Capítulo 22 | Elliot
Las yemas de mis dedos hacen trazos imaginarios sobre la piel de su espalda, con la espuma. Me deleito con lo suave y delicada que es. Mis dedos suben un poco más hasta su cuello y masajeo suavemente con libertad, porque su cabello está recogido con una cosa rara.
No sé cómo demonios sentirme al respecto de estar aquí: tomando un baño juntos, luego de haber follado en la sala. Olive definitivamente me saca de mis protocolos y todavía sigue sin agradarme del todo la idea. Sin embargo, no puedo negar que de verdad disfruto esto. Tengo algo más en mente justo ahora.
Es imposible no querer hacerle más, cuando la tengo completamente desnuda, asentada entre mis piernas. Con su piel mojada y totalmente expuesta para mí. Hago una mueca cuando siento la reacción en mi entrepierna y de inmediato su cuerpo se tensa.
Me mira sobre su hombro, conteniendo una sonrisa —¿Qué estás pensando, Elliot?
—¿Tú qué crees?— la veo con malicia y me reacomodo en mi lugar, de manera que estoy seguro que siente más mi erección en su trasero. Muerde su labio inferior, y me excito todavía más. —¿Vamos a repetir lo de la última vez?— pregunto, deslizando mis manos por sus brazos.
—No —responde, tajante.
Su respuesta me golpea y me siento confundido —¿Por qué no?
Se hace hacia atrás, hasta que su espalda queda recargada contra mi pecho y adopta una posición cómoda para ambos. Una posición que me hace sentir extraño. Como si hubiese demasiada confianza entre nosotros. Como si fuésemos..., algo.
—Porque necesito que hablemos —dice, al tiempo que sus manos juguetean con la espuma de la bañera.
Yo no quiero hablar. Quiero follarla de nuevo.
Ignoro su comentario y lentamente deslizo mis manos hasta acariciar sus costados y luego sigo un poco más al frente. Un pequeño gemido, casi imperceptible escapa de su garganta, pero justo cuando estoy deseoso por tocar sus pechos, sus manos detienen las mías al instante.
—No.
—Mierda, Olive. No juegues conmigo —reclamo algo molesto. Una pequeña risa se le escapa y me disgusta un poco más.
Gira su cabeza para verme, de manera que nuestros rostros quedan bastante cerca. Su mirada tan intensa y la sonrisa tan lasciva que se forma en sus labios, me provocan unas grandes ganas de besarla.
—¿Qué tiene de malo que juegue contigo?
—No debes hacerlo —digo con voz mandona.
—Tú no eres quién para decirme qué debo hacer y qué no.
—Soy tu jefe.
—Aquí no —dice, presumida. —Además, he aceptado ser tu amante, no tu sumisa, Elliot.
No sé por qué pero la palabra sumisa me calienta de inmediato. Mis manos bajan hasta su abdomen para hacerle caricias y acerco mi boca a su oído.
—Debo decir que me encantaría que lo fueras.
Su piel se eriza y por unos segundos parece afectada por mis palabras, pero se recompone de inmediato.
—Lo siento, pero voy a decepcionarte, querido Elliot. Porque me gusta ser quien domina.
Alzo una ceja —Ahora que has aceptado ser mi amante, quien sabe y cambies de opinión.
—No lo creo —responde con firmeza. —Así que si yo digo ahora que vamos a hablar, hablaremos y después —hace una pequeña mueca—, tal vez follemos.
—¿Tal vez?— pregunto disgusto. Ella se encoge de hombros, de manera desinteresada y regresa su vista al frente, para volver a jugar con la espuma. Suspiro. —¿Sobre qué quieres hablar, Olive?
—Sobre cómo ser tu amante —responde, y me mira por unos segundos. —¿Qué esperas de mí? ¿Qué debo y qué no debo hacer? ¿Cuáles son esas excepciones que dijiste tendrías conmigo? Puedes comenzar aclarando eso. —Regresa su vista al frente.
—Okay —digo relajándome contra la bañera, y pensando cómo comenzar. —Sobre la primera pregunta, yo espero que disfrutes tanto como yo. Que te atrevas a explorar nuevas cosas conmigo. Que te entregues a mí sin reservas ni dudas, cómo y cuándo yo quiera.
Me quedo unos segundos en silencio, esperando que mi respuesta sea suficiente para aclarar sus dudas. Ella luce un poco pensativa y una vez parece que ha procesado todo, asiente con aprobación -o eso creo-, así que continúo con las respuestas.
—Sobre la segunda pregunta —me rio un poco. —Creí que habías dicho que yo no era nadie para decirte qué hacer y qué no.
Vuelve a girar el rostro para verme con los ojos entrecerrados —Tienes razón, entonces haré lo que se me dé la gana.
—Conmigo puedes hacer lo que te plazca —digo en voz baja y estrecho su cintura para pegarla más a mi cuerpo. Un pequeño gruñido -casi inaudible- escapa de mi garganta al rozar su trasero.
Ella jadea un poco, pero retira mis manos de su cintura —Todavía no, Elliot.
Mi yo interno protesta porque ella me está haciendo larga la espera cuando no sabe las putas ganas que tengo de follármela ya. Me aclaro la garganta, y decido continuar para distraerme.
—Solo quiero aclararte algo muy importante que no debemos hacer: demostraciones en público.
—Estoy de acuerdo —asiente.
—Todos nuestros encuentros serán aquí en mi pent-house, y esa es una de las excepciones que dije tendría contigo. Ya te había mencionado que nunca antes he traído a una mujer, pero contigo no pienso ir a un hotel.
—Entonces... —dice con una voz malditamente sensual—, ¿no más encuentros en tu oficina, como lo de la otra vez?
Sonrío fascinado —¿Te gustaría repetirlo?
Echa su cabeza hacia atrás, hasta recargarla en mi hombro, dejando a mi merced la hermosa piel de su cuello Está provocándome y me fascina.
—Creo que sí me gustaría —admite, mordiéndose el labio inferior.
Hago una mueca y preso de mis impulsos, me apodero de su barbilla con firmeza, y la beso con intensidad. Mi lengua se abre paso en su boca y absorbo con deleite el gemido que escapa de sus labios. Toda la sangre me bombea todo el cuerpo con rapidez, hasta llegar a mi entrepierna. No voy a soltarla.
Ella gruñe contra mi boca e intenta separarse, pero mi mano -la que sostiene su barbilla- la mantiene en su lugar, mientras que con mi otra mano, rodeo su cintura.
—E-Elliot —masculla molesta contra mis labios y termino cediendo.
Me separo de ella y le dedico una mirada seria —¿Cuánto más vas a hacerme esperar?
—Solo dime si hay más cosas que deba saber.
Una sensación extraña me invade al momento que oigo sus palabras. ¡Mierda! ¿Por qué tenía que usar esas palabras exactamente? Es como si ella supiese. Como si ella... ¡Carajo! Me hizo recordar cosas que no quería.
No me veo obligado a ser del todo honesto con ella. No es como si vaya a contarle mi vida personal y todos los putos problemas que me cargo siempre, así que no. No hay nada más que ella deba saber.
—Elliot —su voz me trae de vuelta a la realidad y pestañeo un par de veces. —Te hice una pregunta —dice.
—¿Cuál era?
Rueda los ojos como si le fastidiara repetirla, pero de todas maneras lo hace —Preguntaba que si esto debe ser exclusivo. Ya sabes. Si tú y yo podremos seguir con nuestra vida normal fuera de esto.
Entiendo perfectamente a qué se refiere —Claro —respondo casual. —Si después de estar conmigo sientes que tu novio todavía te complace, puedes seguir con él si tú quieres. —Me dedica una mirada molesta, y no puedo evitar reírme. —¿Esperabas que te dijera que lo dejaras por mí?
—No —responde tajante, y añade:— ¿Qué te hace pensar que yo dejaría a mi novio por ti?
Sus palabras se escuchan como insulto, pero la verdad no me ofende.
Hago un pequeño encogimiento de hombros —No me interesa de todas maneras. Eso es algo que voy a dejarte muy en claro, Olive. Esto solo es una relación por sexo, únicamente. No quiero que te hagas la idea de que podrás obtener algo sentimental de parte mía.
Es su turno para reír —Sí, ya me di cuenta que eres apático a todo lo que tenga que ver con lo sentimental.
—Exacto.
—No te preocupes por eso. Soy lo suficientemente madura como para entender esto que vamos a iniciar y tampoco quiero nada sentimental —exclama con desdén. —Yo también quiero solo sexo contigo, Elliot. Por si no sabías, las mujeres también podemos utilizar a los hombres con ese fin, únicamente.
¡Mierda! Esta mujer cada vez me sorprende y me calienta más. Definitivamente es igual a mí.
—¿Así que también solo vas a utilizarme?— pregunto, extrañamente encantado con la idea.
—Sí, y me fascina la idea —afirma, volviendo a recargar su cabeza en mi hombro.
—Entonces, ¿esto es un acuerdo?
—Es un acuerdo —afirma. —Solo sexo sin amor.
—¿Y ya puedo follarte?— Pregunto urgente.
Su mano derecha se eleva hasta sostenerse de mi cuello y por instinto acerco mi rostro al suyo, para besarla, pero ella apenas roza mis labios, dejándome más necesitado todavía. ¿Por qué me provoca tanto?
—Solo quiero que me toques, Elliot —dice con la voz teñida por el deseo, y cuando su otra mano sujeta la mía para guiarla hasta uno de sus pechos, entiendo perfectamente qué es lo que quiere.
Mi mano aprieta y un exquisito gemido escapa de sus labios. Le doy un beso fugaz, atrapando su labio inferior con mis dientes y tiro de él, provocando que gruña en aprobación y arquee su espalda buscando mi toque.
—¿Esto quieres?— Pregunto, tirando suavemente de su pezón, con mis dedos índice y pulgar.
—¡Ah!... ¡Sí!— Jadea en respuesta.
¡Mierda! Me siento muy duro.
—¿Quieres que te muestre lo que puedo provocarte, con solo mis caricias?— pregunto casi en un susurro y ella asiente en respuesta, mordiéndose el labio inferior.
Entonces, pongo a mis manos a trabajar. Las sitúo sobre cada uno de sus pechos y empiezo a magrearlos con deleite. Me fascinan lo firmes y suaves que son. Me fascina sentir lo duros que se sienten sus pezones, cuando mis dedos pulgares hacen círculos sobre ellos, y también me fascinan los dulces sonidos que escapan de sus labios por el placer que siente. Verla disfrutar, me calienta de una manera que no sabría explicar
Mi respiración se vuelve tan agitada como la suya. Todo esto me parece tan erótico, como jamás lo había experimentado. Nuestros cuerpos desnudos en el agua, en un espacio tan reducido como para rozar nuestras pieles hasta con el más mínimo movimiento. Me vuelve loco.
—Vamos a subir las caricias de nivel —susurro en su oído, y de inmediato mi mano derecha baja desde su pecho hasta su estómago, su vientre y se introduce en el agua para terminar en su entrepierna.
Todo su cuerpo se tensa con anticipación, y por instinto sus piernas se abren un poco más. Mis dedos juguetean un poco, trazando caricias en su pelvis, absteniéndome de tocar más allá. Sus caderas se elevan un poco y se retuerce contra mi cuerpo, restregando su trasero contra mi miembro. Está tan necesitada como. Tan excitada como yo.
—Elliot —exclama, con un ligero tono de súplica.
Sonrío complacido por provocarla de este modo. Ella me hizo esperar mucho tiempo, ahora es mi turno de jugar un poco. Acerco mis labios hasta su cuello y empiezo a besarla lentamente. Toda su piel se eriza y gime bajito.
—¿Quieres un orgasmo?— digo con la voz totalmente enronquecida y mi mano empieza a hacer su camino, buscando sus pliegues.
—Ajá —gime con urgencia.
Mi otra mano magrea su pecho y su espalda vuelve arquearse —¿Y qué te parece si te hago esperar, como tú lo hiciste conmigo?— Al instante, detengo mis caricias.
Abre los ojos de golpe y me dedica una mala mirada —No te atrevas, Elliot —exclama con un tono amenazante. Me encanta.
Sonrío con malicia —¿Y qué si me atrevo?
Es su turno de sonreír ––No obtendrás lo que tengo pensado —dichas sus palabras, una de sus manos se escurre entre nuestros cuerpos, hasta que la siento bastante cerca de mi entrepierna.
Trago grueso. Acomodándose un poco para tener un mejor acceso, logra terminar acariciando mi miembro erecto. Me tenso por completo cuando su mano se envuelve a mi alrededor y aprieta un poco. Inhalo aire entre dientes, sintiendo cómo el placer se detona al máximo en mi cuerpo. Una sonrisa perversa se forma en sus labios. Ella sabe lo que me ha provocado.
—Esta es la situación, Elliot —dice. Su tono de voz es malditamente caliente. —Compláceme bien, y yo te complaceré el doble.
Vuelve a hacer otra caricia en mi miembro y con eso es imposible negarme.
—Estoy totalmente de acuerdo con eso —anuncio, y al instante, dos de mis dedos acarician explorando entre sus pliegues.
El gemido que escapa de sus labios es tan dulce y profundo, y me incita a hacerle mucho más. Se remueve con fuerza cuando mis dedos hacen círculos sobre su clítoris y de pronto le es imposible contener todos los sonidos que escapan de su garganta.
Me concentro en hacerla disfrutar. En volverla loca, tanto como ella me vuelve a mí. Mi mano izquierda magrea a mi antojo su pecho, mientras que mi mano derecha acaricia una y otra vez su punto más sensible. Sus manos se aferran con fuerza al borde de la bañera y abre sus piernas un poco más, hasta donde el pequeño espacio le permite, pero lo suficiente como para darme mejor entrada.
Beso su cuello y deslizo mi mano un poco más abajo, hasta que puedo introducir dos de mis dedos y no pierdo tiempo en comenzar a bombear en su interior. Un sonido estrangulado escapa de su garganta y puedo sentir el leve movimiento que de sus caderas en busca de mi toque.
—¿Te estoy complaciendo bien?— Ella gimotea un sí como respuesta. —¿Estás cerca, preciosa?— pregunto, sintiendo cómo todo su cuerpo va tensándose y como su respiración se vuelve tan jadeante.
—S-Sí —responde con la voz entrecortada. Mueve su rostro para poder besarme y yo correspondo encantado.
Mi lengua invade su noca y disfruto de todos sus gemidos. Aumento el ritmo de mis caricias, sintiendo como si yo también pudiese llegar al orgasmo solo con tocarla. ¡Ah, joder! No quiero correrme así. Necesito que ella acabe primero y luego...
—E-Elliot... ¡ah!— gimotea contra mi boca, llegando al orgasmo y tengo que contenerme para no terminar al mismo tiempo yo también.
Contiene la respiración durante unos segundos y luego suelta el aire por la nariz, en un suspiro entre cortado. Todo su cuerpo se vuelve lánguido cuando se deja caer contra mi pecho. Los espasmos de su cuerpo tardan unos segundos en desaparecer y solo hasta entonces saco mis dedos de su interior. Me sorprendo demasiado cuando su mano sujeta la mía para llevársela a la boca y lentamente se introduce mis dedos índice y medio. Justo los dos que introduje en ella.
—Mierda, Olive —gruño cuando siento cómo los succiona, provocando que mi erección se vuelva casi dolorosa. —Así vas a hacerme acabar demasiado pronto —añado, apretando los dientes.
Detiene la excitante tortura, solo para verme a la cara y sonríe —Pues tendrás que aguantar un poco, Elliot.
No me da tiempo de procesar. No sé cómo carajos hace para moverse tan rápido, que en cuestión de segundos se voltea para quedarme exactamente de frente. Se acomoda justo a la altura indicada para...
¡Oh, mierda!
Una sonrisa realmente perversa adorna sus mullidos labios y la imagen de ellos dándome placer, me llena de un incontenible deseo. Hago una mueca cuando me toma con su mano y empieza a acariciarme lento. Sin que pueda evitarlo, un gemido escapa de mis labios. Ella parece complacida con eso y continua con las caricias.
Echo mi cabeza hacia atrás —¡Ah! Me estás matando, Olive —cierro los ojos, concentrándome en el placer que me hace sentir, pero necesito más. Vuelvo a levantar la cabeza para mirarla fijamente. —Me encanta lo que hacen tus manos, pero, ¿quisieras mostrarme lo que hace tu boca?
Baja la mirada para verme ahí, y entonces, termina de acercarse hasta cerrar sus labios a mi alrededor. Otro gruñido se me escapa cuando el placer se multiplica por mil. Su boca empieza a trabajar deliciosa y constantemente, haciéndome perder la cabeza. No soy capaz de pensar en nada más que no sea su boca trabajando con habilidad, llevándome al borde casi de inmediato, pero me contengo. Todavía no.
No contengo el impulso de alzar las caderas para introducirme más en su boca, y ella gime. Inhalo aire entre dientes cuando vuelvo a empujar mis caderas y siento que lo introduce hasta el fondo de su garganta. Me sorprende tanto esta mujer. Todo de lo que es capaz. Me encanta. Todo mi cuerpo se tensa al sentir que estoy cerca.
—Liv... —comienzo, pero no puedo terminar debido al gruñido ronco que escapa de mis labios. Su lengua ha hecho algo malditamente fantástico y me he corrido en su boca.
¡Mierda! Podría jurar que este ha sido el mejor orgasmo que una mujer me ha provocado y ha sido con su boca. Aunque cabe mencionar, que no suelo dejar que me hagan orales, pero este, me ha dejado fascinado.
Suelto todo el aire retenido en un largo suspiro cuando ella me libera, endereza un poco su postura solo para verme a los ojos. Me fascina la imagen de verla lamiéndose los labios. No sé qué expresión tenga yo en estos momentos, pero admito que todavía estoy terminando de recuperarme del orgasmo tan abrumador que acaba de darme.
—Me has dejado sin palabras, Olive.
Ella sonríe y se enoje de hombros —¿Ahora sí ya podemos darnos un baño normal?— pregunta con sorna y yo asiento. —Bien, creo que me daré uno en la regadera, si no te importa.
—Adelante —acepto, haciendo de señas a las puertas de cristal del otro lado.
Se sale de la bañera y camina a paso lento hasta allá. Me deleito viéndola desnuda y fantaseo con todas las otras cosas que haremos la próxima vez. Tengo demasiadas en mente. Muchas más ahora que me he dado cuenta de todo lo que ella puede hacer también.
Definitivamente me encanta que haya aceptado la propuesta de ser mi amante. Esto será bueno.
Olive sale del pasillo que viene de la habitación, acomodándose el cabello y se va directo al sillón del frente para recoger su bolso.
—Bien... me voy —anuncia, girándose para verme.
Alzo la mirada para verla y asiento —Te acompaño al elevador.
Me pongo de pie, pero ella me detiene.
—No hace falta, Elliot. No creo perderme.
—Te acompaño —insisto.
Hace una pequeña mueca de fastidio pero no dice nada más. Llegamos al elevador, presiono el botón para abrir las puertas y antes que estas se abran, me hace una pregunta.
—¿Nunca duermes con nadie?
Frunzo un poco el ceño ante su extraña pregunta, pero respondo de todas maneras —No. ¿Por qué lo preguntas?
Se encoje de hombros —Curiosidad —regresa su vista al frente.
—¿Lo preguntas por el día que te quedaste aquí y no me quedé contigo?
Vuelve a verme con gesto desinteresado —Ya te dije. Solo es curiosidad. Pero sí me pareció muy extraño que prefirieras dormir por ahí en algún sillón y no en tu propia cama.
—Hay otra habitación en el pent-house. Dormí ahí —me encojo de hombros.
—Sí, pero no era tu cama.
—Tú estabas durmiendo en mi cama —respondo con obviedad.
—¿Y?— Pregunta, extrañada. La observo en silencio y se ríe. —Por Dios, Elliot. No es como si fuésemos a dormir abrazados. Solo... era dormir. Tú en tu lado y yo en el mío.
—No me gusta dormir con nadie y ya. Y te voy a pedir que te abstengas de pedir que lo haga contigo —exclamo un poco malhumorado.
Me dedica una mirada desdeñosa —No voy a pedírtelo.
—Qué bueno —me cruzo de brazos.
—Ya me voy. Adiós, Elliot —dice un poco irritada y se mete en el elevador.
—Hasta mañana —me despido, inexpresivo. Las puertas se cierran.
Toda la estancia se queda en un silencio sepulcral. Me giro en dirección a la sala, soltando un largo suspiro. El penthouse siempre me ha parecido enorme y vacío, estando yo solo.
Las únicas veces que parece cobrar vida es cuando Margaret se mueve de aquí para allá, haciendo la limpieza. Normalmente a ella le gusta escuchar música mientras asea, y yo le permito ponerla en las bocinas para que suene por todo el lugar. Admito que eso me pone de buen humor a mí también.
Algunas veces, cuando tengo tiempo libre, me gusta sentarme a conversar con ella. Con Margaret jamás te aburres. Siempre tiene algo que contar. En resumen, ella es la única compañía -se podría decir- que tengo aquí. Aunque solamente sea tres veces por semana.
Pero ahora, no sé por qué demonios sentía agradable la compañía de Olive. Tenerla aquí, cenar con ella, verla pasearse de un lado a otro mientras se peinaba y arreglaba. Eso se sintió tan... bien. Quizás podría acostumbrarme a eso ahora que probablemente la traiga más seguido.
Sacudo mi cabeza de inmediato. ¡Mierda! ¿Por qué estoy pensando esas estupideces?
Jamás me acostumbrado a la compañía de ninguna mujer y no quiero cambiar eso. Estoy mejor así. Sin que mi estabilidad emocional dependa de alguien, sin extrañar a nadie. Sin hacer o dejar de hacer cosas por alguien. Estoy bien solo.
Suelto otro suspiro y decido hacer un par de cosas más antes de acostarme. Son las 8:17pm pero creo que después de todas las energías que he gastado, necesito descansar bastante.
Unos delicados dedos trazan caricias sobre mi espalda dejándome encantado con la sensación que me provocan. Me abraza por detrás haciéndome sentir sus firmes senos contra mi piel. Tiro de sus muñecas para atraer sus manos sobre mis pectorales y que me acaricie. Ella lo hace.
Solo Olive sabe cómo hacer que sus caricias sean una dulce y excitante tortura. Quiero besarla, así que me giro para quedar de frente a ella y hacerlo, pero me detengo en seco cuando la veo.
No es ella. No es Olive. Es...
¡Mierda!
Me despierto precipitado sobre la cama, con la descarga de adrenalina recorriéndome todo el cuerpo. Durante unos segundos me quedo viendo hacia la nada, tratando de recomponerme.
Era una puta pesadilla. Una de las peores que he tenido y no sé cómo demonios terminé con algo así. Fue verdaderamente, horrible.
Suelto una enorme bocanada de aire y me froto el rostro con las manos, tratando de relajarme, pero decido revisar la hora antes de intentar dormir de nuevo.
El despertador marca las 5:47am.
En unos minutos sonará la alarma así que decido que quizá debería levantarme ya para hacer un poco de ejercicio antes de irme a Gold.
Me salgo de la cama vistiendo unicamente un pantalón de chándal y camino descalzo sobre la alfombra de la habitación, hasta salir de ella. Avanzo por el pasillo a paso lento mientras termino de quitarme la somnolencia, bostezando un par de veces. Cruzando la sala, del otro lado a mano izquierda, está el pequeño cuarto de ejercicios. No es muy grande pero cuenta con todo lo necesario para una buena rutina.
Vaya que después de esa puta pesadilla, necesito despejarme la mente con algo y qué mejor que haciendo ejercicio.
Media hora después, estoy bañado en sudor, acalorado y con los músculos un poco adoloridos. Mi respiración es agitada y estoy sediento, pero mucho más activo. Ahora solo necesito una ducha para estar completamente listo e iniciar el día.
Salgo de la estancia, secándome el rostro con una toalla mientras hago mi camino hacia mi habitación. Voy alistarme rápido para estar en la empresa a las siete.
Justo veinte minutos antes de las siete, ya estoy saliendo de mi ascensor en el séptimo piso. Sarah, como siempre, ya se encuentra en su puesto de trabajo.
—Buenos días, señor Reynolds.
—Buenos días —le contesto el saludo y sigo de largo.
Paso las puertas dobles de cristal y me sorprende encontrarme con algunos empleados ya en sus labores. Hay cerca de cinco personas. Quizá tengan algunos pendientes, aunque reconozco perfectamente a tres y sé que son quienes nos están ayudando con la campaña de S.T. La verdad es que todos los de ese equipo tenemos un sin fin de trabajo, así que tenemos que hacer varias horas extras al día.
Sigo mi camino, pero justo antes de entrar a mi oficina, me percato de Olive, al otro lado de los cubículos, yendo hacia la pequeña cocina -si es que puede llamarse de ese modo-. Es un pequeño espacio equipado con un refrigerador, un horno microondas, una cafetera y un pequeño pantry que contiene algunas cosas básicas para preparar café y otras cosas.
Cambio de dirección y decido ir yo también hacia allá. Cuando llego a la estancia, ella está de espaldas sirviéndose un café. Mis ojos barren toda su extensión de pies a cabeza. Me gusta cómo se ve hoy. Viste un pantalón jeans que le queda muy ajustado, una chaqueta negra de vestir y logro ver el cuello de una blusa celeste por debajo. Lleva unos tacones inmensos pero que realzan su bella figura. Esta mujer es bellísima.
—Buenos días —saludo y ella se sobresalta un poco.
—Elliot —se queja cuando se gira para verme. —Me asustaste —añade, llevándose una mano al pecho.
—Lo siento. —Hundo las manos en los bolsillos del pantalón. —No esperaba que vinieras tan luego.
Regresa su vista al frente —Tengo algunas cosas que quiero avanzar.
—También vine temprano por eso —digo, acercándome un poco más para detenerme a su lado.
—¿Quieres café?— pregunta, levantando la vista de nuevo a mí y me siento raro ante su sonrisa.
Niego con mi cabeza —Gracias.
—Te ayudará para cargar un poco de energías —dice, ofreciéndome la taza que se acaba de servir.
Enarco una ceja —Sé de otras cosas que también dan muchas energías al cuerpo.
No quiero escucharme demasiado presuncioso, pero de todas maneras creo que lo hago, y lo sé por la expresión que adopta su rostro de inmediato. Sin embargo, se las arregla para hacer como si no hubiese entendido mi comentario.
—El ejercicio, por ejemplo —dice, y yo asiento.
—He hecho algo esta mañana, así que no necesito el café.
Sus ojos no pueden disimular la ojeada que le dan a mi cuerpo y siento que una extraña energía me recorre entero ante la calidez de su mirada.
—Sí, se nota que te ejercitas —dice, llevándose la taza a la boca para dar un trago al café, sin quitarme la mirada de encima.
—Me gusta mantenerme en forma para tener mucha resistencia en ciertas actividades... físicas —digo la última palabra con bastante énfasis y me doy cuenta cómo sus ojos parecen oscureserse.
—Eso es bueno —pronuncia, mordiéndose el labio inferior.
¡Mierda! Me caliento de inmediato, así que tengo que cambiar de tema para distraerme o sino voy a terminar besándola. Me aclaro la garganta.
—Bueno, me parece que debemos ir a trabajar. —Ella asiente. —Estamos en el proceso de creación de los diálogos para los comerciales de radio y televisión. Me gustaría que si tienes algo en mente, me lo hagas saber.
Vuelve a asentir —Hemos estado trabajando en algo de eso, con Jared. Si gustas puedo pasar más tarde a tu oficina y mostrártelo.
—Me parece bien. Te veo después.
—Okay —me sonríe e inevitablemente sonrío yo también.
Sin decir otra palabra, salgo de ahí para ir directo a mi oficina, con una gran tranquilidad y con un excelente ánimo. Me siento así desde ayer y no he dejado de cuestionarme si eso tiene algo que ver con Olive Blair. No me gusta mucho la idea de pensar qué más puede causarme esa mujer, si sigo tratándola tan cercanamente.
Llego a la oficina, paso la tarjeta por la cerradura electrónica y entro de inmediato. Justo estoy llegando al escritorio cuando el teléfono me vibra en el bolsillo interno del saco. Al parecer es un mensaje.
Decido revisarlo solo por curiosidad, aunque espero que no vaya a ser Corinne y sus mensajes acosadores. Ha estado así durante la última semana.
Cuando leo el mensaje en la pantalla maldigo para mis adentros, deseando que ojalá y hubiese sido Corinne.
¿Qué mierdas significa esto? Primero el puto sueño, ¿y ahora este mensaje?
¿Por qué?
No me he podido recuperar de la sorpresa ante este mensaje, cuando la sensación se vuelve peor, debido a la llamada que cae en esos momentos. ¡Mierda!
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