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3. CONSTRUIR.

Nota: holis 👋🏻.

Volví otra vez.

Está vez quiero agradecer de manera súper especial a una lectora muy linda que se encargó de ayudarme a crear la portada.

También está juiciosa consiguiendome las fotos de los personajes.

Que Dios sea bendiciendola grandemente.

Bendiciones mi Karen.

Te quiero mucho 😘.






Nehemías 4

3 Y estaba junto a él Tobías amonita, el cual dijo: Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará.








Después de salir del templo, llegamos a casa a empacar nuestras pocas pertenencias porque nos íbamos a servirle a Dios.

No saben lo feliz que me sentía.

Por un momento creí que esté momento nunca llegaría.

Siempre he pensado que no soy digna de tanto, además hay personas más capacitadas que yo y mi esposo.

Pero aún así Dios nos ha tenido en cuenta para esto tan grande.






Narra Edward:




El pastor me dio la dirección del pueblo a donde iríamos a hacer la obra de Dios.

También nos dió algo de dinero para el transporte y algo de comida.

Llegamos con nuestras pocas pertenencias al lugar de la parada de buses.

Mi amada esposa lo único que hacia era mirar para todos lados súper feliz.

Ella después de la noticia que nos dió el pastor, está que no se cambia por nadie.

Jamás en todos los años de amistad y ahora de casados, la había visto tan feliz.

Ni siquiera cuando nos casamos.

—¿Quieres algo de comer? —le pregunto ya que el viaje era bastante largo.

—no, —niega con la cabeza —no te preocupes.

Yo sé que ella tiene hambre, pero dice que no quiere porque sabe que siempre ando sin dinero.

Le dedicó una sonrisa cálida y voy a comprarle lo que sé que a ella le encanta.

Una hamburguesa.



Minutos después.



—mira —le entregó la hamburguesa.

Ella me mira sorprendida.

—¿Para mí? —pregunta incrédula.

—¿Para quien más sería? —le preguntó.

—¿De donde sacaste dinero? —vuelve a preguntar.

—pues...—le doy una sonrisa.

Ella se pone de pie y antes de tomar la hamburguesa me da un abrazo.

—gracias —me dice —eres el mejor esposo del mundo.

—lo sé —presumo.

«Ojalá fuera así».

«Ojalá pudiera darle a mí Ceci todo lo que ella necesita».

Desearía algún día poder llevarla a una tienda de ropa y que se compre todo lo que ella quiera.

Me duele mucho que se tenga que poner lo que otras ya no usan.

También duele que solo tenga dos faldas de ir al culto.

Una azul y una roja.


Despues de ello subimos al autobús que nos llevaría rumbo a Indiana, es la población a donde vamos a pastorear por la misericordia de Dios.


Tiempo después.


Me bajo del bus y le doy la mano a mi esposa.

Lamentablemente un sujeto venía de afán y la empujó haciendo que cayera encima mío afortunadamente.

—tenga un poco más de cuidado —le dije aquel hombre.

Ni siquiera me volteo a ver, tampoco pude ver su rostro, pero me molestó su actitud.

—dejalo amor —me dice ella —seguramente tiene afán.

—eso parece —contesto con una media sonrisa.

Tomamos nuestro equipaje y juntos de la mano comenzamos a recorrer aquel pueblo.

A medida que avanzábamos, me dolía mucho ver la condición en que vivían aquellas personas.

Era algo bastante lamentable.






Es cierto que nosotros no somos ricos, pero ellos parece estar en peores condiciones.

Veo una sonrisa aparecer en los labios de mi esposa.

—¿Que piensas? —le pregunto.

—me imagino cuando todas estas personas se arrepientan.

Yo también lo comencé a imaginar.


Luego de caminar un largo trayecto, finalmente llegamos a la dirección que nos indico el pastor.

Era el lugar en donde íbamos a vivir y también realizar los cultos.

Simplemente no lo podía creer.

Me mandé ambas manos a la boca.

—¡Oh por Dios! —exclama mi esposa —¿Estás seguro que está es la dirección?.

Yo asentí como respuesta.

Esa era la dirección.

Lo malo que es no había una casa.

Solo eran ruinas y más ruinas.

Era como si hubiera sido destrozada de aposta.

Lo más seguro es que él pastor no tenga idea de lo que ha pasado.

—¿Que vamos hacer? —me pregunta mi esposa preocupada.

«Dios mío, ayúdanos, yo tampoco sé que hacer».

Al final opté por hacer de tripas corazones.




Narra Cecilia:


—¿Que vamos hacer? —le pregunto a Edward preocupada.

La verdad es que yo no me esperaba encontrarme con una mansión, ni siquiera con una casa de ladrillo.

Pero tampoco espere encontrarme con solo escombros.

Mi esposo comienza a sonreír.

Lo miro atenta.

Si algo tiene Edward es que es muy recursivo, no sé vara para nada.

El tiene una característica y es que es bueno para todo.

—es sencillo, vamos a construir —responde.

—¿Seguro? —lo miró dudosa.

—por supuesto. —comienza a caminar alrededor de las ruinas —aquí será la habitación matrimonial, donde viviremos los dos, aquí —se para en otro lado —seran los baños —sigue caminando —y está...—se queda pensativo —esta será la cocina y por esta otra parte —señala —seran las habitaciones de nuestros niños.

Al ver cómo Edward lo decía, parecía que era bastante fácil.

—por ahora vamos a comenzar con nuestra habitación —dice —necesitamos un lugar para dormir.

Amo la actitud de Edward.

Siempre tan optimista, aún cuando todo el mundo se esté cayendo encima, él siempre le verá el lado bueno a la situación.


Comienza a buscar entre los escombros y encuentra cuatro palos gruesos los cuales los clava en cuatro esquinas.

Después comienza a buscar más cosas ahí.

Yo lo observo mientras la noche comienza a llegar.

Habíamos viajado todo la noche del día anterior y hoy es la primera noche aquí.

Una hora después.

—ya está —dice Edward.

A hecho un pequeño rancho el cual no tiene paredes, solo un techo el cual si llueve definitivamente nos vamos a mojar, pero es lo que hay.

Hicimos como pudimos una especie de cama y Edward prendió una fogata para apaciguar el frío que calaba nuestros huesos.

Nos sentamos alrededor del fuego y Edward me abrazó.

—no te preocupes —me dice —mañana seguiré construyendo.




Meses después.



Efectivamente Edward se las arregló para que pudiéramos tener nuestra casita para la gloria de Dios.

No era tan linda que digamos, pero para mí era bastante.

Después de construir la casita, nos dedicamos a hacer la obra de Dios.

La mayoría de veces, por no decir que todas, siempre nos echaban.

Las personas de este pueblo odiaban el evangelio y no querían saber nada de el, pero aún así no desmayabamos.

Aunque a veces podía ver el dolor reflejado en el rostro de Edward.

Muchas veces en las madrugadas podía escuchar su lamento orando a Dios y pidiendo que salvará las almas.

Pero a pesar de nuestro clamor, nuestro ayuno y vigilias.

Las almas no se salvaban y poco a poco comencé a ver la decepción en la mirada de Edward.

Fue en ese momento que sospeché que él iba a entregar el pastorado.

—sabes amor —me dijo una mañana mientras desayunábamos con un pan.

—cuentame —le digo.

—ya sé porque las almas no se están convirtiendo.

Lo miro sorprendida dejando de comer.

—¿Por qué? —pregunto.

—es porque no hay templo —me responde.

—¿Eso que significa? —pregunto.

Él sonríe.

—significa que vamos a construir un templo.

—pero...¿Como?, —pregunto —no tenemos los recursos.

—Dios proveerá.


Así fue, comenzamos a trabajar incansablemente con mi esposo para poder comprar los materiales y construir un templo para nuestro Dios.

Al principio parecía casi imposible, pero después pude ver la mano de Dios obrando y cuando menos pensamos ya estaban todos los materiales.


Me encontraba parada en el lugar donde se iba a construir el templo y veía los materiales mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.

Pero no eran lágrimas de tristeza sino de felicidad.

De pronto sentí un brazo posarse sobre mis hombros.

Volteo a ver y depósito un beso en su mejilla.

—¿Que tal te fue? —le pregunto.

Él suspiró.

Por la forma en que lo hace, puedo deducir que no son buenas noticias.

—te tengo una buena noticia y otra mala, ¿Cual quieres oír —me pregunta.

Yo río.

Ya les dije que él siempre le ve el lado bueno a las cosas.

—obviamente que quiero oír la mala —le respondo.

—okey —me dice —la mala es que no encontré quien me ayude a construir el templo.

—entonces, ¿Que vamos hacer? —pregunto agobiada.

Esa noticia si que me cayó como un baldado de agua fría.

—pues preguntame por la buena noticia —me dice con una gran sonrisa.

—¿Cual es la buena noticia? —pregunto.

Él suspira nuevamente con más ánimos.

—la buena noticia es que yo mismo, con mis propias manos, voy a construir la casa de mi Dios.

Lo miro sorprendida.

—¿Estás seguro? —le pregunto.

—por supuesto, —habla con superioridad —o ¿Acaso dudas de mis capacidades?, soy un hombre muy capaz.

Sonrió ante sus palabras.

Yo nunca lo he visto trabajando en construcción, pero supongo que Dios le dará la sabiduría para construir casa para Él.

—bueno, —le digo —entonces yo seré tú ayudante.

No tengo ni la menor idea de lo que hace un ayudante de construcción, pero por la obra del Señor, soy capaz de hacer lo que sea.

Día siguiente.

Después de levantarnos bien de madrugada y encomendar nuestras vidas a Dios, me dispuse a hacer la comida para ir ayudarle a mi esposo.

Llegué al lugar de la construcción que gracias a Dios no quedaba tan lejos de donde vivimos.

Ahí estaba mi amado esposo trabajando con todos sus ánimos.

El sol ya daba los primeros rayos y a Edward ya le corría el sudor mientras hacía huecos.

—amor —me acerco y con un pañuelo le seco aquellas gotas de sudor que hay en su frente —ya está el desayuno.

—uumm —se saborea —¿Que es? —me pregunta.

—son spaghetti tus favoritos.

—que rico, entonces vamos a desayunar —me toma de la mano.

—yo ya desayuné —le informó.

Puedo ver cómo su sonrisa decae un poco, pero lo disimuló.

Siempre hemos tenido la costumbre de comer juntos.

—desayune antes porque quería venir a ayudarte —le explico para que no se entristezca.

Él jamás se enoja conmigo.

Si hago algo que no le parece, su semblante decae, pero no se enoja, no me grita, ni tampoco me regaña.

—de acuerdo —me dice —entonces yo iré a comer y tú vigilas la construcción.

—como mandé capitán —puse mi mano en la frente como saludan los militares.

Él rió.

Me dió un beso en la mejilla y se fue a desayunar.

Apenas él entro a la casa yo extendí mis manos hacia la construcción, cerré los ojos y comencé a orar en voz alta.

—Dios mío, en esta hora yo te presento está construcción, que muy pronto será un lugar de culto para la honra y gloria de tu nombre, quiero pedirte que por favor tu seas llenando este lugar de almas que alaben y glorifiquen tu nombre.

De repente sentí una mirada en mis espaldas.

Pero no era una mirada cualquiera.

Era una que hacía que los bellitos de la piel se pusieran de punta.

Lentamente voltee a mirar siendo consiente de que la persona que estaba a mis espaldas no era mi esposo.

Apenas miro quien es, por poco y grito del susto, pero me contuve para no hacerlo.

Era un hombre muy alto, cuyo cabello era más largo que el mío y lo tenía atado en una trenza en la cual llevaba varias plumas de diversos colores.

En sus labios llevaba un tabaco del cual salía un humo que olía horrible.

En vez de traer pantalón y camisa, lo que traía era una túnica roja la cuál le llegaba hasta sus pies, los cuales estaban descalzos.

Su rostro estaba surcado de varias arrugas, sus dientes estaban dañados y algunos faltaban, sus mejillas estaban pintadas con rayas rojas.

No sé porque pero podía sentir que ese hombre era alguien muy malo.

Era como si muchos demonios estuvieran dentro de él.

—¿Que van hacer aquí? —pregunta con una voz gruesa mirando todos los materiales para construir.

—un...—trague grueso y me revesti de autoridad para poder hablar, ya que sentía que la voz se me quedaba atorada en la garganta —un templo para alabar y glorificar a nuestro Dios —respondí finalmente.

Él fijo su mirada nuevamente en mi y comenzó a reírse con unas carcajadas demoníacas.

Era como si varias personas se estuvieran riendo a través de él.

Era una cosa de no creer.

Nuestro pastor nos habia hablado de experiencias similares.

Pero yo jamás en la vida había tenido una.

—eso solo sería por encima de mi cadáver —dice después de haberse reído —¡¡AQUÍ NUNCA SE VA HACER UN TEMPLO Y SI SE HACE JAMÁS LLEGARAN ALMAS!! —gritó.

Luego de eso esparció unas cenizas que tenía en sus manos alrededor de la construcción ante mi atenta mirada y se fue.

Yo mientras tanto me quede como muerta y era incapaz de moverme de mi lugar.





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