—¡Tío Niall!

Cierro mis ojos con fuerza y obligo a mis labios curvarse en una sonrisa que llega a ser dolorosa. Muy a mi pesar, me giro sobre mis pies y veo a mis cuatro sobrinos corriendo hacia mí mientras que mis hermanos y mis cuñadas ingresan a la casa de mis padres con una genuina sonrisa en el rostro, felices de estar todos reunidos en una nueva celebración del aniversario de matrimonio de nuestros padres.

El grupo de engendros choca contra mis piernas haciéndome tambalear y yo me limito a golpear sus cabezas suavemente como si fueran animales. Quiero apartarlos de mí lo antes posible porque sencillamente no me gustan los niños.

¿Por qué no me gustan los niños? Resumamos la historia lo máximo posible.

Soy el segundo de cinco hijos. Tres niños malcriados (mis hermanos menores) molestándome durante toda mi adolescencia fue una horrible experiencia y hoy, años más tarde, la historia se vuelve a repetir, pero con mis sobrinos. No entiendo por qué pero, soy el blanco fácil de las burlas y jugarretas de mis sobrinos y aunque un par de veces he sido brusco con ellos y les he gritado, ellos sólo creen que estoy jugando y no me toman en serio.

Mis hermanos (Nicolai y Nathan) se desligan completamente de sus hijos cuando vienen a casa. ¿Por qué? Porque saben que sus hijos se olvidan de sus existencias cuando me ven. Y, por supuesto, ellos disfrutan mientras yo sufro horribles dolores de cabeza por los chillidos y mis brazos y piernas quedan llenos de moratones por culpa de los golpes que recibo.

—¡Hermanito!

Sacudo mi pie para empujar a Theodore y mirar a Nathan que se acerca, sonriéndome.

—Vaya, realmente estaba feliz pensando en que no vendrías. —le digo, medio en broma medio en serio y le doy un abrazo.

—Niall, siempre tan simpático —se mofa y me alborota el cabello. Mira a los niños que están discutiendo sobre quién se lanzará a la piscina primero y sonríe. Dios, no otra vez—. Niños, el tío Niall me acaba de decir que se bañará con ustedes en la piscina. ¿No es eso genial?

—¡Sí! —chillan los demonios.

—Realmente te odio —gruño entre dientes y Nate se aparta de mí, sonriendo de forma malévola. Me armo de paciencia y miro a mis sobrinos, recordándome que ellos son parte de mi familia y no es correcto lanzarlos de una patada en el culo a la piscina—. ¿Qué les parece si jugamos a la escondida?

—¡Sí, sí, sí! —chilla Alan, dando brincos— ¡Tú la cuentas, tío Niall!

—Bien. ¡Vayan a esconderse! —les digo. Me cubro los ojos y cuando ya no logro escuchar sus pasos, arranco de la sala, salvando mi vida.

Voy hasta el patio donde papá conversa animadamente con mis hermanos mientras bebe una cerveza junto a la barbacoa. Me acerco a ellos y destapo una botella, bebiendo un largo trago. Limpio los restos de líquido con el dorso de mi mano y escucho la conversación, intentando unirme a ella.

—... y a Amanda la han ascendido. —cuenta con orgullo Nicolai.

De todos mis hermanos, yo soy el único que no alcanzó a terminar la universidad. Nicolai es ingeniero, Nate trabaja como relacionador público, Natalie es abogada y Noah está terminando su doctorado en ciencias políticas. Todos mis hermanos son flamantes profesionales mientras que yo... bueno, yo tengo salud y un trabajo de mierda que me alcanza para vivir dignamente. No gano el mismo salario que mis hermanos, pero alcanzo a llegar a fin de mes sin pedirles un centavo a mis padres. Aunque los fines de semana los paso junto a ellos porque los ingratos de mis hermanos sólo vienen una vez al mes.

Bebo un trago de mi cerveza y miro a mi alrededor, percatándome que mis sobrinos se han demorado mucho en salir a verme. Dejo la botella sobre la mesa y troto al interior de la casa, buscando a los niños por todas partes. Cuando me doy cuenta que ellos no están en ninguna parte de la primera planta, subo la escalera de dos en dos y mi temor se vuelve realidad al escuchar un montón de gritos provenientes de mi cuarto.

Corro hasta la puerta e ingreso de forma abrupta, encontrándome con un caos.

Toda mi ropa está regada por el suelo y mis sobrinos saltan sobre mi cama con mi ropa interior como sombrero. Mis útiles de aseo personal están en el suelo también y uno de los engendros aprieta mi pasta dental lanzándola por todo el lugar.

Siento la sangre hervir de la rabia y es casi como si estuviera viéndome a mí mismo lanzando humo por los oídos.

—¡Los voy a matar!

El cuarto se queda en silencio y cuatro pares de ojos se centran en mí antes de que el festival de gritos comience una vez más. Theodore lanza el tubo vacío de pasta dental y lo alcanzo a esquivar antes de que me golpee en pleno rostro. Ingreso corriendo a mi habitación y ellos se separan automáticamente, haciéndome dudar a quién debo atrapar primero.

Estoy a punto de atrapar a Sophia pero Alan mete el pie en mi camino y caigo contra el suelo, mi torso y mis manos doliendo por el impacto tan repentino y fuerte.

—¡Todos contra el tío Niall! — grita Max.

Cubro mi cabeza y aprieto los dientes cuando los cuatro niños se lanzan contra mí.

¡Que alguien me ayude, Dios!

¡Hola, hola, gente bella!

Si estás leyendo esto, es porque leíste mi anuncio en el tablero de mensajes ajajaj. Después de tanto tiempo he decidido volver a publicar esta historia y reanudar la escritura de la saga. Habrán algunas modificaciones en este libro que ya irán viendo más adelante.

Muchas gracias por seguir aquí, leyendo mis ideas locas.

Nos vemos pronto!! :)