Capítulo 20 | Elliot
Sus palabras son la luz verde que esperaba para continuar. Sin perder tiempo, vuelvo a devorar su boca e invierto nuestras posiciones. La levanto del piso y la acomodo sobre el escritorio, abriendo sus piernas para asentarme entre ellas. En el proceso, la falda que ciñe sus muslos se enrolla más arriba, dejando su preciosa piel a la vista.
Gruño contra su boca cuando sus piernas rodean mis caderas y yo las empujo contra ella para que pueda sentir cuan duro me encuentro. Necesito estar dentro de ella ya, pero antes voy a darle un poco de placer. Quiero verla disfrutar.
Bajo mis manos y acaricio sus muslos lentamente desde las rodillas hacia arriba. Mientras mis dedos hacen su camino hacia su entrepierna, puedo sentir cómo su cuerpo se tensa y cómo su respiración se acelera. Me encanta.
Para facilitar mi trabajo, me encargo de terminar de subirle la falda hasta que esta queda enrollada casi en su cintura. Dejo de besarla, solo porque quiero alejarme un poco y contemplar su casi desnudez. Trago grueso cuando me deleito viendo las diminutas bragas que tiene puestas. Toda la sangre me bombea con fuerza por todo el cuerpo, hasta llegar a mi miembro y hago una mueca cuando siento que se endurece más.
—¿Te gusta lo que ves, Elliot?— pregunta con una voz suave y sensual.
Alzo la mirada para verla a los ojos y respondo:— ¡Me fascina!— una de mis manos juguetea con el borde de sus bragas. —Creo que te las dejaré puestas —digo con picardía.
Sus intensos ojos castaños se llenan de un hermoso brillo cargado de deseo —¿En serio vas a follarme, con mis bragas puestas?
Su pregunta tiene un ligero toque de incredulidad y me provoca sonreírle cuando asiento en respuesta.
—Voy a follarte con toda la ropa puesta, Olive.
Enarca una ceja y sonríe mientras se aleja de mí para inclinarse hacia atrás, poniendo sus manos sobre el escritorio para sostenerse, sin soltar sus piernas de mis caderas. Sus ojos están clavados en los míos cuando lentamente lame sus labios.
—Por favor, no me hagas esperar, Elliot.
—Como tú ordenes, preciosa.
Sin darle tiempo de anticipar, una de mis manos termina de llegar a su entrepierna y no me detengo ahí. Un jadeo escapa de sus labios cuando mis dedos hacen a un lado el delgado material de sus bragas, y acarician sus pliegues húmedos. ¡Ah, mierda! Está muy mojada.
—Mmm estás perfecta —gruño excitado.
Mis dedos empiezan a trazar caricias de arriba abajo y se retuerce de placer, arqueando su espalda. Me deleito con los suaves sonidos que escapan de sus labios y eso me llena de mucho más placer. Me fascina ser yo quien le provoque todas esas reacciones a su cuerpo y solo deseo hacerla disfrutar mucho más.
El ritmo de mis caricias aumenta y sin previo aviso, deslizo unos de mis dedos en su interior. Un sonido estrangulado escapa de su garganta y cierra los ojos con fuerza.
—¡Ah! ¡Elliot!— gimotea, apretando sus piernas contra mis caderas.
—¿Te gusta así, preciosa?— pregunto jadeante, disfrutando de la humedad y calidez de su interior, cuando mi dedo bombea dentro y fuera de ella. Gimotea un sí como respuesta y veo cómo muerde con fuerza su labio inferior. —Ven acá —digo con urgencia y la hago enderezar su postura, para volver a besarla, sin dejar de tocarla.
Mi lengua invade su boca y absorbo con deleite el gemido que se le escapa en el momento que introduzco otro dedo en su interior. Su cuerpo se estremece y sus manos se aferran con mucha fuerza a mis hombros.
¡Ah, joder! Estoy demasiado duro. Necesito con urgencia estar dentro de ella, pero quiero que se corra con solo mi toque, de nuevo. Sé que no falta mucho para eso. Su cuerpo está tan tenso y sus piernas empiezan a temblar.
Sus dientes atrapan mi labio inferior y lo muerden con algo de fuerza, provocándome una oleada de placer indescriptible. Gruñó contra su boca y aumento un poco más el ritmo de mis caricias. Un gemido particularmente ruidoso escapa de sus labios y jadea.
—¡E-Elliot!
—Vamos, Liv —digo con la voz cansada. —Hazlo.
Y al instante que se lo digo, ella lo hace. Todas sus extremidades se aferran a mí con fuerza, cuando todo su cuerpo se estremece, al alcanzar el orgasmo. Entierra su rostro en mi cuello y ahoga un gemido realmente placentero.
Detengo las caricias y lentamente saco mis dedos, provocando que sus piernas me aprieten un poco más. Relaja su cuerpo contra el mío, pero la obligo a verme a la cara.
—¿Volvió a gustarte lo que te hice?— pregunto con la voz enronquecida y muerde su labio inferior, asintiendo tímidamente. Suelto un largo suspiro y hago una mueca, al sentir la urgencia de mi miembro por follármela como se debe. —Necesito estar dentro de ti —suelto abiertamente, y su rostro se torna divertido.
Tiene una expresión avergonzada, excitada y confundida. Sonrío algo divertido, y me alejo de ella para acomodar un poco mi notable miembro erecto. Rodeo el escritorio y busco en una de las gavetas, el pequeño paquete de condones que tengo guardados. Cuando lo encuentro, saco uno y regreso donde ella, mientras trabajo en deshacerme de mi cinturón.
Me le pongo al frente y clavo mis ojos en los suyos mientras libero mi prominente erección, sin quitarme ni los bóxer ni el pantalón. Luego de abrir cuidadosamente el paquete con los dientes, lo deslizo por toda mi longitud y le es imposible evitar que sus ojos viajen hacia esa parte para observarme. La sangre se me calienta por completo ante su deseosa mirada.
Me acerco de nuevo a ella y vuelvo a ubicarme entre sus piernas, acercándome lo más que puedo y vuelvo hacer a un lado sus bragas para poder ubicarme en su entrada. Ella jadea en respuesta. Mis manos se anclan en sus muslos para abrirla un poco más y le dedico una sonrisa lasciva cuando de un solo golpe, me hundo en ella.
—¡Mierda!— suelto la palabrota sin que pueda evitarlo. Esto se siente tan bien.
Puedo sentir sus uñas clavándose en mis hombros cuando empiezo a empujar lentamente mis caderas contra ella. Inhalo aire entre dientes ante el delicioso placer que me embota los sentidos, y como ya estaba demasiado duro, esperando por esto, no me quiero tomar demasiado tiempo.
La embisto una y otra vez, duro y constante. Mi mandíbula se tensa como si quisiera partirla y mi respiración se vuelve jadeante.
—Me fascinas. Te sientes tan bien —gruño urgente, y aumento el ritmo de mis embestidas cuando ella abre sus piernas un poco más. —¿Está bien así, Olive?
—S-Sí —gimotea.
No voy a aguantar más. Necesito correrme. Necesito...
Siento su cuerpo tensarse y un fuerte gemido -casi grito- escapa de sus labios, provocándome llegar al clímax.
Cierro mis ojos con fuerza y empujo una vez más en su interior, liberándome. Mi cuerpo entero se tensa ante mi orgasmo tan abrumador y mis manos se aferran con fuerza a sus muslos. Preso de un impulso, busco encontrar su rostro para besarla una última vez. Siento cómo su cuerpo tiembla y cómo sus manos se aferran a mi cuello para mantenerse estable.
Cuando los espasmos que mi orgasmo dejó, desaparecen, siento una sensación mucho más abrumadora dentro de mí. Algo no está bien. Es que... ¿por qué me siento tan bien con ella? No sé qué siento esta necesidad hacia ella. ¿Por qué el sexo se siente tan diferente con ella?
Suspiro y lentamente me salgo de ella, sintiendo todavía esta extraña duda dentro de mí.
—¿Y ahora qué, Elliot?— me pregunta, bajándose del escritorio y acomodándose la ropa. —¿Volveremos a pretender que nada pasó y seguiremos con nuestra ley del hielo?
Mis labios forman una línea dura y me quedo pensando durante unos segundos, con mis ojos clavados en los suyos. ¿Qué carajos tengo que hacer? ¿Qué le digo?
Suspiro y niego con la cabeza —No, Olive. No más ley del hielo.
—¿Por qué?— pregunta con notoria curiosidad.
—Porque quiero seguir teniendo la oportunidad de repetir esto, cada vez que pueda.
Se queda en silencio durante unos segundos y me sonríe socarronamente —Ya veremos qué sucede, Elliot. Ya veremos.
El silencio que se ha instalado entre nosotros, no se siente incómodo ni tenso como anteriormente. Eso me agrada.
Vamos en el elevador, rumbo hacia el estacionamiento. Creo que son cerca de las ocho de la noche y asumo que todo el edificio está solo. Somos los últimos en salir.
—¿Qué opina de este tipo de horas extras, señorita Blair?— pregunto con sorna, rompiendo el silencio.
Me mira de soslayo con expresión seria —En primer lugar, decide si vas a tutearme o llamarme de usted, y, en segundo lugar... —sonríe—, espero mis honorarios por horas extras sean buenos.
Le sonrío con complicidad —Podrían ser muy buenos si decide hacer horas extras, no sé... unas dos o tres veces por semana.
Sus ojos se abren de par en par y voltea para verme de frente, con una expresión divertida, pero no dice nada más. Se limita a negar con su cabeza y tratar de contener una sonrisa.
Mmm, interesante. Creo que ese gesto me indica que sí existe la posibilidad de tener más horas extras con ella.
Las puertas del elevador se abren cuando llegamos al estacionamiento. Dejo que ella salga primero, pero a penas y lo hace, se detiene de golpe, haciéndome que choque con ella y suelta una palabrota en voz baja.
—Mierda.
—¿Qué sucede?— pregunto confundido, y volteo al frente porque ella parece observar algo.
No veo nada fuera de lo normal. Solo hay dos autos el mío y el de... un momento. Ese no es su auto.
—Ese no es tu auto —digo el pensamiento en voz alta, y vuelvo a verla con algo de confusión.
Sus ojos conectan con los míos y me regala una extraña sonrisa —No es mi auto. El mío está en el taller.
Vuelvo a ver de soslayo el auto negro —¿Y ese de quién es?
—De mi novio.
Cuando pronuncia las palabras, no puedo evitar soltar una pequeña risa —¿Es en serio, Olive?— Ella asiente. —Ese pedazo de idiota, ¿todavía es tu novio?
Se cruza de brazos —Lo dices como si te sorprendiera.
—Pues de hecho lo hace. No estoy al tanto de la situación, pero me atrevería a jurar que ustedes no estaban bien, y por el último encuentro que tuvieron y que yo presencié —digo, refiriéndome a la vez que discutieron en el estacionamiento del edificio donde ella vive—, yo estaba seguro que lo habías enviado a la mierda.
Hace un gesto que estoy más que seguro que me da la razón en lo que digo, pero lo disimula bastante bien.
—Pues, es que, lo amo.
Me quiero reír a carcajadas. De todos los argumentos que pudo haberme dicho, ese es el más estúpido, sin duda, y voy a ponérselo en evidencia.
Me cruzo de brazos también —Pues eso no es lo que parecía mientras follabas conmigo hace unos minutos.
La expresión que tiñe su rostro, es todavía más divertida. Se nota que mis palabras la golpearon.
—Ese es un pésimo chiste —objeta con disgusto.
—Lo siento pero no es chiste, querida Olive. Es la realidad —le sonrío con suficiencia, pero ella me dedica una mirada irritada. Para molestarla un poco más, añado:— Mira, Olive, la verdad no me importa si lo amas o no. Estoy bien con eso. Ámalo a él, pero folla conmigo.
Más allá de molestarla, mis palabras son sinceras. No me interesa en lo más mínimo su vida personal o, amorosa. Siempre y cuando podamos repetir lo de hoy, no le veo problemas a que ella ande con ese pedazo de idiota. Lo hace más excitante para mí. Disfrutar de lo prohibido, siempre ha sido mi adicción.
—Qué chistosito, Elliot —exclama con sarcasmo. —Veo que realmente eres un idiota.
Su insulto no me molesta, me causa risa —Di lo que quieras, Olive. Pero yo sé que te encantó follar con este idiota.
—Y también eres un engreído de mierda —añade otro insulto, pero esta vez me doy cuenta que contiene una sonrisa.
—Con que ya tenemos suficiente confianza como para que me trates así, ¿eh?— pregunto, alzando una ceja. —¿Sabes qué? Deja de insultarme y mejor ve con tu novio que te está esperando —digo, haciendo una leve seña con mi cabeza, hacia el carro.
—Claro que está esperándome —dice en un tono presumido y alza el mentón. —Hasta mañana, Elliot —se despide con un tono bastante sensual.
¡Mierda! Lo ha hecho apropósito. Aprieto la mandíbula, pero intento despedirme con naturalidad.
—Hasta mañana, Olive.
No dice otra cosa, y se aleja para ir al auto del idiota. Me deleito unos segundos con el movimiento de sus curvas al caminar y finalmente decido ir a mi auto, para marcharme de una vez. Necesito tomar un buen baño para relajarme y descansar. Olive acabo con mis energías y necesito reponerlas.
¿Me pregunto si ella va a dormir con su novio?
No sé porque tengo ese pensamiento, si de todas maneras ya dije que no me interesa, porque mientras él la duerme en sus brazos y toda esa mierda romántica, yo soy quien le provocó dos orgasmos esta noche.
Y con ese pensamiento, alimentando mi ego, enciendo el motor de mi auto y hago mi camino hacia mi pent-house.
**~**
Vuelvo a rechazar otra llamada por tercera vez en lo que va de la mañana. ¿Qué carajos le pasa que está tan insistente?
No tengo tiempo para ella. Estoy demasiado ocupado aquí en la oficina, con demasiadas cosas y además, no quiero verla.
Paso el dedo índice y pulgar de mi mano derecha sobre la barbilla, en gesto pensativo, mientras mis ojos observan fijamente las imágenes que pasan en la pantalla del ordenador. El video dura cerca de tres minutos y me parece que es una duración adecuada.
Enderezo mi postura y levanto la bocina de mi teléfono, para llamar a Olive. Espero que el timbre suene un par de veces, hasta que ella responde.
—Hola.
—¿Ya revisaste el video que nos envió Jared?
—Estoy en eso —dice con voz distraída.
—Okay, termina de verlo, saca tus observaciones y nos vemos en la sala de juntas en unos treinta minutos. Voy a programas una reunión con todo el equipo para que lo revisemos más a fondo, ¿te parece?
—Perfecto, ¿vas a pasar la voz tú, o lo hago yo?
—Le diré a Mandy que lo haga —respondo y ella acepta. Sin más, termino la llamada.
A penas he colgado la bocina y cae una llamada. Es Mandy.
—Dime.
—Am, tengo en la línea a Corinne Mayer, señor.
Hago una mueca de fastidio —Dile que estoy en una reunión. No puedo recibirla.
—Como usted diga, señor.
Antes que cuelgue, la tengo —No cuelgues aun, Mandy. Necesito que le informes al equipo del proyecto S.T, que los quiero en la sala de juntas dentro de veinte minutos. También necesito que canceles la reunión con L'Oreal y la pospongas para mañana.
—Bien. ¿Algo más?— pregunta atenta, y yo reviso algunos papeles para ver si no se me escapa nada.
—Creo que es todo... ¡Ah! Solo una cosa más. Si la señorita Mayer sigue llamando, dile que estoy en junta, que estoy de viaje, o lo que sea. Pero no quiero recibir su llamada.
—Así lo haré —afirma.
—Gracias.
Cuelgo el teléfono y me quedo pensando un poco. Me agrada Mandy. Es lista, eficaz y no hace muchas preguntas. Creo que si Jared no la caga con ella, será nuestra asistente por mucho tiempo.
El sonido de la cerradura de la puerta siendo abierta, me saca de mis pensamientos y levanto la mirada.
Y hablando del rey de Roma.
—¿Qué hay de nuevo, Reynolds?— entra en la oficina, y se viene directo a uno de los sillones frente a mi escritorio para sentarse.
—Todo bien... —respondo desinteresado y me recargo contra el respaldar de la silla. —¿Cómo vas con lo de Johnson's?
—Ya tengo terminada la presentación y un comercial de dos minutos. Hablé con William, y solo espero hora para la reunión de mañana. —Yo asiento y él hace un gesto cansino. —Tenemos demasiado trabajo, Elliot. Y estrés. Mucho estrés.
—Ya lo creo —afirmo, dándole la razón.
—¿No crees que ya necesitamos una de nuestras salidas?— pregunta con un tono pretensioso y niego con mi cabeza, riendo. —¿Qué? ¿No crees que es buena idea?— insiste y vuelvo a negar con mi cabeza. Él me dedica una mirada inquisitiva. —¿Qué carajos te pasa, Elliot?
—¿Por qué lo preguntas?
Entrecierra sus ojos —No creas que no he notado que te has comportado diferente esta semana.
—¿De qué mierda hablas?— pregunto con fastidio.
—Me extraña que rechaces este tipo de invitaciones y no sé porqué algo me dice que tiene que ver con Olive. Has vuelto a ser amable con ella. Ahora la tuteas y trabajan muy bien juntos —me mira más fijamente. —Ya no hay ley el cielo entre ustedes, ¿verdad?
—No —exclamo, fingiendo desinterés.
Su rostro parece llenarse de entendimiento al instante —Volviste a acostarte con ella.
Esa es una afirmación no una pregunta. Me abstengo de responder, pero es más que obvio que él ya sabe la respuesta.
—Eres un cabrón mentiroso, Elliot —dice, burlándose. —Debí apostar. Sabía que terminarías cayendo de nuevo. Era obvio que sería imposible para ti abstenerte y no repetir con ella. —Se ríe en mi propia cara. —Estás jodido, Reynolds.
—Sí, y ya lo sé —lo admito por primera vez, en voz alta, y sigue sin agradarme la idea.
Él me observa, alzando una ceja —¿Cuándo fue?
—Hace cuatro días. El lunes exactamente —respondo.
—¿Cómo rayos pasó?— pregunta, frunciendo el ceño. —Que yo recuerde, todavía ese día durante la sesión de fotos por la mañana, ustedes dos estaban en pleno duelo de orgullo.
Rio un poco —Ya sé, pero ya te había dicho que estando molesta y actuando prepotente, ella me provocaba todavía más.
—¿Y entonces?
Me encojo de hombros —Éramos los últimos en salir. Estábamos solos en toda la planta y no se resistió cuando me le insinué.
Sus ojos se abren de par en par —¡No me jodas!... ¿Te la tiraste aquí en la empresa?
Enderezo mi postura y pongo las palmas de mis manos sobre el escritorio —Aquí, en mi oficina, sobre el escritorio.
El idiota hace una mueca extraña cuando mira el escritorio, como si estuviese frente a algo sucio. Ruedo los ojos.
—No pongas esa cara. Tú lo has hecho en peores lugares y lo sabes.
Hace una mueca que sé que me da la razón, pero parece que todavía trata de asimilar lo que le he dicho.
—¿Y ahora qué sigue, Elliot? ¿Qué va a pasar?
Mi expresión se vuelve seria de nuevo y suspiro —Yo, he tenido pensamientos raros últimamente.
—¿Y vas a hablarme de ello?
Mis labios forman una línea dura mientras me lo pienso un poco. Sé que puedo hablar sin reservas con él, de lo que sea, pero todavía estoy intentando asimilar yo mismo todos los pensamientos que he tenido últimamente, y las decisiones que quiero tomar. Pero finalmente decido contarle.
—Sabes que he vuelto a tener mis encuentros con Corinne, ¿cierto?— él asiente, entonces prosigo:— Ya follamos tres veces durante estas últimas semanas y no tenía problemas, porque ella es mi mujer frecuente, pero entonces, pasó lo del lunes. Estuve con Olive y... —hago una pausa y niego con mi cabeza, al tiempo que froto una mano sobre mi rostro, en señal de frustración. —Ella realmente me vuelve loco, Jared. Solo con sentir su perfume, con verla... No tienes idea de que esa mujer me provoca.
En un principio me observan con una mueca de desagrado, pero luego, suelta una carcajada. No entiendo porque se ríe. ¿Qué de lo que he dicho le ha causado gracia?
—Jared —le advierto, pero el idiota no deja de reír. —¿Puedes parar? ¿De qué mierda te estás riendo?
Se recompone de su risa, tomando una inspiración profunda y me mira fijamente —Ya sé por dónde va todo esto.
Le dedico una mala mirada —No entiendo por qué me ves así.
—Porque creo que tú y yo sabemos cuál será el resultado de esto, y solo veo dos opciones. —Se cruza de brazos y me observa con expresión seria. —O ella se va de la empresa y terminan odiándose, o ella se queda y terminan amándose.
Es inmediata la cara de desagrado que hago ante su comentario —Te has vuelto loco si crees que esas son las únicas dos opciones.
—¿Hay alguna otra?— enarca una ceja.
—Por supuesto, y es la única que yo puedo ofrecer si ella aceptase esto —hago una pausa, y luego se la digo:— Sexo ocasional sin compromisos.
—Reynolds, Reynolds —niega con su cabeza. —Y si eso es lo que quieres, ¿por qué no sigues con Corinne? Porque yo creo que Olive no va a aceptar eso.
—Porque ya no es lo mismo con Corinne —aclaro al instante. —Ya no me provoca casi nada. He estado evadiéndola toda esta semana porque no quiero verla.
—Y todo por Olive —se burla.
—Sí, ¿y?
—Y... estas jodido, Elliot. Realmente dudo que Olive quiera ocupar el lugar de Corinne en tu lista de conquistas.
—No pierdo nada con probar —me encojo de hombros. —Lo peor que podría pasar es que quiera renunciar.
—No, Elliot. Lo peor que podría pasar es que termines enamorado de ella.
Ahora es mi turno para reírme a carcajadas —Es el mejor chiste que he escuchado —me mofo entre risas. —Sabes que eso sería imposible que pase.
Me observa incrédulo —Sabes que nada es imposible. Tú decías que jamás repetías con una mujer, y tienes a Corinne, y ahora, quieres tener a Olive también.
—Pero con Corinne es diferente...
—¡Exacto!— me interrumpe. —Con Corinne es diferente porque tienes mucho tiempo de conocerla, pero, Olive... Elliot, la acabas de conocer, ¿y ya quieres convertirla en tu amante frecuente? En serio me preocupas, hombre. Realmente te veo obsesionado con ella y solo puedo ver que serás capaz de muchas cosas más. Cosas que hasta ahora te negabas.
No me gustan sus comentarios porque tiene algo de razón en ellos y me siento... extraño. Suspiro con pesadez y tenso la mandíbula hasta un punto que me duele.
En serio, ¿qué mierda estoy haciendo? Estoy llevando esto muy rápido... pero es que la deseo. Demasiado.
—Tienes razón —termino aceptando, no muy convencido. —No puedo pedirle nada a ella. No tan pronto.
Bajo la mirada, y observo mi mano derecha que está sobre el escritorio, golpeando la madera con mis dedos de manera impaciente. Escucho que Jared suspira.
—De verdad que esa mujer te vuelve loco.
Levanto la mirada y afirmo:— Como no tienes idea.
—¿Y qué harás si continúas con esto y ella acepta? Seguirás tratándola, conociéndola. Descubriendo qué otras buenas cualidades tiene, y mira que las que ya descubriste, te tienen así de mal —ríe un poco, pero continúa. —Es inteligente, astuta, decidida, segura de sí misma y por lo visto, muy buena en el sexo. —Yo asiento dándole la razón a todo y añade:— Elliot, ella tiene todo lo que siempre has deseado en una mujer.
Una sensación extraña me escuece el pecho y me provoca incomodidad. Me provoca traerá mi mente ciertas cosas de mi vida que no me gusta recordar.
—Sí, tiene todo lo que deseo en una mujer, pero es todo eso que juré no querer. —Mis propias palabras se sienten, duras para conmigo mismo, pero no dejo que esa pequeña brecha de debilidad que ha empezado a abrirse en mí, siga creciendo. —Yo no puedo enamorarme, Jared, y lo sabes. Ni de Olive ni de nadie. Más allá de... mis fuertes motivos personales, eso no es lo mío.
—Sí, claro —concuerda. —El romance jamás ha sido tu fuerte.
—Y no lo será nunca.
—Bueno, no niego que debo de darte la razón en ello. Así que, mi consejo es... —dice poniéndose de pie. —Si vas a hacer esto, asegúrate de irte con cuidado, y no hablo solo de cuidarte de lo sentimental. Tienes mucho de qué cuidarte, Elliot, y lo sabes.
—Sí, lo sé.
—Entonces problema resuelto. Pronto tendrás nueva amante... ¡Adiós Corinne, hola Olive!— exclama con un ridículo tono entusiasmado, pero inevitablemente me río.
—Gracias por la sesión de terapia psicológica. —El sarcasmo tiñe mi voz, y él vuelve a reír.
—Siempre tengo que resolverte la vida, Reynolds, para variar.
—A ver para cuando resuelves la tuya —me mofo, poniéndome de pie para tomar mi saco y ponérmelo. Él me dedica una mala mirada, pero no le dejo protestar. —Creo que ya es hora de la junta. Será mejor que vayamos.
Se queda callado y sale conmigo de la oficina para ir a la sala de juntas. Cuando llegamos, ya todos están presentes. Mis ojos localizan de inmediato a Olive. Está sentada y distraída revisando unos papeles. La tendré cerca de mí, eso me gusta.
Jared y yo tomamos nuestros respectivos puestos. Yo encabezo la mesa y Jared y Olive me quedan uno a cada lado. Es hasta este momento que ella se percata de mi presencia, y sus ojos hacen contactos con los míos.
—Hay algo que necesito hablar contigo.
Hablo en voz baja para asegurarme que nadie más escuche. Por suerte la mesa no está llena y hay un par de sillas de por medio entre nosotros y los demás del equipo.
—Okay, dime —exclama frunciendo un poco el ceño, pero niego levemente con mi cabeza.
—No aquí. Son asuntos fuera de lo laboral. —Me mira un poco confundida, y yo termino de decirle lo que quiero:— ¿Me aceptas una invitación a cenar?
Sus ojos se abren de par en par y le es imposible ocultar la expresión de sorpresa. Se ha quedado incluso sin habla.
—¿Estamos listos?— pregunta Marco, quien es el encargado de edición.
Olive voltea de inmediato —Sí, claro. Empezaremos viendo el video —dice, recuperando su seriedad. Wow. Esta mujer siempre me sorprende.
Marco hace todo lo el procedimiento necesario para que el video se reproduzca a través del proyector y que todos podamos verlo. Las luces de la sala se apagan para tener una mejor visión y aprovecho eso más la distracción de todos para poder acercarme un poco más a Olive y susurrarle:
—No me diste una respuesta.
—Estamos trabajando —sisea entre dientes, viéndome de reojos.
—Seguiré insistiendo durante toda la junta entonces, hasta que me des una respuesta —le susurro de vuelta.
—Okay. Sí.
—¿Sí qué?
Voltea a verme con expresión de fastidio —Sí acepto tu invitación a cenar.
Sonrío con suficiencia y le doy un asentimiento. Ella no me dice nada más y vuelve a clavar su vista en el video, conteniendo claramente una sonrisa.
Estoy a punto de cometer la mejor y peor estupidez que se me ha ocurrido. Estoy cerca de convertir a Oliver Blair, oficialmente en mi amante.
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