7
El reloj no había marcado las 3 de la mañana cuando Isabela se tuvo que levantar e ir corriendo hacia el baño. Su estómago se revolvía de forma dolorosa y apenas llegó al inodoro antes de devolver todo lo que había en su estómago. Su mundo comenzó a revolverse con cada arcada y contracción de su abdomen. Dios, era realmente doloroso.
En medio de todo aquello escuchó como la puerta del cuarto de Allen se abría y ella empujo con su pie la puerta del pequeño baño para cerrarla. No quería que la viera en esas condiciones. Solo lo preocuparía más.
No faltó muchos segundos antes de que Allen estuviera tocando con voz angustiada del otro lado.
-Bela ábreme, Bela, Bela-
Pero ella no lo hizo. Apenas levantó la cabeza para decir con una voz quebrada.
-Vuelve a dormir, esto pasará pronto. Ya sabíamos que pasaría- casi se quedó sin aliento y volvió a vomitar.
Escuchó los pasos de Allen alejarse. Al menos el chico en momentos como estos era obediente. Ella no tenía fuerzas para ponerse a pelear con él. No cuando su cuerpo le estaba jugando esa mala pasada. Y otra vez vomitó encontrando que unas gotas de sangre comenzaban a acompañar el contenido del inodoro.
-Demonios- maldijo ella agarrando el poco papel higiénico que quedaba al lado y lo llevó a su nariz.
No pensó que se complicaría tanto. Y tras tres arcadas más donde ya solo salió jugo gástrico, el papel estaba completamente manchado de sangre. Isabela no tuvo más remedio que buscar en el pequeño closet y agarrar una de las pocas toallas que tenían allí. El sangrado no se detendría pronto.
Ella no lo aparentaba, pero era una mujer portadora de hemofilia, una enfermedad bastante grave no dejaba que su sangre coagulara que afectaba generalmente a los hombres y hacia portadoras a las mujeres presentándole síntomas varios y menos del 50% de la coagulación normal de su sangre. Y aunque solo presentaba una alteración del gen de la enfermedad presentaba síntomas un poco severos. Su vida no peligraba, pero el día a día podía complicarse sino tenía cuidado o tomaba sus medicamentos regularmente. Y debido a que había bebido alcohol y a su alergia a él sus vasos sanguíneos se habían dilatado más de lo normal provocándole una severa hemorragia nasal.
Cualquiera en su caso llamaría a una ambulancia o tendría tratamiento para tomar en este tipo de caso, pero Isabela no tenía ni siquiera un expediente médico sobre este caso. Solo lo sabía por los exámenes que se había hecho en la escuela menor, muchos años atrás. Era un tratamiento muy caro y que, además, por su grado de gravedad necesitaba anticoagulantes bastantes concentrados y esos solos se vendían en centros especializados. Y ella no se podía dar el lujo de un gasto así. Ya bastante con la deuda que tenía sobre sus hombros… que no le pesaba dada que era de su hijo.
Esperó sentada con la espalda recostada en la fría baldosa hasta que la mitad de la toalla estaba de un color carmín, pero el sangrado se detuvo por fin. Estar débil se quedaba corta con lo que estaba por lo que no pudo levantarse del lugar, sin embargo, sabía que Allen no había vuelto a su cuarto.
Usando toda su fuerza de voluntad se impulsó aguantándose de todo y escondió como pudo la toalla que tendría que tirar después. Su mano pasó trabajo para encontrar el mango de la puerta, pero después de varios intentos donde los mareos se lo permitieron por fin abrió y salió tambaleándose. La sala estaba a oscuras más la cocina estaba encendida.
En ese momento agradeció que la casa fuera pequeña, pues pudo llegar a su habitación sin caerse o tropezar demasiado. Por último, se dejó caer en la cama sintiendo frío. Estaba helada por su pérdida de sangre. Sabía que se repondría rápido, pero necesitaría unas largas horas de descanso.
-¿Bella?- la puerta de su cuarto se entreabrió un poco y dejó ver una pequeña cabecita que se asomaba allí.
La mujer apenas abrió los ojos y forzó a su cuerpo a ponerse de lado.
-Ven- ella estiró los brazos y el niño entró con un vaso con un poco de leche caliente y un popote.
-Tómate esto. Leí que pude ayudarte. Le puse una de mis píldoras de hierro- él se sentó en la cama y con cuidado le acercó el vaso con el popote al rostro de ella.
Isabela no sabía si sonreír o ponerse a llorar. Allen era lo mejor que le había ocurrido en su vida y cuidaba tanto de ella, como ella a él. Con movimientos lentos se alzó como pudo y tomó el líquido caliente que cayó en su estómago de a poco calmando ligeramente el malestar que allí aún permanecía. No había terminado el vaso cuando soltó el popote y se dejó caer completamente de nuevo sobre la almohada y con temblores.
Allen dejó el vaso sobre la mesa y la tapó con la colcha para después salir y buscar la de él poniéndosela encima a ella.
-¿Te sientes mejor?- él le preguntó suave viendo si ella aún no se sentía bien.
Isabela se acurrucó un poco más aligerando los temblores peros sus labios estaban un poco azules. Allen estaba preocupado, pero sabía cómo actuar en estos momentos, por lo que le tocó el brazo a ella y como acostumbraban a hacer cuando uno de ellos enfermaba, ella alzó los brazos,
-Ven- y se abrazaron juntos debajo de las colchas.
Junto a su hijo Isabela se sintió mucho mejor y segura, y los temblores dejaron de atacar su cuerpo muy pronto y el dolor que recorría cada parte de ella fue cediendo. No supo porque, pero a su cabeza vino de pronto la propuesta que el indecente de su jefe le había hecho.
3 millones de dólares.
Cuantas cosas podría hacer. Tantas que no tendría que hacer pasar a Allen por todo este trabajo ni la preocupación de verla en este estado. De poder mandarlo a una institución donde pudiera desarrollar todas sus capacidades. Una casa más grande donde él pudiera tener el perro que tanto había querido y que había desistido la primera vez que ella le había dicho que por el momento no se podía. Poder pagar la deuda enorme que tenía y poder así pensar en un mejor futuro.
Tres millones de dólares, podría facilitarle tanto la vida.
No supo si era por su debilidad o por la situación, pero la oferta le pareció más tentadora que horas antes, y pensando en ello se quedó completamente dormida. Al otro día no pudo asistir al trabajo.
***
Su vuelo se habría retrasado varias horas dado el estado del clima a donde iba, por lo que Giovani se dignó a pasar por la empresa más dispuesto que lo que pretendía. Y no era premisamente para ver a su actual novia que no había visto desde la tarde anterior. Era de los hombres que refería que las mujeres no invadieran su espacio personal, por lo que Samantha podía quedarse algunas noches en su casa, pero nunca a vivir.
Sin embargo, recibió la muy poca grata sorpresa que la razón que lo había hecho ir a primera hora no había asistido al trabajo y no había justificación alguna de su ausencia. El ceño de Giovani se frunció ligeramente y entró a su oficina dejándose caer pesadamente.
-Esa mujer realmente es difícil. Seguro no vino para no verme.
Kamil, que había entrado y cerrado la puerta con una calma existencial solo se limitó a detenerse delante de él.
-Ella tenía entendido que usted saldría de viaje, como sabría que usted vendría primero a la empresa.
Como siempre, Kamil era de pocas palabras, pero estas siempre muy asertivas.
Giovani se apretó el entrecejo y se quejó. Pocas horas de sueño, mucho que pensar y resaca no era una buena combinación. Debía haberse acostado a dormir en cuanto llegó a su mansión. No ponerse a apreciar que vino le vendría mejor para olvidar aquel cabello rojizo.
-No me hagas caso, solo estoy un poco irritado porque anoche apenas dormí- se notaban ligeras ojeras debajo de sus ojos. Kamil no insistió.
Giovani aprovechó el tiempo que le quedaba para terminar de revisar los archivos que tenía pendientes encontrando que había algo extraño en uno de los últimos informes de recibos. Encendió la computadora y para cualquier persona podía pasar desapercibido, pero para alguien como él, que se había hecho un imperio billete a billete, una sola cifra cambiada significaba mucho.
-Kamil… hay alteraciones en los informes del departamento de economía- dijo rotundamente con el rostro muy serio.
Si guardaespaldas se acercó y se fijó en el documento.
-Este es el informe final que hace el mismo director.
Giovani lo miró alzando la ceja para levantarse después.
-¿Por qué dices eso? Y hablando del tema, me mencionaste algo interesante el otro día. ¿A qué te referías?
Kamil se enderezó.
-Ceo, la verdad es que…
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