Capítulo 32 | Elliot
Mi boca busca la suya con urgencia de nuevo, a penas y ha cerrado la puerta. Vuelvo a contraminarla contra la madera, rozando mi cuerpo con el suyo, provocando que un exquisito gemido escape de sus labios.
Deja el teléfono y la tarjeta sobre el pequeño módulo que está cerca de la puerta y sin perder tiempo, sus brazos me rodean el cuello para acercarme más. Mis manos están en todos lados, acariciando algunas partes de su cuerpo y apretando otras. Siento que no soy capaz de controlarme. Juro que el deseo que he estado reteniendo por tanto tiempo, está a punto de desbordarse y solo pienso en saciarme de estas ganas con ella.
Me alejo solo para verla de pies a cabeza.
—De verdad no tienes idea de lo malditamente sexy te ves usando esto —digo, introduciendo mis dedos por los pequeños agujeros que tiene la prenda que lleva encima.
—¿Y vas a quitármela? —Pregunta con la voz jadeante.
Sonrío —Me gustaría dejártelo puesto, porque me excita bastante verte así. Sin embargo, prefiero tener una vista completa de cada centímetro de tu piel.
Sin perder tiempo, mis manos se aferran al dobladillo de la prenda y la subo hasta sacarla por su cabeza, dejándola únicamente con ese bikini que me pone a mil. Esas dos diminutas prendas que tanto me han hecho fantasear desde que la vi.
Me inclino hacia ella hasta que mis labios se deleitan besando la delicada piel de su cuello. Es tan suave y huele tan bien. Su fragancia me vuelve loco.
Su respiración se acelera todavía más cuando mis manos empiezan a hacer un recorrido desde su vientre, subiendo por su estómago, hasta llegar a sus pechos. Mis manos se sitúan cada una sobre cada uno de ellos y sin pedir permiso empiezo a magrearlos. Su espalda se arquea, al tiempo que sus labios sueltan un pequeño gemido. No paro de besar, lamer y mordisquear su piel. Bajo hasta sus clavículas, haciendo suaves chupetones y termino hundiendo mi rostro entre sus pechos.
Su respiración tan acelerada y jadeante solo consigue ponerme más duro.
—Siénteme, Olive –gruño, enderezando mi postura para volver a besarla. —Siente lo que tú provocas.
Deliberadamente restriego mi erección contra ella para que sepa cómo me pone.
—Por favor, Elliot —dice casi en una súplica—, no quiero esperar más.
—Ya sé. Yo también muero de ganas por estar dentro de ti —me separo para verla directo a los ojos. —Pero primero tengo algunas cosas en mente.
La tomo de la mano y guío nuestro camino hacia la cama. Una vez ahí, la hago sentarse y me alejo un poco para darle una buena ojeada. Sus ojos me miran expectantes y deseosos.
—Ah, señorita Blair —suspiro, dedicándole una mirada cargada de lujuria. Entonces añado:— ¿Y ahora cómo voy a disfrutar de su precioso cuerpo?
Su mirada se oscurece todavía más. Me paso los dedos de la mano derecha sobre la barbilla, como gesto pensativo. Estoy preguntándome: ¿qué de todo lo que estoy pensando le hago primero?
Lentamente vuelvo acercarme y me inclino hacia ella, apoyando mis manos sobre el colchón, una a cada lado de su cuerpo.
—Recuéstate —digo en un tono bastante mandón.
Sin decir nada, ella lo hace. Se acomoda sobre el colchón y me mira expectante.
Mis ojos barren una vez más todo su cuerpo, con deleite. Acto seguido, me subo a la cama y me acomodo sobre ella, justo entre sus piernas. Sus rodillas se flexionan al instante y puedo sentir cómo sus caderas se alzan un poco buscando sentir mi erección. Le doy lo que quiere, rozándome contra su cuerpo. Un gemido escapa de sus labios, provocando que no contenga las ganas de volver a devorar su boca.
Mis manos sujetan las suyas y las levanto, hasta mantenerlas quietas por encima de su cabeza. Se retuerce de placer cuando mis labios descienden a su cuello, luego a sus clavículas y finalmente terminan besando la piel que queda expuesta de sus pechos. Me encantan lo firmes y perfectos que son. Me encanta cada parte de su cuerpo.
Bajo una de mis manos y la llevo directo a su entrepierna. Su cuerpo se tensa un poco y siento cómo aprieta los muslos contra mis caderas, ya presintiendo lo que pienso hacer.
—¿Quieres que te toque? —Pregunto con la voz enronquecida por las emociones.
—Sí —asiente con una notable urgencia.
Sonrío complacido —Muy bien.
Sin perder tiempo, meto mi mano dentro de sus bragas y mis dedos buscan sus pliegues. Un fuerte gemido escapa de sus labios cuando empiezo con las caricias, disfrutando de su humedad.
—Me encanta cómo te mojas por mí —gruño fascinado y decido aumentar el ritmo de mis caricias.
Sus caderas se alzan en busca de mi toque y sus jadeos se vuelven más incesantes. Cada sonido que escapa de su boca, es como una música erótica para mis oídos. Me vuelve loco escucharla así. Me provoca querer hacerle más y más.
—Ah —gimotea en voz alta cuando mis dedos empiezan a trazar círculos sobre su clítoris.
Le es imposible mantenerse quieta. Sus manos se aferran a mis hombros, haciéndome sentir cómo me clava sus uñas, por encima de la camisa. Sus caderas se mueven al ritmo de mis dedos y su espalda se arquea al sentir mis labios en su cuello.
Sus piernas empiezan a temblar y estoy seguro que está a punto de alcanzar el orgasmo, así que me detengo.
—¿Por qué mierda te detienes? —gruñe con la voz jadeante pero notablemente molesta.
Le sonrío, algo divertido y me acerco para besarla. Ella gruñe cuando mis dientes se apoderan de su labio inferior.
—Elliot —protesta contra mi boca.
Mis dedos vuelven a acariciar sus pliegues, haciéndola jadear.
—Todavía no quiero que te corras, preciosa.
—Y luego te molestas cuando yo te hago esperar. —Me mira molesta.
—No vas a esperar mucho. Te lo aseguro.
No le dejo decir otra cosa. La beso, al mismo tiempo que mis manos ahuecan sus pechos, para empezar a magrearlos nuevamente. Arquea su espalda, soltando un jadeo entrecortado. Mis manos descienden al mismo tiempo que mis labios. De pronto me encuentro besando y lamiendo la piel de su estómago, deleitándome cuando siento cómo se eriza.
Su cuerpo se tensa cuando mis labios hacen su camino, más abajo de su abdomen. En ese instante, levanto el rostro para poder verla y le sonrío con mucha malicia, cuando mis manos se aferran al elástico de sus bragas para quitárselas. Ansiosamente ella me ayuda a terminar de sacarlas y se queda muy quieta, esperando mi próximo movimiento.
Me ubico justo a la altura de sus muslos y hago que se abra un poco más hasta que queda totalmente expuesta para mí. Su respiración ha vuelto acelerarse y sus ojos me miran atentamente, sabiendo muy bien lo que voy a hacer.
Le dedico una sonrisa de lado —Voy a disfrutar probarte, Olive.
No la hago esperar más, y cierro los labios sobre su feminidad. Un sonido roto escapa de su garganta y siento cuando sus manos se aferran a mi cabello para sujetarme con fuerza y acercarme más. Entonces decido empezar a disfrutarla como quiero.
La beso rítmicamente, una y otra vez hasta que se retuerce de placer y tengo que aferrar manos a sus muslos para mantenerla en su lugar.
—¡Ah! —gime fuerte, tirando mucho más de mi cabello.
Mi lengua hace caricias en su centro, a un ritmo lento pero constante. Los sonidos que escapan de sus labios se vuelven más fuertes y urgentes. Sus piernas comienzan a temblar de nuevo y me concentro mucho más en hacerla acabar.
—E-Elliot... ¡Ah! —medio grita, y todo su cuerpo se estremece.
No pierdo tiempo en volver a ubicarme a su altura para besarla en la boca y terminar absorbiendo los últimos sonidos débiles que escapan de su garganta, producto de su orgasmo. Su cuerpo se siente lánguido bajo el mío, pero no le doy tiempo. La beso con urgencia y me restriego contra su cuerpo, urgente por follármela como se debe.
—Mmm —gruñe.
—No voy a parar, Olive —jadeo contra su boca.
—No te he pedido que lo hagas.
Sus dientes se apoderan de mi labio inferior y tiran de él, haciendo que un gruñido retumbe en mi pecho. Se levanta un poco del colchón cuando mis manos se trasladan a su espalda y con mucha facilidad suelto el nudo de las pequeñas cintas que mantienen el sujetador en su lugar. Retiro la prenda, dejando al descubierto sus preciosos pechos.
Sin perder el tiempo, mi boca se apodera de uno de ellos, haciéndola gemir deseosa, de nuevo. Sus manos inquietas desordenan mi cabello casi al mismo ritmo que mi lengua trabaja en su pecho, succionando y mordisqueando el pezón.
—E-Elliot —exclama jadeante.
—¿Quieres sentirme dentro de ti? —Pregunto con urgencia.
—Sí —afirma tan urgente como yo.
No quiero hacernos esperar más, así que tan rápido como puedo, me deshago de mi ropa y trabajo con el preservativo -que ya traía listo en el bolsillo del pantalón-. Una vez listo, me ubico en su entrada y veo cómo muerde su labio inferior, cerrando los ojos.
Sin más preámbulo, me hundo en ella de un solo golpe. El calor que me envuelve, me hace perder la cabeza.
—Oh, mierda —gruño, cerrando los ojos.
Me quedo quieto durante algunos segundos, hasta que siento la necesidad de comenzar a moverme para sentirla mucho más. Mis manos vuelven a sujetar las suyas por encima de su cabeza y empiezo a embestirla. Duro, y constante. Una y otra vez.
Me pone a mil escucharla gemir mi nombre. Su rostro está teñido de placer y me quedo así: contemplándola fijamente, mientras la embisto. Luce tan caliente, tan dulce y tan preciosa.
—E-Elliot... —gimotea. —Más rápido.
Hago lo que me pide. Cambio el ritmo de mis movimientos una vez más, y dulces sonidos rotos escapan de su garganta. Al instante, la sensación que le precede al orgasmo me hace cambiar una vez más el ritmo. Lo hago más rudo y profundo. Mascullo una disculpa porque quizás este siento muy bruto, pero es imposible contenerme cuando ella se siente así de bien.
Un gruñido ronco brota de mi garganta cuando la embisto una última vez, y el orgasmo me hace perder los sentidos durante algunos segundos. Inhalo aire entre dientes y cierro los ojos con fuerza, para luego relajar todos mis músculos, saliendo de ella y dejándome caer a su lado.
Es hasta este momento que libero sus manos, y no puedo evitar sentirme un poco mal cuando veo lo marcadas que han quedado sus muñecas. La piel está un poco rojiza. Sin duda apreté demasiado.
—Lo siento —las palabras salen de mi boca antes que pueda detenerlas.
Ella soba sus muñecas, pero no luce molesta o dolida. Al contrario, esboza una pequeña sonrisa.
—¿Estás disculpándote conmigo, por haberme follado tan bien?
—Creo —hago una mueca de duda y ella sonríe más.
—Pues no lo hagas porque no tienes idea de cuánto lo disfrute —sus labios rozan levemente los míos y hago una mueca.
—¿Tienes idea de lo bien que te ves cuando acabas de tener un orgasmo?
—No —dice, mordiéndose el labio inferior. —¿Cómo me veo?
—Te ves preciosa.
La sinceridad y seguridad de mis palabras me asusta y me hace sentir extraño. Sobre todo cuando veo la manera en que ella me mira y el pequeño rubor que se apodera de sus mejillas. Creo que mi ridículo comentario hizo que el ambiente se pusiera tenso.
—Y bien, ¿cuáles son los planes para el resto del día? —Pregunta, intentando aligerar el ambiente.
Me encojo de hombros —Creí que pasaríamos aquí encerrados y follando.
—No. O sea, sí, pero... no.
—¿Podrías dar una respuesta más clara?
—No vinimos aquí solo a follar.
Frunzo el ceño —¿Ah, no?
Rueda los ojos —No, Elliot. Yo quiero disfrutar del lugar. Nadar en la alberca o en el mar. O caminar por la playa. Hacer algo interesante.
—Follar es interesante.
Pretendo escucharme casual, pero ella me entrecierra los ojos. Sin que pueda evitarlo una sonrisa se me escapa y niego ligeramente con la cabeza.
—¿De verdad quieres hacer esas cosas?
—Ah, se me había olvidado que eres el jefe malhumorado y aburrido —exclama con énfasis, y sin más se sale de la cama, halando la sábana para envolverse con ella.
—¿Quieres que te demuestre que no soy aburrido? —Ella enarca una ceja como gesto incrédulo así que prosigo: —Muy bien, Olive. Esto es lo que vamos a hacer.
Me salgo de la cama y empiezo a recoger mi ropa del suelo. Cuando la tengo toda junta, me acerco a ella y le hablo muy de cerca, de manera que tiene que alzar el rostro para verme.
—Vamos a tomar un baño, y luego saldremos a hacer cosas interesantes —remedo las palabras que dijo anteriormente. —Pero te advierto que vamos a hacer lo que yo diga y no aceptaré un no por respuesta.
Me encargo de escucharme intimidante, pero ella sonríe tranquila.
—Okay.
—Okay —afirmo.
—Ahora iré a darme un baño —dice, y se da la vuelta. Planeo seguirla pero a penas y doy un paso, y ella se gira para detenerme. —Y lo haré yo sola. Así que, espera tu turno.
Sonríe y vuelve a girarse. Esta mujer sabe cómo joderme. Niego con mi cabeza y termino dejándome caer de espaldas sobre la cama, resignándome a esperar y no bañarme con ella como quería.
Me es difícil contenerme la sonrisa, al ver la cara de Olive. Sobre todo cuando está completamente empapada, literal, escurriendo agua. Batalla tratando de darle orden a su cabello y eso solo consigue arrancarme una carcajada.
—Ya basta, Elliot. No es gracioso —masculla intentando sonar molesta, pero me doy cuenta de la sonrisa que trata de esconder.
—Admítelo, fue divertido.
—Sí, claro. Que una gigantesca ola me haya casi ahogado, llenándome de arena y sal todo el cuerpo y cabello, es de mis cosas favoritas —exclama con notorio sarcasmo.
Me río un poco más. Una de las primeras cosas que le sugerí hacer para divertirnos como quería, fue la caminata hacia la cueva en el acantilado. El hotel ofrece un recorrido con un guía. Es agradable. Es un recorrido de una hora aproximadamente por todo el malecón y finaliza en la cueva. Obviamente la adrenalina de la experiencia es pasar por las rocas hasta llegar al fondo de ella, cuando la marea sube, la cueva se inunda. Sí es un poco riesgoso, pero por ello acatamos las instrucciones del guía.
El problema fue que cuando nosotros estábamos justo dentro de la cueva, apareció una ola bastante grande, que terminó por mojarnos completamente a todos. Olive casi quedo colgada de mí, intentando que la ola no la arrastrase. Para mí fue divertido pero ella no ha parado de protestar echándome la culpa de que casi se ahoga. Es bastante dramática.
—Dijiste que harías todo lo que yo dijera, sin protestar —vuelvo a hablarle al tiempo que paso una mano por mi cabello para sacudirlo porque yo también estoy mojado.
—Ya sé —responde con fastidio.
—Ya dime —me cruzo de brazos. —¿No te pareció bueno?
Suelta un suspiro como señal de resignación —Sí. Lo admito. —Le dedico una mirada incrédula, y termina reafirmando. —Sí, Elliot. Me gustó.
—Eso creí —digo, tranquilamente y empiezo a caminar.
Ella me sigue el paso, mientras tranquilamente continua acomodando su cabello
—No sabía que te gustaran las caminatas y ese tipo de cosas.
Me encojo de hombros —Pues ya ves. ¿Todavía crees que sigo siendo aburrido?
Arruga la nariz —Mmm, no sé.
La miro de soslayo —Pues espera a ver lo otro que haremos.
Continuamos caminando hasta que llegamos donde quiero. Cuando entramamos al rancho, la mirada de Olive se traslada a mí de inmediato.
—¿Qué hacemos aquí?
Le guiño un ojo —Ya verás.
De inmediato uno de los empleados del lugar se acerca a mí —Un gusto, señor Reynolds. Aquí tiene las llaves. Uno de mis compañeros está esperándolo para darle instrucciones.
—Gracias —respondo, tomándolas y de inmediato salgo del local, con Olive a mi lado, todavía con luciendo confundida.
Caminamos un poco más hasta que llegamos al pequeño puerto que han simulado, para las lanchas. Con cuidado me subo a una de ellas, donde el instructor ya nos estaba esperando. Una vez dentro, me giro y extiendo la mano hacia Olive para ayudarle.
Ella está recorriendo la lancha con una mirada bastante sorprendida, y finalmente, cuando sus ojos vuelven a verme, luce un poco insegura.
—¿Daremos un paseo en lancha?
—Sí —vuelvo a extender mi mano, pero ella la mira con algo de desconfianza.
—¿No está demasiado alto el oleaje?
—Descuide, señorita —habla el instructor. —Es seguro. El oleaje es adecuado.
Todavía parece dudarlo, pero termina asintiendo y sujeta mi mano para subir a la lancha. Una vez adentro, debido al movimiento de las pequeñas olas, la lancha se mueve y ella pierde el equilibrio, así que la apego a mi cuerpo para sostenerla.
—Como que te gusta estar entre mis brazos —le guiño un ojo y ella me dedica una mala mirada, pero esboza una pequeña sonrisa.
El instructor nos da algunas recomendaciones, luego nos coloca nuestros respectivos chalecos salvavidas y sin más, sale de la lancha, para desamarrar del muelle.
—¿Cómo? ¿Él no viene con nosotros?
Volteo hacia Olive y le sonrío —No.
Su cara refleja un pequeño miedo que me provoca algo de ternura. Se sienta, aferrando con fuerza sus manos al borde. Avanzo hasta ubicarme al lado del motor y acto seguido, tiro de la cuerda de arranque para encenderlo. El motor ruge al instante.
—¿Sabes manejar una lancha?
El toque incrédulo de su voz es tan notorio, y pienso jugarle una broma.
—Mejor sujétate bien, porque no sé si aun me acuerdo cómo se hace.
Sus ojos se abren exageradamente —Creo que mejor me bajo.
—Ya es tarde.
—No pienses que...
Sus palabras quedan a medias, por el pequeño grito que se le escapa al instante que nos impulsamos hacia atrás, cuando nos pongo en marcha. Sin que pueda evitarlo una risa se me escapa.
Sin problema alguno empiezo a maniobrar con la palanca para dirigirnos hacia la dirección que quiero. El viento salado me golpea a la cara, llenándome de una sensación bastante agradable. Hacía mucho tiempo que no sentía esta adrenalina.
—Has jurado poner en riesgo mi vida, cada que puedes, ¿verdad, Elliot? —grita Olive para que pueda escucharla, ya que el ruido del viento y el agua golpeando la proa es fuerte.
—Relájate, Olive. Solo disfruta el paseo que voy a darte —le grito de vuelta.
Su vista voltea hacia atrás. Ya nos hemos alejado bastante de la orilla, pero luego la veo relajarse un poco. Se acomoda en el asiento, recargándose con sus manos hacia atrás y cierra los ojos, para disfrutar del viento en su cara.
Los rayos del sol hacen brillar su cabello que es alborotado por la brisa. Su piel luce perfecta con ese ligero toque bronceado y su rostro refleja mucha tranquilidad. Luce como una modelo de revista, solo que todavía más hermosa.
La contemplo detenidamente por mucho tiempo hasta que vuelve abrir los ojos y me atrapa viéndola.
—¿Y dijiste que yo era quien no podía dejar de verte? —Enarca una ceja y su comentario es una pequeña burla a lo que yo le dije el otro día en la oficina.
—Al contrario tuyo, yo sí voy a admitirlo. —Hago un pequeño encogimiento de hombros. —No puedo dejar de verte, Olive.
La expresión que adopta su rostro demuestra un poco de nerviosismo, pero prefiere cambiar el tema de inmediato.
—Así que sí sabes manejar una lancha, ¿eh?
—Mi padre me enseñó. Solíamos hacerte este tipo de cosas con bastante frecuencia. —De pronto su expresión cambia y luce sorprendida. —¿Qué? —Pregunto frunciendo el ceño.
—Es la primera vez que hablas, de tu padre. La primera vez que hablas de cosas personales tuyas.
Sé que tiene razón, y normalmente prefiero no hacerlo, pero el comentario me salió de forma natural. Además que no me vendría mal una charla ligera.
—A él le gustaba mucho el mar. En sus tiempos libres casi siempre estaba planeando viajes a la playa. —Muevo la palanca para bajar la velocidad. —Me enseñó esto, cuando yo tenía diecisiete años.
—Estabas muy joven —dice con una pequeña sonrisa.
—Todavía estoy joven —finjo sentirme ofendido, pero ella ni se inmuta.
—¿Cuántos años tienes? ¿Treinta y algo?
—¿Tan viejo me ves?
Suelta una pequeña carcajada —Creo.
Niego con mi cabeza, sonriendo —¿Nunca leíste alguna biografía mía? —Ella niega con la cabeza, lo cual me parece increíble. —La publicaron en muchas revistas. Creí que en PubliCom tu objetivo era investigarme. Ya sabes. Por eso de que era tu rival.
—Veía a toda tu empresa como mi rival, no a ti exactamente. Es más, hasta que llegué a tu empresa, a penas y te había visto en algunas fotografías.
Sus palabras me sorprenden —¿En serio? —Ella asiente. De pronto tengo un pensamiento, y por curiosidad, decido preguntarle. —¿Y qué pensaste cuándo me viste la primera vez?
—¿La verdad? Pensé que eras un idiota.
El comentario me causa risa —Ya había olvidado la manera en que nos conocimos.
Un leve rubor se apodera de sus mejillas —Ni me lo recuerdes. Fue horrible.
—Se notó que te caí pésimo desde un principio.
—¿Y cómo, no? —Rueda los ojos. —Casi me votas. Me hubieses causado la peor vergüenza de mi vida, y, me echaste a perder los documentos. No tienes idea de lo furiosa que estaba.
—De hecho lo noté. Desde ese momento me di cuenta de tu hermoso carácter.
Sonríe con altanería. Acto seguido, se mueve de su lugar, solo para sentarse más cerca de mí.
—No respondiste a mi pregunta —dice, y yo la miro confundido, así que la repite. —Quisiera saber: ¿cuántos años tiene el gran magnate de G.G?
—Ah, eso. —Me rasco la barbilla, como gesto desinteresado. —Tengo veintinueve. Casi recién cumplidos.
No disimula la cara de sorpresa —¿En serio?
—Ideal para tus gustos, ¿no? —Enarco una ceja.
—Cuánta experiencia para alguien tan joven —exclama, viéndome con atención.
—Admites que soy bueno en la cama, ¿eh?
Sus ojos vuelven abrirse exageradamente —No me refiero a eso. Yo hablaba de la experiencia profesional. En tu trabajo y eso.
Su voz tiene un ligero toque avergonzado y me divierte.
—Sí, también soy bueno en eso. Aunque cabe aclarar que soy bueno en todo.
—Qué presumido —entorna los ojos y mira hacia otro lado. —Oye, ¿no estamos muy lejos ya? No veo la playa —exclama viendo hacia todas las direcciones.
—¿Quieres que regresemos?
—No —responde al tiempo que sus ojos vuelven a mirarme fijamente. —Quiero quedarme un poco más, aquí entre la nada, contigo. Estoy disfrutando del paseo.
La calidez de sus palabras se instala en mi pecho como una sensación abrumadora e incomoda. Una sensación tan invasiva pero agradable.
—Yo también estoy disfrutándolo —admito en voz alta, porque sentí la necesidad de que lo sepa.
Muerde su labio inferior y de pronto se las arregla para ponerse de pie y terminar de acercarse a mí.
—¿Me enseñas? —Pregunta con un ligero toque emocionado.
—¿Qué? —La miro confundido.
Termina de acercarse y me sorprende cuando se instala en el espacio entre mis piernas, sentándose en el piso de la lancha, dándome la espalda.
—¿Qué haces? —Pregunto divertido.
Su mano se coloca sobre la mía, que sostiene la palanca —¿Es muy difícil dirigir una lancha?
—Mmm, no tanto.
—Bueno, pues soy buena aprendiendo cosas nuevas. ¿Por qué no me enseñas?
Es imposible contener mis pensamientos y no darle otro significado a sus palabras. ¡Dios! Esta mujer es inconsciente de lo que me provoca con pequeños comentarios como ese.
—¿Qué quieres que te enseñe? —Pregunto bastante pretencioso y al instante ella gira el rostro para verme.
—Que me enseñes a dirigir la lancha, Elliot —responde con énfasis.
Finjo demencia —Yo pensé que te referías a otra cosa. No sé, algo como enseñarte a follar en una lancha.
—Oye —me da un pequeño golpecito con el codo, arrancándome una carcajada. —¡Dios! No puedes tener una conversación sin que tengas que terminar hablando de sexo —protesta e intenta levantarse, pero no la dejo.
Cambio la palanca de dirección para dar un giro inesperado, haciendo que vuelva a quedar sentada entre mis piernas. Suelta un pequeño grito del susto y empieza a protestar e insultarme.
—¡Elliot! —Termina gritando entre risas, mientras cubre su rostro con las manos por el agua que nos salpica cada que la lancha rebota sobre las olas.
—¿Te daría miedo si voy más rápido? —Elevo la voz para que me escuche.
—¿Puedes ir más rápido? —Su pregunta es bastante retadora.
Me asombra su valentía, así que la pongo a prueba. Aumento la velocidad, y su emoción es notoria cuando continuamos con el largo recorrido a través de las olas, con el sol y la brisa acariciando nuestra piel. Con la adrenalina recorriendo cada parte de mí y no sé si eso se deba a la travesía, o lo malditamente bien que se siente Olive, muy cerca de mí, disfrutando un momento como este.
El día ha sido largo, ¿o quizá demasiado corto? No lo sé, pero lo he disfrutado. He disfrutado cada cosa, al lado de Olive.
Luego del extenso paseo en lancha, volvimos al hotel para reunirnos con Mandy y Jared para almorzar. El resto de la tarde fue energético, gracias a que a Jared se le ocurrió la brillante idea de que jugáramos voleibol en la playa. Las chicas son bastante buenas y al final terminaron venciéndonos.
En resumen, me atrevo a decir que me he divertido como hace mucho no lo hacía. Por este día me he olvidado de todas las responsabilidades, del estrés, del trabajo y la miserable vida que me cargo. Me he vuelto a sentir libre y feliz como solía hacerlo hace un par de años.
—No sabía que Jared bailara tan bien.
La voz de Olive llama mi atención y levanto los ojos para verla, y posteriormente mis ojos miran en la misma dirección que ella lo hace.
Observo a Jared bailando con Mandy, en la improvisada pista que tiene el restaurante. Una banda tropical está tocando música en vivo.
—Probablemente lo haga solamente para lucirse con Mandy —respondo, desinteresadamente.
Ella ríe —Como sea, creo que baila bien.
—¿Eso te sorprende? —Enarco una ceja y ella voltea a verme. —Creo que yo bailo mejor.
—No me digas que también eres buen bailarín. —Yo asiento, y ella vuelve hablarme. —Eres una caja de sorpresas, Elliot. Me has sorprendido mucho el día de hoy.
—Sí, me atrevo a decir que te he dejado ver una faceta mía que no le demuestro a cualquiera.
Apoya su codo sobre la mesa, y recarga su barbilla en la mano, viéndome con una intensidad que me hace sentir algo incómodo.
—Me agrada que lo hayas hecho conmigo.
Mierda. Estoy siendo demasiado obvio en cuanto a algunas cosas y no quiero, así que le cambio el tema.
—¿Y vas a dejar que te demuestre el buen bailarín que soy? —Al tiempo que hablo, me pongo de pie y extiendo mi mano derecha hacia ella. —¿Quieres bailar?
Durante unos segundos me mira confundida o quizás incrédula, pero termina sonriéndome y niega levemente con la cabeza. Antes que diga nada, yo la detengo.
—¿Estás rechanzándome?
Me doy cuenta cómo trata de contener una sonrisa —Es que...
—Tus rechazos todavía lastiman mi hombría, ¿sabes? —La interrumpo.
Hace una pequeña mueca —Lo siento, es que la verdad, me siento un poco cansada, Elliot. Hemos hecho bastantes cosas en un solo día.
Ahora que lo menciona, tiene razón. No hemos trabajado exactamente, pero hemos hecho bastantes cosas que requieren mucha actividad física y a esto le sumo que ya son cerca de las diez de la noche. La entiendo.
Un bostezo se le escapa —Si no te importa quisiera ir a descansar.
Asiento, y vuelvo a extenderle mi mano para que se ponga de pie —Okay. Te acompaño a la habitación.
Toma mi mano y una vez de pie, me dice que la espere que solo irá a despedirse de Mandy. Cuando regresa, le ofrezco mi brazo para que entrelace el suyo y lo acepta. Hacemos nuestro camino en silencio, lléndonos directo al ascensor, una vez salimos del restaurante.
Mientras avanzamos por el pasillo nos encontramos algunas personas que nos dan las buenas noches con amabilidad. Normalmente yo soy una persona bastante seria y no voy por ahí saludando a medio mundo, pero parece que hoy no tengo problema en hacerlo.
Llegamos al ascensor y presiono el botón para que las puertas se abran. Entonces escucho la voz de Olive.
—¿Si te das cuenta que por la manera en que venimos parecemos una pareja?
Le dedico una mirada burlona —No creo.
—Las personas probablemente piensen eso —hace un pequeño gesto que se me antoja bastante inocente.
—Me importa una mierda —respondo, y nos hago entrar al ascensor una vez las puertas se abren.
Ya estando adentro, ella vuelve a hablar.
—Creí que te disgustaban ese tipo de cosas o demostraciones. ¿Qué está pasando con el arrogante, insensible y frío Elliot?
Su voz tiene un ligero toque de burla, pero yo la miro directo a los ojos para responder con mucha seriedad.
—Quizá yo debería preguntarte eso a ti. —Su ceño se frunce, y yo me muevo de mi lugar, solo para quedarle de frente y ahuecar su hermoso rostro con mis manos. Entonces añado: —¿Qué le estás haciendo a mi otro yo? ¿Por qué me estás cambiando, Olive?
Mis ojos buscan con urgencia una respuesta en los suyos, pero no hago más que quedarme hipnotizado con ellos. Ella me mira como si no supiera qué decir.
—Y-Yo... yo no estoy haciéndote nada —sisea en apenas un hilo de voz.
Hago pequeñas caricias sobre sus mejillas, con mis dedos pulgares —Estás haciendo mucho, Olive.
El elevador anuncia que hemos llegado al piso correspondiente. Suelto un suspiro y retiro mis manos de su rostro. Acto seguido, me hago a un lado para que salga adelante y así lo hace.
Avanzamos por el pasillo, hasta ubicarnos frente a la puerta de la habitación que compartirá con Mandy. La abre pero no entra. Se queda dudando unos segundos, hasta que finalmente se gira un poco para verme y despedirse.
—Bueno... Buenas noches, Elliot.
Hundo las manos en los bolsillos del pantalón —Buenas noches, Olive.
Me regala una pequeña sonrisa y vuelve a girarse.
No la dejes ir. No dejes que cierre la puerta, me digo mentalmente y como por instinto, una de mis manos la sujeta del brazo, deteniéndola.
—¿Qué pasa? —Pregunta confundida.
—Voy a preguntarte otra cosa, y espero no ser rechazado como en lo de la invitación a bailar.
—Pues, pregunta —dice, un poco dudosa, pero seguramente no más que yo.
Tomo una inspiración profunda, y le pregunto de una jodida vez.
—¿Puedo dormir contigo? —Me mira mucho más sorprendida, y no sé porqué me veo en la necesidad de aclarar:— Y hablo de dormir exactamente. Solo dormir.
Contiene una sonrisa y termina asintiendo —Si tú quieres, puedes quedarte.
—Qué bueno, porque sí quiero.
Sin decir otra cosa, entramos a la habitación.
Mientras Olive anda de aquí allá, dando vueltas por la habitación, haciendo todas las cosas que las mujeres se hacen antes de dormir, yo ya estoy muy bien acomodado en la cama. Solo tuve que quitarme la camisa y los zapatos, y ya. Eso fue todo.
Finalmente luego de unos largos minutos termina metiéndose a la cama. Ahora es cuando vuelvo a sentir esa sensación extraña en el pecho.
—Muero de sueño —dice con la voz cansada, y vuelve a bostezar como por décima vez. Luego me mira un poco dudosa. —¿Puedo? —Pregunta, haciendo una seña a mi pecho y yo asiento.
Entonces se acerca hasta acomodarse sobre mí. Mis brazos la rodean para mantenerla muy cerca y siento cómo me relajo al instante. Volver a tenerla así, entre mis brazos, es malditamente relajante. Se siente demasiado bien. El calor de su cuerpo, la suavidad de sus extremidades que se abrazan a mí, y su aroma tan embriagador, me llenan de una tranquilidad que no me sé explicar del todo.
Al cabo de unos largos minutos, su respiración se vuelve muy lenta, demostrándome que empieza a quedarse dormida. Sin duda está muy cansada. Me quedo tan quieto como puedo para que esté bastante cómoda y pueda dormir mejor. O quizá simplemente es porque no quiero moverme ni alejarme ni un solo centímetro de ella.
Estoy jodidamente jodido.
Suelto un largo suspiro, y me relajo por completo para tratar de dormir.
—Buenas noches, preciosa —susurro con la voz enronquecida, pero ya no sé si logre escucharme. Sin embargo, escucho que gruñe casi inaudible. —¿Qué?
—Deja de... llamarme así —dice, más dormida que despierta.
—¿Cómo? ¿Preciosa? —Pregunto, dudándolo un poco y ella a penas murmura un sí. —¿Por qué?
—Porque...—toma una inspiración profunda, y se apega mucho más a mí. —Porque me gusta... —termina diciendo con la voz arrastrada, para luego quedarse en un profundo silencio.
Se ha quedado dormida.
Sin que pueda evitarlo, sonrío como estúpido. La he llamado de ese modo un par de veces este día, sin saber que le gustaba y ahora que lo sé, probablemente lo haga con más frecuencia.
Estás cruzando los últimos límites, idiota, me reprocho a mí mismo. Pero es quizás, solo quizás, Olive podría hacer que valga la pena.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro