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Giovanni se despertó en la mañana con un dolor de cabeza que la dividía la mitad y gimió sonoramente ante este hecho. No recordaba mucho lo que había ocurrido después de empezar a hablar con Isabela en la puerta del baño cuando ella le pidió ayudarlo. Todo lo que estaba en su memoria era muy confuso, pero realmente debió haberse sentido bien lo que habían hecho y haberse corrido más de una vez pues su cuerpo estaba en ese estado de cuando tenía sexo a lo grande.
Demonios. Debía haber tenido un poco más de autocontrol sobre sí mismo por muy bueno que lo hubiera estado pasando. Nada garantizaba la seguridad Isabela y menos con las ganas que le tenía y que últimamente ella no estaba ayudando mucho tampoco. Esperaba que todo hubiera salido bien a pesar de todo, no solo por sus planes que se verían arruinados, sino porque realmente no deseaba quitarle la virginidad en esta situación. Al menos si tenía sexo con ella deseaba que fuera en un mejor ambiente y con algo especial preparado desde antes, no donde su familia lo estuviera vigilando constantemente y con un contrato de por medio. A veces ser un romántico no estaba del todo mal, e Isabela era de esas mujeres que dejaba salir toda esa parte de él.
Sentía que después de esa noche la relación entre ellos sería mucho más fuerte, sobre todo por el hecho de que habían tenido que confiar tanto uno como en el otro. Esperaba no estarse equivocando.
Se giró de lado para ver la condición de la mujer y realmente se impactó con lo que encontró. Le gustaba el sexo como fuera de una forma intensa, pero nunca se imaginó que hubiera sido tan brutal, eso que realmente no había llegado a la penetración.
Isabela estaba acostada de lado dándole la espalda. Su cuerpo se notaba realmente agotado y ni siquiera se despertó con los movimientos provocados por él al girarse. Toda la piel desde su cuello hasta su hombro estaba llena de marcas de besos duros. Pero, sobre todo, destacaba la mordida que estaba en su nuca de la cual había pequeños hilos de sangre que, aunque parecía muy delgados habían dejado una mancha de sangre en la almohada. Eso realmente lo preocupó haciendo que su corazón martilleara en su pecho. No tenía la intención de llevarlo a ese nivel.
Rápidamente se enderezó y corrió las sábanas dejando a la vista el cuerpo de ella notando que ya se estremecía ante el cambio de temperatura. Lo primero que hizo fue revisar la herida de su cuello dándose cuenta de que no parecía tan grave como aparentaba. Y eso era lo que realmente le preocupaba sobre ella y de su cuerpo. Normalmente no era tan fácil crear moretones. Además, no era la primera vez que Isabela se hacía una herida tan pequeña y la sangre brotaba sin parar. Definitivamente la llevaría a un hospital cuando estuviesen de vuelta.
Siguió analizando el cuerpo de ella por todos lados con tantas marcas que parecían peligrosas, sobre todo entre sus muslos, donde se juntaban marcas de besos, mordidas y del roce de él. Todavía quedaba más rastros de esencia, tanto de él como de ella. Ni siquiera se habían limpiado después de perder el conocimiento. Esperaba que no hubiera ido a una segunda ronda sin pensar en las consecuencias. Pero al menos encontró que la braga todavía estaba en sus en sus caderas y en aquella zona no quedaba rastros de sangre.
La virginidad de su esposa todavía estaba intacta. Sin embargo, se lamentó no recordar lo ocurrido y otra cosa también llamó su atención. Si Isabela tenía esa facilidad para perder sangre, entonces cuando tuvieran relaciones tendría que tener mucho cuidado de no ocasionarlo una hemorragia. Como que tener sexo con su Bela se estaba volviendo todo un reto.
La sintió removerse casi despertándose debido a que él no se había quedado quieto en ningún momento.
-Shhhh, Bela relájate, solo cuidaré de ti- besó levemente la mejilla de Isabela que casi abrió los ojos y dejó caer de nuevo sus párpados y se dejó se dejó por completo al cuidado de él.
***
La temperatura era agradable el agua acariciaba cada parte de su cuerpo. Ayudaba a que se relajara, así como aliviaba los dolores que tenía en cada una de las marcas que adornaban su piel y otras por el constante roce. Ella se dejó caer hacia atrás sobre el pecho duro detrás de ella y se obligó a abrir lentamente sus ojos. El blanco del baño asaltó su mirada llenándola por completo.
-¿Qué pasó?- preguntó confundida, todavía aturdida por lo ocurrido la noche anterior.
-Esa pregunta iba a hacértela yo- Giovani le respondió acariciando el vientre de ella con su mano mientras la otra estaba entrelazada con sus dedos en el borde de la tina. Se demoró unos largos segundos en responder de nuevo- No puedo responderte porque no recuerdo mucho anoche. Más bien tú eres la que debería darme esa información.
Las mejillas de Isabela se sonrojaron cuando los recuerdos su memoria y como él le había hecho gritar. Realmente se había lucido. El placer había suplantado a la vergüenza y no podía negar que era una experiencia que le gustaría probar de nuevo... sin tanta presión ni drogas de por medio. Había tenido un poco de miedo al no tener a Giovani del todo consciente y al tanto de la situación... aunque pensándolo bien... él parecía que perdía el control con facilidad así que podría esperar cualquier cosa.
-Te lo contaré más tarde- bajó la cabeza con un poco de vergüenza.
Giovani bufó en voz baja y dejó un beso sobre la marca de mordida en su cuello ahora cubierta. Realmente se había preocupado, pero después de limpiar los hilos y puesto una banda gruesa estos habían dejado de salir, pero igual se igual forma no lo dejaría pasar tan fácil. Y tendría que controlar su afán por morder, por mucho que le gustara llenarla de marcas.
-Al menos tu virginidad sigue intacta- le soltó con un suspiro de alivio.
Ella llevó sus rodillas contra su pecho y dejó caer la cabeza hacia un lado en donde él tuvo acceso a su cuello y él lamió por encima de una de las marcas que habían quedado allí. La piel de ella sabía exquisita.
-Bueno, por tu parte no fue, porque estás muy dispuesta quitármela a cualquier costo.
-¿Tan rudo fui?- Giovani se debatió consigo mismo.
-Más de lo que te imaginas. No estaba entre tus cabales y a pesar de que a veces parecía que estabas pensando racionalmente hacía las cosas que me daban miedo después. Fue... complicado de sobrellevar.
La había hecho sentir miedo, miedo de él. Eso era lo que menos deseaba. E hizo algo que lo sorprendió pues no era alguien que soltara esas palabras fácilmente.
-Lo siento, debo tener un poco más de cuidado la próxima vez- porque si habría próxima vez y muy pronto si se ponía a trabajar en ello.
-Era algo que no se podía prever. Los dos somos responsables- respondió ella cerrando los ojos- Hazme un masaje como pago. Tengo los brazos y muslos un poco entumecidos. Asume la responsabilidad de cuidarme después de todo quede así por culpa tuya.
-Estás hablando como para que me sienta culpable. Aunque no me molesta si mi esposa me pide un masaje- y sobre todo si tenía que empezar por sus muslos.
Esta vez fue ella la que bufó
-Tal vez tal vez es así.
Y a pesar de su forma de ser, Giovanni sabía que ella estaba jugando con él. Isabela parecía haberlo tomado mejor de lo que se esperaba a pesar de todo lo intenso que había sido la noche. Lástima que él no podía recordarlo completamente. Quizás a la vuelta podrían recrearlo.
-Descansa- le besó la sien- Seguiré cuidando de ti.
Ella lo miró por encima del hombro.
-Mientras no sea tu forma de cuidarme junto con lo que tienes en mente no creo que esté bien- le palmeó la mano que en vez de estar en su muslo se dirigía a donde estos se unían y que estaba demasiado sensible para el tacto en ese momento.
Él le dio un beso en la mejilla.
-No seas terca, no es como si te fuera a hacer sentir mal. Además, si pudiste confiar en mí a pesar de lo de anoche ahora podrás confiar sin ningún problema, sabes que conmigo estás a salvo.
Isabela soltó un leve gemido ante el contacto de las manos de él contra su cuerpo que supuestamente pretendían darle un masaje. Pero contra lo que había dicho de confiar... contra eso no tenía argumentos. Esta vez Giovani había ganado
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