11. Un empujoncito.
Los nervios se me han metido en el estómago, no son culebras ni sapos, son las ganas de hacer que el piloto del avión que trae a mis hermanas se haga un lío con las coordenadas del vuelo y aterrice en otra isla.
Pero lo veo improbable ya cuando la puerta de llegadas se abre.
Rayco me agarra la mano para hacerme ver a su lado.
—Gracias.
Lo estaba necesitando desde que Jonay ha despertado a mi lado y me ha dado los buenos días con su beso, como consecuencia no he podido tragar bocado del desayuno y lo dejé ir al trabajo sin contarle nada, haciendo más enorme mi cobardía.
—Son tres brujas, Drizella, yo también estaría asustado.
—¿Cómo que tres?
Y no tiene que decirme más, Ágata es la primera a la que veo.
El tiempo parece detenerse y transcurre más lento para que yo pueda apreciar la salida de mis hermanas en orden de nacimiento, todas con ese porte elegante, todas avanzando con seguridad. Como si salieran del mismísimo infierno dispuestas a comerse el mundo y pisar algún que otro cráneo con esos zapatos de tacón.
Mis ojos solo distinguen sus colores, sus auras, porque rompo a llorar cuando me doy cuenta de que las he echado de menos. Diviso el rojo de Ágata en su vestido largo, el gris claro, casi blanco, del conjunto de pantalón y blazer sin mangas de Belatrix y el negro para el mono minishort de Casandra.
—¡Wow! —exclama un Rayco alucinado.
Me obliga a darle un golpe en el hombro, del que ni se queja.
—¿Estás mirando a mis hermanas con tu mente calenturienta?
—No, admiro a tres mujeres morenas, a cada cual más impresionante.
—Dos. —Y otro golpe que le doy en el hombro—. Belatrix está vetada para ti.
Su sonrisa no se malinterpreta cuando vemos aparecer a mi cuñado, le sigue gustando que la proporción sea todavía dos a uno.
—Para de mirarlas así o me las llevo a dormir a un hotel. Y no pienses que se me olvidará que sabías que Ágata venía con ellas.
Dejo las explicaciones para más tarde, mis hermanas llegan a mi altura, donde sueltan sus pequeños bolsos de viaje en el suelo para abrazarme las tres a la vez.
Casandra en esta ocasión no se queda la última y es quien le quita el puesto a Ágata para abrazarme ella primero.
Y es para decirme:
—Puedo entender los tres mil euros de sueldo, puedo entender los kilómetros que necesitabas poner de por medio, pero jamás te perdonaré que te fueras de mi lado y sigas así de pálida, ¿no vas a la playa?
Sonrío con ella, siempre decimos que Ágata es la más maternal, pero lo cierto es que Casandra no puede vivir sin sus hermanas polluelos.
—Eso díselo a mi jefe, que es un tirano —le digo con un gesto del pulgar, señalando a Rayco.
Casandra se vuelve a verlo en su silla de ruedas, lo hace con descaro y sin disimular su mirada golosa, cosa que parece divertirlo a él ya que le devuelve la mirada con una sonrisa.
—Coño, resulta que eres real. Lástima que seas tan mayor, porque estás como quieres.
No puede ser cierto, cierro los ojos avergonzada. Casandra ejerciendo de Casandra.
Rayco se sonroja porque el comentario de mi hermana "envejece" más que halaga, aunque no por ello deja de ofrecele la mano con un gesto educado.
—Rayco, me llamo Rayco, señorita… —Y se queda callado al no poder identificarla entre todas ellas.
—Tú puedes llamarme como quieras, orco.
Y allá que va mi hermana y se agacha para besar sus mejillas haciéndole olvidar la de años que le puso hace un segundo.
Belatrix, muerta de vergüenza ajena, aparta a nuestra hermana antes de que en un arrebato se quiera sentar en sus rodillas.
—Yo soy Belatrix, señor Oramas, mucho gusto —le dice aceptando la mano que Casandra rechazó.
Ágata, que permanece de pie a mi lado mientras me abraza por la cintura, es la última en presentarse esta vez.
—Encantada, yo soy Ágata, y gracias por todo lo que hace por Drizella. —Ella extiende su mano para que Rayco la tome, cosa que ahora parece costarle trabajo porque no deja de mirarla, embobado.
Increíble lo de este hombre, Ágata no ha necesitado conjuros ni nada para embelesarlo.
—El placer es mío, señorita Ágata.
Y es cuando mis hermanas recuerdan que han venido para verme y vuelven su atención hacia mí para volver a besarme, abrazarme y hasta pellizcar mi cara, como hace Casandra, —para que al menos mis mejillas tengan color, seguro.
Y toda esta demostración de afecto se da mientras recitan nuestro saludo fraternal.
—Unidas como hermanas, somos invencibles, nuestro poder, siempre indivisible.
Tras el coro de sus risas, más besos y achuchones, cada una recoge su bolso y caminan hacia la salida escoltadas por el impresionante cuerpo de mi cuñado, el que me ha besado y revuelto mi pelo como si tuviera la edad de Naira.
Rayco quiere ir con ellos sin permitirme que le ayude con la silla de ruedas, cosa que le impido al interceptar su camino.
—Prométeme que te mantendrás alejado de ellas.
—Venga ya, Drizella, son mujeres adultas, y brujas, ¿no crees que el que necesita protección soy yo?
—Esta noche en las Hogueras las necesito y tienen que estar concentradas, no pensando en ti.
A las doce en punto es nuestro momento, tienen que estar alertas para que conjuremos un nuevo año. Confío en ellas y para eso no pueden estar pensado en hombres sexis, uno capaz de darles un paseito en sus rodillas, digo, en su silla.
—¿Por quién me has tomado, niña? Yo soy el que no tengo edad para estar pensando en mujeres —dice Rayco riendo y dejándome con la palabra en la boca.
Tengo la impresión de que el día será muy, pero que muy largo. Hécate ya me da su protección para que me lo tome con calma.
Abro la puerta y alucino. No puedo creerlo, dijeron que subían a mi dormitorio para comenzar a vestirnos para la fiesta, que nuestro reencuentro se merecía una sección de peluquería y maquillaje fraternal, no se me ocurrió que fueran a realizar uno de sus aquelarres a mi costa, ¿eso que veo en la mano de Casandra son unas de mis bragas moradas?
—¡Guarda eso, Cas, inconsciente!
Y no me refiero a la ropa interior, que por suerte nadie más que nosotras veremos.
Ella, que está sentada en mi cama con las piernas cruzadas, se ha espantado al oír mi grito, eso sí, le ha dado tiempo de cerrar el libro de la abuela creyendo que no lo he visto
—Mierda, Driz, tú quieres heredar mi lugar en la familia, ¿no?. Has estado a punto de mandarme al averno.
—¿Has viajado con él? —pregunto sin hacerle caso a su teatral infarto.
Y no sé ni para qué lo pregunto cuando todavía se ve debajo del pañuelo de Ágata, ese que ella utiliza para echar las cartas.
—Jonay puede entrar y verlos. —Y señalo ambos objetos, asustada.
—Tranquila, orco —me pide Ágata—, si él aparece por aquí ahora mismo, en lo que menos estaría pensando sería en hablar de brujería contigo. Es tu dormitorio privado.
—En esto sí que pensaría —dice Casandra levantando mis bragas enganchadas en su dedo índice. Se las quito de un manotazo.
—Drizella no necesita que la pongamos más nerviosa.
—Gracias, Bel, al menos te tengo a ti —le digo a mi hermana cuando habla. ¡Coño!, ¿ella también? He visto cómo escondía la bola de cristal detrás de su espalda.
Me ausento cinco minutos del dormitorio —diez si tenemos en cuenta que Jonay me estuvo besando a escondidas en la cocina, puesto que no ha podido hacerlo bien desde que entró en la casa y conoció a mis hermanas—, y ellas, que dicen quererme tanto, me hacen víctima de sus propios conjuros.
Precisamente había bajado a la cocina para calentar agua y así tomarme un remedio de Belatrix que calmase mis nervios. ¿Y por qué en concreto lo he hecho?, pues por el bochorno que aquí mis hermanas nos han hecho pasar durante el almuerzo familiar a Jonay y a mí, del que todavía no me restituyo.
A las preguntas incómodas, inesperadas y maternales de Ágata respecto a las intenciones que él tiene conmigo, y que yo no evité que hiciera porque no pude meterme bajo la mesa para pellizcar sus piernas, le siguió la encuesta que le realizó Belatrix para calibrar el alcance de su deseo y ganas de mí.
Llegados a este punto, y al ver la cara de asombro de Jonay por el descaro de mis hermanas mayores, no me hubiera importado levantarme de la mesa y meter la cabeza en las brasas de la barbacoa, la que el mismo Rayco insistió en hacer como bienvenida a mi familia, y lo digo tal cual hizo él: porque las tres mujeres más hermosas de la isla deben alimentarse bien.
Pues eso, así ha sido cómo Jonay en menos de dos horas tuvo un interrogatorio exhaustivo y una encuesta fiable de lo que se espera de él en nuestra familia, pero nada de eso es comparable, y eso fue lo que me hizo temblar, al pequeño e infernal listado que le dejó en claro Casandra con sus exigencias sobre mí.
—Si descubro que la engañas, no volverás a dormir porque me verás en tus pesadillas cada noche y en tu realidad cada amanecer, para torturarte. Y llorarás sangre si es mi hermana la que derrama una sola lágrima por ti.
Con esto último Jonay se atragantó mientras bebía, lo que despertó además las risas de mi cuñado. Y como él pertenece a la familia desde hace más de la mitad de mi vida, dejó también su impresión para proteger a su pequeña Drizella.
—Alégrate, Jonay, hoy Casandra no está inspirada, mi lista tiene seis puntos —le dijo palmeando su espalda, que no sé todavía si lo hizo para que se recuperara del inconveniente del vino o por amenazarlo también—. Bienvenido a la familia.
Pero aun con el mal rato que le hicieron pasar mis hermanas tengo que admitir que Jonay no perdió la sonrisa, no dejó de acariciar mi mano, a su lado, y buscó en todo momento mi mirada cómplice, y todo para que "las cuñadas" no viesen que estaba cagado de miedo.
¡Joder!, imagina lo que puede ser cuando nos vea en acción como brujas.
—¿No habéis tenido bastante con lo que me habéis hecho en el almuerzo? —les recrimino pensando en él ahora.
—Solo te allanábamos el terreno.
—Y has preferido dejármelo minado también, ¿no? —le pregunto molesta a Casandra.
Ella es la que menos puede opinar, fue la más evidente de las tres, su conjuro se hizo efectivo, no me cabe duda, en cuanto yo llore por Jonay, él lo hará por mí.
—Cariño. —Belatrix viene en mi busca, me abraza muy fuerte, sé que pretende transmitirme esa energía blanca y bonita que tiene—. Necesitas un empujoncito con Jonay, eso es todo, orco.
Me hace sonreír.
—Le gusto, Bel, no será necesario, su cuerpo ya reacciona conmigo —confieso como si fuera ella misma, sonrojándome al pensar en su respuesta animal a mis caricias.
—Y eso es lo preocupante, porque hemos podido ver el temor que lo retiene para continuar con su instinto.
Automáticamente miro su bola sobre la cama, ya no me extrañaría que las cartas de Ágata anden cerca para que la visión les haya resultado completa.
—Es más bien incredulidad. La magia no entra en su convicciones —digo para convencerlas, aunque ni yo misma creo estar convencida ya porque las tres mueven su cabeza, negando algo que les resulta tan claro.
—Es más sencillo que todo eso. ¿No has oído nada al estar con él? —pregunta Ágata con curiosidad cuando se acerca a nosotras para tomar mis manos. Total lo habrá visto ya en sus cartas, ¿qué importa lo que le diga?
—Porque no lo oculta demasiado bien —sigue diciendo Belatrix.
Casandra que se ha levantado para unirse al apoyo de nuestras hermanas tiene una cara de amargada, triste y seria que poco se identifica con ella.
—Tiene miedo, Driz.
—Eso ya lo sé, ¡somos brujas, joder!, es normal que se niegue a creer en nosotras.
—Lo que se niega es la oportunidad con cualquier otra mujer que no sea Faina —me dice Casandra casi a punto de llorar.
Miro a mis hermanas, siempre confié en ellas y en sus poderes, y no hablo solo de la magia, sino más bien de los lazos familiares, en el caso de Ágata concreto hasta son maternales. Pero hoy veo a tres desconocidas frente a mí capaces de hacerme dudar de Jonay.
—No —les digo alejándome de ellas—. Le gusto, y mucho. Él quiere comenzar algo conmigo, con la mujer que soy, solo tengo que decirle que nuestra energía… un momento, brujas… ¿qué es eso de que yo necesito un empujoncito?, ¿qué habéis estado haciendo con nosotros?
Jonay y yo nos hemos besado, abajo en la cocina, y con muchas ganas además, apetito que solo pudimos frenar porque él descolgó la llamada de un muy insistente Airam, ¡bendigo a ese hombre!
Y así es cómo caigo de repente en una posibilidad un poco descabellada, ¿qué coño posible?, ¡conociéndolas estoy segura! Quieren acelerar nuestra unión para que Jonay no tenga excusas en su rechazo.
No puede ser cierto que estén pensando en conjurar esa fecha, ¿no van a dejarnos decidirla? ¿Por eso es que han venido las tres, necesitan ese poder conjunto contra nuestros temores?
—Ambos estáis dando muchas vueltas sin avanzar —dice Ágata como portavoz familiar.
—Que os quede clara una cosa, Jonay no es Santi, y voy a demostraros que él quiere estar conmigo, no tenéis que obligarlo a nada. Y cuando pase esa fecha y el respeto, el cariño y la confianza entre nosotros siga creciendo, os haré ver también que no todo se reduce a las visiones de vuestros cacharros.
—No sabes qué fecha es —dice una esperanzada Belatrix con su bola de cristal de nuevo en las manos.
—Ni la quiero saber. Ahora por favor, salid de mi habitación, tengo una cita con Jonay en Famara y no pienso llegar tarde.
Una a una abandonan la habitación, cabizbajas, en silencio, lo que me permite decirles algo personal a cada una.
—Estaré bien, Ágata, no me hará daño.
Mi hermana me abraza sin más palabras, como haría mi madre de estar aquí, lo sé.
—No me he equivocado, Bel, en algún momento seré yo quien ocupe su corazón y este lata por mí, ya lo verás.
De nuevo obtengo un abrazo silencioso.
—Y tú, cochina. —Mi hermana Casandra sonríe sin dejarse herir por mí, no me falta su achuchón—. El día que me empotre y me haga ver el infierno te daré todo lujo de detalles, ¿te lo maldigo ahora?
—No, gracias, puedo hacerme una idea por cómo hueles.
—Gilipollas —le digo golpeando su culo cuando ella se marcha corriendo, muerta de risa.
Necesito toda la ayuda que Medea pueda darme, no quiero tener que enfadarme con mis hermanas.
Las chicas se han tomado muy en serio que las echara de mi habitación y que les prohibiera interceder en mi favor con Jonay, es ahora, dos horas después, cuando ya estamos en la playa, y todavía no se acercan demasiado a mí, por lo que les pueda recriminar, supongo.
Y eso consigue preocuparme. Una cosa es decirles a ellas que controlo la situación y otra muy distinta conseguirlo de verdad.
Porque seamos sinceros —magia fallida o no en cuanto a la enfermedad de Faina—, Jonay no tolera que su corazón quiera latir por alguien más que no sea ella y hará cualquier cosa por impedirlo. Algo muy similar me ha ocurrido a mí hasta hace un par de días, sí, es injusta la comparación puesto que Santi es un bichejo asqueroso y rastrero, pero me vale así para hablar de mi situación con Jonay: aún no hay nada escrito sobre nosotros en el telar del destino, y lo peor es que no sé si alguna vez lo habrá.
—Comienza a inquietarme tanto silencio por tu parte, has llegado y te has sentado aquí apartada de todos —me dice Jonay echando las manos a mi cintura y acomodándose a mi espalda.
Ha necesitado abrir las piernas para sentarse detrás de mí, en la arena, mientras el horizonte se tiñe de naranja demorando una vez más el anochecer de los primeros días de verano. Yo me dejo caer sobre él, mi sien lo hace en su mejilla.
—¿Y los niños?
—Andan pendientes de la función improvisada de circo, en la orilla.
—¿Y Rayco?
—Está con Ágata allí, mira, parece que han congeniado. No creo que a él le haga un examen de "intencionalidad contigo", pensará quedárselo para ella.
Sonrío sin que me vea. Jonay me ha señalado un punto a nuestra izquierda, carezco de BGP exacto, pero los distingo hablando en el kiosko de batidos de Airam, lástima que eso sea hasta que mi hermana lo conozca, si yo no puedo hablar, ella lo hará mucho menos ante ese hombre.
—¿Y mis otras hermanas?
—A ver, Drizella —me dice molesto buscando mi ojos, para ello ha torcido mi rostro hacia el suyo con un leve contacto de sus dedos—, ¿te ocurre algo?, ¿sigues enferma?
—¿Qué?, noooo, quiero besarte y es para asegurarme de que no se repetirá lo de esta tarde. Mis hermanas pueden llegar a ser muy perseverantes con sus locuras.
—Y es por eso mismo, ahora que están todos ocupados, que…
Jonay se levanta de la arena y me ayuda a hacer igual. Me ha abrazado para poder decirme al oido:
—…tú y yo nos vamos.
—Pero ¿a dónde si acabamos de llegar?
Vale, no es algo que me importe, porque de todas formas me dejo guiar cogida de su mano. Pero antes le pido, por favor, que aminore el ritmo, la arena me impide caminar con agilidad.
Y es cuando él se agacha para poder cogerme en brazos, menos mal que esta vez la falda negra es más ajustada y no permite que se vea demasiado. Si desde que llegué ya soy la rarita que viste de morado, lo que menos quiero es que se especule en la isla con el mismo color de mis bragas.
—¡Jonay, joder! —A mi grito de susto le siguen sus risas y un comentario que, lejos de congelarme como hizo aquel día, me derrite.
—Llevo días pensando cómo podría repetirlo, días que tampoco dejo de pensar en ti.
La destreza con la que este hombre se desenvuelve en terrenos abruptos me tiene sorprendida, que pueda decir encima cosas tan demoledoras sin que el aliento le falte no hace más que despertar mi lado sexi y juguetón. Circe estará orgullosa de mí, Jonay me desea y el conjuro de mis hermanas no ha tenido nada que ver.
—Espero que no te refieras a comportarte como un estúpido, otra vez, conmigo —le digo sonriendo, mientras apreso mi labio inferior entre los dientes.
—Me refiero a tenerte en mis brazos, listilla, y a arrancarte esa camiseta de un solo tirón.
—Ah, vale…, pues siendo así, no te cortes, es un regalo de mi jefe que no me gusta demasiado.
—Ya —dice sonriendo aunque crea que no lo veo, sigue pendiente del camino para evitar nuestra caída—. Un regalo con el que duermes cada noche porque perfumas con su loción, ¿no?
—¿Cómo?, ¡creí que era pis de ogro!
El gruñido que emite me hace reír, me cobijo en su hombro cuando echo mis brazos por su cuello, para aspirar el aroma que desprende, del que él no es del todo consciente. Cítricos y mar que me vuelven loca.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro