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Desayunar sin Giovani en la mesa o no recibir alguno de los acasos de él le resultó bastante extraño para Isabela, sobre todo cuando ya habían pasado cuatro días desde que él se había ido de viaje. Ella era consciente de que era una mujer acostumbrada a adaptarse muy rápido a los nuevos entornos, pero el colmo que comenzara a extrañar la presencia del hombre, cuando debería sentirse aliviada. No se comprendía, la verdad.

-Bela, ocurre algo- Allen, al lado de ella, dentro del auto que los llevaba en dirección a la escuela de él, le preguntó- Has estado suspirando últimamente.

Ella alzó una ceja con dudas.

-¿En serio lo he estado haciendo?

El niño asintió.

-¿Es porque extrañas a Giovani? Hacías eso mismo después que mi mamá murió. No pareces darte cuenta.

Isabela se sorprendió de lo observador que era Allen. Vaya recordar esos detalles.

-¿Por qué lo extrañaría?- ella intentó desviar la atención sobándole la cabeza a él.

-Porque a pesar de todo, él parece ser alguien bueno, aunque te hizo llorar y eso lo hace una persona mala.

Isabela bufó por lo bajo.

-A veces puedes parecer un niño de diez años y otras veces no. Quién te comprende.

-Tú- Allen respondió y ambos sonrieron, pero dejó pensando a Isabela.

El hombre tenía sus cosas, sin embargo, no había sido tacaño en comprarles nueva ropa. Después de que habían llegado las compras se habían impresionado de todo lo que les había comprado... hasta ropa interior con la talla justa, al menos la de ella ¿en qué momento? Además, pagó la carísima matrícula de la escuela donde estaba Allen, todos los días comían varias comidas bien suculentas, que ella solo podría costear con el salario de todo un mes, y los llevaban en auto a donde ellos quisieses. Eso sin contar, una atención médica en caso que lo quisiesen, o lo que ellos desearan listo para que se lo trajeran o compraran.

Giovani tenía dinero, mucho dinero, pero no porque una persona estuviera forrada quería decir que lo gastara en otras personas así. En cambio, el Ceo era bastante generoso. Gracias a eso, Isabela ya tenía una muy buena suma guardada que esa tarde iba directo a pagar al hospital.

Por lo que después de dejar al niño y despedirlo en la puerta de la escuela dio indicaciones que la llevaran al hospital. En su caso usaba un plan especial de salud pública, donde no importaba que centro de ese estilo utilizara podía pagar su deuda, así como los altísimos intereses en cualquiera de ellos.

Antes de bajar sintió su celular nuevo vibrar y encontrar en la pantalla el nombre de Giovani le hizo alzar una ceja.

-Hola- saludó.

-Hola, Isabela, me has extrañado- la voz masculina del otro lado se notaba relajada. La atmósfera densa entre ellos, efectivamente, se había difuminado por los días que habían estado separados.

-No creo tener mucho tiempo de extrañarlo. Aunque ahora que me llamó me acordé que existe- le soltó ella para ver como él reaccionaba.

-Puedes ser muy cruel cuando deseas.

-Lo sé- le respondió con una leve sonrisa. Abofetearlo había liberado la tensión dentro de ella- Y bien ¿para qué me llama después de casi una semana?

-Solo han sido cuatro días, no seas tan exagerada. Aunque, cambiando de tema, pues no tengo mucho tiempo libre. Te llamo para decirte que en cuanto regrese nos casaremos, así que puedes ir eligiendo el vestido y demás. Será una ceremonia muy íntima, rápida y sobre todo privada. Mi familia está presionando y quiero acallar sus bocas antes de que ocurra algo más.

La idea de estar soltera, a casarse a la velocidad de la luz, no era tan fácil de asimilar. Sin embargo, Isabela no le quedó de otra aceptar, ella había firmado un contrato.

-Está bien, me encargaré.

-Selecciona el menú y demás. Pide ayuda si necesitas. No tiene que ser algo muy grande. Se hará todo en un día. Yo hará la reservación en el hotel para la luna de miel.

-¿Luna de miel? ¿En un hotel?- ella cuestionó. Ya tenía experiencia en lo peligroso que él podía ser.

-Claro, preciosa. Hay que crear recuerdos para que los demás piensen que estamos realmente casados por amor y no por interés. No te preocupes, no tengo intención de follar contigo, al menos no mientras esté el contrato de por medio.

Y la sugerencia de él hizo que Isabela colgara de la vergüenza. Su rostro estaba tan rojo que combinaba con su cabello.

-¿Ocurre algo?- el chofer le preguntó al ver su reacción.

-No, nada- ella negó- Solo llévame a donde le indiqué- sonrió incómoda aun con las palabras de Giovani en su cabeza.

No follaría con ella mientras no estuviera el contrato... y cuando no estuviese... tendría ese cuerpo duro y fuerte encima de ella. Oh dios, demonios con su cabeza. La bofetada tendría que dásela ella misma.

Después de bajar del auto y entrar más recompuesta, el olor a desinfectante le hizo pararse en seco y aspirar lo menos posible. Odiaba ese olor, lo detestaba, le hacía recordar tantas cosas que ella deseaba olvidar. Había derramado demasiadas lágrimas en ese lugar. Tuvo que sostenerse de una de las paredes para mantener el equilibrio y una arcada vino a ella.

Hizo su mayor esfuerzo para ocultarla de los presentes. Debía ser fuerte. Esto ya lo había hecho varias veces, en esta ocasión solo pagaría una parte de su deuda por lo que no debía preocuparse por las demás cosas. Así que se enderezó y respiró profundo ordenando a su cuerpo a que se moviera.

A esa altura no debía bajar la cabeza de esa forma, debía resistir.

Avanzó por el pasillo hasta el mostrador donde una joven enfermera la saludó.

-Buenos días, vine a pagar una parte de mi coste- le dijo Isabela buscando en su bolso la tarjeta de crédito que Giovani le había dado.

La joven la recibió y tecleó en la computadora, hasta que giró su rostro hacia Isabela con sus ojos muy grandes. Ella se imaginó que reaccionaría así al ver su cifra de deuda.

-¿Está segura que está bien esto?- la chica no pudo evitar preguntar. Son muchos ceros.

Isabela frunció un poco el ceño. Recordaba que era una suma alta, pero no con tantos ceros. Se inclinó un poco para ver el número en la pantalla, y lo que encontró la hizo palidecer tanto que la enfermera se asustó.

-¿Está bien?- ella se levantó y sostuvo a Isabela por los hombros pensando que esta se iba a desmayar.

-¿Cómo es eso posible?- sus voz salió quebrada. Isabela estaba al tanto de todas sus cuentas. Las revisaba mes a mes para ver el aumento del impuesto. Pero lo que no comprendía era como había pasado de tener cinco ceros a tener siete. Y no era para nada una suma pequeña.

-Déjeme comprobar, quizás me equivoqué- la enfermera, al notar su estado de aturdimiento se volvió a sentar y tecleó de nuevo para arrojar el mismo resultado- Lo siento, pero es correcto.

-Pero no puede ser así- Isabela apretó sus puños tan fuertes que sus nudillos se volvieron blancos- Hace un tiempo que no venimos al hospital y la he comprobado todos los recibos y los impuestos.

La chica siguió analizando la pantalla.

-Bueno, aquí dice que se han hecho tres operaciones, entre ellos dos cirugías estéticas de aumento de seno y glúteos, y un trasplante de cabello, a su nombre, utilizando los servicios vip e internamiento completo con acompañante, en las últimas tres semanas.

El rostro de Isabela se contorsionó.

-Acaso tengo pinta de haberme puesto culo y tetas y más cabello- explotó sin poderse contener. Había lágrimas en la comisura de sus ojos de la indignación y frustración.

La enfermera apretó los labios sin saber qué hacer.

-Lo siento, pero es lo que dice su cuenta. No puedo hacer nada más.

Isabela temblaba de la ansiedad y no deseaba llorar para no formar un espectáculo, pero realmente eso era lo que quería. Llorar y quebrarse para ver si el dolor en su pecho disminuía.

-Cobra todo el dinero de la tarjeta- dijo con la cabeza baja sintiéndose agotada. Todo era dinero y trabajo en su miserable vida. Aun no entendía que había pasado.

La chica asintió y cobró dejando la cuenta vacía que apenas pagó una parte de la enorme deuda de ahora, por lo que los intereses serían mayores. Isabela era consciente que sino pagana en un plazo limitado incluso podría ir presa. Ahora, ni cobrando los tres millones podría terminar de pagar aquello.

Oh, sí, quería llorar y mucho. Pero antes de tirar todo por la borda tenía que averiguar algo. Alguien debía haberle tomado los datos y poner aquellas cirugías a su nombre. Debía encontrar quien.

Y sumida en sus pensamientos no se dio cuenta que alguien se ponía a su lado y pasaba su brazo por encima de su hombro apretándola firmemente contra su cuerpo. Al momento ella reaccionó e iba a replicar para soltarse cuando notó quien era y su rostro mostró una expresión de pánico.

-Hola Isabela, fue divertido jugar al ratón escurridizo, aunque te equivocaste de gato. Te encontré.

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