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Isabela no sipo cuando fue el momento en que sus ojos se cerraron durante el viaje y se quedó dormida. Quizás era por la tensión del momento y los nervios, pero se sentía agotada. Lo bueno era que de esa forma había recobrado energía para enfrentarse a la familia de Giovani. Sus suegros y cuñados no serían cosa de juego y tendría que estar preparada, aun si tenía la protección de su esposo.

Se removió en el asiento una vez que el auto se detuvo sin abrir los ojos para sentir algo cálido contra sus labios. No tenía que mirar para saber de qué se trataba. Ella y Giovani se había besado tanto últimamente que ya conocía la textura de sus labios. Dejó que estos besaras los suyos y los chupara lentamente. No fue un beso intenso, ni profundo como acostumbraba Giovani, más bien fue un beso de...

-Es hora de despertar, bella durmiente- sintió el aliente caliente contra ella para darle un beso rápido de nuevo y alejarse.

Solo entonces Isabela abrió los ojos tapándose un poco la claridad con la mano.

-¿Ya llegamos?- bostezó frotándose los ojos. Sus labios palpitaban desde el primer beso hasta el de ahora... y no podía negar que le comenzaba a gustar esa sensación.

-Si, y tenemos comitiva de bienvenida- él le hizo un movimiento con la cabeza al otro lado.

Isabela miró en aquella dirección y su boca se abrió no por las personas, sino por la estructura detrás de ellos.

-Me imaginaba que tu familia tenía dinero hasta para ir al baño con él, pero... pero... viven en un castillo- impresionada era poco decir.

-Son bastante clásicos. Yo también vivo en una casa antigua, solo que no tan grande. El costo de mantener una casa tan grande que al final no vas a usar ni la mitad de ella es un desperdicio de dinero por gusto- dijo él y le agarró la barbilla y la giró hacia él de nuevo- Si después quieres un castillo así te lo puedo comprar, pero ahora necesito que no te impresiones mucho con lo que encontrarás a los alrededores y te centres en mi familia.

Isabela asintió con la cabeza en parte muda por las palabras de él. Giovani tenía mucho dinero incluso para pagar hasta 10 millones para tener sexo con ella cuando se cumpliera el contrato, pero de ahí a comprarle un castillo. De seguro estaba bromeando.

Se abofeteó mentalmente. Debía dejar de pensar cosas así y centrarse como le había dicho él.

-Bueno, dame más detalles para no meter la pata.

-Por eso me gustas. Sueles ser seria en los momentos justos- le dio un beso rápido en la mejilla y le dijo el nombre de cada uno de los presentes y los que aún no habían salido.

Unos minutos más tarde, él mismo le estaba abriendo la puerta del auto y la ayudó a bajar agarrando su mano y entrelazándola con la de ella. Los dedos de él estaban en un agarre férreo y su palma estaba fría.

Caminaron en dirección a los que estaban esperando allí.

Había una pareja esperando y junto a ellos un hombre que se notaba que era el hijo de ellos. Markus, el tercero de los cuatro hermanos. Giovani le había comentado que era el que más se parecía a él físicamente, aunque los ojos claros de su abuelo solo los había heredado él. En cambio, Markus tenía el cabello oscuro corto, peinado hacia atrás y los ojos marrones claros. A su lado estaba la pareja.

Los padres de Giovani. Camila y Oscar Lexon. Camila era una mujer elegante y muy bien cuidada para su edad. Su cabello de color chocolate, al igual que sus ojos, lo llevaba en un corte cuadrado sobre los hombros y su maquillaje estaba perfecto. Su pequeña cintura, y su cuerpo, con una altura promedio aumentada por los tacones de aguja, estaba cubierto por un costoso vestido negro de terciopelo. A su lado su esposo, mucho más alto que ella y con una complexión musculosa. Isabela podría decir que la genética masculina era fuerte pues Giovani se parecía a él, tanto en el cabello como en los rasgos atractivos de su rostro. Solo sus ojos se diferenciaban tanto en color como en la forma fría que la recorrieron.

Otra mujer podría salir corriendo cuando fue presa de las tres águilas delante de ella, pero la mano de Giovani la mantenía firme y de cierto modo segura.

-Llegué padres- saludó Giovani de forma cortés y un tono para nada relajado.

Los dos adultos hicieron un movimiento de la cabeza. Se notaba que no estaban del todo contentos con la presencia de él allí. Claro, se suponía que la herencia era para ellos, no para el hijo que siempre habían dejado de lado.

-Hola hermano- Markus saludó, aunque parecía más interesado en Isabela- ¿Ella es tu esposa? Hasta donde sabía estabas con una despampanante rubia, no con la rapunsel pelirroja-

-Las cosas cambian hermano y mi vida siempre ha sido lo suficientemente independiente como para que te puedas enterar de todos los cambios que hago en ella- Giovani le respondió con el mismo tono que había usado su hermano y este le frunció el ceño.

-Paren los dos- Oscar no alzó la voz, pero esta era tan grave que estremeció a Isabela y más cuando este fijo su rostro en dirección a ella- Tu nombre.

La mujer enderezó la espalda y mostró su mejor rostro.

-Soy Isabela Lexon, un placer conocerlos.

Oh. Hasta el mismo Giovani se impresionó, aunque no lo mostró. Ella había tomado su apellido, como ocurría en los casamientos de alto nivel y él mejor que nadie sabía lo que eso significaba. Los estaba retando, a ellos dos, a sus padres. Les estaba dando la confirmación de que ella estaba casada con él. Definitivamente no se había equivocado en escogerla. Isabela era la mejor.

Pero como era de esperarse su respuesta no les gustó.

-Insolente- esa fue la primera palabra que salió de la boca de Camila.

Por su parte... Isabela solo le respondió con una leve sonrisa, como si la situación no la afectara.

***

-Dios, eres increíble- Giovani se dejó caer sobre la cama aflojando el botón de su camisa. En su rostro había una sonrisa que solo aparecía cuando estaba de verdadero buen humor.

Isabela que cerró la puerta detrás de su espalda después que los empleados hubieran dejado las maletas en la entrada, alzó una ceja.

-¿Por qué lo dices?- se acercó a él mirando de un lado a otro.

Estaban en una habitación que había sido preparada para ellos, no la que pensó sería la habitación utilizada en el pasado por Giovani, pero dada su historia se imaginó que de seguro habían aprovechado ese espacio, como si él no existiese.

Giovani la agarró de la muñeca y tiró de ella hasta sentarla en su regazo, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura.

-Decirles a mis padres a la cara que tu apellido es Lexon, hay que tener verdadero valor para hacer eso.

-Bueno, si me casé contigo sería lo más común- ella respondió como si el tema fuera simple.

Giovani se sintió realmente relajado por primera vez desde que había comenzado a entrar en los terrenos del enorme castillo, por lo que dejó caer la cabeza encima del pecho de ella, abrazándola mucho más fuerte.

-Aun así, si fuera lo más lógico, acaso crees que mis padres dejarían que cualquiera tuviese en sus manos el apellido Lexon. Créeme, ellos dos, son de tener miedo.

-Tu madre me llamó insolente- Isabela soltó una leve carcajada enterrando sus dedos en el delicioso cabello oscuro del hombre. Era difícil verlo así de tranquilo y... vulnerable. Sabía que necesitaría darle todo el apoyo posible.

-Estate preparada, mi hermana tiene una lengua mucho más venenosa, y mi hermano mayor, lo más seguro es que te coqueteará, mucho más que Markus. Ellos dos son tan iguales y tan diferente a la vez.

-Es bueno que me vayas diciendo porque tengo intenciones de volver intacta junto a Allen.

Giovani la apretó más contra él aspirando el suave aroma de ella.

-Es mi intención- el Ceo se enderezó y le dio un rápido beso en los labios- Y ahora vamos a darnos un baño que dentro de poco nos vendrán a buscar para sentarnos a la mesa.

-Ve primero mientras saco la ropa- Isabela tuvo la intención de levantarse, sin embargo, el agarre sobre ella se lo impidió.

-Bela, acaso no recuerdas que te había dicho que teníamos que estar juntos en todo momento, incluido el baño- los orbes azules de él brillaron peligrosamente- como mismo que ya nos hemos visto desnudos.

-Giovani... no te atrevas... oye... No... Aaaahhhh- Isabela se encontró siendo cargada y a pesar de resistirse fue inútil que el hombre no la metiese al baño con ella a darse una ducha.

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