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Cuando llegamos a Berk aterrizamos en frente de la herrería y ahí nos encontramos a Estoico y a Bocón. Que oportuno.
— ¡Ahí está! ¡El orgullo de Berk!
Cierto, quiere nombrar a Hipo jefe. Esto no va a ser fácil.
A pesar de todo preferí esperar a Hipo afuera del lugar, ya que solo estorbaría.
— ¡Chimuelo! ¡¿Dónde te habías metido?!
Oh, mierda.
— Colmillo... ¡Hola! ¿Qué tal?
Dije algo cansado. Era algo molesto pero cuando quería podía ser un buen dragón.
— Pues genial. ¡Casi gano una Carrera!
Una carcajada se escuchó y Eructo y Guacara aparecieron.
— Sí, por una diferencia de 10 puntos.
— Mi jinete me dijo que si ustedes ganaban me haría un banquete privado asique no me importa demasiado.
— Pues lastima que hayamos robado la Oveja Negra.
Dijo Tormenta presumiendo y Colmillo le pegó un coletazo.
— ¡Hey! ¡Cuidado con mis escamas!
Luego de decir eso se empezó a limpiar y acomodar sus escamas.
— ¡Están formando un ejercito de dragones!
La voz de Hipo me preocupó, le acaba de dar esa noticia al padre.
— Oye, ¿estás bien?
Tormenta me miró preocupada.
— ¿Qué? Oh. Si, si. Solo... Tengo un mal presentimiento.
Cuando dije eso Estoico salió corriendo del lugar.
— ¡La herrería se cierra! ¡Todos al refugio de tormenta! ¡Ahora!
Todos corrieron y hicieron caso y algunos dragones salieron volando hacia allá pero yo seguí por tierra a Hipo que seguía a su padre.
Cuando llegamos al Refugio De Tormenta bajamos por las escaleras de piedra. Eran algo angostas para mí pero aún así pude pasar.
— ¡Qué no vuelen los dragones! ¡Cierren las rejas!
Astrid, Bocón y yo seguíamos a los Jefes y Bocón ayudaba a dar las ordenes. ¿Por qué Estoico se pone tan a la defensiva solo por un Ejercito De Dragones? ¿Por qué?
— ¿Por qué un loco que conociste está causando problemas en tierras apartadas?
— Porque Drago Manodura es un demente. Sin conciencia, ni misericordia. Y si reúne un Ejercito de Dragones... Que nos amparen los dioses.
Ah, es por eso.
— Entonces te propongo que vayamos allá. Seguiremos a los atrapadores hasta Drago, y yo hablo con él.
— No. Fortificaremos la isla.
— ¡Es nuestro deber mantener la paz!
— ¡La paz terminó Hipo! Debo prepararte para la guerra.
¡¿Guerra?!
— Escucha, si Drago viene por nuestros dragones no vas a querer esperar hasta que llegue aquí. Vamos a buscarlo y yo hablo con él.
— No, hablar con él sería inútil, Hipo. Berk es lo que debería preocuparte. Un Jefe protege a los Suyos.
Y Estoico se fue.
— ¿Qué es lo que harás?
Pregunté sabiendo la respuesta y después de despedirse de Astrid se subió a mi lomo.
— ¡Adiós Estoico!
— ¡HIPO!
Logré pasar la primera puerta, la segunda ya estaba cerrada y por la tercera logré salir planeando. Pocos minutos después Astrid y Tormenta nos alcanzaron.
— ¿De verdad creíste que te dejaríamos todo para ti?
— Astrid, no tienes que hacer esto.
— No, no tengo que hacerlo, pero quiero hacerlo. Si ese Drago es tan peligroso como tu padre dice no te dejaría enfrentarlo solo.
— ¿Quién dijo que está solo?
Gruñí algo ofendido.
— Sabes a lo que me refiero.
— Eres increíble.
Con un toque en mi cuello sabía lo que quería que haga asique bajé por debajo de Tormenta y al salir por el otro lado quedé sobre ella de cabeza y ellos se dieron un beso estando Hipo al revés. Son muy lindos juntos.
Seguimos volando en silencio mientras Tormenta buscaba con su olfato a esos cazadores.
— Parece que estamos cerca. ¿Cuál es el plan Hipo?
— Ya lo verás.
— Eso no significa nada bueno.
Gruñí algo preocupado.
— Tranquilo amigo, todo saldrá bien.
— En serio es una locura que puedas entender a los dragones. ¿Sí sabes que al principio no te creí verdad?
— ¿Qué sí lo sé? Astrid, me llevaste con Gothi diciendo que estoy loco.
Todos reímos ante ese recuerdo.
— Aunque lo extraño fue lo que respondió al darse cuenta.
— Gothi, ¿en serio le crees?
Gothi hizo un gesto con su mano para luego empezar a escribir para que Bocón lo traduzca.
— Ella dice... El acto de un humano entendiendo a los dragones es algo que no se ha visto jamás, pero parte de su destino es. Hipo, aprovecha el poder que tienes y úsalo para el miel. ¡AU! Digo bien.
— ¿"Úsalo para el bien"? Entiendes a los dragones, ¿cómo puedes usar eso para el mal?
Noté que Hipo quería responder pero entonces vimos el barco a lo lejos.
— Solo deben esquivar las redes. Vamos a aterrizar en la cubierta y ahí te darás cuenta del plan.
— Entendido.
Cuando nos acercamos lo suficiente nos lanzaron cuatro redes que esquivamos fácilmente, y luego aterrizamos.
— Ten cuidado Chimuelo.
— Tranquila.
— Y yo que estaba tan preocupado de llegar con las manos vacías.
— Nop. Es tu día de suerte. ¡Nos rendimos!
La cara que puso Tormenta le hace competencia a la cara que puso Astrid. A mí no me sorprendía, quiere dialogar, no pelear.
— Es un Furia Nocturna, un Nadder Mortífero, y...
Tiró la red "atrapando" a Astrid.
— Dos de los mejores jinetes de dragones al Oeste del agua.
Le quitó el hacha a Astrid y se la dio a Eret mientras caminaba por el barco.
— ¿Eso compaseara al Jefe verdad?
— No les hagas nada.
Gruñí advirtiéndole.
— No quiero que los-
— ¡Oh! Chimuelo quieto.
— ¿Hipo?
Él se encerró con Astrid en la jaula. Ahora sí que no tengo idea de lo que hace.
— ¿Qué haces?
Hipo seguía hablando pero no entendía nada.
— ¿Puedes al menos darme alguna señal?
Los cazadores sacaron sus armas y me amenazaron asustándome.
— Si no me dices nada voy a comerme a todos y cada uno.
Gruñí algo molesto.
— Recuerden. Barco de madera, mucho océano. ¿Qué tan buenos son para nadar?
Esa era mi señal. Cualquier movimiento en falso y este barco desaparece.
Él sacó su espada de fuego y luego se las dio. En serio no entiendo que hace pero voy a confiar en él.
Luego de que casi explotaran el barco ellos mismos vi una chispa.
— ¡Una cosita! ¡La tengo! ¡Es mía!
Decía mientras la perseguía con mis patas.
— ¡Las traes! ¡Es mío!
Tormenta fue a buscar la Infierno, mientras me ponía detrás de Hipo.
— No es un juego, solo queremos conocer a Drago.
— ¿Por qué?
— Porque lo voy a hacer cambiar de opinión sobre los dragones.
Todos rieron hasta que Tormenta volvió a traer la Infierno.
— Tírala. Vamos.
Me acerqué más a Hipo.
— Una vez que te ganas su lealtad, no hay nada que un dragón no haría por ti.
Dijo mientras me acariciaba.
— Niño, no creo que vayas a convencer a nadie.
— Yo te convenceré a ti. Justo aquí, justo ahora.
Activo mi cola para que quede abierta.
— ¿Puedo?
Dijo saliendo de la jaula.
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