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5. DIOS ES FIEL.

Nota: volví 🥰.

Dios l@s bendiga.

Lo que pasa es que estoy en modo saludo jajaja.

Está vez quiero saludar de manera muy especial a otra de mis lectoras, que por cierto me haces reír bastante con tus comentarios.

En especial los que escribiste en el libro de las apariencias engañan capitulo 56.

Eran casi las 11 de la noche y yo riéndome jeje.

Dios te bendiga siempre mi queridisima Erika Quispe que siga cumpliendo todos tus anhelos y deseos conforme a su voluntad.








Hechos 21

13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.






Increíble.


Prácticamente increíble.



Hace como un mes casi matan a mi esposo en este lugar y aquí nos encontramos de vuelta.

Yo con un miedo terrible, mientras mi esposo mira a todos con una sonrisa victoriosa como diciéndoles: no se pudieron librar de mi.

Puedo ver en el rostro de las personas que no están para nada contentas y tienen más rabia al ver el camión que ha llegado con cantidad de materiales para construir la casa de Dios.

Antes Edward tenía pensado en construir la casa de Dios en guadua, ahora la va a construir en ladrillo.

Después de lo sucedido Dios ha abierto puertas de bendición.

Los hermanos de otras iglesias nos han apoyado bastante, hasta llegar a darnos los materiales para construir casa a nuestro Dios.


—¡Dios es fiel! —exclama Edward exhausto después de haber ayudado a bajar todos los materiales del camión —ves amor como Dios apareja las cosas.

Yo no dije nada.

Solo asentí con la cabeza en silencio.

No quiero ni pensar lo que estás personas han de estar planeando contra mi esposo y contra mi.

Serví un vaso de agua y se lo ofrecí.

Él extendió su mano para tomar el vaso, pero al hacerlo también tomo mi mano.

—no te preocupes —dice mirándome fijamente —TODO VA A ESTAR BIEN, DIOS ES FIEL.

Yo bajé mi mirada y comencé a llorar.

Él puso el vaso en la mesa y me abrazo.

—ya sea que muramos o sea que vivamos, será para Dios, para su gloria, no tienes porque preocuparte, estamos en sus manos.

De alguna manera sus palabras me hicieron sentir mejor.

Luego comenzó a orar por mi, pidiéndole a Dios que me diera fuerzas y ánimos para trabajar en su obra.






Narra Edward:




Días después.



Me encontraba acomodando algunas cosas en el terreno mientras esperaba que Dios proveerá un maestro de construcción.

Había buscado por todos lados, pero la mayoría se negaban, excepto por un hermano de otra iglesia que quedó en ayudarme pero después de terminar un proyecto, así que por ahora la obra está detenida y eso me preocupa.


El ruido de un auto llegar, hizo que levantará mi mirada.


Acababa de llegar un auto muy bonito, envuelto en una nube de polvo.


Me acerque para ver quién era y que quería.

Era extraño ver llegar un auto aquí.

Hasta el día de hoy solo tengo entendido que vino el pastor Benito, luego el camión con los materiales, nada más.


Cuando finalmente el polvo se merma, se abre la puerta del auto y desciende una joven muy hermosa, que por su porte de vestir puedo decir que es una profesional.


—¿Es usted el pastor Edward? —me pregunta quitándose sus gafas de sol.

—lo soy —respondo.

—mucho gusto —me extiende su mano, yo la tomo —mi nombre es Laura.

—el gusto es mío —digo mirandola.

Por más que hago memoria, no recuerdo haberla visto antes.

A pesar de que llevaba unos costosos zapatos de tacón, comenzó a caminar por el terreno en dónde se iba a construir casa para Jehová.

—si que han avanzado —comenta —usted es alguien que no se rinde, según tengo entendido, la vez pasada lo sacaron casi muerto por construir y aquí sigue con la misma idea.

—así es —le digo —¿En qué le puedo colaborar? —le preguntó.

—me alegra que pregunté —dice mirándome a los ojos con una gran sonrisa —necesito que me colabore marchandose de aquí.

«Ya decía yo que está joven no venía para nada bueno».

—me temo que eso no se va a poder —le dedico la misma sonrisa sínica que ella me dió.


Ella ríe ante mis palabras.

—pastor —me dice —se lo estoy pidiendo por las buenas, no querrá que le vuelvan a dar una paliza.

Si piensa que con esas palabras me va a intimidar, está muy equivocada.

—hagan lo que hagan, no me van a sacar de aquí —le dejó claro.

Ella pasa la mano por su larga cabellera mientras sonríe.

Sé que detrás de esa sonrisa, se esconde mucha rabia.

—¿Realmente vale la pena lo que usted está haciendo? —me pregunta.

—por supuesto que lo vale —respondo seguro.

—¿Acaso cree que le van a dar las gracias? —contraataca de nuevo.

—lo hago para Dios, no para el hombre.

—¿Que pasa si Dios no está de acuerdo? —vuelve a preguntar.

—sino estuviera de acuerdo, no me habría enviado aquí.

Ella suspira un poco exasperada al ver que no logra nada con sus palabras.

—¿Se da cuenta que la gente de aquí lo odia? —me sigue preguntando —¿Por qué no se va a otro lugar en donde acepten su evangelio?.

—no me voy a ir de aquí, a menos que Dios lo quiera.

Ella aprieta sus labios.

—vengo de parte del gobernador —me dice —soy su hija y estoy dispuesta a hacer lo que sea, con tal de que usted se vaya de aquí, no me gusta la violencia, no queremos cargar con un muerto, así que le proponemos por las buenas.


—creo que ya fui lo suficientemente claro con usted —le digo antes de caminar hacia la casa.

—¡Espere! —me llama.

Me detengo, pero no volteo a verla.

—¿Cuánto quiere? —pregunta.

Volteo a mirarla con ironía.

—¿Perdón? —pregunto.

—dije que, ¿Cuánto quiere? —me repite —¿Cuánto dinero quiere?, puedo darle lo que sea.

—no pierda su tiempo —le digo.

—estoy hablando enserio —insiste —¿Quiere una casa en la gran ciudad?, yo puedo dársela, ¿Quiere un auto?, también puedo dárselo, lo que quiera, solo pidalo.

—¿Lo que quiera a cambio de dejar la obra de Dios? —le preguntó.

Ella sonríe.

—lo que quiera —asegura.

—¿Puede darme la entrada al cielo? —pregunto —¿Es capaz de darme la salvación?.

Ella se queda en silencio.

—su dinero perezca con usted —le digo —jamas dejaría lo de Dios por unos miserables dólares que tarde que temprano se acabarán y jamás me darán el gozo de la salvación.


—creo que me equivoqué con usted —contesta con desdén antes de dirigirse hacia su auto.

—y bien equivocada —le digo.

Abre la puerta de su auto y antes de subir me da una última mirada.

—si cambia de parecer, lo estaré esperando, ya le dije que es mejor que lo haga por las buenas.

—no me intimidan sus amenazas, más bien arrepientase y busque del Señor.


Sube al auto cerrando la puerta de un portazo, le da la vuelta y se va de ahí lo más rápido posible, dejando una nube densa de polvo.


—¿Que pasó? —pregunta mi esposa parada en la puerta.

—nada, una mujer que vino sin oficio —respondo riendo.

Me acerco y la abrazo.

—¿A dónde vamos a visitar hoy? —le preguntó —¿Vamos a la loma?.

—¿A dónde el señor que nos ofreció agua hirviendo? —pregunta.

—el mismo.

Recuerdo que aquella vez por poco y nos laba con esa agua caliente.

—alla ya fuimos hace ocho días, mejor vayamos donde la viejita que nos ofreció escoba, hace rato que no vamos para allá. —propone.

—entonces vamos para allá.







Narra Cecilia:






Pasaban los días y aquella mujer de la vez pasada, no dejaba de venir y hacerle propuestas a mi esposo, eso ya me estaba agobiando.


Me encontraba leyendo la biblia en el libro de génesis, cuando escuché el sonido del auto llegar.

Era ella nuevamente.

Deje de leer y fui a ver.

Ya estaba parada en la puerta.

Me miró de manera despectiva de pies a cabeza.

—se nota que la estás pasando bien mal —comenta viendo mi vestimenta. —mira nada más ese cabello, lo tienes taaan maltratado, y todo por estar aquí esperando nada.

Esas palabras dolieron.

Pero no le di el gusto de que lo notará.

—lo que hago es por amor a mi Señor —le digo.

Ella ríe.

—te pareces tanto a tu esposo —dice —definitivamente son tal para cual.

—por eso es mejor que no pierda su tiempo y se vaya de aquí —contesto.

Ella suspira tratando de mantener la calma.

—esta vez no vine a tu esposo, —comienza a decir —vine a ti porque supongo que eres mucho más inteligente que él y no rechazaras mi oferta.

—¿Que te hace creer eso? —pregunto.

—porque yo también soy mujer.

—aunque ambas somos mujeres, pensamos de manera muy diferente —le dejó claro.

—oh vamos, yo puedo darte lo que quieras, a cambio solo tienes que persuadir a tu esposo que se vayan de aquí, es más, él no tiene porque darse cuenta de nuestro negocio.

Yo le doy una cálida sonrisa.

—tal vez él no se de cuenta, pero Dios si, además él no es de los hombres que se deja persuadir fácilmente, es cierto que por amor a mi haría muchas cosas, pero Dios está en el primer lugar en su corazón, así que por nada del mundo cambiará de parecer y yo tampoco, estoy dispuesta apoyarlo hasta el final.


Ella bosteza.

—eso sonó taaan lindo, —me dice con burla —definitivamente con ustedes no se puede, ni por las malas, ni tampoco por las buenas, no me dejan otra opción que recurrir a la opción b. —dichas esas últimas palabras, se fue para nunca más volver.




...



Un mes.

Ya había pasado un mes desde la última vez que había visto esa mujer.

Todos estos días la hemos pasado evangelizando, visitando, predicando en el parque.

Pero las almas no se arrepienten.

Aún así ni Edward ni yo nos cansamos de predicarles el evangelio.

Aunque nos odien, aunque se tapen los oídos, aún así les hacemos consientes de la triste realidad que enfrentarán sino se arrepienten.


Llegamos a casa después de un largo trayecto de caminata.

Sentía mis pies ya más no poder.


Mi esposo se tiró a la cama agotado, yo también hice lo mismo.

De repente comencé a sentir unos deseos inmensos de ir al baño, me puse de pie y fui mientras que mi esposo se había quedado profundamente dormido.

Luego de salir del baño, escuché unos ruidos afuera.

Pensé en llamar a Edward, pero al final no le dí mucha importancia, así que fuí yo sola a ver.


Salí de la casa y fui a dónde estaba el terreno para construir.

Mire hacia todos lados pero no había nadie.

Aún así yo sentía que había alguien.

—yo se los dije —escuche una voz sepulcral hablar a mis espaldas.

Aquella voz ya la había oído antes.

Mi piel se erizo por completo y sentía una presencia demoníaca terrible.

Inmediatamente en la mente comencé a invocar la sangre de Cristo.

—yo se los dije, —volvió a repetir —les dije que aquí no construirían.

Lentamente volteé a ver y efectivamente era aquel mismo hombre, con la misma vestiduras.

Comenzó a pasearse por todo el terreno mirando los materiales de construcción.

—ya tienen todo para construir —comenta mientras camina —pero aún así no lo podrán hacer y si lo hacen, te lo vuelvo a decir, las almas jamás llegarán, yo me encargare de eso.


—¿Quien... eres? —me atrevo a preguntar.

—¿Yo? —se señala a él mismo —hablas de este cuerpo o de quién realmente lo habita.

Un escalofrío recorrió mi columna vertebral.

—¿Quien eres? —pregunté una vez más tomando valor.

—yo soy un principado, el principado que está al frente de este pueblo —responde.

—hay poder en la sangre de Cristo —comencé a decir al sentir que las fuerzas me faltaban.


De repente unos deseos inmensos de vomitar me invadieron.

Comencé a vomitar.

Aquel sujeto se comenzó a reír.

—preparate mujer, prepárate —me dice en medio de su aterradora risa —esto solo es el comienzo de tu sufrimiento, te daré en dónde más te duele.


Yo me comencé a marear.

Miraba como todo se iba oscureciendo.

Todo desaparecía de mi vista.

Poco a poco me iba derrumbando al suelo cuando sentí unos brazos sostenerme.

—¡Amor, amor! —escucho la voz de Edward —¡Despierta amor!.



...


Abro los ojos y me encuentro acostada en la cama.

Edward está arrodillado en el suelo, levanta su mirada y suspira con alivio.

—despertaste —se levanta y se sienta a mi lado. —¿Que pasó? —me pregunta.


—me...me mareé —respondo.

Decido ignorar el encuentro con ese sujeto extraño.

Intento sentarme en la cama pero no lo logro hacer, las fuerzas me faltan.


—ven te ayudo.

Edward me ayuda a sentar.

—iré a traerte algo de comer. —él se va para la cocina y yo me quedo pensando en lo que pasó.


Al momento regresa con un plato de caldo, toma la cuchara y me da de comer.

Yo le recibo pero apenas me trago la cucharada inmediatamente me dan ganas de vomitar.








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