12. Noche de hogueras.
—No sé si esto se parece a lo que pensabas cuando dijiste de estar a solas, pero creo que es mejor que seguir junto a tus hermanas y oír eso de que me despellejarán vivo, a pellizcos —dice Jonay, el que podrá formar parte de mi familia sin problemas porque es bueno con el drama. Casandra lo acogerá de aprendiz, ya verás.
Y es que yo no puedo contestarle.
Cuando me ha dejado en el suelo y he visto el lugar a nuestro alrededor, me he emocionado al instante, como haría una cría en Halloween con su primer gato negro de iniciación. Nosotras, en realidad, no sabemos lo que es tener uno a esa edad porque papá no quiso nunca que se estigmatizara a nuestra familia en el vecindario, ya teníamos bastante con que se hablara de Ágata y sus visiones catastróficas, de Belatrix y sus pócimas nocturnas cocinadas en el patio de la comunidad, que Casandra le dijese a todos que olian mal o que yo me partiera más de un hueso por tirarme de la ventana con la escoba, ¡y mi padre seguía diciendo que un gato nos identificaría como brujas! De ahí que considere ahora este anochecer el mejor de los regalos que he podido recibir en toda mi vida.
Nos hemos alejado lo suficiente para ser los únicos a los pies del risco más alto de la caleta, para poder disfrutar a solas los colores de la puesta de sol, que ya se aprecian en el horizonte.
Me estremezco y, en ausencia de la temperatura elevada por encima de los veintipocos grados, que diría Rayco, solo encuentro alivio en el calor de los brazos de Jonay.
—¡Joder, hasta en esto de los detalles bonitos ando oxidado! Está visto que he perdido el pulso de las relaciones —se lamenta al ver mis ojos cuando pasa sus dedos por mi mejilla.
No me oye todavía, pero bien que puedo sonreírle ahora. Mi gesto divertido lo relaja bastante, tanto que acaba sonriendo conmigo.
—¿Lo he hecho bien?, di algo, por favor.
Me acerco a su boca para poder besarlo, que no le quepa la menor duda. No sé cómo se comportó de romántico nunca con Faina, o si tuvo ocasión de hacerlo con otras mujeres antes que ella, pero que Jonay me regale hoy el anochecer del día más importante para mí, en mi ranking personal sí que lo hace el detallazo de mi vida. Atrás quedan los zapatos de diseño, las joyas exclusivas o las cenas en restaurantes de renombre que Santi consideraba acertados conmigo solo porque ponían a temblar su tarjeta de crédito, jamás me compró una prenda morada, me preparó una cena improvisada o quiso ver anochecer conmigo. Y ya comprobé que aun queriendo comprar mi amor, yo no fui suficiente para él.
—Es lo más bonito que he visto nunca —digo sin perder de vista el sol adentrarse en el mar.
—Me alegra que te haya gustado —contesta sonriendo—, pero yo no puedo decir lo mismo. —Y Jonay me hace girar para situarse a mi espalda, para que ambos no nos perdamos detalle del ocaso. Me besa el hombro mientras susurra a continuación en mi oído—: Te he conocido a ti, Drizella.
—Jonay, por favor… —quiero interrumpirlo, pero no me deja.
—Y ya no hay nada que pueda comparar contigo.
Acepto su nuevo beso en mi hombro, sonrío.
—Pues vas a tener que escribir eso esta noche y echarlo al fuego para que perdure en nuestra eternidad, lo sabes, ¿verdad? —digo sonriendo, ya queda poco para que el sol desaparezca y juntos regresemos a las hogueras.
—Lo hago si tú arrojas tu lista de ese alguien que no es Jonay —pide a cambio con un tono de vergüenza en su voz.
Su ruego me ha dejado alucinada, ¿es posible que piense en Santi? Hago girar mis pies para quedar frente a frente y acaricio el contorno de sus ojos, que él cierra de manera perezosa. Con la misma mano, a continuación, sigo el recorrido de su pecho para poder oír sus latidos. No es Faina quien lo ocupa con esa negación de hace días, ni siquiera soy yo en una nueva ilusión. Lo único que se adivina por sus latidos es el miedo a volver a enamorarse de alguien que no sea para él.
—Pues está visto que esta noche mantendremos ese fuego muy vivo —le digo sonriendo.
Dicen que el primer beso que te das con una persona es el más importante de todos, el que te desvelará qué puedes esperar de esa relación. Pues bien, para mí no, yo no estoy de acuerdo, creo que necesitas de todos ellos para saberlo. Pienso que con cada beso que te da alguien, te entrega a su vez una parte de sí misma, hasta que llega el último que hace encajar todas esas piezas para ti.
Eso es lo que siento ahora con el beso de Jonay.
Echando por tierra cualquier visión de mis hermanas, al fin se le ve preparado para entregarse por completo, para ser mío ahora que yo le doy esa confianza. Porque este hombre está siendo de todo menos retraído o miedoso cuando imprime ritmo a su lengua, cuando devora mis labios con pasión. Es de todo menos inocente a juzgar por cómo se deshace ahora de mi top para arrojarlo a la arena, no es que lo haya tenido que partir esta vez, yo he levantado los brazos para ayudarlo.
—¿Estás segura de que soy yo? —pregunta una última vez con esa respiración entrecortada.
—Jamás lo estuve tanto. —Y yo contesto entre jadeos.
—Espero que tengas tu energía al cien por cien, Drizella —dice con un gesto de prepotencia. Sonríe y eso es algo que me enciende más.
Su respiración sigue siendo irregular, demasiado excitante, ojalá y su batería no sea la que se agote primero.
—Son mis elementos, chaval, pregúntate tú si podrás seguir mi ritmo. —Yo también puedo mostrarme soberbia, y para demostrárselo agarro su camisa, con una sola mano, a la altura del cuello para besarlo antes de decirle—: Y precisamente el fuego es el que me domina, me da la fuerza y la impaciencia para llevar la iniciativa contigo.
—¿Ah, sí? —insiste con picardía.
Jonay se deja quitar la prenda sin oponerse, entre risas que me siguen excitando, y más si no tengo que hacer nada con sus pantalones porque él mismo es quien de un solo movimiento me deja ver su pequeño bañador —que no por eso veo que su erección oculta sea pequeña también—. Para no ser menos, yo he ido quitándome la falda, dejando al descubierto el resto de mi bikini morado.
Muchas risas, mucho coqueteo, pero Jonay no quiere dejarse conquistar por mí, por eso agarra mis caderas provocando el choque de nuestras pelvis, que desata nuestras verdaderas intenciones.
—Mis elementos, Jonay —alcanzo a decir entre gemidos por el nuevo beso que me da, por ese contacto que palpita en mi pubis—, no juegues con mi aire, por favor. No despiertes mi curiosidad o no habrá límites ya.
—Aire me falta a mí por estar pensando en límites y no cruzarlos todos contigo —dice riendo.
La pasión de nuestro beso se intensifica, los roces de nuestros cuerpos crecen entre manos y cuellos, pechos y manos, manos y sexos mutuos. Demasiado manoseo frente a muy poca cabeza, no alcanzo a pensar en nada que no sea:
—El agua, Jonay —digo absorbiendo sus exhalaciones mientras me dejo acariciar más profundo, con más humedad.
—Sí, el agua —repite él como un autómata porque vuelve a besarme. Sigue tocándome y acrecentando mi deseo. Y todo mientras emito gemidos que me harán llegar al infierno.
Mi elemento agua quiere que nos vinculemos, más que emocionalmente de manera física. Quiere que ceda de una vez a esto que siento por él.
—La tierra.
—Sí… tierra.
Jonay no se entera de nada, pero claro, no es que yo se lo esté explicando tampoco. Esa tierra no puede ayudarme porque he perdido mi poca estabilidad y ya no siento que tenga los pies en ella.
Literal.
—¡Jonay!
De nuevo me lleva en brazos, esta vez para entrar conmigo en el mar.
El contacto del agua fría con mi cuerpo, ya caliente, ha sido excitante hasta el punto de hacerme pegar más a él. Más roces, más besos. Mucho más calor.
—Es pronto para llegar a las hogueras, ¿no te parece? —dice a media voz, recorriendo mi cuello con su lengua cuando el agua del mar alcanza nuestras cinturas—. Nadie nos echará en falta.
—Aún podemos retrasarnos un poco, sí —le propongo yo dejándome alcanzar el lóbulo de la oreja por sus dientes. Y no sé cómo he sido capaz de hablar a través de mis gemidos.
Pero los gritos de la orilla nos hacen posponer los planes.
—Drizella, corre, necesitamos tu ayuda.
Belatrix, en compañia de mi cuñado, me llama desesperadamente batiendo los brazos en alto para llamar así más mi atención. Distingo mi nombre bien alto seguido de una orden.
—¡Tienes que venir!
—No puede ser cierto —me quejo apoyando la frente en el hombro de Jonay. Pero lo es, los gritos se siguen oyendo.
—Me tomarás por loco, pero es imposible que hayan dado con nosotros aquí. Pocos saben de esta cala.
—Te dije que eso de quedar a solas con ellas cerca no es posible.
—¿Hace cuánto dices que cumpliste la mayoría de edad?
—No seas payaso —le digo golpeando su hombro mientras ambos sonreímos.
Jonay, sin vergüenza alguna, que para eso sí que somos mayores de edad, ignora a Belatrix y continúa lo que hacíamos antes de la interrupción, vuelve a besarme y a poner en ebullición el agua que nos cubre.
—¡Drizella, no podemos sin ti!, ¡es urgente!
—Mierda —Se me escapa la nueva queja al oír eso.
—No será nada, ya verás. —Jonay se resiste a dejarme ir, emplea para ello más besos, más caricias.
Yo, haciendo un esfuerzo sobrehumano guiado por mis diosas, sí logro separarme de su cuerpo. Y es que Hécate está alerta por el peligro que he descubierto en ese último grito, Circe llora porque no me veo complacida por Jonay y Medea me hace maldecir por lo que sea que esté ocurriendo para que vengan a joderme este maravilloso intercambio.
—Quizás haya ocurrido algo con tu padre o los niños —trato de convencerle porque Belatrix de verdad ha logrado asustarme —, deberíamos ir.
Tiro de su mano para que podamos salir del agua, pero Jonay no se mueve.
—Tienes razón, pero adelántate tú, ¿si?, necesito un minuto —me pide, también con cara de preocupación mientras baja la mirada a su entrepierna.
—Oh, lo siento —le digo aguantando una sonrisa tras mi mano.
—No lo sientas, porque cuando todo esté solucionado tú y yo regresamos a este punto, el que no creo que te cueste de nuevo provocar. —Y otra vez se mira la erección que ni el agua puede esconder.
—Dalo por hecho, campeón —le digo antes de darle un beso fugaz que me haga desaparecer de su vista.
Corro hacia la orilla para recoger mi ropa e irme con Belatrix.
—¿Jonay no viene, cuñadita?, será que no controla el palo de su escoba todavía contigo, ¿no? —pregunta el capullo de mi cuñado mientras nos alejamos de él, que está ya saliendo del agua. Y precisamente porque no puede oírnos, me exalto con mi familia
—Dime tú sí cocinas en el caldero de Belatrix últimamente, cuñado, porque la veo con cara de dieta revenida.
—¡Drizella! —chilla Belatrix, avergonzada.
—No, de Drizella nada —le digo de repente enfadada, ¡pues no que han interrumpido nuestro momento íntimo cuando más convencidos estábamos de ello!—, y como la urgencia para la que me necesitas no esté a la altura de la quema de tu tatarabuela en Zugarramurdi*, vas a ver de lo que soy capaz de hacer esta vez con el bendito cielo. ¡Lo parto en dos!
Mi amenaza no le supone mayor problema, quiere llevar la razón.
—Es por Airam, ¿te parece lo suficientemente grave o quieres regresar a terminar tu intercambio?
—Maldigo tu bola, Bel —le digo avergonzada ahora con ella—, y cuidado, porque cualquier día de estos te la puedes encontrar rota.
—Haré que no te oído, tenemos una emergencia.
¡Joder, ya lo dije yo!, ese hombre sabe lo que somos.
Y salgo corriendo, seguida de ellos.
El regreso hacia Famara es inmediato, veo que las primeras fogatas ya están siendo alimentadas y la gente se reúne en torno a ellas para sus pequeñas fiestas. Pero es una congregación en concreto, en el puesto de Airam, la que llama mi atención.
Llego a ellos, y tras de mí lo hacen Belatrix y mi cuñado. Lo que veo de ese hombre me descoloca, no tiene que ver con lo que creí siempre de él, no lo veo capaz de delatarnos. ¿Parece borracho?
Naira y Nayzet ríen divertidos, junto a otros chiquillos, en primera fila. Aplauden. Rayco de pie, como puede, se mantiene sujeto con la ayuda de Ágata, y le pide encarecidamente a Airam que deje de dar el espectáculo, que puede matarse, ya que ese hombre está subido a una roca mientras quiere mantener el equilibrio y desnudarse, y todo al ritmo de una música sensual que solo él puede oír en su cabeza.
Busco entre la gente a Casandra, esto es obra suya. La escena es tan parecida a la que protagonizó Santi hace seis meses sobre la barra del bar, en aquella fiesta de navidad de su empresa cuando descubrí que me engañaba con su compañera, que no dudo de que mi hermana esté implicada en ese arrebato de locura de Airam ahora. Y ha de estar muy enfadada, porque el hombre ya no tiene camisa que cubra su torso desnudo.
—Todos verán que el Guano tiene el cerebro colgando —dijo ella riendo cuando ya se remangaba su chaqueta y se disponía a mirar a Santi para "idiotizarlo".
Es necesario ese contacto visual con su víctima, por eso sé que no anda lejos de Airam o no podría manejarlo como a un títere para dejarnos ver su "cerebro", ahí colgando.
—Te llamé para que me llevaras a casa, no para que montases numeritos de baile erótico —le dije yo tratando de hacerle cambiar de opinión—. ¡Maldice que no le has puesto nada raro ahí abajo, Cas!
—Juzga por ti misma, tú mejor que nadie sabes qué porquería esconde el mierda ese en sus calzoncillos.
Aquella vez no pude hacer nada, no estaban Ágata y Belatrix para que me echaran una mano y así contrarrestar su poder, por eso Santi subió a la barra y protagonizó su propio espectáculo por el que sus jefes lo obligaron a asistir a terapia anti alcohol y estupefacientes si quería conservar el trabajo, es hoy y no creo que haya recuperado la confianza que ellos le tenían.
No veo todavía a mi hermana, pero puedo sentir su energía activa entre las de la multitud que cada vez está más asombrada con la actitud de Airam.
—Y a eso mismo nos referíamos. —Mi cuñado señala con el dedo al improvisado bailarín que ahora se convierte en gallina con un cómico cacareo—. No sé qué le habrá hecho el pobre hombre a Casandra para semejante burla.
—Yo la mato —les digo cuando Ágata se nos une.
—Bastará con que conjuremos lo contrario, cariño, que ya tardabas en llegar.
Su comentario me sonroja de nuevo, está claro que ella no posee el don de Belatrix y no puede oler mis hormonas, como Casandra, pero sí que ve mi bikini húmedo bajo la ropa, ella y Rayco, quien se ríe a carcajadas.
—Mujer, no se lo reproches. —Pero sus palabras no son del todo una defensa a mi favor por lo que dice a continuación—: Que hacer arder la nieve requiere mucho esfuerzo también —dice él riendo.
Ágata no entiende su broma, mejor, también podré matar a Rayco luego, a solas, que parece que mi hermana mayor le ha cogido cariño y no se separa de él.
—¿Alguien la ve por algún lugar? —pregunta Belatrix.
Nadie. La muy bruja estará escondida para que esta vez el show se dé completo sin nuestra intervención.
—Buenas noches, ¿qué le pasa a Airam?
Mierda, el que faltaba. Creí que podría llevar a cabo el contrahechizo de Casandra sin que Jonay llegara a enterarse. Lo miro sonriendo mientras recuerdo nuestra despedida y él me guiña el ojo como respuesta.
—Papá, Airam está raro.
¡Madre de la creadora diosa Hécate! Si Nayzet que es un niño se ha dado cuenta, ¿qué no estará pensando de Airam toda su comunidad al verlo ahí bailando, meneando el culo y?… tapo los ojos del niño, mientras Belatrix lo hace con Naira, cuando Airam también quiere quitarse los pantalones.
Me arrepiento de lo dicho, no solo mataré a Casandra sino que se la entregaré en ofrenda a esa comunidad.
—¡Allí está! —grita mi cuñado corriendo hacia Casandra, la que se oculta tras unas maderas aún por prender.
—¿Quién?
Jonay es el único que no entiende que vayamos todas tras él, buscando vete tú a saber a quién.
Miro a Rayco y con una mirada se lo digo todo, en mi cabeza suena a algo parecido a: "distrae a Jonay, por favor, no puede verme conjurando contra Airam, no todavía". Creo que él me contesta, porque ha movido las cejas de manera extraña sin su habitual sentido del humor, lo que yo interpreto cómo: "esta será la última vez, Drizella, recuerda que es mi hijo y que se lo tienes que contar pronto".
—¿Qué haces ahí todavía Jonay? —pregunta Rayco actuando.
—¿Qué quieres decir?
—Qué vayas a detener a Airam de una buena vez antes de que se caiga de esas rocas, o peor aún, que cualquier desalmado pueda decir que está borracho.
—Él no bebe nunca.
—Te sorprendería saber la de cosas extrañas que pueden ocurrir hoy.
—¿Qué?
—¡Que bajes a ese hombre de ahí, ya!
En cuanto veo a Jonay ir con su amigo beso a Rayco y salgo corriendo, para así ir a reunirme con mis hermanas.
Al menos el gentío, con sus risas y conversaciones, la música a todo volumen y el crepitar de las candelas nos harán pasar desapercibidas.
Mi cuñado consigue sorprender a Casandra y taparle los ojos con sus manos, situado a su espalda. Ágata, Belatrix y yo nos damos las nuestras, dejándolos encerrados a ambos en el pequeño triángulo que formamos.
—Nuestro espacio absorbe tu poder. Tu grandeza quedará atrapada sin daño que puedas hacer. Cierra los ojos del mal, y la vergüenza y el llanto, de tu lado verás marchar.
Casandra cae de rodillas a la arena, sale de su trance. Nosotras olvidamos el rato tan malo que nos ha hecho pasar y hacemos lo mismo para su consuelo. Nadie presta atención a lo que haya pasado con Airam, nuestra hermana es nuestra única prioridad.
Sé que mi abrazo, el que ha sido el primero, la reconforta.
—¿En qué pensabas, Cas? —pregunta Ágata desde su papel maternal.
—Es un cura —dice, y si no fuera por lo fuerte que es, ya estaría llorando.
Me extraña que haya podido decirlo tan abiertamente, pero claro, yo soy la menos indicada para juzgarla. Yo misma he conseguido darle la mano sin afecarme el hecho de que sea… pues eso, lo que ha dicho Casandra.
—No tienes nada que temer, cariño, estamos las cuatro. —Quiero evitar su pena, la que sigue ahí en ella, pero no lo consigo porque repite más alto y claro:
—Es un cura, Driz.
—Ya lo sabemos, orco, pero también es parte de la familia de Jonay y no podemos hacerle lo que has hecho. —Belatrix habla por mí.
—No, no lo entendéis. ¡Es un cura de esa jodida comunidad que nos persigue! —insiste ella cada vez menos apenada, y sí más cabreada.
Casandra se ha levantado de la arena y mientras se sacude las rodillas vuelve a decir:
—Es. Un. Puñetero. Cura. ¿No lo veis, joder?
Nosotras tres nos miramos en un intento por descifrar esas cuatro palabras, y mira tú por donde, el que menos habilidad tiene para la cartomancia, la interpretación de BGP, la astucia de la quiromancia, la iridología, metoposcopia o catoptromancia*, es quien parece adivinar lo que ha querido decir Casandra.
—¡Lo ha identificado como su próxima pareja!
—Gracias, cuñado —ironiza ella—, oírselo decir a otra persona no lo hace menos humillante ni me quita las ganas de tirarme al mar con los pies atados, piedras en los bolsillos y cadenas en el cuello.
El resto obviamos su dramatismo y miramos en dirección de Airam, quien se deja cubrir por una toalla que Jonay le ofrece, cuando ya ha bajado de la roca sobre la que bailaba. Parece aturdido, tardará en comprender lo que ha hecho porque no es algo que vaya a olvidar.
Yo además invoco a Hécate encarecidamente para que proteja mi relación con Jonay, creo que Casandra está muy dispuesta a hacer sufrir a Airam y estoy convencida de que eso repercutirá en nosotros.
*Brujas de Zugarramurdi es el nombre con el que se conoce el caso más famoso de la historia de la brujería vasca y posiblemente de la brujería en España. El foco de brujería se encontró en la localidad del Pirineo navarro de Zugarramurdi y el proceso fue llevado por el tribunal de la Inquisición española de Logroño.
*La catoptromancia o enoptromancia es la adivinación por medio del espejo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro