Querido Ulises:

Sé que he evadido bastante el tema y no te he dado las respuestas que, carta a carta, esperas que te dé. Lo siento.

Ciertamente, Medea y yo no estamos solos en esta casa. Una de sus hermanas, la tía Penélope, ha decidido pasar una temporada con nosotros con la esperanza de serle de ayuda a mi madre.

Yo me las he ingeniado para no intervenir en su misión. Sus atenciones se centran solo y únicamente en mi madre mientras, de maneras imposibles, alcanzo a disimular mi propio infierno. No pretendo darle trabajo extra a esa mujer.

Sí, lo sé: estoy loco. No tienes que decírmelo, UIises, pero un sacrificio es necesario por el bien de Medea y creo que ya fue más que suficiente para ella enfrentarse a la traición de Jasón y el abandono de Arquímedes.

Le he escrito un par de veces, pero no responde, no le interesa. Jasón, por su parte, insiste en que cambie de aires, que pase una temporada con él y que deje a la tía Penélope a cargo.

Busca, desesperadamente, mi atención... y no la tendrá. No lo complaceré en asunto alguno ni abandonaré a mi pobre madre en medio de esta calamidad que él sembró en nuestras vidas.

Quisiera que mi mal tuviese su rostro y no el mío. Quisiera que mi pesadilla fuese mi padre y no yo mismo. Que mi temor sea despedazado y mi furia tome su lugar para, quizá, levantarme de esta cama y tener motivos propios para volver a habitar el mundo.

Pero este Aquiles sigue siendo un cobarde sin remedio. Un cobarde que se ha quedado vestido para ir a clases porque no fue capaz de abandonar la habitación, no fue capaz de dejarse ver quebrado.

Sé que me dirás que se trató de un avance, que quizá mañana, si lo intento de nuevo, pueda lograrlo, que tal vez deba insistir cada día hasta que, finalmente, ocurra el milagro.

Creer que has pensado en eso y que me lo has dicho es, en cuestión, una pequeña dosis de motivación para esta alma desgastada. Sería mucho más fácil, tal vez, si fuese un acto más real y menos imaginario, ese de escuchar tu voz pisoteándome por mi estupidez notoria.

Me queda una semana, Ulises. Si pretendo cumplirle al grisáceo, debo salir de aquí. Aunque no me interese en realidad, debo volcarme hacia la normalidad previa a este destierro y, con eso, devolverme un poco la vida.

Me sería de mucha ayuda tenerte aquí... si tan solo eso fuese posible...

Aquiles Javier Barboza