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02 de octubre, 2017
Llego al salón de clases mientras intento desenredar todos los nudos de mi cabello con mis dedos, la verdad es que no sé por qué me molesto en hacerlo ya que de igual manera pareceré despeinada. Mi mejor amiga está sentada en nuestro asiento de siempre y camino hacia ella.
— ¿Cómo está mi lectora favorita? —sonrío.
—Preocupada —responde frunciendo el ceño.
Me acomodo a su costado y dejo mi mochila en el suelo. Una de las ventajas del edificio de Letras es poder compartir clases con quien desees, no importa que no estén en la misma carrera. Es por esta razón que Mare y yo podemos estar en la misma clase sobre redacción.
— ¿Qué pasó?
—Lo mismo de siempre —se encoge de hombros—. Mi hermana.
— ¿Qué pasó con tu hermana? —cuestioné, angustiada.
La hermana menor de América la podemos definir con problemas. Si buscas el significado de problemas en el diccionario te saldrá la foto de la chiquita previamente mencionada. Siempre me ha dado gracia el apodo que le dio Eduardo. Él la llama Tormenta porque dice que siempre está causando desastres a donde sea que vaya. Tiene mucha lógica, la verdad.
—Anoche desapareció, así sin más. Me dijo que se iba a un grupo de estudio y no ha vuelto hasta ahora, me envió un mensaje bien entrada la noche diciéndome que iba a demorarse y que la cubriera.
— ¿Y lo hiciste?
— ¡Claro! —Chilla, llamando la atención de unos cuantos estudiantes que voltean a vernos curiosos ante la reacción de mi amiga— Es mi hermana. Claro que nuestra relación ya no es como antes pero la extraño y si hacer esas cosas por ella es bueno...
—Ella no es una niña, Mare —le recrimino—. Ella sabe en lo que se está metiendo y lo que está perdiendo por ello.
Tuerce los labios apenada. Su mirada baja hacia donde está su mano apoyada en la mesa. Mi amiga se muestre entre una mezcla entre triste y nerviosa, odio verla de esa manera y no poder ayudarla.
—No quiero que se meta en problemas.
—No quiero que resultes dañada después de esto.
La profesora entra al salón atrayendo nuestra atención, sin embargo, América me sigue contando lo sucedido.
—Lo dices porque no tienes hermanos. —me señala con su dedo índice.
—Pero tengo una prima que amo como a una hermana.
—Llamé a Eduardo para decirle lo de África.
— ¿Por qué?
—Porque siempre ha habido esta loca amistad entre Eduardo y África. Él la quiere muchísimo.
Estas cosas son las que hacen aumentar aún más mi teoría de Eduardo está loco por la hermana menor de nuestra amiga.
— ¿Y qué hizo?
—Dijo que iba a ir por ella y después no volvió a responder su celular.
— ¿No sabes algo de Eduardo?
Niega con la cabeza, avergonzada por sus actos.
—Tengo mucho miedo.
—Ya verás que aparecerán.
— ¿Y si les pasó algo? Nunca me lo perdonaría.
—Cálmate, no seas pesimista.
—En serio, tus palabras parecen mágicas porque maravillosamente ya estoy relajada —dice de forma sarcástica. Baja la mirada hacia su celular para darse cuenta que no ha habido nuevas notificaciones en todo el tiempo que no lo ha chequeado.
***
04 de octubre, 2017
Mi vida está tranquila. No tiene dramas, ni momentos tristes ni tampoco estoy frustrada por los trabajos de la universidad que amo dejar para el último momento; estoy calmada y en paz, eso me encanta.
Además que... estos pasados días he estado hablando bastante con Zack. Intercambiamos algunos datos médicos, le gusta hablarme sobre muchas cosas de la medicina y sobre su historia que me logra cautivar, cosa que me sorprende pues pocas veces llego a hablar horas con una persona que no es de mi circulo interno.
Creo que después de todo lo sucedido —salvarme la vida, darme tan lindo detalle por mi cumpleaños y hacer un plan loco para conquistarme— he podido conocer al doctorcito de diferente manera, muy diferente a la primera impresión que tuve. Así pues creo que estoy lista para volver a ese momento de darle una oportunidad y ver qué puede pasar más adelante.
«Hola»
Ya que aparentemente no está conectado, agarro mi nuevo libro de psicología del individuo y sociedad dispuesta a leer algunas páginas para ponerme al día con la clase cuando el sonido de una notificación del celular llama mi atención. Solo pasaron segundos desde que había dejado el celular a un costado y agarré el libro.
«¿Qué tal, linda?»
¿Qué es esa sensación que acaba de recorrer toda mi piel? ¿Acaso se me puso la piel de gallina? ¿Qué te pasa, Leslie? Debe ser que me molestó que me dijera linda, sí, eso debe ser. Odio muchísimo esa clase de halagos.
«Estuve ocupada»
Técnicamente sí estuve ocupada con muchas cosas, dormir por ejemplo.
«¿Por qué?»
«La universidad no me deja ni respirar a veces»
«Te entiendo»
«¿Leíste los poemas que te envié anoche?»
Me ha enviado como cinco de esos poemas algo cursis.
«Sí, me dieron diabetes»
«Realmente eres un amor de persona»
«Lo sé, gracias»
«Te enviaré más poemas como esos»
«Y así es como terminaré muerta de un coma diabético»
«Exagerada»
«Bueno, ese no es el punto, quiero hablar contigo»
¿Soné cortante? Espero que sí.
«Escribe»
Eso sonó mucho más cortante.
Que salgan las palabras que quieres decirle hace unos días. Expláyate, no creo que él se lo tome de una manera ¿No?
«Somos amigos ¿No?»
Usemos una nueva estrategia. Piensa antes de escribir, o mejor piensa antes de marcar el botón para enviar el mensaje, es realmente un buen consejo que toda persona debe poner en práctica para evitar momentos como este donde quieres viajar en el tiempo y revertir lo que has escrito.
«No lo sé, eso lo decides tú»
«Por mi normal que seamos amigos, pero si quieres ser algo más, estoy muy dispuesto a las posibilidades»
¿Por qué haces esto mucho más difícil de lo qué es? ¿Y si digo un chiste para aminorar la tensión? Aunque, no hay tensión en el ambiente, estamos hablando mediante una plataforma online. No se puede sentir una tensión.
¿Puedes calmarte, Leslie?
Tomo aire con fuerza antes de escribir las siguientes palabras que estuvieron rondando por mi cabeza estas últimas horas.
«Primero que todo, aunque me cueste admitirlo, debo reconocer que te juzgué muy rápido, no me di el tiempo para conocerte realmente y me hice un mal concepto de ti. Con lo que hiciste, me demostraste lo equivocada que estaba y lo prejuiciosa que fui. Eres de las pocas personas que han logrado cambiar mi forma de pensar y eso significa mucho. Lamento como me comporté y lo fría que a veces actué. No soy así realmente y sé que si me conoces un poco más te darás cuenta»
«Con todo esto lo que quiero decir es que.... Es que... últimamente estuve pensando mucho acerca de lo que pasó y por ende en tí. Y la verdad esto es algo nuevo para mí, nunca me había sentido así. Pero eso no significa que quiero algo contigo o que te estoy proponiendo algo. Simplemente estoy confundida y pensé que lo mejor era decírtelo. Y pues eso.... igual no te sientas presionado ni mucho menos. Solo soy yo siendo honesta conmigo y pues... contigo también»
Sí, damas y caballeros.
Leslie Camila Espinoza le acaba de decir lo que siente a un chico. Por favor, estamos en el siglo XXI, la mujer puede decirle sus sentimientos a un hombre, no tenemos que esperar a que él diga algo.
Claps, please.
«¿Estarías dispuesta a intentar algo conmigo, Leslie?»
Creo que él ha podido resumir en tan solo poquitas palabras lo que he querido explicar con todo el testamento de mensaje que he mandado.
***
05 de octubre, 2017
Salgo de mi última clase del día muy agotada con toda la intención de solo ir a mi carro e ir directo a mi casa sin desviarme a ningún lado, a pesar de que muero de ganas por tomar un jugo de naranja y unas galletas de chocolate, y... hablando sobre galletas, América todavía me debe un queque de oreo. Voy a enviarle un mensaje al respecto.
Esos son mis planes de la tarde, los cuales se ven interrumpidos cuando me encuentro con el chico que salvó mi vida hace unos días apoyado en mi lindo carro, con aquella sonrisa coqueta que tanto lo caracteriza. Se encuentra cruzado de brazos mirando fijamente mi caminata, adrede empiezo a caminar más lento de lo usual.
Cabe recalcar que no camino hacia él, sino, hacia mi carro.
Qué orgullosa que soy.
—Leslie —él no borra aquella sonrisa de su rostro, en todo caso se acerca para invadir mi espacio personal y darme un beso en la mejilla como saludo.
Una sensación extraña recorre todo mi cuerpo ante tal acción así que me alejo lo más pronto posible de él. Puede ser la gripe, o a la culpable de siempre: la alergia. Y también culparemos al asma por esta vez, porque he tenido varios casos de asma desde que soy pequeña, nada grave.
—Hola —le muestro una pequeña sonrisa que no es la gran cosa mientras busco mis llaves del carro dentro de mi bolso.
—Estaba pensando —lo veo por el rabillo del ojo notando que sus mejillas se van tiñendo de rojo. Eso ha rimado—. Si podemos hablar un rato.
— ¿Sobre qué? —pregunto, confundida. ¿Sobre qué quiere hablar conmigo que no pueda escribirlo mediante el chat?
Veo como sus mejillas están completamente rojas de la vergüenza pero intenta disimularlo con su sonrisa. Esto es muy interesante, ¿qué pasará por su cabeza para sonrojarse de esa manera?
— ¿Te parece si vamos por un helado? —me pregunta y veo como mueve sus dedos como si estuviera tejiendo. Gesto nervioso que puedo destacar de él.
Nos encontramos en primavera, aunque el clima de mi ciudad es de locos y hasta ahora no se ha visto ni un poquito del sol. Así que comer helado en un ambiente templado puede correr el riesgo de bajar las defensas a la persona que lo consume siendo a esta más propensa de enfermarse.
Debería de vivir un poco más y dejar de sobre analizar todo.
—Claro, ¿por qué no? —me encojo de hombros, indiferente. Si él está nervioso mejor demostrarle que no es la gran cosa ir a comer un helado para que logre relajarse, ¿o tal vez debería animarlo a que no esté nervioso?
Me rindo con el intento de encontrar mi llave y él me hace una seña hacia donde está la cafetería de la universidad. Lo ayudo a entrar firmando como visita y ambos ingresamos a mi universidad.
Él camina de una manera como si el mundo estuviera bajo sus pies, lleva sus manos ocultas en los bolsillos de su chaqueta, con la barbilla levantada observando a todos lados y con esa bonita sonrisa de galán de telenovela robando miradas y suspiros de diversas chicas que caminan en dirección contraria a nosotros. Segundos antes estaba sonrojado hasta la médula y altamente nervioso.
Deja de observarlo, pareces acosadora.
— ¿Tú crees que es buen clima para comer un helado? —le pregunto para desviar mis pensamientos de su persona.
—Siempre es un buen clima para comer helado —hace un movimiento con sus hombros que realmente no entendí.
—Claro —frunzo el ceño, confundida.
Llegamos a la cafetería de la universidad y ambos pedimos nuestros sabores favoritos de helado. El suyo es menta con chocolate y el mío es vainilla con chispas de chocolate, en otras palabras, chocochips; lo pedimos en vasos para no estar pendientes de que se derrame. Como mi universidad es muy grande, se encuentran un montón de alumnos comiendo en la cafetería y no logramos alcanzar una mesa para sentarnos, terminando por acomodarnos en los pastos fuera de la cafetería donde varios estudiantes se encuentran conversando o tomando una buena siesta.
—Vine hasta aquí para que me digas lo que me dijiste por el chat.
— ¿Qué cosa?
—Que yo te gusto.
—Tú no me gustas —tomo un trozo de helado y él hace lo mismo.
—Bueno, tú sí me gustas —se encoge de hombros con una gran sonrisa.
Siento que mis mejillas se tiñen de rojo por la vergüenza. Sus ojos no se despegan mi rostro ocasionando que mis mejillas ardan y creo que el color del tomate queda pálido a comparación al color de mi cara.
Cálmate, Leslie.
—Qué bueno por ti —le respondo para parecer indiferente ante todo.
—Aunque no te conozco lo suficiente, puedo decirlo a los cuatro vientos y con la esperanza de que no te sientas presionada de que me gustas, Leslie y tengo toda la intención de conquistarte.
Y eso me hace recordar algo.
— ¿En serio? —Enarco una ceja en forma de reto— ¿En qué semana vamos?
—La sexta —hace un gesto como si demostrara que no tiene importancia y toma otro trozo de helado.
—Ah mira, qué interesante — digo despreocupada.
— ¿Puedes dejar esa mascara tan fría que me estás demostrando y volverte por un momento aquella chica que me dijo sus sentimientos? —me pidió sin levantar la mirada de su dulce el cual ya estaba pronto a terminarse.
—Yo...
—Está bien —me interrumpe—. Lo entiendo. Querías burlarte de mí, ¿no?
— ¿Perdón? —enarco una ceja y frunzo el ceño, no logro imaginarme la mueca en mi rostro.
—Que me dijiste todo eso para hacerme una broma, para que yo te diga mis sentimientos y después puedas reírte. ¿No? Debe ser un plan con tu mejor amiga, apuesto que todo empezó cuando ella me dio tu número de teléfono.
¡Ahora ya lo sé! Pensé que había sido Renato el que le dio mi número.
— ¡Espera! — Interrumpo sus acusaciones— Deja de juzgarme mal, porque me estas tildando de fría, ahora de insensible y técnicamente de cruel porque yo no sería capaz de hacer semejante cosa a alguien. No soy de demostrar mucho lo que siento, además te dije claramente que estoy bastante confundida pero que estoy dispuesta a intentar algo...
—Te has ensuciado de helado —me interrumpe señalando mi rostro.
— ¿Qué? —Pregunto distrayéndome y olvidando por completo aquel discurso que le estaba diciendo— ¿Dónde?
—Espera —se acomoda de tal manera que termina muy cerca mío—, yo te ayudo —coge una servilleta y espero que me ayude con la mancha que él dice que está pero la servilleta nunca toca mi rostro.
En todo caso, siento como sus manos toman mis mejillas y se va acercando a mí de manera tan rápida que no me doy cuenta de su intención. Todo se detiene en el instante en el que junta sus labios con los míos y yo no estaba lista para semejante acción.
***
Apuesto que no se esperaban eso.
Estoy tan orgullosa de mi cubito de hielo.
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PD: Dedico este capítulo a una lectora que estuvo conmigo desde el inicio de la anterior historia :)
Mil besitos.
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