XXXI
Querido Ulises:
Te escribo luego de divisar, del otro lado de la zona muerta, un atisbo de luz y cordura tan improbable como lo es el hecho de que, en mí, se geste una nueva felicidad. Pero quizá esto último sea, en cuestión, una falacia mía.
El reloj marca las dos y más allá de la ventana las tinieblas habitan el mundo con una naturalidad un tanto siniestra. El frío que me hace compañía en mi habitación es, de hecho, el que le da sentido a las largas horas que llevo despierto pensando, solo pensando.
"¿Pensando en qué, Aquiles?" será entonces tu pregunta. Y te imagino un tanto sacado de tus casillas, porque fantaseo con la falsa posibilidad de que me haces compañía, de que te has quedado a pasar la noche en casa y yo he optado por despertarte solo para no sentirme inquieto sin razón alguna.
Pero razones tengo de sobra, Ulises, para despertar a ese imaginario tú que hoy me hace compañía en esta oscura noche.
Retomaré el nombre de mis molestias y lo colocaré en el centro de la mesa. Recalcaré, una vez más, la insoportable sensación que me causa su forzada presencia en mis más latentes estados de conciencia... pero, esta vez, el resultado final será distinto.
Ganimedes me ha planteado, amigo mío, la más sorprendente relevación. Y con esto las piezas han empezado a encajar poco a poco, y el inventario de argumentos y demás fantasías que solían agitárseme en la cabeza se ha visto,en su totalidad, sembrado en la basura.
¡La verdad me ha sido revelada,Ulises! ¡Una verdad que no habríamos podido siquiera imaginarnos tú y yo estando juntos! Porque la vida se encargó de entretejer asuntos y detalles tan específicos que, ciegos como nosotros, ignorantes del todo, no habríamos podido captarlos jamás.
Pero todavía quedan asuntos sin respuestas... y quizá, después de todo, me toque confrontar a Jasón, confrontar también al propio Ganimedes, hacerle frente a tanto secretismo y develar, de una puta vez, el móvil que convirtió a mi madre en un cadáver.
Quiero saberlo todo.
Quiero descifrarlo todo.
Quiero constituir una verdad plena que me certifique que, de hecho, Ganimedes tiene razón al decir lo que dice, al pedirme perdón como lo hace y al suplicarme que perdone, de una vez por todas, a mi padre.
¡Pero es demasiado! ¡Todo esto es demasiado! Demasiada es la información.. y se me viene encima con demasiada prisa, con demasiado peso, con demasiada fuerza... y no logro sostenerme en pie, no consigo procesarlo del todo porque es, simplemente, demasiado increíble.
Y es que quisiera creerle, Ulises, porque suena convincente. ¿Qué gana con armarse un teatro de este tamaño? ¿Qué gana con decir que somos hermanos? ¿Qué gana con esta apasionada misión suya de querer salvarme de un vacío que, según él, he fabricado yo mismo para torturarme?
Aquí es cuando te toca ilustrarme con la más certera y honesta de tus opiniones, amigo mío. Es cuando te toca lucirte y decirme, en mi cara, ese te lo dije que, estoy seguro, te encantaría escupirme en la cara.
O quizá solo estoy siendo dramático.
Quizá solo estoy exteriorizando la preocupación de mis preocupaciones, el temor de mis temores, porque no confío demasiado en nada, en nadie... nisiquiera en mí mismo.
Y por vez primera, en largo rato, vuelven a aflorar lágrimas de mis ojos. Leer su carta me ha afectado demasiado y el asunto no deja de parecerme obsenamente denso, espinoso...
Yo no dejo de sentirme mal por todo. Convencerme de lo contrario sería como ir hacia la luna y volver de un tirón... pero no cualquier luna: sería Ganimedes
No dejo de arriesgar la cordura porque, de hecho, todo cuanto me ha dicho le ha dado un sentido al sinsentido de mis pensamientos... y mi corazón se siente, en cierto modo, alegre por verme envuelto, de nuevo, en la necesidad de tener un hermano a mi lado.
Quizá es momento de abrir puertas y ventanas, permitirle a la luz la libre acceso a mis rincones y sanearme la mente con el frescor de una vida que, quizá, podré tener después de todo... a menos que termine de volverme loco.
Aquiles Javier Barboza
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