'Seis dias'
"Abrázame, que mi corazon necesita escuchar el tuyo"
~Desfibrilador
Las luces diurnas del hospital me reciben, las enfermeras corren de un lado al otro atendiendo a sus pacientes, una en especial con una sonrisa triste me saluda antes de correr gritando "código azul".
Trago saliva cuando paso por la puerta donde seguramente hay una persona luchando por quedarse un rato más, no deja de luchar...aun agonizando, pero el ambiente se vuelve triste cuando los gritos se vuelen la canción nostalgica de aquel paciente que ya no lucha más, pues la muerte ganó su guerra.
—¡¿Alguien vio a Damian?!
Abro lo ojos de golpe a ver a mi querido enfermero buscandome con la mirada, mirada que por cierto te puede sacar un pedo de miedo, doy pasos hacia atrás y me escondo en la primera puerta de baño que encuentro, pego la oreja a la puerta escuchando como sus pasos se alejan.
Daniel y Kathia son mis enfermeros predilectos, los encargados de ver que no me muera o que intente matar a alguien, aunque eso último es mentira, la verdad es que soy el ser más amoroso que conocerás.
Sino me crees, pregúntale al tipo de la cafetería, el repitió cuan amable soy, obviamente no tenía la nariz sangrada por mis golpes, es más que obvio, es más, nunca le sangro la nariz a causa mía porque el fue tan amable como para darle un panque a un pequeño niño que lloraba.
—¡Damian! —escucho como grita Kathia por los pasillos y yo sonrío divertido.
También soy muy obediente, hago todo lo que me piden, desde tomar esas horribles pastillas hasta ponerme el respirador artificial que me molesta la nariz, pero debes en cuando me gusta molestarlos porque sé enojan igual, en mi mente ya se casaron y todo, shipear a las personas sin que sean nada es mi pasion.
Salgo corriendo mientras me pongo mi mascarilla, a lo lejos una chica de pelo negro me mira enfadada, no se que le hice para que me mire así.
Mi peor error fue nacer pero ¿Que culpa tengo yo?
Abro la puerta de mi habitación y una sonrisa burlesca sale de mis labios cuando mis dos queridos enfermeros están sentados en la cama con una mirada que me puede mandar de una patada en el trasero justo a cantar canciones con la reina isabel.
—¿Ya no vamos a jugar? Je.
***
Las luces brillantes de la ciudad adornaban la noche oscura que se observaba tras la gran ventana de mi habitación en el hospital, sonreia imaginando con mi grupo de amigos recorriendo las calles adornadas por luces y árboles de navidad, sentí la opresión en mi pecho y trate de reír un poco mas por aquella vida que no podía tener.
Ahí en medio de mi habitación oscura podía sentir como la soledad me tragaba, mientras que afuera alguien de la soledad salía.
Cerré las cortinas blancas de un golpe y caminé hacia el pequeño baño donde solía escuchar el desastre del paciente de lado, al parecer mi único momento entretenido del día era ese. Escuchar el chisme es mi pasión. Tome el cepillo de dientes y me dediqué a esperar hasta que el primer grito de pelea se escuchó.
—¡¿Le dijiste a nuestra madre?! —gritó una voz masculina— A mi madre.
—¡Tenía que saberlo! —le acompañó otra más grave.
—No, no tenía —el chico habló mas calmado— Cuando vas a entender que tu no tienes derecho a decidir nada, no eres mi hermano, no eres nada.
Di un paso atrás mientras mis ojos se abrían un poco sorprendidos, no conocía a las personas de al lado, pero sentía que ya era parte del desastre de su vida. Lo que me gano por chismoso.
Como era de esperarse el silencio gobernó, se escuchó un portazo y cinco minutos después las pisadas de varias enfermeras alarmadas volvieron el silencio en un ruido profundo. Me había acostumbrado a eso, el chico parecía tener ataques de ira, no era recomendable por su estado de salud pero a él parecía que no le importaba.
No les voy a mentir, no conocía su enfermedad, pero estaba ahí, en ese pasillo de pacientes que quizás una noche no despierten y es ahí donde estaba yo.
Estaba muriendo, lo sentía y las personas que me rodeaban lo sabían, no podía mentir diciendo que no estaba enfermo porque las grandes ojeras y el respirador artificial que rodeaba mi rostro demacrado me delataban y claro, mi cara de que odio a todo el mundo...aunque eso no era culpa de mi enfermedad je.
Fibrosis quística, abreviado FQ, enfermedad mortal, me molestaria en explicarles todo pero existe el grandioso Google, creo que pueden saberlo solitos, para mas rapido,moría, porque me tocó una enfermedad que no tiene cura y si estaba encerrado en este hospital era solo para darme momentos más de vida, para alguien como yo, que se muere, es oro.
Apague las luces del baño al no escuchar nada interesante e hice toda mi larga rutina, desde tomarme mis medicamentos hasta ponerme cierto chaleco que me obligaba a sacar moco, ya saben, para no ahogarme con el. Le mandé un mensaje a mis padres de buenas noches a lo que ellos habían respondido en seguida con una foto en donde se veía a mi hermana pequeña, Alejandra, adornando el árbol de navidad muy concentrada.
Faltaban seis días para navidad, eso me emocionaba mucho pero me dolia, no podia pasarla con mi familia y me había negado desde hace cinco años a que ellos la pasan conmigo, el hospital era demasiado triste para una festividad tan linda, asi que yo me dedicaba a visitar a los pequeños pacientes, no podía visitar a los de FQ porque está prohibido, si me acerco o alguno se acerca terminará muy mal, pero los demás niños me agradaban todos, pero tambien me habia tocado ver cada vez menos niños cada año, no porque sanarán o quizas si, si la muerte es sanar para alguien como nosotros que vive con esto.
Cerré los ojos suspirando y apreté mis labios rezando por no morir esa noche.
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