XXI
Querido Ulises:
Las oportunidades suelen presentarse de una manera tan súbita como extraña. También suelen llegar en el momento menos oportuno, sobre todo cuando se trata de una oportunidad ajena y no propia.
La tía Penélope ha logrado algo completamente inesperado y, con ello, se ha lucido por completo. Medea lleva días frecuentando los espacios de su propia casa, además de su habitación, todo gracias a la fuerza de voluntad que intenta inyectarle mi tía con su tan sacrificado esfuerzo.
Nos acompaña en los almuerzos, sonríe de vez en cuando en las cenas. Todavía no hemos logrado reactivar ese gen, propio de ella, que le siembra palabras infinitas en la boca. Sigue siendo una mujer silenciosa, casi muda, muy al contrario de su naturaleza original.
Pero verla de pie nuevamente es una muy buena noticia, una muy buena sensación. Quizá sea el comienzo del final de esta tragedia tan lidiosa y sofocante.
Tal vez alcancemos a formularnos una nueva normalidad, una nueva vida. Quizá, con ayuda de la tía Penélope y sus encantos, abandonemos esta casa y nos instalemos en cualquier otro rincón lo más lejos que nos sea posible.
Es ahí cuando me vuelco en posibles oportunidades, ideales casi todas, para luego toparme con una vertiente un tanto confusa donde debo escoger lo mejor para alguien más y ocupar el puesto de segundón.
La tía Penélope, valiéndose de su siempre extravagante personalidad, convenció a Medea de algo que, te lo juro, jamás se me cruzó por la cabeza. Yo simplemente acepté la realidad: mi madre lo necesita.
Aquí había dos circunstancias muy distintas gestándose en paralelo, Ulises, porque yo no estaba solo: Ganimedes ya estaba aquí... así que, yo no lograba mostrarme del todo normal. Su presencia me atribulaba demasiado.
"De lo que no estoy segura es si debería dejarte aquí solo" fue lo que me dijo la tía Penélope con un tono reprobatorio en ella inusual.
Y no dejaba de mirarme con esos intensos ojos azules –esos que no logré heredar de mi madre– mientras se fumaba uno de esos exóticos cigarrillos franceses que le regala uno de sus tantos enamorados.
Entonces la tormenta se fue asomando, de a poco, en la lejanía. El teléfono sonó y Jasón, desde el otro lado de la línea, intentó llamar mi atención una vez más. La marea había empezado a subir, a alterarse, a agitarse... y yo intentaba no dejarme ahogar.
Iba a colgar, pero la tía Penélope pareció interesada en el llamado. Me apartó de la línea, tomó la llamada y, de manera muy breve, le dirigió unas frías palabras a Jasón.
"No confío en él" dijo entonces tras colgar el teléfono. "Tampoco confío en ti, Aquiles. Te pareces demasiado a tu madre y no puedes engañarme con ese teatrito tuyo. Estás mal. Casi tanto como ella".
No dije nada. No podía decir nada. Lo peor es que Ganimedes estaba ahí escuchándolo todo, viéndolo todo, comprendiendo más de lo que jamás hubiese querido que comprendiera, porque no he pretendido explicarle un carajo tampoco... no es asunto suyo.
"No estará solo, señora. Se lo prometo"
La voz de Ganimedes, a mis espaldas, se sintió como un balazo que me atravesaba a traición. No fui capaz de reaccionar y la tía Penélope, con una sonrisa solo se quejó por no haberle presentado antes a ese muchachito tan apuesto.
Una oportunidad, Ulises, solo se trató de eso. Una maldita oportunidad que, se supone, se centraría en ayudar a Medea y nada más, pero no... tuvo también que darle una mano a Ganimedes y lanzármelo encima, una vez más, pero peor.
Opté por escribirte todo esto, mi amigo, porque no he logrado conciliar el sueño. Mientras lo hago Ganimedes no deja de dar vueltas en la cama, tal parece que la incomodidad no es suficiente como para interrumpirle el sueño.
Su nombre, su presencia, su intervención. Volver la mirada hacia él solo me hace cuestionar, más y más, ese asunto que te expuse hace días, ese que preferiste eludir porque te pareció demasiado irreal.
¿Cómo me explicas entonces que hoy haya tenido que compartir, con él, mi ropa y mi cama? Necesito una respuesta.
Aquiles Javier Barboza
PD: Hasta su forma de dormir tiene semejanza con la tuya. Si esto se repite tendré que amarrarle los pies como lo hice contigo en más de una ocasión.
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