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Capítulo 3.

—Apuesto a que estás equivocado.

Alzo la mirada y dejo mi tarea de preparar mi sándwich para ver a Jack con las cejas alzadas, sus ojos negros brillan gracias a la luz encendida y en su rostro se refleja la comprensión. Entre nosotros, él era el que más pensaba las cosas antes de decirlas. Ha sido mi mejor amigo desde que tengo memoria, pasamos todos nuestros años escolares juntos, fuimos a un montón de fiestas y nos metimos en un sinfín de líos.

—¿Cómo voy a estar equivocado? Yo estaba ahí —le recuerdo de forma obvia— Esa niña le dijo "mamá". ¿Crees que yo no me lavo las orejas cuando me baño? No estoy loco.

—Yo no estoy diciendo eso.

—Pero lo estás insinuando. —lo apunto con el cuchillo cubierto de mayonesa— Y si no quieres terminar embetunado por esta mierda, será mejor que te dejes de reír de mí.

Jack suelta una risotada por mi patética amenazada y yo termino de preparar mi sándwich. Lanzo al fregadero el cuchillo que había estado ocupando para esparcir la mayonesa y me siento frente a mi mejor amigo para comer mi intento de cena. Soy un horrible cocinero y no tengo el dinero suficiente como para pagarle a una persona para que me venga a cocinar. En realidad, mi sueldo alcanza solamente para pagar el alquiler del departamento y para comprar comida. Gracias a que trabajo en una tienda de ropa, yo obtengo muchos descuentos y puedo comprar mi vestimenta allí.

No he podido dejar de pensar en esa chica durante toda la tarde. Hace más de cuatro horas que fui a su casa para entregarle su ID y aún no me entra en la cabeza que ella sea mamá de una niña tan grande. La atracción que sentí por ella fue instantánea, por eso yo creo que me dejó tan descolocado el hecho de que tenga una hija.

Jack me ha intentado convencer de que quizás ella no es la madre. Pero, yo me pregunto, si ella no es la madre, ¿qué es? No tiene la edad suficiente como para ser abuela.

Agitó mi cabeza. Mis pensamientos son estúpidos.

Jack suelta un suspiro y recarga los codos sobre la encimera, sus hombros caen dándole una postura abatida.

—Estoy tan aburrido... —exclama con dramatismo mientras que hace girar su lata de soda sobre la isla.

—¿Y qué quieres que le haga? —inquiero con la boca llena— ¿Quieres que te baile al ritmo de Single Ladies?

Él arruga la nariz —No. ¿Por qué no vamos a dar una vuelta?

—Creí haberte oído decir que estabas cansado.

—Nunca estoy cansado para ir a dar una vuelta. —espeta y se coloca de pie— Ya sé. Vamos, te invito a cenar.

Le enseño el pan que sostengo entre mis manos manchadas con mayonesa.

—Estoy cenando.

—No es por desmerecer tus atroces habilidades culinarias pero esa mierda no es una cena. Estoy muriendo de hambre y no has sido capaz de ofrecerme algo para comer.

—¿Por qué eres así? —reclamo— Hay veces que tengo que pelear contigo para que te salgas del lado del refrigerador. Sí quieres comer algo, puedes servirte solo.

—Eres el peor mejor amigo que alguien puede tener. —me dice con fingida molestia.

Él se coloca de pie y va hasta la sala donde yo tengo el televisor. Lanza su trasero sobre mi sofá preferido y toma el control remoto para encender la tele. Él comienza a suspirar de aburrimiento porque no hay nada entretenido. Desde la sala me lanza miradas y cuando yo lo miro, me hace gestos con la cabeza, indicando que quiere salir.

Como sé que él no dejará de insistir, engullo el poco de pan que me queda y me coloco de pie. Lanzo el plato que había ocupado dentro del fregadero y me lavo las manos. Hay un montón de loza sucia pero tengo flojera de lavarla. Creo que esa es una de las ventajas de vivir solo; cuando yo vivía con mis padres, ellos me obligaban a ordenar mi cuarto, me mandaban a pelar papas y a barrer. Ahora que estoy viviendo solo, es decisión mía si cocino o no. En mis días libres es tanta la flojera que siento que apenas me levanto para ir al baño.

Soy el tipo de chico que no lava la loza hasta que no hay nada para ocupar.

—¡Vamos, Niall! —él lloriquea y por un momento siento que estoy con uno de mis sobrinos. Ugh, esos demonios— ¡Quiero salir de aquí un rato!

—¡Bien! —espeto cuando estoy detrás del sofá— Apaga la tele y salgamos. Apúrate antes de que me arrepienta.

Está de más decir que él se para de un salto y antes de que yo pueda tomar mi chaqueta que cuelga en el perchero y me la coloque, Jack tiene la puerta abierta. A veces, creo que mi mejor amigo no tiene veinticinco sino quince.


***


Tres horas más tarde, Jack y yo regresamos a mi departamento. Él ha comido como un cerdo los tres emparedados que compró en Subway y se ha quejado mucho con que le duele el estómago. Ambos lanzamos nuestros traseros sobre el sofá y peleamos un poco por el control remoto. Obviamente, gano yo porque esta es mi casa y aquí se hace lo que yo digo. Ay, eso lo decía mi mamá cuando nos reañaba.

Yo estoy súper entretenido viendo una película de acción. Siento la mirada de Jack sobre mí cada cierta cantidad de segundos. Lo miro de reojo y me doy cuenta que sus ojos negros está sobre mí.

—¿Qué tienes? —le pregunto.

—Tengo tres opciones para ti —señala—: La cambias, la cambio o te golpeo para que la cambies.

Ruedo los ojos —No es tan aburrida la película, ¿sabes?

Él me arrebata el control remoto y la cambia a un canal de noticias donde están dando los resultados del último partido del equipo de hockey local. Impulso mi cuerpo con mis manos y me coloco de pie. Voy hasta el baño para orinar y siento cómo mi cuerpo se relaja. Luego, lavo mis manos y paso por mi habitación para tomar el portátil y regreso a la sala para poder sentarme en mi antiguo lugar.

Cruzo mis piernas en posición indio y apoyo el portátil sobre ellas. Introduzco mi contraseña en mi usuario y la pantalla se ilumina de inmediato. La página del Facebook de Alexandria es lo que mis ojos ven de inmediato.

—Santa mierda, ¿quién es esa preciosa chica?

Ladeo la cabeza de forma lenta y encuentro a mi mejor amigo inclinado hacia el lado viendo con los ojos bien abiertos la foto que está en su perfil. Cubro la imagen con mis manos y él parpadea, volviendo la mirada a mí.

—¿Qué?

—Más cuidado con lo que dices —gruño—. Yo la vi primero.

—¿Es ella? —yo asiento en respuesta— ¿Ella es la chica de la que me hablaste?

—Ya te dije que sí.

—Pero es muy linda, hombre. —me golpea el hombro con el dorso de su mano demasiado fuerte para mi gusto— ¿Cuántos años tiene?

—Veinticuatro.

—La edad perfecta... —murmura mientras suspira. Si las miradas mataran, yo ya habría matado a mi mejor amigo—. ¿Qué? Sólo estoy bromeando, viejo.

—Sí, cómo no.

—Ya, bájale dos niveles a tus celos, ¿quieres? Si te digo que estaba bromeando es porque realmente estaba bromeando.

Desconfiado, quito las manos de la pantalla. Nunca hemos tenido un problema grave con Jack. Cuando éramos adolescentes solíamos pelear a menudo por cosas insignificantes. Sin embargo y para nuestra buena suerte, nunca hemos tenido una pelea de faldas. Nuestro código de la amistad lo dice: No podemos fijarnos en las mismas chicas. El primero que la vea, se la queda. Las ex novias están prohibidas y las hermanas. Gracias a Dios yo no tengo hermanas disponibles porque Natalie está casada y Noah tiene novio y la hermana de Jack tiene quince años y... no, gracias. Es muy pequeña para mí.

—Es guapa, ¿no? —le pregunto, mirando sus fotografías.

—Guapa le queda corto. ¿No hay alguna foto de la mocosa?

Sacudo la cabeza —No. Fue por eso que yo me sorprendí tanto cuando fui a su casa. No encontré ninguna foto con su hija ni siquiera en las etiquetas.

Jack se queda pensando un momento en silencio, como si estuviera pensando en alguna cosa. Después, de la nada, vuelve la mirada al televisor y yo me quedo más confundido que antes. Él comienza a cambiar los canales y se detiene en uno de música.

—¿En qué estabas pensando? —me aventuro a preguntar, captando su atención.

—No estaba pensando en nada.

—Pero si te quedaste en silencio mirando la foto.

Él niega con la cabeza —Se me olvidó.

—Ni que tuvieras setenta años como para que se te estén olvidando las cosas.

—Claro, disculpa —se mofa—. A ti nunca se te olvida nada.

Elevo mi dedo medio en respuesta y sigo haciendo una de las pocas cosas que sé hacer con excelencia: acosar a las chicas secretamente.

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