Querido Ulises:

Me dedicaré en la presente a responder un asunto que no he aclarado, todavía, por siempre divagar con otras tantas cosas que... ¿Sabes qué? no importa.

Me preguntaste, en una de tus cartas, si tenía alguna razón no imaginaria para desconfiar de Ganimedes. Solo puedo decir una cosa: LAS BRUJAS.

Desde que Ganimedes apareció, él y el Trío de Malditas han estado para arriba y para abajo, juntos y revueltos.

Cabe destacar que esos siempre educados y muy corteses "buenos días" que me da cada mañana vienen firmemente acompañados por las malas miradas de tu adorada Sam.

El frío e imaginario cuchillo que siempre me atraviesa la piel no deja de ser tan puntual como el saludo de Ganimedes.

¿Qué puedo yo pensar al respecto, Ulises? ¿Cómo esperas que confíe en ese tan desesperante sujeto, copia barata de mi mejor amigo? No puedo confiar si no me da motivos para hacerlo... y su preocupación, sus atenciones, no son suficientes.

He llegado a creer que tengo algo que a las brujas les interesa poseer... la pregunta viene siendo ¿qué es ese algo? ¿Qué podría ser ese algo que genera interés en esa tríada? No tengo idea.

Entonces Ganimedes cumple un papel de marioneta, o al menos así lo veo yo. Un papel que se ha tomado demasiado enserio, a decir verdad, y que, de cierto modo, me empuja a hacerme otra mala idea suya.

Si siento cierto rechazo por Héctor debido a su afeminado perfil... imagina las sensaciones que me genera Ganimedes con su servilismo, con su manera de mirarme, su manera de hablarme.

Quizá sean imaginaciones mías, Ulises. Tal vez sus intenciones no provienen de las brujas sino –creo yo– son un asunto un tanto diferente y brutalmente incómodo. Si se tratase de eso, te lo juro, no sabría reaccionar de otra manera muy diferente a la que me hace florecer Héctor cuando es demasiado Paris.

Perdóname si se me escapa un poco lo retrógrada, pero, como dije antes: soy un sujeto irremediable y, en cuestión, esas cosas no van conmigo... ni cerca, ni lejos... sobre todo cerca... Y él ya ha estado demasiado cerca, Ulises, demasiado.

Vine a casa más de lo que solías hacerlo tú. Ha quebrantado casi todas mis barreras de distanciamiento, aunque tal vez eso haya sido culpa mía por no haber dejado en claro las reglas de Aquiles.

Pero, en fin, al carajo.

Mañana será otro día y otras preguntas volverán a entorpecer mi intento por responder las anteriores...

Mientras, Ulises, sigo escuchando tus palabras con suma atención. Quiero librarme de todo esto, enserio.

Aquiles Javier Barboza

PD: Gracias.