¡Kacchan es libre!
Estuvo mucho tiempo sentado en esa habitación solo pensando, la anestesia empezaba a desaparecer dándole paso a un terrible dolor en su brazo, ni siquiera habían podido ir a comprar los medicamentos que le mandaron.
Aunque realmente aquello que rondaba sus pensamientos era algo muy aparte de su propio dolor, pues todo lo que había pasado creó en él una duda que no quería dejarlo tranquilo.
Bakugo no podía dejar de pensar en las múltiples respuestas a una amarga pregunta. ¿Si Izuku no lo hubiera invocado que le hubiese pasado a este? Muchas opciones le llegaron, una infinidad de escenarios, pero la peor de las respuestas fue una que casi lo hizo echarse a llorar allí mismo. "Deku estaría muerto", pensó Bakugo mientras un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Si lo pensaba con detenimiento aquella respuesta era tristemente la más lógica, si él no hubiera estado allí para ayudar a Deku era muy probable que ese loco ya lo hubiese asesinado. "Pero no fue así, yo le salvé", se recordó a sí mismo.
Con esos pensamientos algo más se le ocurrió. ¿Había una razón para la que él estuviese allí más allá de la curiosidad de Deku? Puede que sí, puede que no.
Es posible que su estadía en ese mundo fuera justamente para salvar la vida del pecoso, pero también era probable que no tuviera nada que ver con eso, no todo en la vida tiene sentido o razón de ser. En ocasiones los hechos no son más que un cúmulo de decisiones en las que el destino no tiene nada que ver, sin un plan mayor o ninguna patraña de esas, sin embargo, las dos posibilidades seguían estando allí.
Si era sincero, Bakugo quería pensar que el destino tuvo algo que ver, que su vida y la de Deku estaban unidas por algo tan fuerte que ni siquiera la distancia tan enorme que representaba ser de distintos mundos evitó que se encontraran y enamoraran. Podía sonar como algo demasiado cursi y cliché, pero a Katsuki le importaba mierda eso, se sentía cursi y cliché, ¿y qué? Si alguien quería reprocharle aquello pues se podía ir al carajo.
Una risita disimulada salió sin querer de su boca al darse cuenta del rumbo que de repente tomaban sus pensamientos.
El dolor lo sacó de sus pensamientos, realmente se estaba sintiendo mal para esas alturas. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dónde estaba su abogada? Tenía hambre, cansancio, dolor y un calor infernal, solo quería ir a casa con su novio y disfrutar de lo que quedaba del día junto a este.
Unos pasos lo hicieron mirar hacia la puerta donde el mismo oficial de antes entró acompañado de otro al que no reconocía.
El nuevo oficial era mucho más joven y de rostro más amable que el anterior. Este se acercó a Bakugo frunciendo el ceño al ver las vendas del joven manchadas con un poco de sangre y con cuidado de no lastimarlo más, liberó de las esposas al rubio.
—Eres libre, lárgate de una vez —dijo el mayor provocando que el más joven le mirara de mala forma.
El joven oficial ayudó a Katsuki a levantarse, sin decir una palabra lo escoltó fuera de la habitación y le guió a la recepción de la estación.
—¡Kacchan! —Bakugo no tuvo tiempo de reaccionar pues en un instante ya tenía a su novio sobre él abrazándolo con fuerza —. Vámonos a casa.
—Felicidades por tu libertad —dijo la abogada quién tenía en su mano izquierda una bolsa con el logo de un local de comidas rápidas impreso en ella.
—Es bueno ver que todo salió bien, Midoriya-kun estaba muy preocupado —comentó una mujer, quién Katsuki supuso era la madre de la abogada Kasumi.
—Gracias por ayudarnos —dijo el rubio abrazando a Izuku quien tenía el rostro escondido en su cuello, luego una duda lo asaltó la cual dejó salir en un gruñido —. ¿Qué pasó con el imbécil?
Al escuchar la mención de Kenji, Izuku se separó del aspirante a héroe y agachó la cabeza mientras jugaba con el borde de su camiseta, el sombrero que milagrosamente aún portaba impidió a Katsuki ver la expresión que el rostro del pecoso tenía en ese preciso momento, un silencio incómodo reinó por demasiado tiempo hasta que el castaño decidió hablar.
—Ya todo acabó, no volverá a molestarnos más. —Fue la sencilla respuesta que dio el pecoso causándole demasiada curiosidad al aspirante a héroe, pero este no preguntó más, la mirada de todos le dijo que aquel idiota había recibido lo que se merecía y quizás hasta lo que no merecía.
Después del incómodo momento se dirigieron a la salida mientras Izuku agradecía a las mujeres por su ayuda, el pecoso simplemente se sentía en deuda con ellas, pues desinteresadamente gastaron algunas horas de su día para ayudar a un par de completos extraños. Midoriya aún no podía creer lo afortunado que fue por haberlas encontrado en ese preciso instante.
—Los llevaríamos a sus casas, pero ya debemos irnos —dijo la mayor acercándose a su auto.
—Está bien, nosotros entendemos —aseguró el castaño sosteniendo con fuerza la mano de su novio, ya se sentía seguro con él allí. Realmente aquel día fue, como muchos dicen, una montaña rusa de emociones.
—Y pensar que hoy iba a ser un día de lo más normal —mencionó la señora Yoshida sonriendo mientras caminaba a su auto —. Pero desde que el médico que me iba a atender se desmayó siento que estoy en alguna serie de televisión o algo parecido.
—Siento mucho todas las molestias que les cause —dijo Izuku realmente apenado.
—No te preocupes, creo que esto es obra del destino que quiso ponernos allí para ayudarles —afirmó la mujer mayor con una sonrisa mientras abría la puerta del conductor.
—Supongo que la madre de Hanada-kun los llevará a casa, eso es un alivio —comentó Kasumi saludando con la mano a alguien tras ellos —Hasta luego señora Hanada.
En aquel momento los dos jóvenes se quedaron estáticos, casi que por reflejo quisieron voltear a mirar, pero un escalofrío les recorrió el cuerpo y sus respiraciones se agitaron, algo en ellos les dijo que no podían ver lo que sea que estuviera a sus espaldas.
Cerraron los ojos con fuerza casi al unísono mientras intentaban calmar el violento temblor que asaltó sus cuerpos apretando el agarre en sus manos de forma casi dolorosa. Querían detener el torrente de miedo que los llenó hasta el punto de querer gritar por ayuda, se sentían en peligro nuevamente, un peligro que nacía de un suceso inexplicable.
Cuando se sintieron al menos un poco mejor abrieron los ojos, el auto de la señora Yoshida se alejaba del estacionamiento dejándolos solos en el oscuro y frío lugar, sintiendo como una mirada se clavaba en sus nucas y un viento helado les calaba los huesos.
Un pequeño ruido fue suficiente para que un terror asfixiante los inundara y sus piernas empezaran a moverse por cuenta propia. Corrieron casi desesperadamente hacia la calle sin atreverse a mirar a sus espaldas, concentrados en su deseo de escapar, de alejarse de ese lugar tan rápido como les fuera posible.
Corrieron como locos esquivando a los transeúntes. Izuku dirigió a Bakugo hacia la estación de tren más cercana, bajaron las escaleras tan rápido que el castaño se tropezó con sus propios pies casi cayéndose, pero Katsuki lo sostuvo ayudándolo a recobrar el equilibrio para así poder seguir con su angustiada carrera.
Lo sentían tras ellos, sea lo que fuera aquella cosa los estaba siguiendo. Izuku sin detenerse sacó de su bolsillo su cartera y de ella la tarjeta de la estación pasándola para cruzar corriendo por la puerta giratoria mientras se la entregaba a Bakugo sin mirar atrás.
Se subieron en el tren que se encontraba allí a punto de partir importándoles poco hacia dónde se dirigía, solo querían escapar de lo que los estaba siguiendo.
Una silla vacía en el fondo llamó la atención de Katsuki, llevó a Izuku de la mano hasta allí y se sentó poniendo a este en sus piernas, sus corazones seguían desbocados, sus manos estaban frías y sus rostros pálidos, se veían mal, realmente mal.
—¿Qué fue eso? —preguntó Midoriya después de algunos minutos cuando sintió que ya estaban a salvo.
—No tengo ni puta idea, pero casi me da un infarto —contestó Bakugo dejando salir un sonoro suspiro —. Izuku, ¿con qué mierda estuviste jugando cuando me invocaste?
Izuku negó enfáticamente, no tenía idea con que se había metido, solo hasta ese momento se dio cuenta de que su decisión había sido irresponsable en muchos niveles. ¿Por qué no pensó mejor las cosas antes de hacer el ritual de invocación? ¿Cómo era que no se le cruzó por la cabeza que algo así era peligroso? En su defensa él creyó que no era real, que no había forma de invocar a un personaje de ficción, pero cuan equivocado estuvo, aunque no se arrepentía, el conocer a Bakugo era de las mejores cosas que le habían pasado en la vida.
Aun así lo que debía preocuparle en ese momento no eran sus decisiones pasadas si no lo que haría en el futuro. ¿Qué hacía ahora con este nuevo problema? Supuso que debía ir a un templo para orar por la seguridad de ambos y para que todo lo malo se alejara de ellos, al menos esperaba que eso funcionara aunque sentía que no sería de mucha ayuda.
—Lo siento Kacchan, realmente lo siento, soy un estúpido —dijo Midoriya a punto de llorar. El aspirante a héroe solo soltó otro suspiro antes de rodear el cuerpo del pecoso con sus brazos y darle suaves caricias en su espalda en un intento de calmarle.
—No estoy molesto contigo así que por favor deja de llorar, me llenarás la camiseta de mocos. —No sabía qué hacer con el nuevo descubrimiento, pero supuso que lo mejor era olvidar el tema por el momento, solo era otra cosa más que no podía controlar.
🌸🌸🌸
Ya saben gente, no hagan rituales de invocación extraños que encuentren en internet.
Hola, es el capítulo de esta semana para ustedes, espero les gustará. Sé que quedaron con la duda de lo que le pasó a Kenji, soy malvada.
Gracias por llegar aquí, por votar y comentar, son los mejores, y gracias por aceptar a mis personajes propios no saben el alivio que me da.
Como lo prometido es deuda @Tenshi-2765 tú acertaste hace muchos capítulos, sé que dije que sería el siguiente, pero seria dar un spoiler.
La pregunta de la semana es: ¿Han tenido una experiencia paranormal? Yo he tenido un poco y un montón, pero la más aterradora fue una vez que me estaba quedando dormida, me tomaron de los pies y empezaron a halarme yo me sostuve de la cabecera de la cama y como no me deje llevar me soltaron, al día siguiente amanecí con rasguños en las piernas como si alguien me hubiera arañado.
No siendo más, nos leemos en el siguiente capítulo o en otra de mis historias. Los quiero.
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