a ese tipo.
—¿Te digo algo? Yo también lo creo, pero no quise profundizar en ello cuando lo mencionaste, porque Elliot estaba presente. —Hago un gesto de duda. —Es que como tú lo dijiste, ella me advirtió que pagaría por haberla golpeado. Además, esa vez vino para pedirme dinero pero no consiguió nada. Quizá pretendía que el tipo robara por eso.
—Pero tú dijiste que el idiota quería tu auto —frunce el ceño. —¿Para qué iban a querer el auto? Si lograba robártelo, obviamente tú ibas a reportar el robo. Tarde o temprano darían con él y no le sacarían provecho de nada.
—Es verdad. No entiendo realmente cuáles eran las intenciones. Pudo haberme robado el bolso, creyendo que quizá llevaba dinero, o quizá simplemente quería darme un susto, y créeme que eso lo logró.
—Ay, Dios. No quiero ni imaginar lo horrible que fue —exclama con espanto. —Cuando llegaste aquí, todavía lucías algo pálida. Qué suerte que Elliot bajó en ese momento.
Suspiro —Sí, de verdad que sí.
—Por cierto, respecto a él es la segunda cosa que no dejo de pensar.
Le dedico una mirada inquisitiva. Ya sé por dónde va esto.
—¿Y ahora qué?
—Es que... —hace una pausa, y luego suelta las palabras muy de prisa. —Ay, Olive. Me pareció tan tierno lo que te dijo cuando estaban en la entrada. Fue romántico.
Entrecierro mis ojos —No estuvo nada bien que espiaras, eh.
—Ya sé. Pero es que la curiosidad me mató. Ay, te juro que si alguien me dijera a mí, todo lo que él te dijo —suelta un suspiro dramático y termina—, yo caería redondita a sus brazos.
Sin que pueda evitarlo, se me escapa una sonrisa —Qué bueno que no soy tú.
—Oye —protesta medio ofendida. —No está nada malo ser sentimental. ¿Sabes? A veces creo que tú eres la del corazón de hielo y no él.
—¿Ah, sí? —Enarco una ceja.
—Sí, porque creo que ya torturaste demasiado al pobre señor Reynolds.
—Esto no se trata de hacerlo sufrir por un tiempo y luego volver a lo de antes como si nada, y tú lo sabes, Mandy.
—Sí, lo sé.
—Pues parece que no —mascullo medio molesta.
—Mira, Olive, ya sé que el hombre se comportó como un idiota. Te decepcionó y aunque su relación no era exactamente sentimental, tú sientes que te traicionó. Pero yo lo veo realmente arrepentido. Es que... —hace una pausa y suspira. —La forma en que ahora te mira todo el tiempo ya no es como antes. Ya no es con ojos de deseo precisamente. Te mira, diferente.
Sus palabras solo logran hacer reaparecer el torbellino de emociones, así que trato de no darles importancia.
—Ay, Mandy. Ya vas con eso de que él siente algo por mí, de nuevo.
—¿Y?
—Ya hemos hablado esto antes
—Bueno, pues respóndeme algo —dice, reacomodándose en su lugar. —¿Y si así lo fuera? ¿Y si Elliot se estuviera enamorando de ti?
Abro mi boca para responder, pero termino cerrándola de nuevo al no saber qué decir. Esa pregunta ya me la he hecho muchas veces, y no sé cómo reaccionar ante un sí o un no, como respuesta. Es confuso.
Ella sonríe, y niega levemente con la cabeza —Quizá sea un poco rápido, o no lo sé, pero sí creo en esa posibilidad. Ustedes dos iban de maravilla, porque no me vas a negar que durante el último mes, todo era miel sobre hojuelas, ¿o sí?
—No —respondo a regañadientes. —No lo voy a negar. Empecé a notar algo diferente tanto en él como en mí. Teníamos más comunicación, más momentos juntos, y no precisamente solo para tener sexo. Hasta me atrevería a decir empezaba a haber un poco de confianza y... ¿cariño?
—Lo ves —dice haciendo una especie de puchero. —Ustedes dos solo necesitan un poco más de tiempo para que terminen de conocerse y puedan darse cuenta que podrían estar juntos.
—No —me niego al instante y ella rueda los ojos, así que me obligo a defender mi postura. —Yo sé que Elliot tiene lo suyo. Es sumamente atractivo, visionario, inteligente...
—Todo un adonis y maestro del sexo —exclama, interrumpiendo mi listado.
—Sí, también eso —concuerdo algo divertida. —Como sea, sé que tiene muchas cualidades buenas, pero también unas muy malas. Es prepotente, altanero, mandón...
—Exactamente igual a ti —se burla.
—Mandy, déjame terminar.
Se le escapa una pequeña risita —Okay. Ya.
La miro con mucha seriedad —A parte de esos detalles, lo que menos me gusta de él es la clase de hombre que es. Lo supe desde un principio. Él jamás tomaría a una mujer en serio y yo no quiero estar con él, bajo las sombras, siendo su amante toda la vida. Algún día yo quisiera ser algo más que eso. Algo más real y... —bajo la mirada—, él nunca me lo daría.
—Ay, Liv. Pero el amor cambia a las personas.
—Sí, pero también las destruye.
Escucho que suspira —¿Habrá algo más complicado que el amor?
Vuelvo a verla —Lidiar con Elliot Reynolds, sin duda.
A penas termino de decirlo, y ella se suelta a reír a carcajadas, logrando hacerme reír a mí también. Luego, nos quedamos en un extraño y completo silencio.
—Deberíamos dormir —digo, arrugando la nariz.
—Creo que sí. —Al tiempo que habla, se sale de la cama y se va directo a la puerta, pero antes de salir vuelve a verme. —Trata de descansar, ¿okay?
—Sí, lo haré. Buenas noches.
Me sonríe —Hasta mañana.
Sale de la habitación, apagando la luz y cerrando la puerta detrás de ella.
Y aquí estoy de nuevo: sola, en silencio y sin ganas de dormir.
Termino acostándome de nuevo, pero esta vez me acomodo sobre mi estómago y abrazo una almohada. Mis pensamientos están a punto de salir a flote, pero los obligo a callar. Cierro los ojos con fuerza, aferrándome a la idea de dormir. Necesito dormir.
A penas han pasado unos segundos cuando vuelvo abrir mis ojos de golpe porque el sonido de mi teléfono me saca un susto de muerte.
—Mierda —mascullo molesta, y estiro la mano para tomar el teléfono que descansa sobre la mesita de noche.
¿Quién carajos me está llamando a estas horas?
Cuando reviso la pantalla del teléfono, el enojo es reemplazado por una sensación mucho más abrumadora. Odio cómo mi corazón se acelera y lo ansiosa que me siento al instante. Es Elliot quien llama.
Muerdo mi labio inferior, dudando qué hacer, pero termino decidiendo que no contestaré, así que vuelvo a dejar el teléfono sobre la mesa. Unos segundos después, deja de sonar. Suelto un suspiro y abrazo la almohada con más fuerza. ¿Para qué me llamaba?
De pronto, el teléfono vuelve a sonar. Sé que es él de nuevo y esta vez me cuesta mucho más ignorarlo.
No debo. No debo...
Pero repetirme eso no vale de nada porque al final, termino contestando la llamada.
—¿Qué quieres, Elliot?
—¿Te desperté? —Pregunta, con la voz más ronca de lo normal.
—Sí —miento.
—Mentirosa —masculla, con un ligero toque de burla. —Apuesto a que no puedes dormir por pensar en mí.
Ruedo los ojos —Elliot, son casi las once. Deja de molestar...
—No. No. No —repite varias veces. —No... me cuelgues. No sabes... lo mucho que me costó llamarte.
Frunzo el ceño. Su voz se escucha rara.
—¿Y para qué querías llamarme?
—Yo, este... Mmm, había una razón...
—Elliot, estás... ¿ebrio? —Pregunto incrédula.
—Sí —responde, con la voz arrastrada, pero al instante se corrige. —No. Bueno, solo un poco.
Niego con mi cabeza, haciendo una mueca de molestia como si pudiese verme —¿Por qué demonios estás bebiendo? ¿Y por qué me estás llamando en ese estado?
—Lo primero, porque necesitaba unos tragos, y lo segundo, porque quería escucharte... —hace una larga pausa. —¿Sabes que el whisky me hace sentir más valiente para decirte algunas cosas? Así que pensé que debía aprovecharlo.
—Eso es ridículo.
Ridícula yo que hasta me estoy acomodando en la cama, como si estuviese esperando hablar por mucho tiempo con él. No sé por qué contesté.
—Hay un dicho muy famoso —vuelve a hablar. —Es algo acerca de que los borrachos siempre decimos la verdad. Así que, Olive... voy a decirte muchas verdades ahora.
No sé por qué, pero mi corazón se acelera. No sé qué tan cierto sea ese dicho, pero no sé qué esperar. No sé qué vaya a decirme Elliot en estos momentos; sin embargo, una odiosa parte dentro de mí está que muere de la curiosidad.
—¿Y qué verdades vas a decirme, Elliot?
—Primera verdad —suspira. —No tienes una puta de idea de lo jodido que estoy por ti, Olive. No puedo besarte, no puedo tocarte... Y el problema es, que por más que trato, no puedo sacarte de mi cabeza todo el puto día... ¿Qué carajos hiciste para adueñarte de mis pensamiento de ese modo? Oye, tengo miles de cosas más en qué pensar, pero, tú no les das espacio...
Mi corazón se acelera todavía más. Ay, no. ¿Por qué me está diciendo todo eso? No sé qué decir. Ni siquiera sé cómo reaccionar. Entonces, continúa.
—Segunda... verdad —hace una pausa y juro que le escucho dar un trago, seguramente al whisky. —Era mentira todo lo que te dije... el otro día.
Frunzo el ceño —¿Qué?
—Sí. Dije muchas estupideces solo porque estaba molesto. Era mentira, que no me importaba si me creías o no. Yo sí quería que me creyeras. Solo fue un beso. Te lo juro por lo que quieras. Yo... no me acosté con nadie... Lo juro.
No quiero que continúe —Elliot, basta. No tienes que explicar.
Él me ignora —Y lo otro que dije, también era una puta mentira. No iría a buscar más amantes. No. Yo no fui a buscar a Corinne ni a nadie más.
—Detente...
—No, escúchame —gruñe molesto. —No fui con ninguna otra mujer. ¿Sabes p-por qué?... Porque no me interesa nadie más que tú. —Mi corazón se salta un latido, pero él no me da ni tiempo de procesar, porque continúa. —Ya no quiero besar otros labios que no sean los tuyos. No quiero tocar otro cuerpo que no sea el tuyo. —Una extraña risa se le escapa. —Así de jodido me tienes, Olive.
Me llevo la mano libre al pecho, sintiendo cómo mi corazón late deprisa. No encuentro nada que decir. ¿Por qué sus palabras están teniendo este efecto en mí?
—Elliot, yo...
—Tercera verdad —vuelve a interrumpirme y no me queda de otra, más que escucharlo atenta. —¿Recuerdas cuando te dije que podría acostumbrarme a ti, pero eso sería malo? —Yo asiento como si pudiera verme. Él suspira. —Terminé haciéndolo. Me importó una mierda que fuera malo y lo hice. Me acostumbré a ti, Olive, y ahora no tengo una puta idea... de cómo solucionarlo.
Ahora mi corazón se detiene. Una sensación abrumadora se apodera de mi pecho y me impide respirar. ¿Eso es una confesión? Lo que dice Mandy casi todo el tiempo, ¿es verdad?
¿Elliot Reynolds sí siente algo por mí?
No. No. No. Eso, no, puede, ser.
—Liv, dime algo —masculla con la voz arrastrada.
—Estás ebrio —digo lo primero que se me viene a la mente.
—Y loco por ti también. Dos cosas de las que estoy muy seguro, justo ahora.
Sin que pueda evitarlo, suspiro, tratando deshacerme del remolino de emociones que sus palabras me han provocado. No quiero verme tan afectada..., pero lo hago.
—¿Por qué habría de creer todo lo que dices?
—No sé —ríe de nuevo. —Solo quería decírtelo porque estoy seguro que sobrio, jamás me hubiese atrevido a decir nada de esto.
Sé perfectamente que tiene razón en lo que dice y eso me da la respuesta. Sí es sincero en todo lo que ha dicho y la sensación que eso me provoca es inexplicable, y no quiero saber más.
—Elliot, ya es noche. Deberías dormir y yo también debo hacerlo.
—¿Por qué no vienes a dormir conmigo? —Suelta otra pequeña risa.
—Estás loco.
—¿O quieres que yo vaya donde ti?
—Sí, seguro —digo, sarcástica. —En tu estado no llegarías ni a la puerta de tu apartamento.
Se ríe un poco más fuerte —¿Quién dice... que no? Sí me lo pides, te aseguro que en menos de una hora, me tienes ahí en tu cama.
Ruedo los ojos —Voy a colgar.
—¿Qué pasa, Olive? —Su voz se vuelve mucho más ronca. —¿Tienes miedo de que pudiera hacerlo y ya teniéndome en tu cama, sea demasiada tentación para ti?
Su comentario me fastidia. Vaya que el alcohol lo pone irritante.
—No digas idioteces —mascullo, haciendo notar la molestia en mi voz.
—Cuarta verdad, Olive —suelta un suspiro ronco. —Tengo unas inmensas ganas de follarte.
¿Qué?
¡Mierda!
Involuntariamente sus palabras provocan una reacción inmediata en mi cuerpo, haciéndome sentir un nudo en el vientre. Ya había olvidado lo que Elliot podía causarme con solo sus palabras. Ha sido mucho tiempo desde la última vez que estuvimos juntos, y admito que quizá me hace falta el placer que me brindaba. Pienso en sus besos, sus caricias y su cuerpo sobre el mío, y...
Sacudo mi cabeza cuando me doy cuenta que estoy empezando a pensar e imaginar cosas que no debo.
—Ya no quiero seguir hablando. Necesito dormir.
Sigo escuchándome molesta pero esta vez quizá no es del todo con él, sino conmigo. Por no ser capaz de controlar el deseo.
No hay respuesta. Solo un enorme silencio en la línea. Frunzo el ceño.
—¿Elliot?
—Quiero... preguntarte algo.
—No. Debo dormir ya.
—Solo una pregunta, por favor, Olive —pide insistente.
Resoplo —¿Qué pregunta?
—¿Tu cuerpo me extraña?
Una roca se instala en mi estómago. ¿Por qué rayos sigue haciendo comentarios y preguntas tan incómodas?
—¿Por qué preguntas eso? —Trato de escucharme molesta pero creo que fracaso.
—Solo responde. Es que..., necesito saber. —Su voz denota urgencia.
Muerdo mi labio inferior, y cierro los ojos con fuerza. Sí tengo la respuesta a esa pregunta, pero no sé si decirla en voz alta. Aunque de todas maneras, quizás él no recuerde nada mañana, así que...
—Sí, Elliot —respondo casi en un susurro. —La respuesta a tu pregunta es sí.
—Yo también extraño hacerte mía.
Tanta sinceridad de su parte me está aturdiendo. Si sigue así podría terminar convenciéndome de regresar y juré que sería más resistente.
—Ya tengo que colgar, Elliot.
La línea se queda en silencio unos segundos de nuevo. Luego, otro suspiro.
—Entiendo. Discúlpame por... por haberte llamado.
Muerdo mi labio inferior, dudando en decir lo siguiente porque sé que no me incumbe pero de todas maneras lo digo.
—No sigas bebiendo. Eso no es bueno. Mejor ve a dormir.
Suelta un pequeño gruñido —Lo dices como... como si te preocuparas por mí.
Muerdo la uña del dedo pulgar de mi mano libre —Bueno, pues eres mi jefe y tengo derecho a preocuparme un poquito, ¿o no?
—Dilo de nuevo —dice, y yo frunzo el ceño.
—¿Qué?
—Di que te preocupas por mí.
Me extraña todavía más —¿Y por qué quieres que lo repita?
—Porque quiero volver a escucharlo. Me hace sentir que no me odias.
—No te odio, Elliot —aclaro al instante.
—¿Ni después de la idiotez que cometí? —Pregunta con un ligero toque de alivio.
Mis labios forman una línea dura. No voy a decirte cuan mal me sentí por lo que hizo. No voy a demostrarle mis sentimientos.
—No tengo nada contra ti, Elliot, y respecto a lo que dijiste cuando estabas aquí. —Suspiro. —Sí tenías razón. Yo estaba tratando de vengarme un poco, pero, no lo haré más. Puedes estar tranquilo.
Otra risa lo asalta —¿Ya no vas a restregarme a la cara lo preciosa que eres, solo para torturarme?
Niego con mi cabeza al tiempo que trato de contener una sonrisa —No. Ya no.
—Igual no creo que haga diferencia... —hipa una vez. —No hace falta que hagas mucho para tener mis ojos encima de ti todo el tiempo.
De pronto, siento una gran ansiedad dentro de mí porque desde hace unos minutos estoy pensando preguntarle algo directamente. Nunca me han gustado los rodeos y aunque creo que él ya confesó lo suficiente como para tener una idea, yo necesito algo más concreto. Una respuesta exacta. Así que pregunto.
—Elliot, dime algo: ¿Sientes algo por mí?
Otro largo silencio. Pareciera que está pensando su respuesta, lo cual me pone mucho más ansiosa. ¿Dirá que sí o que no? ¿Cuánta sinceridad es capaz de darle el alcohol?
Finalmente, después de unos segundos que parecen eternos, vuelve a hablar con la voz mucho más ronca y arrastrada.
—Hay preguntas, que es mejor no responderlas, Liv.
—Pero quiero saber.
—No —responde, un poco malhumorado.
—¿Y por qué no?
—Porque no voy a responderte en este estado —suelta rápidamente, y yo frunzo el ceño. Entonces explica:— Olive, mañana puede que no recuerde ni una puta palabra de lo que te estoy diciendo... Sí, el puto alcohol tiene la manía de sacarme la sinceridad sin que yo quiera, y debería aprovecharlo más, p-pero..., si algún día voy a hablarte de mis sentimientos, no va a ser mientras estoy ahogado de borracho.
Juro que pierdo el habla y mi corazón se acelera todavía más.
Entonces, ¿sí tiene sentimientos hacia mí? A eso se refiere, ¿o no?
Ay, Dios. Me siento todavía más afectada.
Elliot Reynolds causa estragos en mí. Como lo detesto por eso.
—Creo que... eso es todo lo que debo decir... —Su voz vuelve a captar mi atención. —D-De nuevo, disculpa por haberte llamado... Buenas noches, preciosa.
Algo cálido se apodera de mi pecho ante la manera en que vuelve a llamarme. Una oleada de pequeños recuerdos que quizá son insignificantes, pero me afectan. Me ablandan.
—Buenas noches, Elliot —digo casi en un susurro.
Luego de un instante que parece eterno, termina colgando la llamada. Con mucho trabajo despego el teléfono de mi oreja y me quedo todavía peor de lo que estaba.
¿Por qué tenía que llamarme ebrio, para decirme todas esas cosas?
Solo espero que ojalá y mañana no recuerde nada de lo que dijo. Espero que siga comportándose distante como todos estos días atrás, porque juro que si vuelve a buscarme de la manera que lo ha hecho ahora, no creo pueda seguir alejándolo.
Dejo el teléfono sobre la mesita de noche de nuevo y me acomodo en la cama. Vuelvo a abrazar la almohada con mucha fuerza, y traigo a mi mente la imagen de Elliot al instante.
Esto será más difícil de lo que pensé.
Realmente me sentí muy molesta por la estupidez que cometió aquel día. Me sentí burlada. Engañada. Sentía un gran enojo hacia él. Pero el hecho de que venga ahora a decirme todas esas cosas con tanta sinceridad, me viene a cambiar todo, aunque me enoje admitirlo.
Mi orgullo es el que no le permite a Elliot acercarse. Mi orgullo es el que no me permite decir en voz alta cuántas veces he deseado que me bese y que me toque. Cuántas veces he tenido la necesidad de volver a sentir el placer que me daba. El maldito orgullo no me permite admitir que, yo también ya me había acostumbrado a él.
No sé qué siento por él. No puedo definir mis sentimientos exactamente, porque estoy tratando de reprimirlos. Estoy tratando de recordarme que, aunque ya no somos amantes, el acuerdo fue solamente sexo, sin amor. El problema es que parece que se nos olvidó que así era.
Siempre he pensado en que mi sexto sentido me dice que, sentir algo por Elliot Reynolds, sería como lanzarme a un abismo y solo veo dos posibilidades: o él se lanza conmigo y caemos juntos, o no le importo y me deja caer sola.
Como sea, no quisiera averiguar cuál sería la posibilidad ganadora, así que, mejor cortar lo que pudiésemos empezar a sentir. Por eso espero que él no recuerde nada de lo que ha dicho ahora y ambos podamos seguir con normalidad. De nuevo jefe y empleada, únicamente.
Parece difícil, pero yo estoy segura que puedo lograr superar lo que pasó. Cerrar ciclos es una especialidad mía, porque la vida mierda que he llevado me hizo aprenderlo por las malas y estoy segura que solo necesito un poco de tiempo más para cerrar el capítulo con Elliot, siempre y cuando él colabore.
Pero ese es el problema, pienso. No sé si él vaya a colaborar o se vuelva un obstáculo.
Suelto un largo suspiro, cerrando los ojos y decido enfocarme con todas mis fuerzas en el pensamiento de: dormir.
Después de un largo tiempo, la dichosa pastilla que me dio Mandy parece que se digna en hacer efecto y la pesadez me invade. Pero como siempre algo está empeñado en no dejarme en paz en los momentos que más necesito, el resto de la noche es una tortura de pesadillas.
Estoy en el estacionamiento, lista para subir a mi auto cuando alguien me detiene y me hace girar bruscamente. Antes que pueda procesarlo, la mano del hombre que me ha detenido se estrella contra mi mejilla derecha con tanta brutalidad, que me hace caer.
Ahogo un quejido cuando me golpeo contra el suelo, y el pánico me arraiga cuando escucho unos pasos acercarse. Es el ladrón. Va a hacerme daño. Va a...
Me corto en seco cuando alzo la mirada y veo el rostro del hombre. Una sonrisa aterradora pinta sus labios y camina hacia mí lentamente cual depredador frente a su presa.
—No. No. No —niego con mi cabeza varias veces sin poder creer lo que veo. —No puedes ser tú. ¿Cómo...? —Mis ojos bajan a sus piernas. —¿Cómo puedes caminar?
—¿No te da gusto? Tu padre ha vuelto a caminar, Liv —exclama con una emoción aterradora. —Ya soy el de antes.
Esas palabras bastan para terminar de aterrarme hasta la mierda. De pronto, trato a toda costa alejarme de él. Me pongo de pie tan pronto como puedo y trato de huir, pero al primer paso, choco abruptamente con él cuando aparece al frente. ¿Cómo lo hizo?
—Es hora de que pagues lo que le hiciste a tu padre, Olive.
Niego con desesperación —Aléjate de mí. —Retrocedo un par de pasos. —¡No te acerques!
—¿Todavía me odias? —Sonríe ampliamente causándome escalofríos. —Pero yo te quiero mucho, hija.
Acorta la distancia entre nosotros, y me aterro todavía más cuando mi espalda choca contra un auto. Estoy acorralada. Las lágrimas casi salen de mis ojos y la desesperación aumenta.
—¡Dije que me dejes en paz! ¡No te acerques! —grito, pero me ignora. Entonces veo que alza la mano. Va a golpearme de nuevo. —¡Aléjate! ¡No!
—¡Olive, despierta!
Abro mis ojos de golpe, levantándome precipitada sobre la cama. Mi corazón late deprisa y respiro jadeante.
—Hey, tranquila. Estás bien. Era una pesadilla —escucho una voz a mi lado.
Trato de ubicarme viendo hacia todas direcciones y de pronto mis ojos la localizan. Un indescriptible alivio me invade, pero todavía puedo sentir el miedo correr por mis venas.
—¿Era pesadilla? —Pregunto con la voz entrecortada. Necesito que me lo repita.
Ella asiente y se sienta al borde de la cama, muy de cerca para abrazarme —Sí, solo eso. Tranquila.
La abrazo con mucha fuerza y cierro mis ojos, sintiendo como un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas.
—G-Gracias por despertarme, Mandy.
—Me asustaste, Liv —me dice con voz suave. —Me levanté para ir al baño y de pronto te escuché gritar. Supuse que era una pesadilla, pero me asusté mucho.
—Fue horrible —aprieto mis ojos con más fuerza. —El ladrón era Ronald.
—¿Qué? —Pregunta confundida.
Trago grueso y me obligo a explicar, alejándome de ella –El ladrón en el estacionamiento era él. Era mi p-papá.
Sus cejas se juntan —Ay, Liv. Ya sabía que en algo te iba afectar ese incidente.
—Yo también supuse eso, pero no pensé que mi mente alterara las cosas de ese modo. Fue horrible.
Niego con mi cabeza y ella hace una mueca de tristeza.
—¿Te lastimaba en tu pesadilla?
—Me daba una bofetada, lanzándome al suelo —comienzo a explicar, sintiendo el corazón se me acelera de nuevo. —Él... estaba caminando y quería acercarse a mí, y decía que era hora de que pagara p-por lo que le hice... —el nudo en mi garganta me impide continuar.
Ella suelta un suspiro y vuelve abrazarme.
—No sabes cuánto odio a ese hijo de puta porque todavía es capaz de seguir lastimándote de este modo.
—Siempre lo hará —digo, con voz de derrota. —No importa cuán fuerte o valiente aparente ser respecto a lo que pasó, siempre voy a cargar con las secuelas, cada maldito día. Jamás voy a poder superarlo del todo. —Un suspiro tembloroso escapa de mis labios. —No puedo olvidarme de ese pasado tormentoso, Mandy. Solo lo oculto frente a todos, pero los recuerdos están ahí, aguardando por cualquier oportunidad que los remueva y los haga salir a flote para torturarme. —Tenso la mandíbula. —Mi supuesto padre me marcó de la peor manera.
—Lo sé y por eso lo odio y por eso merece estar como está —gruñe haciendo denotar el rencor en su voz. —Ojalá se hubiera muerto.
Me alejo para verla de frente —Pero sigue vivo. Sigue siendo la prueba viviente de lo peor que me ha pasado en la vida.
—Algún día pagará por todo, Liv.
—¿Tú crees? —Pregunto inevitablemente incrédula y burlona. —Yo creo que quedó muy demostrado que la justicia es una mierda.
—Ya sé. Pero yo trato de pensar en que tarde o temprano, la vida va a cobrarle factura de todo lo que ha hecho. Eso te lo aseguro.
—Eso quisiera, pero ni el peor castigo sería suficiente para hacerlo pagar por todo lo que hizo.
Hace una mueca que sé que me da la razón. Tomo una inspiración profunda tratando de terminar de relajarme y luego me froto el rostro con las manos.
—¿Qué hora es?
—Mmm, creo que son cerca de las tres de la madrugada —me responde.
—Bueno, todavía tenemos tiempo para dormir —le dedico una débil sonrisa. —¿Te quedas aquí conmigo?
—Claro —me sonríe de vuelta.
Nos acomodamos en la cama de manera que termino abrazada a ella como niña pequeña.
Suspiro —No sé qué haría sin ti, Mandy.
—Yo tampoco sé qué harías sin mí, Olive.
Apuesto a que está sonriendo, y eso me provoca hacerlo yo también.
—Ahora descansa —añade en un tono reconfortante y yo asiento, cerrando los ojos.
No quiero más pesadillas. Solo quiero descansar. Dormir es la única manera que tengo para dejar mi mente en blanco de tanta mierda que me atormenta, pero a veces, ni siquiera en mis sueños me deja en paz.
Sin embargo, sentir a Mandy cerca mío, me llena de cierta tranquilidad.
En serio, no sé qué haría si no la tuviera a ella como amiga. Ella es más que eso. Es como una hermana y gracias a ella no me he rendido las tantas veces que lo he pensado. Soy fiel creyente que, una amiga, puede salvarte muchas más veces que cualquier otra persona.
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