XIII
De: Aaron ([email protected])
Para: Lottie ([email protected])
Asunto: ¡Sorpresa!
Querida Lottie, quería alargar más el momento para decirte esto; pero lo cierto es que me siento cómo un adolescente enamorado por primera vez. Sé que te he dicho en incontables ocasiones que mi relación con el amor no es de lo más buena o exitosa, pero, hay algo que hace que desee tener esperanzas. Deseo creer que hasta el corazón más duro termina siendo suavizado por aquel sentimiento al que tú eres tan afine. Voy a viajar a España en un par de días. Madrid es una de las ciudades que visitaré.
De: Lottie ([email protected])
Para: Aaron ([email protected])
Asunto: Re ¡Sorpresa!
Querido Aaron... Tus palabras me sorprenden, nunca imaginé que pensaras de la manera que expresas en tu último mensaje. Te pido disculpas por no saber cómo responder, por no comprender que es lo que quieres decir. Sin embargo, de una cosa estoy segura, no puedes venir a Madrid.
De: Aaron ([email protected])
Para: Lottie ([email protected])
Asunto: Re Re ¡Sorpresa!
Lottie.
¿Me estás tomando el pelo? Entiendes perfectamente mis palabras, mis propósitos. El único motivo de mi viaje a España es encontrarme contigo. Verte, Lottie, es lo único que deseo desde que descubrí que después de todo, mi corazón es capaz de latir por alguien. Soy consciente de lo absurdo de mis declaraciones, sin embargo no me importa. Necesito verte, Lottie. ¿No te das cuenta?
Estoy a punto de enloquecer.
De: Lottie ([email protected])
Para: Aaron ([email protected])
Asunto: Por favor.
Aaron.
Estoy de acuerdo en que tus declaraciones son absurdas. Piénsalo, Aaron, no me conoces. ¿Cómo puedes enamorarte de una completa desconocida?
De: Aaron ([email protected])
Para: Lottie ([email protected])
Asunto: Re Por favor.
¿Cómo puedes decir eso? Después de tanto tiempo, ¿cómo puedes decir que no te conozco? Lottie, te conozco tan bien, esa es la razón principal que me llevó a enamoré de ti, es justo por eso que no puedo esperar un segundo más para salir a buscarte.
De: Lottie ([email protected])
Para: Aaron ([email protected])
Asunto: Re Re Por favor.
¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿Y sí resulta que no soy lo que esperas?
Sinceramente, dudo mucho que opines lo mismo cuándo me tengas frente a ti. Aaron, puedo asegurarte que no soy la clase de mujer con la que podrías relacionarte, no soy la clase de mujer que sería capaz de hacerte feliz.
Aaron: ¿Esas son tus razones? ¿Me rechazas porque crees que no eres la clase de mujer para mí?
Lottie: Aaron, no me hagas esto. Por favor.
Aaron: ¿Hacerte qué, exactamente? Estás siendo por completo injusta conmigo. ¿No te das cuenta?
Lottie: Entiendo tu enfado, puedes odiarme todo lo que quieras pero mi decisión no cambiará.
Aaron: No, Lottie...
Lottie: Algún día me lo agradecerás.
Cerré mi computadora portátil al mismo tiempo que limpié las lágrimas de mis mejillas calientes. Aaron Been enamorado de Lottie, ¿puedes creerlo? Él realmente la amaba. Él me amaba. No, no. Aaron se enamoró de una mujer segura de sí misma, con carácter, que no temía mostrarse a los demás. Alguien que jamás podría parecerse a Charlotte Brown. Y, carajo, la verdad era que Lottie en realidad era la jodida Charlotte.
Puse mis brazos sobre la mesa, apoyé mi cabeza sobre ellas y lloré. Lloré hasta que soné como un animal herido, mis berreos eran tan fuertes que causaba espasmos por todo mi cuerpo. Me sentí cómo una completa imbécil, aquella es la tercera —tal vez la cuarta— ocasión que lloraba en lo que iba de la semana. Las personas no pueden llorar por cosas tan absurdas, las personas no deberían tener vidas tan absurdas, las vidas cómo esas deberían ser exterminadas. Charlotte Brown debería ser exterminada. ¿Qué tan complicado podría ser? Un accidente en la bañera, envenenamiento con mariscos descompuestos, un asesino a sangre fría contratado por mí misma. Mi llanto se intensificó al darme cuenta de lo estúpidos que resultaban mis pensamientos.
El interfono comenzó a sonar en la cocina. Me cubrí los oídos con las palmas de mis manos, por una maldita vez en la vida quería disfrutar de completa soledad mientras me hacía mierda. El sonido no se detuvo, sea quien sea que llegó a buscarme, está decidido en no irse hasta verme. Limpié mi cara con el dorso de mi suéter de cachemira rosa, me puse de pie y caminé hasta la cocina en dónde se encontraba el endemoniado artefacto. Sorbí mi nariz antes de levantar la bocina.
—¿Hola? —pregunté, haciendo todo lo posible para no sonar afectada.
—Charlotte. —Distinguí la voz de Matty al otro lado de la bocina—. Estoy con Renée, venimos a cenar contigo.
—Ahora no, por favor Matty.
—Oh no, bebé. —Demandó Renée—. Traemos cerveza y pizza, no puedes simplemente dejarnos aquí.
—Lo siento, no soy una buena compañía esta noche, ¿por qué no van a otro...?
—Por favor, Charlotte. —Riñó Renée, casi podía verla hablar con la mandíbula apretada—. No eres la única que ha tenido un día de mierda, ¿sabes? Por qué no simplemente te deshaces de tu amargura y vives un poco.
Ahogué un sollozo.
—Muy bien —respondí, forzando mi voz—. Suban.
En cuanto dejé el interfono en su base, corrí al baño. Abrí el grifo y puse mis manos bajo el chorro de agua, mojé mi rostro con ella. Mis ojos agradecieron la frescura del líquido y la presión sobre ellos cedió. Limpié el resto del agua con una toalla de manos y salí. Una vez más, no fui capaz de ver mi reflejo.
Mis amigas traían consigo un montón de comida chatarra y varias latas de cerveza que dejaron caer sobre la mesa de centro en la estancia y se acomodaron en el suelo, alrededor de la comida.
—¿Te encuentras bien? —inquirió Matty, estudiando detenidamente mi rostro.
Renée hizo lo mismo, sentí a mis dos queridas amigas mirarme cómo si tuviera salpullido en el rostro. Giré sobre mis talones, evadiendo sus miradas escrutadoras.
—¿Estabas llorando? —insistió Renée.
—No, no —Sacudí la mano—. Yo sólo... Estoy por coger un resfriado que me tiene completamente mal. —Ambas me observaron con escepticismo—. Bueno, yo... Iré a poner la pizza en el microondas.
Arranqué la pizza de las manos de Matty y me dirige a la cocina, mordiendo mi lengua para evitar soltarme a llorar frente a ellas. Llegué hasta el aparato, metí a la pizza dentro y lo activé, la comida comenzó a girar dentro. Dos lágrimas se escaparon, las limpié rápidamente cuando escuché pasos dirigiéndose hasta mi guarida.
—Charlotte. —Matty habló tras mi espalda—. No puedes engañar a tu mejor amiga, dime qué demonios tienes. —No respondí, tampoco moví un músculo. Ella tomó uno de mis brazos y me hizo volverme—. ¿Qué tienes?
El nudo en mi garganta se convirtió en una bomba, una bomba que llegó a su límite y estalló cuando vi la mirada de mi mejor amiga. Di un profundo suspiro antes de soltarme a llorar nuevamente. Respiré, intentando controlarme hasta lograr que mis berridos se convirtieran en un llanto silencioso. Entonces le conté todo a Matty, no pude darle demasiados detalles, no pude decirle lo mucho que me dolió tener que decirle todo lo que le dije a Aaron, no pude decirle que estaba segura cómo el infierno que nunca nada había causado tanta destrucción en mí. En su lugar, le di un resumen de lo ocurrido. Ella me observó con ternura y me abrazó cuando terminé de hablar. No dijo nada, simplemente me rodeó con sus cortos brazos y me apretó contra su pecho. Ambas sabíamos que eso era suficiente, que no necesitaba nada más que su presencia para sentirme un poco menos mierda.
—¿Por qué no se lo dijiste? —preguntó Matty después de un tiempo.
—¿No es obvio? —Negué con la cabeza—. En cuanto él conociera a la verdadera Lottie, saldría corriendo. Él se enamoró de alguien que no existe, Matt. La verdadera Lottie no es más que una mentira.
El microondas emitió un sonido, anunciando que la pizza estaba lista. Me incliné para sacarla, mientras Matty continuaba mirándome con reproche.
—¿Por qué te das por vencida tan rápido? —Demandó—. Eres una mujer grandiosa, noble, bonita. Si Been no es capaz de notarlo, entonces no es un hombre que valga la pena.
Puse la pizza en una tabla de madera y comencé a cortarla sobre las líneas ya marcadas. Mi cabeza estaba hecha un lío. Mi estómago se sentía como en un centrifugado, lo menos que necesitaba era enumerar todas las razones por las que era una terrible idea decirle la verdad a Aaron. Mi distracción provocó que mis movimientos se encontraran en descoordinación con mi cerebro. Mi mano derecha hizo un corte antes de ser capaz de retirar los dedos de mi mano izquierda. La sangre comenzó a emanar inmediatamente de la herida.
—Joder —gruñí.
Matty tomó mi mano completamente manchada y la puso bajo el chorro de agua del grifo.
—¿Qué demonios pasa? —Renée apareció por la puerta de la cocina.
—Charlotte se cortó. —Explicó Matty—. ¿Puedes buscar el botiquín?
Renée salió de la misma manera en la que entró. Mi mano punzaba y la sangre que salía del corte me parecía excesiva. El botiquín de primeros auxilios llegó y Matty se encargó de poner un poco de espray para detener la hemorragia.
—Lo lamento —dije—. Creo que acabo de arruinar la noche.
—No es culpa tuya, Charlotte —dijo Renée, sacando una venda del botiquín—. ¿Por qué no vamos a un bar y tomamos un par de tragos? Nos ayudará a las tres.
—No tengo muchas ganas, sinceramente.
—Yo voy contigo —intervino Matty.
—Esa es mi chica. —Celebró la otra—. Necesito un poco de distracción o me volveré loca.
—¿Renée Wolf aburrida? —Bromeó Matty—. Vaya, eso es nuevo.
—¿Qué les digo, chicas? Los hombres no han llamado mi atención últimamente —Matty y yo reímos incrédulas ante tal confesión—. Es cierto. Además, mi padre y sus planes de venganza me tienen harta.
La mención de la palabra venganza erizó hasta el último cabello de mi nuca.
—¿Contra quién? —Averigüe, cautelosa en ocultar el tono preocupado de mi voz.
Lo primero que llegó a mi mente fue la imagen de la regordeta cara del señor Dashner.
—No estoy segura —contestó, encogiéndose de hombros—. Alguna valiente y loca mujer que se atrevió a mandarlo al demonio.
Vi a Matty con los ojos abiertos, ella me regresó la expresión.
—¿Sabes de quién se trata? —Curioseó Matty, al mismo tiempo que terminaba de envolver mi corte.
—No lo sé, pero siento pena por ella. Papá es un hombre de armas tomar.
Despedí a mis amigas quince minutos más tarde. Antes de irse, Matty insistió nuevamente en revelarle todo a Aaron. Cómo no.
¿Qué debía hacer? ¿Citarlo en un pintoresco parque y simplemente encontrarme con él? ¿Y qué le diría cuando tuviera que enfrentarlo?
Ojalá Matty pudiera comprender que no era así de fácil. El único final posible entre nosotros era justamente el que estábamos teniendo. No podía imaginar que las cosas aún pudieran arreglarse y tener un final cómo el de Tienes un Email, porque a) aquello era la jodida vida real, b) él no podrá perdonar que durante todo ese tiempo me encontrara frente a su puerta y no del otro lado del mundo y c) no era la clase de mujer que podía simplemente ponerse un lindo vestido, pararse frente a él y estar lista para comenzar una linda y apasionada historia de amor. No podía tomarme la libertad de sentirme bonita. No podía tomarme la libertad de intentar conquistarlo.
Arrastré mis pies hasta mi habitación con un envase de cerveza en mi mano sana, me puse de pie frente al closet y busqué el pijama más grande y calientito que poseía —de franela azul con cuadros rojos—. El llanto consiguió que todo el maquillaje que cubría mi rostro se corriera y en ese momento tenía pinta de una mujer de la calle. Puse un poco de crema desmaquillante sobre un trozo de algodón, no estaba muy segura de que fuese la manera correcta de hacerlo; sin embargo lo pasé poco delicadamente sobre mi rostro. Terminé pocos minutos después, me hice un ovillo sobre mi cama y cerré los ojos, rogando poder conciliar el sueño, repitiéndome a mí misma que por la mañana todo sería mejor. Me hice el propósito de que mañana por la mañana, Aaron Been estaría por completo fuera de mi vida. Por supuesto, Lottie también lo haría.
Una sola lágrima escurrió por mi nariz hasta acabar su camino sobre la cama. Al día siguiente, al despertar, Lottie estaría muerta, dejaría de existir y su relación con Aaron se convertiría en un sueño, su amor se convertiría en recuerdos de otra vida. Así debía ser, ¿cierto?
Las palabras de Matty resonaron de nuevo dentro de mi cabeza, pensar que existía la mínima posibilidad de que Aaron aceptara a Charlotte cómo su Lottie, que realmente pudiera amar a la mujer real y no a la que conoció por mail. Él mismo lo dijo, había puesto el nombre de Lottie en el rostro de una mujer que conoció recientemente, su nuevo dolor de cabeza. ¿Realmente podría tratarse de mí? Además de sus palabras, primero en la cena en su casa, durante el cumpleaños de Mila y después esa misma noche. Él creía que era una mujer admirable e interesante, durante los últimos días había puesto más atención en mi existencia. Me saludaba siempre que le encontraba en el edificio y sonreía, no una sonrisa cordial. La manera en la que sus labios se curvaban cuando me veía era especial, provocaba un temblor en mis piernas e hinchaba mi corazón, no podía ser más que cordialidad. Podía pensar en esa posibilidad, tener la esperanza de que él quisiera a Lottie sin importar el rostro o cuerpo que pudiera poseer.
Una esperanza, pequeña, efímera y hasta estúpida; pero existente.
—Buenas noches. —Le dije al hombre encargado de la puerta principal del edificio, el mismo que echaba una mirada cínica a mis pechos o mi trasero siempre que me topaba con él. Esa noche, vio mi pecho con decepción, nada quedaba al descubierto gracias a mi enorme pijama—. ¿Podría decirme si el señor Been ha llegado ya?
—¿Quién? —preguntó él desinteresadamente, sentado tras un enorme mostrador.
—El Señor Been... Abogado, frente a mi departamento.
Puso una mano sobre su barbilla, pensando por un segundo.
—¡Oh, claro! El abogado pomposo —dijo—. No ha llegado, señorita.
—¿Está seguro? —insistí. Él asintió.
Hice mi camino de regreso al elevador. Cuando éste se abrió en mi piso, caminé hasta la puerta de Aaron y me quedé simplemente ahí, mirándola cómo si pudiera hacer que se abriera en cualquier momento para dejarme ver a Aaron del otro lado, esperando por mí. Di algunos pasos atrás hasta que mi espalda chocó contra mi puerta. Me dejé caer hasta que mi trasero tocó el suelo.
Recordé la primera vez que vi a mi enigmático vecino. La mudanza se había retrasado por lo que me encontraba sola, muriendo de hambre y sin un jodido vaso para beber agua. Se me hizo lo más normal del mundo tocar la puerta de enfrente para pedir un poco de agua, estaba a medio pasillo cuándo él salió de su departamento y cerró la puerta a sus espaldas sin ni siquiera notar que yo lo estaba mirando cómo idiota. Se veía tan atractivo, puede que se tratara del único día que lo vi vestido de una manera tan casual y despreocupada; unos vaqueros azules se moldeaban bien sobre su trasero, su playera polo negra dejaba al descubierto un torso sin tanto músculo, delgado pero de alguna manera elegante y atractivo por su postura de hombre intelectual. Llevaba una gorra negra cubriendo su cabeza y haciendo lucir terriblemente sexy el cabello quebrado que escapaba bajo su nuca. Me gustaría decir que, cómo se dice en la mayoría de los casos, me enamoré de él en ese mismo instante. Pero no fue así. Lo primero que me pasó por la cabeza cuando lo vi fue simplemente que se trataba del hombre más caliente sobre la tierra. Me dejó con la boca abierta pero para ese entonces verlo no era tan importante. Hasta que me habló por primera vez, no era de la clase de mujeres que se volvían locas por una voz varonil. Sin embargo oírlo hablar —hablarme— hizo que mi corazón latiera violentamente, mi cerebro se bloqueó y por primera vez mis piernas se sintieron como gelatina. No recuerdo lo que dijo, no recuerdo sí fue un saludo o una maldición; sólo me recuerdo estudiando detenidamente cada músculo en su boca mientras hablaba.
Entonces me di cuenta que no podía ser una casualidad que alguien provocara tanto en otra persona. No creía en almas gemelas hasta que algo en mi interior hizo clic. Me di cuenta que reconocía su voz, lo había oído en alguna otra parte, alguna vez, hace cientos de años atrás.
—¿Señorita Brown?
Esa voz. La sentí arrastrándose por mi piel, cómo algo líquido que me envolvió y se impregnó en mí, llenándome. La había escuchado antes, en un baile en preparatoria, llevaba un vestido esponjado y mucha laca en el cabello. Me hacía reír con lo que decía, me hacía sonrojar cuando me invitaba a bailar. Él sabía moverse, pero mis pies eran demasiado torpes, disfrutaba de sus manos envolviendo mi cadera. No quería que terminara, necesitaba tenerlo cerca todo el tiempo, lo deseaba mío y quería, con toda el alma, que él me aceptara como suya.
—¿Señorita Brown?
Abrí los ojos de golpe. Él me miró y una sonrisa se dibujó en sus labios.
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