Capítulo 25 | Olive
Mis sentidos empiezan a despertar. Conforme mi cuerpo va deshaciéndose de la somnolencia, soy más consiente del calor que hace. Me remuevo algo incómoda en mi lugar, pero trato a toda costa de seguir durmiendo. No quiero levantarme aun.
Intento girar sobre mi costado, buscando acomodarme con la almohada, pero mi espalda choca con algo blando. Frunzo el ceño y aun sin abrir los ojos, intento moverme de nuevo, pero sigo sin poder girarme.
Todavía adormilada, y sintiendo mis extremidades pesadas, muevo mi brazo derecho y con la mano trato de tocar lo que sea que no me permite moverme. Quizá sean las otras almohadas y debo apartarlas. Mi cerebro envía una alerta a todo mi cuerpo, despertándome, cuando mi mano toca algo, un brazo...¡Piel!
Abro los ojos de golpe y me muevo precipitadamente, girándome hacia el lado contrario de donde quería. Para mi mala suerte, estoy demasiado cerca del borde y termino cayéndome de la cama. Ahogo un quejido de dolor cuando caigo al suelo, enredada en las sábanas.
¡Vaya manera de despertar!
—Mierda... ¿Qué es esto?— gruño exasperada, cuando batallo con las dichosas sábanas para poder quitármelas.
Cuando por fin me libero, me levanto del suelo, apoyándome en la cama, solo para toparme con una imagen que me toma por sorpresa. Lo veo y no lo creo.
Elliot Reynolds está dormido en la cama. Está dormido en la misma cama que yo dormí, eso significa que, ¿dormimos juntos? Ante ello, la sorpresa se mezcla con la confusión. Tiene toda la vestimenta: los pantalones y la camisa, a excepción que no tiene ni el saco ni los zapatos, y a pesar de que está en una posición no tan cómoda, boca abajo, parece profundamente dormido.
Mientras intento procesar la situación, los recuerdos me llegan uno a uno.
La pelea que tuvimos temprano por el tema de la exclusividad, él yéndose del apartamento quien sabe a dónde, hecho una furia. Yo yéndome a la cama todavía más molesta y luego, me quedé dormida, y entonces... ¡La pesadilla!
Esa maldita pesadilla fue horrible. Se sintió demasiado real. Entonces Elliot me despertó. Yo estaba demasiado aterrada y lo que hice fue... Mis ojos se abren de par en par al recordar lo que hice.
¡Dios! Me lancé a los brazos de Elliot buscando, ¿qué? ¿consuelo? ¿protección? ¿tranquilizarme?... Mierda. No sé ni qué buscaba ni por qué lo hice, pero siento una vergüenza tan grande invadirme al traer la imagen a mi mente.
Me vi tan vulnerable, tan necesitada. Me vi como una tonta haciendo eso, cuando dije que jamás volvería a acercarme a él, después de lo que discutimos.
Me doy pequeñas palmaditas en la frente, con mi mano derecha —Estúpida, estúpida —me reprocho a mí misma.
Siento un gran enojo para conmigo misma, pero en el instante que mis ojos vuelven a posarse sobre el hombre en la cama, otra sensación me invade. Frunzo el ceño al recordar que, él me correspondió el abrazo, ¿o no? Se comportó amable conmigo. Tan diferente a esa frialdad que siempre demuestra; y entonces, recuerdo todavía más. Me tardé unos minutos en tranquilizarme, pero fue él quien me ayudo a hacerlo. Se acomodó en la cama, de manera que me dejó recostarme un poco sobre él y, ¿me quedé dormida?
Todo parece indicar que sí, pero lo que me más me sorprende, es que él se quedará a dormir conmigo. ¿Por qué lo hizo? Él dijo que no dormía con nadie. Aunque tampoco es como si hubiésemos dormido abrazados, porque de eso estoy segura que no fue así; sin embargo, no me siento cómoda con la sensación que me provoca todo lo que pasó. No me gusta todo lo que él me está provocando.
Luego de varios minutos de retroalimentación, culpabilidad y vergüenza hacia mí y lo sucedido, decido que lo mejor es olvidarme de todo eso. Me tallo los ojos y sin que pueda evitarlo un bostezo se me escapa. Quisiera seguir durmiendo, pero definitivamente ya no lo haré.
Necesito saber qué hora es. Me muevo de mi lugar para ir al otro lado de la cama, donde está la pequeña mesita de noche. Ahí deje mi teléfono. Todos mis movimientos son extremadamente cuidadosos para no hacer ruido. La verdad, lo que menos quisiera es despertarlo. Aunque me parece que está muy dormido.
Tomo el teléfono y reviso la hora. Son las 7:39am. Está relativamente temprano.
Muerdo mi labio inferior, pensando qué hacer. Ayer dije que me regresaría a la ciudad, hoy a primera hora. Sin embargo, me estoy cuestionando un poco respecto a eso. Quizá deba esperar un poco. Justo ahora, lo que estoy pensando es ir por algo de comida al restaurante del hotel. Tengo mucha hambre, así que sí, creo que iré a desayunar, después de tomar una ducha.
Le echo una ojeada a Elliot. Se ve tan quieto. Tan tranquilo. Me quedo más tiempo del que debería, contemplando lo atractivo que es. Las facciones de su rostro tan relajadas, le dan un toque bastante juvenil. Mis ojos se posan en sus labios e inevitablemente el pensamiento de besarlos, cruza por mi mente. Siento que ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos besamos. Desde la última vez que...
¡Mierda! ¡No debo pensar en eso! No más. Porque tal como se lo dije ayer, si él no accede a lo de la exclusividad, yo no pienso seguir con lo de ser amantes.
Decido quitarle los ojos de encima, y lo dejo ahí dormido, mientras yo hago mi camino al baño.
He terminado con toda la comida que me sirvieron en el plato. Estaba realmente hambrienta. Ahoya ya me siento mucho mejor hasta de ánimos. Siempre me siento mejor luego de comer.
Me quedo unos minutos más aquí sentada en la mesa y decido que quiero llamarle a Mandy para saber cómo están las cosas por allá. La verdad quisiera ponerme al tanto de cómo va todo con lo del proyecto S.T.
El timbre ha sonado un par de veces, cuando Mandy toma la llamada.
—¡Vaya! Hasta que te acuerdas de que existo.
Ruedo los ojos ante su comentario quejoso —Eres la reina del drama, Mandy. Te llamé ayer.
—Sí, pero solo para avisarme que ya habías llegado —se queja. —Eso fue bastante temprano y luego no recibí más noticias tuyas en todo el día.
—Estuve muy ocupada —me defiendo.
—Seguro que sí —exclama en un tono bastante pretencioso. —Apuesto que Elliot te mantuvo bastante ocupada.
—Ni siquiera me hables de él —escupo las palabras antes que pueda detenerlas.
—Uy, ¿todo bien?— pregunta al instante, pero antes que pueda responderle, ella hace otra pregunta. —¿No me digas que ya hizo alguna estupidez?
—Por supuesto que sí —afirmo.
—¿Quieres hablar de ello? Tengo algo de tiempo ahora.
Asiento como si pudiera verme —Solo dame unos segundos. Voy a irme a otro sitio.
De inmediato me pongo de pie para salir del restaurante del hotel.
—¿Estás en la habitación con él?
—No. Bajé a desayunar, pero ya terminé.
Mientras ella espera en línea, hago mi camino hacia la puerta que parece dar a una pequeña terraza. Hay unas cuantas mesas distribuidas en el espacio, pero afortunadamente todas están solas así que creo es un buen lugar para charlar tranquilamente. Además que la terraza me da una magnifica vista de la playa.
—Entonces... ¿por dónde empiezo?— exclamo, soltando un suspiro.
Le escucho una pequeña risa —¿Por qué pelearon?
—Por la exclusividad.
—No me digas que no quiso aceptar.
—Pues no. No quiso, y eso no es todo. Me armó tremendo drama cuando toqué el tema. Te lo juro. Su humor cambió radicalmente; es decir, reaccionó tan extraño —hago una pequeña pausa. —Es como si le hubiese pedido algo demasiado malo para él.
—¿En serio?
—Fue un idiota, Mandy —no detengo las palabras. —Me gritó que él no pertenece a nadie y que no es un hombre de una sola mujer.
—No —exclama con notoria incredulidad. —¿En serio te gritó eso?
—Literal —afirmo. —Me alzó la voz. No tienes una idea de las inmensas ganas que tenía de darle una bofetada.
—Pues se la hubieras dado —dice. Luego se queda unos segundos en silencio antes de continuar. —¿Y entonces, cómo terminó todo?
Me muevo de mi lugar, caminando a paso lento para ir al otro extremo de la terraza —Pues le dije que si no aceptaba esa condición, no seguiría con nada. Le dije que dejaría de ser su estúpida amante.
—¡Excelente!— exclama con total aprobación. —Imagino eso lo hizo recapacitar.
Una pequeña risa se me escapa —No lo creas, Mandy. Elliot es bastante testarudo y machista como para ceder a las exigencias de una mujer.
—¿Entonces?
Hago un pequeño encogimiento de hombros —Me dijo que yo no era nadie especial como para que siguiera haciendo más excepciones conmigo y que hiciera lo que se me diera la gana, así que se dio la vuelta y se largó quien sabe a dónde.
—¿¡Pero qué le pasa!? Definitivamente actúo como un idiota.
Me causa un poco de gracia su reacción y ya me la imagino con su cara molesta. Seguramente también está deseando soltar uno y mil insultos contra Elliot.
—Como sea —digo, recargándome contra el barandal de hierro de la terraza—, prefiero dar ese asunto por terminado. Me mantengo firme en mi decisión. Si él no aceptó la exclusividad, pues yo no voy a ser más su amante.
—Mmm —se escucha un poco dudosa—, ¿y no hay manera de que lo convenzas? No sé tal vez usando...
—No, Mandy —la interrumpo de tajo. —Yo no voy a ceder ni mucho menos rogar. Ya hice bastantes estupideces por su culpa, como para seguir haciéndolas.
—Sí, tienes toda la razón. Que se joda... Lo bueno es que no te involucraste tanto. Solo fue una aventura.
Sin que pueda evitarlo, me quedo en silencio ante su comentario, durante unos segundos. No sé por qué recuerdo lo que sucedió anoche y no sé por qué me provoca una sensación extraña. Niego con mi cabeza.
—Sí tienes razón. Qué bueno que solo fue así.
Se queda unos segundos en silencio, y para cuando vuelve a hablarme, su tono de voz es bastante calculador —Olive, no me digas que...
—¿Qué?— inquiero, confundida.
—¿Te involucraste sentimentalmente?
La alerta en su tono de voz es tan notoria; sin embargo, yo me echo a reír.
—Estás loca, Mandy. Por supuesto que no.
—Ay qué alivio. Lo menos que quisiera es que terminaras enamorada de alguien como Reynolds. Sí es guapo, millonario y toda la cosa, pero también sabemos que es un completo patán.
—Sí, ya lo sé —concuerdo totalmente con ella.
—En ese caso te será mucho más fácil fingir que nada pasó.
—Debería serlo —exclamo casi en un siseo y luego me arrepiento. No debí decir ese pensamiento en voz alta.
—¿Como que debería?— inquiere en un tono acusador, pero yo me quedo callada. —Liv —insiste, pero sigo guardando silencio. —¡Olive!
—Es que pasó algo anoche —suelto todo tan deprisa debido a su insistencia. —Y antes que pienses cosas incorrectas, déjame explicarte.
—No iba a pensar nada —se defiende.
—Sí, ajá —exclamo, incrédula.
—Ya, solo dime.
—Fue algo... extraño —Vuelvo a pasearme por la terraza, para ir al otro extremo. Extrañamente me siento ansiosa, pero aun así, continúo. —Yo, tuve una pesadilla. Ya sabes, de esas que a veces suelo tener.
—Ay, Liv —exclama con notorio pesar. —¿Pero qué pasó? No sueles tenerlas así por así.
—Ya sé. Siempre hay algo que las hace regresar... Desde hace unos días vengo pensando en que, bueno... ya casi es la fecha.
—Oh, es cierto.
—Pero esa no fue la razón, sino el estúpido de Fred.
—¿¡Qué!?— reacciona al instante. —¿Por qué él? ¿Dónde demonios lo viste?
—Me lo topé en el estacionamiento, ayer que salía. Comenzó con el sinfín de estupideces que viene diciendo desde hace unos días. Hasta tuvo el descaro de decirme que aceptaba que lo nuestro terminó, pero quería que quedáramos en buenos términos. Que fuéramos algo así como, amigos —sin que pueda evitarlo, una risa carente de humor se me escapa y escucho a Mandy hacer lo mismo.
—¿Pero en qué cabeza cabe pedir eso, sabiendo el por qué lo enviaste a la mierda? Definitivamente es un idiota.
—Lo sé, pero eso no es nada comparado con lo otro que dijo —suelto un suspiro al recordar, y antes que ella pregunte, le cuento. —Yo le dije que no lo quería ver de nuevo, jamás. Entonces dijo algo acerca de que seguramente él sería uno más en la lista de quienes odio y que así terminaría quedándome sola, y... —hago una pausa. —Y dijo que de todas maneras yo estaba sola, desde que murió mi mamá, y... —me quedo callada. No puedo continuar. El temblor de mi labio inferior me impide terminar hacerlo.
—Liv —me llama con un tono de vos bastante reconfortante. —Oye, escúchame. No le des importancia a la sarta de estupideces que ese idiota diga. No dejes que te afecte.
Me muerdo el labio, tratando de contener las inmensas ganas que tengo de llorar. No puede ser que de nuevo sienta esas ganas. Pero es que no he dejado de sentir esa sensación de desasosiego, aquí en el pecho, desde ayer. Tomo una inspiración profunda y me obligo a calmarme.
—Sé que no debería dejar que me afecte, pero es natural, Mandy. Esa tristeza que me ha venido acompañando estos días, al saber la fecha que se acerca, se hizo mucho más grande ayer con sus palabras, y...
—Y seguramente eso te llevo a tener esa pesadilla.
Ella termina mi frase y yo asiento como si pudiera verme. Le escucho un largo suspiro, y vuelve a hablarme.
—Escúchame. Primero que nada, tú no estás sola. Yo sé que tu madre ya no está y que la única familia que te quedó es una basura, pero, habemos muchas personas a las que nos importas. Y sé que yo no soy tu familia, que no llevamos la misma sangre, pero te quiero como a una hermana. Y debes saber que yo siempre voy a estar para ti. Así que la próxima vez que veamos a ese reverendo pedazo de mierda, yo me voy a encargar de dejarle muy en claro que tú no estás sola.
Inevitablemente una sonrisa se dibuja en mis labios y una sensación acogedora me embarga el pecho, ante sus palabras.
—Gracias, Mandy. De verdad, no sabes cuánto agradezco tus palabras y lo mucho que me reconfortan —suelto un suspiro. —Yo también te quiero como una hermana y eres muy importante para mí.
—Ay, cuánta dulzura —exclama en un tono un poco dramático, lo cual me hace sonreír más ampliamente. —Pero es en serio, Olive. No quiero que vuelvas a pensar que estás sola, por favor.
—Okay —digo sonando como una pequeña que ha sido regañada.
—¿Y ya vas a decirme qué fue lo que pasó anoche? Con lo de la pesadilla y eso.
Al instante recuerdo lo que iba a contarle y sigue sin agradarme la sensación que siento, sobre todo después del pequeño episodio de casi llanto que acabo de tener. Sin embargo, me aclaro la garganta y decido contarle de una vez.
—Voy a omitir de qué se trataba la pesadilla, porque creo que ya tienes una idea. —Escucho cómo murmura un sí, por lo que continúo. —El caso es que no sé qué tanto me afectó la pesadilla como para que... Elliot tuviese que despertarme.
La línea se queda unos segundos, pero tan pronto como reacciona, exclama sorprendida: —¿Qué?
—Sí y eso no es lo peor, Mandy.
—¿Ah, no?
Muerdo mi labio inferior, dudando por unos segundos si decirle lo que hice o no —Lo peor es que... lo abracé.
Silencio en la línea de nuevo, y luego, un sonido extraño que no logro descifrar si es de sorpresa, emoción o no sé qué.
—¿¡Lo abrazaste!?— pregunta, incrédula. —¿Cómo pasó eso?
Podría apostar que en estos momentos se está riendo, y no me agrada, así que me defiendo.
—No fue algo premeditado. Solo pasó. A penas y desperté, me sentía totalmente aterrada. Fue horrible. Necesitaba de alguien que me tranquilizara y, pues, solo estaba él. Y en mi defensa —hago énfasis en lo que diré a continuación —No estaba pensando con claridad en ese momento, así que hice lo que hice, inconscientemente.
Esta vez, logro escuchar una clara risa suya —No te lo puedo creer, Liv. ¡Dios! No me imagino cómo pasó todo eso.
Podría apostar que está emocionada y me disgusta un poco, pero la ignoro.
—Yo tampoco sé cómo pasó. Todo fue confuso y rápido. Un segundo estaba asustada casi llorando, y al siguiente, estaba en los brazos de Elliot.
—Te escuchas bastante alterada por eso, Olive. No es para tanto...
—¿Que no es para tanto?— la interrumpo. —Mandy, te juro que no me gusta para nada cómo me siento. Lo he recordado todo está mañana cuando desperté y lo vi en la cama.
—¡Espera! ¿Qué?— ahora es ella quien me interrumpe. —¿Cómo que el señor Reynolds estaba dormido en la misma cama que tú? ¿Que no supuestamente él no dormía con nadie?
—Ves como las cosas sí son bastante complicadas —enfatizo. —Desperté esta mañana tranquilamente, y terminé cayéndome al suelo en el instante que me di cuenta que alguien estaba dormido a mi lado.
—Eso no te lo puedo creer —exclama conteniendo una risa, pero se escucha algo incrédula.
—Yo tampoco lo podía creer, pero pasó. Aunque no es que hayamos dormido abrazados o así...
—¿Estás segura?
—Por supuesto que sí —afirmo. —Recuerdo bien todo. Después que hice la idiotez de abrazarlo, recuerdo que me tardé un poco en calmarme y sí se comportó muy amable ayudándome a hacerlo y, me quedé dormida. Amanecimos separados, cada quien en un lado de la cama, así que no nos abrazamos ni nada.
—Mmm pues tengo mis dudas —exclama, solo para fastidiarme. —Pero seguramente te trató muy bonito como para que te quedaras dormida.
Yo hago una mala cara como si pudiera verme —Por eso no quería contarte, Mandy. En lugar de ayudarme solo te estás burlando y creándote historias.
Se ríe un poco —¿Y con qué se supone que voy ayudarte? ¿Quieres que te diga cómo lidiar con las cosas que estás sintiendo como consecuencia de lo que pasó?
Formo una línea dura con mis labios. Rayos. Me conoce tan bien.
—Es eso, ¿cierto?— pregunta, pero no respondo. —¿Qué sientes, Olive? Dime.
Doy un suspiro —No sé. Es que, fue extraño que él se comportara amable. Digo, para la inmensa apatía que tiene hacia ser cercano con las mujeres, y me refiero a ese tipo de acercamiento que no tiene nada que ver con sexo. —hago una pausa y clavo mi vista al frente, contemplando la playa. —No sé ni siquiera porque me correspondió el abrazo. Quizás hubiera preferido que me alejara, así fuera tosco —añado, en voz baja.
Ahora es ella quien suspira —Creo que me estás dando a entender, que te será más difícil pretender que nada pasó entre ustedes, como querías, ¿verdad?
Estoy casi por decirle que sí, pero pienso mejor las cosas —¿Sabes qué? No, Mandy —niego con mi cabeza. —Definitivamente no puedo dejar que Elliot tenga ese efecto en mí... Sí soy bastante sincera y acepto que ese abrazo me ha causado sensaciones extrañas, pero tampoco puedo dejar que siga siendo así. Por lo tanto, voy a seguir con la decisión que tomé anoche: no voy a seguir siendo la amante de Elliot, y voy a tomar distancia.
—Está bastante difícil hacer eso, Liv, pero creo que concuerdo contigo. Independientemente si el hombre fue amable contigo mientras estabas mal, sigue teniendo muchos puntos malos en su contra.
—¡Exacto! Así que lo correcto es volver a la normalidad de antes. Solo somos jefe y empleada —exclamo con bastante seguridad.
—Perfecto –dice. –Solo enfócate bien en ese objetivo, y estoy segura que lo lograrás sin caer en tentación.
Una pequeña risa me asalta —La tentación es grande, pero resistiré.
—¿Y qué piensas hacer ahora?
Me doy la vuelta —Creo que iré hacer mi maleta. Por cierto, tal vez puedas conseguirme un vuelo de regreso para hoy.
—¿Cómo? ¿Que no regresaban hasta mañana?
—Esos eran los planes de Elliot, pero después de todo lo que ha pasado, creo que ya cambiaron. —Me muerdo la uña del dedo pulgar de mi mano libre. —De hecho, yo le dije ayer que me largaría hoy a primera hora, así que, ya debería ir en un avión.
Ella se burla —¿Y qué haces aun ahí?
—Tenía hambre —me defiendo. —Vine a desayunar y luego pensé en hacerte una llamada, que ya ves y resultó siendo de casi media hora.
Ambas nos reímos.
—Okay, Olive. Ya debo ir a trabajar. Te llamaré cuando te haya conseguido el vuelo.
—Gracias. Hasta luego.
Se despide, y termina la llamada. Muerdo mi labio inferior, dudando de qué hacer a continuación. Si subo hacer mi maleta es probable que Elliot ya se haya despertado, o quizás no. Como sea, decido ir de todas maneras.
Guardo el teléfono en el bolsillo trasero de mi jeans, y regreso adentro del restaurante. Cruzo toda la estancia, yéndome directo a la salida. Una vez afuera, giro hacia la derecha para ir hacia el elevador.
—¿Olive Blair?— Alguien me llama, pero se escucha dudosa.
Frunzo el ceño y me giro, quedando exactamente de frente a Corinne. Está a unos cuantos pasos de mí. Juro que no sé qué cara poner en estos momentos.
—Ay, sí eres tú —exclama con una pequeña risa, y termina de acercarse. —Tenía mis dudas. Creí verte en el restaurante, pero no sabía si te había reconocido bien.
—Hola —digo, casi perpleja, mientras ella se acerca para saludarme con un beso de mejilla.
—Qué gusto volver a saludarte —se aleja, sonriendo.
—Igual —respondo casi sinceramente. —¿Qué haces por aquí?
—Dándome un buen merecido descanso —exclama dando un pequeño suspiro.
¿De verdad? ¿Justo en este lugar, donde también está Elliot? Qué coincidencia.
—¿Y tú?— me pregunta.
Me cruzo de brazos —Quisiera decir que también dándome un descanso, pero vine por trabajo.
—¿En serio?
—Sobre la campaña para Summer Time —aclaro. —Ya estamos trabajando en montarla, así que vinimos desde ayer para hacer una sesión fotográfica, tomar algunos videos y hacer entrevistas, respecto al lugar.
—Oh, claro. El lugar está dentro de ese circuito turístico que dijeron, ¿cierto?— Yo asiento en respuesta. —¿Y Elliot vino?
No me pasa desapercibido el interés en su pregunta, pero obviamente lo ignoro —Sí, también llegó ayer.
—Eso es nuevo —dice, enarcando una ceja. —A él nunca le ha gustado hacer el trabajo de campo... Pero bueno, ¿sabes dónde podrá estar ahora?
Su nueva pregunta denota mucho más interés, pero sigo respondiendo con voz neutral —No, la verdad no.
—Supongo que tal vez me lo encuentre por ahí —sonríe ampliamente.
Seguro que sí. Elliot estará encantado de verla.
—Seguramente —le sonrío de vuelta. —Ahora, me vas a disculpar pero tengo cosas que hacer, así que ya debo irme.
—Ay, por supuesto. No te quito más tu tiempo —pone su mano en mi hombro, en un gesto que se me hace confianzudo. —Pero quizá pudiéramos reunirnos para almorzar, ¿no te parece? Hay que decirle a Elliot.
¿Un almuerzo, los tres juntos? Cómo me encantaría joder a Elliot con algo así. Estoy segura que eso no le gustaría para nada. Sin embargo, debo rechazar la invitación.
—Eres muy amable y te lo agradezco, pero, yo regreso a la ciudad hoy. De hecho, justo ahora iba a preparar mis cosas para irme.
—¿Tan pronto?
Asiento, y antes que pueda decir algo, la persona que menos esperaba, aparece en mi campo de visión, detrás de Corinne.
Elliot. Su imagen me gusta, debo ser sincera. Luce bastante bien. Viste jeans negros y una playera blanca. Su cabello luce húmedo y alborotado, como si acaba de ducharse. De inmediato recuerdo lo que dije a Mandy: Vaya que la tentación es grande. Pero debo resistir, así que trato de prestarle la menor atención que puedo.
Camina hacia nosotras. De inmediato frunce el ceño cuando ve a la mujer frente a mí.
—¿Corinne?— exclama, dudoso, una vez se detiene justo al lado de ella, sin siquiera verme.
—Elliot, qué gusto verte —le responde ella y casi al instante, se acerca para darle un beso en la mejilla.
En ese instante, sus ojos hacen contacto con los míos. No sé si la extraña sensación en el pecho es por la intensidad de su mirada, o por la escena que Corinne crea frente a mí, tirándose a los brazos de él.
—Justo hablábamos de ti —dice ella, una vez se aleja.
Sus ojos se apartan de mí, para verla —¿Ah, sí?
—Sí —responde Corinne, volteando a verme. —Le decía a ella que tal vez pudiéramos reunirnos para almorzar, pero dice que se regresa a la ciudad hoy.
Las irises color avellana, vuelven a clavarse directo en mí —Yo creía que ya te habías ido —su tono de voz es tan seco y recriminador, que me provoca unas grandes ganas de responderle de mala manera; sin embargo, estando Corinne enfrente, me contengo.
—Tenía que hacer un par de cosas antes de irme —hago un pequeño encogimiento de hombros. —Pero he terminado, así que, preparo mi maleta y me voy. —Su expresión se transforma a una muy diferente, pero la paso por alto. Desvío mi vista hacia Corinne, sonriéndole un poco —Fue un gusto saludarte. Dejamos el almuerzo por otro día.
—Seguro que sí.
Mis ojos viajan unos segundos hacia él de nuevo —Me encargaré de comenzar a montar todo con el material que recogimos ayer. Le informaré de todo cuando usted regrese, señor Reynolds... Con permiso —termino, dirigiéndome a ambos y me doy la vuelta para ir al elevador.
No, no, no... No me gusta lo que estoy sintiendo justo ahora. Hubiese preferido haberme ido de aquí sin volver a verlo. Sin haberme dado cuenta que se quedará aquí con Corinne... ¿Y eso qué carajos me importa?
Al instante me siento molesta conmigo misma y empujo todo ese remolino de sensaciones hacia un lado. Justo cuando estoy por oprimir el botón para que las puertas del elevador se abran, me llama.
—Olive.
Se escucha tan cerca. Giro solo un poco, justo para verlo llegar y detenerse mi lado.
—¿Qué sucede?— pregunto con total naturalidad.
—¿En serio te irás?— su voz ya no es tan seca como anteriormente.
—Si —respondo, con obviedad.
—¿Cómo?
—Mandy me consiguió un vuelo —miento, porque la verdad, Mandy aun no me confirma nada.
Me mira con determinación —Cancela ese vuelo. Voy a llamarle a James para que venga por nosotros. No creo que tarde más de una hora.
Lo miro, sorprendida —¡No harás eso! Yo me iré...
—No estoy consultándote —me interrumpe con firmeza. —Hago esto porque, uno, no voy a permitir que te regreses sola y dos, no pensaba quedarme aquí. Mucho menos ahora que sé que Corinne está aquí.
Lo que dice me deja un poco sorprendida y confundida, pero recupero el habla.
—¿Por qué no quieres quedarte con Corinne? Yo creí que te fascinaría la idea de estar en este hotel con ella, a solas —digo la ultima palabra con bastante énfasis.
—Pues aunque no me creas, la respuesta es no. No me fascina la idea de quedarme aquí, con ella, a solas; y es extraño, porque normalmente no lo hubiese dudado. —Hace una pausa, y luego sus ojos me dan una pequeña ojeada de pies a cabeza. —Me pregunto si eso tiene algo que ver contigo —añade en un tono que se me hace bastante acusador.
—¿A qué te refieres?
Suelta un largo suspiro e ignora mi pregunta —Adelántate a la habitación si quieres, pero haremos lo que he dicho. James vendrá por nosotros... Ahora, iré a ver cómo me deshago de Corinne.
Dicho eso, se da la vuelta, evitando aclararme lo que dijo antes. Es como si quisiera fingir que no lo dijo realmente, pero, ¿por qué lo dijo? ¿Por qué yo tendría algo que ver con que ahora él actúe de otra manera? ¿Cómo podría?
Vuelvo a girarme para quedar de frente a la puertas del ascensor de nuevo, y presiono varias veces el botón, algo impaciente por irme de aquí.
¡No! Elliot no puede venir a decirme que yo estoy teniendo algún tipo de influencia sobre él y sus acciones, cuando yo creo que es lo contrario. Es él quien está haciendo eso en mí y no voy a permitirlo. No quiero permitirlo.
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