Capítulo 34 | Elliot
Me paso la mano por el cabello, una tercera o cuarta vez. Realmente no sé cuántas veces lo he hecho. Me siento furioso. Frustrado.
—¡Mierda! —Mascullo en voz alta, dándole una patada a la silla, haciendo que esta corra una buena distancia y Jared termina deteniéndola.
Él me mira en silencio, pero esa puta mirada ya me está cansando.
—Ya deja de verme de ese modo, ¿quieres?
Suspira, negando con la cabeza —Ya relájate, Elliot. Estás demasiado alterado.
—No se me da la puta gana relajarme.
Le doy la espalda y apoyo mis manos contra el librero, bajando la cabeza. La ira no disminuye con nada. Ahora mismo quisiera lanzar todo lo que se encuentra en la oficina.
—Voy a regresar a hablar con ella —digo, enderezando mi postura y dándome la vuelta para salir.
—¿Qué? No. Solo vas a empeorar las cosas —Jared me corta el paso.
—Solo quiero tratar de arreglar lo que hice. Voy a ir y decirle que lo siento. Que todo lo que dije estuvo mal y solo lo dije porque estaba molesto.
—Siempre dices cosas que no debes cuando estás molesto —rueda los ojos.
—Ya sé —gruño. —Pero esta vez me pasé. Ni siquiera sé por qué demonios dije tanta estupidez.
Él niega con la cabeza —La verdad jodiste todo, y mucho. ¿Cómo se te ocurrieron esas cosas? ¿Cómo demonios se te ocurrió decirle que el labial era de Corinne?
—¿¡Y qué querías que le dijera!? —Lo encaro todavía más molesto. —¿Que esa mancha había aparecido por arte de magia? No iba a justificarme con mentiras.
—De todas maneras ella cree que mentiste, porque no te creyó que solo fue un beso, ¿o sí?
Suelto un suspiro exasperado —No. Ella cree que me acosté con Corinne.
—Conociéndote, cualquiera lo pensaría.
Le dedico una mirada asesina —No ayudas, Jared.
—¿Qué te dijo ella exactamente?
—Que no me creía una mierda. Que soy un idiota, un cínico y que me fuera al carajo.
Suelto las palabras tan rápido, que termino cansándome. Él hace un mueca.
—Imagino que todo eso te puso aún más furioso.
—¿Tú crees? —Ironizo. —Terminé diciéndole que la relación de amantes terminaba en el momento que cruzara la puerta.
—¿Y eso querías realmente? —Enarca una ceja.
Tenso la mandíbula —No. Pero en ese momento lo dije porque estaba muy cabreado. Y para rematar le dije que conseguiría, no a una, sino a varias amantes más. Soy un imbécil.
—Después de eso ella no querrá volver a saber nada de ti, Reynolds. ¿Te das cuenta de lo que hiciste?
—Sí, y por eso quiero ir con ella de nuevo y decirle de una puta vez que era mentira. Que no necesito más amantes. Que no me interesa ninguna otra mujer que no sea ella.
Vuelvo a pasarme la mano por el cabello, sintiéndome cada vez más frustrado y vuelvo a caminar de un lado otro, en el mismo espacio. Jared me mira con mucha atención durante algunos segundos, para luego terminar negando con la cabeza.
—Elliot Reynolds, te conozco demasiado bien y por ello puedo darme cuenta que estás empezando a sentir algo por Olive y estoy seguro que una parte de ti también lo sabe.
Me detengo en mi andar. Sus palabras quedan como un eco, repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, causándome una sensación extraña en el pecho. De pronto me siento peor. Más molesto, más incómodo conmigo mismo por lo que siento. Más furioso por lo que acabo de hacerle a Olive.
Él vuelve hablar.
—Quizá la otra parte de ti, la fría y calculadora, está tratando de cortar eso antes de que sea tarde, y por eso actuaste de ese modo, ¿o me equivoco?
Su pregunta es bastante curiosa, y pese a que la incomodidad todavía no desaparece, termino aceptando.
—De alguna u otra manera, creo que sí. —Resoplo y termino sentándome en uno de los sillones frente al escritorio. —Detesto esta sensación. Estoy tan jodido. Últimamente me estaba dando cuenta de que me siento muy bien con ella y que podría dejar fluir las cosas sin problemas. Pero como sabrás, recordé que no puede ser así. Que no debe. —Suspiro, pasándome una mano en el rostro. —Por eso la dejé plantada en la cena. Por eso dije toda la sarta de estupideces ahora. Por eso le dije que terminábamos la relación. Creí que era lo que debía hacer.
—Y te equivocaste —dice en afirmación.
—Ahora que caigo en cuenta que probablemente sí logré alejarla, ya no me parece lo correcto —hago una pausa y niego con la cabeza. —Ya no es lo que quiero.
—Definitivamente te estás enamorando. —Su voz se escucha divertida. —Ahora sí que lo he visto todo. Elliot Reynolds se ha enamorado.
Le dedico una mala mirada —Todavía no.
—Yo creo que sí, pero te cuesta admitirlo por tu puta hombría y por tu falta de experiencia en el tema.
—No puedo admitir algo de lo que no estoy completamente seguro. Ni siquiera sé si podría llegar a estarlo. ¿Tú crees que realmente podría llegar a amar a Olive?
—Yo diría que quizá sí —hace un encogimiento de hombros.
—No sé —niego con mi cabeza. —¿Cómo podría? Sabes que yo nunca he... amado a una mujer. Ni siquiera cuando intenté hacerlo.
—¿Hablas de...?
—Por supuesto —interrumpo su pregunta. —No sé por qué el puto destino está empeñado en hacerme mierda. Ahora que quizá tengo frente a mí a la mujer indicada, no puedo amarla.
—O te da miedo —corrige él.
—Como sea —ruedo los ojos. —El caso es que Olive seguramente va a odiarme, cuando yo solo estoy tratando de alejarla por su bien. Porque no puedo pretender que merece estar con un patán como yo. No merece el lugar que yo voy a darle si continuamos con esto.
—Estás haciendo lo correcto —dice Jared, con un tono vagamente reconfortante.
—¿Y entonces por qué carajos me siento tan mal? —Pregunto, confundido. —No tienes una puta idea de lo que me afectaron sus palabras, la forma en que me miraba. Me sentí como un completo hijo de puta.
De pronto entrecierra los ojos, viéndome de una manera acusadora.
—Dime algo, Elliot. No fue Corinne quien te dio el beso, ¿verdad?
Me quedo callado. Me abstengo de responderle, pero estoy bastante seguro que lee la respuesta en la mirada que le doy.
—Ya veo —asiente, y posteriormente toma una inspiración profunda. —Bien, Elliot, este es mi consejo. Las cosas siempre pasan por algo, y si ahora han dado por terminada esa extraña relación, deberían dejarlo así y seguir con sus vidas. Tú sobre todo.
—¿Crees que no sé, que debería dejar las cosas así? Por supuesto que sí. Lo que no sé es cómo demonios haré para seguir fingiendo que nada pasó entre nosotros, cada que la vea. Si no pude hacerlo la primera vez, menos ahora después de todo el tiempo que llevamos. Ya no puedo verla como mi empleada únicamente. Es más, estoy seguro que correré a buscarla a la primera oportunidad que tenga.
—¿Serías capaz de seguir reteniéndola a tu lado, aun cuando sabes que quizá nunca tendrá el lugar que merece? —Pregunta, en un tono bastante acusador.
—Soy tan hijo de puta, que sí —respondo sin dudar.
Él niega con la cabeza, en señal de desaprobación —No lo hagas, Elliot. Mejor suéltala ahora que aún puedes.
—¿No eras tú quien siempre me decía que si algún día encontraba a una mujer que valiera la pena, luchara por ella? —Pregunto con sorna.
—¿Y estarías dispuesto a luchar por ella, Elliot? ¿Estarías dispuesto a todo lo que eso conlleva? —Sus preguntas tan firmes, me hacen dudar en cierto modo, así que me quedo callado. Él suspira y vuelve hablarme. —Mejor no tientes a tu suerte. Deja las cosas tal cual están. Al final te darás cuenta que ella era simplemente un capricho.
Olive no es un capricho, pienso. Sí, quizás en un principio lo era, pero con el tiempo ha venido convirtiéndose en algo más.
—Ya te pasará. En un par de días regresarás a tu viejo yo y te olvidarás de ella. Te lo aseguro.
—No sé si quiera volver al mismo ritmo de vida que llevaba antes —gruño molesto, porque realmente hasta en eso empezaba a cambiarme ella.
—No hay peor lucha, que la que no se intenta —dice él, cruzándose de brazos. —Te veo muy jodido, Elliot, pero todavía creo que estás a tiempo.
—Esto es una mierda.
—Vas a alejarte, Elliot —sentencia con severidad. Lo miro de reojos y él insiste. —Dilo, Reynolds.
—Voy a alejarme de Olive. ¿Contento?
Niego con mi cabeza, sintiéndome todavía frustrado, pero menos furioso que al principio. Quizá charlar con Jared me ayudó un poco. Jamás me había sentido tan mal por comportarme como un gilipollas con una mujer, pero ahora lo hago. Sin embargo, quizá solo debo pensar un poco más las cosas, para aceptar que, definitivamente, hice lo correcto. Ahora solo debo poner de mi parte y cumplir lo que acabo de decir.
Debo alejarme de ella.
**~**
Ha pasado casi dos semanas desde que sucedieron las cosas con Olive. Los días se han sentido extremadamente largos. Ha sido una completa tortura y cada día he tenido que contenerme un poco más para no buscarla. Lo admito.
A penas y cruzamos palabra, y esto que hemos tenido mucho trabajo juntos. Hemos asistido a reuniones y una que otra visita a los clientes de nuestra cartera, pero nada pasa más allá de lo laboral.
Esto es demasiado frustrante.
La veo andar de aquí allá, luciendo tan preciosa como siempre, y no puedo acercarme. No puedo tocarla. Extraño su piel, sus labios y sentir de cerca esa fragancia suya que me vuelve loco.
¿Y ella me extrañará a mí?
Siempre me pareció una mujer muy difícil de leer, pero ahora lo es todavía más. Aparentemente ella ha sabido llevar las cosas, mucho mejor que yo. Incluso es como si se hubiese propuesto atraer mucho más mi atención solo para torturarme peor, cuando ella ya es inmune a mí. Juraría que se está vengando, y de la peor manera. Nada me jode más que ver lo provocativa que luce y no poder hacerle nada de lo que quisiera.
Esta mujer va acabar conmigo.
Suelto un largo suspiro, y reviso la hora en el reloj de mi muñeca. Son las 6:10pm. Ella ya debe haber salido.
Normalmente trato de salir unos minutos antes o después de ella, así evito que nos encontremos en el elevador. Estar en un lugar tan reducido, podría afectarme demasiado. Aunque todavía me pregunto si aún sigue usando el elevador ejecutivo como le dije que lo hiciera hace tiempo, o quizá volvió a utilizar el otro con Mandy.
Una vez dejo todo listo, tomo mi teléfono y las llaves del auto, para salir de la oficina. Toda la planta es un silencio total. No hay nadie más que yo. Al pasar las puertas dobles, apago las luces y me voy directo al elevador. Desciendo hasta el estacionamiento y al salir del cubículo, preparo las llaves de mi auto, pero antes que haga nada, la alarma de otro auto se activa sacándome un buen susto.
El sonido estridente resuena en todo el estacionamiento y no le tomo demasiada importancia, a pesar de que no sé qué activo la alarma. Sin embargo, me extraña cuando creo escuchar la voz de un hombre gritándole a alguien.
Frunzo el ceño y de inmediato mis ojos localizan el auto cuyas luces parpadean porque la alarma no para de sonar. Una sensación extraña se apodera mi pecho cuando creo reconocerlo. Es el auto de Olive.
Preso de un impulso, empiezo a caminar en su dirección. Mis sentidos se ponen alerta cuando la escucho gritarle a alguien que la suelte. Ahora se vuelve una urgencia llegar hasta ella. La sangre recorre todo mi torrente sanguíneo a una velocidad exagerada y mi pulso zumba detrás de mis orejas. Entonces, veo lo que sucede y la reacción es inmediata.
—¡Suéltala, hijo de puta! —Le grito al idiota que la tiene acorralada contra el auto.
Mi voz se escucha más amenazante que nunca. El tipo voltea hacia mí y al instante aparta a Olive, lanzándola bruscamente al suelo, para luego intentar abrir el auto con las llaves que le ha arrebatado y huir.
Escucho el pequeño quejido de dolor que suelta Olive al instante que toca el suelo y aunque quisiera, no voy con ella. Justo ahora mi objetivo es impedir que el idiota huya.
Lo detengo justo al momento que abre la puerta, pero no le dejo subir al auto. Lo sujeto con fuerza de la camisa, haciéndolo girar. Una vez me queda de frente, estrello mi puño contra su cara. El tipo se tambalea hasta que termina cayendo al suelo, casi a un lado de Olive.
Me siento tan furioso, que juro voy a partirle la cara.
—¡Levántate, imbécil! —gruño, agachándome para sujetarlo del cuello de su camisa y tiro de él hasta ponerlo de pie, para volver a golpearlo en la cara. —¿Qué pretendías, hijo de puta? —Le doy otro golpe. —¿¡Te atreves a lastimar a una mujer indefensa!?
—¡E-Elliot, ya detente! —grita Olive con la voz temblorosa.
No sé cómo demonios me contengo para no darle otro golpe al imbécil. Quizá solo sea porque Olive me pide que pare. Me distraigo unos segundos para verla, y el bastardo los aprovecha para zafarse de mi agarre y salir corriendo a toda prisa.
—¡Mierda!
Casi estoy por ir detrás de él, pero la voz de ella vuelve a detenerme.
—Elliot... No te vayas...
Mi pecho sube y baja con rapidez, debido a mi respiración agitada. Tengo mi mandíbula tan tensa, que duele. Todo mi cuerpo está muy rígido y me siento furioso, pero en el momento que mis ojos vuelven a posarse en ella, y noto el miedo con que me mira, me obligo a calmarme. Necesito saber si le hizo algo.
Me acerco rápidamente para ayudarle a levantarse y tan pronto como está de pie, no contengo el impulso de ahuecar su rostro con mis manos para examinarla con mucha atención.
—¿Te hizo algo? ¿Estás bien?
Desvía la mirada y un leve asentimiento es su respuesta, pero no convence. No cuando luce aterrada hasta la mierda.
—Olive, mírame. —La obligo a verme de nuevo. —¿Segura que no te hizo nada?
—Quería las llaves d-de mi auto, p-pero me negué a dárselas —tartamudea y me doy cuenta que está casi temblando. Traga grueso y continúa. —Entonces m-me las quitó a la fuerza y me contraminó contra el auto, y trato de besarme... —dice negando con la cabeza, y se cubre el rostro con las manos.
—Qué hijo de puta —gruño, sintiéndome todavía más furioso, pero sin pensarlo dos veces, la atraigo hacia mí para abrazarla. —Tranquila. Todo está bien —añado en un tono reconfortante.
Su cuerpo se tensa durante unos segundos, pero no se aparta. Se queda muy quieta, dejándome disfrutar de la calidez de su cuerpo y de su agradable aroma, mientras trazo suaves caricias en su espalda.
¡Mierda! No tenía una puta idea de cuánto extrañaba tenerla así de cerca. Tampoco podría decir cuan aliviado me siento de haber llegado a tiempo para ayudarla.
—Ya me siento mejor. Gracias —sisea con la voz débil e intenta alejarse pero yo no la quiero soltar.
—¿Segura?
—Sí, solo, quiero irme a casa. —Termina apartándome.
—Okay, yo te llevo.
De inmediato niega —No es necesario.
—Olive, todavía estás temblando. —Paso mis manos por sus brazos. —Aun estás nerviosa. Además, creo que el tipo se llevó las llaves de tu auto.
—Quizá las dejó tiradas.
Se mueve de su lugar para empezar a buscarlas en el suelo. Suelto un largo suspiro, y la tomo del brazo.
—Insisto, Olive. Yo voy a llevarte a tu apartamento y no hay más opciones.
—Pero, ¿y mi auto?
—No hay problema que quede aquí. Voy a decirle al guardia de seguridad que revise todo el estacionamiento hasta que encuentre las llaves para que mañana te lo lleves sin problemas.
Me mira un poco irritada, pero termina aceptando a regañadientes —Okay.
Todavía un poco renuente, pero consigo que suba a mi auto y en un completo silencio, hacemos nuestro viaje.
Cerca de media hora después, estamos frente a su apartamento. Cuando abre la puerta, hasta entonces parece recordar que yo estoy detrás de ella, así que se detiene y gira.
—Gracias de nuevo por, haberme ayudado.
—Solo me alegro haber llegado a tiempo.
Me dedica una pequeña sonrisa —Gracias por traerme también.
—No es nada —respondo al tiempo que hundo las manos en los bolsillos del pantalón. Ella está por girarse de nuevo, pero la detengo. —Olive, ¿puedo preguntarte algo?
Vuelve a mirarme, un poco confundida pero asiente —Dime.
—¿Conocías al tipo?
—No. No tengo ni idea de quién era.
Asiento —De todas maneras, voy a pedir que revisen las cámaras para tratar de identificarlo y dar con él.
Sus ojos se abren con sorpresa —No es necesario.
—Pero yo quiero hacerlo.
Está apunto de replicar algo, cuando Mandy aparece de pronto detrás de ella y la interrumpe.
—¿Y tú qué carajos haces aquí? —Me ataca al instante y me sorprende.
Olive gira hacia ella —Mandy, tranquila. Solo me trajo.
—¿Qué? ¿Por qué? —La mira con algo de confusión y de pronto su expresión es peor. —¿Por qué te ves tan mal? —Vuelve a verme. —¿Y ahora qué demonios le hiciste?
—Mandy —la reprende Olive, pero la ignora.
—¡Responde! —Insiste y yo hago una mueca de fastidio.
—No le hice nada. Solo la salvé de que un idiota la agrediera y le robara su auto.
Sus ojos se abren exageradamente —¿¡Qué!? ¿Cómo pasó eso? ¿Dónde? ¿Olive, estás bien?
Hace una pregunta tras otra y puedo ver que a Olive le disgusta. La ignora y voltea a verme.
—¿Quieres pasar? —Durante unos segundos la miro incrédulo, así que lo repite. —Si quieres pasar está bien. Además, seguramente Mandy necesita hacerte muchas preguntas respecto a lo que pasó.
El comentario me causa gracia, sobre todo cuando veo que Mandy hace una mueca indignada. Obviamente acepto sin dudarlo.
—Claro.
Ella asiente y me deja entrar.
Unos minutos después, estamos sentados en la sala, terminando de hablar de lo sucedido. Tal y como Olive lo dijo, Mandy ha hecho muchas preguntas pidiendo detalles de cada cosa.
—¿Y segura que no sabes quién era?
—Sí, no tengo ni idea. Seguramente solo era un ladrón y ya.
—¿Pero qué hacía ahí, justo a la hora que tú salías? —Mandy hace otra pregunta. —A mí se me hace extraño —añade.
—¿Crees que ya era premeditado? —Pregunto, atrayendo la atención de ambas.
—¿Quién lo haría? —dice Olive con un ligero toque de burla.
—La loca de Kath —responde Mandy al instante.
Frunzo el ceño —¿Quién es?
Olive rueda los ojos —No es nadie importante. No digas locuras, Mandy.
—No son locuras. Yo esperaría cualquier cosa de ella. Además, con el último encuentro que tuvieron y esa clara amenaza de que lo pagarías, no tengo dudas de que fue ella. Tal vez no directamente, pero sí pudo mandar a ese tipo.
—No sé de quién hablan, pero si Mandy está segura de lo que dice, eso algo grave, Olive —opino.
Ella suelta un suspiro —No descarto nada pero no quiero sacar conclusiones precipitadas en estos momentos. Me siento agobiada.
—Okay, hablaremos luego. Ya ve a descansar —le dice Mandy.
—No creo poder dormir —le responde, haciéndose un leve masaje en las sienes.
—Te daré una pastilla.
Mandy se pone de pie y se va a su habitación seguramente a traerla.
—Supongo que mejor ya me voy —digo, captando la atención de Olive.
Me pongo de pie, abotonándome el saco y tratando de lucir indiferente. En realidad, una parte de mí quisiera que ella me pidiese quedarme un poco más, pero sé que no lo hará y sé que es ridículo.
Me mira en silencio durante algunos segundos hasta que termina poniéndose de pie también.
—Te acompaño a la puerta.
Asiento y caminamos uno al lado del otro, hasta llegar a la entrada, pero antes de abrir la puerta, vuelve hablarme.
—Sé que no es el momento quizá, pero olvidé decirte que el jueves tenemos una visita a los de Unilever. Yo la programé. Podemos ir ambos o yo sola si tú quieres.
—Te acompaño —digo al instante y me maldigo internamente por escucharme tan ansioso.
—Okay —asiente y luego abre la puerta, dando ha entender que eso es todo lo que había que hablar.
Yo sigo pensando que todavía no quiero irme. Quiero cualquier excusa para quedarme un poco más.
—Oye, quería pedirte disculpas.
—¿Por qué? —Frunce el ceño.
—Porque me vi bastante violento golpeando al ladrón.
Su rostro adopta una expresión de entendimiento —Oh, por eso. Descuida, no hay problema. Yo también hubiese golpeado al idiota si hubiese tenido oportunidad.
—No lo dudo —le regalo una pequeña sonrisa. —Como sea. Voy a pedir que haya un guardia de seguridad dentro del estacionamiento, permanentemente. Pero trata de no bajar sola.
—Siempre salgo con Mandy, pero como hoy era su día de descanso —hace un pequeño encogimiento de hombros.
—Ya veo.
Se queda en silencio durante algunos segundos. Luego aclara su garganta y abre un poco más la puerta.
—Bueno... Buenas noches, Elliot.
Hundo las manos en los bolsillos del pantalón y contengo una sonrisa —Me estás corriendo, ¿verdad?
Me mira sin expresión alguna en el rostro —Ya es noche. Seguramente ya estuvieses en tu apartamento pero toda esta situación te atrasó.
—No importa —hago un pequeño encogimiento de hombros. Entonces, sin pensarlo demasiado, añado:— Esta es la primera vez en casi dos semanas, que conversamos por más de cinco minutos. Quiero aprovecharlo.
Su rostro se torna mucho más serio —Pues ya no hay nada más que hablar. Será mejor que te vayas.
—Escucha, Olive...
—No —me interrumpe de inmediato. —Elliot, en verdad te agradezco todo lo que has hecho durante la última hora, pero no vengas a aprovecharte de ello para pretender estar cerca de mí.
—Te juro que no tienes una idea lo difícil que es esto —digo, con firmeza. —No poder acercarme a ti es una tortura.
—Es tu problema —masculla con total desinterés.
—Pero es que tú lo haces más difícil —digo, acusadoramente.
—Yo no hago nada... —comienza, pero no la dejo continuar.
—No creas que no soy consciente de cómo disfrutas torturarme. De cómo me miras algunas veces, presumiéndome que ya no estás a mi alcance. —Enmudece ante mis palabras, así que decido continuar, acercándome un poco más a ella. —Disfrutas saber que te convertiste en mi debilidad, Olive, y ahora juegas con ello. No creas que no lo sé.
Me detengo muy cerca de ella, tanto, que incluso tiene que levantar su rostro para verme. Su fragancia inunda mis fosas nasales, embriagándome al instante. Desearía olerla y besarla. Disfrutar de su piel.
Su mirada es firme y fría, pero al mismo tiempo hay algo de debilidad detrás de ella.
—Olive, yo sé que eres atractiva y caliente. Sé que eres toda una diosa. —Llevo una de mis manos hasta su barbilla, para levantarle el rostro un poco más. —Sé que eres preciosa, pero por favor, ya para de restregármelo en la cara porque sé que ya no puedo tenerte. —Ahora mis dos manos ahuecan su rostro y la miro con desesperación. —Vas a volverme loco si sigues así.
Sus ojos vacilan entre los míos y parece no saber qué decir. ¡Mierda! Desearía poder leer su mente en estos momentos. Necesito saber qué piensa. Necesito que me diga algo. Lo que sea.
Algo abrumador se apodera de mi pecho cuando veo que sus ojos se posan en mis labios durante una fracción de segundo. Algo en mi interior me grita que la bese y preso de un impulso inclino el rostro para hacerlo, pero estando tan cerca, pone sus manos en mi pecho para detenerme.
—No, Elliot —dice, apartando el rostro. —No lo hagas.
—Olive, solo déjame...
—No. Ni siquiera lo pienses —exclama con más firmeza y vuelve a encararme. —Ahora te pido que me devuelvas mi espacio, por favor, y que te vayas.
Me quedo durante algunos segundos, viéndola en silencio. Por último suelto un largo suspiro en señal de rendición —Como quieras.
Contra mi voluntad, termino aceptando y poniendo distancia entre nosotros de nuevo. Su expresión se ablanda un momento y es como si se arrepintiese de lo que acaba de decirme, pero no insistiré. Sé que me dije a mí mismo que trataría de mantenerme alejado, así sea muy difícil.
—Buenas noches, Olive —digo, con la voz enronquecida.
No espero nada más, y simplemente me doy la vuelta para largarme, con un torbellino de emociones haciéndome mierda por dentro.
Nunca me gustó el tipo de emociones que Olive me causó, desde un principio. Pero ahora son más asfixiantes. Volver a tenerla así de cerca, solo vino a empeorarme las cosas. Ahora la tortura será mucho peor.
¿Cómo es posible que algo que comenzó con una obsesión y atracción sexual, pasara a ser algo más? Algo más profundo, más personal.
No. No. No... Yo no quería llegar a esto. Yo no quería sentir esto.
Desde un principio yo supe que debía ser precavido al mover mis cartas. Sabía que este juego era peligroso, pero me sentía confiado de mí y de mi experiencia. Olive vino a cambiarme los papeles. Ella terminó venciéndome en mi propio juego, y terminé cayendo. Mi ego no se siente nada bien con ello. Nada está bien.
Lo otro que me está matando, es pensar que ella no sienta nada. Que ella sí haya mantenido firme la regla de solo sexo y nada más. Que aquí el único que se estaba involucrando en lo que no debía, fui yo. Me siento como un imbécil.
La coraza que llevo años construyendo a base de prepotencia, frialdad e insensibilidad, está empezando a desvanecerse y Olive Blair es la culpable, y ni siquiera se da cuenta.
Necesito llegar a mi pent-house con urgencia. Necesito ir y beberme toda una botella de whisky.
Después de no sé cuánto tiempo, llevo no sé cuántos tragos. La verdad ya perdí la cuenta. Estoy sentado en la mesa del comedor con mi vista clavada al frente, en la nada, pensando en Olive. No sé suponía que el puto alcohol me hiciera pensarla más. Esa no era la idea.
—Como sigas bebiendo así, te aseguro que no querrás ni levantarte mañana.
La voz de Margaret se escucha a mis espaldas, sacándome un pequeño susto.
—Creí que ya te habías ido —exclamo, ignorando lo que ha dicho.
—Realmente no sé si debería irme y dejarte en ese estado —se escucha más cerca. De pronto la tengo a mi lado. —Deberías dormir.
—Solo son un par de tragos. No te preocupes tanto por mí —digo, viéndola de reojos y doy otro trago al vaso.
—Preocuparme por ti ya forma parte de mis instintos, hijo —su voz es cálida y logra arrancarme una pequeña sonrisa. Coloca una mano sobre mi hombro y suspira. —¿Y ahora qué te ha pasado? Cuéntame.
—No hay nada que contar —mascullo desinteresadamente.
—Se trata de una mujer sin dudas —exclama, dándome palmaditas en el hombro.
—¿Eres adivina, o qué?
Sonríe —¿Quién más que yo para conocerte mejor, Elliot?
Suelto un suspiro en señal de rendición. Quizá me haga bien desahogarme con ella. Margaret siempre tiene un consejo oportuno para cada situación.
—¿Qué es lo que siento? —Pregunto tan confundido, esperando que ella tenga una respuesta que yo no logro encontrar. —He conocido tantas mujeres en tantos lugares y todas me parecen iguales, y de pronto viene una y sin hacer tanto se mete en mi mundo solo para ponerlo de cabeza. ¿Por qué carajos? ¿Cómo puede ser alguien capaz de hacerme sentir tanto, en tan poco tiempo? Eso es imposible —gruño, molesto.
—Eso es amor —corrige, y hago una mueca de desagrado, pero ella ríe. —¿Qué creías, Elliot? ¿Que eras inmune al amor? Nadie lo es.
—¿Ya se te olvidó mi historia? —la miro con algo de desaprobación. —Creí que estaba más que claro que yo no podía amar a nadie. Después de todo este tiempo, decidí olvidarme de todas esas mierdas y estaba bien. Todo iba bien hasta que apareció Olive.
—Así que se llama Olive —sonríe. —Es un bonito nombre.
—Y deberías conocerla a ella —digo, incluso antes que pueda detener las palabras.
Tenso la mandíbula, y decido servirme otro trago. Ella me mira detenidamente, durante algunos segundos en silencio, hasta que decide hablar de nuevo.
—Así que, Olive —dice el nombre con énfasis— te tiene así de mal.
—Esto es una mierda —niego con la cabeza.
—No te tortures, hijo —dice con voz reconfortante. —Conocemos a las personas por alguna razón. Quizás ella...
—Quizás ella llegó en el momento equivocado —la interrumpo.
—Puede que sí sea en el momento equivocado, pero eso no le quita que ella pueda ser la mujer correcta.
Sus palabras me calan muy profundo. Me dejan muy pensativo y con más sensaciones abrumadoras.
—Ya lo has pensado, ¿cierto? —Un asentimiento es mi respuesta. Ella continúa —¿Y crees que el sacrificio que tendrías que hacer, valdría la pena, por ella?
Un escozor extraño me embarga el pecho. Mi mandíbula se tensa todavía más, y mi mente trabaja a mil por hora pensando toda la mierda que eso significaría. Sin embargo, para mi sorpresa, la respuesta la tengo clara.
—Creo que valdría la pena cada maldito día.
Puto alcohol. Como siempre me hace hablar de más. Odio cómo saca tanta sinceridad de mí.
Una gran sonrisa se forma en sus labios y se acerca hasta darme un pequeño abrazo.
—Entonces creo que ya sabes lo que tienes que hacer.
Un enorme peso se asienta sobre mí. Algo verdaderamente aplastante. El corazón me late rápido y por primera vez, en mucho tiempo, me atrevería a decir que siento miedo.
—Ya veremos, Margaret —suelto finalmente, con un largo suspiro. —Gracias por... escucharme.
—Cuando quieras —dice, alejándose.
—Ahora vete que se hace tarde. ¿Pediste taxi o le digo a Matt que te lleve?
—Ya pedí el taxi.
Asiento —Ve con cuidado.
—No te vayas a emborrachar —señala la botella de whisky.
—Solo un par de tragos más —hago una mueca, como si le pidiera permiso.
Ella niega con la cabeza, pero no dice otra cosa. Sale de la estancia dejándome a solas, en un completo silencio. Uno tan profundo, que me permite escuchar mucho más fuertes mis pensamientos.
Pienso en todo lo que me ha dicho Jared y en lo que ha dicho Margaret ahora. Pienso en todo lo que ha pasado, desde que conocí a Olive. Es demasiado en tan poco tiempo. Niego con mi cabeza, y le doy otro trago al whisky.
Pienso en absolutamente todo.
Todas las excepciones que he tenido con ella, los cambios que inevitablemente he hecho en mí. Todo por ella.
Cada pensamiento, es otro trago de whisky. Cuando menos lo espero, no queda casi nada en la botella.
Pierdo la noción del tiempo, un par de tragos después. Ya no pienso en nada en concreto. Ya no soy consciente de mis actos y lo último que creo ver, es el nombre de Olive en la pantalla de mi teléfono.
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