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C a p í t u l o 3 : El canal de Steven.


David me está enseñando la portada que diseñó para Randy. La verdad que es muy bonita, hay mucho trabajo en ella, pero es cierto que no representa a la historia. Así que entiendo los pedidos de Randy.

—No está mal, David. Es un trabajo muy hermoso, en serio —digo, mientras continúo analizando sus detalles.

—Pero no representa a la historia —niego con la cabeza y suspira—. ¿Debo empezar de cero?

—Quizá con el fondo, y los detalles. La letra me gusta.

—Es lo único que le gustó a Stewart, ¿puedes decirme qué debo hacer?

Asiento, para luego pasar a explicar brevemente la historia de Randy. Contando los detalles que le pueden ser útiles para un nuevo diseño. Dándole sugerencias, consejos, y demás.

David anota todo, prestando atención a todo lo que digo, y de seguro imaginando una nueva portada en su mente.

—Vaya, estuve muy errado en el diseño. Ahora no odio a Stewart.

Me río y me pongo de pie para dejar que se siente en su lugar, y así yo tomar el mío para continuar con mi trabajo.

—Estoy segura de que saldrá algo mucho mejor. Luego me pasas el boceto, ¿de acuerdo?

—Claro —David se sienta, y enseguida se pone a trabajar en el nuevo diseño. Por lo que decido dejarlo tranquilo, sumergido en su trabajo.

Me encierro en mi despacho, me coloco los lentes, y comienzo a leer el manuscrito desde donde lo dejé.

Realizo la debida corrección, anoto comentarios que el autor deberá responderme, y sigo leyendo, metiéndome en la historia.

Y cuanto más lo hago, más siento la imperiosa necesidad de ponerme más cómoda. Por lo que me descalzo, me hago una coleta alta, despeinada, y así, como si estuviera en mi casa, sigo leyendo.

Amo mi trabajo.

Llega la hora del almuerzo, del break, y quisiera seguir leyendo, pero mis ojos me piden una pausa. Además, no quiero tener un posible dolor de cabeza por el abuso a la lectura.

Decido almorzar en el parque cercano a la editorial, debido a que necesito un poco de aire fresco. Así que luego de comprar mi sándwich de pollo, me dirijo hacia allí, dispuesta a sentarme bajo los hermosos rayos de sol.

Al conseguir mi lugar, me coloco los auriculares, y pongo una playlist de James Bay. Mientras almuerzo, controlo mi agenda del día de hoy. No quiero que nada se me pase por alto, y menos mal que me fijé, porque ya estaba olvidando la visita al ginecólogo.

Observo los días de mi agenda, y suspiro. Realmente rara vez encuentro un tiempo libre, pero lo cierto es que no me incomoda ni me afecta. Me gusta mantenerme ocupada, a un mismo ritmo movido.

La gente no me entiende, suelen decirme que me dé un respiro, que pare un poco. Pero yo no quiero parar, además, rara vez me siento cansada. Entonces, ¿por qué debería parar? No quiero, no lo necesito. Mientras mi mente y mi cuerpo se mantengan ocupados, estaré bien.

En algún momento, ya desperdicié mucho tiempo de mi vida, y la pasé mal, sufrí mucho. Y no quiero eso para mí, quizá por eso decido mantenerme más ocupada que desocupada, sin darle lugar a cosas o personas que me puedan distraer más de lo debido. Es como mi escudo.

Mi terapeuta dice que no está mal, pero que debería poner una pausa en algún momento, y relajarme. Ahora me estoy relajando mientras almuerzo, no necesito algo más.

Dejo la agenda de lado, y continúo con mi almuerzo, disfrutando de su increíble sabor, y de la música que me acompaña.

Tengo mis pequeños momentos de disfrute, por más que nadie lo note, o me exijan más. Esos momentos son cuando estoy mirando una serie, una película, leyendo un libro que no debo corregir, o bien disfrutando de la música de un artista que me gusta.

Funciono ocupada, o no funciono, la verdad que es así. Me acostumbré tanto a estar ocupada, que simplemente no me imagino lejos de actividades.

Volviendo a la parte donde desperdicié mucho tiempo alguna vez, y sufrí. Fue con mi ex pareja, la única en toda mi vida. Duramos tres años, y fueron muy intensos para mí, y ni hablar de la ruptura, sentí que moría. Pero luego comprendí, que él nunca fue bueno para mí.

West Connor fue un antes y un después en mi vida. Hoy ya no reconozco a la chica que fui con él, soy otra, una totalmente diferente.

A West le dí todo mi amor, y más, si eso era posible. Era capaz de ir al fin del mundo con él. Le dí todo mi corazón, entero, con todas las partes sólo para él. Pero, la realidad que todos veían y yo no, era que West no sentía tanto como yo lo hacía.

Siempre justifique sus reacciones conmigo: está cansado, tiene mucho trabajo encima, la universidad está acabando con él, tuvo un mal día. Llegué a normalizar ser el frasco donde él depositaba todo su malestar, y enojo.

Incluso, una vez me empujó por algo que le dije. Hasta eso fui capaz de normalizar, diciendo que tenía razón en hacerlo, que había dicho algo que no era correcto.

Hubo otra cosa que normalice, que al momento no me di cuenta de la gravedad. Una vez, llegó en un total estado de ebriedad. Esa noche, quiso tener sexo conmigo, pero yo no quería, estaba cansada después de un largo día de estudio y sólo quería dormir.

West se enojó conmigo por mi rechazo, comenzó a llamarme de mil maneras horribles, empezó a creer que había otro que satisfacía mis necesidades sexuales. Y obviando todo mi discurso, todos mis reiterados "no", simplemente me acomodó a su gusto y tuvo sexo conmigo.

Mientras él gozaba, yo me quedaba quieta, intentando comprender qué estaba pasando. Algunas personas creen que por estar en pareja, debes tener sexo sin queja alguna, y en ese momento, les creí. Creí que su actitud conmigo fue normal, que me merecía su sexo bruto por haberme negado.

Una tarde, entre risas se lo conté a Lisa, pero cuando terminé mi relato, mi mejor amiga no se estaba riendo. "Lo que hizo West, fue abuso Gia" me dijo, y yo me enojé un poco con ella. Luego comprendí, y dolió como la mierda.

Sin darme cuenta, West me fue rompiendo de a poco, me fue apagando. Pero yo seguía dándole lo mejor de mi amor, mi mejor sonrisa. Lo amaba. Era una ciega en el amor.

El día que terminó nuestra relación, fue cuando conseguí el empleo en Destiny. Estaba loca de contenta, creí que mi perfil no le había gustado a Randall, que no era lo suficientemente buena para trabajar con él, pero cuando me llamó, enloquecí con alaridos de felicidad.

West no quería que aceptara el trabajo, me dijo que Randall me contrató por ser bonita, y no inteligente, me hizo sentir inferior de mis capacidades. Pase de estar contenta, a sentirme un fiasco.

Nuevamente Lisa llegó a mi rescate, justo cuando estaba por llamar a Randall para decirle que no iba a tomar el puesto. Lisa se sentó frente a mí y me cantó todas las verdades, y todas me apuñalaron.

Le dije a West que iba a tomar el empleo, me insultó, y entre lágrimas le dije que ya no quería estar con él. Se enojó conmigo, me volvió a insultar, me humilló y me dijo que sin él no era nada.

Tardé en sanar, fue muy doloroso y difícil aceptar y asimilar por todo lo que pasé. Hasta que me perdoné, me abracé y me dije que nunca más.

Cuando eso sucedió, me despedí de esa parte rota de mí, y prometí cuidarme para no volver a ser esa versión. Desde entonces, mi vida cambió y soy la que soy ahora.

Me siento bien, y cómoda con esta versión. Aquella chica triste fue una parte de mí a la cual no quiero volver.

Por eso me mantengo ocupada, y no me distraigo con nada ni nadie que no sume.

Mi escudo, dice mi terapeuta.





Cuando llego al departamento, me encuentro con Carl, el chico que acompañó a Lisa en la fiesta. Está esperando a que Lisa salga, algo impaciente, o nervioso, no lo sé.

Al verme parada detrás de él, se aclara la garganta y se pone aún más nervioso.

—Carl, ¿verdad? —asiente, y me extiende su mano—. Soy Gia —respondo con un estrechón de manos.

—Lo sé, Lisa me habló de ti —cuando separamos nuestras manos, observa la hora en su reloj de mano—. ¿Está Lisa? Hace un buen rato estoy tocando timbre.

—Tendría que estar. Ven, pasa y lo comprobamos.

Al entrar al departamento, vemos a Lisa durmiendo en el sofá, con un libro en francés yaciendo sobre su pecho. No es hace mucho que Lisa empezó un curso del idioma, y al parecer estudió tanto hasta dormirse.

Niego con la cabeza, mientras que Carl la observa sonriendo. Cuando nos miramos a los ojos, ambos nos encogemos de hombros.

Intento despertar a mi amiga, pero me responde dormida, en un idioma extraño para quien está despierto. Hasta que, finalmente, abre los ojos. Se tarda un momento en darse cuenta de la escena, y cuando lo nota, cuando ve a Carl parado detrás de mí, se pone roja como un tomate y salta del sofá.

—¡Carl! —dice, asustada y avergonzada—. Lo siento... me he dormido.

—Sí, lo notamos —le responde él—. Pero tranquila, espero a que estés lista.

—¡No me tardo!

Responde Lisa y sale disparada hacia su habitación. Para Lisa, que tanto se preocupa por como se ve, cambiarse rápido es una mala opción.

Mientras la esperamos, le ofrezco algo de beber a Carl. Lo noto nervioso por mi presencia, como si fuera Edward, el padre de Lisa, quien tiene fama de intimidar mucho a las personas ¡y ni hablar de los chicos que se acercan a Lisa!

—Carl... —me mira, el tío está a punto de morirse por los nervios—. No sé que te habrá dicho Lisa, pero no soy mala.

Carl se ríe, se relaja un poco, pero no lo suficiente.

—No es que me haya dicho que eres una mala persona, al contrario, me habló maravillas sobre ti —sonrió—. Pero justamente por eso, me habló tanto de ti, de la relación de hermandad que tienen, que pensar tanto en que quiero caerte bien, me pone nervioso. Lo siento, soy muy notorio cuando pasa. Es extraño que aún no esté sudando.

Sonrío. No parece ser un idiota como muchos de los chicos que Lisa me presentó. Siempre que me presentaba a alguien, me inspiraba desconfianza, me olía feo, y luego sus acciones me daban la razón a mi temprana desconfianza. Pero con Carl no me está pasando.

—Tranquilo, Carl —me mira y le sonrío—. Mientras mi mejor amiga esté bien, y me hable maravillas de ti, en vez de llorar por lo que haces o le dices, me vas a agradar.

Carl quiere decirme algo, pero se ve interrumpido con la presencia de Lisa, quien luce hermosa, por cierto. Y ella sabe que está perfecta, su rostro lleno de confianza lo transmite. Además, sólo a ella le queda algo amarillo. Una vez lo intenté, y me sentí una idiota. No sé como es que hace ella para lucir como una diosa con ese ¡amarillo patito!

Cuando Carl la observa, le sonríe, y esa sonrisa le da mucha más confianza a mi amiga.

—¿Nos vamos? —le pregunta ella y él asiente. Lisa me mira, y sonríe—. Iremos al cine, luego a cenar. No me esperes despierta, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Me despido de ellos, de mi mejor amiga que sonríe a más no poder, y de un Carl mucho más relajado, y que sorpresivamente me inspira confianza.

Una vez sola, me meto a la ducha, y agradezco que el agua tibia me relaje. Quisiera quedarme más tiempo, pero hay que cuidar el derroche de agua.

Me pongo el pijama, me sirvo una taza de té, y me acomodo en el sofá para seguir con mi lectura filosófica de la mano de Nietzsche.

Y cuando ya no sé qué es real en este mundo, y que no, cegada por la maravilla de la filosofía, mi móvil empieza a vibrar en la mesa de café.

Se trata de mi madre.

—Mamá.

Del otro lado, ella suspira. Cuando mi madre suspira es debido a que quiere hablarme de algo serio.

—Hola, hija. Siento molestarte.

—Jamás lo haces, ¿todo está bien?

—Todo está bien, pero quiero hablarte de William, me habló de sus clases de música y me dijo que te llamara a ti.

—Sí, encontró un profesor que le agrada más que los señores Morrison, teme porque no entiendas eso y te enojes con él.

—Prefiero la honestidad a que haga cosas a mis espaldas. Me contó que lo acompañaste a su primer clase, y como ahora tiene que arreglar sus horarios, tuvo que contarme ¿qué tal es ese profesor?

Y ante esa pregunta, la figura de Steven se presenta en mi mente. A veces mi imaginación vuela demasiado, como cuando cree un video musical con el oficial de tránsito. Ahora, en estos momentos, Steven está sentado en su sofá, leyendo poesía, recitando sus estrofas de manera hermosa.

No estoy bien.

—Parece tener mucha vocación. Es bueno en lo que hace, y puede enseñarle a Will mucho más que sólo música.

—¿A qué te refieres?

—A que le puede dar buenos consejos de vida.

Mi madre hace ese sonido cuando se encuentra pensando en algo, se queda en silencio, y puedo escuchar que Will le pide que por favor no le niegue aprender música con Steven.

—¿Mamá?

—¿Si?

—Que Will te muestre vídeos sobre Steven, el profesor, porque no creo que lo haya hecho.

—No, no lo hizo.

—Pues que lo haga, y vas a ver que no miento. Steven es bueno. Y por las clases no te preocupes, me hago cargo de los gastos.

—El gasto no es el problema, Gia, lo sabes. Sólo no quiero que esté en malas manos.

—Lo sé, pero Steven no entra en esa categoría. Ahora te dejo para que Will te enseñe los vídeos.

—Bien, le diré que me muestre sus vídeos. Te quiero, Gia.

—Yo también te quiero, mamá.

Dejo el móvil en la mesa de café, y en vez de volver al libro, cojo mi notebook y me dirijo a YouTube. En el buscador pongo el nombre de Steven, y me saltan muchos vídeos como respuesta.

La mayoría son covers de canciones de rock que desconozco, pero hay unos cuantos vídeos que rompen con esos esquemas. Tal vez no tengan tantas visitas como los demás, pero son los vídeos que yo sí vería, porque se tratan de canciones que puedo escuchar.

Le doy click a su cover de All i want de Kodaline. En el vídeo, no se ve el rostro de Steven, pero si se ven sus manos sobre el teclado del piano. Le subo el volumen a la música, y cierro los ojos.

Su versión es hermosa, es tranquilizadora, emana paz y nada más que paz. Amo la canción de la banda, y estoy amando su cover en piano.

No sé si canta, pero con tan sólo escuchar como toca el piano, mis oídos se sienten agradecidos, y con la forma en que lleva la melodía, llega a lugares de mi ser donde muy pocas cosas pueden llegar.

Cuando la canción termina, abro los ojos ante la voz de Steven. Ahora sí está él, hablándole a la cámara, le dice a las personas que lo ven, que si bien esta canción no es del estilo de siempre, le gusta mucho. Recomienda a la banda, y ver el vídeo de All i want. Se despide sonriendo, y termina su vídeo.

Siento la necesidad de volver a escucharlo, así que vuelvo a reproducir la canción, y ésta vez, no puedo evitar imaginarme su rostro al tocar cada pieza.

Me obsesiona la pregunta de si habrá pensado en alguien con la letra de la canción, pero ahondar en ese tema, no es algo de mi importancia, ni es algo que haría.

Así que me alejo del interrogante, y vuelvo a disfrutar de sus dotes musicales.

¿Y qué tal este capítulo? Ya conocimos un poco más a Gia, y podemos entender el por qué desea mantenerse tan ocupada. No esperaba esta parte de su historia, pero bueno, son los personajes quienes mandan a la hora de que escriba sobre ellos. No estoy loca. O si.

Actualización: cada martes.

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