XIII
Querido Ulises:
De cierto modo puedo decir que me siento identificado con Midas. Claro está, su mal y el mío distan mucho, pero la calamidad es, al final, la misma.
Todo cuanto Midas tocaba se volvía oro sólido. Increíble ¿no te parece? Que aquello que tanto valor tiene se haya vuelto para él, en efecto, una maldición.
Me comparo con él hasta cierto punto: todo cuando toco se vuelve cenizas. Quizá a ello se deba, en esencia, la tan deplorable vida social que llevo.
De algún modo, Ulises, mi maldición no te alejó de mí. Entonces pudimos vivir la tan compleja amistad que hemos cultivado desde nuestra infancia... pero... en los tiempos reciente, no dejo de pensar en el asunto, no dejo de culparme por ello no alcanzo a calmar mis lágrimas con nada.
Quizá lo único que nos quedará de cercanía serán estas no tan esclarecedoras palabras, todas muy mal escritas a base de bolígrafos con tinta de mala calidad y hojas de papel de extraña procedencia.
Solo sabremos de dónde vienen las palabras y, aun así, nos equivocaremos irremediablemente respecto a ello.
Seremos diferentes.
Seremos otros seres.
Seremos casi desconocidos, el uno para el otro, porque el tiempo nos transfigurará de adentro hacia afuera y no quedará nada del Aquiles que conociste alguna vez ni del Ulises que tanto aprecio desde siempre.
Me quedaré más solo todavía y no necesito recurrir a un Oráculo para confirmarlo. No necesito de sus visiones ni de sus mensajes crípticos para darle una respuesta esclarecedora al mañana que viviré de ahora en adelante.
Néstor y Diomedes insisten, Ulises, insisten demasiado. No dejo de pensar que eso es a causa tuya, que esas son acciones tuyas dirigidas desde una lejanía imperturbable. Quisiera decirte "gracias por ello", pero sabes que diré, en todo caso, "no te metas, no es tu asunto".
Es cuando te toca sonreír. Es cuando debes sembrarme un puñetazo en el brazo y decir "no seas llorón, no estás solo". Es cuando debo bajar la mirada y disculparme por ser un maldito llorón, por estarte llenando la vida de complicaciones, por hacerte perder el tiempo conmigo.
"¿Qué sentido tiene que seamos amigos si no podemos contar el uno con el otro?"
¿Recuerdas cuando me lo preguntaste? ¿Recuerdas que no pude contestar en aquel momento? ¿Recuerdas que, por un instante, me quedé mirando las palmas de mis manos mientras buscaba la manera de responderte?
Pensaba en hablarte de Midas.
Pensaba en hablarte de mi maldición.
Pensaba en hablarte de tantas cosas, Ulises, y no fui capaz de nada... no fui capaz de confiarte nada... no le concebí la voz a mi voz para hablarlo todo, para zafarlo todo, para purgarme de ese todo que necesita surgir de mí y vaciarme...
Me arrinconé a mí mismo. Fui incapaz de romper el candado y dejar las rejas abiertas. Fui incapaz de aceptarme vencido por mí mismo, de aceptarme defraudado, de aceptarme cobarde, tal cual siempre he sido.
Y recurrí a esa misma cobardía, Ulises, para callarme, para ocultar de ti lo que en mi cara ya se veía, porque solo tú podías verlo.
¿Qué sentido tiene que seamos amigos si no podemos contar el uno con el otro, Ulises? Que me hayas tenido siempre ante tus ojos mintiéndote y que nunca hayas dicho o hecho nada para recriminármelo. PERDÓNAME.
Perdóname por hacerte pasar una temporada tan larga en el infierno. LO LAMENTO DEMASIADO.
Aquiles Javier Barboza
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro