I
Querido Ulises:
Quisiera no sonar en extremo dramático, pero siento que el mundo se me ha venido encima de golpe. Siento la pesada carga del cielo sobre mis hombros, peso que solo Atlas, en su castigo, conoce.
Hace tiempo ya que no te escribo. Hace ya unas cuantas lunas que no respondo ninguna de tus cartas. No existe en mí disculpa alguna que sopese mi distancia.
Quisiera decirte que existió un motivo que se aleje lo suficiente de mi estado de ánimo, que algo real me impidió el acto de sentarme ante mi pequeño escritorio, tomar un lápiz o un bolígrafo y organizar, así sea a los golpes, alguna respuesta.
Quisiera decirte cualquier cosa que valide que no fue mi intención el hacerte a un lado (o hacerme a mí a un lado en realidad) porque ya es más que evidente que entre nosotros la distancia física se ha enmarcado como un argumento demasiado evidente.
Estoy de acuerdo contigo en decir «Aquiles, eres un idiota» porque sé que será lo primero que dirás en voz alta al leer esta no tan disculpante disculpa mía. Pero en verdad lo lamento mucho.
Y es que me siento verdaderamente terrible. Son tantas las razones que tengo para sentirme mal respecto a tantas cosas... porque no me acostumbro a tu ausencia, no me acostumbro al divorcio de mis padres, no me acostumbro al hecho de tener que deambular a solas y sentirme vacío día con día.
Por ello, precisamente, no había sido capaz de siquiera constituir un texto breve que sea digno de ti, que sea representativo de mí y que consolide la realidad de la que, a veces, suelo olvidarme: todavía somos amigos.
¿Es cierto eso, Ulises? ¿Todavía somos amigos? ¿Todavía podemos calificarnos de tal o cual manera muy a pesar de tu tan atropellada partida y de mi tan egoísta necesidad de tenerte aquí conmigo solo para aguantarte mis lloriqueos de niña?
En realidad, no importa. Bueno, sí importa y demasiado... simplemente estoy trastocado y ya sabes cómo me pongo, cómo pienso y cómo hablo cuando no estoy del todo bien... no te preocupes.
Invertiré tiempo en esto para redimir mi silencio. También lo haré para resumirte lo que ha acontecido en el transcurso de este nuevo año escolar que he estado padeciendo sin tu compañía. Lo haré solo para exponerte una última razón, la más poderosa de todas, que explicará –entre rodeos– lo que pienso es mi mayor dolencia.
No necesitas responder esta ni ninguna de las tantas cartas que resultarán de mis lloriqueos. De hacerlo, intentaré darle respuesta a cualquier inquietud que en ellas me siembres...
Sin más que decir, te manda un abrazo, tu mejor amigo.
Aquiles Javier Barboza
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