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Capitulo 17

Una pintoresca casita completamente muggle fue lo primero que vio cuando dejo de sentir la horrenda pero familiar sensación de ser succionada y retorcida que provocaban los trasladores. Habían salido hacia unos segundos del despacho del director Snape y ahora se encontraban a unos metros de sus padres.

Sentía las piernas débiles, tan temblorosas que si no fuera porque Draco la sostenía firmemente por la cintura habría caído al suelo desde que llegaron. Estaba aterrada y la osca expresión del auror que les abrió la puerta no ayudaba en nada.

-Sus padres se encuentran en el segundo piso, primera habitación a la derecha.

Draco fulmino al hombre con la mirada, no le gustaba ese auror y no pensaba disimularlo. Odiaba el tono arritado con el que le hablaba a Hermione, completamente impersonal y grosero.

-Usted puede esperar aquí jovencito…

-No, iré con ella

Un segundo auror, uno de apariencia cansada y avejentada lo miro con amabilidad y le indico que se sentara en un butacón junto a la chimenea pero sintió a la castaña tensarse ante la sola idea de enfrentarse a sus padres sola y se negó con tanta cortesía como le fue posible. Al menos ese segundo Auror no era un imbécil.

-No es necesario Malfoy, ella puede ir sola no veo necesaria….

-Vamos Draco...

De nuevo ese idiota se entrometía en lo que obviamente no era su asunto. Justo cuando estaba por mandar al diablo al auror vio a Hermione alzar la cabeza y caminar con orgullo y aplomo hasta las escalera sin soltar su mano dejando al hombre con dos palmos de narices y la palabra en la boca.

Subieron las escaleras y Draco le lanzo una arrogante sonrisa al estúpido entrometido que lo miraba furioso pero sin poder hacer nada contra él. Una vez que se encontraron frente a una puerta de madera pintada de blanco vio el aplomo de su chica desvanecerse hasta volver a ser la misma criatura frágil y asustada con la que llego minutos antes.

-¿Estas lista?

-No

La vio agachar la mirada, obviamente estaba pensando en huir, en alejarse antes que tener que enfrentar lo que Merlín quisiera que aguardara tras la puerta. Pero ella era una Leona, ella era valiente y no la dejaría ocultarse.

-Respira Hermione, ahora mírame.

Tomo su rostro con delicadeza y fijo sus ojos en los de ella, vio el miedo, la culpa y el arrepentimiento en sus ojos castaños con tanta claridad como si leyera su mente.

-Tras esa puerta no esta Voldy, ni mi siempre adorable y cuerda tía Bella, Hermione allí están tus padres. Estarán furiosos pero son tus padres y yo estaré allí contigo… no diré nada si no es necesario pero estaré contigo.

Poco a poco seco las lagrimas que escapaban de los ojos de ella antes de tomar su mano con firmeza y después dejar un suave y dulce beso en sus labios. Solo un recordatorio de que estaba con ella y no se marcharía.

-Bien… vamos

Hermione trago saliva nerviosa mientras entraba a la alcoba con pasos inseguros. Vio sus padres sentados en un sofá diminuto de apariencia avejentada mirando un álbum de fotos color purpura, el correspondiente a sus vacaciones por el Caribe cuando tenía alrededor de ocho años si recordaba bien…

-Mamá, papá…

Hablo despacio, con voz tímida y casi como si rogara no ser escuchada pero ambos adultos volvieron la vista a ella y las reacciones de ambos no se hicieron esperar.

-Hermione…

Su madre pronuncio su nombre lentamente, casi como si dudara que todo eso fuera real, sus ojos estaban cansados y llenos de dudas…

-¿Cómo te atreviste a usar tus trucos en nosotros chiquilla insolente? ¿Si esto no es una maldita broma entonces te olvidaste que nos debes respeto?

Su padre monto en cólera. Su rostro se torno rojo de furia y le grito haciendo violentos movimientos con sus brazos…

-Papá yo…

Apretando más fuerte la mano de su rubio Hermione intento hablar aun mientras el llanto la ahogaba… su padre la odiaba. Su mente le repetía una y otra vez que la odiaba porque se lo merecía.

-No Hermione, lo que hiciste fue horrible. Jamás debimos dejarte ir a ese colegio, esa maldita magia te corrompió hasta el punto de jugar con la mente de tus padres…

-Papá déjame explicarte por favor…

Ver a su padre gritando colérico la asusto en demasía, su padre jamás le había alzado la voz de esa forma… nunca.

-Hermione no queremos que esto pase de nuevo, olvídate de esas tonterías de pociones y varitas… eres una chiquilla insolente que no merece que la perdonemos por la barbaridad que…

Las rodillas de Hermione cedieron ante las palabras brutales de su padre… ¿Olvidar la magia? ¿Olvidar su vida y su don? No, ella no podría olvidar que era una bruja nunca. De alguna forma era parte de ella…

-¡Basta!

Draco la atrapo antes de que callera al suelo y la sostuvo por la cintura dejándola ocultar su rostro bañado en lagrimas en el hueco entre su hombro y su cuello, la sostuvo con firmeza y continuo hablando con más calma.

-Hermione es su hija, siempre será su hija pero ella también es una bruja. La magia es parte de ella y nada de lo que le digan puede impedir que ella sea quien es. Se que lo que hizo les dolió, los aparto para protegerlos cuando debería ser a la inversa. Ustedes no saben lo que ella enfrento para salvar no solo al mundo mágico, no tienen idea de lo duro que fue para ella y no tienen derecho a juzgarla porque si Voldemort hubiera vencido ninguno de ustedes, hubiera sobrevivido…

Con ese tono aristocrático y su peculiar arrastrar en las palabras Draco Malfoy dejo de parecer un mago adolescente, se veía tan sereno y maduro vestido con su impoluta túnica negra y su mirada gris cargada de seriedad que solo le daba un aire de autoridad insospechado. Hablo lento, haciéndoles comprender sus palabras con la misma delicadeza de quien trata con niños muy duros de cabeza pero aun así evitaba ser abiertamente grosero con los padres de su chica.

-No tienes ningún derecho a meterte en este asunto jovencito…

Cuando se recobro de la sorpresa de ser sometido a un sermón por un completo desconocido Henry Granger intento lucir dominante e imponente mientras miraba al chico que abrazaba a su supuesta hija de forma protectora.

-Lo tengo por qué Hermione me importa. No espero que le agradezcan lo que hizo, se que están furiosos pero intenten entenderla, su hija es una bruja brillante y si hubiera existido otra forma ella la habría encontrado.

Henry Granger solo soltó un bufido exasperado y se marcho de la habitación dejando tras de sí el eco resultante del brusco golpe de la puerta contra el marco. Un eco que apuñalaba el corazón de Hermione haciendo que llorara aun más fuerte, con desgarradores sollozos que se perdían en la suave piel de Draco.

-Hermione… ¿Estabas realmente tratando de protegernos?

La voz suave y asustada de su madre llego a oídos de Hermione quien aparto el rostro de su escondite favorito en todo el mundo y miro a la mujer con los ojos enrojecidos, las mejillas empapadas y la nariz tan roja como la de cierto reno de los cuentos muggles ampliamente famoso.

-Si mamá, yo no quería verlos muertos… preferí mandarlos lejos sin saber de mi existencia que tener que ver como los torturaban frente a mis ojos. Los quería vivos aun cuando fuera lejos de mí.

Algo en la voz rota de la chica le llego al alma a Jean Granger, algo dentro le decía que esa era su hija pero su cabeza le decía que ella era Monica y no Jean, que ella no tenía hijos.

-Danos tiempo Hermione… sobre todo a tu padre.

Pero ese algo, el que le decía que esa chica era su bebé estaba ganando la partida. No soportaba verla así pero no se atrevía a tocarla. No cuando temía que todo fuera una pesadilla…

-¿Me odias mamá?

Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas al ver como la chica frente a ella se derrumbaba aun mas a cada segundo… le dolía verla así.

-Hermione… creo que jamás podría odiarte pero en este momento estoy confundida, no se si soy Jean o Monica… mi cabeza es un lio enorme y necesito pensar… solo danos tiempo.

Vio a la chica asentir incapaz de hablar y luego esconder de nuevo su rostro contra el cuello de ese alto chico rubio que había defendido a Hermione y que parecía estar allí con el único propósito de sostenerla cuando ella no era capaz de hacerlo por su misma.

-¿Jovencito?

-Draco Malfoy señora Granger.

Se detuvo a unos pasos de la puerta y miro al chico rubio, vio la curiosidad en los ojos de él antes de decirle su nombre, Draco. Dragón… curioso nombre en realidad, pero muy adecuado. Era como un guardián custodiando a una frágil doncella en esos momentos.

-Draco… por favor cuida de ella.

-Por supuesto señora Granger…

Sabía que de cierto modo esa mujer le pedía que cuidara de Hermione incluso de ella misma y con una suave sonrisa le dejo claro que lo aria. No porque se lo pidiera sino más bien porque era lo que deseaba hacer… cuidar de ella.

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Esa noche en el castillo se le antojaba extrañamente melancólica a Hermione, el silencio inundaba el lugar y el viento frío la hacía tiritar ligeramente aun estado arropada por las cálidas mantas verde Slytherin que la cubrían.

-¿Te sientes mejor Hermione?

Escucho la voz de su serpiente al entrar de nuevo a la habitación, se había marchado unos segundos para cambiarse la túnica que usaba ese día por algo mas comodo para dormir, ella misma estaba ya enfundada en su vieja y calida pijama de franela en estampado rosa de Tartán.

-No

Pese a lo horrenda que era su pijama Draco no se había quejado, eso solo le indicaba a Hermione la magnitud de su preocupación por ella, pero no tenía sentido decirle que estaba bien cuando era obvio que mentiría. No lo estaba. Estaba triste, dolida y se sentía culpable pero eso él ya lo sabía, Hermione no podía mentirle por que por loco que pareciera esos ojos grises parecían saber la verdad con solo mirarla.

-Te vez terrible, anda vamos a dormir

Suspiro al sentir como él se colaba bajo las mantas, de inmediato se acerco a él buscando su calidez y el confort que al parecer él podía darle solo con estar a su lado. Sus brazos rodeándola, las suaves caricias de sus dedos en la piel de su espalda bajo la tela de su playera y su aliento mentolado en su pelo eran suficientes para recordarle que no estaba sola. Ya no estaba sola.

-¿Te molesta que duerma aquí?

Siempre pensó que Draco era la clase de chico que no soportaba que su espacio vital fuera invadido, que era de los que se marchan inmediatamente luego del sexo y no soportan dormir con alguien. Incluso llego a escuchar rumores sobre chicas desilusionadas por que el rubio se marchaba luego de un seco gracias por la noche y jamás volvía a contactarlas.

-No

Pero aquí estaba con ella, dejándola invadir su alcoba, su cama y abrazarlo como si fuera un enorme oso de felpa incluso sin haber tenido sexo, solo porque ella necesitaba consuelo y él estaba dispuesto a ofrecerlo sin pedir nada a cambio. Suspiro sintiéndose mejor, incluso sin que él le dijera que la amaba locamente y que le pidiera ser su novia las cosas entre ellos eran perfectas.

-Draco… ¿Tu crees que mi padre me perdonara?

Le hubiera gustado continuar pensando en su relación o su no-relación con Draco pero la imagen de su padre mirarla furioso, el recuerdo de su voz colérica y el rencor en sus ojos al mirarla volvía a llenarla de esa angustia que se había calmado momentáneamente con la presencia de Draco.

-Lo ara. Estoy absolutamente seguro y soy un Malfoy querida, nunca me equivoco.

Sintió los brazos de su hurón apretarla más contra su pecho y se permitió a si misma ocultar su rostro contra su cuello, era su escondite favorito en el mundo, en ambos mundos, porque podía sentir el aroma de él con claridad y su calor la mantenía perdida en una sensación de seguridad reconfortante.

-Serpiente vanidosa

-Pero me quieres Hermione

Lo sintió sonreír cuando murmuro contra su piel y ella misma no logro contenerse al escucharlo hablar. Por supuesto que lo quería, eso era obvio. Lo quería desde esa lejana mañana en que la encontró llorando en su sala común y aun entre insultos había borrado su llanto y alegrado su día.

-Te quiero…

Draco aun no estaba listo para decirlo, pero le respondió con un beso suave. Uno de esos besos que toda mujer anhela recibir alguna vez. Una caricia lenta y dulce, llena de un sentimiento tan grande que las palabras no logran expresar pero que esa clase de besos gritan con tal claridad que el mensaje no llega al cerebro… se cuela hasta el alma y se queda allí gravado en tinta indeleble, exactamente como ese beso que compartían.

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