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Capítulo 33 | Olive

Son cerca de las nueve de la mañana cuando me levanto. Me hubiese gustado seguir durmiendo pero el hambre me ha despertado. Por eso no me agrada irme a la cama sin cenar, pero ayer llegué tan cansada que no quería hacer nada más que dormir.

Hoy es mi día libre y tengo en mente muchas cosas que quiero hacer. Pero primero voy a prepararme un buen desayuno. Mi estómago pide comida a gritos.

Salgo de mi habitación, amarrando los lazos de la bata a mi cintura y con los pies descalzos. Me voy directo a la cocina solo para poner la cafetera a trabajar mientras yo voy a darme un baño rápido. Una vez todo listo, regreso a la habitación para preparar ropa y tomar una toalla.

Antes que de salir, decido revisar mi teléfono y me encuentro con algunos mensajes. Unos son de Mandy diciéndome que le avise si podemos ir a almorzar juntas. Me parece buena idea así que acepto, acordando una hora y lugar. El otro mensaje es de Elliot e inevitablemente una sonrisa se forma en mis labios.

«Buenos días, señorita Blair. Hago de su conocimiento que regreso a la ciudad hoy por la noche. Me preguntaba si podríamos reunirnos para cenar. No sabe cuánto he extrañado el sabor de su piel. Estaré atento a su respuesta.»

¿Reunirnos para cenar? Sí, claro. Ya le entendí a qué tipo de cena se refiere.

Sin que pueda evitarlo, empiezo a sentirme afectada por sus palabras. Son dos días completos que no lo he visto y casi una semana sin follar. Él ha pasado de aquí allá en juntas, reuniones y no sé qué más. Justo ahora está fuera de la ciudad por un viaje de negocios. He sentido bastante su ausencia, mucho más de lo que me gustaría admitir. Todavía sigo dándole vueltas a eso de que contrario a lo que él me dijo, soy yo quien está empezando acostumbrarse demasiado a él.

Con ese pensamiento haciendo ruido en mi cabeza, decido responder a su mensaje.

«Buenos días, señor Reynolds. Una agradable noticia para iniciar el día. Acepto su invitación a cenar, solamente una pregunta: ¿usted será el platillo principal o el postre?»

Muerdo mi labio inferior tratando de contener una sonrisa cuando envío el mensaje.

Termino dejando el teléfono sobre la cama y salgo de la habitación para ir a ducharme. Inevitablemente me pasaré todo el día bastante ansiosa esperando que se llegue la noche.












Termino de estacionarme y al instante apago el motor del auto. Acto seguido, escucho mi teléfono sonar por ahí en algún lado, dentro del bolso. Tal vez sea Mandy para preguntar si ya estoy cerca.

Cuando finalmente lo encuentro, ruedo los ojos al ver de quién es la llamada y termino rechazándola, como las otras cuatro veces. Tanta insistencia ya me está hostigando. Esta es la quinta llamada en el día.

Salgo de mi auto, yéndome hacia el local para juntarme dentro del restaurante con Mandy. Ella ya se encuentra ubicada en una de las mesas. Camino hacia ella, y como está muy distraída dándole una ojeada al menú, no se percata de mi presencia hasta que ya estoy enfrente.

—Hola. ¿Ya pediste? —pregunto acomodándome en el asiento.

—No. Te estaba esperando -me sonríe.

Tomo la carta frente a mí y reviso las opciones. Finalmente terminamos pidiendo cada una lo que queremos comer. Cuando el mesero se retira, devuelvo la vista a Mandy.

—¿Y? ¿Cómo ha ido la mañana en la empresa?

Hace una mueca de fastidio.

—Bastante ocupada. He tenido demasiado trabajo como cada que Elliot se encuentra fuera.

Arrugo mi nariz.

—Ya lo imagino. ¿Cómo le ha ido a Jared? Yo estuve pensando en trabajar hoy para ayudarle en algo, pero insistió en que me tomara el día con normalidad.

—Pues, ya sabes. Ha tenido que cubrir un par de reuniones que tenía Elliot, y hacer un par de visitas a algunos clientes, pero todo bien. —Hace un pequeño encogimiento de hombros—. Para la tarde tiene programada una reunión con los de Johnson.

—¿Va a presentarles el comercial?

—Supongo, porque es lo único que falta lanzar. Todo lo demás ya ha sido aceptado... y por cierto, ¿sabes si Elliot regresa mañana? Es que los de Unilever están insistiendo desde ayer en que quieren una cita con él.

La miro sorprendida.

—¿En serio?

—Raro, ¿no crees? Tal parece que están pensando en cambiar de publicista.

Sin que pueda evitarlo una risa me asalta.

—¿Qué pensará Hoffman al respecto? Por años ha sido el encargado de representarlos.

—Bueno, pues parece que algo está haciendo mal.

—O algo estamos haciendo demasiado bien nosotros —digo, bastante presumida.

—Pues claro. En estos momentos G.G Publicity está en la cúspide.

—Y Robert Hoffman se está quedando muy abajo.

Sonrío complacida y ella todavía más.

—Tal como te lo propusiste.

Asiento, pero me abstengo de hablar cuando el mesero llega con nuestra comida. Deja todo en la mesa y luego de preguntar si no se nos ofrece algo más, se retira.

—Por cierto, no me dijiste cuando regresa Elliot —Mandy vuelve hablar mientras toma los cubiertos.

Imito su gesto y respondo desinteresadamente.

—Dijo que hoy por la noche.

—¿Te llamó?

—Me envió un mensaje. Dijo que nos viéramos para cenar.

Me llevo algo de comida a la boca y ante su silencio tan extraño, decido levantar la mirada. Tiene esa sonrisa que no oculta para nada lo que está pensando.

—Abstente de decir lo que estás pensando, Mandy —sentencio con la voz un poco atorada por la comida.

Se le escapa una pequeña risa y decide quedarse callada, empezando a comer, pero estoy más que segura que muere de ganas por hacer el comentario.

De pronto, mi teléfono suena y ya creo saber quién es, de nuevo, así que lo ignoro.

—¿No vas a responder? —Me mira con curiosidad y yo niego con la cabeza—. ¿Por qué?

—No quiero hacerlo.

Entrecierra sus ojos.

—¿Quién es?

—No importa.

Me llevo más comida a la boca.

—Liv.

-¿Mhm?

—Olive —me llama en un tono más severo.

—¿Qué?

—No me digas que es el idiota de Fred.

Hago una mueca.

—No. Por supuesto que no.

—¿Y entonces?

Dios, qué insistente.

Ruedo los ojos y termino diciéndole.

—Es Kath. Está llamando desde ayer pero no le he respondido ninguna llamada.

De inmediato su rostro se llena de disgusto.

—¿Y ahora qué demonios quiere?

—No sé. Tal parece que aún no se ha dado cuenta que no quiero saber nada de ella.

Tomo mi vaso para darle un trago a la bebida.

—Yo que tú ya hubiese cambiado de número, o la hubiese bloqueado.

—No voy a hacerlo —digo de inmediato—. Dejaré que siga perdiendo su tiempo.

Rueda los ojos.

—Sin duda es para pedirte dinero.

—Pues que se ponga a trabajar ella o la buena para nada de su madre. —Hago un encogimiento de hombros y Mandy suelta una carcajada.

—Ya quisiera verlas trabajando. Pagaría por ver eso.

—Yo también —me río—. ¿Cuál sería su trabajo ideal?

—La putería.

Su respuesta es casual pero yo casi me ahogo con el trago de refresco que acabo de tomar. Tengo un pequeño ataque entre risa y tos.

—Mandy.

—¿Qué? —pregunta, fingiendo inocencia—. No me digas que no les queda bien. Son unas zorras con experiencia.

No puedo parar de reír con el resto de comentarios que hace Mandy durante el resto del almuerzo. Pasamos un rato bastante agradable hasta que tenemos que salir casi corriendo del restaurante porque ya se le hizo tarde a ella para volver al trabajo. Me ofrezco a llevarla para que no tome un taxi y por suerte llegamos a tiempo a la empresa.

Una vez la dejo ahí, hago mi camino de regreso. Planeo pasar comprando algunas cosas en el supermercado que me queda en el camino, para surtir un poco la alacena, así de paso me entretengo un poco.

Le doy una pequeña ojeada al reloj en mi muñeca y me doy cuenta que son las 2:07pm. Resoplo. Creo que sentiré muy largo el resto de la tarde.

¿Y yo por qué mierda estoy así de ansiosa?

Hago una mueca de fastidio y vuelvo a clavar mi vista al frente. No debería de estar así. Elliot ni siquiera me ha respondido el mensaje que le envié. Al final, seguramente va a regresar hasta mañana... ¿o quizá sí regrese hoy?

No, definitivamente mis pensamientos en estos momentos no ayudan a esta ridícula ansiedad, así que debo distraerme. Busco algo de música en la radio. Encuentro una canción agradable, así que le subo el volumen para disfrutarla mientras conduzco.










Suelto un suspiro cansino y aparto mis ojos de la computadora unos segundos, solo para descansar la vista. Llevo cerca de una hora trabajando.

Me froto el rostro con las manos, y luego miro de reojos al pequeño aparato que está a un lado, sobre la mesa. Trato de resistirme pero termino haciéndolo por milésima vez. Le doy una ojeada a mi teléfono, pero todavía nada. Ni una sola señal de Elliot Reynolds.

Son 6:00pm y sigo sin saber nada de él.

Ya me hice a la idea de que obviamente no regresará hoy, pero nada le costaba enviarme siquiera un mensaje para decirme. Me siento molesta y sé que no debería. Me lo he estado repitiendo mentalmente las últimas horas. No debe importarme.

Resoplo y vuelvo a dejar el teléfono en su lugar. Acto seguido, le doy una ojeada a la taza vacía. Creo que iré por más café.

Me pongo de pie y salgo de la habitación, llevando la taza. Voy directo a la cocina, pero alguien llama a la puerta y me detengo en seco.

¿Será Elliot?

Ruedo los ojos ante ese estúpido pensamiento. Es obvio que no.

Dejo la taza sobre la barra desayunador, y hago mi camino hacia la entrada principal. Cuando abro la puerta, no contengo el impulso de volver a cerrarla de nuevo, pero ella me detiene.

—¡Espera!

—¿Qué demonios haces aquí? —atajo con cero amabilidad.

—Solo dame unos minutos. Necesito hablar contigo.

Ruedo los ojos.

—Creí que habías entendido que si no he respondido tus llamadas, es porque no quiero hablar contigo. ¿Tan lenta eres para entender señales?

—Pues no pierdo nada con insistir.

—Pierdes tu tiempo. Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Ahora vete.

Vuelvo a empujar la puerta, pero ella se mantiene firme para evitar que la cierre e incluso logra colarse dentro del apartamento.

—Se trata de Ronald.

Sonrío fingidamente.

—¿Qué crees? No me interesa.

—Olive, lo quieras o no, es tu padre y deberías interesarte por él.

—Pues ya te tiene a ti para eso, ¿o no? No necesita nada de mí, excepto dinero. —Hago una mueca pensativa y me río—. A eso vienes, ¿cierto? A sacarme dinero como siempre.

—Está en el hospital. Lo ingresaron ayer. Le hicieron algunos exámenes y todo indica que se trata de su hígado.

Finge hacerse la preocupada, pero a mí no me convence... ¿y yo? Yo ni siquiera voy a fingir.

—Parece que el alcoholismo empieza a cobrarle factura. Qué mal por él.

Me cruzo de brazos desinteresadamente.

—¿Cómo puedes actuar tan indiferente?

—Escúchame, Kath —exclamo, viéndola con bastante firmeza—. Si viniste hasta aquí tratando de sacarme dinero para que lo ayude, fingiendo que te preocupas por él y queriendo hacerme conciencia. Lo siento, pero viniste en vano. Porque a mí no me van a sacar ni un centavo más.

—¿Crees que es eso es lo que quiero? —inquiere, fingiendo estar ofendida.

Hago un pequeño encogimiento de hombros.

—Es para lo único que me buscas. Para eso o para decirme que te sientes la gran cosa por acostarte con mi supuesto novio. Es más, después de lo que hiciste, qué poca vergüenza tienes para venir aquí.

—No me siento culpable de nada. Las cosas solo sucedieron. La química que hay entre Fred y yo, es imposible de controlar.

—Mmm pues qué química tan mala que solo es un par de folladas y luego te manda a volar. Ya no has vuelto a saber de él, ¿verdad?

Sus labios forman una línea dura, lo cual me da su respuesta. Hago una mueca de lástima.

—Ay qué pena. Seguramente tú hasta ya veías un futuro con él.

—No te conviene burlarte de mí, Olive. Porque te recuerdo que a quien le vio la cara, fue a ti.

—¿Y crees que con eso vas a hacerme sentir mal? —Enarco una ceja—. Lo que digas me resbala. Quizás algún día tus estupideces me importen siquiera un poquito. Aunque lo dudo.

—Te crees la gran cosa, ¿verdad?

Le sonrío con suficiencia.

—Perdona, cariño, pero no me creo, yo soy.

Ella niega con su cabeza viéndome con desprecio.

—Eres tan desagradable. Tan prepotente y egocéntrica.

—Ay gracias. Me halagas —digo, llevándome una mano al pecho como si me conmoviera.

—Pues eres una decepción para Ronald.

—Y tú seguramente el orgullo de tu madre. Digo, porque eres mentirosa, embustera y toda una zorra. Exactamente igual a ella.

A penas y he terminado de pronunciar la última palabra cuando su mano impacta contra mi mejilla izquierda, haciéndome voltear el rostro.

—De nosotras no vas a hablar así, ¿¡me oíste, perra!? —exclama furiosa.

Enderezo mi postura y me llevo la mano a la mejilla, sonriendo.

—Así golpean las niñitas como tú. —Cierro mi mano derecha en un puño y termino estampándolo en su cara—. Pues así golpeamos las mujeres como yo.

Se tambalea así atrás soltando un agudo chillido y con su mano cubre el lugar donde golpeé, que es justo el pómulo derecho. Cuando vuelve a encararme, sus ojos están llorosos pero es bastante notable la furia con que me mira.

—¿¡Cómo te atreves!?

—¡La próxima vez que quieras ponerme una mano encima, mejor piénsalo dos veces porque no estás a mi altura y podrías salir muy lastimada! —amenazo tan furiosa como ella.

—Te vas arrepentir —gruñe.

—No lo creo. Ahora lárgate antes que yo te saque por las malas.

—Aunque no lo quieras, te aseguro que volverás a saber de Ronald o de mí.

—Ruego al cielo porque no.

—No deberías darnos la espalda de ese modo. Somos tu fam...

—Ustedes no son mi familia —la corto de tajo—, y jamás lo serán.

Veo que abre su boca para seguir diciendo estupideces, pero ya lo le dejo hablar. Me encargo de sacarla a empujones y aunque protesta y trata de resistirse, termino cerrándole la puerta casi en la cara.

—¡Púdrete!

Escucho que grita y da un golpe a la puerta. Tomo una inspiración profunda y me contengo enormemente para no salir y darle otro golpe. Pero debo calmarme. No vale la pena gastar energías con ella.

Vuelvo a llevarme la mano a la mejilla, y hago una pequeña mueca por el leve dolor que siento. ¿Cómo se atrevió darme una bofetada? Es una estúpida.

Sin embargo, una sonrisa se apodera de mis labios al pensar en el hermoso moretón que tendrá su rostro mañana. Va a lucir muy bien con él.

Me giro y regreso a la cocina para ir por mi café, aunque ahora creo que necesito otra cosa para relajarme; así que termino sirviéndome una copa de vino.

Una media hora después del incidente ya me siento un poco más tranquila. He terminado el trabajo que tenía pendiente. Estaba creando el sitio web de la campaña de Summer Time.

Se nos ocurrió crearlo para tener mayor interacción con el público, y saber sus opiniones. Además, en el sitio encuentran cada uno de los lugares turísticos que están dentro del circuito, con toda su información detallada. Su ubicación, sus horarios, sus servicios y varias fotografías de muestra. También pensé agregarle una encuesta para quienes visiten dichos lugares, y que nos detallen su experiencia. Planeo reunirme con los gerentes para proponerles que otorguemos promociones exclusivas a quienes participen en la encuesta. Una manera de atraer más público.

A lo lejos escucho que alguien abre la puerta principal. Ya sé.

—¡Ya llegué! —grita Mandy, tan alto que la escucho perfectamente.

—¡Por fin! —le grito de vuelta.

Escucho sus pasos acercándose y de pronto entra en mi habitación. Me sonríe, al tiempo que se recarga contra el marco de la puerta.

—¿Me extrañaste?

—Y mucho. De verdad sigo creyendo que prefiero trabajar, a pasar todo el día sola y encerrada.

—¿Tan aburrida pasaste?

—Mmm hubieron algunas cosas interesantes en las últimas horas.

Al tiempo que hablo, volteo el rostro para que pueda ver mi mejilla izquierda que seguro todavía luce un poquito rojiza. Sus ojos se abren exageradamente y acorta el espacio entre nosotras, a zancadas.

—¿Qué carajos te pasó?

—Recibí una incómoda visita de Kath —respondo mientras dejo que me revise.

—¿Y se atrevió a darte una bofetada? —Se escucha incrédula.

Yo hago un pequeño encogimiento de hombros.

—Sin duda su cara quedó peor.

Se separa y me mira, claramente conteniendo una sonrisa.

—¿Le devolviste la bofetada?

—Mmm no así exactamente. Sabes que mis peleas no son así, sino con puños.

—Ay, cómo me hubiese gustado ver eso —dice, haciendo denotar su emoción. Posteriormente se sienta a mi lado, en la cama—. Dime que le tumbaste algún diente.

Una risa se me escapa.

—Ya quisiera. Solamente le dejé un pequeño recuerdo en su pómulo. Seguro tendrá el moretón por varios días.

—Pero, ¿a qué vino?

—Ya sabes. Lo mismo de siempre. —Ruedo los ojos—. Ni siquiera vale la pena hablar de ello.

—Agh, cómo la odio —gruñe, haciendo mala cara.

—Yo también —concuerdo.

Me dispongo a guardar todos los trabajos en mi laptop, y luego procedo a apagarla. Mandy se deja caer de espaldas sobre el colchón y se queda en silencio algunos segundos, hasta que de pronto, vuelve a sentarse como resorte.

—¡Oye! ¿No tenías una cena con Elliot? Ya es tarde.

Y tenía que recordarme eso.

—Pues se canceló o eso creo.

Trato de escucharme lo más indiferente que puedo.

Ella frunce el ceño.

—¿Por qué?

—Pues seguramente porque regresa hasta mañana. No sé. Ya no se comunicó conmigo.

—Pero él ya está en la ciudad.

La noticia me cae como balde de agua helada. Una enorme roca se asienta en mi estómago y un sinfín de emociones y pensamientos se abren paso en mí. ¿Ya regresó?

No sé qué cara tengo en estos momentos, pero seguramente me delata porque Mandy hace una pequeña mueca.

—¿No sabías?

—No —respondo incapaz de ocultar la sorpresa—. ¿Estás segura de lo que me dices?

—Sí. Yo lo vi con mis propios ojos. Justo cuando yo iba de salida, su auto estaba aparcándose fuera del edificio.

No sé cómo sentirme al respecto. Me siento molesta, decepcionada, muy furiosa. Sin embargo, me trago todo el puñado de estúpidas emociones y actúo con normalidad.

—Bueno, pues seguramente no tenía ganas de verme hoy.

—O quizá lo olvidó —dice, como si intentara hacerme sentir bien—. Debe tener alguna explicación, seguro tenía demasiado trabajo o quizá...

—Mandy —interrumpo, negando con mi cabeza—. Seguramente ya no quería ir a cenar y ya. No tiene por qué explicarme nada o poner excusas.

—Mmm. Y eso no te hace sentir un poquito... ¿decepcionada?

—No —respondo con seguridad, pero obviamente no me cree.

—Liv, está bien si te sientes así. Imagino que tú ya habías pensado mucho en la cena, o lo que fueran a hacer. Lo que sea que sientas es normal, porque a estas alturas creo que cosas como esas inevitablemente te afectan...

—Mandy —la reprendo, haciendo notar mi disgusto.

Me mira confundida.

—¿Qué?

Resoplo.

—He tratado de callar esas palabras en mi cabeza todo el día, así que abstente de decírmelas, ¿de acuerdo? —Me dedica una mirada extraña y me obligada a hablar de más—. Sí, Mandy. Me siento ridículamente decepcionada. Pasé todo el día pensando en él, en la cena, en verlo... —suelto un suspiro—. Y me siento todavía más decepcionada al saber que sí regresó a la ciudad hoy, pero ni siquiera me llamó para decir que me cancelaba o algo por el estilo. Eso no está bien, Mandy. Yo... —me llevo las manos al pecho—no debería sentirme así.

Su expresión se transforma a una muy suave, pero su voz sigue teniendo ese ligero toque de seriedad.

—Liv, respóndeme una cosa. ¿Tú estás empezando a sentir algo por él?

—Sí. Justo ahora, coraje —respondo al instante y ella niega.

—No me refiero a eso.

—Ya sé. Te refieres a algo sentimental.

—¿Y?

—No. No siento nada por él.

La seguridad en mis palabras me sorprende incluso a mí misma.

—¿Estás segura? —pregunta más inquisitiva.

—De momento sí. —Me sincero un poco más—. Admito que últimamente nos llevamos bien, me agrada pasar con él y no hablo solo por el sexo. He empezado a descubrir una faceta diferente de Elliot y me agrada, pero no podría decir que siento algo por él.

—Pero, ¿tú crees que podrías?

Suelto un largo suspiro.

—No lo sé, Mandy. Elliot es un hombre muy complicado en muchos sentidos. Quizá yo más que nadie sé que no podría esperar recibir amor de él, y la verdad, después del idiota de Fred, yo no quiero a alguien que no esté dispuesto a amarme del mismo modo que yo lo haga. No merezco algo así.

—Por supuesto que no —dice de inmediato—. Nadie merece un amor a medias.

—Ya sé, y por eso créeme que estoy tratando de grabarme en la cabeza que no debo sentir nada por Elliot. Sobre todo cuando mi sexto sentido me dice que podría salir muy lastimada si lo hago.

Ella hace una pequeña mueca.

—Pero hay cosas que no está en nuestras manos poder evitarlas. Como amar o sufrir. Todos lo hemos hecho alguna vez y eso no nos hace menos. Nos hace más reales.

Le dedico una pequeña sonrisa.

—Ya te pusiste bastante filosófica.

—¿Sí, verdad? —Se ríe también—. Como sea, tú solo deja que las cosas fluyan. A lo mejor y tú serás quien logre derretir el corazón de hielo del señor Reynolds.

—Ay no inventes cosas.

Ruedo los ojos pero muy a mi pesar, sonrío.

—Ya cambiemos el tema. ¿Sabes qué? —dice, bajándose de la cama—. Mejor dime qué hay para cenar porque ya me está dando hambre.

—Pasé al supermercado y traje algunas cosas. Podemos preparar algo. ¿Qué te parece una pasta con vegetales?

—Ah, sí. —Hace una mueca graciosa—. Ya me dio más hambre.

—Pues ve a ponerte cómoda mientras yo empiezo a preparar todo.

Me pongo de pie también y empiezo a empujarla para salir de la habitación mientras ella empieza a tararear esa canción graciosa del comercial de pastas Fama, pero finalmente termina casi gritándola, haciendo que me ría a carcajadas.






**~**






Ordeno todos los papeles dentro de la carpeta y salgo de la oficina para llevárselos a Jared y que les dé una ojeada. Si me da su visto bueno, solo tendríamos que esperar la aprobación de Elliot para programar la reunión con los gerentes.

Espero Elliot aparezca pronto porque hay muchas cosas que están estancadas, por no tener su aprobación. Ya son pasadas las nueve de la mañana y él todavía no llega.

Casi llegando a la oficina de Jared, la puerta se abre y él sale.

—Ah, justo iba a tu oficina —dice cuando me ve.

—Bueno, pues te ahorre el viaje. Aquí tengo los documentos que me pediste.

Extiendo la carpeta en su dirección y la toma para darle una ojeada. Al alzar la vista de nuevo, sus ojos se clavan en algún punto detrás de mí.

—Vaya. Hasta que aparece.

Ante su comentario mi maldito instinto me pide que voltee y al hacerlo, me doy cuenta de que Elliot viene entrando. Luce tan fresco y relajado, y yo no sé ni cómo demonios reaccionar. Las mismas sensaciones asfixiantes de ayer vuelven a hacer acto de presencia, pero trato de controlarlas. Dije que no actuaría mal cuando lo viera, a pesar de dejarme plantada.

Pero todo toma un rumbo diferente.

No sé por qué mis ojos empiezan a escudriñarlo con más atención. Todavía está a una buena distancia de mí, pero es imposible no notar claramente la mancha que hay justo en la comisura izquierda de su boca. Al instante siento como si una roca se asienta en mi estómago.

Eso es... ¿labial?

—Idiota —escucho que masculla Jared a mis espaldas, en voz muy baja.

Me pasa de largo y se adelanta hasta detener a Elliot a medio camino. Él parece confundido, pero su rostro adopta una expresión diferente cuando Jared seguramente le dice lo de la mancha de labial. De inmediato se limpia con el dorso de su mano y cuando sus ojos conectan con los míos, es entonces cuando las sensaciones dentro de mí se vuelven mucho más asfixiantes.

Él luce culpable, o indiferente, o quizás molesto. No sé. Solo sé que ya ni siquiera me siento capaz de sostenerle la mirada, pero lo hago por orgullo. No voy a demostrarle lo mal que me siento ahora...

Un momento, ¿me siento mal?

¡Mierda!

Trago grueso y alzando el mentón, decido moverme de mi lugar para ir a mi oficina. Por desgracia voy a pasar justo a un lado de él, pero no dejo que eso me afecte demasiado. Decido mejor ignorarlo.

Lo paso de largo hasta llegar a mi oficina donde rápidamente paso la tarjeta de acceso en la cerradura y me escabullo dentro, pero justo cuando voy a cerrar la puerta, Elliot se interpone.

Él tiene mucha más fuerza que yo así que fácilmente me aparta para entrar a la oficina, y posteriormente cierra la puerta a sus espaldas.

—Olive...

—¡No! —espeto con fuerza para detenerlo porque no quiero escuchar nada de lo que vaya a decir.

—Solo dame unos minutos...

—¿Para qué? ¿Vas a explicarme por qué me dejaste plantada sin ni siquiera tener la decencia de enviarme un mensaje?

—Iba a hacerlo.

—Pero no lo hiciste —atajo de golpe.

—Tuve cosas importantes que hacer.

Una risa carente de humor se me escapa.

—Sí muy importantes. Eso ya lo noté. —Tenso la mandíbula—. Esa mancha de labial en tu boca me lo dice todo.

Sin que pueda evitarlo mis ojos vuelven a ver sus labios donde todavía logra verse algo de la mancha de labial a pesar que intentó borrarla.

Noto cómo su mandíbula se tensa, y luego suelta un suspiro exasperado.

—¿Estás tan molesta por eso? —pregunta con un ligero toque de burla y eso me enciende más.

—Eres un cínico. ¡Eres un idiota!

Las palabras escapan de mi boca antes que pueda detenerlas. Creo que ya no puedo seguir fingiendo que esto no me importa, porque sí lo hace. Malditamente que sí.

—Haz todo el drama que quieras, Olive, pero no te debo ninguna explicación y eso lo sabes.

No podría ser capaz de decir cuán crueles se escuchan sus palabras y cuánto me afectan, pero trato de que no demostrarlo. Por el contrario, las utilizo para alimentar mi enojo.

—Sí. Sé que no debes darme explicaciones, pero voy a decirte una cosa, Elliot, y escúchame muy bien. —Lo miro firme y amenazante—. Me importa un comino tu vida. No me interesa saber absolutamente nada de lo que hiciste o no, pero la próxima vez que tengas ganas de follar, ve y busca a la dueña de ese labial. No vuelvas a buscarme a mí.

—¿Vas a volver a ese maldito plan de terminar nuestra relación por estúpidos celos? —cuestiona molesto.

—No digas «nuestra relación» como si fuera algo especial, porque no es así. Y no te confundas, Elliot. No son celos. Teníamos reglas. Teníamos un acuerdo de exclusividad y tú lo rompiste.

—Solamente fue un puto beso —escupe con la voz enronquecida—. Te estás creando una película en tu cabeza.

—Entonces admites que besaste a alguien más. —Se queda callado—. ¿Qué te hace pensar que voy a creerte la estúpida historia de que fue un beso y nada más?

Me mira furioso.

—No te estoy diciendo que me creas. Por mí puedes pensar lo que te dé la gana.

Lo miro con desagrado.

—Justo ahora estoy pensando en mandarte al carajo.

—¿De verdad eso quieres?

Su pregunta es bastante retadora, sin embargo, respondo con valentía.

—Sí.

Su mandíbula se tensa.

—Si salgo de aquí ahora mismo, Olive, ten por seguro que esto se termina.

Me cruzo de brazos.

—¿Y crees que me importa? Después de que hayas faltado a tu palabra, ya no espero nada de ti.

—Nunca me ha importado si esperan algo bueno de mí. No estoy para llenar las expectativas de nadie —dice, viéndome con firmeza.

—Pues entonces ya vete. La puerta es ancha —la señalo—. Seguramente pronto encontrarás a otra amante.

Pretendo escucharme desinteresada, cuando en realidad, muy en el fondo, mis propias palabras me dejan un sin sabor extraño.

—Seguro que sí —responde descaradamente y al instante siento un extraño escozor en el pecho—. Y probablemente no sea una, sino varias —añade.

—Empezando con Corinne —suelto en un tono mordaz.

—Sí, sería buena idea regresar para terminar de borrarle todo el labial.

¿Fue con ella?

Lleva toda mi fuerza de voluntad tratar de disimular lo mucho que me afectan sus palabras. Me obligo a callar mientras lo veo darse la vuelta y salir de la oficina. Ni siquiera se lo pensó tanto. Se largó tranquilamente, dejándome a mí con el nudo de emociones que no sé controlar.

Siento tanta rabia... y decepción. Me siento furiosa y frustrada, y aunque me moleste admitirlo, también me siento dolida.

Odio esa sensación, pero más odio que el idiota de Elliot Reynolds sea el causante. ¿Cómo se atreve?

—Idiota —mascullo en voz alta.

Tomo varias inspiraciones profundas, tratando de relajarme. No le voy a dar el gusto de dejarme tan jodida tampoco.

Pero es que rompió la maldita exclusividad, y lo hizo con Corinne. Eso me pone peor.

Me siento una completa estúpida por haber creído que todo iba de maravilla entre nosotros. Una parte de mí ya lo sabía. Tarde o temprano, Elliot terminaría por volver a las mismas mañas a las que está acostumbrado.

Él fue muy claro. Me dijo que él jamás ha sido un hombre fiel y entregado a una sola mujer. ¿Qué estaba pensando yo cuando creí que conmigo sí lo sería? Fui una completa estúpida por creerle.

Eso es lo peor de la situación. Que yo también tengo culpa por creer que alguien como Elliot, iba a ser diferente conmigo.

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