Capítulo 2 | Olive
—Fred, esto no es tan sencillo como decirlo —reniego contra la bocina del teléfono y hago un puchero como si él pudiera verlo.
—Pero es una solución. Te estoy dando una solución y no la quieres tomar. Luego dices que no te apoyo —rezonga con la voz enronquecida y claramente disgusto. Suspiro pesadamente y vuelve hablarme. —Olive, ya es tiempo, ¿no crees? ¿Qué es lo que realmente esperas?
Ruedo mis ojos y hago un gesto de fastidio. No quiero tocar ese tema, otra vez. No quiero seguir sintiéndome presionada como siempre.
—Fred, en serio que no me parece correcto tocar esos temas por teléfono…
—¿Entonces, cuándo? ¿Dónde?— me interrumpe. —Has pasado demasiado tiempo distante y apenas y me dedicas tiempo estos últimos días.
—Sabes que no ha sido intencional. Tengo que salir y rebuscarme. El trabajo no me llegará a la puerta —mi voz ahora es disgusta. Me reclama como si yo estuviera haciendo las cosas mal. Sólo estoy intentando salir adelante. Suspiro. —Sólo te pido paciencia. Vamos hablar de esto y tomar una decisión, pero no me presiones. Tengo demasiado estrés últimamente. No sabes cuánto.
Un largo silencio transcurre en la línea, hasta que escucho un pesado suspiro del otro lado.
—Será como tú quieras —se queda de nuevo en silencio y aclara su garganta. —¿Te veré en la noche?
Muerdo mi labio inferior y no sé qué decir, porque la verdad no tengo humor para verlo, pero creo que no debo ser tan mala tampoco así que acepto —Okay.
—Bien, entonces, te veo luego —se despide con un tono de voz mucho más cálido que el que usaba anteriormente, pero estoy segura que está muy molesto en realidad.
—De acuerdo. Bye —siseo a penas y sin esperar más, cuelgo la llamada.
Arrojo el teléfono a la cama y me quedo sentada en el borde con aire deprimido. El estrés va acabar conmigo.
Llevo las manos a mi rostro y las froto sobre este, en señal de frustración. Mi vida cambió drásticamente, en un abrir y cerrar de ojos sin que pudiera preverlo.
Perdí mi empleo hace una semana. Todavía no logro entender cómo diablos tuve que llegar a eso. Sé que nadie es indispensable en una empresa y todos somos reemplazables, pero, yo siempre me he esmerado por dar lo mejor de mí y sobresalir. Después de todo, en mi trabajo hacia lo que amo. No era difícil en lo absoluto hacer las cosas bien, pero me quedó muy en claro, que el talento, experiencia y conocimientos, no significan nada cuando de influencias se trata. O en este caso, de una aventura con el jefe.
Dos años completos de esfuerzo, dedicación y logros, tirados a la basura por una completa y total inútil mujer de piernas torneadas, que supo cómo enredarse al jefe. Cada vez que pienso en ello, la ira me invade y deseo regresar e insultar de nuevo a ese cretino que decía ser un jefe ejemplar.
Estoy muy segura que todo esto también se debe a mi renuencia ante sus estúpidas pretensiones todo el tiempo. Y si antes no les hice caso, mucho menos ahora. Así que si cree, que voy a ir a rogarle que me acepte de nuevo y a estar dispuesta a lo que sea con tal de recuperar mi puesto -y sí, con eso me refiero a meterme en su cama-, pues está completamente loco. Que se vaya al carajo.
Tengo que admitir, que me veo envuelta en demasiados problemas y tengo que ver cómo hago para apañármelas, mientras logro conseguir un empleo.
La liquidación que me dio el cretino de Hoffman, mi jefe, fue considerable, debo decir. Sin embargo, sé que no debo atenerme a eso porque tarde o temprano necesitaré el respaldo de un ingreso. Tengo que cancelar la mensualidad del alquiler de mi apartamento, velar por mis alimentos e invertir en los procesos que debo realizar como pruebas en algunas empresas a las que he asistido para aplicar a algún puesto.
Frederick, mi novio, me ha insistido desde hace bastante tiempo que me vaya a vivir con él. Todavía no me considero lista para eso, por lo que siempre lograba evadirlo y convencerlo de que debíamos esperar un poco más, pero ahora que sabe no tendré cómo seguir sosteniéndome, ha vuelto a insistir en el tema y me estoy quedando sin argumentos para evadirlo.
Sé muy bien que lo hace por ayudarme y que yo estaría más que bien viviendo en su lujoso apartamento, sin ninguna necesidad. Sé también que es ridículo pensar demasiado en mi inseguridad de hacerlo, teniendo en cuenta todo el tiempo que llevamos juntos, pero es que también sé, que eso es un paso importante en nuestra relación.
Creo que todavía no me siento preparada para vivir bajo el mismo techo, con él. Hay demasiadas cosas que aún necesitamos conocer el uno del otro y todavía no estoy segura si podré sobrellevar, algunas inseguridades que surgieron por problemas pasados. En fin, no sé ni siquiera qué hacer conmigo misma en estos momentos.
Suspiro pesadamente y me dejo caer de espaldas sobre el colchón. No sé qué diablos hacer. No hace mucho, quizá una media hora que regresé al apartamento. Estuve casi toda la mañana yendo a dejar algunos papeles a empresas y a la bolsa de empleo. No es por presumir, pero espero recibir alguna llamada pronto. Con mi experiencia y las condecoraciones a mi título universitario, estoy segura que soy una buena candidata. Solo espero el idiota de Hoffman no se encargue de cargarse en mi recomendación, aunque es muy probable que ya lo esté haciendo porque me extraña no haber recibido ninguna llamada aún, y esto que todo el día de ayer estuve llenando solicitudes.
Mi vista está perdida viendo hacia el techo, hasta que mi teléfono suena y me precipito a tomarlo y contestar.
—Hola —contesto inevitablemente ansiosa. Ni siquiera revisé quien llamaba.
—Liv, que gusto saludarte —la voz de Mandy, me llena de una extraña decepción.
—Ah, hola —respondo intentando no escucharme tan miserable, pero una pequeña risita del otro lado me sorprende.
—Lo siento. ¿Esperabas alguna llamada importante?
Me encojo de hombros y me siento de nuevo al borde de la cama —Pues, en realidad esperaba alguna llamada de alguna empresa donde he ido a dejar papeles.
—Pues, no soy de alguna de esas empresas pero te tengo una buena noticia —dice claramente ansiosa y me provoca curiosidad.
—Pues soy toda oídos —anuncio y empiezo a morder la uña del dedo pulgar de mi mano libre.
—Y si te digo que ya tengo empleo, en una prestigiosa empresa de publicidad, desempeñando el cargo de asistente ejecutiva, ¿me creerías?
—¿Es en serio?— pregunto emocionada y ella afirma un sí, entre una risa nerviosa y ansiosa. —No sabes cuánto me alegro por ti. Es una magnífica oportunidad.
—Oh, y espera que esto se pone mejor —dice logrando despertar mi curiosidad de nuevo. —En estos momentos, están buscando con urgencia un candidato para cubrir el cargo de nada más y nada menos que de publicista.
Mis ojos se abren de par en par, cuando me doy cuenta de la oportunidad —¿Lo dices en serio?
—Por supuesto que sí. No bromearía con algo así. Recién me di cuenta que los currículum que yo misma estaba recibiendo eran para ese puesto. Casi me vuelvo loca cuando me di cuenta que es la oportunidad perfecta para ti.
Me pongo de pie como resorte y estoy segura que estoy casi por saltar de la emoción —Mandy, esto es fabuloso. Tengo que ir. Dime qué hacer. ¿Debo presentarme? ¿tú me anunciarás? ¿crees que tenga oportunidad?
Las preguntas me salen una tras otra y ante ello, Mandy ríe.
—Oye, tranquila. Primero que nada, voy a brindarte el correo electrónico donde puedes enviar tu currículum y yo personalmente me encargaré de hacerlo llegar al gerente —quiero decirle un millón de gracias, pero ella me interrumpe. —Y por supuesto que tienes oportunidad. De eso estoy segura. Créeme, en cuanto vean tu hermosa y perfecta hoja de vida, querrán tenerte aquí mismo, a la brevedad posible.
Sus palabras solo logran emocionarme el doble —Eso sería una locura —digo con la emoción a mil.
—Pues no te sorprendas. De hecho escuché que sólo tenían tres días para conseguir a la persona para el puesto.
—Debe ser realmente urgente —digo con seriedad.
—Pues creo que sí. Entré hace apenas cuatro días, pero lo que me di cuenta es que su antigua publicista renunció así de la nada, dejándoles votado un importante proyecto —una pequeña risa se le escapa. —Deberías ver lo estresados y acelerados que anda los jefes por aquí.
—Pues debe ser por algo.
En estos momentos estoy pensando qué tanto trabajo será lo que me esperaría y qué tan delicado. O en qué circunstancias habrán sucedido todo esos eventos, pero eso no va a intimidarme.
—Bueno, pues esta es tu oportunidad y no vas a dejarla ir, ¿cierto?— pregunta con curiosidad.
—Claro que no. No estoy loca como para dejarla ir.
—Bien, pues entonces toma papel y lápiz y apunta la dirección de correo —sugiere e inmediatamente lo hago. Tomo el primer bolígrafo y papel que encuentro sobre el buró.
—Lista —anuncio y ella empieza a dictarme. Termino de escribir y es hasta ese momento que me doy cuenta de lo que he anotado. —¡Espera!... ¡No!— digo incrédula cuando releo lo que escribí.
Una risa cómplice se escucha del otro lado y Mandy confirma —Oh, sí.
—¿Me estás tomando el pelo?— ella ríe aún más. —¿En serio estamos hablando de G.G. Publicity?— pregunto todavía sin creerlo.
—Seguro que sí. Bienvenida a mi sueño —dice más que feliz y puedo sentir cómo mi corazón se salta un latido de la emoción.
Cubro mi boca con la mano libre y una enorme sonrisa de verdadera felicidad se apodera de mis labios. Esto debe ser una broma.
—No veo la hora en que vengas a trabajar y dejes al idiota de Hoffman helado y perplejo —su voz me habla de nuevo.
—¿Bromeas? Seguro le dará un ataque —digo completamente encantada con la idea.
—Me encantaría ver eso —su voz es complacida. —Escucha, Olive. Vas a venir aquí y desde esta cúspide vas a patearle el trasero a Hoffman.
Su comentario me causa mucha gracia y no puedo evitar reír —Muero de ganas por hacer eso.
—Pues hay que hacerlo entonces. Tengamos confianza en que todo te saldrá bien —me alienta y me siento mucho más confiada con esas palabras. —Tengo que irme — anuncia.
—De acuerdo. Gracias por todo, Mandy —sonrío agradecida como si pudiera verme. —Jamás voy a cansarme de agradecerte por esto.
—La celebración y agradecimiento dejémoslo para después que te llamen, ¿te parece?
—Okay —asiento.
—Hasta luego, Liv. Pórtate bien —advierte entre risa.
—Yo siempre —digo presumida. Sin esperar más, ella termina la llamada.
Quito el teléfono de mi oreja y me quedo unos segundos viéndolo en mi mano, mientras lo sujeto con fuerza.
Una sonrisa se forma en mis labios de nuevo y suspiro aliviada.
Tal vez, las cosas no vayan tan mal como creía. Tal vez, todo debía pasar esta etapa para subir un escalón más. Sí, perdí el buen empleo que tenía, pero comparado con lo que puedo tener si me aprueban en esta nueva empresa, aquel no era nada.
No pierdo tiempo y me pongo de pie para ir a la pequeña mesita que tengo en mi habitación y tomo mi laptop. Me siento en la cama de nuevo e inmediatamente ingreso a mi correo para disponerme a enviar mi hoja de vida, a la dirección que Mandy me dio.
Mis manos sudan un poco, porque he de admitir que la adrenalina de la noticia, todavía me invade. Hago todo el proceso necesario y una vez estoy lista para seleccionar la opción: enviar correo, siento la adrenalina apoderarse de mi pecho, otra vez.
Mi corazón late emocionado. Sé perfectamente, que este simple correo, puede cambiar mi vida de alguna manera u otra. Sé muy bien que algo va a cambiar a partir de este momento y estoy dispuesta para empezar a escribir mi vida, hacia una nueva dirección; así que sin pensarlo más, lo envío.
Suspiro aliviada una vez lo he hecho. Ahora sólo me queda esperar y ansiar por una pronta respuesta. Muerdo la uña de mi dedo pulgar una vez más, mientras contemplo la dirección de correo, de nuevo: G.G. Publicity.
La compañía número uno en publicidad. Reconocida internacionalmente, y el imperio que encabeza y lidera el ámbito publicitario. Una de las compañías mejores valuadas de todo el país y por si fuera poco, la compañía con mejor aceptación por empresas extranjeras. ¿Puedo mencionar también, que era mi principal rival, hasta hace unos días?
Yo trabajaba en la empresa que ocupaba el segundo peldaño en la pirámide del liderazgo: PubliCom. El único y potencial rival que G.G. Publicity podría tener.
También era una buena empresa. Destacada, aceptada y vanguardista -gracias a mí-. Con el objetivo principal de convertirse en lo suficientemente buena como para destronar a G.G. Trabajábamos arduamente para lograrlo y en el último año, logramos subir un porcentaje más hacia ese objetivo. Para este año nuestro objetivo era mucho más, pero entonces, el malnacido de Robert Hoffman me mando a la mierda. Así que me enorgullece decir, que espero y no avancen más en lo absoluto.
Yo era algo así como su mano derecha. Yo ayudé demasiado a su empresa y no lo hice por vanagloriarme. Lo hice porque amaba lo que ahí hacía. Me esmeraba por hacer todo cada día mejor. Hoy daba mi cien por ciento, mañana daría el ciento uno por ciento. Lograron demasiados reconocimientos con mis proyectos, mis ideas y mi trabajo, ¿y todo para qué? Al final me sacó como si fuera nadie.
Sólo espero verlo arrepentirse de todo eso y que sepa que perdió mucho más que alguien en quien podía confiar y alguien dedicada por completo a su trabajo. Que se desvivía por dar mucho más de lo que él pedía. Después de todo, solamente me queda el pesar de haber dado todo en un lugar donde en realidad, nunca supieron agradecerlo como se debía.
Tenso mi mandíbula solo de pensar todo eso. Niego con mi cabeza y me obligo a dar por terminado ese asunto. Lo mejor que debo hacer es cerrar ciclos y disponerme a iniciar nuevos.
Pestañeo un par de veces y me concentro en mi laptop, para empezar una pequeña búsqueda e informarme un poco más, acerca de la empresa donde espero poder aplicar.
Tecleo Gold Group Publicity en el buscador, y es un sinfín de información que aparece de inmediato. Busco en algunas páginas, y me encuentro con parte de alguna información que ya sabía. Después de todo, investigar a la competencia también era parte de mi trabajo en PubliCom.
Sé lo básico: los rubros que cubre, proyectos de los últimos dos años, proyectos que la llevaron al éxito, y algunas datos biográficos. Sé que lleva cerca de diez años en el mundo empresarial y que fue fundada por el memorable Nholan Reynolds, quien falleció hace un par de años. Actualmente, es dirigida por el hijo único del señor Reynolds. Un importante y -según dicen- joven magnate, que ha llevado a la compañía a sus niveles más altos y fue el encargado de posicionarla como número uno. Es poco lo que se sabe de él, pero yo considero que no es un ser extraordinario como lo pintan. Considero que es una persona más, guiada por su pasión y dedicación a lo que hace y eso lo ha llevado al éxito que tiene.
El año pasado en el Congreso Internacional de Empresarios de Oro -como deciden llamarlos por la inmensa cantidad de ingresos que generan al país-, acudimos una enorme cantidad de empresas. Él estaba ahí, pero no recuerdo haberle visto. El lugar estaba abarrotado y no es como si fuera a fraternizar con la competencia -como decía Robert-, así que no busqué abordarlo en lo absoluto.
Ahora el mundo es demasiado pequeño para mí, sólo con el hecho de pensar, que muy probablemente, trabajaré para la empresa a la cual mi objetivo era acabar, aunque no tan literalmente. Quizá.
Niego con mi cabeza, riendo y sigo buscando más información de manera distraía. De pronto la llamada entrante en mi teléfono, me hace dar un respingo del susto. Busco el teléfono que se encuentra en algún lado de la cama y una vez lo encuentro me doy cuenta que la llamada es de un número desconocido, por lo que involuntariamente, mi corazón se acelera.
Me aclaro la garganta antes de responder —Hola.
—Buenas tardes, ¿con la señorita Olive Blair?— la voz profunda y ronca del hombre al otro lado, pronuncia ni nombre en un tono de voz que es todo negocios.
—Ella habla.
—Un gusto, señorita Blair. Le saluda Reynolds de Gold Group Publicity —cuando se presenta, mi corazón se queda en coma, pero él prosigue:— Seré breve y preciso, señorita. El objetivo de mi llamada es para solicitar de su grata presencia en mi empresa, para una entrevista formal si es que está interesada en aplicar para la plaza de publicista.
Lo oigo y no lo creo. Pero no es momento para estúpidos nervios y yo jamás he dejado dominarme tanto por ellos, así que saco mi lado empoderado a relucir —Sería un enorme gusto para mí. Usted dirá la hora y el día.
—Mañana a las 9:00am. ¿Le parece?— pregunta el magnate del otro lado, y no podría jurar, pero se escucha complacido.
—Ahí estaré —respondo firme y confiada.
—Será todo un placer entonces. Que tenga un feliz día —dicho esto, cuelga la llamada.
Ahora sí, es momento para festejar y casi gritar como loca.
¡Oh, diablos! ¡Esto es justo lo que estaba esperando!
El magnate, el gerente general de G.G Publicity, me llamó personalmente. Esto debe ser una broma. La más genial y grandiosa broma.
Ese empleo será mío, sí porque sí. Voy a demostrarle a ese hombre, a quien sea, que yo soy capaz de llenar sus expectativas y más.
Robert Hoffman, vas a saber quién es Olive Blair y de lo que es capaz de lograr, ahora, como tu rival.
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