IX
Querido Ulises:
Los amaneceres advierten, solo si se está del todo despierto, la respuesta clara del porvenir que se desparrama, como cascada, sobre las calles del mundo, sobre los rieles de la vida, a lo largo de las aceras de un destino no tan clarificado.
Me toca ser héroe, Ulises. Me toca, por voluntades ajenas a mi humano pensamiento, ser héroe, ser legionario, ser portador de un estandarte sin escudo, dirigir una facción sin nombre y combatir a un enemigo sin rostro, pero con nombre, nombre que desconozco todavía, en cierto modo.
Aunque se disfrace de Ganimedes, sé que no se trata de él. Sé que tampoco se trata de Zeus, ni de Héctor, ni de Paris... solo sé que hay algo más, algo por ahí oculto, en lo más recóndito de mis elucubraciones y no alcanzo a percibir, algo que bailotea en mis narices y no logro ver por pura y humana ignorancia.
Me toca ser héroe porque, por alguna razón, Medea ha intentado hacer algo muy estúpido. No sé si se trató de un acto del todo consciente o si fue por cosa del alcohol (porque ha estado tomando demasiado últimamente), solo sé que Zeus ha intercedido con la esperanza de apartarme de Medea mientras se recupera.
No me siento listo, Ulises, para lo que se viene. No me siento preparado bajo ningún término, bajo ninguna clase de opción categórica que se me proclame ni, menos, bajo cualquier otro pretexto que, por lo visto, dibuja Zeus desde el Olimpo.
No deseo dejar a Medea sola.
No deseo abandonarla porque, con ello, me abandono también a mí mismo. Me arrojo hacia una deriva desesperante, hacia terreno escarpado, desconocido, inhóspito...
No deseo dejar a Medea sola, Ulises. No quiero hacer nada que pueda esclarecerle a Zeus posibilidad alguna de lo que creerá, en su afanada ceguera, sería el primer paso para un perdón definitivo.
Porque ahora la tragedia de Medea se torna más real, más palpable. Zeus, de a poco, deja de ser Zeus para volverse Jasón y reconectar sus lazos paternos conmigo, muy a pesar de su abandono, de su traición.
¿Ya ves cómo las circunstancias se van trastocando, Ulises, mientras mi epopeya se pasea por el drama y la tragedia a la vez que los actores van cruzando, personaje tras personaje, las diferentes tramas de esta locura que protagonizo sin siquiera quererlo?
¿Y Arquímedes? No ha dado señales. Desde que Jasón (o Zeus) le consiguió, hace poco, una beca de estudio en el exterior (esa por la que ha estado suplicando desde que tengo memoria) no he vuelto a verle la cara por estos lados.
En cierto modo, Arquímedes se ha olvidado de Medea, la ha hecho a un lado del mismo modo que lo ha hecho conmigo desde hace rato.
Porque escogió bandos y me consideró, desde su desprecio, como enemigo suyo. No lo entiendo... No entiendo las razones silenciosas que tiene mi hermano para darnos la espalda y hacerse la vista gorda de todo lo que se ha estado gestando a nuestro alrededor.
Si tan solo fuese un tanto más heroico, Ulises, le habría golpeado en la cara hasta el cansancio. Lo habría buscado hasta bajo las piedras solo para someterlo, para hacerle despertar, para demostrarle, así sea a la fuerza, que su actitud es un asco y su egoísmo es una mierda.
Hoy me he quedado sin palabras para ti, mi muy querido amigo. Tan solo me he devenido en lágrimas y he vuelto a usarte como pañuelo, como confesionario...
Perdona mi propio egoísmo, Ulises, no puedo evitarlo.
Aquiles Javier Barboza
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