10. Cuerpo sano.
Me levanto temprano para ser domingo. Quiero comprobar algunas cosas, mejor dicho, quiero investigar algunas cosas.
Anoche la conversación con Jonay derivó de nuevo en su reticencia a creer en nada que tuviera que ver con la magia, aunque esta vez habló un poco más al respecto, y así fue cómo deduje que la enfermedad de Faina está directamente relacionada.
—La medicina poco pudo hacer por Faina —dijo cuando le pregunté.
—Insistió demasiado en buscar alternativas —siguió diciendo.
—Nunca estuve de acuerdo con ella —volvió a decir recordando algo que le entristeció.
—Pero no me negué, no podía hacerlo, fue su decisión. —Y ahí se acabó el tema de la enfermedad de Faina entre nosotros, no quise indagar más y hacerle sentir mal
Que luego me besara no hizo más que hacerme olvidar todo que no tuviera que ver conmigo y con él.
—Es muy temprano para estar trabajando —me dice Rayco al verme abrir y cerrar cajones de su despacho.
He decidido empezar por aquí, porque en el salón podía ser sorprendida, y mira tú por donde al final me han descubierto aquí.
—Quería adelantar trabajo, mañana vienen las chicas y tendré que faltar en la Distribuidora.
—¿Todavía no descubres nada?
Él entra al despacho con su silla de ruedas y de inmediato dejo de hurgar en los cajones.
—No, todo parece en orden.
No le he mentido si hablamos del ladrón de plátanos, de ese sí que no tengo ni idea de quién, es y ahora que pienso a todas horas en Jonay, no creo que dé con él tan fácilmente. Si por el contrario hablamos de Faina, tampoco le miento, no sé qué fue de esa mujer para que Jonay lo mantenga tan en secreto conmigo.
—¿Qué tal la cena con Jonay? —pregunta cambiando de tema, y acompaña su interrogatorio con el movimiento de sus cejas, riendo además.
Rayco está de un guasón, últimamente, insoportable. No sé qué medicinas toma ahora que no solo le vuelven payaso sino que le permiten quedarse despierto de noche con los niños mientras que su padre y yo salimos a cenar. Sí, Jonay estuvo más espabilado que yo para evadir las miradas y risas de Rayco en el comedor y me invitó a un restaurante del pueblo, y atestiguo sus palabras tal cual las dijo: Para que Rayco no nos moleste.
—¿Versión oficial o personal? —pregunto para hacerle rabiar.
—Me vale la versión adulta, más dieciocho, ya soy mayor.
—Y mucho —le digo riendo—. Disfrutas con esto, ¿verdad?
—Un poco, hacía tiempo que no lo veía distraído con algo que no fuera el trabajo.
—Así que ahora me he convertido en el entretenimiento de tu familia. ¿Qué pasa?, ¿he pasado de ser tu enfermera y la niñera de tus nietos a la…?
—... a la amiguita de mi hijo, sí.
—¿Amiguita? —Mi entrecejo se arruga de manera inconsciente, los labios se me fruncen y las venas del cuello me quieren explotar.
—Tienes razón, perdona. —Pero para nada siente lo que ha dicho, sigue sonriendo—. Suena extraño, ¿la novia, tal vez?
—Espero que no tengas nada que ver en esto, porque si no, el día que te levantes de esa silla y te vea a mi altura, tendrás que darme la cara.
Por lo pronto levanta el rostro en un desafío.
—Pues ya puedes ir agachándote tú a la mía para decírmelo.
¿Me la ha jugado y no lo vi venir? está visto que fue conocer a Jonay y mis elementos me abandonaron para hacer de mí una bruja estúpida, incapaz de leer facciones, cartas o incluso un puto mapa de carretera.
—¿Tú le has ayudado?
—Vamos, Drizella, que la bruja eres tú. No tuve que ayudar demasiado, era evidente en él —dice sonriendo.
—¿Desde cuándo?
—Si te dijese que desde que me preguntó cuáles eran mis intenciones contigo, aquel día de la playa, ¿me creerías?
—No.
—Haces bien porque fue desde que te vio desayunando por primera vez, yo solo pinché un poco para sacarle sangre.
—Eso no vale, ese día estaba comiendo como una cerda, estaría alucinando con mi comportamiento salvaje y maleducado.
—Sus ojos brillaban de curiosidad más que de repugnancia.
—Ahora resulta que eres experto en iridología*. —Me resisto a creerlo.
—No sé lo que significa eso, pero en lo que sí tengo matrícula de honor es en "comportamiento de Jonay", llevo treinta y tres años a su lado, y supe que eras perfecta para él desde ese día.
El silencio nos invade, me siento incapaz de bromear con él por primera vez en todo el mes, desde que lo conozco.
—¿Qué te ocurre?
—Tengo miedo de lo que pueda pasar a partir de ahora, Rayco —confieso sin pudor cuando me quedo expuesta—. Él no cree en mí, no lo hará nunca.
Rayco se acerca a la mesa y a través de ella busca mis manos. Se las ofrezco para sentir alivio.
—En ti sí cree, cariño, es tu condición la que rechaza. ¿Qué puedo decirte?, ojalá hubiera heredado de mí la admiración que tengo por ti.
Su halago me sonroja, el muy demonio tiene respuestas para todo, y ahora que necesitaba confianza, me la entrega.
—¿Qué ocurrió en realidad con Faina?
He tocado un tema escabroso, lo sé. Rayco aparta sus manos para que no note su nerviosismo. Inútil gesto cuando ya lo he visto.
—Ahí sí que no puedo ayudarte. Es Jonay quien tiene que decírtelo.
—Buenos días, ¿decirte qué, Drizella?
Ambos miramos hacia la puerta abierta, ¡vaya mierda de intimidad que da el despacho!
Jonay sonríe a la espera de mi respuesta, lejos queda ya aquel hombre de nieve que un día fue conmigo.
—Drizella me preguntaba si puede tomarse el día libre mañana para recibir en el aeropuerto a sus hermanas. Eres su jefe directo en la Distribuidora, así que eres tú quien decide.
Agradezco la mano que me tiende Rayco.
—Claro, me hubiera gustado acompañarte, pero alguien tiene que trabajar en esta casa.
El comentario esta vez no es por mí, ambos sabemos que Rayco está alargando demasiado su baja médica para librarse de las responsabilidades de la Distribuidora. Ahora que se le ve tan bien, dando sus primeros pasos, nadie se lo cree ya.
—Os dejo, hoy voy a Famara y ya llego tarde —dice Rayco girando su silla para salir, como si no fuera con él la cosa.
—¿No me digas que te atreves con el surf? —le pregunto emocionada.
—¿Qué?, noooo —contesta asustado—. Solo voy a disponer el reparto de Airam. Alguien tiene que trabajar, ¿no es así, Jonay?
Su hijo y yo vemos el guiño que nos hace. Yo además sé que me regala con él, aparte de confianza, tiempo para que Jonay y yo hablemos de Faina.
Las cenas a solas se están convirtiendo en algo habitual entre Jonay y yo. Si ya en los desayunos y almuerzos nos compartimos con el resto de su familia, ¿por qué no dedicarnos este ratito, para nosotros, de nocturnidad y picardía? Y más teniendo en cuenta que hoy hemos estado con los niños en la playa y nuestros acercamientos han sido fugaces, disimulados y para nada excitantes, aunque sí muy tiernos y constantes.
Cuando Rayco salió del despacho, y tras un primer beso hambriento de Jonay de buenos días, buena semana e incluso buen mes —todavía me tiemblan las piernas y no consigo controlar mi ritmo cardíaco cuando pienso en el bendito beso—, me dijo de ir a la playa para supervisar lo que de verdad haría su padre con la tabla, porque al igual que yo no se creyó nada y Rayco lo había dejado preocupado.
—Prometo que me mantendré al margen si decide subirse a una —me dijo agarrado a mi cintura mientras yo acariciaba su pelo. Mientras ambos nos balanceábamos sobre nuestros pies tratando de rozar y provocar al otro para así volver a repetir el beso.
La danza de seducción estaba dando sus frutos además de facilitarnos un juego muy caliente. Jonay sonreía de manera sexi.
—Vale, por un momento pensé que me harías descargar las cajas de Airam —contesté con tono coqueto entre sonrisas.
—Nunca. Me tomo muy en serio los riesgos laborales de mis empleados… y un bikini pequeñito, húmedo y morado no es ropa apropiada para eso.
Después de soltar una carcajada pude hablar.
—No sé si tendré algo así de "profesional" en mi maleta.
—Si no lo tienes todavía, mañana mismo lo cargamos a gastos de tu uniforme para este verano.
—Me parece bien. —Sonreí, pasé mis dedos por su cejas tan morenitas y monas y besé con dulzura sus labios.
—Hoy no quiero pensar en el trabajo, solo quiero que nos bañemos y nos relajemos al sol, y… para eso es necesario ponernos muuuucho protector solar, ¿no crees?
Movió sus cejas para dejarme claro que pretendía ponerme las manos encima durante todo el día, y eso hizo que Circe se apoderase de mis sentidos. Lo vi desnudo, pude sentirlo caliente y mojado y saboreé la sal de su cuerpo. No podría obviar por más tiempo el mensaje de la diosa para que realizase mi intercambio.
—Y tendrá que ser a cada instante, porque no queremos lamentar quemaduras esta noche, ¿verdad? —le comenté de manera sexi, aceptando su nuevo beso..
—No, claro que no, serán muy molestas las caricias después.
Y ahí terminaron para nosotros las caricias precisamente. Los niños irrumpieron con sus trajes de baño en el despacho, ese que no tiene intimidad ninguna.
—Creí que no se dormirían nunca —le digo a Jonay llegando al jardín con nuestra cena. Me siento frente a él a la mesa.
Naira me ha tenido recitando conjuros de "mujeres" y Nayzet ha querido que le contase historias de elfos, hadas y gnomos como si yo pudiera conocerlos cual familia lejana. Se me abre la boca de sueño, estoy agotada, al parecer la jornada de playa cansa más a un adulto que no se ha movido de la tumbona que a un niño jugando.
—Tú tienes la culpa —me contesta Jonay sonriendo mientras toma su tenedor, la pasta ya estará fría.
Su apreciación me abre la puerta para que le saque el tema de mi naturaleza. En unas horas llegan mis hermanas y entonces ya no podré posponerlo por más tiempo. Y cuanto antes lo haga yo, menos oportunidades tendrán ellas de meter la pata con Jonay.
—Bueno, los chicos querían que les hablase de…
—Por eso no quiero que coman demasiadas golosinas, Drizella, el azúcar los enerva y les cuesta dormir.
Ah, se trataba de eso.
Me quedo cortada, la puerta de nuestra conversación se me cierra en la cara, no hay manera con este hombre.
—¿Te pasa algo? —pregunta reparando en mi silencio.
—¿Qué ocurrió con Faina?
Así, directa a la yugular, sin permitirle huir. He vuelto a abrir la puerta de par en par y parece que le ha sorprendido. Jonay suelta el tenedor de inmediato, cruza los dedos de sus manos sobre el plato y me mira muy serio.
—Los estoy educando yo solo en la peor etapa de sus vidas, y no quiero con ello excluir a nadie que pueda estar junto a mí, si eso es lo que estás pensando. Pero comprende que en su alimentación me gustaría tener la mejor de las decisiones.
—No, no es eso, Jonay…
—¿Entonces? —Quiere saber, impaciente—. Porque si vamos a empezar algo tú y yo, tendrás que entender que no siempre serás su amiga "la bruja guay" y a veces tendrás que regañarlos.
—Y eso lo entiendo —le digo mientras me levanto y busco la comodidad de sus piernas para sentarme encima de él.
A mí que me falta mi madre desde niña, entendí siempre a Ágata con sus imposiciones estrictas. Mi hermana dejó de ser de un día para otro solo mi hermana.
—¿Y qué te preocupa de ellos? —Jonay me agarra la cintura, yo me sujeto a sus hombros.
—Hablaba de Faina como tu mujer, no como la madre de los chicos. ¿Qué te ocurrió para que no me cuentes nada de su enfermedad o que seas tan reservado en cuanto a la magia que tanto me gusta?
—¿Otra vez hablaremos de eso?
—Nunca terminamos de hacerlo, en realidad.
—Será porque me ocurrió de todo, y nada fue bueno para recordarlo ahora.
Su rostro endurece sus facciones. Mierda de metoposcopia, no sé lo que le pasa ahora por la cabeza.
—Cuando la ciencia no pudo hacer nada por su enfermedad —prosigue con la voz emocionada—, ni tampoco hubo alivio para sus dolores, ella se empeñó en consultar a una curandera. —¡Joder, abro los ojos asombrada, menos mal que no me ve!—. Y ya podrás imaginar la estafa que fue.
Retiro mis manos de las suyas para que no note mi turbación. Esas malditas personas si son reales y auténticas son tan válidas como yo o mis hermanas. Porque haya caído en el engaño de alguien que decía serlo no debe meternos a todos en el mismo saco.
—No lo sería de verdad, de ahí que te cobrase por sus consejos.
—Quizás fue porque no existe la magia, y por tanto no fueron consejos.
—A lo mejor solo consiste en creer en ellos.
—¿Por qué no dejamos de hablar del tema, para no acabar discutiendo?
—Pero, Jonay, cuando no hay cura para una enfermedad, no la hay…
—¡Basta! No quiero recordar lo ingenuo que fui, lo inmensamente estúpido que resulté por confiar que sí la había para Faina.
—Espera un momento, no puedes pensar así —le digo imponiendo mi voz—. A que seguro que no te ves estupido por acudir al edificio ese de Airam, ¿a que no?
—¿A la iglesia? Pues claro que no, alguna vez fui buscando consuelo.
Eso me indigna más que su negación por mí. Me levanto de su piernas arrojando parte de la vajilla sobre la mesa, ruido que se confunde con un trueno en el cielo.
—¿Y eso la retuvo contigo?, dime, ¿arrodillarte hizo que su gran jefe todopoderoso, benevolente y entregado a sus hijos le devolviera la madre a los tuyos?
—¿Qué?
Es la primera vez que hablo de ese ser con esta rabia tan endemoniada y como consecuencia se dejan sentir pequeñas gotas de lluvia sobre mí cabeza.
—Dime, Jonay, ¿hizo esa comunidad algo por vosotros? No, ¿verdad?, porque Faina se fue de igual modo, ¿qué más podría haber hecho un curandero por ella?
—¡¡Decirle la puta verdad!!, ¡y no darle esperanzas de que podría ver crecer a sus hijos! —Jonay grita desatando por completo la estabilidad de mis elementos. Cuando dije que él los controlaba no me equivoqué en absoluto—. ¿Qué te sucede ahora, Drizella?
Él se levanta al igual que yo, su silla también cae al suelo, y esquiva la mesa para sujetarme antes de yo caiga sobre ella, estoy temblando al tiempo que el cielo se ilumina con un relámpago y un vendaval se levanta en el jardín obligándonos a resguardarnos de la contundente lluvia.
No sé si ha sido por hablar demasiado de todos "ellos", por lo que Jonay se niega a ver de mí o porque yo me he asustado de veras cuando he comprendido que jamás lo hará.
—Es la segunda vez que te pasa en dos días, mañana iremos al médico.
Jonay me mira muy serio, acabo de abrir los ojos y compruebo que estamos en mi habitación. Yo soy la única que está en la cama.
—Mañana llegan mis hermanas, no puedo darles el disgusto ahora.
No tiene sentido que se lo oculte a ese trío de brujas, de todas formas estarán por enterarse en cuanto den la noticia, porque no dudo de que una segunda borrasca que asola las Islas Canarias, a finales de junio, será cabecera en todos los informativos del país.
—Puedo esperar a mañana —dice sentándose a mi lado—. Pero si despiertas cansada o mareada no habrá hermana que me impida que te lleve al hospital, ¿de acuerdo?.
—Estoy bien, de verdad.
Jonay me abraza. Yo, que no puedo negarle mi abrazo, me aferro a él.
—Me he asustado, Drizella, no gestiono el tema de las enfermedades demasiado bien, compréndeme —me dice al oído cuando yo he dejado caer mi cabeza en su hombro. Jonay parece no encontrar el alivio que le falta por haberme visto de nuevo desmayada—. Y hablar de ello no ha hecho más que remover dolorosos recuerdos.
—No, Jonay, perdóname tú —le interrumpo antes de que siga lamentándose. Me aparto lo justo para mirar sus ojos—. Yo no estoy mal, solo necesito algo de descanso y quizás…ver ya a mis hermanas.
NSobre todo esto último. Junto a ellas tal vez pueda hacer que él abra su mente a la magia.
Ya temo la reacción de Casandra, tras asegurarse un buen conjuro que ridiculice a Jonay, por incrédulo, es capaz de encerrarnos hasta que nuestro intercambio de energía se dé, eso sí, haciéndonos llegar vitaminas y agua para no desfallecer en el intento, que ella no es tan despiadada. Belatrix sería más comedida, —claro que haría su conjuro también, pero este sería de amor y esperanza—, y ella sí que no tendría remordimiento por darnos algo con lo que alimentarnos, asearnos e incluso descansar, porque de igual manera nos encerraría bajo siete candados.
—Te prometo que si mañana tras la fiesta me vuelve a pasar, yo misma me arrastro hasta el hospital.
—No me gustaría verte llegar a ese extremo.
—Y no llegaré, créeme.
Ahora soy yo la que no solo lo abraza, también lo besa para que le regrese la estabilidad a su cuerpo.
—Él no es Jonay, recuerda —le digo sonriendo—. Y yo tampoco soy Faina, estaré bien.
Nuestras frentes permanecen unidas mientras nos sonreímos, mientras el significado de mis palabras nos hace diferentes a los ojos del otro en comparación con Santi y Faina.
—No sonrías así o lloraré por tu falta de energía esta vez cuando tenga que marcharme a mi dormitorio.
Me sonrojo por su descaro.
—Siempre puedes quedarte a dormir conmigo, no me gustaría hacerte llorar.
Jonay ríe divertido antes de besarme y hacer que caigamos los dos sobre la cama.
—Me quedo, hace días que me gusta mucho más reír que llorar.
Echo las manos a su cuello y suspiro cuando me dejo de nuevo besar, cuando elevo mi súplica a Hécate para que me proteja de lo que siento por Jonay.
—Estoy asustada —le digo en cuanto descuelga el teléfono.
Jonay duerme a mi lado como un auténtico diablito, pero yo no estoy del todo tranquila y me he despertado a mitad de la noche, cuando al fin la tormenta amainó. Volvimos a hablar del tema, pero con más calma, con menos acusaciones. Él no cree y yo no puedo hacerle cambiar de opinión sin prueba alguna, yo soy bruja y él no quiere entenderlo.
—No ocurrirá nada, orco, Casandra dispuso el vuelo.
Sonrío por la candidez tan bonita de mi hermana Belatrix.
—Eso no me preocupa, Bel, confío en la compañía aérea más que en ella. Hablo de Jonay, de que aún no me atrevo a dejar expuesta mi naturaleza con él.
—Vaya, algo me dijeron tus hermanas ayer, lo siento. ¿Y no has pensado en el intercambio de energía?
Puedo adivinar su rubor al hablar de sexo, es tan linda con eso que ni hacerlo por teléfono puede evitarle el sonrojo.
—Llámame tonta, pero quiero que crea en mí antes de hacerlo. La última vez no me fue nada bien.
—Santi es gilipollas, un puto rancio de instintos fornicadores. —Coño, abro los ojos al oírla, creo que pasa mucho tiempo con Casandra últimamente—. Ni todo nuestro poder unido puede hacer frente a tan poca hombría. No fue tu ojo el que se equivocó, ni se te ocurra pensarlo.
—Me has hecho reír, ¿lo sabes?
—Sí —dice sin ocultarlo—, llevo días estudiando tu aura y he descubierto que oyes mejor así, con palabras de Casandra y con la autoridad de Ágata.
—Bel, orco, tus consejos también son buenos.
—Eso lo dices porque jamás los has seguido, no atino nunca. Creo que es cierto que puedo ser adoptada.
Me parece a mí que esta llamada acabará por consolar a Belatrix en vez de hacerlo conmigo, como era la idea inicial.
—No digas tonterías, ¿recuerdas a Nicolás? —le pregunto haciéndole retroceder más de veinte años en su memoria.
—¿Tu amigo de la primaria?
—El mismo, el que conseguí que me besara en clase de música.
—¿Le hiciste mi conjuro, entonces? —Su emoción puede alcanzar mi pecho, amo a Belatrix.
—Claro, orco, y te pasaste con el conjuro de amor, resulta que fui la única chica que ha besado y besará en toda su vida.
—Nooooo. ¡Maldice que ese chico sea gay! —dice sorprendida, y riendo, ¡qué risa más contagiosa tiene!
—Maldigo que le guste más un hombre que a mí y a Casandra, juntas, hubiera sido un gran cuñado para ti.
—Eres tonta, seguro que Jonay lo es también.
—Y ahora viene tu consejo sobre él, Bel, por favor —le suplico para que nuestra conversación sea a mí a la que anime.
—Está bien —medita un segundo—, naturaleza aparte, habla con él como lo haría una mujer enamorada, antes incluso de vuestro intercambio.
Quizás tenga razón e ir lento como me recomendó Ágata no sea lo más acertado. Sí, eso es, no debería asustarme tanto. Que Jonay no crea no tiene que significar que me rechace. Muchas incertidumbres que solo si hablamos podré disipar.
—Lo haré así. Gracias, cariño.
—Y ahora regresa a la cama con él, aún no amanece en Canarias.
Miro el teléfono como si pudiera haberme visto encerrada en el baño, oculta de Jonay, hasta que recuerdo su preciosa bola de cristal.
—En serio, Bel deja de jugar con tu bola y conmigo.
Su risa de nuevo me reconforta.
—Te veo en unas horas, estoy deseando conocer a mi cuñado.
—Yo sí que le haré la vida imposible al mío en cuanto ponga un pie en el aeropuerto.
Pero mi amenaza queda diluida de nuevo por sus risas antes de colgarme el teléfono.
N de A:
He vuelto🙋🏼♀️‼️ No abandonaré a Drizella y Jonay, y ahora que están a punto de intercambiar energía, menos jajajaj
Iridología*
Es una técnica de medicina alternativa considerada pseudoterapia, cuyos defensores afirman puede determinar información sobre la salud sistémica de un paciente examinando los patrones, colores y otras características del iris del ojo.
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