♦4♦
Al día siguiente me levanté de buen humor. Había volado otra vez. Si el human- digo... Si Hipo pudo hacerme volar una vez sé que podrá hacerlo otra vez.
Cuando lo ví llegar traía un pedazo de cuero en sus brazos y no olía a pescado.
— ¿Qué traes ahí?
Dije con curiosidad acercándome y oliendo la cosa de cuero a lo que el respondió tocando mi hocico para empujarme y que me aleje lo que hice.
— Es una silla, podré montarte mientras que con un hilo voy a controlar la cola.
— ¿Qué? ¿No puedes hacer que pueda volar por mi cuenta?
— Lo lamento, pero la cola no se mantiene rígida sin que yo la sostenga de una u otra forma.
— Aún no me acostumbro a hablar con un humano. Se siente extraño.
— Lo sé, los dragones reaccionan así al darse cuenta.
— ¿Dragones? ¿Plural? Creí que solo me entendías a mí.
— No, los entiendo a todos, y sinceramente no sé porque. Digo, no hice nada para que los dioses me dieran este Don.
Eso me dejó pensando.
— Los dragones tenemos una leyenda, de un humano se haría amigo de un dragón dando inicio a una era de amistad. Tal vez tienes el don porque eres el humano.
— Puede ser...
Dijo sin darle importancia y tiró la silla al piso.
— ¿Y bien? ¿Quieres probar esta belleza?
— Qué pereza tener que llevarte en mi lomo.
— Oh vamos, será divertido.
Dijo limpiando la silla y luego la levantó mostrándomela.
— ¿Quieres algo divertido?
Dije poniéndome en posición de juego y salí corriendo.
— ¡Oye!
Vi como me perseguía.
— ¡Atrápame!
Luego de un rato de persecución, dejé que me ponga la silla de mala gana y emprendimos vuelo.
Al principio todo estaba bien, era un pequeño planeo por encima del lago pero en un momento se ve que tiró mucho de el hilo y mi cola se desestabilizó haciéndome girar bruscamente a un lado y haciendo que Hipo se caiga al agua, claro que si Hipo se iba al agua eso me llevaba a mí con él.
— Deberías poner algo para que te quedes atado a la silla.
— Eso haré.
Fui nadando a buscarlo y lo saqué del agua.
— ¿No debes irte?
Pregunté viendo el sol.
— Ah, sí. Para mañana traigo una mejor.
Al día siguiente sí trajo una mejor, pero esta conectaba mi cola con su pie y de por medio había un tronco.
— También le puse un arnés para que no me caiga.
— Bueno.
Me puse en posición de juego y salí corriendo pero al ver que no me seguía me detuve.
— ¿Qué te pasa?
— ¿Podemos saltarnos la correteada por hoy? Fue muy pesado traer la silla hasta aquí y estoy cansado.
— Claro, lo siento.
Me puso la silla, la conectó a la cola y alzamos vuelo. No logramos ir muy lejos ya que la cola se mantenía extendida por muy poco tiempo y caímos en una zona de Hierba de Dragón.
— AHH~ ESTO ES GENIAL.
Nunca había sentido tanto placer en mi vida.
— ¿Qué haces?
— Esta hierba.... Se siente muy bien contra las escamas...
— ¿En serio?
Dijo mientras miraba un pedazo de hierba que tenía en la mano.
— Debo irme pero volveré esta tarde a pasar el rato.
— Ummmm... ¡Lo que digas!
Realmente no le ponía atención, esa hierba es como una droga.
Luego de un rato intentando sacarme de ahí, Hipo lo logró y me llevó a la Cala donde lo esperé a que vuelva.
Cuando volvió olía a Groncole pero no le tomé mucha importancia asique solo conversamos.
— ¿En serio los entrenan de Cachorros para matarnos?
— Oye, no soy un bebé, tengo quince años.
— ¿En serio? Yo también.
— Genial.
En ese momento mi espalda empezó a picar y me incline para rascarme pero al ser justo donde mi cuello no llegué.
— ¿M-Me ayudas? Me pica el cuello.
Él me miró y empezó a rascarme con una mano pero se sentía justo como la hierba.
— Emm... ¿Puedes con ambas manos? Se siente bien.
Se miró sorprendido y empezó a rascarme con ambas manos y con fuerza.
— Así... Sí..
Era mucho mejor que la hierba y comencé a ronronear sin darme cuenta pero en un momento me rascó por debajo de la barbilla.
— ¡AH!
Caí rendido al piso y suspiré de placer.
— Debes hacer eso más seguido.
Dije mientras me levantaba.
— Si tú lo dices...
Nos quedamos conversando hasta que el sol cayó y él tuvo que irse.
Al día siguiente, junto con una cesta con peces para mí, se trajo una mochila que, según él, tenía algunas herramientas de su trabajo que no alcanzó a dejar en su casa.
Luego de acabarme la cesta, lo vi a él ahí sentado mirando a la nada. Pero luego tiró su mochila a un lado suyo y un pequeño destello apareció.
— Oh, ¿acaso se mueve?
Luego de decir eso desapareció por un segundo pero la vi más adelante.
— ¡No escapes!
A pesar de que la había agarrado con mi pata seguía escapando y eso lo repitió un par de veces. ¿Cómo hacía eso?
— ¡Vuelve aquí!
Estuve persiguiéndola por varias horas hasta que el sol cayó y Hipo tuvo que irse y, extrañamente, la luz también desapareció.
A la tarde del día siguiente llegó con una cesta que olía a peces y otra silla.
— Creo que solucione el problema de la cola solo necesito ponerte esto y debes estar quieto.
— Suerte con eso.
Dije poniéndome en posición de juego.
— No te preocupes que ya lo tengo cubierto.
Él dejó la silla en el piso, caminó unos pasos y apoyo la cesta en el piso.
— Esta cesta tiene pescados, si te quedas quieto te los doy.
La verdad no estaba tan seguro pues le sacaba lo divertido a la hora de juego que siempre teníamos pero en ese momento mi estómago rugió.
— Hecho.
Con un simple golpe logró tirar la canasta y que los múltiples peces saltaran fuera de ella. Claro que no me resistí ante tanto olor a pescado y comencé a comer los que quedaron afuera de la canasta y cuando terminé con esos tuve que acostarme para alcanzar los de el Fondo de la canasta y noté que fue entonces cuando empezó a ponerme la cola y la silla.
Dio la casualidad de que ambos terminamos al mismo tiempo de hacer lo que hacíamos.
— ¿Y ahora?
— Tengo un lugar perfecto para practicar.
Salimos de la Cala y comenzamos a caminar hasta que llegamos a un acantilado que tenía la base de un tronco caído y corría una brisa fresca bastante fuerte. También tenía una buena vista hacia las playas y el océano, pero eso no respondía una pregunta que rondaba por mi cabeza.
— ¿Qué hacemos aquí?
Se acercó a mí indicándome que levantara la cabeza y ató una soga a la silla.
— ¿Qué haces tú?
— La brisa en este lugar es constante, asique pensé que si nos amarro a este tronco podemos practicar el planeo sin caernos.
— Impresionante.
— La cola puede ponerse en varias posiciones pero necesito anotarlas para saber que hace cada una. Esto también ayudará con eso.
Dijo mientras se subía a mi lomo y abría la cola.
— ¿Listo?
— Claro.
Dije asintiendo.
Extendí mis alas y para mi sorpresa tomamos vuelo enseguida y era bastante fácil de controlar. Esto fácilmente puede usarse para enseñar a los cachorros a volar.
En cuanto cambió la posición de la cola tuve que aterrizar, al parecer estaba anotando las posiciones. Pero dio igual ya que cuando volvimos a despegar la brisa era más fuerte de lo normal, lo suficiente como para que la soga se cortara y cayéramos de espaldas. ¡Nueva caída desbloquea! Pensé sarcástico.
— ¿Estas bien?
Le pregunté en cuanto lo vi boca abajo pero enseguida fue a revisar su arnés.
— Ahh... ¡Genial!
Dijo sarcástico.
— ¿Pasa algo?
— No, nada. Solo que ahora no puedo desatar el arnés y las herramientas para hacerlo están en el taller.
Parece que solo habla sarcásticamente.
— Ah, bueno. Pensé que sería algo peor.
No tenía ni idea de que era un "taller"
— Está en el pueblo.
— Ah, ahora veo lo que se siente ser dragón muerto.
Pero era cierto, se siente bien ser sarcástico en situaciones estresantes.
— No te preocupes, iremos en la noche a la hora de la cena. Todos estarán en el Salón o en sus casas.
— ¿Estás seguro?
— ¡Seguro! ¿Qué podría Malir sal?
Lo miré preocupado.
— Jaja. Salir mal. Eso quise decir.
A duras penas acepté el plan y luego de unas horas caminando hacia el lugar, ya se había hecho de noche cuando llegamos asique solo tuvimos que ir por detrás de las "casas" Evitando a los humanos.
La verdad esto era nuevo para mí. Nunca había visto este lugar de tan cerca, tan tranquilo. La oscuridad y el silencio se adueñaron del lugar como nunca antes había visto. Era tan tranquilo que no parecía el mismo lugar donde muchos de mis compañeros fueron asesinados.
En un momento el olor de otro humano cerca me sacó de mi ensoñación.
— Hipo.
Dijo como saludo.
Por suerte Hipo se había dado cuenta antes que yo y me ocultó detrás de la casa. Cuando vio que se había ido seguimos y por suerte no faltaba mucho para nuestro destino.
En cuanto nos adentramos vi algo que parecía una mini canasta. Inmediatamente metí mi hocico en busca de peces.
— Ugh, vacío.
Dije por lo bajo y luego arrojé la mini canasta lejos.
— ¡Aquí! Quédate quieto.
Yo me senté y esperé a que nos separara mientras miraba al suelo.
— ¿Hipo? ¿Estás aquí?
Otra voz humana femenina nos alertó a ambos y enseguida sentí su olor. Esta humana no era buena como Hipo, si nos descubría estábamos muertos. Era mejor quedarnos aquí escondidos.
En ese momento Hipo ¿abrió una pared? No sé como hizo eso pero al parecer era una pared flexible y logró quedar él a la vista y yo escondido.
— ¡Astrid, hola! Hola Astrid, hola Astrid, hola Astrid.
Bueno, me quedó claro que esa humana se llama Astrid.
En lo que él decía eso me quise asomar por un lado para ver que sucedía y una oveja me notó.
— A mi no me interesa lo que haga la gente pero actúas muy extraño.
Okey, si no nos saco de esta situación nos va a descubrir. Tiré de la cuerda que nos ataba para que a él le diera un tirón y lo escuché soltar una risa nerviosa.
— Más de lo normal.
¿Acaba de decirle "extraño" a Hipo? Se acabó, voy a sacarnos de aquí.
Me apoyé en mis patas traseras y con mis patas delanteras sostuve la pared esa para que no se abriera. Mordí la cuerda que nos ataba y lo levanté. Ahora lo difícil, lo tiré para adentro y enseguida cerré la pared otra vez y salí corriendo por la parte trasera del lugar. Una vuelta rodeando a Astrid y despegamos para salir de ahí.
— ¡¿Por qué hiciste eso?! ¡¿Sabes lo cerca que estuvo?!
Dijo una vez en el aire lejos de la zona.
— ¡¿Por qué hice eso?! ¡¿Qué te parece que esa chica nos iba a descubrir?!
— ¡Claro que no! ¡Tenía todo controlado!
— Sí, claro.
Dije cansado y luego miré para abajo. Un segundo...
— ¡Hipo! ¡Estamos volando!
Rugí feliz cuando noté que nos alejamos del pueblo.
— ¡Estamos volando! ¡Lo hice!
— Lo hiciste.
— Volvamos a la Cala.
Cuando llegamos la Luna estaba en su punto más alto asique él tubo que irse rápido. Me dejó la cola y la silla puesta porque, según él, esta era la buena asique era mejor que me acostumbre a tenerla puesta.
Debo admitir que me costó dormirme con todo eso puesto pero luego de calentar un poco el suelo fue muy sencillo.
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