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15. Intercambio de energía

Jugar con el destino y anteponerse a sus decisiones puede estar bien siempre que se disponga de los medios y se haga con la cabeza fría. Y eso es lo que ha provocado Santi, que estemos unidas, prevenidas y dispuestas a neutralizar sus próximos movimientos.

     El salón comedor de la casa de los Oramas parece salido del túnel del tiempo, más concretamente de lo que fue nuestra casa en el pasado. Todos nuestros utensilios están por medio, como en su día lo estuvieron los de la abuela y mamá.

     —Debería subir a ver cómo sigue Jonay —propongo a mis hermanas mayores, una vez más. Mira tú por dónde, las mismas que hace unas horas querían que me reuniera con él, ahora me lo tienen prohibido.

     —Él duerme, cariño, necesita descanso después del esfuerzo que ha hecho. No le ocurre nada grave —dice Belatrix concentrada en su bola, tomando nota de cuanto ve—. Y tú eres más útil aquí, ayudándonos con las cartas de Ágata.

     —Pues no veo en qué nos ayuda Casandra —me quejo como una niña caprichosa mirando por el ventanal. Ella está en la piscina con Airam.

     —Ha resultado toda una sorpresa la verdadera identidad del curita, ¿eh, Driz? —Mi cuñado nuevamente se ríe de mi metedura de pata cuando ya conocemos la verdad sobre Airam—. Como para todo tengas ese acierto, hasta el Guano acabará con vosotras.

     —Sabes que amo a Bel y no puedo mandarte a la mierda, pero no malgastes tu suerte conmigo. —Más que nada porque es cierto que iría de cabeza a revolcarse en el estercolero más cercano, no solo lo mandaría sin más, sino que haría efectivo mi conjuro.

     —No te enfades, Driz, hemos estado asustados sin motivo alguno. —Ella, cómo no, defendiendo a su siamés—. Seguimos procesando que Airan no sea más que un asistente social, cuyo comedor benéfico es el más demandado de la isla al servicio del barrio de San Leandro.

    —Ya he dicho que lamento la confusión  cuando lo conocí, quizás queráis azotarme en la plaza del ayuntamiento por ello.

    —Deja el drama, por favor, lo remediaste al final, ¿no?, porque gracias a tu consejo Casandra se acercó a él,  de lo contrario estaría hormonada todavía y el desastre que nos tiene preparado el Guano sería un juego de niños al lado del que tu hermana hubiera hecho —resuelve Belatrix con su carisma conciliador.

     —Hablando de niños, esos dos se comportan peor que Naizet o Naira —les digo señalando a Casandra y Airam mientras se bañan en la piscina.

     —¡Te tengo!, ¡hijo de puta! —grita Ágata desde el sofá, donde con la ayuda de Rayco, que no se aparta un segundo de ella, y su maravilloso péndulo, buscaba a Santi a través de su BGP.

     Belatrix, mi cuñado y yo nos reunimos con ella para ver ese punto sobre el mapa, y Casandra que ha oído su grito desde el jardín no tarda en llegar y ponerlo todo perdido de agua, ella y Airam, por supuesto, que se ha implicado en el asunto de Santi como el que más.

    —Será cabrón. —Casandra habla por todos en cuanto lo ve todavía en Madrid—. Y nosotras creyendo que ya estaba en la isla.

     —Extraño es, la verdad —dice Ágata más tranquila—, porque ¿qué puede hacernos desde allí?

     —Ágata, cariño, prométeme que después de esto cogerás al menos un teléfono móvil —le pide Belatrix con dulzura.

     Tras su gesto de curiosidad, le explicamos a Ágata el poder que tiene una cosa llamada redes sociales, donde hay quien se mantiene oculto para desprestigiar a otros desde sus dispositivos. Sencillamente no entiende que haya gente tan cobarde como para hacer eso, pero claro, sabe lo llorón que es Santi y puede hacerse una idea.

     —Debiste electrocutarlo cuando tuviste la oportunidad —me dice ella muy seria. 

     No sé cómo tomarme su regaño. 

     —Entonces te hubiera negado el placer de hacerlo tú —contesto apelando a su humor.

     Y he tenido suerte, porque no solo ella se apunta a hacerlo, riendo, sino que las otras dos brujas de la sala han maldecido que quieren ser las primeras.

     


Contemplo una vez más a Jonay mientras duerme, sentada a su lado en la cama. Es guapo, eso es evidente puesto me lo ha mandado la diosa Circe. Pero no solo su cabello oscuro junto al bronceado de su piel dorada me convencieron de que era el hombre de mi vida Es todo él en conjunto, con la mierda de carácter que tuvo al inicio, con su sentido del humor que descubrí después y con esa valentía que ha tenido al final.  Después de todo, el miedo a enamorarse de alguien que se pudiera ir de su lado, vista su experiencia con Faina o la mía propia con Santi, no hace más que humanizarlo, y quizás eso sea lo que más me gusta de él.

     —Dime que estamos a solas y que nadie nos observa —dice sin abrir todavía los ojos. Me ha pillado tocando su pelo,   sus cejitas y su nariz.

     —Lo estamos. —Sonrío cuando al fin me mira. 

     Jonay me contesta con otra sonrisa, que por cierto, esa manera sexi que tiene de hacerlo también es culpable de mi enamoramiento.

     —¿Es de noche ya? —pregunta alarmado  mientras se incorpora en la cama.       

     —Sí, llevas horas durmiendo. 

     —¿De noche? —repite extrañado—, ¿y mis hijos?, venía con ellos cuando…

     Jonay quiere levantarse, pero yo se lo impido. Le coloco una almohada en la espalda.

     —Rayco los ha alejado de la casa, no te preocupes, están con la tata, en la suya.

     —¿Lo habéis considerado necesario?

     —No sabemos lo que pasará y es mejor estar prevenidos.

     —¿Siempre es así de…?

     —¿Terrorífico?

     —Emocionante —dice sonriendo, aunque no lo he sentido del todo "emocionado".

     —Nooo, para nada —me apresuro a decir —solo me dedico a amañar resultados de fútbol y a desquiciar a medio país con mis tormentas.

     Jonay sonríe, pero sigue sin hacerlo con ganas sinceras.

     —Y ahora es cuando me cuentas qué me ha pasado —insiste en saber, aunque sin perder la sonrisa del todo.

     —Bueno, no eras tan puro como creíste.

     —Dilo para que lo entienda, por favor.

     —Es pronto para que creas a ciegas en nosotras,  en la magia, así que no pudiste equilibrar mi nuevo poder.

     —¿Tan grande es? —pregunta intranquilo ante mi inesperado silencio. 

     —Habrá que esperar para saberlo.

     —Puedes empezar por lo que sabes. Tienes que contarme muchas cosas, ¿no te parece?.

     —Lo sé, pero no puedes digerirlas todas a la vez.

     —Me llevas de ventaja treinta años y una dinastía entera, yo lo veo un buen momento para empezar a conocerte.

      —¿Estás seguro de que no quieres que te racionalice la información? Son siglos de enseñanza.

     —¿Dolerá menos?

     —No —le digo sonriendo.

     —Entonces no te detengas —me pide al tomar mi mano. Consigue con eso que me tumbe a su lado para que el contacto sea íntimo.

     Empiezo mi historia por el principio, remontándome a cien años antes,  desde que nosotras tenemos conocimiento de la familia. En contra de lo que piense Ágata, los nuevos dispositivos de almacenamiento digital son realmente buenos para guardar información de calidad, porque de haber existido en la época de la abuela Lucrecia no nos hubiera llegado solo un libro viejo cuyas páginas pueden verse gastadas por el excesivo uso a punto de deshacerse en tus manos, sino que dispondríamos de algo más que las leyendas contadas de boca en boca.

     Obviamente no tardo cien años en contarle a Jonay todo, con un par de horas, en la que incluso cenamos algo que Belatrix nos ha subido, me ha bastado para ponerlo en antecedentes de las féminas Yriarte. Lo siento, los varones aún carecen de este gran privilegio, de hecho creo que pocos varones hubo nunca en la familia. 

     En todo momento Jonay ha estado callado, sin interrumpirme y pendiente de mis palabras, y ya sabe de nuestros poderes particulares y las vivencias más reseñables que hemos tenido con ellos. 

     —Total, que Rayco tenía razón. He de protegerme de Ágata,  no hacer enfadar a Belatrix y mantenerme a distancia de Casandra. 

     —Sí, algo así —le digo sonriendo al escuchar su fantástico resumen.

     —Será divertido para ellas entonces verme intentarlo contigo.

     —Ya se divierten desde la llamada que les hice para contarles que me viste las bragas el primer día —confieso muerta de risa.

     —¡Oye!, lo dices como si hubiera tenido la opción de mirar a otro lugar  —comenta con tono indignado, pero para nada creíble porque se está riendo.

     —Alto ahí, Jonás —le digo yo fingiendo un enfado que arranca su sonrisa—. No me acuses de haberte embrujado ya, esa noche todavía no había hecho mi lista de deseos contigo —me justifico riendo con él. 

     —¿Sabes qué?, podemos añadir algo más a esa lista de deseos, o mejor dicho, yo lo hago y tú los conjuras para que se hagan realidad.

     —¿Hablas en serio?

     —Sí, hasta que yo no tenga ese poder te toca hacerlo por mí.

      Jonay coge su teléfono móvil de la mesita, en su cabecera, y teclea sin darse cuenta de que estoy alucinada con él, se lo ha tomado genial. ¿Resulta que he perdido un tiempo precioso por no haber tenido antes el valor de hablarle claro?

     —No te rías mucho de mí, ¿vale? —dice cuando me muestra lo que ha escrito —. ¿No tienes que ponerte de pie o algo así?

     Definitivamente está disfrutándolo más que sus hijos el primer día que les dije que era bruja.

     Me levanto de la cama para que su función sea completa, y permanezco bajo su atenta mirada. En cuanto acabe con el problema del Guano ya no tendré excusas para no aprender a leer la frente de la gente. Aunque la de Jonay ahora mismo, en conjunto con sus ojos pícaros y su sonrisa perversa, poco secreto tiene ya para mí. 

     Quiere hacerme el amor.

     —A ver, repite conmigo, y no olvides ni una coma.

     Trato de no sonreír al ver lo feliz que está.

     —Hablas con una experta, Jonay, sabré hacerlo.

     —Y tú hablas con un aprendiz que no querrá darle explicaciones a tus hermanas porque no lo hayamos hecho bien y aparezca un mamut en la sala. 

     Esto tiene que ser obra de Medea, se está vengando de mí por algo, y ha tomado a Jonay como brazo ejecutor para que se ría de mí.

     —Está bien, te sigo.

     —Cierra los ojos.

     —Eso no será necesario, de verdad.

     —Has dicho que primero visualizas tus deseos para que no haya errores, ¿no?

     Pues sí que estaba atento a todo lo que dije.

     —Ya…, pero son los tuyos esta vez. —Y no veo que así vaya a librarme de cerrar los ojos, él espera de brazos cruzados a que lo haga. ¡Qué remedio!

      Jonay tose un par de veces para tomar la palabra.

     —Deseo que tu cuerpo me esclavice, a cambio de que el mío te libere.

     ¡Abro los ojos, impactada! ¡Coño con el novato en brujería! ¿Acaba de pedirme un orgasmo?

     —Dilo —me ordena muy serio— y, sin mirarme todavía, visualízalo.

     No me hace falta mucha imaginación, el deseo está dentro de mí, mis elementos se revuelven anticipando ese orgasmo, ¡y todo porque mis diosas están aplaudiendo las palabras de Jonay!

     Que yo tosa no tiene sentido, pero lo hago, y con los ojos cerrados además.

     —Deseo que tu cuerpo me esclavice, a cambio de que el mío te libere.

     ¡Arderé en el puto infierno!, ¡tengo que cerrar la piernas en cuanto lo he oido salir de mi boca!

     —Deseo una noche contigo, una que sea el inicio ardiente del resto de mis días —continúa diciendo como si yo no estuviera ya mojada.

     No, no, no, así no vale, este hombre estuvo anoche pensando en esta reconciliación conmigo, estudiando conjuros por Internet, no hay otra manera de verlo. Seguro que Airam le habló de cómo conquistó él a Casandra, o lo más probable,  que la misma Casandra le enseñara a hacerlo.

     —Dilo, Drizella.

     No sé qué es peor, que yo siga con los ojos cerrados mientras lo veo encima de mí dándome placer, la frase en sí que es un compromiso de vejez, la orden específica que no me puede poner más cachonda o que yo no piense demasiado en repetirla.

     —Deseo una noche contigo, que sea el inicio ardiente del resto de mis días.

     A Jonay se le escapa un suspiro seguido de una interjección bastante llamativa:

     —¡Joder! —susurra mientras trata de respirar entre jadeos. Creo que él mismo se ha excitado esta vez.

     —Detenlo, Jonay —le digo ya mirándole a los ojos.

     Él niega con la cabeza, no lo veo muy dispuesto a terminar con esto, no al menos hasta que hagamos real el puñetero deseo. Me noto acalorada, la ropa me sobra, y él no ha de estarlo menos cuando se quita la suya para quedarse totalmente desnudo delante de mí. 

     ¡Por más que lo quiera, lo ordene y hasta se arrodille para pedírmelo, llorando, no pienso cerrar los puñeteros ojos a partir de ahora!

     Jonay abandona la cama para ponerse a mi altura, toma mis mejillas entre sus manos y habla sobre mi frente después de besarla:

     —Deseo que nuestras ganas acaben entre gemidos y un Te Quiero de nuestras bocas.

     ¡Oh, diosas del inframundo!, ¡príncipes del averno!, ¡hacedme descender con vosotros cuando Jonay me haga suya!

     El muy canalla sabe lo que ha conseguido, sabe que lo repetiré para que se cumpla. 

     Y no se equivoca.

     Lo arrojo sobre la cama, donde cae de espaldas, riendo. Me quito la ropa lo más rápido que puedo y me subo a horcajadas en su estómago. Lo beso, lo devoro. Lo marco sin impedimento alguno desde el cuello hasta sus pezones. 

     Y de vuelta hacia arriba, a su hombro y a su oído, para poderle decir yo:

     —Será esta noche, Jonay. Deseo que nuestras ganas acaben entre gemidos y un Te Quiero de nuestras bocas. 

     Jonay sujeta con fuerza mi nuca para que nuestras lenguas se enreden, con la certeza de que esos gemidos entre nosotros no tardan en llegar.

     —Si consigues esto solo con hablar, no puedo esperar a que me tengas dentro.

     —Pues no esperes más.

     Jonay demora un segundo en ponerse el condón, su impaciencia no hace más que provocar la mía.

     Entonces es cuando retomamos nuestro beso con más calor, el que nos da las primeras caricias. Mis pechos, a cambio del suyo, mis caderas por su vientre.

     Jonay alcanza mi cintura para elevarme, para moverme a su antojo. Ya rozo su erección con mis fluidos cuando me pregunta, deteniéndome antes:

      -—¿Estoy hechizado?

      —¿Qué?

      —Esto que hago es porque quiero, lo deseo y estoy loco por ti, ¿verdad? No tiene nada que ver con tu poder.

     Pongo un dedo en sus labios para callarlo.

     —No vas a olvidarlo cuando termines si es lo que temes —le garantizo con una sonrisa.

     —Maldícelo, y que yo no tenga dudas —dice él riendo cuando ya eleva sus caderas al tiempo que hace que descienda sobre él. 

     Menudo demonio está hecho, cómo se nota de quién es hijo. Quiere arrancarme una promesa. 

     Pero no sabe con quién juega todavía.

     Me dejo caer en él hasta sentirme plenamente llena. Acomodo mi pelvis lo justo para moverme hacia delante y atrás y que la penetración nos satisfaga a ambos.

     —Maldigo que esto dure tan sólo unos minutos —digo con una nueva rotación de mis caderas que nos hace gemir. 

     Jonay gruñe al verse rebajado en su esfuerzo. Puede que vayan a ser unos minutos, pero hará que los disfrute uno a uno.  Me coge de nuevo por la cabeza para que lo bese.

     Continúo:

     —Y maldigo por ello que tengas que darme un segundo orgasmo mientras te recuperas.

    Ahora he tenido que tocar su fibra egocéntrica, porque su orgullo hace que giremos de postura en la cama mientras reímos en complicidad. 

     Sin salir de mí, Jonay da más vigor a sus empujes, más ritmo a nuestra unión. Hace que no pueda hablar porque trato de respirar y sonreír a la vez. No se detiene, quiere verme estremecer en sus brazos, y maldigo que esté a punto de lograrlo.

     Pero continúo:

     —Así que no creo que lo olvides nunca.

     Y para que le resulte más difícil deshacerse del recuerdo de nuestra primera vez, sello mis palabras con un Te Quiero que muere en su boca, junto al suy por mí.

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