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Giovani juró que si no fuera porque era buen chofer hubiera chocado más de 10 veces con cualquier cosa. Parecía un loco manejando en dirección a su destino que por suerte no quedaba tan lejos. Había hecho bien en comprar la casa cerca. Había intentado llamar a su esposa por el celular de Kamil pero como se imaginó, ella no le respondió aun si daba timbre.

Conociendo a Isabela le debía estar mentando todas sus generaciones, incluido él.

Es que entre sus intenciones no estaba realmente separarse de ella. Pero no quería seguir con aquel teatro y menos un contrato de por medio. Así que en cuanto entró al jardín de la mansión sin problemas ya que el guardia de adelante lo conocían dejó el auto y casi se lanzó. Kamil se encargó de estacionarlo bien y apagarlo mientras su jefe hacía las cosas bien, porque adentro se pondría caliente la situación.

Rafael regresaba del patio con una bandeja y un plato con restos de leche caliente. Se impresionó al ver al Ceo a esa hora de la noche y además en su estado alarmado.

-Buenas noches, señor Giovani- lo saludó, aparte de los problemas personales de sus empleadores él debía mantener una postura neutral.

-Buenas noches Rafael. ¿Dónde está Isabela?- habló casi atropellado jadeando un poco.

El mayordomo apretó los labios.

-Yo usted espero un poco. La señorita Isabela no está en condiciones de verla.

-Sé cómo debe estar Isabela. Pasó algo que no debía pasar.

El mayordomo apretó la bandeja y esta vez tuvo que intervenir.

-Lo he atendido por varios años y lo conozco, por eso espero que no tome a mal mi atrevimiento. Pero debido a su acción de enviarle cobardemente el divorcio cuando ustedes estaban como en una relación la señorita Isabela no la pasó tan bien. Lloró mucho y hasta Allen se despertó y tomó mucho que se durmiera. Y temo decirle que dice el niño que si te ve de nuevo haciendo llorar a su madre le golpeará la cabeza con un sartén.

-Ah. Demonios- Giovani maldijo y se rascó el cabello alborotándolo aún más de lo que estaba- Esos imbéciles en mi casa enviaron el divorcio cuando no era. No quería que fuera así. Y Allen es muy capaz de hacer eso. Es un niño bastante complicado con el que lidiar- suspiró- Dime donde está Rafael, tengo que hablar con ella. No es lo que piensas.

El mayordomo asintió con el rostro sin expresión.

-Mi trabajo es servirle y no meterme en su vida. Solo espero lo mejor para ustedes, pero no me gusta ver llorar a un niño o una mujer joven. Así que espero no tener que hacerlo hoy. La señorita Isabela se encuentra en el patio junto a la piscina. Kiki le está haciendo compañía.

No muchas se atrevían a hablarle así a él, pero Rafael lo había cuidado mucho por lo que no le diría nada al final era por su bien. Más tarde hablaría con él. Ahora su prioridad era Isabela.

Salió al patio trasero encontrando a la mujer recostada en una tumbona de mimbre colgante, donde su cuerpo se hundía en los suaves colchones. Sus ojos hinchados estaban cerrados. A su lado estaba una bola de pelo con la cabeza encima de su abdomen que al sentirlo alzó la cabeza y le gruñó. Al parecer todo en esa casa se habían puesto en su contra.

-Bela- la voz de él hizo que los ojos de la mujer se abrieran rápidamente y además de hinchados estaban rojos, signo de que hacía poco había estado llorando.

-Llegaste- dijo ella sentándose y retrayendo las piernas de lado, su rostro mortalmente gélido y su voz fría- mejor así- señaló con su barbilla un sobre encima de la mesita al lado de la tumbona- ya está firmado. Ya puedes ser libre y feliz.

Giovani apretó los labios. Sabía que, en ese momento, lo mejor no era hablar. Sino demostrar con acciones. Así que se acercó y agarró el sobre sobre la mesa y ni siquiera lo abrió. Simplemente lo rompió en dos delante de Isabela y lo dejó caer en el suelo.

Kiki que sentía la tensión en el ambiente gimió y se levantó entrando a la casa encontrándose con Kamil que se quedó con él en el interior. Entre marido y mujer nadie se debía meter.

Isabela miró los trozos que fueron cayendo, iguales que como habían caído los de su corazón al ver que contenía ese papel, para después enfocar a Giovani. No entendía que realmente quería ese hombre con ella. Jugar con sus sentimientos, usarla como algo para después desecharla así de fácil.

-¿A qué estás jugando?

-Contigo, ni loco jugará. No eres mujer de entender las bromas- respondió él con las manos empapadas en sudor. Había roto el certificado de divorcio, pero aún así no se sentía realmente bien- me dejarás explicarte, o tengo que amarrarte para que me escuches.

Isabela lo fulminó con la mirada. Ella no estaba para su humor y él en cambio... iba en serio.

-¿Acaso hay mucho que explicar? Dos días sin saber de ti, eso lo puedo comprender, y que de buenas a primeras lo que recibo sea eso, cómo crees que deba sentirme.

-Molesta con los idiotas que te enviaron eso cuando no debían y sin la segunda parte.

El ceño de Bela se frunció.

-¿Segunda parte? Porque además hay segunda parte- dijo ella con indignación parándose de la tumbona. Se sentía tan molesta, tan frustrada, tan dolida que no quería verse más vulnerable- Yo no quiero saber la segunda parte Giovani. Después de mucho me logré abrirme a ti, sabes muy bien que no fue fácil para mí. Para qué, para que ni siquiera tuvieras el valor de hacerlo personalmente. Quizás lo hubiera aceptado más fácilmente.

A pesar de que ya no lloraba, sus ojos estaban rojos y su voz estaba rota. El pecho de Giovani se apretó. Nunca se imaginó que estaría tan herida. Esa no era su intención en ningún momento. Tenía que actuar rápido o algo se quebraría y no tendría arreglo.

-Bela, te amo- dijo y eso hizo que ella se callara... para después soltar un bufido.

-¿En serio?- ella le dio la espalda- no sé qué sentido tiene esta conversación.

-Mucho- él caminó hacia ella y la rodeó entre sus brazos lo difícilmente fuerte para que ella ni lo golpeara lo cual era muy capaz o se liberara- Necesitaba decir todo rápido o solo crearía más confusión- Déjame explicarte. Estoy seguro que entenderás todo.

Giovani pudo sentir una gota caliente sobre su brazo y supo que era una lágrima. Sentía el dolor de ella tanto como el de él. Nunca se imaginó que fuera tan importante para la mujer. Ella no solía demostrar sus emociones, pero ahora, parecía que fuera una fuente dejando salir todo lo que no había expresado en mucho tiempo.

-Bela, ese certificado tenía un objetivo, pero ahora que lo rompí ya no importa- esperó unos segundos, pero ella no respondió. Él le dio un leve beso en la nuca y la apretó más contra él. Isabela no mostró resistencia. Era como si aún tuviera algo de esperanza- Yo lo preparé y lo envié, pero di la orden que no lo entregaran hasta que yo regresara, pero no me hicieron caso, yo mismo quería traértelo... porque lo que realmente quería era pedirte matrimonio como debía ser. Sin un contrato de por medio. Solo porque somos una pareja. Por eso era que quería divorciarme.

El cuerpo que él tenía entre sus brazos que temblaba ligeramente dejó de hacerlo y lo miró por encima del hombro. Sus ojos entrecerrados.

-¿Qué?

-Lo que oíste cariño. Yo no tenía intenciones de divorciarme, así como así, acaso pensaste que te dejaría ir tan fácilmente.

Isabela se quedó muda por bastante tiempo... tanto que Giovani se preocupó.

-Belaaaaaaaaahhhhhhh- gritó y la soltó cuando esta lo pisó bien fuerte- Demonios, cariño, eso duele.

-¿Duele? ¿duele? Me estás diciendo que llevo llorando como una estúpida por horas por una mala orden ejecutada de tu gente.

-No tanto así, pero si- Giovani cojeaba un poco.

-Oh ya veo, y ahora simplemente quieres que lo acepte como si nada.

-No seas tan bipolar Bela- Giovani se rascó la nuca- mira el lado positivo. Ya arreglamos todo, ahora solo queda que nos reconciliemos como una pareja estable que somos con un hijo en común.

Ella entrecerró los ojos y

-Pues no- y se dio la vuelta para caminar al interior de la casa. Si él la había hecho sufrir que sufriera él un poco y luchara por lo que había perdido. Que se pensaba, que podía obtener todo lo que quisiese solo con lindas palabras.

-Belaaa, vamos Bela, no te pongas as... pero sus palabras se quedaron en el aire, pues luego de entrar algo golpeó su cabeza y este cayó como un cuerpo inerte en el suelo. Detrás de él sobre una banqueta estaba Allen con un algo familiar en la mano.

-Te avisé que si volvías a hacer llorar a Isabela te golpearía con un sartén.

Y los presentes solo podían ver aquella escena con la boca abierta. Incluyendo Isabela que simplemente... y por primera vez en toda la noche... soltó un bufido.

Allen no sería su hijo biológico, pero era muy parecido a ella en muchas cosas.

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