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C a p í t u l o 11: El arriesgo.

Más avanza el tiempo con Steven, y más se abre el camino de la ilusión. Una fuerza tan extraña como hermosa me impulsa hacia su interior, pero me freno. El miedo me frena, el miedo me silencia. Y no quiero estar en silencio, no quiero generar interrogantes en Steven, no quiero ni de cerca tener la conversación del tema, así que dejo de pensar.

El atardecer va llegando, y muchas de las personas ya se están yendo hacia sus hogares. Steven no dice nada acerca de irnos, aunque tampoco tengo apuro.

El día de hoy ha sido muy hermoso. Pensé que se me iba a complicar estar lejos del móvil, lejos de saber la hora, lejos del manuscrito que debo corregir, pero no sucedió nada de eso. Steven propuso que me desconectara de todo, y lo logró. Sin querer queriendo me presentó una tranquilidad que no sabía que necesitaba tanto.

Mis ojos se encuentran en los cambios de colores que hay en el cielo. El sol se está escondiendo y tal maravilla es para apreciar.

¿Hace cuánto no observo un atardecer? ¿Hace cuánto no disfruto de la naturaleza? Realmente no recuerdo la última vez que me detuve a observar el cielo, las nubes, o las estrellas. Así que, guardo cada parte de este momento.

Sonrío y aparto mi mirada del cielo, y cuando lo hago, me encuentro con que Steven me está observando.

—Teniendo un hermoso atardecer frente a ti, ¿me miras a mí? —pregunto y sonríe.

—Es que te veías muy hermosa.

—Oh...

Vuelve a sonreír. Sus palabras logran que la ilusión vuelva a hacerse presente, pero me niego rotundamente a pensar en ello.

—¿Apurada por irte? —me pregunta y niego con la cabeza—. Me gustaría llevarte a un último lugar, ¿aceptas?

Y al aceptar su propuesta, levantamos campamento. El lago queda a solas, tranquilo, y limpio. Resaltar esto último me parece en serio importante.

Nos subimos a la camioneta, y Steven emprende viaje hacia donde sea que quiera ir. Enciende su estéreo, y para mi sorpresa, James Bay comienza a sonar en los parlantes. Lo miro, me sonríe y me devuelve la sonrisa. Me relajo con la melodía, con la voz, y observo el recorrido.

Viajar escuchando a mi cantante favorito, sin emitir palabra alguna, no resulta para nada incómodo, sino que todo lo contrario. Tal parece que nos abraza una linda paz.

Steven deja la camioneta a un lado de la carretera que nos lleva a la ciudad. No veo nada alrededor, sólo oscuridad, y cuando apaga la música, sólo se escucha el sonido de los grillos.

—¿Steven? —me mira—. ¿Qué hacemos aquí?

Sonríe.

—Hay que bajar para apreciar la belleza de este lugar. Sé que desde aquí parece que es un buen lugar para asesinarte, pero te juro que no.

Me río.

—No había pensado en ello, ahora me das miedo.

Ahora es él quien se ríe.

—Lo siento. Yo no voy a asesinarte, pero los mosquitos pueden que sí, hay mucho pastizal aquí, así que...

Me pasa un spray para los mosquitos, nos bajamos de la camioneta, y ambos nos colocamos el producto sobre la piel.

Miro a mi alrededor, y aún no entiendo donde esta la belleza del lugar. Steven saca una linterna de su mochila, ilumina un camino que nos guía hacia abajo, y me ayuda a bajar la pequeña altura.

Y es recién aquí cuando veo la belleza que mencionó. Desde aquí podemos observar todo Pallet Ville. La ciudad se encuentra iluminada, y no sabía que tan hermosa podía ser desde esta perspectiva.

Las luces de colores del parque de diversiones, las luces de la ciudad, los edificios, las casas, todo se ve muy bonito.

—Pallet Ville es una ciudad hermosa —dice Steven—. Pero verla desde aquí, parece que ese adjetivo no es suficiente.

—Estoy de acuerdo —sonrío—. Es una linda forma de cerrar un gran día.

—¿Fue un gran día?

Lo miro. Mis ojos se acostumbraron a la oscuridad que hay a nuestro alrededor, por lo tanto, puedo notar que lleva un rostro preocupado. Como si en verdad se estuviera preguntando si fue un gran día para mí.

—Fue mucho más que eso, en serio. Y es algo que te agradezco. No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí tan tranquila y relajada —respiro profundo, respiro lo último que me queda de tranquilidad y relajación. Mañana me espera, nuevamente, el ritmo de mi agenda—. Me has brindado esto, paz.

Sonríe.

—No fui yo. Fue el lago, y ahora la ciudad.

—Sin tu propuesta, no hubiera conocido el lago, ni hubiera sabido lo hermosa que es la ciudad desde las alturas. Mi domingo habría sido en pijama, trabajando.

—Puedo ser tu escape siempre que lo necesites.

Suspiro y sonrío.

—Creo que no sé cuándo lo necesito. Es decir, no sabía que necesitaba paz, hasta el momento en donde mis pies tocaron la arena.

—Pienso que sabes cuando necesitas paz, pero no te permites el momento.

Me encojo de hombros, puede que tenga razón. No le respondo, y observo la ciudad. No quiero olvidar esta sensación, porque vaya a saber cuándo volveré a sentir toda esta inmensidad de tranquilidad.

—¿Puedo proponerte algo? —pregunta Steven, lo observo, asiento con la cabeza y sonríe—. Me gustaría mostrarte que la vida pasa más allá de una agenda.

—Uh. Eso es difícil para mí.

—Pero no imposible para mí.

—¿Y como sería la propuesta?

Sonríe aún más cuando nota mi interés. Su confianza es algo hermoso, algo que te contagia al sí.

—¿Me prestas tus sábados? O tus domingos. Cualquiera de esos días. Bueno, ¿normalmente tienes planes para esos días?

—Mmm... no. Soy de quedarme en casa los fines de semana. Puede que los domingos sean más familiares.

—Bien, ¿me prestas tus sábados? —sonrío—. Quiero enseñarte la belleza que ignoras por vivir en base a una agenda. Si un sábado prefieres estar en casa, lo respeto. Pero te pido prestados los sábados restantes.

Su confianza en querer enseñarme esa belleza que dice que me pierdo, se hace aún más grande, más presente en su rostro, en su cuerpo.

¿Puedo negarme? Bueno, la realidad es que puedo. Pero, ¿quiero?

Alzo mi brazo derecho, Steven sonríe, y estrecha su mano con la mía.

—Trato hecho, Steven Fry.

—No voy a decepcionarte, Gia Beckman.

Nos sonreímos. Steven tira de mi brazo con delicadeza, y me lleva a un encuentro entre sus brazos.

Mi cabeza descansa sobre su pecho, sobre los latidos de su corazón, mi nariz huele su aroma, mi piel se eriza, y mi corazón late tranquilo.

Cuando me rodea con sus brazos, cierro los ojos, y pienso una vez más en la ilusión que siento más despierta que nunca. Menos mal que mañana tengo sesión con mi terapeuta, necesito hablarle de esto.

Steven deja un beso en mi cabeza, lo miro y besa mi frente, sonríe y deposita un corto beso sobre mis labios.

Imposible no sentir que la llama de la ilusión se aviva cada vez más.

Steven me deja en el edificio de mi apartamento. Lisa no está, según la nota que me dejó, se fue a cenar con sus hermanos.

Me siento en el sofá, observo a mi alrededor, y suspiro. Mi mente me lleva al día de hoy, y siento las imperiosas ganas de volver a cada momento vivido.

Debo bañarme, sé que debo hacerlo. Pero a la vez, sé que el agua se va a llevar los rastros de memoria que hay en mi piel. Si lo pienso así, me niego a la idea de bañarme. No me importa como me deja esto, pero quiero conservar el olor a lago que hay en mi cuerpo, y en mi pelo. Quiero conservar la sensación de los abrazos de Steven, quiero conservar su tacto en mi piel al acariciarme el rostro. Mi piel tiene toda la memoria de hoy, por más que no sea visible.

Quisiera no prestarle atención a la ilusión que siento, pero es imposible, Steven lo hace imposible. Pensar en él es sonreír, es sentir cosquillas en el estómago, es querer llamarlo y decirle que venga a pasar la noche conmigo, es reírme por los momentos graciosos. Pensar en Steven Fry es sentir que vuelo. Pero a la vez, es sentir miedo por la posible altura en la que me encuentro.

Estoy sintiendo tanto que simplemente me siento aterrada. Todo sucedió tan rápido, tan pronto, de la nada. Steven tenía que ser sólo el chico que besé bajo la lluvia, sólo ese recuerdo. O bien tendría que ser sólo el profesor de música de Will. Pero lejos de todo eso, Steven es algo más, no sé bien qué. Sólo sé que me hace bien, y a su vez, me hace sentir mareada.

Ni yo me entiendo. Estoy perdida. Mi móvil, que se encuentra sobre la mesa de café de la sala, comienza a vibrar. Cuando lo cojo, veo que Steven me escribió.


Hoy ha sido un día increíble. Gracias por prestarme tu domingo, y cada momento de hoy. Falta mucho para el sábado? Jaja, no te asustes por mi intensidad.


Sonrío y respondo:


Ha sido un día increíble, estoy de acuerdo. Gracias por "obligarme" a romper con la rutina, y por enseñarme un lugar tan hermoso. Jaja no me asusta tu intensidad, también me pregunto cuánto falta para el sábado.



Hay muchos otros lugares hermosos que quiero que veas. Estoy contando los días, y hace menos de una hora que te dejé...

Y por favor, quiero la lista de tus temas favoritos. Que descanses, Gia. Me quedaría toda la noche hablando contigo, pero mi cuerpo me pide otra cosa



Y lo entiendo, Stev. Descansa, yo también lo haré. Y claro, luego te paso la lista


Me responde con un corazón, sonrío y dejo el móvil en donde estaba. Me dirijo a mi habitación y busco todo lo necesario para bañarme.

Por más que no quiera borrar los rastros de mi piel, debo hacerlo. De todas maneras, las cosas no se borran de mi mente.





—Te da miedo volver a sentir —me dice mi terapeuta, mientras me observa con sus gafas que tanto me gustan y que me muero de ganas de pedirle para sacarme fotos. Le acabo de contar acerca de Steven. Bueno, ya vamos por la mitad de la sesión y sólo le hablé de él. Asiento a lo que me dice, suspira y deja su cuaderno sobre su escritorio. Entrelaza sus manos, vuelve a suspirar y me mira—. Pero ya lo estás haciendo, Gia. Y sentir, luego de lo que te ha pasado, es difícil, lo sé. Asusta y marea, como me has dicho. Pero hay que arriesgarse, aún con miedo.

—¿Y si me rompe el corazón?

—¿Y si no lo hace y termina siendo una linda historia de amor? —me sonríe, tan amable, tan pacífico como siempre. Es el único que conoce todo acerca de mí, ni mi familia, ni Lisa conocen en profundidad todo lo que hay en mi interior. Y creo que está bien así, al momento me siento cómoda así—. No sabes la respuesta a nada, sobre nada en sí. Para saber las respuestas, hay que tomar riesgos, animarse, sentir, vivir. Sigue sus planes de cada sábado, pero, si te sientes abrumada, tómate tu tiempo, me has dicho que él mencionó que respetaría eso —asiento—. ¿Acaso West respetaba tus términos?

Suspiro.

—No, nunca lo hizo.

—Punto para Steven. Además, ¿estuvo mal romper con la rutina?

Sonrío de tan sólo pensar en eso.

—Para nada.

—Has sonreído. Y no es la primera vez que lo haces hoy. Ya quiero que me cuentes acerca del sábado, ¿te parece bien si nos vemos el lunes? ¿O necesitas otra sesión para esta semana?

—No, creo que no. De necesitarlo, sabes que te llamo. Pero el lunes suena bien.

Cerramos la sesión, me despido hasta el lunes y salgo de su consultorio. Estoy a tiempo de llegar a la reunión que programamos con el autor que estoy corrigiendo, quiso verme para discutir algo sobre un cambio en su historia. Espero que no sea un cambio drástico que me vuelva loca.

Me subo al auto, conecto el estéreo con mi móvil, busco una playlist, y doy play. Estoy a punto de emprender viaje cuando me llega un mensaje de Steven.


Te molestaría viajar 3 hs? Prometo ser muy charlatán

Sonrío.


No, no me molestaría. Sólo con una condición...


Cuál?


Variamos la música


No hay problema con eso. Bien, entonces ya sé a dónde iremos el sábado. A menos que te hayas arrepentido, lo has hecho?


Jaja, no lo hice. A dónde vamos?


A quete


Quete?


Que te importa. Gia Beckman, has caído fácil, no me lo esperaba de ti


Jaja, que chistoso


Sonrío, y finalmente emprendo viaje.

Bien, si debo arriesgarme, aún con miedo y todo, aquí estoy, arriesgándome. Que sea lo que tenga que ser, y que el camino de la ilusión me lleve a donde me tenga que llegar.

¿Estoy lista?

Ps... eso creo.

https://youtu.be/sfSSNr1H3S4

¡Sorpresa!

Me inspiré un poco este domingo, y no quise esperar al martes para actualizar. Además de que veo difícil que lo haga ese día, por cuestiones personales que me van a tener la mayor parte del día fuera de casa (ya estoy como Gia, con agenda jajaja)

Pero en fin, cerramos el domingo con este bello capítulo. Les va gustando? 

¡Gracias por siempre leer! Y por cada uno de sus comentarios. Son geniales. 

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