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[En este capitulo incluiré una escena eliminada de la película que me hubiera gustado que la pongan, asique apreciaría si apoyan este capitulo ya que tuve que traducir yo misma toda la escena, y es larguísima y no garantizo que esté bien traducido]
— Bueno, viendo que a Drago no le importa si vives o mueres, te daré el tiempo que necesites para remover esa molesta y grande cabeza tuya. ¿Qué te parece?
Dijo Eret mientras movía su espada y luego miró a Hipo.
— Muy bien. ¿Es mi cabeza realmente tan grande?
Hipo le preguntó a Astrid.
— Tu cabello lo parece.
Dijo Astrid y Hipo rio falsamente.
— Fantástico.
Volvió a ver a Eret.
— Entonces, ¿atrapas dragones y los llegas al Norte hacia Drago?
— ¡Justo cuando los robaron ustedes!
Eret se lanzó a atacar a Hipo pero le tiró barriles.
— Cierto, mi buen amigo el Defensor de Dragones y su amigo Escupe Hielo.
Ellos se quedaron cara a cara por un segundo en el que no pude oír muy bien lo que decían.
— ¿Esto es parte de hacerme cambiar de idea?
— Ya estoy llegando a esa parte.
Hipo cortó una cuerda subiendo hasta la cima de las velas, en donde me preocupé. Estaba acorralado y Eret subió incluso más rápido de lo que creí. Entonces ambos salieron volando por alguna razón que no noté.
— ¡Hipo!
Subí a las velas y luego planeé hasta tomar a Eret con mis patas y a Hipo en mi lomo y entonces cambió la posición de mi cola ayudándome a llevarlos de vuelta al barco.
— ¡Los tengo! Y... ¡Llegamos!
Rugí al aterrizar y lanzar a Eret por la cubierta del barco.
— ¿Y?
Dijo Hipo al bajarse de mi lomo.
— ¿Y qué? Tú no hiciste nada, el dragón lo hizo todo.
— Exacto. Una vez que te ganas su lealtad no hay nada que un dragón no haría por ti.
— ¿Lo hice bien?
— ¡Lo hiciste genial! ¿Quién salvo al gran malo cazador?
— ¡Yo lo hice!
— ¿Quién lo salvó?
— ¡Yo!
Ambos jugamos un poco y hasta me rascó la panza y cuando me levanté y nos calmamos un Pesadilla Monstruosa salió de la nada y se llevó a Hipo y un Cremallerus y un Groncole rompieron las velas del barco.
— ¡Jinetes de dragones!
— ¡Oigan!
Rugí y trepé las velas para poder dispararles.
— ¡Suéltenlo aho-! Oh, Son ustedes.
Me detuve al ver a los Jinetes que conocemos sobre los dragones. Vi que les empezaron a disparar redes pero no me preocupé porque sabía que podían esquivarlas, o eso creí hasta que una atrapó solo a una cabeza de Cremallerus. Que inútiles.
Cuando vi a Hipo soltarse del agarre, activar sus alas y esquivar una red sabía que esta vez lo le podía decir nada, si no las abría moría. Asique cuando él aterrizó en el barco yo también salté.
— ¿Qué están haciendo aquí señores?
— ¡Estamos aquí para rescatarte a ti niño!
Bocón salió de la nada en Gruñón.
— ¡Yo no necesito que me rescaten ustedes!
— ¡Suficiente!
— Listo, aquí están.
Oh, no. Estoico y Rompecraneos llegaron, y Estoico parecía muy enojado. Esto se va a poner feo. Luego de que Gruñón aplastara a Eret para que no moleste Hipo y Estoico empezaron a hablar.
— Tú. Sube a tu dragón, nos iremos a casa.
— No.
— ¡De todas las cosas irresponsables-!
— ¡Intento proteger a nuestros dragones! ¡E impedir una guerra! ¿Cómo es eso irresponsable?
— ¡Por qué una guerra es lo que quiere, Hipo!
Conocía a Hipo, y Estoico sabía que necesitaba decirle más que solo eso para convencerlo asique nos contó la historia de como conoció a Drago Manodura. Wow, es como la Muerte Roja pero humana.
— A los hombres que asesinan sin razón jamás los harás entrar en razón.
— Tal vez. ¡De todos modos lo intentaré!
— ¿Seguro?
Dudé cuando él se subió a mi lomo.
— Esto es en lo que sí soy bueno. Y si logré que cambiaras de opinión, lograré hacerlo con Drago. Arriba.
— ¡Hasta la próxima!
Esperaba que Tormenta nos siga pero al ver hacía atrás ellas y los demás jinetes fueron hacía Berk.
— Piérdelos.
Me ordenó Hipo asique aumenté mi velocidad y pusimos bastante distancia entre Estoico y nosotros.
Luego de una media hora volando en silencio podía sentir a Hipo tenso asique planee hasta llegar a las nubes que eran un paisaje muy hermoso porque parecían peinadas. Cuando salí de la nube y vimos lo naranjas que estaban por el Sol lo esperé. Tres... Dos... Uno... Hipo gritó y se acostó hacia atrás en mi lomo.
— Oye, ¿estás seguro de esto? Tu padre parece tenerle miedo y nosotros estamos yendo directos hacía él.
Pregunté preocupado.
— Descuida amigo, no voy a dejar que nada te pase, Chimuelo. Lo prometo.
Acarició mi lomo.
— Lo sé pero... ¿Qué diablos?
Algo empezó a salir de las nubes y cuando salió por completo vi que era como una persona en traje azul, un bastón muy raro, capa y escudo. Me sorprendió tanto que hasta me alejé un poco sin darme cuenta. Y al igual que salió de la nada también se escondió.
— Okey...
— ¿Qué hacemos?
— No hagas tantos movimientos.
Dos segundos de tensión después...
— ¡Detente Nocturna!
Un Corta Tormentas salió de entre las nubes con el Tipo Misterioso sobre él y nos cortaron el paso haciendo que tenga que detenerme. El dragón dio una vuelta y luego se empezó a acercar.
— No debes temer.
— ¿Temer de qué? Mira, si estamos en tu territorio nos iremos.
— No te preocupes. Venimos a quitarte al humano.
— ¡No lo toques!
— ¿Qué? Venimos a salvarte.
— Oh, esto es un malentendido. Él es...
— ¡AHORA!
— ¿Qué?
Me giré y vi otro dragón que venía hacia nosotros.
— ¡No! ¡Esperen!
En cuanto se llevaron a Hipo perdí el equilibrio y caí al hielo.
— ¡Chimuelo!
— ¡Esperen! ¡No! ¡Hipo!
Dejé de rugir a esperar el impacto y aunque sí dolió bastante no podía quedarme ahí. Empecé a rugir desesperadamente mientras intentaba volar de una u otra manera.
— ¡Alto! ¡Él es bueno! No...
Me estaba empezando a hundir mientras pensaba en rendirme. No, no puedo dejar esto así. Nadé hasta la superficie en donde en vez de intentar volar intentaba subirme al hielo.
— ¡No! Hipo... ¡Perdóname! ¡Es mi culpa! ¡Vuelvan!
Lagrimas amenazaban con salir.
— ¡No fue mi intención!
Unos Relámpagos salieron de las profundidades.
— ¡No! ¡Esperen!
Me atraparon con sus aletas y me empezaron a arrastrar por el agua.
— ¡Esperen! ¡Él me necesita!
Las lagrimas empezaban a salir.
— ¡Moriré ahogado y a él se lo comerán los dragones! ¡Todo esto es mi culpa!
Rugí bajó el agua gastando todo el aire que pude haber almacenado, pero ya nada me importaba, asique seguía desperdiciando oxigeno.
— ¡Deben dejarme ir! ¡Por favor! ¡No sé que hacer sin él!
Terminé de rugir eso y luego me desmayé.
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