Epílogo ♦2♦
Tres días. No puedo creer que esto me esté tomando tres días. ¡Y no puedo encontrar el casco!
Ya es hora de comer asique aprovecho las zambullidas para pescar uno que otro salmón. En eso algo vino a mi mente.
— ¡¡ERA EN LA OTRA DIRECCIÓN!!
Tomé vuelo enseguida y pasé Berk por las nubes hasta que llegamos a la zona que me acordaba que sí era aquí.
Estuve ahí hasta la noche y entonces lo encontré.
— ¡Al fin!
Llevé el casco con las patas delanteras hasta Berk pero no vi a nadie afuera ni en ningún lado. Lo único que vi fue un barco sobre la calle principal. ¿Ese era el Barco Colgante? No importa, sí no hay nadie afuera significa que están todos en el Gran Salón. Como no quiero que Hipo vea que llevo el casco me lo puse en la boca y entré.
Vikingos me vieron y señalaron mientras yo buscaba con la vista a Hipo.
— Bingo.
Dije al ver a Astrid abrasándolo y ella me vio pero noté que lo estaba distrayendo asique me acerqué con cautela por atrás hasta que lo vi darse la vuelta.
— ¡Hola Hipo!
Fui corriendo hacia él.
— ¡Chimuelo! ¡Hola amigo!
Él hizo lo mismo.
Cuando nos encontramos de frente Hipo me abrazó. ¿Tanto me extrañó?
— ¿Qué hice?
— ¡Te fuiste!
Dijo antes de separarse.
— Dragón malo, eres un dragón malo. Casi me matas del susto. No vuelvas a irte tanto tiempo y, ¿qué tienes en la boca?
— Bueno...
Dije antes de abrir mi boca y ponerle el casco lleno de baba.
— Fui a buscar tu casco.
Me separé y vi como le quedaba.
— Ah, sí. Encontraste mi casco.
— Pues claro.
— ¡Oye! ¡Encontraste mi casco! Por eso te fuiste.
Lo acaricié con mi cabeza.
— ¿Por qué más me iría?
— Amigo, gracias, eres el mejor.
Me volvió a abrazar.
— De nada.
— ¡Feliz Snoggletog!
Gritó Astrid y luego vino a saludarme.
A la mañana siguiente salté una sola vez y fui a buscar mi cola vieja y la dejé en el suelo. Al ver que Hipo no salía lo llamé otra vez.
— ¡Hipo!
— ¡Ya voy Chimuelo!
Espero que lo acepte.
— A ver amigo, baja, solo estaba-
Me vio sentado detrás la silla y cola viejas.
— Chimuelo, ¿para qué sacaste esto? Ya no lo necesitas.
Dijo pateándolo con su prótesis y acercándose a mí.
— ¿Listo? Vámonos.
— No, no quiero.
Dije esquivándolo rodeando la silla vieja, la miré y lo miré a Hipo.
— Deja de estar jugando, ya tienes tu cola nueva.
Dijo acercándose a mí pero hice lo mismo que antes.
— No, no la quiero.
— ¿De qué hablas?
Me miró serio y yo me di cuenta de mis palabras.
— ¿Chimuelo?
— Bien, ¿quieres mi opinión de la Cola Nueva?
Dije mostrando como abría la cola nueva y luego volví a ver a Hipo.
— Pues mira.
Luego empecé a golpear la nueva cola contra el piso.
— ¡Chimuelo espera! ¡¿Qué haces?!
— ¡No la quiero!
Dije arrojándola lejos y Hipo me miró sin entender asique mordí la silla vieja para mostrársela.
— Quiero que me lleves tú.
Dije dejándola enfrente de él y me miró sorprendido.
— Por favor.
Dije empujándola un poco con mi garra.
El invierno en Berk dura casi todo el año, se aferra con ambas manos y no se suelta. Y el único consuelo de encontrar el frío, son los que llevas en el corazón.
Estábamos planeando cerca de una montaña nevada usando la cola vieja.
— Bien amigo. ¿Listo?
— Seguro.
Dije seguro y él saltó y empezamos una picada juntos.
— Esta vez saldrá bien.
Dije mirándolo y tocándolo con mi garra para que diera vueltas.
Resultó que esa fue la mejor Semana Familiar de Todas.
— Perfecto.
No mucho después ya se había subido a mí y habíamos esquivado los árboles.
— ¡Genial!
Ese año mí mejor amigo me regaló la Libertad, y yo le regalé mí Lealtad
FIN
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