Capítulo 30 | Elliot
—Quiero que llames a 3M y programes una reunión para mañana por la mañana. Deja que ellos decidan la hora. Llama también a Rotchschild y dile que necesito una videoconferencia con él, lo más pronto posible...
Camino a paso rápido, dándole las ordenes a Mandy, quien camina a mi lado, anotando todo lo que digo.
—¿Les llamaste ya a los de L'Oréal? —La miro sobre mi hombro.
—Dijeron que el proyecto había sido aprobado. Le enviaron toda la información a Jared.
Asiento totalmente complacido con la respuesta —Bien, hablaré con él entonces. —Me detengo justo enfrente de mi oficina y le doy las últimas órdenes. —Pídele a Jared el contrato firmado que tiene de HSBC. Le sacas copia a todas las páginas y me las entregas en una carpeta. Y no olvides llamar a Gilton para preguntar si ya tienen listo lo que pedimos.
Anota rápidamente y vuelve asentir —Listo. ¿Sería todo?
—Es todo —confirmo.
—Con permiso —dice, y sin más, se retira.
Paso la tarjeta de acceso en la cerradura y entro a la oficina, cerrando la puerta detrás de mí. Reviso la hora en el reloj de mi muñeca. Son las 10:30am. Voy a tiempo con todo. Eso me llena de tranquilidad.
Hago mi camino hacia el escritorio y justo cuando me acomodo en la silla, mi teléfono suena. Lo saco del bolsillo interno del saco, y contesto de inmediato al ver que se trata de Olive.
—¿Cómo vas? —Pregunto, algo distraído mientras enciendo la computadora.
—Todo en orden. La inauguración quedó para este fin de semana.
Asiento satisfecho —Perfecto. ¿Alguna novedad?
—Tenemos un patrocinador más —anuncia con un ligero toque ansioso.
—¿Ah, sí? ¿Quién?
—Veca Airlines.
Me deja totalmente sorprendido, y estoy seguro que lo hago notar.
—¿Es en serio?
—Totalmente —afirma, y apuesto que está sonriendo. —He acordado una reunión para la tarde. Si todo sale como planeo, firmaremos contrato con ellos para todo el tiempo que dure la campaña.
Me paso los dedos de mi mano libre, sobre la barbilla y sonrío con suficiencia —Excelente noticia, ¿y ya vienes? Si la reunión es para la tarde, hay que trabajar y planear todo ya.
—Voy de camino. Llegaré en una media hora —anuncia.
—Perfecto. Te veo al rato.
Se despide y cuelga la llamada. Me quedo pensativo, durante algunos segundos. La noticia que me ha dado Olive, es bastante buena.
Definitivamente no deja de sorprenderme. Es tan profesional en su trabajo. Tan obstinada a conseguir algo cuando lo quiere. No dudo que ella se haya encargado de convencer a Veca Airlines de que nos patrocine. Esa mujer tiene un don de persuasión malditamente perfecto. Tan perfecto que casi me tiene a sus pies.
Niego con mi cabeza, sonriendo. Estoy bastante jodido con una mujer como ella, pero me gusta estarlo.
Ha pasado un poco más de una semana, desde la vez que dormimos juntos. No se ha vuelto a repetir, aunque admito que me gustaría hacerlo de nuevo. Todo ha marchado bien desde ese día. Quizá demasiado bien y por eso sigo creyendo que, conforme pasa el tiempo, voy acostumbrándome a ella mucho más. Sé que no está bien y ya se lo hice saber. El problema es que aunque nos volvimos a recordar cuál fue el convenio de esta relación, parece que yo sigo olvidándolo de vez en cuando.
A veces me comporto demasiado atento, me he vuelto un poco más expresivo, más comprensivo con ella y lo que más me está incomodando, es que he empezado a sentir celos. ¿¡Por qué los malditos celos!?
Hace un par de días tuvimos una reunión con los representantes de Levi's y no me gustó para nada la manera en que uno de ellos estuvo pegado todo el tiempo a ella. Sé reconocer exactamente las intenciones de un hombre para con una mujer y apuesto lo que sea, a que estaba pretendiéndola. La idea de que alguien se le acerque de esa manera, me disgusta.
¿Y estoy jodido por eso? Por supuesto que sí.
Suelto un largo suspiro y me reacomodo en la silla, dispuesto a empezar con el trabajo. Pero justo en ese momento, recibo otra llamada a mi celular.
Frunzo el ceño cuando veo quién llama, y el disgusto se abre paso en mí de inmediato. No quiero contestar, pero sé que será peor si no lo hago, así que no tengo de otra.
—Dime —contesto bastante serio.
—¿Cómo va todo, Reynolds? —Exclama el hombre al otro lado de la línea, en un tono relajado. —Espero no interrumpir tu trabajo —añade.
No me gustan los rodeos. Si me ha llamado es por algo, así que pregunto directamente.
—¿A qué debo el motivo de tu llamada?
—Siempre tan directo, Reynolds. Pues bien, yo también lo seré. Necesito que nos veamos, así que he pensado un almuerzo. —Hago una mueca de fastidio ante la propuesta, pero lo que dice a continuación me disgusta aún más. —Iremos los tres.
—No tengo tiempo —respondo tajante.
—No estoy consultándote, Elliot. Estoy informándote.
Tenso la mandíbula —Sabes perfectamente que paso demasiado ocupado, George. Tengo la inauguración de Summer Time encima y una reunión muy importante para esta tarde. Quizás otro día.
—Siempre has sido muy entregado al trabajo, Elliot. Tu padre admiraba eso de ti. —Me quedo callado, sin decirle nada al respecto. Sin embargo, él continúa. —Pero él también decía que la familia es importante. No debes dejarla a un lado y lo sabes. Así que te veo a las 12:00pm donde la última vez.
El coraje se multiplica porque definitivamente no tengo opción. ¡Mierda!
—Doce en punto —exclamo, severo. —Si no están puntuales, me voy.
—Nos vemos entonces —responde conforme.
Ni una palabra más, y cuelgo la llamada.
Mi humor cambia drásticamente. Ya ni la buena noticia que me dio Olive me alegra. No hay nada que me haga sentir bien en estos momentos, porque en lo único en lo que puedo pensar es: Ya me jodieron el puto día.
A pesar que mis ojos están clavados en la computadora, soy consciente de que la mirada de Olive está clavada en mí, pero la ignoro. No sé por qué demonios no quiero verla a la cara. O bueno, sí lo sé. Hay dos razones.
La principal es que la dejé plantada -por decirlo de algún modo- con toda la preparación para la reunión con los de Veca y por si eso fuera poco, tampoco estuve presente. Pero no fue culpa mía. Fue por el estúpido almuerzo.
Al final yo sabía era mentira que se trataba de un simple almuerzo. Lo que George pretendía era otra cosa y lo supe desde un principio cuando dijo que iríamos los tres. Estando en el lugar, no me quedó de otra más que hacerle de frente. Todo por hacer caso a eso de que: a la familia hay que darle el lugar que le corresponde. La familia, es primero. Francamente a mi me importa un comino la familia.
Momentos como ese son los que me hacen maldecir mi vida, una y otra vez. No sé cómo demonios soporto seguir con esto. La próxima vez que vea a...
—¿Elliot?
La voz de Olive me saca de mis cavilaciones. Es hasta este momento que me atrevo a verla, pero no puedo sostenerle la mirada por mucho tiempo porque de inmediato recuerdo la segunda razón por la que me es difícil verla a los ojos, así que termino desviando mi vista a la computadora de nuevo.
—¿Qué sucede?— Pregunto, inexpresivo.
—¿Todo en orden? —Un asentimiento es mi respuesta, pero eso no la convence. —Elliot, de verdad que no sabes disimular tu cara cuando estás molesto.
—No me interesa disimular.
—¿Y puedo saber por qué estás molesto? —La ignoro. Ella suspira con impaciencia. —Escúchame, Elliot. Si hay algo que detesto, es trabajar contigo cuando estás de ese modo.
—¿Entonces qué haces aquí?
Las palabras salen de mi boca sin pensar. ¿Por qué carajos tengo la manía de no medir lo que digo?
Suelto un suspiro exasperado y me obligo a verla —Olive, lo siento.
Sus labios forman una línea dura —Creo que me voy a mi oficina.
Ruedo los ojos —No pedí que te fueras.
Ella se pone de pie de inmediato, cargando su laptop y las carpetas. Luce molesta y por si fuera poco me ignora, dándose la vuelta. Tomo una inspiración profunda, tratando de controlarme.
—No hagas caso de lo que digo cuando estoy molesto, Olive. No controlo nada de lo que hago o digo cuando estoy así y justo ahora estoy muy molesto.
Se detiene y voltea para encararme —¿Y yo tengo la culpa?
—No.
—¿Entonces por qué parece como si, sí?
—Solo vuelve a sentarte y continuemos trabajando —respondo, ignorando lo que ha dicho y hago de señas al sillón del frente donde estaba sentada, pero ella niega de inmediato.
—En estos momentos quizá trabajemos mejor por separado.
—No hagas drama, Olive. Solo ignora mi cara y terminemos el trabajo. ¿O es que no puedes dejar de verme?
Mi comentario la molesta todavía más porque me hace mala cara —Ya quisieras.
Sin que pueda evitarlo, una media sonrisa se me escapa.
—Siéntate. —Vuelvo hacer de señas al sillón. —¿O prefieres sentarte en mi regazo?
Su expresión cambia de inmediato. Pasa del enojo a la sorpresa, y también puedo ver cómo sus ojos se oscurecen.
¡Mierda! No debería estar pensando en sexo, sobre todo después de lo que me ha tocado pasar este día... ¿O quizá con más razón lo necesite?
No sé. Lo único que puedo asegurar en estos momentos es que la mirada de Olive, tan deseosa, me está empezando a calentar.
—Creo que ya te he dicho lo mal que me pones cuando me miras de ese modo —digo con la voz enronquecida.
Noto que traga grueso, pero se las arregla para lucir indiferente —No te estoy viendo de algún modo en especial.
—¿Ah, sí? —Enarco una ceja. —Creo que estás viéndome con deseo.
Mis ojos barren su cuerpo de pies a cabeza. Me gusta cómo va vestida el día de hoy. Fácilmente podría subirle ese vestido para...
—Tú estás viéndome de ese modo —acusa, deteniendo lo que estaba empezando a pensar.
Mis ojos vuelven a conectar con los suyos —No encuentro otro modo de verte. Me gusta verte así. Comerte con la mirada.
—Creo que sí debo irme a trabajar en mi oficina —dice, negando con la cabeza pero sonríe levemente.
—¿Por qué?
—Porque si me quedo aquí, algo me dice que no vamos a trabajar.
Me dejo caer hacia atrás, contra el respaldar de la silla para verla con más atención —¿Quién dice que no? Claro que trabajaremos.
—¿En serio? —Me mira con expresión incrédula.
—Sí —afirmo. —Yo por ejemplo, voy a trabajar en quitarte ese vestido.
Su expresión cambia una vez más. Se vuelve mucho más provocadora cuando una sonrisa traviesa se dibuja en sus labios y pregunta:
—¿Solo el vestido?
La idea de tenerla desnuda frente a mí, provoca una reacción inmediata en mi entrepierna. Hago una mueca, ante ello. Me pongo de pie, y muy lentamente camino para acercarme a ella. Todo su cuerpo reacciona al instante, y me encanta ver cómo su respiración ha empezado a verse afectada.
En silencio le quito las cosas que tiene en sus manos y las dejo en uno de los sillones frente al escritorio. Regreso a ella y sin perder el tiempo, aferro mis manos a sus caderas para pegarla a mí.
—Primero me gustaría ver lo que llevas debajo, contemplarte un momento así y luego podría quitártelo también hasta dejarte completamente desnuda para mí —susurro con la voz teñida por el deseo.
Sus manos se posan sobre mi pecho y me hacen una leve caricia —Ya no luces tan molesto —se burla.
—Todavía lo estoy —contesto, desinteresadamente. —Pero tengo la solución perfecta aquí para olvidarme de ello.
Inclino la cabeza y me acerco a su cuello para besarlo. Ella jadea e inclina la cabeza para darme más entrada. Mis manos la estrechan más contra mí, clavando mi erección en su pelvis.
—¿Así que solo voy a ser tu desfogue de tensión?— Pregunta, enredando sus manos en mi cabello y tira de él para apartarme y que la vea.
—¿Te molestaría eso? —Inquiero bastante urgido por saber su respuesta. De eso depende si sigo o no.
—No si me complaces bien —responde, acercándose para rozar sus labios sobre los míos. —La verdad es que yo también necesito quitarme algo de estrés.
Sus labios vuelven a besarme, muy lento y apasionado. Su lengua se abre paso en mi boca, arrancando un gruñido de mi garganta. Ella sabe cómo ponerme a mil.
Sin dejar de besarnos, me hace retroceder torpemente hasta que choco contra el escritorio. Sus manos se enganchan a mi cuello mientras las mías la tocan con toda libertad, como y donde yo quiero. Sin perder más tiempo, mis manos bajan más hasta que sujeto el dobladillo de su vestido y empiezo a subirlo lentamente.
Siento cómo su piel se eriza al sentir el roce de mis dedos, y eso provoca que aumente la urgencia por sacarle el vestido completo y tenerla en ropa interior. Una vez le he subido el vestido hasta la cintura, no pierdo tiempo y una de mis manos hace a un lado sus bragas para tocarla.
—Siempre tan perfecta. Justo como me gusta —gruño contra su boca, cuando mis dedos se deslizan de arriba abajo fácilmente, debido a lo mojada que está.
—¡Ah, Elliot! —gimotea, enterrando su rostro en mi cuello.
Sus caderas empiezan a moverse al mismo ritmo que mis dedos trazan círculos sobre su punto más sensible. Quiero hacerle mucho más, pero justo cuando mis dedos se mueven buscando su entrada, el maldito teléfono suena, interrumpiéndonos.
—¡Mierda! —Suelto la palabrota y retiro la mano.
—Apuesto a que es Mandy. —Se ríe un poco, pero hace una pequeña mueca de decepción.
—Más le vale que sea algo importante o voy a despedirla —mascullo bastante molesto. —Le advertí que no quería interrupciones mientras trabajábamos.
Se ríe un poco más —Pues no estábamos trabajando en la inauguración de la campaña, precisamente.
—No, pero yo sí estábamos en algo mucho más interesante. —Mis manos vuelven ahuecar su trasero, estrujándolo con deleite.
Hace una mueca —Entonces contesta rápido para que podamos continuar.
Se aleja un poco para que yo pueda estirarme y alcanzar la bocina del maldito teléfono que no deja de sonar.
—Dime.
Estoy seguro que Mandy nota la molestia en mi voz, ya que responde lo más pronto posible.
—El señor Davis Miller está aquí. Dice que viene a visitarlo y me pidió que lo anunciara.
El agrado y el disgusto se mezclan. Hasta que por fin se dignó en aparecer, pero justo en el momento menos indicado. Suelto un suspiro.
—Bien, dile que pase.
Cuelgo la bocina y cuando regreso la mirada a Olive, ella me dedica una mirada molesta.
—¿Es en serio, Elliot? ¿Me vas a dejar así?
—Oye, no eres la única que se queda con ganas —respondo, haciendo una mueca cuando acomodo mi erección. —Lo siento, pero debo recibir la visita.
Me mira más disgusta todavía. Me da un pequeño empujón para alejarse y de un solo movimiento vuelve a bajarse el vestido hasta acomodarlo.
—No vuelvas a calentar, lo que no te vas a comer.
—Pero puedo comerte en la noche, si quieres. —Le guiño un ojo y añado:— Todas las veces que quieras.
Me dedica una sonrisa fingida —El que no quiso cuando pudo, no podrá cuando quiera.
Se acerca hasta el sillón y recoge sus cosas. La miro con atención, cruzándome de brazos.
—¿Qué me quieres decir con eso?
Hace una mueca de inocencia —Que no volverás a ponerme una mano encima para tocarme, hasta que yo lo quiera.
—No me gusta como suena eso, Olive.
Se acerca maliciosamente, hasta que tiene que alzar los ojos para verme. Su fragancia inunda mis fosas nasales al instante y el calor y cercanía de su cuerpo, me provocan demasiado.
—Pues te tendrás que aguantar, así como yo he tenido que hacerlo ahora. —Sonríe ampliamente—. Una dulce venganza.
De un movimiento rápido mi mano se apodera de su nuca y la mantengo firme, muy cerca de mi rostro —Más bien una dulce tortura —hablo muy cerca de sus labios.
—Igual voy a disfrutarla —exclama como si la idea le fascinara.
En ese momento llaman a la puerta y ya no puedo replicarle nada. Se aleja, todavía sonriéndome de ese modo tan malditamente seductor y sin más, se da la vuelta para salir de la oficina.
Al abrir la puerta se topa de frente con Davis.
—Buenas tardes —la saluda él con demasiada atención.
—Buenas tardes —responde ella, haciéndose un lado para darle entrada.
Este pasa sin quitarle la mirada de encima y admito que no me gusta. Conozco al idiota y seguramente ya sé lo que está pensando. Olive sale cerrando la puerta detrás de ella y solo hasta entonces el imbécil le quita los ojos de encima.
—¿Y ella quién es?— pregunta una vez se gira hacia mí.
—Mi Directora Creativa —respondo secamente.
—No sé si realmente tenga creatividad, pero lo que si tiene son unas curvas de infarto —exclama descaradamente. —¿Por qué no me la presentaste? —añade y ese comentario me disgusta.
Y ahí están de nuevo los estúpidos celos.
—Deja de pretender a mis empleadas, ¿quieres? Te apareces al tiempo, ¿y solo vienes a eso? Tal parece que sigues siendo un idiota, Miller.
Tira una carcajada —¿Me extrañaste, Reynolds?
—Ya quisieras.
Niega con su cabeza y termina de acercarse para estrecharnos las manos, y darnos ese común abrazo entre hombres que incluye las palmaditas en la espalda.
—Sigues siendo un idiota —dice una vez nos alejamos.
Me río —Lo mismo digo, pero creo que ahora lo eres mucho más.
Me pasa de largo hasta rodear el escritorio y sentarse cómodamente en mi silla, soltando un largo suspiro.
—Y cuéntame, Elliot. ¿Cómo es la vida a cargo de G.G?
Nos espera una larga charla sin duda, así que termino tomando asiento en uno de los sillones al frente, dejando que el idiota se sienta importante por unos momentos, mientras utiliza mi silla.
**~**
Salgo del elevador a toda prisa. Ni siquiera saludo a Sarah cuando paso frente a ella. Paso las puertas dobles y cruzo toda la estancia a zancadas.
Como detesto llegar tarde a la oficina.
Fui un completo idiota. No debí hacerle caso a la invitación de Davis, ayer. Pero teníamos mucho tiempo sin vernos y cuando Jared se puso de su lado, apoyando la idea de que fuésemos a un bar, terminaron convenciéndome fácilmente.
Al final los tres nos fuimos a tomar un par de tragos, y aunque por suerte no nos emborrachamos, igual salimos pasadas de las doce del bar. Yo llegué a mi pent-house, pasada las dos de la madrugada. Caí muerto de cansancio y esta mañana me he despertado una hora después de la hora que se suponía debía levantarme.
Son las 8:12am. Debería haber llegado hace más de una hora.
Mientras venía en camino, me encargué de llamarle a Mandy para preguntar si tenía algo importante a primera hora, pero me dijo que no. Sin embargo, sigo sintiéndome molesto por venir tarde.
No me quedo en mi oficina, sino que sigo recto, cruzando toda la estancia para ir a la oficina de Jared. Tengo que llamar a la puerta cuando me doy cuenta que está con llave. Observo impaciente al pequeño interruptor que tiene la cerradura electrónica, hasta que la luz parpadea verde cuando Jared me da entrada.
Empujo la puerta, hablando de inmediato.
—¿Cómo carajos es que tú viniste temprano y yo no?
Jared está sentado detrás del escritorio, firmando unos papeles. Se ríe un poco y habla sin verme.
—Yo no olvidé dejar la alarma.
—Después de la hora que llegué a mi apartamento, ya crees que iba a escuchar la alarma.
Termino de llegar hasta pararme frente a él. Sin que pueda evitarlo un bostezo se me escapa y me cubro la boca con una mano. El vuelve a reírse y esta vez sí voltea a verme.
—Necesitas un café con urgencia, Elliot.
—¿Vas a prepararme uno?— Pregunto con sorna.
—No soy tu sirviente —replica, causándome risa y justo antes que diga lo que estoy pensando, él me interrumpe como si lo supiera. —Y no te atrevas a decirme que soy tu secretaria, Reynolds.
El dedo índice de su mano derecha me señala acusadoramente y esta vez me hecho a reír más fuerte.
—No iba a decir nada.
—Como si no te conociera —entrecierra sus ojos, pero yo finjo inocencia.
Hundo las manos en los bolsillos del pantalón y cambio el tema —¿Y ya está todo listo para la inauguración de la campaña el sábado?
Vuelve a clavar su vista en los papeles, asintiendo —Justo estoy en eso. Estoy terminando de firmar la autorización para reservar el hotel.
—¿Que no lo habías hecho ya?
Me muevo hasta sentarme al frente, en uno de los sillones. Él termina de guardar las páginas en una carpeta y luego se recarga contra el respaldar de la silla, en una postura relajada.
—Había enviado las cartas de solicitud únicamente, pero aún no nos habían dado respuesta en ninguno de los dos hoteles que habíamos pensado. Mandy la recibió hasta hoy.
—¿Y? —Pregunto apoyándome sobre el reposabrazos del lado derecho. —¿Cuál hotel está disponible?
—Atami —responde, con un encogimiento de hombros.
—¿Los de Punta Roca se negaron?
—Dijeron que ya tenían una reservación y no creerás de quien.
Frunzo el ceño —Dime.
—Corinne.
—¿Qué?
Endereza su postura hasta apoyarse con los antebrazos sobre el escritorio —Sí, como lo oyes. Tal parece que su compañía tendrá un evento de moda para presentar la colección de verano, y ella reservó el hotel para ello, hace cuatro días.
Le resto importancia al asunto —Bueno, Atami nos queda perfecto a nosotros. No hay problema.
—El único problema será cuando Corinne se dé cuenta de que estarás bastante cerca. —Se ríe un poco. —No dudes que saldrá corriendo a buscarte.
—No creo. Hace mucho tiempo que no sé nada de ella.
—Pues con más razón —enfatiza. —Estará necesitada de verte.
—Pues espero que no me busque, porque no quiero hacerle pasar un mal rato.
—¿Vas a mandarla a volar de una vez?— Enarca una ceja y yo asiento. Entonces añade:— ¿Y no crees que se pregunte por qué lo haces así de repentino? Digo, llevas mucho de verla. Cerca de, ¿qué? ¿Un poco más de un año?
—Más o menos. Pero eso no es problema. Jamás le prometí algo duradero.
—¿Lo mismo dirás de Olive, de aquí a un año?
De inmediato hago mala cara a su pregunta. No estoy para que empiece a echarme sus sermones de siempre.
—Ahórrate tus comentarios, Jared.
—Solo es curiosidad —se defiende al instante. —Es que después de lo último que me dijiste, ya no sé qué pensar.
—Mejor no te hubiese dicho nada —protesto, cruzándome de brazos.
Sí, definitivamente fue una estupidez haberle contado sobre lo de la exclusividad, sobre quedarme a dormir con Olive, voluntariamente, y sobre el montón de cosas extrañas que he estado sintiendo desde entonces. Pero es que me estaba empezando a sentir sofocado y necesitaba sacarlo. Desde entonces, él no ha dejado de repetirme incansables veces que tenga cuidado. Que ya estoy empezando a cruzar esa línea que no debo.
—¿Pues sabes qué?— Trato de mirarlo con la mayor seguridad que puedo. —Quizá tienes razón. Probablemente de aquí a un año diga lo mismo de Olive. Conociéndome, es probable que no tarde mucho en encontrarle reemplazo.
¿Estoy tratando de engañar a Jared, como intento engañarme a mí mismo? Definitivamente sí.
Últimamente no me saco de la cabeza la puta idea de estar con Olive, por mucho tiempo. No me veo poniéndole una fecha de terminación a esto que tenemos. Simplemente creo que ya no podría alejarme de ella, ni aunque quisiera.
—En fin —digo, poniéndome de pie, listo para dar por terminado el tema—, solo hay que enfocarse en los últimos detalles de la campaña, y todo quedará listo para el sábado.
Jared me dedica una mirada tan acusadora, porque perfectamente sabe que estoy evadiendo la conversación anterior. Sin embargo, no insiste más.
—Sí, ya prácticamente está todo listo. ¿Cuándo nos iremos nosotros?
—Probablemente el viernes por la noche. Le preguntaré a Olive qué le parece mejor. —Su estúpida sonrisa me da ganas de retractarme de lo que he dicho, pero simplemente aclaro: —Nos iremos todos juntos. Deja de verme así.
Se encoge de hombros —Bueno, si quieres adelantarte para estar un rato a solas con ella, no tengo ningún problema.
—Sí, claro. Así de paso te queda tiempo a ti también para estar a solas con Mandy.
—Exacto —afirma al instante.
—A ver si por fin consigues llevártela a la cama, de una buena vez. Como que ya te estás tardando. ¿Será que no puedes con las mujeres difíciles? Tal vez necesites consejos de un profesional —enarco una ceja.
—Ocúpate de tus asuntos, Reynolds, y déjame a mí con los míos —masculla medio molesto por el comentario.
Me río burlonamente y me giro para salir de su oficina. Cruzo toda el área de Servicios Creativos, y justo llegando al escritorio de Mandy, me percato que Olive está con ella.
Luce tan hermosa como siempre, vistiendo un entallado vestido color vino que hace resaltar su piel blanca. Sus curvas lucen extremadamente sensuales. No puedo quitarle los ojos de encima, pero me veo obligado a hacerlo, cuando el sonido de mi teléfono me saca un pequeño susto.
El dichoso sonido atrae la atención de Olive, pero se mantiene inexpresiva. Ha estado así desde ayer, con eso de que va a vengarse por haberla dejado con ganas. Lo que no sabe, es que con eso solo aumenta el deseo que le tengo.
Decido sacar el teléfono del bolsillo de mi pantalón para ver quién llama. Es un verdadero trabajo el disimular a toda costa mi expresión al ver el nombre en la pantalla. Mis ojos vuelven a ver a Olive y maldigo para mis adentros el tenerla enfrente, justo ahora. Sin duda va a notar mi cambio radical y no quiero que haga preguntas después.
Termino de cruzar a paso rápido la estancia para irme directo a mi oficina. Cuando paso al lado suyo, ni siquiera vuelvo a verla y dejo a Mandy a medias en el saludo que me da.
¿Y ahora por qué me está llamando? ¿No le bastó con arruinarme el día ayer, que también quiere hacerlo hoy?
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