Capítulo 28 | Elliot
Mi pierna no deja de moverse al mismo ritmo que los dedos de mi mano derecha golpean la madera del escritorio, con impaciencia. Me siento frustrado, confundido. No sé por qué demonios me siento de esta manera.
Bueno, la verdad, sí lo sé.
Una persona es la causante: Olive Blair.
Últimamente ella es la causante de muchas cosas en mi vida, que siguen sin agradarme del todo.
Jared dice que me he vuelto blando, pero no es así. Sí admito que hasta cierto punto he dejado que esa bella mujer tenga cierto dominio sobre mí, pero todavía sigo manteniéndome firme en algunas cosas que no permito que ella las cambie.
Hace unos días tuvimos un encuentro en mi pent-house y le dije que podía quedarse a dormir, si quería. Sin embargo, le aclaré que no iba a dormir con ella. La idea volvió a parecerle ridícula, pero le aclaré que eso no sucedería de nuevo. También le recalqué lo que es esta relación: mucho sexo, pero cero sentimientos.
Quizá se tomó bastante en serio lo que dije, ya que desde ese día, no ha sucedido nada interesante entre nosotros. Hemos tenido mucho trabajo, pero si quisiésemos, podríamos hacer algún tiempo libre, pero como ya dije, ella ha estado distante y a regañadientes, yo he respetado su postura.
Creo que me había mantenido tranquilo al respecto, hasta hoy.
Me siento molesto. No sé si por su puto rechazo a mi invitación o esas flores. Esas malditas flores. ¿Quién le envió flores?
No he dejado de sentirme intranquilo desde que la vi, cargando ese ramo de rosas.
Le envié un mensaje insinuando que tal vez pudiésemos tener uno de nuestros encuentros hoy por la noche o tal vez mañana, pero me rechazó de tajo, diciéndome que ya tiene planes porque es su día libre. No sé qué planes tiene, pero al ver ese ramo de rosas que le trajeron esta tarde, me he puesto a pensar muchas ridiculeces.
Puede que quien se las envió sea el idiota de su ex. Quizá ha empezado a insistirle luego de que ella lo mandara a volar por lo del trato de la exclusividad entre nosotros. ¿Y si los planes que ella dijo que tenía, son con él? Admito que ese pensamiento es lo que me tiene intranquilo.
No es que sienta celos o algo por el estilo, porque eso jamás. Es ridículo. Lo que me molesta es que de ser cierto lo que pienso y si ella sigue viéndolo, estaría faltando a la exclusividad. No creo que haya sido tanta insistencia por pedir esa mierda, para que al final ella decida no cumplir su parte. No creo que ella haga eso, ¿o sí?
¡Mierda! La verdad que no sé ni qué pensar y es lo que me frustra.
Suelto un suspiro exasperado y me paso una mano por el rostro. Mi vista se desvía unos segundos hacia mi celular.
No, no voy a llamarle. Tampoco voy a enviarle ningún mensaje, aunque mis dedos pican por escribirle. Debo controlarme, joder. Así que en su lugar, decido llamarle a Jared. Algo voy a hacer para matar el tiempo.
—¿Sí?— Responde al instante.
—¿Tienes planes para hoy?— Pregunto, revisando la hora. Son las 5:38pm.
Escucho una pequeña risa del otro lado.
—No, no tengo planes, Reynolds. ¿Por qué? ¿Vas a invitarme a salir?
—No lo digas de esa manera —protesto. —Pensaba que podríamos ir a algún bar.
—Vaya, vaya. Ya era hora de volver a nuestros pasatiempos. Ya empezaba a preocuparme porque Olive me hubiese quitado tu atención.
—No seas un idiota.
—Lo digo en serio. Últimamente tu mundo gira únicamente en torno a Olive. —Vuelve a reírse, pero a mí su comentario me disgusta.
—No estoy para tus comentarios tontos, Jared.
—Uh, de verdad que necesitas un trago, hermano. Por lo visto te cargas un humor de mierda.
—¿Entonces?— Pregunto, aburrido.
—De acuerdo. Vamos a Republik.
—Bien. Te veo allá en media hora. Primero debo terminar algunas cosas.
Cuelgo la llamada, antes de que haga algún otro estúpido comentario y sin esperar más, me encargo de terminar todo lo que tengo pendiente, antes de irme. De verdad que necesito un trago. Solo espero no terminar emborrachándome.
Me bebo todo el líquido ambarino de un solo trago. Este quema un poco mi garganta, pero ya estoy acostumbrado a esa sensación, así que no hago ninguna mueca. Deposito el vaso sobre la barra, indicándole con la mirada al bartender que me sirva otro.
La música retumba en mis oídos. El ambiente huele a cigarrillos, alcohol y no sé qué más. El lugar está bastante abarrotado, para ser día de semana y para la hora que es.
—¿Ya vas a decirme por qué tenías ganas de venir a tomarte unos tragos?— Pregunta Jared y yo hago un mal gesto. —Y no vayas a decirme que es porque extrañabas salir conmigo, porque no voy a creerte, Elliot.
Tomo el vaso con mi otro trago cuando el bartender me lo entrega —Solo quería un trago y ya. —Vuelvo a echarme todo el líquido a la boca de un solo. —Ha sido una semana pesada —añado, una vez me he tragado el whisky.
—Ajá —responde, incrédulo y también termina su trago.
—¿Viste a Olive y Mandy cuando se fueron?— Pregunto fingiendo desinterés. Solo quiero su opinión acerca de las flores.
Sonríe bastante divertido —¿Seguro que esa es la pregunta que quieres hacer?
Le dedico una mala mirada —¿Sabes que a veces es un jodido dolor de culo que me conozcas tan bien?
Su estúpida sonrisa se ensancha, y se gira sobre el taburete para verme un poco de frente, al tiempo que apoya su brazo derecho sobre la barra.
—A ver. Solo has la pregunta.
—¿Sabes quién le envió flores a Olive?
Se queda callado durante unos segundos pero de pronto, estalla a carcajadas. Puto Jared. No debí decirle nada.
—No me digas que estás celoso —dice entre la risa.
Hago una mueca de disgusto —No digas estupideces.
—Es que no entiendo por qué te interesa saberlo entonces. —Toma una inspiración profunda, recomponiéndose de la risa. —¿Temes que algún otro la ande conquistando y te vote?
—De verdad que es imposible tener una conversación seria contigo. —Niego con mi cabeza y vuelvo a clavar mi vista al frente. —En serio. No me importa en lo más mínimo quién le haya enviado esas flores.
—Ya dime la verdad, Elliot —dice, ignorando mi comentario. Vuelvo a verlo de reojos y tiene una expresión acusadora cuando habla. —¿Qué tan lejos vas a llegar con ella?
—Solo es mi amante —respondo de inmediato, porque estoy seguro de lo que digo.
—¿Estás seguro?
—No voy a convertirla en nada más que eso.
—Como si eso dependiera de ti.
—Claro que depende de mí —suelto, irritado. —Sí, he pasado algunos límites con ella pero todavía tengo claro hasta dónde debo llegar.
—Una vez pierdes la cabeza por alguien, todo se va al carajo, Elliot. Te olvidas de los límites, de las reglas. Nada te detiene. —Hace una pausa y me mira con firmeza. —Mientras no pierdas la cabeza por esa mujer, estarás bien.
Una pequeña risa me asalta —¿Te estás escuchando, Jared? Estás hablando como si yo fuese a... —hago una mueca—, enamorarme de Olive.
—Vaya, qué observador —ironiza. —Por supuesto que estoy hablando de eso, Reynolds. No eres de piedra, y aunque tú mismo te lo niegues, muy en el fondo tienes algo de sentimientos y me atrevería a decir que con Olive, estos peligran.
Extrañamente sus palabras me dejan un mal sabor, porque una pequeña parte de mí ha pensado lo mismo una que otra vez. Pero no voy a dejar que toda esa mierda sentimental me ablande. Sería ridículo.
—No voy a involucrarme sentimentalmente, Jared. Eso te lo aseguro —digo con total determinación.
—Déjame decirte, Reynolds, que si hay algo tan imposible de controlar, son los sentimientos.
—No creas que no entiendo tu postura, hasta cierto punto, pero estás equivocado. Mira, a penas y conozco a Olive. De ser amantes llevamos poco tiempo. No ha habido interacción alguna entre nosotros, más allá del sexo.
Miento. Sé que ha habido un par de sucesos... más personales, por decirlo de algún modo. Pero no se lo haré saber a Jared. Tampoco le he dicho nada sobre el acuerdo de exclusividad. Todavía no quiero lidiar con todas las estupideces que dirá.
—¿Y tú crees que ella no termine involucrándose de más?
—Ese es su problema, no mío.
Vuelvo a pasarle mi vaso al bartender para que me sirva otro trago. Jared pide otro también.
—Claro, Elliot. Se me olvidaba que siempre te importan un comino los sentimientos de las mujeres.
Mis ojos se clavan en él de inmediato, como dos dagas mortíferas.
Él hace una mueca —Lo siento. No debí hacer ese comentario.
—Sí, no debiste, imbécil.
—¿Sabes qué? No sigamos hablando de esto, o terminaremos arruinando la salida.
—Estoy de acuerdo. Cambiemos el tema.
—¿Puedo darte un último consejo, antes?
Le dedico una mala mirada —Tú nunca preguntas antes de decir una estupidez. Así que solo dila y ya.
Se ríe un poco —Solo iba a decirte, que no vayas a perder la cabeza por Olive. Lo digo en serio, Reynolds, porque aunque te burles de mí, yo me preocupo por ti, idiota. Y tú y yo sabemos que no estás para ese tipo de problemas.
Muy a mi pesar, sonrío. Entiendo su preocupación porque sé perfectamente a que se refiere.
—Ya sé —digo, clavando la mirada en el vaso que sostengo en mi mano. —Olive es de esas mujeres por las que vale la pena perder la cabeza, pero que al mismo tiempo sabes que eso significa un verdadero peligro. —Una pequeña risa, carente de humor se me escapa. —O bueno, para mí sería un peligro.
—Tú tienes cierta manía por lo peligroso, Reynolds.
Sonrío con arrogancia y empiezo a dar pequeños tragos al whisky.
Él tiene razón. Tengo cierta manía por lo peligroso y lo prohibido, y Olive es ambas cosas, quizás por eso me encanta tanto. Por eso desde un principio me dije que debía irme con cuidado con ella. Este juego entre nosotros es intenso y excitante, y los dos somos muy buenos jugándolo, por eso deberíamos tener más que claro que si alguno de los dos terminara involucrándose más de lo que debe, ambos llevaríamos la de perder. El juego se arruinaría.
Sin embargo, sé que ella es casi parecida a mí. He podido notar que es fría, calculadora e inteligente. Así que creo puedo estar tranquilo porque ella será lo suficientemente astuta, como para saber que no puede esperar recibir nada de mí, a no ser que sea sexo y placer. Mientras ambos tengamos claro eso, estaremos bien.
—¿Qué estarás pensando, Elliot?
La voz de Jared me devuelve a la realidad.
—Pensando cómo mover mis piezas sin arriesgarme a nada —digo, pasándome una mano en la barbilla.
—Sí, claro. El gran Elliot Reynolds siempre tiene un plan para todo —dice en un tono burlesco, y niega ligeramente con la cabeza. —Seguramente buscarás cómo salirte con la tuya. Siempre lo haces.
—Hasta que por fin dices algo coherente. —Me burlo, provocándole que haga mala cara.
—Demos por terminado el tema, ¿okay?
Se gira sobre el taburete hasta que queda viendo hacia el resto del bar. Exactamente donde están las personas bailando. De inmediato me percato de la expresión que adopta su rostro. Conozco bien esa cara.
Echo una ojeada hacia atrás, sobre mi hombro, y compruebo lo que pensaba. Hay una morena de piernas largas y escote pronunciado, en una de las mesas al otro lado. Su mirada está clavada en el idiota de Jared, mientras se bebe una copa.
—¿Ya te diste cuenta de esa belleza? Quizás debería invitarla a bailar.
Me río un poco, y regreso mi vista al frente —Pues creo que eso espera.
—Sí ya noté su mirada —dice pensativo, mientras se pasa los dedos por la barbilla. —Creo que iré.
Termina su trago y posteriormente se pone de pie. Cuando está casi por marcharse, me doy cuenta que busca algo en los bolsillos de su pantalón, varias veces. Ya sé.
—¡Mierda!— masculla molesto y me mira. —¿Tienes un preservativo?
—¿Para qué carajos lo necesitas, si solo van a bailar?— Me hago el ignorante, a posta.
—Te queda muy bien hacerte el tonto, ¿sabes? ¿Tienes o no?— Insiste.
—No.
—¿Y por qué no?
—Vine por unos tragos, no a buscar sexo.
Ahora es su turno de reírse —¿Tú crees que saldrás de aquí sin follar con ninguna de tanta mujer bella que hay esta noche?
—Sí —respondo con desinterés. —La verdad no he visto ninguna que llame mi atención.
—Oh, claro. Se me olvidaba —dice, frunciendo los labios. —Ninguna es Olive.
—Púdrete, Jared —mascullo, sintiéndome molesto por el comentario, haciendo que él se ría un poco más.
—¡Vamos, Reynolds!— Me da un pequeño golpe en el hombro. —Seguramente hay alguna bella mujer por aquí que logre alborotarte la testosterona. Eso te lo puedo asegurar.
Durante unos segundos, vuelvo a ser yo y me comporto como normalmente lo haría. Doy una ojeada hacia todo el bar, solo para comprobar lo que dice Jared y, efectivamente, mis ojos encuentran a dos o tres mujeres que sin duda llaman mi atención.
—Lo ves —dice Jared en un tono bastante acusador como si pudiese leerme el pensamiento justo ahora.
Mis ojos se han quedado fijos en una mujer que está de pie, justo al final de la barra. Lleva un vestido negro ceñido al cuerpo, resaltando sus curvas. El escote es una clara invitación a que mis ojos se queden ahí, perdidos en sus senos grandes. Es increíble lo rápido que su imagen empieza a traerme muchos pensamientos indecentes, provocando que al instante sienta la reacción en mi entrepierna.
Casi estoy por ceder a mis impulsos e ir donde esa mujer, pero justo en ese momento, tan inoportuna como siempre, Olive Blair se mete en mis pensamientos, deteniéndome. ¡Mierda!
Sigue sin agradarme la sensación del dominio que esa mujer ha impuesto en mí, sobre todo ahora con esa mierda de la exclusividad.
¿Y si la rompo por esta noche? De todas maneras, ella probablemente lo esté haciendo con el idiota de su ex y... ¡Puta mierda! Estoy pensando estupideces de nuevo.
No voy a hacer nada, porque no vine aquí por sexo y esa es la verdad. No quiero ligues esta noche, y no tiene nada que ver con Olive ni la estúpida exclusividad. Es simplemente porque no quiero y ya.
—Ya en serio, Reynolds. Más te vale que si cargues condones.
La voz de Jared vuelve a llamar mi atención. Le dedico una mirada seria.
—Ya te dije que no y también vuelvo a repetirte que no, vine, por, sexo. —Me encargo de pronunciar palabra por palabra con énfasis, para que me entienda.
—En serio que estás mal... Ya solo falta que Olive te ponga una correa.
Las últimas palabras las dice en voz baja y entre dientes, según él, para que yo no escuche, pero claramente lo he hecho.
—Vuelve a repetir eso, y te juro que te arrepientes —digo, tensando la mandíbula.
—Te molestas porque sabes que puede llegar a ser verdad.
Me siento realmente molesto, pero no voy a pelear con Jared por estupideces; así que lo único que hago es ignorarlo y pedir al bartender otro trago.
—Te veo luego —anuncia. —Yo sí voy a buscar un poco de diversión.
Dichas las palabras, se aleja de la barra para ir seguramente con la morena que estaba viendo. Es muy probable que no lo vea por un buen rato.
Disimuladamente, mis ojos regresan a la mujer del final de la barra. La veo por apenas unos segundos, pero termino viendo hacia el frente de nuevo, todavía más molesto. ¿Por qué carajos me lo estoy pensando tanto? ¿Porque realmente no tengo ganas? ¿Por la puta exclusividad? ¿Por Olive?
Suelto un largo suspiro y maldigo para mis adentros cuando mi mano saca el teléfono del bolsillo de mi pantalón, y busco su número para llamarle.
La llamada es enviada al buzón de voz directamente y eso solo aumenta lo frustrado que me siento.
Tomo el vaso que me han servido y me lo empino de un solo como los otros. No sé cuántos tragos llevo ni cuantos más me falten para hacer alguna locura. O termino yendo a buscar a Olive, o termino follando a la mujer del vestido negro.
**~**
Cuando el reloj marca exactamente las 6:30, salgo a toda prisa de mi oficina. Me hubiese gustado salir antes, pero he tenido demasiado trabajo el día de hoy.
Hago mi camino al elevador sin entretenerme con absolutamente nada. Me voy directo al estacionamiento y con una puta urgencia que no me sé explicar, salgo del estacionamiento, conduciendo el auto con un solo objetivo: ver a Olive.
No sé nada de ella desde ayer. Mientras estaba en el bar, seguí insistiendo con llamarle, pero todas las veces su celular estaba apagado. También hoy traté de llamarle un par de veces, pero no respondió. He tratado de no darle importancia, pero creo que no he tenido éxito alguno.
Mi humor se ha visto bastante afectador por lo frustrado que me siento al no saber el motivo por el cual no responde mis llamadas. Le he dejado un par de mensajes, preguntándole acerca de unos asuntos del trabajo en los que tenía dudas, pero tampoco he recibido respuesta.
Admito que estuve a punto de preguntarle a Mandy por ella, pero me contuve y al final, aunque recibí muchas burlas y demás, terminé convenciendo a Jared que fuera él y averiguara un poco. Mandy no le dijo mucho, solo algo acerca de que Olive estaba un poco mal de salud.
Todavía sigo maldiciendo mis impulsos, porque es gracias a ellos que voy de camino a su apartamento, a pesar que aún sigo dudándolo. Una parte de mí quiere ir y ver cómo se encuentra, mientras que la otra parte me grita que eso no es de mi incumbencia. Que no debe interesarme. La verdad que detesto estas malditas peleas internas y últimamente, se están volviendo frecuentes.
Veinte minutos después que salí de la empresa, estoy llegando al apartamento de Olive. Todavía tengo el impulso de girarme y marcharme, pero me obligo a llamar a la puerta. Me quedo parado justo al frente, con las manos hundidas en los bolsillos del pantalón, pensando qué decir cuando abran la puerta.
Escucho el cerrojo y adopto una expresión mucho más seria al instante. Al abrirse la puerta, es Mandy quien queda de frente y no disimula para nada la expresión de sorpresa e incredulidad al verme. Por unos segundos se queda estupefacta, hasta que pestañea y parece que con eso reacciona.
—¿Se le ofrecía algo, señor Reynolds?
—Necesito hablar con Olive.
Mis palabras se escuchan demasiado duras para mi gusto. Ella se mueve algo incomoda en su lugar, echando una ojeada hacia dentro del departamento.
—Uh, ella ya se durmió.
Reviso la hora en el reloj de mi muñeca y frunzo el ceño —¿Tan temprano?
Es obvio que miente, pero se encarga de escucharse bastante segura.
—No se ha sentido muy bien desde ayer. Está un poco mal de salud.
—Pues con más razón me gustaría verla.
La mirada perpleja que me dedica, me hace desear marcharme. Es obvio que le sorprende mi comportamiento. Sin duda alguna Olive ya le habrá comentado lo frío que soy.
—Bueno, es que, no creo que sea buena idea —dice, haciendo una pequeña mueca de disculpa.
Vuelvo a fruncir el ceño. ¿Qué está escondiendo? De inmediato me obligo a desechar unos absurdos pensamientos que estoy empezando a tener.
—No creo que tenga la obligación de sincerarme contigo, pero lo voy a hacer —digo, bastante serio. Ella me mira con atención, así que continúo. —Me ha costado demasiado trabajo decidirme en venir hasta acá para verla, porque yo no hago este tipo de cosas, pero ya estoy aquí, así que no pienso irme sin hablar con ella.
—Pues lo siento pero no voy a dejar que pases —exclama con tanta firmeza, que me sorprende.
Ya me está tuteando, y la verdad no me molesta. Me molesta el hecho de que me ella quiera hacerme perder el tiempo. La miro con firmeza.
—No voy a irme.
Ella rueda los ojos —Mira la verdad es que ella está mal y no creo que tenga ánimos para verte. Solo espera a mañana y la verás en la oficina.
—¿Y si no quiero esperar hasta mañana?
—¡Dios, pero qué intenso!— Exclama.
No sé si lo dice con una expresión de gusto o de molestia.
—Escucha, Mandy. No sé qué demonios le está pasando y no sé por qué demonios yo estoy aquí tratando de averiguarlo, pero si hay algo que no tolero, es perder mi tiempo.
—Y si crees que venir a buscarla es perder el tiempo, ¿por qué viniste?— Me interrumpe, molesta.
—Si me voy de aquí sin verla, entonces sí habría perdido mi tiempo. —Aclaro con determinación. —Así que, con permiso.
No le doy tiempo de decir nada ni de reaccionar a mis movimientos. Cuando ella menos lo espera, ya he empujado la puerta y he irrumpido en el apartamento.
—¡No! ¿Qué crees que haces?— Reclama, al tiempo que me corta el paso, poniéndose enfrente.
—Cuál es su habitación?— Pregunto, ignorándola.
—Me vas a disculpar, pero en estos momentos no me importa que seas mi jefe. Así que no voy a dejar que des otro paso más, así tenga que sacarte a la fuerza.
Su diatriba me causa gracia. Vaya que es muy valiente al hablarme de ese modo. Ya veo por qué se lleva muy bien con Olive. Parece que Jared va a tener muchos problemas con ella, si decide tratarla.
—Solo dime algo: ¿Ella te ha dicho que no quiere verme?
Su expresión se transforma de inmediato, del enojo a la confusión, pero responde.
—No. ¿Habría algún motivo para que no quisiera hacerlo?
No me pasa desapercibida la acusación en su pregunta, así que me defiendo.
—No. Ningún motivo.
Entrecierra sus ojos, dedicándome una mirada muy inquisitiva —¿Por qué viniste?
Ya perdí mi paciencia y me importa una mierda lo que ella piense de mí, así que respondo con una sinceridad abrumadora.
—Porque quería verla. Por eso he venido. ¿No es esa la respuesta que esperabas? Me importa un carajo. Ahora, ¿vas decirme cuál es su habitación o debo ir y buscar en todo el apartamento?
La miro con firmeza. Estoy molesto y juro que si estuviéramos en la empresa, y ella sacándome de mis casillas de este modo, ya la hubiese despedido.
Su expresión vuelve a transformarse. Al contrario de la mía, la suya se suaviza. Se queda durante varios segundos, viéndome en silencio, como si me analizara o quizá como si estuviese pensando algo. Finalmente, termina soltando un suspiro.
—Mira, la verdad, no espero que lo entiendas. Pero ella está atravesando uno de los peores momentos de su vida.
—Ella tiene... ¿problemas de salud?
Mi pregunta es bastante insegura pero admito que mi mente ya está pensando demasiadas cosas.
—Mmm, no exactamente.
Frunzo el ceño —¿Y a qué te refieres con eso?
—Agh, estoy bastante segura que Liv va a matarme por esto, pero... —se encoge de hombros—, ya qué.
Frunzo el ceño, pero antes que pueda hacerle alguna pregunta ella continúa, soltando la noticia de un solo.
—Olive está bastante mal desde ayer, porque fue el tercer aniversario de la muerte de su mamá.
Juro que siento como si algo helado me baja de la cabeza a los pies. La noticia me deja un sinsabor extrañamente familiar. No sé cómo reaccionar ni qué decir. No sé siquiera cómo asimilar la extraña empatía que siento hacia Olive, porque estoy bastante seguro de saber lo que siente. Cómo se siente. Conozco muy bien ese dolor.
Bajo la mirada, sintiéndome como un verdadero imbécil porque ahora muchas cosas tienen significado. Su lejanía, su comportamiento en los últimos días, las flores de ayer. ¡Mierda! Me siento molesto por la sarta de estupideces que pensé, cuando no debía y solo puedo reprocharme una y otra vez: ¿Por qué mierda estoy actuando de este modo?
Ahora la entiendo, pero tampoco voy a ponerme a consolarla ni nada por el estilo. Lo mejor que puedo hacer es largarme y dejarla tranquila sin involucrarme en sus asuntos. Después de todo, creo que fue una idiotez haber venido.
Tenso mi mandíbula y vuelvo a levantar la mirada para ver a Mandy.
—No le digas que vine. Seguramente no le gustará saberlo.
—¿Cómo? ¿Te vas a ir? ¿Ya no vas a insistir en que quieres verla?— Su voz tiene un filo molesto.
—Solo soy prudente y estoy dándole el espacio que necesita.
—Pues gracias —ironiza, cruzándose de brazos.
Estoy por abrir mi boca y decir seguramente un mal comentario, pero la voz de Olive me detiene.
—Me quedé esperando la pastilla, Mandy. ¿Fuiste hasta la farmacia?
En el momento en que aparece y sus ojos hacen contacto con los míos, enmudece por completo.
Mi mandíbula se tensa mucho más. No quería que supiera que vine. No quería verla.
Me es imposible no examinar con atención toda su imagen. Viste una bata para dormir y está descalza. Por primera vez, ningún pensamiento indecente cruza por mi mente al ver su cuerpo. Cuando mis ojos vuelven a verle el rostro, es otra sensación muy diferente la que me provoca. Luce un poco pálida, por lo que las ojeras resaltan más de lo que deberían. Se nota la falta de sueño y todo lo que ha llorado, en sus ojos, pero, todavía pienso que sigue siendo preciosa...
¿Qué mierda estoy pensado?
Me aclaro la garganta, y decido que debo decir algo, lo que sea, pero ella vuelve a interrumpirme.
—¿Qué haces aquí, Elliot?
Su voz se escucha débil, a pesar que pretende escucharse firme. Al instante sus ojos se trasladan hacia Mandy, dedicándole una mirada realmente acusadora, por lo que la castaña se defiende.
—Yo no lo dejé entrar. Lo hizo a la fuerza —dice, dedicándome una mirada molesta.
Olive niega con la cabeza. No sé qué demonios significa ese gesto porque justo ahora no puedo leerle ninguna expresión en el rostro. Está completamente en blanco.
—¿A qué viniste?— Pregunta, abrazándose a sí misma.
—Le pregunte lo mismo, y dice que porque quería verte.
Mandy es quien responde por mí, y no contengo el impulso de dedicarle una mirada dura por ello.
—¿Podrías dejarnos a solas?
Mi voz se escucha más ronca de lo normal, haciendo que me escuche tan mandón como cuando le doy una orden en la oficina. Eso basta para que ella obedezca de la misma manera que lo hace allá, sin replicar.
Asiente, y se aleja de mí, para acercarse a Olive y decirle algo que no logro escuchar. Olive simplemente asiente y ese pequeño gesto basta para que Mandy se retire, sin decir nada más.
El silencio se siente tenso. Extremadamente incómodo. Conforme más pasan los segundos, la imagen de Olive sigue causándome la misma sensación que sentí en el pecho, cuando la vi tener la pesadilla. Es abrumadora, molesta y sofocante porque es como si algo dentro de mí no se sintiera bien viéndola tan vulnerable, y yo sin poder -o querer- hacer nada al respecto.
Creo que en estos momentos maldigo ser tan cerrado, porque quizá debería decirle, no sé, algunas palabras amables o lo que sea; pero no puedo hacer nada más que quedarme callado y verla sin expresión alguna, como si no estuviese teniendo una maldita pelea de sentimientos, internamente.
¿Debería ser amable o el mismo hijo de puta frío de siempre? Cualquiera de las dos opciones me hará sentir igual de mal para conmigo mismo, así que, qué más da cuál elija.
—¿Y?— Pregunta, captando mi atención. —¿Vas a decirme el motivo real de tu visita?
—Ya dejen de hacer esa maldita pregunta —mascullo, fastidiado, porque cada que la oigo, es como si me exigen una puta respuesta que ni yo mismo sé.
—¿Por qué?— Me mira con molestia.
—Porque no tengo una respuesta exacta —respondo, negando con mi cabeza. —No sé por qué, yo solo..., estoy aquí.
Sus ojos se clavan en los míos con una fuerza abrumadora, a pesar de lo frágil que luce toda ella. Las emociones que transmiten sus ojos, me hipnotizan y me confunden todavía más, pero al mismo tiempo creo que me impulsan a elegir una de las dos opciones que estaba pensando.
Suelto suspiro, en señal de rendición y decido acortar la distancia que nos separa. Noto cómo ella se tensa y queda inmóvil hasta que me tiene bastante cerca y parece retroceder un poco.
—¿Cuánto has dormido?
Su ceño se frunce ante mi pregunta. Llevo mi mano derecha a su rostro, hasta que paso el dedo pulgar debajo de uno de sus ojos, con suavidad. Sus ojeras lucen peor de cerca. El gesto la toma por sorpresa ya que no sabe cómo reaccionar.
—No has dormido lo suficiente, ¿verdad? Deberías tomarte el día libre también mañana —exclamo, luchando a toda costa por escucharme desinteresado.
Me alejo un poco de ella, hundiendo las manos en los bolsillos del pantalón. Ella me mira extrañada. La verdad que no pretendo escucharme amable o mucho menos comprensivo, pero quizá de alguna u otra manera termino siéndolo.
—¿Me lo estás diciendo en tu papel como jefe?— Cuestiona.
—No, Olive. No te lo estoy diciendo como tu jefe. Solo creo que para que te recuperes pronto deberías descansar más. No es bueno que te presentes a trabajar estando enferma.
No voy a decir nada acerca de lo que me comentó Mandy. Será mucho mejor si le hago creer que pienso que está enferma, y no que sé lo del aniversario de muerte de su mamá. Estoy seguro que no le agradará que yo sepa cosas personales suyas.
—Pues ya me siento mejor, así que mañana me presento a trabajar sin problemas —dice, siguiéndome la corriente sin saber que yo sé la verdad.
—No te ofendas, Olive, pero no tienes buen semblante. Yo creo que necesitas un día más de descanso.
—Tú, Elliot Reynolds, ¿estás siendo comprensivo conmigo?
La expresión de incredulidad en su rostro, me provoca hacer una mala cara.
—Eres de las pocas personas con quienes soy comprensivo, así que quita esa expresión o harás que me arrepienta.
—Agradezco que seas comprensivo, Elliot. En serio. Pero no voy a tomarme otro día libre...
—Eres tan terca. —La interrumpo al instante y ella me mira como chiquilla regañada. —De verdad no tengo problemas con que te tomes el día libre.
—No —insiste. —Solo necesito dormir.
—Entonces ve y duerme —digo con severidad, y hago de señas con la mano a la que supongo es la puerta de su habitación. —Porque claramente puedo notar la falta de sueño en tu cuerpo y te aseguro que Mandy podría confirmarlo.
—Ahora resulta que vienes de mandón a decirme que duerma.
—Sí, y si debo vigilarte para que lo hagas, lo haré.
Rueda los ojos —No harás nada.
—Pruébame.
—No necesito hacerlo.
—Pero yo necesito que duermas. Si tanto insistes en presentarte a la oficina mañana, no quiero verte la cara de sueño todo el día.
La mirada que me dedica, es una mirada asesina. Sé que ya me había dicho antes que ese tipo de comentarios respecto a su desempeño en el trabajo, la ofenden, pero solo lo he dicho para convencerla.
—Lo digo en serio, Olive. —Mi voz es de un tono más suave. —Trata de dormir.
—Entonces ya vete para que lo haga —dice con un filo molesto.
—¿Me estás corriendo?
—Sí, eso hago, ¿o es que piensas quedarte?
Enarco una ceja —¿Quieres que me quede?
—No digas locuras, Elliot. —Desvía la mirada hacia otro lado.
No soy experto en entender las expresiones o señales de una mujer, a no ser que sean las de malicia y deseo, pero juraría que entiendo esa expresión suya en estos momentos. Me dice que, ¿sí? ¿Ella quiere que me quede?
¡Mierda! Ahora creo que no debí preguntarle. Fue un impulso. Otro más de mis malditos impulsos que me hacen comprometerme en cosas que no debo. Ni siquiera sé por qué demonios hice esa pregunta, o quizás una parte de mí sí lo sepa.
Analizo a detalle su rostro, su expresión. Sus manos acarician sus brazos como si tuviese frío. Esa mirada, evitando la mía, pero pidiéndome algo. Yo lo sé.
—¿Vas a pedir que me quede, o no?— Insisto, armándome de un puto valor que no sé de dónde saco, para sumar otra estupidez a mi lista del día.
Durante unos segundos me mira asombrada, pero luego me cuestiona, incrédula.
—¿Te quedarás?
—Si tú lo pides —hago un pequeño encogimiento de hombros.
Idiota, me digo para mis adentros. ¿Qué mierda estoy haciendo? Debo negarme rotundamente.
—¿En serio?— Entrecierra sus ojos para verme.
—Sí —reafirmo.
¡Al carajo! Ya quedó claro que no tengo control de mi boca o de lo que digo, en estos momentos.
—¿Te sientes bien, Elliot?— Pregunta y se acerca a mí hasta que pone una de sus manos en mi frente, como para corroborar mi temperatura. —Creo que tú eres quien está enfermo —añade.
Entorno los ojos y quito su mano de mi frente —Escúchame, Olive, la verdad...
—Quédate —me interrumpe con urgencia.
Sus palabras hacen eco en mi cabeza y me forman un nudo extraño en el estómago.
—¿Qué?
Baja la mirada, avergonzada. Creo que ahora se arrepiente de lo que ha dicho y ridículamente no quiero que lo haga.
—No me hagas repetirlo —dice en voz baja, y al mismo tiempo pega su frente a mi pecho, tratando de ocultar su rostro.
Mis manos le ahuecan la cara y la obligo a verme.
—Repítelo.
Me mira con timidez, mordiéndose el labio inferior.
—Quédate conmigo.
La miro a detalle mientras la lucha interna dentro de mí se hace todavía más grande. La sensatez de respetar mis límites contra la debilidad por complacer a esta mujer en todo lo que me pida, y cuando digo todo, probablemente me refiera a todo.
¡A la mierda mi sensatez y límites, por ahora!
—Como tú quieras, Olive.
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