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40

Isabela solo pudo ratificar algo, ese hombre besaba como el mismo paraíso, no, mejor, aun, como el infierno, porque ese fuego que estaba creciendo dentro de ella no era para nada normal. Incluso sus piernas estaban temblando y solo se mantenía estable por el fuerte agarre del brazo de Giovani alrededor de su cintura. Hasta los desagradables recuerdos de la tarde se habían esfumado y aunque pensó que sentiría repulsión contra los hombres después de... con él no fue así. Tampoco era que iba a ir de boca en boca viendo si de verdad le daba asco el sexo opuesto.

Y Giovani no había alardeado cuando había dicho que haría el beso más profundo. Toda la boca de ella estaba invadida por la lengua de él a tal punto que no sabía dónde empezaba una y terminaba otra. Sentía que se asfixiaba por la intensidad y por la saliva que se acumulaba en si cavidad y corría por el borde de esta.

-Ah, Ah- jadeó Giovani cuando la soltó sin separarse un poco- Respira por la nariz, ya te lo dije- su voz sonaba llena de excitación y ella fue consciente del estado de él dado que por su cercanía pudo notar el bulto que apenas el pantalón podría contener.

Ella respondió como una mujer sin experiencia en el ámbito sexual e intentó alejar la cadera, pero la mano de él se corrió hacia su nalga y la presionó más sí.

-No te voy a hacer nada, esto es una reacción fisiológica normal- murmuró él agarrando su labio inferior y chupándolo- Tú también debes estar algo mojada así que estamos a mano.

Ante aquellas palabras el rostro de Isabela se volvió aún más rojo de lo que estaba y bajó hasta su cuello. Quiso separarse de él, pero los labios del Ceo estaban de nuevo sobre los de ella haciendo su magia y su cabeza dejó de pensar.

Por suerte, él estaba preparado, así que detuvo la mano de ella cuando se levantó peligrosamente hacia él una vez terminó el beso, dejándolos completamente jadeando, sudados y hasta cierto punto frustrados.

Maldito contrato, sino fuera por él la llevaría a su cuarto, o mejor, la follaría allí mismo en plena sala.

-Hicimos un acuerdo- él llevó la mano de ella a su boca y lamió sus nudillos- No entiendo tu agresividad contra mí.

Isabela no le respondió. Su cara estaba encendida de la vergüenza y solo había respondido por inercia, porque decir que había detestado el beso sería falso, pero que aún pudiera sentir la erección palpitante de él pegada a su ingle, y que ella estuviera húmeda debido a él... dios, no se reconocía. Y pensar que había estado años sin interesarle el sexo.

Iba a protestar cuando un sonido interrumpió entre ellos. Giovani alzando una ceja, bajó la mirada hacia el vientre plano de la mujer.

-Si tenías hambre solo tenías que decirlo.

Ella apretó los labios.

-Si como no. No fui yo quien sorprendió a una mujer en una casa ajena con la luz apagada y le dio un susto de muerte.

Giovani relajó sus hombros.

-Soy original, cariño- usó el apodo con un deje íntimo y se sintió demasiado bien en su boca- Vamos a la cocina- declaró antes que la calentura de su miembro se le fuera a la cabeza y le abriera las piernas ahí mismo. Demonios dos meses iba a tener. Y apenas se habían casado.

Oh sí. Tenía que darle noticias a ella. Así que la cargó en brazos haciendo que ella se aguantara de su cuello ante el rápido movimiento que la asustó.

-Giovani- protestó Isabela- puedo caminar sola- no estaba acostumbrada a ese contacto, contacto que el hombre hacía cada vez más atrevido.

-Aprovecha hoy el servicio de la casa. Estoy de buen humor y lo que soltaré después te pondrá las piernas de gelatina.

Isabela no supo a qué se refirió, lo más impactante así debía ser la boda ¿verdad?, aunque ahora mismo... ella ya tenía las piernas de gelatina, como había dicho él debido al beso.

***

Isabela vio como el hombre se movía dentro de su enorme cocina agarrando diferentes ingredientes del refrigerador con la intención de preparar un bocadillo para cada uno, pero ella desde, sentada en la isla no tenía una muy buena expresión.

-No creo que poniendo todo eso sepa bien- ella no pudo evitar decir.

Giovani sonrió y la miró por encima del hombre.

-No suelo cocinar mucho, pero créeme que esto sabe como los dioses, te volverás adicta- decía mientras ponía en la plancha cuatro rodajas de pan, con queso, jamón, atún, mayonesa, mostaza, crema de maní, entro otras cosas más.

No, en serio eso no debía saber bien, y estuvo exceptiva cuando él se sentó frente a ella terminando los bocadillos. Giovani se había quitado el saco quedándose solo en la camisa negra que había arremangado y abierto los primeros botones después de quitar la corbata. Ella tuvo que reconocer que era agradable como los músculos y tendones se movían mientras él maniobraba.

Menos de un minuto después el bocadillo fue puesto delante de ella y lo miró aun dudosa. Ya completamente montado no se veía... tan mal. Y con el hambre que ella tenía, no sería tan exigente. Así que copiando al hombre que ya le había dado dos buenas mordidas al suyo, ella se arriesgó.

Y Wao.

La potencia de sabores que explotó en su boca fue espectacular. Realmente... estaba bastante bueno. Era salado y dulce a la vez. Sus ojos brillaron.

-Te gustó- afirmó él dando otro bocado al suyo.

Isabela no pudo negarlo y comió tranquila el suyo con más ganas de las que se esperó. Nunca se imaginó que alguien como él pudiera hacer algo así. Solo después que el vaso de jugo fue puesto delante de ella, Giovani habló.

-¿Qué fue lo que ocurrió hoy Isabela? Y no me mientas.

Ella apretó sus manos en torno al vaso.

-¿Qué quieres saber?- ella consciente que no podía mentirle mucho, tendría que pensar bien en su respuesta.

-La cuenta bancaria tuya fue vaciada de golpe- él reclamó.

Isabela apretó los labios.

-Eso lo hizo el hombre que me asaltó. Me hizo darle todo el dinero.

Giovani frunció el ceño.

-Sé menos creativa. La cuenta fue vaciada en el hospital. Tengo una notificación mandada a mi celular. Tengo un control muy estricto de mi dinero hasta terceras personas para que no sea usado de forma ilícita y me acusen después. Así que, aunque la cuenta está a tu nombre sé hasta dónde está el movimiento.

El cerebro de Isabela se movió rápido.

-El hombre me dijo que lo pagara ahí, tenía convenio con la enfermera- pensó rápido. No quería decirle la razón real de la deuda, se imaginaba ya por donde venía aumentando y eso sería implicarlo con esas personas.

El hombre entrecerró los ojos pareciendo molesto.

-Isabela, me estás mintiendo.

Ella negó con la cabeza.

-Fui asaltada, nada más. Me hizo darle el dinero y lo mordí duro para liberarme- ella habló con la mayor confianza que pudo. Si Giovani se enredaba con los problemas familiares donde Samuel era una pieza clave, la cabeza de él correría. Bien sabía ella con quien estaba tratando.

Para su suerte el hombre no hizo más presión, aunque no parecía haberse tragado aquel cuento.

-Cambiando de tema- Giovani se corrió el cabello hacia atrás- ¿Pudiste ver algo de lo que te mencioné para la boda?

Isabela alzó una ceja.

-Sí, claro- soltó con ironía.

Giovani no se dejó intimidar por ella.

-Bueno mañana saldremos a resolver todo para casarnos dentro de dos días.

-Que sea después del horario laboral. Ya hoy no fui, y me diste un puesto importante, además de mucho trabajo. Ya bastante que me miran raro en la oficina.

Giovani recostó sus brazos sobre la isla mirándola fijamente.

-Está bien, como desees, pero estate preparada. Después de la boda y la luna de miel saldremos directo a casa de mis padres.

Y con eso Isabela se puso nerviosa. 

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