Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8

Isabela dejó a Allen en la escuela como todas las mañanas y se dirigió a la empresa. Habían pasado tres días desde que había tenido la conversación con su insistente jefe y después de eso se había ido de viaje. Al menos eso le había dado tiempo a pensar en qué hacer con su decisión. Aún tenía algunas dudas y no confiaba en él. Ella tenía a su hijo. No podía tomar las cosas a la ligera.

Se suponía que el Ceo volvería hoy. Dependiendo de cómo fuera el día quizás pudiera hablar con el referente al tema. Estaban en juego 3 millones de dólares. Pero si jugaba mal sus cartas podría terminar muy mal, y estaba cansada de estar huyendo y escondiéndose.

Bostezó entrando por la puerta. Estaba agotada. Después de estar enferma, el desgraciado de su jefe le había puesto a hacer un nuevo bulto de informes y como resultado se había tenido que llevar la mitad digital a la casa para poder terminarlos. No era precisamente lo más adecuado, pero era eso o no terminar a tiempo. Ya la última vez el imbécil le había descontado de su salario.

Se dejó caer en su silla encontrando que más de una persona la mirada. Y no era para menos. Su cabello estaba amarrado en un moño todo desordenado, tenía marcadas ojeras en sus ojos y el cansancio era la máscara que la acompaña. Necesitaba dormir al menos 20 horas seguidas para poder recuperarse. Miró el celular mientras su laptop se encendía viendo la foto de Allen y una sonrisa se mostró en su rostro. Una sensación de energía la llenó. Solo él le daba la energía que necesitaba.

Pero a la hora del almuerzo esa misma energía bajó a 0% y se quedó dormida encima de la mesa. Era el momento de descanso, nadie la interrumpiría, pero estaba muy equivocada.

No habían pasado ni veinte minutos cuando un golpe fuerte sobre la mesa la hizo levantarse de golpe, aturdida y con la mirada desenfocada.

-¿Qué demonios crees que haces?- y por supuesto, no había nadie mejor para el momento. Su maldito jefe acaso no tenía mejores cosas que hacer.

Isabela se pasó la mano por el rostro corriendo el cabello que tenía sobre la frente hacia atrás. Ella no respondió. Su cabeza dolía.

-Se supone que deberías estar haciendo los informes, no descansando. Aquí se viene a trabajar, no a dormir.

Isabela escuchaba cada una de sus palabras y su porcentaje de paciencia descendía más y más hasta qué.

-¿Puede callarse de una vez?- el grito de ella hizo que todos los presentes en la enorme oficina separada por cubículos y mesas detuvieron sus acciones y se quedaran mirándola sorprendidos. Isabela ya no aguantaba más, estaba agotada por culpa de él mismo- ¿Y usted que se piensa? ¿Qué solo porque está en la posición de jefe puede explotar a los demás como si fuéramos perros que no tenemos derecho? Sí, estoy agotada, pero porque tengo que hacer todos los días el papeleo y seguimientos que le toca a usted hacer mientras está jugado con su celular o limpiándose las uñas de los pies. Llevó dos malditas noches en terminando un informe que debería estar haciendo usted en vez de atender mi vida. Si tanto quiere que me mantenga despierta haga usted su maldito trabajo como debe ser.

Isabela no se había dado cuenta que mientras hablaba elevaba su tono de voz tanto que terminó gritando y agitada. Para darse cuenta segundos después de lo que había hecho. Bueno, ahí estaba otra vez, tendría que empezar de nuevo porque seguro después de esto sería expulsada, al menos le quedaría la satisfacción de ver el rostro conmocionado del hombre delante de ella.

Se lo merecía. No hacía nada y solo exigía como si fuera el Ceo de la empresa.

Y hablando del Ceo… se escucharon los pasos de una persona entrando a la estancia seguida de unos pausados aplausos. Las miradas que recaían en Isabela se dirigieron a Giovani que había llegado a tiempo para presenciar la escueta pero contundente discusión.

-Ceo- Azel, el director del área financiera palideció y puso rostro de víctima- Esta chica, esta chica no respeta- señaló acusadoramente a Isabela.

Giovani alzó una ceja cruzando los brazos delante de su pecho ancho. Su rostro se mantuvo serio atendiendo a la situación. Por su parte Isabela no respondió, más bien, se apretó el entrecejo con un fuerte dolor de cabeza. Se llevó la mano a la nariz esperando no tener una hemorragia nuevamente. Por suerte no fue así. La acción de ella no pasó desapercibida.

-Acaso ella…- comenzó a decir Giovani- se equivocó en algo-

Las palabras de él cayeron como un balde frío en plena sala y Azel se quedó callado, más pálido todavía.

-¿Qué.. qué está diciendo Ceo?- el rostro de Azel era tan blanco como el papel y su rostro estaba empapado en sudor- No ve lo que ella me acaba de decir, me está acusando de…-

-De lo que realmente es- Giovani inclinó la cabeza- Desviación de fondos, Facturas alteradas, delegar trabajo a otras personas, jugar en el tiempo de trabajo, abuso de poder, tengo que seguir enumerando o deseas salir por la puerta por ti mismo.

Giovani no retrocedió. Azel cayó en el suelo con un sonido sordo de nalgas. Sus ojos tan abiertos que dolían, como no queriendo asimilar la situación.

-Ceo, Ceo, debe haber una equivocación- su voz temblaba, y la atmósfera no era nada buena en la oficina.

Giovani no se inmutó por el estado de él.

-No creo que haya ninguna. Antes de irme de viaje dejé encargado a Kamil que me averiguara ciertos detalles después de encontrar algunas alteraciones en los últimos documentos.

Azel fulminó con la mirada a Isabela.

-Tú… maldita. Fuiste tú. Planeaste todo esto.

Isabela esta vez se sobaba la sien y lo miró. Sus ojos estaban nublados del dolor de cabeza.

-No tengo que planear nada. Usted me pidió que hiciera los informes y había algunos que estaban alterados en los que me dio para organizar. Solo hice bien mi trabajo. Si va a desviar recursos, al menos asegúrese de hacerlo bien en la próxima empresa- sus palabras salían completamente frías.

Hasta el mismo Giovani se impresionaba de la fuerza de ella. No se había doblado ante las calumnias de este hombre. Sería pequeña, y pareciera débil, pero nada más lejos de la realidad. Definitivamente ella era perfecta para sus planes. Y ahora algo más. Necesitaba personas tan capaces como ella.

Azel apretó los puños, muy fuerte, aun en el suelo. Su cuerpo temblaba de impotencia. Murmuraba algo, pero no se le escuchaba. Nadie en la sala hablaba tampoco. Estaba el Ceo presente, nadie se atrevía. Hasta que el hombre se levantó del suelo, con el rostro ahora teñido de rojo y se abalanzó contra Isabela.

Fue muy rápido, utilizó el peso de su cuerpo para empujarla intentando poner sus manos alrededor del cuello de ella. Isabela se encontró cayendo de pronto hacia atrás hasta golpearse la cadera con el borde de la mesa y las manos del hombre rozando la piel de su cuello, cuando estas fueron separadas siendo sustituidas por una sombra que se cernió delante de ella.

Giovani había notado la intención del hombre, pero solo el dio tiempo a apartarlo y lanzarlo de nuevo al suelo después de que agrediera a la mujer.

-Kamil- ordenó y ya su guardaespaldas estaba sobre Azel sosteniendo su brazo doblado detrás de su espalda- Desaparécelo de mi vista. Ya sabes que hacer por él, presentaré cargos contra él.

El hombre asintió con la cabeza y lo levantó con facilidad, sacándolo de la oficina. Antes de desaparecer por completo Giovani pudo escuchar una maldición y promesa de venganza por parte de Azel, más no le prestó atención. Él tenía cosas más importantes que hacer.

Se giró hacia atrás, después de hacerle seña al personal conmocionado que volviera a sus actividades y encontró a la mujer que se sobaba la cadera.

-¿Estás bien?- él tono de él era frío aun cuando sus intenciones eran verdaderas.

Ella asintió con la cabeza sin alzarla, no lo miraba. Isabela se esperaba el peor de los escenarios ahora. Ya pensaba que trabajo podría encontrar nuevo. Tenía un niño en casa que alimentar bien.

-Sígueme- entonces escuchó y Giovani desapareció de delante de ella.

Isabela cerró los ojos y suspiró profundo. Primero su cabeza que martilleaba tanto que apenas podía mantener los ojos bien abiertos y ahora la cadera. Definitivamente no era un buen día. Solo cosas malas le pasaban desde que había hablado con ese hombre.

Enderezando los hombros e intentando mantener la mayor compostura posible siguió a Giovani hacia el elevador. Cuando la puerta se cerró el espacio le pareció sofocante junto al hombre y más por la diferencia de tamaño entre ambos. Estaba segura que podía cargar a una mujer fácil contra la pared sin pasar trabajo. Se abofeteó mentalmente.  ¿Qué hacía pensando en cosas como esas?

-¿Ocurre algo?- la pregunta de él la hizo salir de sus pensamientos.

-No, nada- ella se mantuvo pasiva.

-¿Ha pensado en mi propuesta?- de buenas a primeras le soltó la pregunta e Isabela se quedó helada dentro del elevador, aun cuando este se abrió y el hombre salió.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro