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Capítulo 23 | Olive

Suelto un suspiro cansino una vez apago el motor del auto. Me siento cansada y hambrienta.

—Listo —anuncia Mandy. —En quince minutos traerán la comida.

La noticia me parece excelente —Qué bueno porque muero de hambre.

Bajamos del auto y hacemos nuestro camino al elevador en silencio. Una vez adentro, Mandy decide retomar la charla que anteriormente traíamos en el auto.

—Entonces..., ¿ya es oficial la relación con Reynolds?

Una pequeña risa se me escapa —Lo dices como si fuese un romance o algo así.

—Ya sé que no es eso —hace un desdén con la mano—, pero igual es fantástico.

—La verdad que no lo sé, Mandy —niego con mi cabeza. —Creo que todavía sigo pensando que fue demasiado pronto. Es decir, ni siquiera me lo pensé mucho.

—Ay, ¿cómo ibas a pensártelo mucho si tenías al hombre encima, seduciéndote?

—Exacto —hago énfasis en sus palabras. —Eso fue trampa. Es como si me hubiese obligado a aceptar.

—Ajá —se cruza de brazos y me dedica una mirada incrédula.

—¿Qué?

—¿Segura que crees que te obligó?— cuestiona, y me abstengo de responder. Ella ríe —Liv, tú aceptaste encantada porque ese hombre te fascina. Porque una parte dentro de ti, realmente sí quería esto.

Hago una especie de puchero y resoplo —Tal vez tengas razón, pero es que otra pequeña parte dentro de mí, la razonable, me dice que esto no está bien. No he dejado de pensar en eso desde ayer que acepte esta locura.

Ella suspira, pero se abstiene de responder cuando las puertas del elevador se abren. Salimos al pasillo y nos vamos directo hasta la puerta de nuestro apartamento para quitar llave y entrar. Cierro la puerta detrás de mí y la sigo hasta que nos sentamos en el sillón grande. Entonces ella prosigue con lo que iba a decir antes.

—¿Qué sientes que está mal?

—Todo —respondo al instante. —Tú sabes perfectamente todos los tabúes que yo siempre he tenido sobre este tipo de relaciones entre jefe y empleada. Sabes todos los problemas que tuve con el idiota de Hoffman sin llegar a nada, ¿ahora te imaginas cómo será con Elliot?

—Liv, esto es muy diferente y lo sabes —me mira con seriedad. —Con el idiota de Hoffman eso ya era acoso sexual severo. Tú nunca gustaste de él y jamás le diste entrada y sin embargo el hijo de puta siempre estaba ahí encima y encima... Con Elliot es diferente porque a ti también te atrae y él ha sabido cómo seducirte del buen modo y no como un asqueroso acosador. Además, estoy segura que si tú no hubieses aceptado, él habría respetado esa decisión.

Muerdo la uña de mi dedo pulgar, algo ansiosa —Yo sé. Es que parece que él es un caballero de todas maneras. —Ella asiente, dándome la razón. Me recargo contra el respaldar del sillón, en una postura algo desgarbada y suspiro. —Creo que tengo cargos de conciencia morales.

Ella suelta una gran carcajada —Estás loca, Liv —dice entre la risa. —¿Como por qué tienes esos cargos?

—Es que tú sabes que yo nunca había... hecho esto.

Rueda los ojos —Porque le guardabas demasiado respeto al idiota de Fred sin que él lo mereciera. Liv, todo el tiempo has tenido muchos pretendientes, pero tú jamás quisiste engañarlo con nadie. —Me doy cuenta que contiene una sonrisa, y finalmente suelta lo que sea que esté pensando. —Aunque, ahora que lo pienso, quizá no te habías atrevido a nada de esto porque no había llegado el indicado, pero ya llegó —alza las cejas con malicia.

—Lo dices como si Elliot Reynolds fuera perfecto —ironizo la última palabra.

Es perfecto —me corrige—, y esto que yo solo puedo dar fe de ello, por lo que logro ver de él, exteriormente. En cambio tú, puedes dar una opinión de todo lo que hay por debajo de la ropa.

Solo Mandy puede hacer ese tipo de comentario tan descaradamente. Una risa se me escapa y niego con mi cabeza.

—Tu cara te delata —me señala con su dedo índice, de manera acusadora.

Muerdo mi labio inferior, y le sigo el juego —Pues la verdad..., todo su cuerpo está buenísimo

Ella abre la boca con incredulidad y me da un pequeño golpecito en el hombro —Eres una sucia.

Ahora es mi turno de carcajearme —Mira quién lo dice.

—¿De qué hablas? Yo soy la inocencia en persona.

—Tu mente solo sabe de pensamientos impuros, Mandy. No lo niegues.

—Mente impura, pero cuerpo puro —dice en un tono que se me antoja inocente. —Me estoy reservando para Jared. Quiero que mi primera vez sea con él y que sea salvaje.

Es imposible no echarme a reír a carcajadas. Me rio tanto, que hasta un par de lágrimas se me escapan y tengo que limpiármelas. A penas puedo recomponerme del ataque de risa, pero lo intento.

—Definitivamente estás loca, Mandy.

—¿Cómo es que pasamos de hablar de Elliot, tú y su relación de: amor no pero sexo sí, a mi primera vez con Jared?— me mira, haciendo una pequeña mueca de confusión. Me encojo de hombros y ella sonríe. —Volviendo a ese tema, como un último consejo, solo tengo algo que decirte.

—Te escucho.

Adopta una expresión seria al instante y debo decir que me sorprende un poco.

—Yo sé que tú eres una mujer muy inteligente, Olive. Sabes cómo defenderte, qué es lo que quieres y cómo lo quieres. Sé que eres totalmente capaz de imponerte frente a quien sea, y quiero que seas así con Elliot, todo el tiempo. —Frunzo un poco el ceño, pero ella no me deja preguntar nada porque continúa:— Él es guapísimo y un experto seductor que a leguas se nota que siempre consigue lo que quiere, pero no quiero que vaya a causarte daño de ningún modo, Liv. —Su tono de voz es un poco angustiado ahora.

—No debes preocuparte, Mandy —le regalo una sonrisa.

—Es que ya mucha mierda aguantaste con el idiota de Fred, como para que tengas que seguir aguantando, y con esto me refiero a que los hombres como Elliot, algunas veces se comportan como unos patanes. Sobre todo con eso de que es un mujeriego. ¿Sabes? Para mí que deberías pedirle exclusividad.

—Lo mismo estaba pensando. No creas que no me da... cierta intranquilidad, pensar que se siga acostando con la tal Corinne.

Ella hace una mueca de asco —No me jodas, Liv. Debes pedirle la exclusividad cuanto antes.

—Él me pedirá lo mismo, porque según él, yo aun tengo novio.

Suelta una carcajada —Lo había olvidado, cuñada —se burla y yo le hago mala cara. —No te preocupes por eso. Invéntale que vas lo terminaste y ya. No tienes por qué decirle que mentiste.

Ruedo mis ojos —¡Agh! Es fastidioso porque yo le dije en la cara que no dejaría a mi novio por él.

—Uh, pues ahora va a sentirse más importante —hace una pequeña mueca—, pero es lo que tienes que hacer. Si van a jugar a los amantes, deben hacerlo bien. Exijo la exclusividad porque no es justo ni sano que él se siga acostando con otras, mientras tú no, así que dile que lo agregue a las excepciones que dijo tendría contigo.

Muerdo mi labio inferior, pensando bien todo lo que Mandy ha dicho. Tiene razón. Esta extraña relación no implica nada sentimental ni la fidelidad que eso conlleva, pero tampoco significa que no vaya a pedir que me dé mi lugar.

—Tienes toda la razón. Voy a pedirle que hablemos sobre exclusividad.

—Así me gusta. La única que puede comerse ese bombón, debes ser tú... ¡Ah! Y otra cosa, Liv —me mira con atención de nuevo. —Si un día ya no te sientes cómoda con él. Si ya no quieres seguir con ese juego, no estás obligada a nada. No te ha hecho firmar un papel ni nada, así que puedes abandonarlo cuando te plazca, ¿okay?

—Okay —afirmo, totalmente de acuerdo.

—Bien —dice, dándose palmaditas sobre los muslos y se pone de pie—, damos por terminada esta conversación.

—Oye, por cierto, ya pasaron más de quince minutos y aun no viene la comida.

Justo en ese instante, alguien llama a la puerta y ella sonríe —Ahí está.

—Yo voy a darme un baño antes de cenar —digo, poniéndome de pie también. —Puedes tomar dinero de mi bolso. Yo invito.

Sonríe encantada, como niña pequeña, causándome gracia. Hago mi camino para ir a mi habitación, pero antes de salir de la sala, me giro y alzo un poco la voz para que me escuche.

—¡No vayas a ligarte al repartidor!

Ella está justo por llegar a la puerta, pero se gira para verme, haciendo una mueca de fingida inocencia. Niego con mi cabeza y vuelvo a girarme para ir a la habitación.







**~**








Tarareo en voz baja una canción mientras termino de sacarle copia a los documentos. Estoy utilizando la fotocopiadora de Mandy porque iba camino a la oficina de Elliot a entregarle los guiones que redactamos para los comerciales, pero había olvidado sacarle copia para entregárselos también a Jared.

Mandy no está en su puesto. No sé dónde esté porque desde que vine ha pasado de un lado a otro, haciendo una y mil cosas. Parece que Elliot se encuentra bastante mandón el día de hoy. Solo espero que su humor no esté tan malo.

Llevo tres días exactamente, tratando de hablar con él sobre lo de la exclusividad, y la verdad no he podido encontrar el momento adecuado. Ambos hemos estado bastante ocupados con todo el trabajo. Otra cosa que me ha impedido hablar con él, es lo extraño que ha estado comportándose. He notado como si tratase de actuar normal conmigo, pero hay algo que lo está molestando. He pensado: quizá tiene problemas personales. Yo por mi parte, he tratado de actuar de lo más normal con él. De todas maneras, no es como si le fuera a preguntar qué le sucede o si quiere hablar de ello. Tengo muy en claro que esta extraña relación entre nosotros, no nos da el derecho de meternos en nuestras vidas personales.

Para mí es mucho mejor así, pienso. Porque tengo demasiadas cosas que odio sacar a la luz y por ningún motivo quiero que Elliot se entere; así que, entre menos sepamos del otro mejor. Ni él me cuenta nada de su vida, ni yo de la mía. Es perfecto así.

Suelto un largo suspiro, cuando termino con la última copia. Armo los dos folletos, y los introduzco en carpetas.

Hago mi camino para ir a su oficina. Cuando voy a tocar la puerta para anunciarme, me percato que está medio abierta. Pienso unos segundos si solo debo pasar o qué, pero justo cuando decido que mejor debo anunciarme, escucho la voz de Jared.

—No hagas cosas a la ligera, Elliot. Piénsalo bien.

Frunzo el ceño y al instante me doy cuenta que seguramente están hablando de algo delicado. Sé que no debería hacerlo pero... echo una ojeada a los lados para asegurarme que nadie me esté viendo porque el estúpido pensamiento de espiar la conversación, ha cruzado mi mente. Por suerte, la estancia está un poco sola y los pocos empleados que quedan, están absortos en lo suyo, así que con total confianza, me pego un poco a la puerta para escuchar mejor.

—¡Mierda, Reynolds! ¿Quieres calmarte?

—¡No se me da la puta gana!— grita Elliot, tan fuerte, que me hace dar un respingo del susto.

Se escucha muy molesto. Ahora ya no me siento bien espiando. Las cosas parecen demasiado delicadas. Decido alejarme, pero antes de eso, logro escuchar otra cosa.

—No tengo opción, Jared. Tengo que salir de la ciudad este fin de semana a como dé lugar. Dime: ¿tenemos alguna visita pendiente o alguna invitación a cualquier evento, o cualquier mierda que implique salir de la ciudad? La necesito con urgencia. Es la última opción, a última hora.

Mi ceño se frunce todavía más porque no entiendo absolutamente nada de lo que estoy escuchando. ¿Cuál es su prisa por salir?

—Tenemos la visita pendiente a la cabecera de Walmart —exclama Jared.

—No. Necesito algo más grande. Eso podrías cubrirlo tú... ¡Mierda! ¿Es que por qué tenía que querer venir, este puto fin de semana? Me tomó por sorpresa.

¿De quién estará hablando?

Me he quedado tan distraída escuchando la conversación de nuevo, que cuando alguien pone una mano sobre mi hombro me saca un susto de muerte. Me giro de inmediato, justo para quedar de frente a Mandy. ¡Qué alivio que era ella!

—¿Qué estás haciendo?— pregunta en voz baja, para asegurarse de no delatarme y lo agradezco.

—Nada —mascullo entre dientes.

Frunce el ceño durante unos segundos, pero de inmediato su expresión cambia y sus ojos se abren exageradamente —¿Estás espiando a Elliot? ¿Está con alguna mujer?

—¿¡Qué!? ¡No!— exclamo con horror.

Todavía alcanzo a escuchar las voces dentro de la oficina, pero ya no entiendo qué dicen. Ruedo los ojos y antes que me descubran ellos, jalo a Mandy del brazo para alejarnos de ahí. Ella se ríe burlonamente de la situación.

Cuando nos tenemos, me pongo frente a ella para encararla, con gesto molesto —Casi me matas del susto, Mandy.

—¿Y por qué estabas espiando?

—No espiaba. Llevaba unos papeles para entregárselos a Elliot y la puerta estaba abierta.

—Así que decidiste quedarte muy de cerca para lograr escuchar algo —contiene una sonrisa, pero yo le hago mala cara. Entonces prosigue:— ¿Al menos oíste algo interesante?

—Creo —hago un gesto de duda.

—Pues cuenta —exclama emocionada.

Justo estoy por abrir mi boca para contarle lo poco que alcancé a escuchar, pero me quedo callada cuando veo a Jared salir de la oficina. Su vista se enfoca en nosotros de inmediato y siento una sensación extraña cuando lo veo venir hacia acá.

¡Rayos! ¿Se dieron cuenta?

—Liv —me llama cuando ya está cerca. —Elliot, te quiere en su oficina.

—Justo iba para allá —exclamo con naturalidad, mostrándole las carpetas en mis manos. —Son los diálogos para los comerciales. Te saqué una copia a ti también —extiendo una de las carpetas hacia él.

—Gracias. Voy a revisarlos.

Le sonrío y le dedico una mirada nerviosa a Mandy, que solo ella entiende —Con permiso.

Los paso de largo para ir a la oficina, mientras pienso qué voy a decirle a Elliot si pregunta por qué estaba espiando. Aunque, no creo que se haya dado cuenta. De todas maneras, ni que fuera la gran cosa lo que escuché. Total, ni entendí nada.

Llamo dos veces a la puerta y espero paciente hasta que la voz de Elliot me dice que pase.

—Jared dijo que querías verme —digo, una vez estoy adentro.

Él asiente —Cierra la puerta, por favor.

Hago lo que me pide y posteriormente me voy directo hasta su escritorio.

—Estos son los diálogos para los comerciales —explico, extendiéndole la carpeta. —Jared ya tiene una copia también.

—Okay —toma la carpeta y la pone sobre el escritorio.

—Entonces, tú dirás por qué querías verme —me siento en uno de los sillones al frente de su escritorio, en una postura relajada, cruzándome de piernas.

—Tenemos trabajo para este fin de semana.

Frunzo un poco el ceño e inevitablemente, pienso de inmediato en lo que escuché hace unos momentos en su conversación con Jared. Esa urgencia por salir de la ciudad el fin de semana. Sin embargo, actúo con naturalidad.

—Dime qué es.

Se inclina hacia el frente, hasta que se recarga con sus antebrazos sobre el escritorio y me sonríe —Tenemos que salir de la ciudad de nuevo.

Al instante una sonrisa me asalta porque recuerdo la otra vez que salimos y todo lo que pasó.

—¿Y por qué saldremos esta vez?

—Iremos a la playa —suelta con tranquilidad, pero la respuesta me confunde.

—¿Qué?

Sonríe —No vamos de paseo. Tenemos que viajar con el equipo de grabación para filmar los lugares que incluiremos en el circuito. La playa, bares o sitios turísticos que estén cerca de la zona.

Lo observo en silencio, algo sorprendida. Sé a lo que se refiere y sé que tenemos que cubrir eso, pero me parece muy repentino.

—¿Y cómo planeaste todo esto? Creí que lo haríamos con más tiempo, es que... me parece un poco repentino.

—No necesitamos preparar mucho en realidad —hace una mueca de desinterés. —Solo preparar el equipo, las maletas y todo lo necesario para la estancia.

—¿Maletas? ¿Estancia? —enarco una ceja. —¿De cuántos días estamos hablando?

No sé qué expresión tengo en estos momentos, pero él me mira divertido —El fin de semana completo.

Mis ojos se abren exageradamente —¿Por qué? No nos llevaremos tanto tiempo sacando fotografías.

Se aleja del escritorio y se echa hacia atrás, recargándose contra el respaldar de la silla en una postura algo desgarbada —¿Y cuál es el problema con que aprovechemos el viaje para distraernos un rato?

Me cruzo de brazos y lo observo con recelo —Creí que habías dicho que no vamos de paseo.

Se encoje de hombros —Será imposible no aprovechar la oportunidad. —Se lleva una mano a la barbilla y me observa con demasiada atención.

Es impresionante el efecto que esa mirada tiene en mi cuerpo. Mi mente comienza a hacerse ideas de los posibles significados que sus palabras podrían tener. Son tan claras sus intenciones. Sin embargo, tengo la ligera impresión de que está escondiendo algo.

—Me hubieses avisado con más tiempo, Elliot —reniego un poco. —¿Por qué no te acompaña Jared?

Niega de inmediato —Él se quedará a cargo y yo personalmente quiero que tú me acompañes.

Lo miro con recelo y me atrevo a preguntar —¿Por qué quieres que yo vaya?

Me mira fijamente durante unos segundos y casi puedo jurar que he visto sus ojos oscurecerse —Porque estuve viendo el lugar y hay un lujoso hotel con excelentes habitaciones y jacuzzi.

—¿Y?— lo miro con desinterés.

—Y... —dice, poniéndose de pie para venir hacia mí—, ¿no te gustaría visitar ese hotel conmigo?

Lo sigo con la mirada hasta que ya no puedo verlo porque se sitúa justo detrás de mí. Sus manos acarician mis brazos y siento su respiración en mi cuello.

—¿Qué dices, Liv?— susurra en mi oído e inevitablemente me muevo incomoda en mi lugar, por las sensaciones que eso me provoca.

—Creí que dijiste nada de demostraciones públicas —giro un poco el rostro para poder verlo.

—Nadie va a saberlo —responde seguro. —Yo me encargaré bien de todo para que no tengamos problemas. Además —dice, rozando su nariz en la piel detrás de mi oreja y mi respiración se ve afectada al instante—, deberás acompañarme al viaje quieras o no, porque te lo estoy diciendo como una orden de jefe a empleada.

El disgusto me invade de inmediato por ese comentario que se me hace pésimo, así que me alejo bruscamente, levantándome de la silla. Él me observa aturdido, pero yo le dedico una mirada cargada de altanería.

—En ese caso iré, comprometida con mi trabajo. Pero el viaje será por cuestiones laborales, única y exclusivamente, Elliot..., o quiero decir, jefe.

La expresión que su rostro adopta es digna de burlarse pero me contengo grandemente.

—Te gusta llevarme la contraria siempre, ¿no es así?— pregunta con seriedad.

—¿Eso crees?— exclamo con fingida inocencia. Me recargo contra el escritorio, casi sentándome sobre él y me cruzo de brazos. —Creo que tenemos un problema con eso, Elliot. Porque a mí me encanta hacer lo que se me da la gana y tú odias que te desobedezcan —hago una mueca de pesar.

Su implacable mirada se clava en mis ojos —¿Quién dice que no me gusta que me desafíen?— Sus labios se curvan con esa estúpida sonrisa que me derrite, cuando sus ojos me observan de pies a cabeza con notable deseo, provocando que algo dentro de mí se encienda al instante. —Pero aclaro que me gusta ser desafiado por mujeres como tú —sus ojos vuelven a hacer contacto con los míos.

—¿Ah, si?— digo, adoptado una postura mucho más relajada, de manera que mis manos se apoyan en el borde del escritorio, para recargar mi peso.

—Sí. Me gustan las mujeres de carácter fuerte —habla con mucha seriedad. —Tú me desafiaste desde el primer momento, Olive. Con tus rechazos, tú desdén hacia mis pretensiones, tu apatía hacia mí. Te convertiste en un reto. Un peligroso y excitante reto.

Sus palabras son como halagos para mi ego —Así que soy la primera mujer que no cae rendida a tus pies, a la primera —sonrío con suficiencia.

Sonríe también y se acerca a mí, hasta quedarme justo enfrente, donde tengo que alzar un poco la vista para verlo —Pero al final caíste.

Justo cuando está bastante cerca, levanto mi mano derecha para ponerla en su pecho y detenerlo con firmeza —No, Elliot. No creas que ya estoy rendida a tus pies. Yo nunca voy a estar ahí. Yo siempre voy a estar a tu misma altura o mucho más arriba. No creas que por el hecho de haber aceptado tener una aventura contigo, significa que he caído rendida ante ti y que estoy bajo tu dominio —lo miro con firmeza. —Ya te lo dije: he aceptado ser tu amante, no tu sumisa. No niego que eres un experto seductor, pero, todavía soy inmune a tus encantos. —Mi mano da una palmadita en su pecho, como un: lo siento.

Sus ojos bajan lentamente hacia mi mano y para cuando vuelve a verme a la cara, el color avellana de sus ojos luce bastante impresionante porque se ha oscurecido. No me da tiempo de anticipar sus movimientos, así que cuando menos lo espero, su cuerpo se pega al mío y sus manos ahuecan mi rostro, al instante que sus labios chocan con los míos.

¡Mierda! Juro que el beso me roba el aliento, porque me toma con la guardia baja. Me provoca cierta necesidad de querer más. Sus dientes se apoderan de mi labio inferior y tiran suavemente de él, para luego detener repentinamente el beso, dejándome deseosa. sin embargo, no se aleja del todo. Todavía puedo sentir su aliento chocando contra mi boca.

—Qué bueno que todavía sigas siento inmune a mis encantos, Olive —exclama con la voz totalmente enronquecida, y añade:— Me gusta lo difícil, así que por mí puedes seguir haciéndote de rogar, porque lo cierto es que voy a disfrutar mucho de seducirte. —Vuelve a acercarse, pero sus labios apenas rozan los míos.

Sonrío. Eso fue impresionante, pero no le bastará para provocarme justo ahora. Pongo las manos sobre su pecho, dándole un pequeño empujoncito.

—Entonces, ¿salimos de viaje mañana?— pregunto, moviéndome para escapar de la prisión que ha creado con su cuerpo y el escritorio.

Se gira para verme y asiente —Saldremos a las siete en punto.

—Okay. Estaremos en contacto por eso..., ahora, debo volver a trabajar —anuncio, haciendo mi camino hacia la puerta, pero antes de salir su voz me detiene.

—¿Tan rápido te vas? Creí que podríamos tardarnos un poco más aquí. —Me dedica una mirada cargada de malicia.

—Tenemos que trabajar.

—¿Cómo voy a pensar en trabajar, cuando en lo único que estoy pensando es en descubrir, qué llevas puesto debajo de la falda?— Sus ojos examinan la parte inferior de mi cuerpo con tanta minuciosidad como si pudiera desnudarme con ello.

Admito que lo que dice y hace, logra calentarme un poco, pero no lo suficiente.

—Tendrás que controlar tus pensamientos, Elliot —me burlo.

—Es imposible controlar todos mis pensamientos eróticos, respecto a ti.

Muerdo mi labio inferior ante la idea de todo lo que probablemente se imagina conmigo. Inevitablemente yo también empiezo a tener pensamientos impuros.

—¿Qué estás pensando, Olive?— pregunta en un tono bastante pretencioso y me obligo a reaccionar y deshacerme de esos pensamientos que empezaba a tener.

—Nada —me defiendo al instante, pero la sonrisa en sus labios me dice que no me cree. Hago una mueca irritada. —Ya me voy a trabajar.

Me giro para abrir la puerta, pero vuelvo a escuchar su voz.

—Sí irás mañana, ¿verdad?

Lo miro sobre mi hombro —Sí, jefe.

Sonríe —Excelente, señorita Blair.

Contengo una sonrisa, pero antes de perder más mi tiempo, salgo de su oficina de una vez. Me voy directo a mi oficina porque tengo mucho trabajo por hacer pero desafortunadamente, mis pensamientos ya están enfocados en otra cosa.

No dejo de darle vueltas a lo del viaje de mañana. Más allá de pensar en las propuestas que Elliot me dijo, respecto a pasar tiempo a solas en un hotel, estoy pensando en los motivos originales por los cuales surgió este viaje. Porque eso de que es por la campaña, no me convence. Yo escuché lo que le dijo a Jared. Él necesitaba con urgencia salir de la ciudad este fin de semana, pero la pregunta es: ¿por qué?

Una parte dentro de mí, la excesivamente curiosa, quisiera averiguar los verdaderos motivos; pero, la parte razonable me dice que no debo meterme en cosas que no me interesan. Que me dije a mí misma que entre menos nos involucráramos en la vida personal del otro, mejor.








**~**







—¡Listo! Creo que es todo —anuncio viendo la maleta ya empacada.

—¿Llevas todo lo necesario?— pregunta Mandy y yo asiento.

—Todo.

—Hay que hacer un repaso —dice, y comienza con el inmenso listado. —Suficiente ropa, zapatos extras, tu pijama, cepillo de dientes, las cremas, lociones y el maquillaje.

Me rio un poco —Sí, sí, sí y sí a todo.

—No olvides llevar bloqueador solar —hace una mueca.

—No vamos precisamente a tomar el sol, pero lo llevo.

—¡Ah! ¿Y la lencería sexy que dijimos?

—¡Mandy!— la reprendo, divertida.

—Por mí que llevaras ese conjunto de encaje que tienes —dice, con un gesto pensativo. —El color rojo vino... Sí, ese que trae liguero.

Una carcajada se me escapa —Estás loca, Mandy. No voy a llevar eso.

—¿Por qué no? Si lo usas, sería una buena manera de convencer a Elliot sobre lo de la exclusividad. Estoy seguro que no se negaría a nada que le pidas —sonríe de oreja a oreja.

—No voy a llevarlo y punto.

—¿Al menos llevas bikini?— me mira con aburrimiento.

—Confórmate con saber que llevo todo lo necesario y ya —ruedo mis ojos. —Ahora debo irme porque se hace tarde.

No digo nada más y salgo de la habitación, arrastrando la pequeña maleta con rodillos, detrás de mí. Mandy me sigue de cerca.

—No te llevarás el auto, ¿cierto?— pregunta a mis espaldas y me detengo justo llegando a la puerta.

—No. El chófer de Elliot vendrá por mí.

—Okay. No olvides disfrutar del paseo, o quiero decir trabajo —se ríe.

—Bye, Mandy —me acerco solo para darle un beso en la mejilla. —Te veo mañana.

—Hasta mañana.

Saliendo del departamento, me dirijo de inmediato al elevador. Una vez adentro, presiono el botón para ir al estacionamiento. Matt ya debe estar ahí o al menos estará por llegar.

Cuando las puertas se abren y alzo la vista, la imagen que me recibe de frente, me golpea con fuerza. La sorpresa, la confusión y el enojo se mezclan dentro de mí al instante.

—Liv —exclama tan sorprendido como yo.

Salgo del elevador y lo encaro con disgusto —¿Qué demonios crees que haces aquí?

—Necesito hablar contigo.

—¿Y tenías que venir a mi apartamento, a las seis de la mañana?

—Tenía que ser antes que salieras a trabajar. Ni siquiera sé tus horarios.

—Pues viniste en vano, porque justo voy al trabajo —intento pasarlo de largo, pero él me corta el paso. —Fred, no molestes. ¿En qué idioma tengo que decirte que dejes de buscarme?

—¿Vas a trabajar?— pregunta enarcando una ceja, con una mirada incrédula hacia mi maleta.

—Sí —respondo con firmeza.

—Pareciera que vas de viaje.

—Voy a trabajar. Si no me crees, es tu problema porque yo no tengo que darte explicaciones de nada. —Intento moverme de nuevo, pero vuelve a impedírmelo, así que termino empujándolo con mi mano libre. —¿¡Qué mierda te pasa!? Lárgate de aquí y déjame en paz de una buena vez.

—¿Por qué no quieres hablar conmigo? ¡Mira! Yo ya entendí que esto ya no funciona...

—¿Acabas de darte cuenta? ¡Qué observador!— me mofo.

—Lo que quiero decir es que, está bien. Lo acepto. Pero no quiero que las cosas queden así. Deberíamos hablar y quedar bien. Por todos los años que estuvimos juntos, no podemos quedar como enemigos.

—¿Por todos los años que mandaste al carajo a la menor oportunidad? ¿Sabes qué, Fredd?— Una risa me asalta. —¡Mejor tú vete al carajo!— lo veo con desagrado. —No me interesa quedar bien contigo. No quiero verte de nuevo.

Por fin logro pasarlo de largo, pero alza un poco la voz para hablarme.

—¿¡Entonces seré uno más en tu larga lista de personas que odias!?— Lo ignoro. —¡Así vas a terminar quedándote absolutamente sola, Olive!— añade, pero vuelvo a ignorarlo. —¡Ah, lo olvidaba! Tú siempre estás sola. Eso es lo que has dicho desde que tu madre murió, ¿no es así? ¡Los demás nunca importamos una mierda!

Me detengo en seco ante el golpe de sus palabras. Una extraña sensación me escuece el pecho y toma todo de mí el evitar regresar sobre mis pasos para propinarle una gran bofetada. ¿Cómo se atreve a jugar así, con algo que duele?

¡Mierda! No quiero permitir que sus palabras me lastimen, pero lo hacen. Sobre todo cuando hace días vengo recordando que, ya casi es la fecha.

Cuando veo el auto negro entrando al estacionamiento, siento un extraño alivio. Es Matt. Trago grueso para deshacerme del enorme nudo que se ha formado en mi garganta, y recupero la fuerza de mi voz.

—¡Púdrete, Fred!

Dicho eso, continúo mi camino para ir al auto e irme.

Mi cabeza está hecha un enredo por los recuerdos que el estúpido de Fred ha revivido con sus palabras, y las sensaciones dolorosas que estos me provocan, hacen que el corazón me duela. No quiero pensar en eso, porque inevitablemente un nudo se forma en mi garganta al pensar en la impotencia, rencor y remordimientos que cargo conmigo.

Me considero una persona fuerte y valiente, pero a veces, creo que también tengo derecho a sentirme débil, triste. Por debajo de toda esa coraza de insensibilidad y seguridad, llevo miedos, dudas, inseguridades; y a veces, también tengo derecho a romperme un poco.

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